Servicio diario - 07 de enero de 2016


 

El Papa en Sta. Marta: 'Las obras de misericordia están en el corazón de nuestra fe'

El espíritu de Dios lleva al servicio de los demás, el espíritu del mundo que gira en torno a uno mismo a los propios mis egoísmos

Las obras de misericordia están en el corazón de nuestra fe. Lo indicó el papa Francisco este jueves en la misa matutina en la residencia Santa Marta. Deteniéndose en la lectura de la Carta de San Juan apóstol, el Pontífice indicó que es necesario estar en guardia delante del mundanismo y de los espíritus que nos alejan de Dios.

"Permanecer en Dios es un poco como la respiración para la vida cristiana". Un cristiano, continuó, "es quien permanece en Dios", quien "tiene el Espíritu Santo y se deja guiar por Él". De otro lado es necesario poner a "prueba los espíritus para entender si son de Dios. Y esta es la regla de la vida diaria que nos enseña Juan".

Pero ¿qué significa "poner a prueba los espíritus?”. No se trata de 'fantasmas', sino de ver “qué sucede en mi corazón”, cuál es la raíz “de lo que estoy sintiendo ahora, y de dónde viene. Esto es poner a prueba para saber si lo que “siento viene de Dios” o viene de otro, “del anticristo”.

El mundanismo, recordó el Santo Padre, es "el espíritu que nos aleja del Espíritu de Dios que nos hace permanecer en el Señor". Entonces, ¿cuál es el criterio para "tener buen discernimiento de lo que está sucediendo en mi alma?".

El apóstol Juan da una sola: "Quien reconoce que Jesucristo vino en la carne, tiene el espíritu  de Dios, y todo espíritu que no reconoce a Jesús, no es de Dios”.

"El criterio es la Encarnación. Yo puedo sentir tantas cosas dentro, incluso cosas e ideas buenas. Pero si estas ideas buenas, estos sentimientos, no me conducen a Dios que se ha hecho carne, no me conducen al prójimo, al hermano, no son de Dios.

Por esta razón, Juan comienza este pasaje de su Carta diciendo: ‘Este es el mandamiento de Dios: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos recíprocamente’"

Podemos hacer "muchos planes pastorales", imaginar nuevos "métodos para acercarnos a la gente", pero "si no hacemos el camino de Dios que tomó carne, del Hijo de Dios que se hizo hombre para caminar con nosotros, no vamos por el buen espíritu: es el anticristo, es el mundanismo, es el espíritu del mundo".

“¡Cuánta gente encontramos en la vida que parece espiritual!”. Pero no le hablemos de hacer obras de misericordia. ¿Por qué? “Porque las obras de misericordia son precisamente lo concreto de nuestra confesión, que el Hijo de Dios se ha hecho carne: visitar a los enfermos, dar de comer a quien no tiene comida, cuidar a los descartados… Obras de misericordia: ¿por qué? Porque cada hermano nuestro, que debemos amar, es carne de Cristo. Dios se ha hecho carne para identificarse con nosotros. Y con el que sufre, es Cristo quien sufre”.

"No le den fe a cada espíritu y estén atentos, pongan a la prueba a los espíritus para saber si provienen verdaderamente de Dios”.

Y Francisco subrayó que “el servicio al prójimo, al hermano, a la hermana que tiene necesidad”,  “incluso de un consejo, que tiene necesidad de ser escuchado”, también “estos son los signos de que vamos por el camino del buen espíritu, es decir, el camino del Verbo de Dios que se ha hecho carne”.

“Pidamos al Señor hoy --concluyó el Santo Padre-- la gracia de conocer bien qué cosa sucede en nuestro corazón, qué cosa nos toca más: si el espíritu de Dios, que me lleva al servicio de los demás, o el espíritu del mundo que gira en torno a mí mismo, a mis cerrazones, a mis egoísmos, a tantas otras cosas… Pidamos la gracia de conocer qué cosa sucede en nuestro corazón”.

 

Los obispos de EE.UU apoyan la limitación de armas propuesta por Obama

En la web de la Conferencia Episcopal el arzobispo de Miami indica que además de la regulación es necesario fortalecer los servicios a personas con problemas mentales

El presidente del Comité de Justicia Nacional y Desarrollo Humano de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, el arzobispo Thomas G. Wenski, dijo que "durante mucho tiempo, los obispos de Estados Unidos han pedido políticas razonables para ayudar a reducir la violencia armada".

Sus declaraciones fueron publicadas después que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el martes pasado, medidas para regular la venta de armas de fuego, en las que recordó el triste récord de su país con 30 mil muertes al año por accidentes, superior a cualquier otra nación del mundo. Recordó también la cantidad de dramas familiares que se registran y que la legislación debería obligar que las armas tengan nuevos mecanismos de seguridad, tipo password o de huellas digitales, como lo tienen las tabletas y esto se puede hacer. 

Al concluir el discurso, Obama, visiblemente emocionado evocó el tiroteo en diciembre de 2012 en la escuela Sandy Hook de Newtown, donde fueron asesinados 20 niños y seis mujeres.

En el comunicado publicado en la web de lo obispos de Estados Unidos, el arzobispo de Miami reconoce que "la violencia en nuestra sociedad es un tema complejo con muchas facetas, teniendo muchas formas". Y si bien "ninguna medida puede eliminar todos los actos de violencia que involucran armas de fuego, damos la bienvenida a los esfuerzos razonables destinadas a salvar vidas y hacer que las comunidades más seguras".

"Esperamos --concluye Mons. Thomas Wenski-- que el Congreso se ocupará de esta cuestión de una manera más sólida, teniendo en cuenta todos los variados aspectos involucrados".

Por ello, "además de la regulación razonable", el arzobispo indicó que "las conversaciones deben incluir el fortalecimiento de los servicios sociales para las personas con enfermedad mental".

 

Al menos 22 agentes pastorales fueron asesinados en el 2015

Del 2000 al 2015, suman al menos 396 agentes pastorales asesinados de los cuales 5 eran obispos

Según la información recopilada por la Agencia Fides, durante el año 2015 han sido asesinados en el mundo 22 gentes pastorales. Por séptimo año consecutivo, el número más alto de agentes pastorales asesinados se ha registrado en América. Del 2000 al 2015, según los datos que poseemos, han sido asesinados en el mundo 396 agentes pastorales, de los cuales 5 eran obispos.

En el 2015 han muerto de forma violenta 13 sacerdotes, 4 religiosas y 5 laicos. Según la repartición por continentes, en América han sido asesinado 8 agentes pastorales (7 sacerdotes y 1 religiosa); en África han sido asesinados 5 agentes pastorales (3 sacerdotes, 1 religiosa, 1 laica); en Asia han sido asesinados 7 agentes pastorales (1 sacerdote, 2 religiosas, 4 laicos); en Europa han sido asesinados 2 sacerdotes. 

Como viene sucediendo en los últimos años, la mayor parte de los agentes pastorales han sido asesinados como resultado de intentos de robo o hurto, y en algunos casos agredidos con ferocidad, una señal del clima de decadencia moral, de pobreza económica y cultural, que genera violencia y desprecio por la vida humana.

En estas situaciones, similares en todas las latitudes del mundo, los sacerdotes, las religiosas y los laicos asesinados, vivían en la vida cotidiana dando su testimonio: administrando los sacramentos, ayudando a los pobres y los marginados, cuidando de los huérfanos y de los toxico-dependientes, siguiendo proyectos de desarrollo o simplemente teniendo abierta la puerta de su casa. Y algunos fueron asesinados por las mismas personas a las que ayudaban. “Ayer, como hoy, aparecen las tinieblas del rechazo de la vida, pero brilla más fuerte aún la luz del amor, que vence el odio e inaugura un mundo nuevo” (Papa Francisco, Ángelus del 26 de diciembre de 2015). 

La lista anual de Fides, que sin duda es incompleta, no se refiere sólo de los misioneros 'ad gentes' en sentido estricto, sino a todos los agentes pastorales asesinados de forma violenta. No se utiliza el término “mártires”, si no sólo en su sentido etimológico de “testigos” para no entrar en el juicio que la Iglesia podrá dar a algunos de ellos, y también por las pocas noticias que se consigue recoger sobre su vida y las circunstancias de la muerte.

A la lista provisional realizada anualmente por la Agencia Fides, siempre hay que añadir la larga lista de aquellos muchos, de los cuales tal vez nunca se tendrá noticia o de los que ni siquiera se sabrá el nombre, que en todos los rincones del planeta sufren y pagan con sus vidas, su fe en Jesucristo.

 

Ser Epifanía en tiempos de necesidad de Dios

Carta pastoral del arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro. 'La convivencia humana sin valores se convierte con facilidad en totalitarismo visible o encubierto' 

Coincidiendo con la fiesta de la Epifanía del Señor, este miércoles se ha hecho pública la nueva carta semanal del arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro Sierra, que se titula "Ser Epifanía en tiempos de necesidad de Dios".  A continuación, publicamos el texto íntegro de la misma:

Hacen falta protagonistas de la Epifanía de Dios, de la manifestación de Dios con obras y palabras. ¡Cuánto nos cuesta entender que la vida es para entregarla! ¡Cuánto nos cuesta entender que, para darla, hay que tener algo que dar! La riqueza más grande es tener a Dios. Somos ricos cuando tenemos a Dios. Somos muy pobres y estamos arrastrados cuando estamos vacíos de Él. Hay necesidad de entregarlo. Por eso mi invitación: «sé Epifanía». Cuando nos acercamos a Belén descubrimos la riqueza en un Dios que se ha abajado, que se hizo como nosotros para hacernos ver que quiere llegar a todos los hombres. ¡Qué gozo da ver llegar a los pastores y a los Magos! Los dos grupos marchan de otra manera. Todos llenos de Dios. Unos marchan contentos describiendo las maravillas que Dios hace. Los otros, que representan a los pueblos de todas las culturas, marchan por otro camino; el encuentro con Dios es posible para todos y además nos pone en otra dirección.

En Belén comprendemos que la vida es para que se manifieste la gloria del hombre cuando se encuentra con Dios. En Belén, junto al Niño Dios que se hizo Hombre, descubrimos que la vida es para entregarla, pues ya nos dice el Señor que, «el que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). Esta cultura en la que vivimos necesita de la manifestación de Dios a los hombres. En una cultura del descarte y de la indiferencia, urge hacer ver que es posible una cultura del encuentro. Los hombres podemos vivir juntos, podemos encontrarnos. ¿Qué nos quiere decir el Señor con esa expresión? Algo muy sencillo: que se pierde quien vive solamente para sí mismo, quien tiene todo en un puño para sí mismo, y quiere explotar todas las posibilidades para él, quien no mira a los demás en lo que de verdad son. Quien hace eso, convierte su vida en un tedio permanente y su existencia, en vasija vacía, que no solamente no tiene nada que dar porque tampoco ha querido recibir nada, sino que entrega indiferencia, pasa de todo y de todos. Pero quien se abandona en Dios y lo deja entrar en su vida y hace una entrega desinteresada del yo a favor del Tú con mayúscula que es Dios mismo, ensancha su vida, descubre que su vida es para todos y que se engrandece dándola como Dios mismo nos revela en Belén.

¡Qué gran sabiduría nos entrega Jesús, Dios hecho Hombre! ¡Qué generosidad cuando se abaja! ¡Qué fuerza tiene la fiesta de la Epifanía en su misterio multiforme!: I) en la tradición latina, se identifica con la visita de los Magos a Jesús en Belén y se interpreta como la gran revelación del Mesías de Israel a todos los pueblos y a todos los hombres; II) en la tradición oriental, se privilegia el momento del bautismo de Jesús en el río Jordán, cuando se manifestó como Hijo del Padre celestial consagrado por el Espíritu Santo, que muestra su deseo a todos los hombres: escuchadle; III) por otra parte, también el Evangelio de san Juan nos invita a considerar la Epifanía en las bodas de Caná, donde Jesús «manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos», cuando vieron el milagro de la conversión del agua en vino.

En el gran reloj de la historia suena una hora importante desde esta gran ciudad que es Madrid. Y suena desde ese santuario que es nuestra catedral de la Almudena, donde la Santísima Virgen María nos regala a su Hijo. ¡Qué imagen más elocuente la de la Puerta Santa! Al cruzarla nos encontramos de frente con la imagen de la Virgen de la Almudena, dándonos a su Hijo. Es muy expresiva en este año de la Misericordia, porque quiere que a su Hijo lo tomemos, necesitados de escuchar esa gran melodía: «Paz en la tierra a todos los hombres». Cristo viene a orientar los pasos inciertos y titubeantes de los hombres, de los pueblos y de las naciones, hacia un futuro de auténtica esperanza. Atrévete a ser Epifanía de Dios en este mundo, ten su vida, te conocerán porque mostrarás en tu ser y vivir el verdadero carnet de identidad que nos capacita para transitar por este mundo, haciéndolo de todos, con todos y para todos.

Deseo que entren en vuestro corazón estas palabras: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2, 11). Él tiene la respuesta que puede disipar nuestros miedos y dar nuevo vigor a nuestra vida:

1. En Belén hoy encontramos a Jesucristo, que es punto seguro de referencia moral. Si no existe ninguna verdad última que guíe y oriente, las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente. La convivencia humana sin valores se convierte con facilidad en totalitarismo visible o encubierto, tal como nos lo demuestra la historia. Acercaos a Belén.

2. En Belén descubrimos junto a Jesucristo lo que significa defender hoy la vida y su pleno desarrollo. De Belén llega una luz diferente ante una crisis evidente de amor a la vida. La familia, la acogida de la vida y de una existencia abierta a la lógica del don de sí mismo, son la gran luz que se nos ofrece para recrear la cultura de la vida que tuvo su nacimiento precisamente allí. Acercaos a Belén.

3. En Belén, junto a Jesucristo, aprendemos la verdadera sabiduría: que el ser humano vale por lo que es y no por lo que tiene, es decir, que el valor humano de la persona está en relación directa y esencial con el ser y no con el tener. Ayudar a que la persona tenga un desarrollo así, exige que se favorezcan instituciones que, al estilo de la escuela de Belén, recreen y favorezcan su crecimiento en un sano clima de libertad; donde se propongan modelos de vida no inspirados en el consumismo o en valores indiferentes al espíritu, sino en cimientos que no se rompen o tambalean, haciendo a la persona tener seguridad en sí misma, apertura a los demás, capacidad de entrega y donación, servicio desinteresado siempre. Acercaos a Belén.

4. En Belén, ante la presencia de Jesucristo, se toma la decisión de vivir con la pasión con la que Él se hizo presente en el mundo, entregando concordia, solidaridad y paz. Él nos muestra que son exigencias ineludibles de un mundo herido por el terrorismo, los desastres ecológicos y otras amenazas a la vida.

5. En Belén, respeto, perdón y reconciliación, tienen un nombre: Jesucristo. Y allí se nos llama a anunciar al Dios del amor. Y allí también términos como amor, libertad, entrega sincera, persona, derechos de la persona o dignidad de la persona alcanzan la verdad plena, es decir, significan lo que por su naturaleza contienen.

Hoy siento el deseo de comunicaros la alegría de que seáis Epifanía de Dios en medio de los hombres: abridle las puertas de vuestra vida y de nuestra historia a Cristo. Sed protagonistas de un nuevo camino que es «caminar desde y con Cristo».

Con gran afecto, os bendice:

+ Carlos, arzobispo de Madrid

 

Dignidad de Hijos

Fiesta del Bautismo de Jesús

Isaías 42, 1-4. 6-7: “Miren a mi siervo en quien tengo mis complacencias”
Salmo 28: “Te alabamos, Señor”
Hechos de los Apóstoles 10, 34-38: “Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret”
San Lucas 3, 15-16. 21-22: “Después del bautismo de Jesús, el cielo se abrió”

“¿Cuánto vale una persona?”. Después de un terrible accidente en que perdió la vida un adolescente tratan las autoridades comunitarias de llegar a un acuerdo para que el responsable pagara una compensación justa a la familia del difunto. Ninguna cantidad convence a los desconsolados familiares, pero comprenden que los recursos en la comunidad son pocos. Al fin se acuerda una cantidad que a nosotros nos parecería ridícula pero que más que pagar la vida del joven difunto es una forma de sanar las relaciones. Poner precio a la vida de una persona nos choca pero utilizar, sobornar, comprar y vender personas en aras de la economía se ha hecho una práctica “aceptable”. La economía, las migraciones, el tráfico de personas, los gobiernos, han denigrado el valor de las personas. Cada persona es Hijo de Dios, con su propia dignidad y derechos, y hoy lo recordamos al contemplar el Bautismo de Jesús.

Como un gozne que cierra el ciclo de Navidad y abre el ciclo del tiempo ordinario se nos ofrece en este día la fiesta del Bautismo de Jesús: uniendo las manifestaciones de su divinidad con el camino de su humanidad. La celebración del bautismo de Jesús es una manifestación más de su persona. El nacimiento nos lo muestra como el “Dios-con-Nosotros”, el “Verbo Encarnado”, el “Verdadero Salvador”, “el Rostro visible de la Misericordia del Padre”. La Epifanía nos abría nuevos horizontes con el universalismo de la salvación, es un Dios para todos, que rompe las barreras y hermana a todos los pueblos, “Luz que alumbra a todas las naciones”. El Bautismo de Jesús, como un preludio de su vida apostólica, nos muestra su vinculación y hermanamiento con todos los hombres que en el Bautismo de Juan buscaban el arrepentimiento y la conversión, y es la revelación de Jesús como Hijo de Dios y enviado del Espíritu Santo. Así al mismo tiempo que asume el bautismo de Juan, con agua, para la purificación según el uso judaico antiguo, muestra la gran diferencia con el bautismo según el Espíritu, que transforma el corazón, dando una vida nueva. El Espíritu revela la verdadera identidad de Jesús y marca cuál es su misión en la historia.

Aunque ya Juan el Bautista lo proclamaba como “otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias”, es la voz del Padre Celestial y la confirmación por la presencia del Espíritu, quienes dan la plena manifestación de la persona y de la tarea de Jesús. La declaración: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”,ratifica la misión que realizará Jesús en la historia de la salvación. Jesús se compromete con entera libertad en la obra de Dios Padre, camina en la construcción de un Reino nuevo, donde los pobres y los olvidados tienen un lugar especial. El sentido del bautismo de Jesús es insertarse en el Proyecto de Dios Padre que quiere que todos tengan vida y la tengan en abundancia. Pero estas palabras y este proyecto no quedan sólo en Jesús, se extienden a todo ser humano que debe reconocerse y reconocer a los hombres y mujeres como “hijos predilectos de Dios”. Valemos mucho como personas pero si nos miramos como verdaderos hijos de Dios no podemos tener complejos de inferioridad ni arrastrar a cuestas una vida considerada inútil. La fuerza y vitalidad del creyente radican en reconocer nuestra dignidad de ser hijos de Dios. Pero también nos comprometen en el reconocimiento de los demás como verdaderos hijos de Dios con quienes tenemos que construir su sueño y su plan de salvación. Entonces serán absurdas tanto las tentaciones del desaliento, como las discriminaciones e injusticias en contra de los que participan de la misma filiación divina.

La manifestación de Jesús como una persona de la Santísima Trinidad, también nos enseña lo que acontece en el bautismo de cada creyente. Cada bautizado es recibido e invitado a vivir plenamente esta comunión trinitaria. Por eso son absurdos esos bautismos que queriendo hacerlos más solemnes, se exigen privados y especiales, pues rompen la comunidad y el sentido de hermandad que el bautismo nos otorga. El bautismo, siendo un compromiso muy personal, en muchos casos asumido por padres y padrinos, se sitúa como el inicio del camino espiritual que no puede quedarse en un ámbito interior, sino que implica una responsabilidad para con los demás, un reto de hacer de nuestro mundo, un mundo nuevo: el Reino de Jesús.

Muchos miran el bautismo como una especie de iniciación social y casi como un pretexto para una reunión o fiesta familiar. Pero es mucho más, es el inicio de la participación de la vida divina. Otros lo miran como un requisito para ir al cielo, pero el bautismo no es un pasaporte a la eternidad; hay quienes lo consideran como una credencial o un boleto que nos acredite para participar en eventos religiosos, pero el bautismo es más: un regalo de divinidad y un compromiso personal de sumarnos a la propuesta de Jesús. Cada día deberíamos renovar los compromisos bautismales. Bastaría que recordáramos las renuncias a vivir en un mundo de pecado, de egoísmo y de muerte, y asumiéramos los compromisos de creer en Dios Padre, de unirnos a su Hijo Jesús y de dejarnos conducir por Dios Espíritu Santo. Tendremos que renovar fuertemente este sentido bautismal tanto los padres y padrinos, como los propios bautizados. Por el Bautismo nos injertamos en el Cuerpo Místico de Jesús y nos hacemos templos del Espíritu Santo, no para vanagloriarnos en falsas dignidades, sino para asumir nuestro especial papel de discípulos misioneros unidos a la misma misión de Jesús.

¿Qué sentido le hemos dado a nuestro bautismo? ¿Cómo estoy viviendo mi dignidad de Hijo de Dios? ¿Cómo construyo mi comunidad a semejanza del Dios Trino de cuya vida participamos por el bautismo? ¿Cómo respeto mi persona y la de los demás, sabiendo que es templo del Espíritu Santo?

Dios Padre Bueno, que en el bautismo de Jesús nos invitas a participar de tu vida Trinitaria, concédenos que, asumiendo con alegría nuestra dignidad de hijos tuyos, trabajemos en la búsqueda de la verdadera unión, armonía y paz de todos los pueblos. Amén

 

San Lorenzo Giustiniani - 8 de enero

«Patriarca de Venecia, modélico Pastor de la Iglesia que dio un constante ejemplo de piedad y de caridad. Aunque pertenecía a la nobleza, no dudó en hacerse pobre con los pobres. Fue gran orador y confesor»

Juan XXIII, que fue patriarca de Venecia al igual que Lorenzo, tomó a éste como ejemplo de buen gobierno y modelo para su pontificado. Nació en Venecia, Italia, el 1 de julio de 1381 al inicio del Renacimiento. Sus padres pertenecían a la nobleza. Bernardo, su progenitor, falleció siendo Lorenzo un niño, y su madre se ocupó de la educación de él y de sus hermanos. Muy bien lo hizo Querina, llenando el acontecer de sus hijos con sumas muestras de piedad. En Lorenzo vio plasmados signos preclaros de virtud que eran ya atisbos de la santidad a la que tempranamente se sintió llamado. Con todo, la buena madre pensó en casarlo convenientemente, aunque los planes de Lorenzo eran diametralmente opuestos.

Alrededor de sus 20 años perseguía con celo todo lo que condujera a la ciencia y al amor de Dios. Había sido María quien, en una aparición, cuando aún no se habían disipado las glorias de este mundo con las que Lorenzo soñó, le abordó con estas palabras: «¡Oh joven amable, ¿por qué derramas tu corazón en tantas cosas inútiles? Lo que buscas tan desatinadamente te lo prometo yo si quieres tomarme por esposa». Pregúntola por su nombre y por su alcurnia, y ella me dijo que era la sabiduría de Dios. Le di mi palabra sin vacilación alguna, y, después de abrazarnos, desapareció».Gran penitente se caracterizaba por sus severas mortificaciones efectuadas en un estado de oración continua, al punto que su madre temía por su salud. Lorenzo se trasladó a san Giorgio in Alga, donde un tío suyo era canónigo, y sus sabios consejos le dieron luz para discernir entre la oferta del mundo y su renuncia al mismo por amor a Dios. Afrontó valientemente la propuesta que le hizo su pariente de sopesar ambas opciones: «¿Tengo el valor de despreciar estos deleites para aceptar una vida de penitencia y mortificación?». Mirando al crucifijo, no tuvo dudas: «Tú, ¡oh Señor! eres mi esperanza. En Ti encontraré el árbol de la fortaleza y el consuelo»«Veo que los mártires caminaron al cielo derramando la sangre y los confesores macerando la carne; no encuentro más caminos».

En Alga tuvo la fortuna de hallar a otros jóvenes, pertenecientes también a la nobleza, con los que compartió sus ideales y forma ejemplar de vida. Uno de ellos sería el futuro pontífice Eugenio IV. En 1404 fundaron la Congregación de san Giorgio de canónigos seculares. El joven, nacido en buena cuna, tomó el hatillo y se dispuso a recorrer de punta a punta la ciudad, pidiendo limosna para los pobres, sin excluir las puertas de su casa materna. No hubiera podido ser distinguido fácilmente porque su atuendo era el de un pobre casi harapiento. Cuando la persona que le acompañaba quería eludir los lugares principales para pasar desapercibidos, Lorenzo le decía: «Caminemos valientemente. Nada adelantamos con renunciar al mundo de palabra si no le despreciamos también con los hechos. Llevemos el saco como una cruz, y triunfemos así de nuestro enemigo».

Puso todo su esfuerzo en derrocar sus hábitos como el de la autojustificación y disculpa cuando era reconvenido por algo que juzgaba injusto; para ello se mordía los labios, hasta que venció su tendencia. Sería modélico también por su humildad. Fue un gran predicador y confesor. Entre otros favores, como el éxtasis, recibió el don de lágrimas que no podía contener cuando oficiaba la Santa Misa. Sabedor de sus virtudes, Gregorio XII le encomendó el priorato de san Agustín de Vicenza a cuyo frente estuvo hasta 1409 fecha en la que fue elegido prior de la Congregación que había fundado. En 1423 dio heroico testimonio prestando auxilio y consuelo a los damnificados por la epidemia de peste. Al año siguiente fue designado general de su Orden.

En 1443 fue nombrado arzobispo de Castello por el papa Eugenio IV y continuó dando ejemplo de piedad y de caridad, asistiendo de forma particular a los pobres, amén de emprender una fecunda reforma. En 1451 Nicolás V lo nombró patriarca de Venecia (a su pesar, porque hubiese deseado no ejercer un cargo para el que no se sentía dotado) y en su ejercicio pastoral prosiguió con la misma característica: austeridad de vida sellada por la caridad, paciencia, sabiduría y celo apostólico. Ni se arredró por las acusaciones y críticas que recibió, ni aceptó halagos de ningún tipo. La gente en masa iba a escucharle, a pedirle consejo, y él dispensaba a manos llenas bienes materiales (particularmente en especies, para que no malgastaran el dinero), y espirituales.

Fueron años intensos de oración, trabajo y estudio. Escribió diversos tratados de ascesis, el último «Los grados de perfección» cuando tenía 74 años. Al concluirlo le asaltó una grave enfermedad, y se negó a admitir un trato especial: «¿Disponéis ese lecho de plumas para mí?», preguntó. Ante la obvia respuesta de sus seres cercanos, replicó: «¡No! Eso no debe ser así ... Mi Señor fue recostado sobre un madero duro y basto. ¿No recordáis que san Martín, en sus últimos momentos, afirmó que un cristiano debe morir envuelto en telas burdas y sobre un lecho de cenizas?». Y tendido sobre un jergón de paja, bendijo a la multitud que se acercó a visitarle. Falleció el 8 de enero de 1456. Fue canonizado por Alejandro VIII el 16 de octubre de 1690.