Servicio diario - 22 de febrero de 2016
Durante la homilía, el Pontífice aseguró a los presentes que en este
momento, el Señor Jesús repite a cada uno la pregunta “y vosotros,
¿quién decís que soy yo?”. Esta es una pregunta –indicó– clara y
directa, frente a la cuál no es posible huir o permanecer
indiferentes, ni posponer la pregunta o delegarla a otro. Al
respecto recordó que en esta pregunta no hay nada de “inquisitivo”,
sino que está llena de amor. El amor de “nuestro único Maestro, que
hoy nos llama a renovar la fe en Él, reconociendolo como Hijo de
Dios y Señor de nuestra vida”. El Santo Padre aseguró que Él es la
“piedra” sobre la que debemos construir. La piedra es Cristo, sobre
el fundamento del cual también Pedro ha sido edificado.
De esta
profesión de fe –explicó Francisco– deriva para cada uno de nosotros
la tarea de corresponder a la llamada de Dios. Y precisó que a los
pastores, sobre todo, “se les pide tener como modelo a Dios mismo
que cuida de su rebaño”. Buscar a la oveja perdida, es un
comportamiento de Dios que “es signo del amor que no conoce
confines”. Es –aseguró el Papa– una dedicación fiel, constante,
incondicional, para que a todos los débiles pueda llegar su
misericordia.
Asimismo, aseguró que “nos hará bien también a nosotros, llamados
a ser Pastores en la Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen
Pastor nos ilumine, nos purifique, nos transforme y nos restituya
plenamente renovados a nuestra misión”. Que también en nuestros
ambientes de trabajo –añadió– podamos sentir, cultivar y practicar
un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las personas que
encontramos todos los días. Que ninguno “se sienta descuidado o
maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, antes que en
ningún sitio, aquí, el cuidado amoroso del Buen Pastor”.
El Pontífice recordó a los presentes, trabajadores de la Santa
Sede y la Curia Romana, que “estamos llamados a ser colaboradores de
Dios en una tarea tan importante y única como la de testimoniar con
nuestra existencia la fuerza de la gracia que transforma y el poder
del Espíritu que renueva”. Por eso pidió que “el Señor nos libere de
toda tentación que aleja de la esencia de nuestra misión, y
redescubrir la belleza de profesar la fe en el Señor Jesús”.
Para concluir su homilía, el Santo Padre subrayó que la fidelidad
al ministerio se combina con la misericordia que queremos
experimentar. Y así, recordó que en la Sagrada Escritura, fidelidad
y misericordia son un binomio inseparable. La fidelidad que se nos
pide –añadió– es la de actuar según el corazón de Cristo. Concluyó
recordando que como dice el apóstol Pedro, debemos apacentar el
rebaño con “ánimo generoso” y convertirnos en un “modelo para
todos”.
Un doble atentado con coche bomba ha dejado al menos 57 muertos y
decenas de heridos en un barrio de Homs donde la rama alauí del
islam, la misma que profesa el presidente Bashar al-Assad, es
mayoritaria. Horas más tarde, 83 personas han perdido la vida y unas
de 180 han resultado heridas en un distrito situado a unos 10
kilómetros del centro de la capital, después de que se produjeran
cuatro explosiones. Es posible que aumente el número de víctimas
debido a la gravedad de los heridos, según ha informado el
Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). Daesh se ha atribuido
los actos terroristas a través de Twitter.
La situación en el país
es cada vez más insostenible. A los combates, los bombardeos, la
criminalidad y el penoso deterioro de los servicios básicos, como el
acceso al agua potable y a la electricidad, provocados por la
guerra, se suma el pánico a los atentados.
El pasado 7 de febrero, el papa Francisco aseguró que sigue con
preocupación “la dramática situación de la población civil afectada
por los violentos combates en la amada Siria y obligada a abandonar
todo para huir de los horrores de la guerra”. “Deseo que, con
generosa solidaridad, se dé la ayuda necesaria para asegurar su
supervivencia y dignidad, mientras hago un llamamiento a la
comunidad internacional para que no ahorre ningún esfuerzo para
llevar con urgencia a la mesa de la negociación a las partes
implicadas”, añadió al término del rezo del ángelus. “Solo una
solución política en el conflicto será capaz de garantizar un futuro
de reconciliación y de paz a ese querido y golpeado país, por el que
os invito a rezar mucho”, subrayó.
De acuerdo con los datos de la ONU, en el conflicto sirio han
muerto más de 260 mil personas y 13,5 millones necesitan asistencia
humanitaria urgente.
Las consecuencias de la implementación del tratado no solo “se
traducirán en la máxima ampliación y fortalecimiento de las
condiciones de monopolio farmacéutico” sino que podrán en riesgo
miles de vidas humanas al negar su derecho fundamental a la salud y
la vida digna, en relación a la restricción de acceso a medicamentos
de bajo costo para las personas más pobres de la región, han
advertido.
En solidaridad con las poblaciones que ya han visto
aprobado el tratado, los prelados del CELAM han difundido una
carta pública para que se tenga muy presente la primacía del
valor de la vida humana.
Entre otras acciones, la Iglesia contempla exponer este caso,
junto con distintas organizaciones eclesiales y de la sociedad
civil, ante instancias internacionales como la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el marco del próximo
período de sesiones que se llevará a cabo en Washington (Estados
Unidos) del 4 al 8 de abril de 2016.
El TPP ha sido criticado por el secretismo que ha rodeado a las
conversaciones, que empezaron en marzo de 2010 y concluyeron
en octubre de 2015. Numerosas ONG y centrales sindicales han
alertado de la amenaza que representa esta alianza para, entre
otros, los derechos laborales, el acceso a los medicamentos y el
medio ambiente.
Fuertemente promovido por Estados Unidos, los ministros y
representantes de doce países han firmado el pasado 3 de febrero en
la ciudad neozelandesa de Auckland el citado acuerdo, que representa
alrededor del 40 por ciento del PIB mundial.
El TPP ha sido rubricado por Australia, Brunéi, Canadá, Chile,
Perú, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda,
Singapur y Vietnam. El tratado ahora deberá ser ratificado por los
Parlamentos de los doce países firmantes.
El padre Federico Lombardi, actual director de la Oficina de Prensa
del Vaticano y director general de Radio Vaticano, dejará su encargo
en la radio tras más de 20 años de servicio.
Ante la jubilación de
Lombardi como director general y la de Alberto Gasbarri como
director administrativo, el prefecto de la Secretaría para la
Comunicación, monseñor Dario Edoardo Viganò, según la indicación de
la Secretaría de Estado, ha nominado ad interim, desde el 1
de marzo, representante legal –en vez de responsable de la dirección
administrativa– de la Radio Vaticano a Giacomo Ghisani, vicedirector
general de la Secretaría para la Comunicación, para que se encargue
de la administración de la radio en el contexto actual de la
reestructuración de los medios vaticanos.
Después de 25 años de servicio, el padre Lombardi, jesuita, deja
la radio donde fue nombrado director de programas en 1991 y
sucesivamente director general, en el año 2005. Su nombre pertenece
así a un grupo de jesuitas que durante muchos años ha guiado la
radio del Papa confiada a la Compañía de Jesús desde su fundación,
hace 84 años.
Cabe recordar que el 27 de junio de 2015, con un motu proprio, el
papa Francisco instituyó la Secretaría para la Comunicación para que
“todas las realidades que, de diferentes formas hasta hoy se han
ocupado de la comunicación, se agrupen en un nuevo dicasterio de la
Curia Romana”. Las realidades implicadas en este proceso de
unificación son el Pontificio Consejo de las Comunicaciones
Sociales, la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Servicio
Internet Vaticano, la Radio Vaticano, el Centro Televisivo Vaticano,
el Osservatore Romano, la Tipografía Vaticana, el Servicio
Fotográfico y la Librería Editorial Vaticana.
El proceso ya ha iniciado y desde el 1 de enero de 2016 el
Pontificio Consejo y la Oficina de Prensa son realidades ya unidas,
tanto desde el punto de vista administrativo como de dirección.
“Nada ha cambiado en cuanto a la competencia de la Secretaría de
Estado en relación con la comunicación institucional”, explica un
comunicado publicado hoy.
Este año, según el calendario presentado y aprobado, está
prevista la compleja pero positiva tarea de agrupar la Radio
Vaticano y el Centro Televisivo Vaticano, unificación en parte ya
iniciada por algunos servicios y para mejorar el uso de algunos
recursos humanos.
En este contexto se comprende la razón por la que, con la salida
–a finales del mes de febrero– por razones de jubilación tanto del
director general, Lombardi, como del director administrativo,
Gasbarri, no se procede a su sustitución con figuras análogas, sino
al nombramiento de un representante legal y de un responsable de la
oficina administrativa, en una única persona, Giacomo Ghisani,
actual vicedirector de la dirección general de la Secretaría para la
Comunicación y gran conocedor de la realidad de Radio Vaticano por
“haber trabajado muchos años como responsable de la oficina legal y
relaciones internacionales”.
¿Cuál es su misión en San Cristóbal de las Casas? ¿Cuánto tiempo
lleva allí?
— Padre González: Soy Coordinador del Equipo Frontera Sur del
Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), con sede en Frontera Comalapa
desde hace un año, y antes con sede en Comitán. Estoy aquí desde el
2013. Antes estuve en el SJM de Nicaragua, y antes en Guatemala ocho
años con refugiados guatemaltecos retornados con los Acuerdos de
Paz.
¿Cómo vivieron los migrantes con los que trabaja el tiempo
de preparación previo al encuentro con el Papa?
— Padre González: En las semanas anteriores algunos de los
migrantes que han pasado querían esperar para ir a San Cristóbal a
ver al Papa. Tenían la ilusión de contarle personalmente sus
sufrimientos. Pero ir por la ruta de San Cristóbal supone ir por la
carretera panamericana, llena de retenes y de un gran Centro de
retención en Trinitaria. Es la ruta más difícil. Además se les hizo
ver que el Papa no podría recibir a todo el que quisiera hablarle.
Pero lo importante es la esperanza que el Papa significa para ellos
como posible solución, o al menos como confidente que les escucha.
¿Cómo surgió la iniciativa para que la colecta de la misa del
Papa en San Cristóbal vaya destinada a su centro de acogida?
— Padre González: Fue iniciativa del obispo, don Felipe
Arizmendi, muy preocupado por esta realidad de la migración ya desde
que era obispo de Tapachula, donde promovió el primer albergue de
migrantes, el albergue Belén, situado todavía hoy en el mismo
terreno de la casa del obispo. Eso recuerda a los obispos de los
primeros siglos que levantaron hospederías al lado de su casa,
llegando incluso a decretar el Concilio de Nicea la obligación de
que cada obispo debía tener en su sede un hospital. Entonces se
llamaba así a lo que hoy es una casa del migrante, pues al hospital
iban al mismo tiempo los enfermos y los forasteros.
En Frontera Comalapa ya existía un pequeño albergue que ahora se
destina a solicitantes de refugio. Pero las gentes de la parroquia
ya han colaborado para comprar un nuevo terreno y construir un
albergue para migrantes. Y actualmente se está construyendo en el
centro de la ciudad un comedor de migrantes que será bendecido por
nuestro obispo el 14 de marzo.
Desde su experiencia y su trabajo ¿Cómo puede afrontar México
el desafío de la migración?
— Padre González: La migración mexicana a Estados Unidos se ha
frenado, pero la migración centroamericana aumenta. Para un
centroamericano es más difícil pasar México que pasar la frontera
con Estados Unidos. Y México debe de cambiar sus políticas
migratorias, fieles a las estrategias de Estados Unidos de frenar en
la frontera sur de México la migración, para ofrecer a sus hermanos
del sur una política migratoria más fraterna. Un colombiano o un
costarricense no necesitan visa para pasar por México, pero a los
nicaragüenses, salvadoreños, hondureños y guatemaltecos sí se les
exige una visa mexicana que el gobierno de México nunca les va a dar
porque requiere unas condiciones imposibles para la mayoría. Alan
Bersin, alto funcionario del Departamento de Interior de Estados
Unidos, dijo que “la frontera entre México y Guatemala es ahora
nuestra frontera sur”, y la mejor prueba de ello es que si un
centroamericano viene solamente con visa de Estados Unidos, México
lo deja pasar sin la visa mexicana que exige a los centroamericanos.
¿De qué forma la Iglesia da esperanza y les acompaña?
— Padre González: La Iglesia tiene más de 60 casas del migrante
a lo largo de México: unas son parroquiales (Mapastepec), otras
diocesanas (Tierra Blanca), otras de religiosos o religiosas (La
72), o incluso de las Comunidades Eclesiales de Base (Casa Mambré en
Comitán), o de laicos y laicas (el comedor de Las Patronas,
candidatas al Premio Príncipe de Asturias; o el albergue de doña
Olga en Tapachula). También hay organizaciones de derechos humanos
que surgieron de la Iglesia (Centro Fray Matías de Córdova, en
Tapachula; Centro Fray Bartolomé de Las Casas, en San Cristóbal) o
son de alguna congregación religiosa (Centro Prodh de Derechos
Humanos, de los jesuitas). El Servicio Jesuita a Migrantes también
lleva trabajando en México desde el año 2002, pero anteriormente
existía el Servicio Jesuita a Refugiados, atendiendo campamentos de
refugiados guatemaltecos en Campeche. Todo ese tejido social es
esperanzador y muestra una vez más que “hacer Iglesia es el mejor
modo de hacer sociedad” (Tomás Malagón).
¿Hay confianza en los frutos que podría dejar la visita del
Pontífice a México?
— Padre González: Mucha confianza pero no tanto por sus palabras
sino por sus gestos. Personalmente me sorprendí de que en la homilía
en San Cristóbal no comentara el evangelio sino la primera lectura.
El evangelio era nada menos que la parábola del juicio final. No
habló para nada de visitar al enfermo, dar de comer al hambriento,
hospedar al forastero, visitar a los presos… Hasta que vi en la
televisión a su avión alzando el vuelo hacia Roma, me di cuenta de
que lo que había hecho el Papa en esos seis días era precisamente
eso: visitar los enfermos y los presos, ponerse al lado de los
forasteros (migrantes) en las fronteras sur y norte, etc. Sus gestos
son más importantes que sus palabras.
Aunque los viajes de los papas son pastorales, inevitablemente
la clase política y empresarial, se puede sentir interpelada. ¿Hasta
qué punto cree que el mensaje del Papa podría ayudar a la sociedad
mexicana en general?
— Padre González: Aunque dicen que el porcentaje de los que se
declaran católicos en México ha bajado al 83 por ciento, sigue
siendo un porcentaje importantísimo. Necesariamente un Papa en
México es escuchado e influye en los cambios que se necesitan.
Y en concreto ¿Qué mensaje han recibido los migrantes de parte
del Santo Padre?
— Padre González: El Papa enfoca el fenómeno de la migración
desde la fraternidad. No cualquier fraternidad sino la que surge de
la paternidad divina. La fraternidad antropológica que rompe muros
(“los muros no son la solución”, dijo al regresar de Estados
Unidos), deriva para el papa Francisco de la paternidad teológica. Y
esa fraternidad es la que esperan los migrantes cuando lo han visto
abrazar, ‘misericordiar’ y ofrecer ‘cariñoterapia’.
¿Qué destacaría de la visita del Papa?
— Padre González: En la misa en San Cristóbal, a pesar de toda
la ‘parafernalia’ que necesariamente implica un evento así, me
impresionó que lo que el Papa estaba viviendo era… una misa. Desde
un lateral del altar, donde yo estaba con el resto de sacerdotes,
veía a unos cuarenta metros la mirada del Papa, sus silencios, sus
movimientos, su tono de voz… y eso nos volvió a poner los pies en la
tierra y el corazón en el cielo, olvidando las torres de sonido, las
cámaras, los escenarios… y sentimos la presencia de Dios entre el
pueblo indígena y pobre que regresó a sus hogares con más confianza.
Y fortalecer la confianza es fortalecer la fe, que es a lo que vino
el papa Francisco.
Con motivo del Año Jubilar de la Misericordia convocado por el papa
Francisco, el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid (ITVR)
ha organizado su
45ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada bajo el
título “La Vida Consagrada con entrañas de misericordia”. Con el
objetivo de profundizar en la relación entre misericordia y vida
consagrada, el encuentro tendrá lugar en la sede de la Fundación
Pablo VI del 31 de marzo al 3 de abril de 2016, durante la Semana de
Pascua, según informa el ITVR en su página web.
En las jornadas
participarán, entre otros, el cardenal Luis Antonio Tagle,
presidente de Caritas Internationalis; el cardenal Joao
Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de
Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA);
monseñor Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid; el teológo
francés Jean-Claude Lavigne, OP; y el padre Antonio Spadaro, SJ,
director de La Civiltà Cattolica.
El Instituto Teológico de Vida Religiosa es un centro superior de
investigación y docencia, fundado por los Misioneros Claretianos en
1971. Desde su fundación, este centro adscrito a la Facultad de
Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca lleva a cabo un
estudio riguroso sobre la inspiración bíblica (módulo de
fundamentación bíblica) y la historia de las formas de vida
consagrada (módulo de fundamentación histórica); ofrece una
reflexión sistemático-teológica sobre la identidad y misión
carismática de esta forma de vida en el conjunto de otras formas de
vida cristiana (módulo de teología sistemática); reflexiona
científicamente sobre aspectos prácticos y existenciales que la
caracterizan en cada tiempo y cultura (módulo de praxis).
El Instituto sigue el proceso de renovación y adaptación de la
vida consagrada teniendo en cuenta la eclesiología de comunión, la
interculturalidad, las visiones inclusivas, los desafíos históricos
emergentes. Se sitúa, junto con la Universidad Pontificia de
Salamanca, en el espacio común europeo de Enseñanza Superior
(proceso de Bolonia). Está atento a la globalidad de la vida
consagrada en los diversos continentes y se enriquece con la
aportación de alumnos y alumnas pertenecientes a ellos.
La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE)
celebra su 237º reunión en Madrid, los días 23 y 24 de febrero de
2016, para preparar la participación de los jóvenes españoles en la
Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y proponer temas para el
próximo Sínodo de los Obispos.
En este encuentro van a participar
por primera vez el arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela,
monseñor Francisco Javier Pérez González, y el arzobispo de Burgos,
monseñor Fidel Herráez Vegas. El primero se incorpora a la Plenaria
en representación de la provincia eclesiástica de Pamplona, al
quedar esta sin representación por el nombramiento de monseñor Juan
José Omella como arzobispo de Barcelona. Por su parte, monseñor
Herráez representa a la provincia eclesiástica de Burgos en la
Permanente, tras su toma de posesión el pasado 28 de noviembre,
según ha informado este lunes la CEE en un comunicado.
Durante la reunión, los obispos dialogarán sobre los siguientes
temas: los preparativos de la JMJ Cracovia 2016, que organiza el
Departamento de Pastoral de Juventud, dentro de la Comisión
Episcopal de Apostolado Seglar; la propuesta de temas para la
próxima reunión del Sínodo de los Obispos; la puesta en marcha del
nuevo Plan Pastoral 2016-2020; el documento “Jesucristo, salvador
del hombre y esperanza del mundo”, que está redactando la Comisión
Episcopal de Doctrina de la Fe, que preside monseñor Adolfo González
Montes; y el obispo de León, monseñor Julián López, informará sobre
el Congreso Eucarístico Internacional de Cebú, en Filipinas, en el
que ha representado a la CEE.
Como es habitual en la Permanente del mes de febrero, está
prevista la aprobación de las ayudas para la iluminación de
Catedrales y Templos a cargo del convenio con la Fundación Endesa y
el temario de la CVII Asamblea Plenaria, que tendrá lugar del 18 al
22 de abril.
En estas reuniones también es costumbre la información de los
presidentes de las distintas comisiones episcopales sobre el trabajo
que llevan a cabo en sus áreas respectivas. El orden del día se
completa con informaciones económicas y sobre diversos temas de
seguimiento; además de los nombramientos.
Rogelio Francisco Emilio Pfirter nació en Santa Fe el 25 de agosto
de 1948. Es licenciado en Derecho por la Universidad Nacional del
Litoral.
Empezó la carrera diplomática en 1974, cubriendo, entre
otros, los siguientes encargos: diplomático de la Misión
Permanente argentina ante las organizaciones de las Naciones
Unidas en Nueva York; director para los Asuntos Nucleares y para
la Seguridad ante el Ministerio para los Asuntos Externos;
subsecretario para la Política Exterior (1992-1994 y 2002);
presidente de la Asamblea General de la Organización Marítima
Internacional (1995-1997); Embajador en Londres (1995-2000);
representante permanente de la República de Argentina ante la
Comisión Administradora del Río de la Plata (2000-2002); director
general de la Organización para la Prohibición de las Armas
Químicas (2002-2010).
Es miembro del Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales; además, es titular de la cátedra de Derecho Penal
Internacional ante la Universidad Kennedy y la de Políticas
Públicas ante la Universidad Austral.
El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, ha aplaudido a la
República Centroafricana por el proceso electoral que ha
transcurrido de manera pacífica, tras varios retrasos en las
fechas de las votaciones.
En un comunicado, el titular de la ONU
ha felicitado este domingo a Faustin Archange Touadéra, que con el
62,71 por ciento de los votos, se ha proclamado vencedor en la
segunda vuelta de las elecciones celebradas el 14 de febrero. Ban
Ki-moon también ha expresado su agradecimiento al candidato
presidencial Anicet Dologuele por reconocer la victoria de su
rival.
Ahora el resultado debe ser ratificado por el Tribunal
Constitucional, que anuló los resultados de las elecciones
legislativas que se celebraron en diciembre debido a las
deficiencias en la organización.
Touadéra, que fue primer ministro de la República entre 2008 y
2013, sustituirá a la presidenta de transición, Catherine Samba-Panza,
que tenía prohibido presentarse a los comicios.
Se espera que esta nueva elección sirva para avanzar en la
reconciliación en un país azotado por la violencia.
El pasado mes de noviembre, el papa Francisco visitó la
República Centroafricana, un país desgarrado por las rivalidades
políticas. Francia le pidió que no fuera, por considerar que el
riesgo era demasiado alto.
“Vengo a la República Centroafricana como peregrino de la paz,
y me presento como un apóstol de la esperanza”, escribió el Santo
Padre en su cuenta oficial de Twitter minutos antes del
aterrizaje.
En el presidencial Palacio del Renacimiento, el Pontífice pidió
al Gobierno de transición y a los ciudadanos que se inspiren en el
lema del país, “unidad, dignidad y trabajo”, para superar el
conflicto.
Tras reunirse con la presidenta de la transición y con miembros
del cuerpo diplomático, el Papa felicitó a las autoridades
nacionales e internacionales “por los esfuerzos que han realizado
para dirigir el país en esta etapa”.
Pocas horas más tarde, en su visita a un campo de desplazados,
Francisco reclamó “una gran paz” en la antigua colonia francesa.
“La paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón, no
es posible. Cada uno de nosotros debe hacer algo. Yo les deseo, a
ustedes y a todos los centroafricanos, la paz, una gran paz entre
ustedes”, señaló entonces el Santo Padre.
En la catedral de Bangui, donde procedió a la apertura de la
primera Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia, el Pontífice
hizo un llamamiento a “todos los que empuñan injustamente las
armas de este mundo” para que depongan “estos instrumentos de
muerte”. “Ármense más bien con la justicia, el amor y la
misericordia, garantías auténticas de la paz”, subrayó.
La República Centroafricana protagoniza un tumultuoso proceso
de transición desde que en 2013 los rebeldes Séléka derrocaran al
presidente de entonces, François Bozizé, desencadenando una ola de
violencia que ya ha causado miles de muertos y ha obligado a casi
un millón de personas a huir de sus hogares.
La predicación, en la que también estuvo presente el papa
Francisco, abordó el sentido de la misericordia en la vida
cotidiana. De este modo, recordó que nuestra fe es “acogida de una
vida” y esta es la tarea de la Iglesia: “manifestar de qué gracia,
de qué bondad hemos sido destinatarios”. Es decir, hacer ver al
mundo qué ha hecho Dios en nosotros, caminando “a través de la
humanidad”.
Asimismo, explicó que de alguna manera, no la Curia
Romana, sino cualquier Curia, corre el riesgo de la tentación de
adquirir un carácter un poco para-estatal, para-imperial, como en
el pasado. “Y esta una tentación tremenda: porque esto pone en el
corazón la función, la estructura, la institución, el individuo
‘que es en función de…’”, advirtió.
Por esta razón, el padre Rupnik aseguró que sería un
“escándalo” hacer ver al mundo que vivimos el cristianismo como
una realidad individual. La Iglesia se diferencia por “una forma
de estructurarse, de gobernar, de dirigir, de gestionar” que es
comunión, que es inclusión.
La gente se pondrá en camino con una Iglesia que dentro de sus
gestos y sus palabras haga “emerger a otro, el Hijo y, todavía
más, al Padre”. Así, el hombre –precisó– se podrá convertir en
“lugar de la vida, como comunión y misericordia”.
Por otro lado, subrayó que la misión de la Iglesia es “cubrir
la distancia entre nosotros y nuestro hombre contemporáneo, herido
como nosotros, que sufre como nosotros, probado como nosotros:
cuanto más probado seamos como todos los hombres, más seremos
misericordiosos, porque esto es el sacerdocio de Cristo. Ha sido
probado en todo su ser sacerdote misericordioso. Y así,
implicaremos a las personas en un deseo de vida nueva”.
También explicó que el Señor es “el único que puede cubrir la
distancia que separa al hombre perdido, pecador, muerto, del Dios
viviente”.
El hombre por sí solo no puede hacerlo: tal capacidad de Dios
de “alcanzarnos” es la misma identidad de Dios “hacia nosotros y
hacia la Creación, es decir la misericordia”.
A Rafaela su esposo nunca le puso impedimentos
para ejercer un vibrante apostolado, que secundó generosamente,
culminando con su aprobación para que profesase y fundase un
Instituto religioso, máxima prueba de un amor humano que se
inspira en el divino. Esta excelente esposa y madre de
familia nació en Bilbao, España, el 16 de enero de 1843. También
en ella se cumple, como en la mayoría de los casos, que su fe
nació y quedó profundamente arraigada con el testimonio y aliento
de su familia, que le inculcó la base virtuosa sobre la que estuvo
erigida su existencia. Pertenecía a la alta sociedad bilbaína. Los
signos del amor divino en ella fueron precoces. Vivió la
experiencia de su primera comunión gozosamente: «Comulgué con
gran fervor. Recuerdo muy bien haber experimentado grandes
consuelos espirituales y haber llorado pensando en la Pasión de
Jesús». No obstante, en medio de su piedad también hubo un
hueco para ciertas vanidades que, por lo general, resultan
particularmente atractivas en la juventud. Ella misma confesó sus
buenos hábitos y debilidades: «Me gustaba ser vista y
obsequiada. El lujo no era exagerado para mi posición. Sin
embargo, gastaba bastante en todo. Me gustaban mucho las joyas.
Pero conservaba un fondo de piedad natural. Rezaba el Rosario
todos los días con los criados; leía mis libros de piedad y era
compasiva con los necesitados».
A los 18 años contrajo matrimonio
con José de Villalonga, ingeniero industrial de procedencia
catalana, hombre virtuoso, sin cuya generosidad y respeto no
hubiera podido llevar a cabo la obra que emprendió. La súplica de
Rafaela era esta: «Que sea cada día mejor esposa, mejor madre,
mejor hija. Haz, Señor, que yo sea una mansión de paz dentro de la
familia». Lo consiguió. Compaginó admirablemente la vida de
oración y de caridad con el cuidado de su extensa familia,
compuesta por los siete hijos que alumbró más cinco sobrinos que
quedaron a su cargo cuando su hermana, y madre de los pequeños,
falleció. Ella también tuvo que desprenderse tempranamente de dos
de sus hijos, y el benjamín quedó apresado por una terrible y
dolorosa parálisis infantil. Aunque san Juan Bosco se lo vaticinó
al encontrarla en Barcelona: «Señora, este niño será su
crucecita», la madre tuvo que afrontar ese dolor y gozarse de
la grandeza del pequeño que un día le dijo: «Mamá, tú eres por
lo menos ‘Sierva de Dios’».
Rafaela llevaba ya una vida de
oración y tenía tal devoción al Santísimo Sacramento que cada vez
se sentía más empujada a la unión con Él, y a realizar el mayor
bien que le fuera posible. Ese momento llegó cuando a raíz de la
profesión de su marido –promotor de la empresa Altos Hornos, que
tenía un capital humano de tres mil personas–, tomó contacto con
esa realidad del mundo obrero. Se sentía inclinada a cuidar de las
niñas y de las jóvenes expuestas a los riesgos que van unidos a la
pobreza y la ignorancia frecuentes en su época. Veía los males que
acechaban a las jóvenes obreras y para acogerlas creó la casa
Asilo de la Sagrada Familia. Las recogía por las calles y no
dudaba en ponerse en aprietos con tal de rescatarlas del peligro.
Quería proporcionarles todo lo que precisaban humana y
espiritualmente, sembrando sus vidas de esperanza. Además, a los
enfermos y pobres nunca les faltó su caridad. «Las personas
pasan, pero las obras permanecen», solía decir.
Creó en Bilbao numerosas
instituciones de protección a la mujer. La ayudaron en este empeño
voluntarias que trabajaban siguiendo la consigna que les dio:
«dulzura en los medios y firmeza en los fines». Tenía claro, y
así lo transmitió, que «lo que no alcance el amor, no lo
conseguirá el temor». Lo decía por experiencia, puesto que un
día que fue a buscar a una reclusa, ésta la abofeteó. Y ella,
respondiendo con mansedumbre, le dijo: «No me has hecho daño,
hija mía; desde hoy te quiero más», palabras tan sentidas y
auténticas, que la joven se vino abajo y
se arrepintió llorando amargamente. El propósito de toda la obra
de Rafaela fue este: vivir «unidas a Dios por la oración y el
apostolado» para llevar «el anuncio del amor de Dios, al
mundo de la niñez y de la juventud». Así surgieron pisos y
talleres con los que pudo dar sustento y formación a estos
colectivos. Contó con el consentimiento de su esposo D. José
Villalonga para hacer profesión religiosa y fundar el Instituto de
las Hermanas de los Ángeles Custodios en 1894. Falleció el 23 de
febrero de 1900. Había hecho vida el lema que inculcó a todos:
«nunca os canséis de hacer el bien». Fue beatificada el 30 de
septiembre de 1984 por Juan Pablo II.