Eugenio Nasarre, diputado del Partido Popular en esta ya concluida legislatura, y en varias anteriores, es un hombre cuya vocación política ha estado ligada a la inspiración cristiana. Desde los más variados puestos en la gestión pública –director general de Asuntos Religiosos, director general de RTVE, entre otros-, este madrileño que ahora se jubila para la actividad parlamentaria, se ha caracterizado, en los últimos tiempos, por poner en evidencia, podríamos decir, las contradicciones culturales del sistema.

Esta entrevista, que ahora se publica, tuvo un antecedente en la conversación que mantuvimos en el programa “La Alacena global” de Radio Internacional.
José Francisco Serrano.- Eugenio, ¿cómo nació tu vocación a la política?
Eugenio Nasarre.- Tenía muy claro, al comienzo de mi entrada en la universidad, que me interesaba mucho el pensamiento, la cultura, pero me entró enseguida el veneno de la política. Yo me di cuenta de que la política nacía cuando de una tertulia, de comentar lo que ocurría, pasabas a la acción. En aquellos años 60 no nos gustaba España, queríamos transformar España. Yo pertenecía entonces a las Juventudes de Acción Católica, la JAC, y fue el arranque de mi compromiso a lo largo de toda mi vida.

J. F. S.- ¿No os gustaba España entonces? ¿Te gusta España ahora?

E. N.- Bueno, no me gusta la España de hoy, pero sí me gustan las bases con las que muchos españoles construimos eso que se ha llamado la Transición, un proyecto fecundo de vida en común basado en las libertades, en la democracia, en la reconciliación de los españoles… Creo que ese proyecto que tenemos sigue vigente, pero se ha deteriorado, y el deterioro de ese proyecto procede de los distintos factores que se han producido, y que hacen que la España de estos momentos para mí no sea la deseable. Tenemos desafíos de enorme magnitud, casi tantos o más de los que vivimos en el momento de la Transición, de esa transformación de España en los años 60.

J. F S.- Y tu vocación como político católico se articula dentro de la familia de la democracia cristiana. ¿Qué es un demócrata cristiano?

E. N. .- Cuando me incorporo a la política era la opción natural de un católico que creía en la libertad, que creía en la democracia. Teníamos, por lo tanto, ese referente que en Europa estaba funcionando perfectamente. La Europa de los años 50, la Europa de la construcción europea, estaba hecha básicamente por políticos democristianos de enorme altura. Un demócrata cristiano simplemente es una persona que ha reflexionado, ha asumido un cuerpo de pensamiento que en buena parte, no en toda, está basado en la doctrina social de la iglesia, y que tiene unas señas muy claras. La política tiene que hacerse al servicio de la persona humana, de su dignidad, de sus libertades; el Estado tiene que estar al servicio de ello, tiene que ser un Estado limitado, que respete las iniciativas de la sociedad. Por tanto, el principio de subsidiaridad es fundamental. Y tiene que enmarcarse en un proyecto histórico de largo alcance, que en el caso europeo es el proyecto de construcción europeo, el proyecto de la Unión Europea, un proyecto que supere barreras, fronteras, nacionalismos excluyentes.

J. F. S.- ¿Es el Partido Popular el lugar de la democracia cristiana en este momento en España?

E. N. – He hecho una reflexión sobre este asunto y he llegado a la conclusión de que ha evolucionado mucho el mundo, la cultura, sobre todo la europea, y que ya los partidos estrictamente democristianos no responden a las exigencias de nuestra época desde el punto de vista político. Yo soy partidario de plataformas más amplias en las cuales el planteamiento cristiano, se pueda sentir a gusto, cómodo, para proyectar sus ideales políticos. Creo que eso se consiguió en la UCD. Cuando desaparece la UCD, me incorporo al Partido Popular en el año 1991 porque el llamamiento que hace Aznar en el año 1990 en el congreso de Sevilla iba en esa misma dirección. He concebido al PP siempre y he trabajo muchísimo para llevarlo a cabo, con las responsabilidades que he tenido, como la casa común del centro, en la que caben lo que podemos llamar conservadores liberales, democristianos, los que creen en un proyecto para España basado en estos planteamientos: libertades, una democracia auténtica, representativa, un estado limitado y el protagonismo de la sociedad.

J. F. S.- ¿Cuál es le problema entonces?

E. N.- El problema es que este gran proyecto, que creo que ha representado el PP en todos estos años y que le ha hecho ser un proyecto de éxito, en estos momentos, ese proyecto está resquebrajado, porque ya ha dejado de ser esa casa común del centro derecha. Ha aparecido una nueva fuerza emergente que digamos disputa ese espacio político, que es Ciudadanos, y por otra parte el proyecto nacional que implicaba una presencia significativa en toda España, en estos momentos, plantea problemas o dificultades enormes en sitios enormemente sensibles, como es Navarra, el País Vasco o la misma Cataluña, donde el PP ya en estas últimas elecciones ha tenido un retroceso muy alarmante para esa configuración del PP como casa común. Si deja de serlo, el PP será otra cosa, mutará. Y ese es el gran problema para el conjunto de España, para el conjunto de esta democracia que tenemos. Es decir, tenemos un problema serio, importante, que tenemos que dilucidar en los próximos meses sobre cuál va a ser diríamos la configuración del mismo PP que ha sido el protagonista fundamental del centro derecha español.

J. F. S.- Creo que estás hablando muy claro…

E. N.- Yo siempre he procurado hablar con libertad y lo hago en estos momentos, más entre amigos.

J. F. S. – ¿Está esta reflexión influida por los efectos electrones inmediatos, los catalanes, por ejemplo?

E. N. – Estuve en Barcelona durante toda la jornada de 27 septiembre. Quería ser testigo de esa jornada que era muy importante desde el punto de vista histórico. Los resultados presentan algunos elementos diríamos positivos. Primero una clarificación: votó mucha gente. Son las elecciones autonómicas de mayor participación. Y con esa votación vimos primero que el nacionalismo independentista tiene un techo, tiene unos límites: el 37% del conjunto electoral. Y este dato del censo es extraordinariamente importante porque no se puede alcanzar la independencia si no hay una mayoría consistente social de un país. Y no la tienen. En segundo lugar, que la movilización del sector independentista es enorme y es altísima, y si no se contrarresta eso puede proporcionar lo que podemos llamar fenómenos revolucionarios, desbordamiento de la legalidad, desafío y canalización de esas fuerzas frente a una mayoría silenciosa. Y en tercer lugar, esa mayoría silenciosa que estaba ahí ha comenzado a movilizarse. Y eso es un dato muy positivo y muy importante. Entonces, qué va a pasar: tenemos que estar muy preocupados por lo que pasa en Cataluña. Pero con estas elecciones se demuestra que el independentismo, que va contra los signos de la historia, que solo puede provocar daños incalculables y que es un mal en sí mismo, puede ser vencido.

J. F. S. – ¿Y para el PP?

E. N.- Para el PP es muy mal resultado porque lo natural es que el partido que gobierna debía de liderar diríamos el proceso de la defensa del constitucionalismo, que ahora tiene un enorme papel. Ahora es cuando se ve con claridad que hay que hacer muchas cosas en Cataluña. En el mundo de la cultura, en el mundo de la educación, en el mundo de la movilización de la sociedad civil, en el mundo de la recuperación de valores importantes que está incluso en catalanismo político en fin histórico…