El público puesto en pie aplaude cálida y prolongadamente al director, David Martínez; al protagonista, Juan del Santo; y a todo el equipo técnico y artístico presente en la sala del cine Palafox de Madrid. Es el preestreno de Flow, una película singular que ha cosechado multitud de premios en Festivales extranjeros y ahora llega a la cartelera española.

Juan del Santo, al terminar la proyección, recibe el reconocimiento conmovido, con lágrimas en los ojos.

Unomasdoce.-¿Qué se siente cuando se ve en un cine comercial una película de la que uno es protagonista absoluto?

Juan del Santo.- Las primeras veces una mezcla de pudor y de curiosidad por ver lo que se ha hecho, verlo desde fuera. Y es inevitable analizarte y recordar el momento del rodaje y de los ensayos, ver si tal o cual escena expresa exactamente lo buscado a priori, ver si yo como actor estoy mejor o más flojo en algún momento, cosas por el estilo.

Unomasdoce.- Flow comienza precisamente con un personaje, un actor, a punto de cumplir el sueño de su vida. ¿Qué tiene para ti esta película de cumplimiento de sueños?

J. S.- Flow, efectivamente, es la realización de un sueño. LLega en buen momento, ni mayor ni con una juventud que pudiera estar uno demasiado inmaduro. Han cristalizado muchas cosas y hasta ahora veo que lo previamente imaginado y sentido y deseado se parece bastante a lo que se tenía concebido. El espíritu está.

Unomasdoce.- ¿Cómo resumirías el fondo de Flow? ¿De qué nos habla?

J. S.- De las relaciones humanas, de las heridas, de los problemas en la comunicación, de la trascendencia y del arte, más específicamente del mundo del actor.

Unomasdoce.- Interpretas a cuatro personajes en una labor actoral impresionante. Los guionistas, David Martínez y Juan Alberto García del Santo, y tú mismo, como actor, ¿habéis necesitado ese desdoblamiento para decir algo más profundo?

J. S.- Walter Mann es un actor que interpreta a personajes, personajes que son, todos ellos menos Lobo –el del traje naranja que no imita a nadie conocido–, actores muy conocidos que interpretan a personajes muy conocidos. Por una parte contrastan entre sí, con sus diferentes naturalezas y psicologías. Dan vida a la película y aportan puntos de vista a veces opuestos, dando amplio abanico de posibilidades de maneras de ser. Cada uno es distinto y opta por actitudes distintas ante la realidad. Y éstas, nuestras opciones y actitudes, nos definen. Lobo, el maestro de ceremonias de naranja, reflexiona sobre el ser, la identidad, y para ello se mete en personajes que a su vez hablan diciendo cosas, bien propiamente de las películas de las que forman parte, o bien ponemos en su boca cosas que pensamos que encajan con su carácter. Lobo es el observador que vuelve a él mismo después de meterse y salir de los otros personajes. Tiene mucho que ver con la búsqueda del ser y con las limitaciones conceptuales que el hombre tiene. El ser es dinámico, y quizás se exige a sí mismo o le gustaría tener claro y muy definido saber quién es para, sabiendo bien quién es, poder actuar, vivir, moverse en la realidad. Sin embargo eso no es posible, ya que no nacemos sabiendo quiénes somos; nacemos ‘sin ser’ hecho y acabado al cien por cien. La película aborda este tema en cierto modo. Por ejemplo, Al Capone –o De Niro– dice: “Si tú no sabes quién eres, ¿cómo vas a decidir?”.

Unomasdoce.- ¿Cómo se logra la compenetración entre actor y director en una película que, como dice el cartel, es ‘de acción interior’?

J. S.- La compenetración se logra tras conocerse hace tiempo, ser amigos, tener la confianza necesaria, haber ya trabajado juntos.

Unomasdoce.- ¿Has tenido que rebuscar en experiencias vitales para meterte en la piel de Walter Mann?

J. S.- El trabajo está hecho hace mucho. Quizás he tenido que rebuscar un poco, pero muy poco, en el momento de rodar o en los ensayos. Lo mágico de esto es que tiene una parte de la que no puedes hablar o explicar con exactitud, no, no es posible, simplemente ocurre, por lo menos en algunas ocasiones. Es inasible, independientemente de que haya una técnica que sea una referencia útil para abordar el trabajo. El trabajo del actor, y del artista en general diría yo, tiene mucho de instintivo, y ese instinto creo que no sabemos exactamente donde está, quizás en el cuerpo, la mente/memoria, en la imaginación, en la observación, en fin, yo diría que en el espíritu o, por lo menos, diría que tiene algo de espiritual. Incluso la parte importante que tiene de corporal te diría que está tocada en cierto modo, a veces, por algo que espiritualiza el cuerpo cuando ‘in-corporas’ al personaje –su esencia– al que le prestas tu ser, y tu propio cuerpo también y, a su vez, el personaje a ti te da la oportunidad de ser otro y vivir otra vida. Y ser actor.

Unomasdoce.- Hay que reconocer que no es una película fácil. Está siendo muy reconocida en el panorama cinematográfico internacional en todas las categorías: película, director, actor, guión, fotografía, vestuario… Es una película íntima, profunda, compleja. Digamos que no es para pasar un rato sin más. Lleva a la reflexión. ¿Crees que existe hoy un público para apreciar películas con esta hondura de planteamiento?

J. S.- Una incógnita. En principio creo que quizás sí, por lo menos una parte esencial en Flow. Me refiero a la parte emocional, a la de las heridas, al tema de la reconciliación con uno mismo. Son temas muy universales. Otros aspectos… creo que habrá gente que también, quizás menos, por ejemplo las referencias al tema artístico.

Unomasdoce.- Hay varias películas recientes que tratan sobre cine o teatro dentro del cine, y sobre el papel del actor con su complejidad: La sombra del actor, Birdman, ahora Flow… Ahí hay una pregunta existencial sobre el ser humano, la búsqueda de uno mismo, el perdón, la reconciliación, la verdadera libertad, la fidelidad a los propios principios…

La pregunta que surge es ¿quién soy? Inevitable pregunta. ¿Por qué surge esta pregunta? ¿Qué otras preguntas desencadena? ¿Hacia dónde nos lleva, quién es el hombre? Nosotros, como individuos, ¿nos conocemos? ¿Y a los demás? Edith Stein abordaba estos temas. Decía que el gran problema del hombre es el gran desconocimiento que tiene de sí mismo. También surge ante la extrañeza de las cosas, y del asombro y, claro, del dolor.

Unomasdoce.- El protagonista, Walter Mann, es un actor pero, no sé si jugando con el apellido del protagonista (Mann / man), ¿es ‘el hombre’ a quien en realidad encarna, es ‘el ser humano’ en toda su complejidad y en cualquier circunstancia?

J. S.- Sí, bien detectado. Walter representa al hombre, a su búsqueda. Goethe dijo en Fausto que “el nombre es el reflejo del ser”. Añado que hemos buscado ese nombre no solo por lo de MANN, si no también por Thomas Mann. Y muy concretamente porque para un español es un nombre que viene de fuera, de otro país, de lejos, de Alemania en este caso. Le daba un aire exótico. Lo propuso, muy acertadamente, David. La sonoridad también es buena y encajaba en un actor.

Unomasdoce.- Flow termina con una frase de San Juan de la Cruz: “Para venir donde no sabes, debes ir por donde no sabes”. ¿Es una clave de interpretación de la película?

J. S.- Frase críptica y misteriosa y también lógica, ya que para ir a donde sabes debes ir por donde sabes o saben ya otros, aunque el viaje es muy personal. Y para ir a donde no sabes no debes ir por caminos que ya sí sabes porque llevan a donde sí sabes, y no es el objetivo. La intuición del místico es genial y acertada y lo supo por experiencia. Basta leer el “Entréme donde no supe”. La frase encierra muchas cosas. En mi opinión, el misterio del ser.