Servicio diario - 08 de enero de 2016


El Papa en Santa Marta: 'El Señor nos espera para darnos su perdón'

En la homilía de este viernes, el Santo Padre recuerda que Dios que nos ama siempre a pesar de nuestros pecados

Dios es amor, él nos amó primero, nos ama siempre. Esta es la idea que subrayó este viernes el papa Francisco en su homilía de la misa de la mañana, que celebró en la capilla de la Casa Santa Marta.

En su primera carta --observó el Santo Padre--, el apóstol Juan teje una larga reflexión sobre los dos mandamientos principales de la vida de fe: el amor a Dios y amor al prójimo. El amor “es bello, amar es hermoso”, aseguró el Pontífice, y un amor verdadero “se fortalece y crece en la entrega de la propia vida”.

“Esta palabra ‘amor’ es una palabra que se usa tantas veces y que cuando se usa no se sabe qué significa exactamente. ¿Qué es el amor? A veces pensamos en el amor de las telenovelas. No, ese no parece amor. El amor puede parecer un entusiasmo por una persona y después… se apaga. ¿De dónde viene el amor verdadero? Todo el que ama ha sido generado por Dios, porque Dios es amor. No dice: 'todo amor es Dios', sino Dios es amor”, explicó el Papa.

Juan subraya una característica del amor de Dios: es el primero en amar. Así, Francisco reflexionó sobre la compasión de Jesús, recordada en la liturgia del día, en la multiplicación de los panes. “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció”, que no quiere decir que tuvo pena, advirtió el Santo Padre, para luego reiterar que no es lo mismo compadecer y tener pena. Porque el amor que Jesús siente hacia quienes lo rodean “lo lleva a padecer con ellos, a implicarse en la vida de la gente”. Entre los numerosos ejemplos del amor de Dios, que es el primero en amarnos, el Pontífice destacó el del hijo pródigo.

“Cuando tenemos algo en el corazón y queremos pedir perdón al Señor, es Él el que nos espera para darnos su perdón. Este Año de la Misericordia es también esto: que recordemos que el Señor nos está esperando, a cada uno de nosotros. ¿Para qué? Para abrazarnos. Nada más. Para decir: hijo, hija, te amo. He dejado que crucificaran a mi Hijo por ti; éste es el precio de mi amor; éste es mi regalo de amor”, dijo el Papa.

“El Señor me espera, el Señor quiere que yo abra la puerta de mi corazón”, esta certeza se debe tener siempre, prosiguió. Y si surgiese el escrúpulo de no sentirnos dignos del amor de Dios, “es mejor, porque Él te espera como eres, no como te dicen 'que hay que ser'”, enfatizó.

“Ir ante el Señor y decir: ‘tú sabes Señor que te amo’. O si no: ‘tú sabes Señor que quisiera amarte, pero soy tan pecador, tan pecadora’. Y Él hará lo mismo que hizo con el hijo pródigo que se gastó todo el dinero en vicios: no dejará que termines tus palabras y con un abrazo te hará callar. El abrazo del amor de Dios”, concluyó el Obispo de Roma.

 

El cardenal Blázquez, nuevo miembro de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica

El purpurado español ya formaba parte de otros organismos de la Curia Romana, como la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Consejo Pontificio de la Cultura

El papa Francisco ha nombrado este viernes al arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), cardenal Ricardo Blázquez Pérez, miembro de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA).

Otros cargos en la Santa Sede
El cardenal Blázquez también es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, de la Congregación para las Iglesias Orientales y del Consejo Pontificio de la Cultura, informó la CEE en un comunicado.

Las reformas económicas de la Santa Sede se consolidaron en julio de 2014 con el traslado de la Sección Ordinaria del APSA a la Secretaría de Economía. Desde entonces, el personal del APSA del que es ahora miembro el purpurado español desempeña solo las tareas que eran competencia de la Sección Extraordinaria. Su misión es seguir garantizando la liquidez y la estabilidad financiera de la Santa Sede.

 

España: El sacerdote Juan Carlos Elizalde, nuevo obispo de Vitoria

Sustituye en el gobierno pastoral de la diócesis a Mons. Miguel José Asurmendi Aramendía, SDB

La Santa Sede ha hecho público este viernes que el papa Francisco ha aceptado la renuncia al gobierno pastoral de la diócesis de Soria presentada por Mons. Miguel José Asurmendi Aramendía, SDB, conforme al canon 401, párrafo 1, del Código de Derecho Canónico. Asimismo, el Santo Padre ha nombrado nuevo c de esta diócesis al sacerdote Juan Carlos Elizalde Espinal, que era hasta el momento vicario episcopal de Pamplona y Tudela, según ha informado la Conferencia Episcopal Española (CEE) en un comunicado.

Breve biografía del obispo electo de Vitoria 
Juan Carlos Elizalde nació en Mezquíriz (Navarra) el 25 de junio de 1960. Obtuvo la licenciatura en Filosofía por la Universidad de Navarra (1977-1980) y en Teología por la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos, formándose con los Cruzados de Santa María. Es Licenciado en Teología Espiritual por la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid y realizó el curso de Directores de Ejercicios Espirituales con los Padres Jesuitas de Salamanca (1994-1996).

Fue ordenado sacerdote el 3 de octubre de 1987 en Roncesvalles, quedando incardinado en la diócesis de Pamplona, sede en la que ha desarrollado su ministerio sacerdotal. Entre otros, ha desempeñado los cargos de director de las residencias universitarias diocesanas “Martín de Azpilicueta” y “Argaray” (1999-2004) y párroco de “Santa María” de Ermitagaña” y de “La Sagrada Familia” (2005-2009).

Actualmente es profesor de Teología y responsable de Pastoral de la Universidad Pública de Navarra, desde 1998; vicario episcopal territorial de la zona de Pamplona-Cuenca-Roncesvalles, desde 2009; profesor de Homilética del CSET “San Miguel Arcángel”, desde 2011; coordinador del Centro de Dirección Espiritual diocesano en la Capilla de la Divina Misericordia en el oratorio de “San Felipe Neri”, desde 2012; y canónigo-prior de la Real Colegiata de Roncesvalles, desde 2013.

 

Venezuela: Los obispos abogan por una ley de amnistía para los presos políticos

En su discurso de apertura de la Plenaria, el presidente de la CEV considera que el trabajo de la Asamblea Nacional debe contribuir a la distensión y la reconciliación nacional

El arzobispo de Cumaná y presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV), monseñor Diego Padrón, afirmó este jueves que el país “ha entrado en un proceso de transición política que tendrá notables consecuencias sociales, económicas, e incluso psicológico-espirituales para la nación”.

En su discurso de apertura de la CV Asamblea Ordinaria Plenaria de la CEV, monseñor Padrón elogió el ambiente pacífico que marcó el desarrollo de las elecciones del pasado 6 de diciembre, así como el inicio del periodo legislativo 2016 – 2021. “La Jornada electoral realizada en paz, y la toma de posesión de sus curules por parte de los diputados electos son una ratificación de la conciencia civilista y democrática de los venezolanos y un contundente rechazo del sistema representado por el socialismo del siglo XXI, del despotismo, militarismo, arbitrariedad y corrupción”, dijo.

“La instalación de la Asamblea Nacional, a pesar de las dificultades, es un paso decisivo hacia la reinstitucionalización del país y la independencia de los poderes públicos. Es un punto de partida para la recuperación del estado de derecho, la renovación y saneamiento de los organismos del Estado, la revisión de las políticas nacionales y la política internacional, sus acuerdos, convenios y negociaciones”, prosiguió.

Además, el prelado señaló que el pueblo venezolano “reclama cambios reales en los campos de la libertad, la justicia, los derechos humanos, la salud, la seguridad, la economía y tantos otros”. “A ese pueblo, la nueva Asamblea Nacional tiene que darle, en término perentorio, respuestas satisfactorias”, enfatizó.

En esta línea, el presidente de la CEV invitó al Parlamento a corregir “vicios y procedimientos irregulares”, proporcionar “leyes que favorecerán la producción nacional, la libertad de empresas” y controlar “el fácil enriquecimiento”. También pidió a los diputados que tomen “medidas que contribuyan a la distensión y la reconciliación nacional, como será la amnistía para los presos políticos y la vuelta de los exiliados”, así como leyes que corrijan las políticas económicas y castiguen la corrupción.

“Cumplida esta etapa transcendental de nuestra historia política, con el concurso de todos, el país debe enrumbarse progresivamente hacia la despolarización, el diálogo transparente y eficaz entre el poder ejecutivo y el legislativo, entre el Gobierno y la oposición y entre todos los venezolanos, y hacia la recuperación económica y la reconciliación nacional”, insistió. “Para que el diálogo sea eficaz, tiene que establecerse sobre realidades y no a partir de premisas ideales, menos aún ideologías”, recordó.

Por último, el arzobispo de Cumaná aseguró que “es tiempo de reconstruir el país y, en frase del cardenal Bergoglio, ponerse la patria al hombro”. Y citando un comentario al Evangelio del entonces arzobispo de Buenos Aires, concluyó su intervención indicando que “la parábola del Buen Samaritano es un icono iluminador, capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que debemos tomar para reconstruir esta patria que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el Buen Samaritano. Toda otra opción termina o bien del lado de los salteadores o bien del lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del herido del camino”.

Siempre agradeceremos a la Iglesia católica venezolana, su presencia activa en todas las crisis por las cuales ha atravesado el país, y también su disposición para interceder a que se imponga un dialogo de paz entre las partes. Así lo manifestó el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, quien participó en la inauguración de la Plenaria de los obispos, un acto que tuvo lugar en el auditorio Hermano Lanz de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

“Monseñor Diego Padrón desde la Conferencia supo hacer lo posible para que factores adversos de la oposición, que no conciliamos a veces una línea de encuentro, gracias a su intermediación y a sus sabios consejos y sobre todo a su conducta diplomática, logramos esa unidad porque él siempre nos instó a que la participación debía ser pacífica, democrática y electoral”, reconoció.

 

Presentan la Jornada Mundial del emigrante y del refugiado de 2016

El responsable de migraciones de la Conferencia Episcopal Española destaca la labor de la Iglesia en la promoción del entendimiento y el enriquecimiento mutuo de las culturas

La Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE ha presentado este viernes el programa para la celebración de la Jornada Mundial del emigrante y del refugiado de este año, convocada para el próximo 17 de enero, bajo el lema “Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la Misericordia”.

En la presentación de la campaña, el obispo de Albacete y presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones, Mons. Ciriaco Benavente, ha destacado la labor de la Iglesia en la promoción del entendimiento y el enriquecimiento mutuo de las culturas. “En la Iglesia, la integración es comunión, salir de sí mismo y acoger cordialmente, siguiendo las palabras del papa Francisco a favor de una cultura de la acogida, lo que significa, en realidad, misericordia, encuentro, solidaridad, algo que nos interpela a todos y que construye la comunión y la unidad, como familia humana en el proyecto de Dios”, ha dicho.

Por su parte, el jesuita José Luis Pinilla, director de la Comisión Episcopal de Migraciones, ha explicado que la campaña no se ciñe solamente a una jornada, sino que se extiende a todo el año, con la vocación de dar relevancia “a los derechos de los migrantes y el reconocimiento de lo que aportan a la sociedad”.

En este sentido, el religioso ha señalado que la campaña se ha enfocado hacia la integración de las personas migrantes, en línea con lo que se propone en el documento de la Conferencia Episcopal Española “Iglesia servidora de los pobres”. Por eso, se han elegido imágenes que reflejen la realidad, con personas reales y situaciones reales; así como materiales, además del subsidio litúrgico y las propuestas de oración, que inviten a la reflexión y la opinión, como el Marco Común sobre migrantes y refugiados con derechos de la Red Intraeclesial, en la que colabora la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) junto a la Comisión Episcopal de Migraciones, Justicia y Paz, el sector social de la Compañía de Jesús y Cáritas.

 

La catedral de Madrid acoge una muestra sobre dos mil años de cristianismo

Se trata de una exposición sobre dos obras de la Fundación para la Evangelización y Comunicación

La Fundación para la Evangelización y Comunicación (FECOM), dependiente de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, ha organizado una nueva exposición de “Visión Bíblica” y “2.000 Años de Cristianismo” en la catedral de Madrid, dedicando especial atención a la figura de la Virgen de la Almudena y al principal templo de la capital, así como a san Juan Pablo II, alrededor de cuya estatua se centra la muestra.

Se trata de dos publicaciones íntimamente relacionadas que, en conjunto, abordan los últimos cuatro mil años de la Historia de la Humanidad y servirán, según explica el sacerdote Joaquín Martín Abad, “para que en los ámbitos en los que pueda exponerse, todos conozcamos y amemos más a Jesucristo y a su Iglesia”.

“2.000 años de Cristianismo” es una obra que recoge datos objetivos de la vida de la Iglesia desde Jesucristo hasta la fecha actual (papas, concilios, mártires, persecuciones, santos...) y los pone en relación con otros datos relacionados con la Historia (sociales, políticos, culturales, económicos, arte, guerras, personajes...) en un historiograma. En este libro desplegable, se sitúan los diferentes acontecimientos en una línea del tiempo, que facilita su comprensión con un solo golpe de vista. Esta visión de conjunto suscita un interés inmediato en quienes lo ven, informa la Archidiócesis de Madrid en su página web.

En el prólogo de la obra, el que fuera obispo auxiliar de Madrid, el llorado monseñor Eugenio Romero-Pose, señala que “el presente trabajo quiere hacer una llamada de atención a quienes viven quizás distraídamente los acontecimientos de la historia y el devenir de los personajes”. Este libro “ayudará, sin duda, a tomar conciencia de que la Historia tiene un sentido y al mismo tiempo ayudarnos, a manera de oración, a decir: ¿Señor, qué quieres que haga?”.

Con las mismas características se presenta una breve muestra de “Visión Bíblica”, una publicación que con las mismas características, permite vislumbrar la historia del Pueblo de Dios desde Abraham hasta el final de la composición del Nuevo Testamento y cuyo centro es Jesucristo.

Desde una presentación de los primeros capítulos del Génesis hasta un cuadro final del Libro del Apocalipsis, resulta ser un instrumento precioso para el conocimiento completo de la Historia de la Salvación. No faltan referencias a los pueblos circundantes de la Mesopotamia, Egipto, Canaán, Macedonia, Grecia y Roma.

Estas obras están publicadas en diversos idiomas: español, inglés, alemán, francés, italiano, portugués. Además, Visión Bíblica ha sido editada en Lituano y Urdu, lengua de Pakistán.

Para más información: www.fecom.org

 

Una luz grande les brilló

Carta del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández. 'El encuentro con Cristo lo ilumina todo, la ausencia de Cristo lo deja todo más oscuro aún'

El tiempo de Navidad es como una gran luz en la noche. La luz es Cristo, la noche es nuestra vida, nuestra historia. Nuestra vida llena de contradicciones, de sombras y de tinieblas, como si camináramos a tientas… y de pronto se enciende la luz. Esto es lo que ha sucedido. El encuentro con Cristo lo ilumina todo, la ausencia de Cristo lo deja todo más oscuro aún. El encuentro con Cristo genera gozo y alegría, la ausencia de Cristo acentúa el dolor y la tristeza. Él ha venido a buscarnos en nuestro desamparo para darnos de su alegría eterna, que no acaba, para hacernos luminarias luminosas que irradien luz en su entorno.

El Niño que adoramos, que adoran los Magos, que besamos en la Navidad, es Dios. No es un hombre cualquiera. Es el Verbo eterno del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Que se ha hecho hombre en el seno virginal de su madre María. Es verdadero hombre. Junto a la adoración, viene el abrazo. Es uno de los nuestros, sin dejar de ser Dios, semejante en todo a nosotros excepto en el pecado.

Y su madre es Virgen. Virgen antes, en y después del parto. Ha concebido a su hijo divino, dándole su carne y su sangre, sin concurso de varón, por plenitud de vida. Es el culmen de la fecundidad, en María la fecundidad de una madre ha llegado al máximo. La acción del Espíritu Santo, Dios amor, la ha colmado de vitalidad, la ha hecho madre. Y su cuerpo ha sido todo para Jesús, y para nadie más.

Para el que no tiene fe, todo esto es un cuento, un cuento de Navidad. Sólo desde la fe puede entrar uno en la alegría de estos días santos. La fe viene a ser como la luz que se enciende y nos hace ver todo en su sitio. La fe no se inventa la realidad, sino que nos la hace ver, nos la da a conocer. La fe no es una venda en los ojos para caminar a ciegas. La fe es una luz potente que ilumina todas las realidades de nuestra vida y las da sentido. Sin esta luz, qué sería de nuestra vida, pues el misterio del hombre sólo se ilumina a la luz del misterio del Verbo encarnado (GS 22).

Esta luz no la hemos recibido para guardarla en el baúl. Si la guardamos, se apaga. Esta luz la hemos recibido para ponerla en el candelero, para difundirla a todos los de la casa, y crece al repartirse. El cristiano no vive en el oscurantismo, sino a plena luz, la luz que viene de Dios, ilumina a todo hombre que viene a este mundo y será iluminado con esta luz por toda la eternidad. La luz de la fe nos impulsa al servicio misionero de proponer a otros la fe que nosotros hemos recibido, sin imponerla a nadie. La fe no se impone, se propone. Pero hemos de estar dispuestos a dejar la vida en esta propuesta.

Los Magos de Oriente vieron una señal en el cielo, una luz los guió hasta Jesucristo. Y se llenaron de alegría al encontrarse con él. Los que gobernaban la polis ocultaron, despistaron, confundieron a los Magos. Los que gobernaban la polis intuyeron que esa luz encontrada por los Magos podía derrocarlos y se taparon los ojos para no ver esta luz y poder seguir con sus apaños. La estrella de la verdad, sin embargo, se muestra suave a los que la buscan sinceramente. Y los Magos la siguieron y la encontraron. Son un buen ejemplo para nosotros de búsqueda sincera, de capacidad para sortear los obstáculos, de no hacer caso a los que quieren desviarnos. Y encontrando a Jesús, lo adoraron, se postraron ante él, le ofrecieron sus vidas y sus regalos.

En el bautismo del Jordán, Jesús, lleno del fuego del Espíritu Santo, entra en el agua. Y el agua no apaga al fuego, sino que se contagia del fuego y adquiere la virtud de incendiar el mundo entero con la fuerza del Espíritu Santo. Ahí empezó nuestro bautismo, que nos viene administrado por el agua que contiene el fuego del Espíritu Santo. Por el bautismo somos hecho hijos de Dios, y la palabra dirigida a Jesús: “Este es mi hijo amado”, se prolonga hasta nosotros, también hijos amados de Dios. Por el bautismo se nos infunde la fe, esa luz potente como un faro, que ilumina la noche de nuestra vida, de nuestra historia.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

 

Beata María Teresa de Jesús Le Clerc - 9 de enero

«La vida de esta cofundadora de las Canonesas Regulares de Nuestra Señora constituye un ejemplo de fidelidad a la llamada de Dios. Pone de manifiesto cómo es la respuesta de un santo ante la incomprensión y la dificultad»

Esta cofundadora, junto a san Pedro Fourier, de la Congregación de Canonesas Regulares de Nuestra Señora para la educación de las jóvenes, vino al mundo el 2 de febrero de 1576 en Remiremont, Francia, ducado de Lorena. Era una joven tan inteligente y atractiva como espiritual. Le agradaba la música y la danza, lo cual atraía muchos admiradores a los que ella no desairaba. Ese mundo cuajado de vanidades no germinó en su corazón. Al contrario; compartió el sentimiento que, al menos en su intimidad, pervive en muchos jóvenes: la soledad, el vacío y el sinsentido de lo estrictamente mundano. «En medio de todo esto, mi corazón estaba triste», confesó más tarde. Y lo que en un primer momento le agradó, terminó por hastiarla. A los 19 años tuvo un visión. Se hallaba en una iglesia, cerca del altar. Junto a ella se encontraba la Virgen vestida con un hábito que no se asemejaba a los conocidos, diciéndole: «Ven, hija mía, que yo misma voy a darte la bienvenida».

No tardaría mucho en establecerse en Hymont con su familia. Y un día coincidió por vez primera con san Pedro Fourier, que era vicario parroquial de la cercana localidad de Mattaincourt. Entretanto, los signos extraordinarios la seguían, de modo que en otra ocasión, mientras estaba en misa en la parroquia de Mattaincourt, escuchó un ruido de tambor acompañado de otra visión cuyo protagonista era el demonio que inducía a bailar a los jóvenes «ebrios de alegría». Impresionada, resolvió no mezclarse nunca más con esas compañías. Modificó drásticamente su atuendo y conducta, recluyéndose casi por completo en su hogar. Atento a su formación y progreso espiritual, san Pedro Fourier fue dirigiéndola sabiamente.

El mayor anhelo de la beata era cumplir la voluntad divina y en ese itinerario de búsqueda no hallaba respuesta para el sentimiento que albergaba en su espíritu. Se sentía inclinada a una vocación para la que no encontraba salida. Y dejándose guiar por un sueño en el que se le hizo entender que no existía una forma de vida que colmara su anhelo, por más que su padre y su director espiritual compartían la idea de que debía ingresar en un convento, no juzgó oportuno aceptar sus sugerencias, sino que optó por seguir esperando. La llamada a fundar una Orden crecía en su interior y compartió este sentimiento con su santo director. Pedro Fourier, aún sin ver clara esa salida, la animó. El lugar en el que vivía no era precisamente el más adecuado para encontrar jóvenes dispuestas a unirse a un ideal religioso. Pero no hay nada que se resista a la fe, y la joven lo consiguió.

En la misa de Navidad de 1597, junto con otras tres compañeras, se consagró a Dios. San Pedro Fourier constató lo cierto de ese clamor interior que la beata había percibido durante tanto tiempo, pero no así el pueblo que cargó contra ellas criticándolas de forma hiriente en el fondo y forma de conducta, vestimenta incluida, además de reprobar los gestos religiosos que apreciaban en ellas. El padre de María Teresa la condujo entonces con unas canonesas seculares que vivían cerca de Mattaincourt. Y amparada por una de las religiosas, ella y sus compañeras fundaron la Congregación de Canonesas Regulares de Nuestra Señora que seguiría la Regla de san Agustín, con la venia de san Pedro Fourier. Con todo, surgieron nuevos contratiempos, y María Teresa a instancias de su padre, que veía que no terminaba de consolidarse la fundación, se vio obligada a partir a Verdún. Como el juicio de san Pedro Fourier era que debía obediencia a su progenitor, se dispuso a cumplirla. Sin embargo, su padre dio marcha atrás y quedó sin efecto su orden. De todos modos, el santo no terminaba de ver clara la Obra, con lo cual acogió de buen grado la oferta de un franciscano para que uniera la nueva Congregación a las clarisas. Aquí el santo chocó frontalmente con las religiosas, ya que la determinación unánime de todas, y de la que dieron cuenta, fue: «Nos hemos reunido en comunidad para consagrarnos a la educación de las niñas, de suerte que no podemos apartamos de nuestra vocación y adoptar una forma de vida a la que Dios no nos ha llamado».

San Pedro Fourier acabó claudicando y en 1601 se dispuso a fundar con María Teresa otra casa en Mihiel a la que siguieron nuevas fundaciones. Se dedicaron a la enseñanza de las niñas, especialmente de las pobres, pero tuvieron que vencer otras reticencias. Las ursulinas también les ofrecieron unirse a ellas, aunque esta idea no convenció al P. Pierre de Bérulle, fundador del Oratorio de París. Con su autorizado juicio, la comunidad que tenía al frente a María Teresa siguió adelante, y al final fueron reconocidas por la Santa Sede en 1616. En los documentos solo había mención para el convento de Nancy, que se hallaba bajo la autoridad de otros eclesiásticos. Tan grave problema conllevó la renuncia al cargo de superiora que ejercía la beata, y recayó en otra, que san Pedro Fourier ensalzó públicamente considerándola alma mater de la Obra. La realidad era distinta y, además, existía una clara disparidad de juicios entre la beata y la nueva superiora. Pero María Teresa acogió humildemente la soledad, sin resentirse íntimamente tras una lucha de tantos años, y siguió dando pruebas de heroica virtud en un momento de su vida caracterizado por «sequedad espiritual, tentaciones y noche oscura del alma», entre otros sufrimientos. Padecía una enfermedad incurable de la que falleció el 9 de enero de 1622, a los 45 años, después de intensa agonía. Se la considera cofundadora de la Orden, aunque san Pedro Fourier siempre se lo negó «para mantenerla en su lugar». Misteriosos designios de Dios. Pío XII la beatificó el 4 de mayo de 1947.