Tribunas

Francisco acude a La Habana con la mirada puesta en Moscú

Salvador Bernal

Muchas esperanzas ecuménicas suscitó Kiril Gundjaev, metropolitano entonces de Smolensk y Kaliningrado, cuando fue elegido en 2009 para ser el 16º patriarca de la ortodoxia rusa desde 1589. Se había encargado de las relaciones exteriores, y adquirió una amplia experiencia internacional –también abundantes contactos con la Iglesia católica‑ durante más de cuatro décadas.

Dirigió la delegación de la Iglesia ortodoxa rusa en el entierro de Juan Pablo II. Poco después se publicó con un prólogo suyo la traducción al ruso de la conocida obra de Joseph Ratzinger –ya Benedicto XVI-, Introducción al Cristianismo, con sus lecciones de 1967 en la Universidad de Tubinga. Además, en 2008, prologó otro libro, esta vez del cardenal secretario de Estado, Tarsicio Bertone, sobre la doctrina social de la Iglesia católica. Confirmaba también con esos detalles la existencia de abundantes sintonías entre la Iglesia católica y la ortodoxa.

Menos conocidas son quizá sus relaciones con Cuba: Kiril Gundjaev acudió en 2008 a La Habana para inaugurar la catedral ortodoxa, dedicada a la Virgen de Kazán, la primera establecida en la isla, donde podría llegar a 15.000 el número de fieles, tanto rusos, como nacionales de repúblicas de la antigua URSS, sobre todo, bielorrusos y ucranianos. Al acto asistió también el ya presidente cubano, Raúl Castro.

Como se ha destacado estos días, el papa Francisco se reunirá con Kiril el 12 de febrero, en una escala camino de México, en el aeropuerto internacional de La Habana. Al final de la entrevista acudirá también el presidente cubano, Raúl Castro. Sin duda, se trata del evento ecuménico más importante del pontificado de Francisco.

Por otra parte, el portavoz de la Santa Sede ha difundido que “el Patriarca Ecuménico Bartolomé I, informado de esa próxima reunión entre el Papa y el Patriarca de Moscú Kiril, ha manifestado su satisfacción y alegría por este abrazo entre la cabeza de la Iglesia Católica y la de la comunidad ortodoxa más numerosa del mundo". Queda implícito otro jalón histórico: el abrazo entre Pablo VI y el Patriarca Atenágoras de Constantinopla en Jerusalén el año 1964.

Estas noticias coinciden con el anuncio de otro gran acontecimiento para la unidad de los cristianos: al fin, superadas muchas dificultades, se celebrará en junio el consejo panortodoxo, reunión de los patriarcas de las Iglesias ortodoxas. Lo lanzó hace unas décadas el propio patriarca Atenágoras. Hacía unos mil años que no se realizaba. La sede del evento será también neutral: Creta. Se desechó el plan de tenerla en Estambul, a causa de las actuales tensiones entre Rusia y Turquía.

Muchos avances dependen de encontrar el nuevo modo de ejercer el primado de Pedro, señalado por Juan Pablo II en su encíclica de 1995, Ut unum sint. La Iglesia católica ha asimilado bien los criterios de colegialidad. Se trataría ahora de encontrar una fórmula para la realidad histórica y teológica de Pedro como cabeza del colegio apostólico. A juicio de Benedicto XVI, no será difícil en el plano teológico. Más problemas derivan de mentalidades antirromanas o antiorientales forjadas –sin fundamento sólido‑ tras siglos de separación, y a las que no son ajenas cuestiones políticas locales, muy presentes aún en la ortodoxia. Entretanto, el catolicismo superaba la teoría del poder indirecto y consagraba la mutua libertad y autonomía de Iglesia y Estado, sin perjuicio del espíritu de colaboración.

En la fase más reciente, se ha agudizado el conflicto en Ucrania. Pero, en conjunto, la persecución de los cristianos –intelectual en occidente; violenta en muchos países africanos y orientales‑ está favoreciendo un paradójico ecumenismo de la sangre, expresión usada por el papa Francisco en diciembre de 2013: “en los países donde se mata a cristianos porque llevan una cruz o tienen una Biblia, los asesinos no les preguntan si son anglicanos, luteranos, católicos u ortodoxos”. Como afirmó en la declaración conjunta con el patriarca Bartolomé durante su viaje a Turquía en noviembre de 2014, “no podemos resignarnos a un Oriente Medio sin los cristianos, que han profesado allí el nombre de Jesús durante dos mil años”. Será uno de los grandes temas del concilio panortodoxo de junio en Creta.

A la vez, antes graves problemas doctrinales del mundo desarrollado ‑relativismo, colonización ideológica de género‑, el eje Roma-Moscú fortalecería el combate. En esta batalla doctrinal se ha implicado negativamente Obama, y poco se espera del sucesor, sobre todo, si es Hillary Clinton. Por todo esto, no parece casual que Francisco y Kiril se reúnan en Cuba.

Desde luego, el obispo de Roma sigue dando pasos a favor del objetivo prioritario de la unidad de los cristianos. Asume con audacia el riesgo de las críticas contra una nueva ostpolitik que ponga en sordina coyunturalmente cuestiones relativas a derechos humanos. Sobre todo, agranda la capacidad de perdón y misericordia, capaces de rehacer todo lo destruido en la historia.