No es oro todo lo que reluce, pero cinematográficamente hay muchos quilates de buen mineral en Spotlight. Los católicos podemos no verla, mirar para otro lado, o verla como un ejercicio de penitencia y conversión, el mismo al que todos estamos llamados, no vayamos a pensar que esto es solo cosa de la Iglesia. Un solo caso de pederastia es demasiado, en cualquier parte, con el agravante que supone el hecho de que se cometa por alguien que, en virtud de su autoridad, debe dar un mayor ejemplo moral: predicar y dar trigo, no cizaña.

No conviene minimizar el pecado y el delito, ni tampoco hacer creer que el problema reside solo y su mayor parte en la Iglesia católica. Ninguna de las dos cosas es cierta. Y, aunque es verdad, que en una película no se puede contar todo, siempre hay intención en lo que se cuenta. Ofrecemos para el debate y para contribuir al necesario visionado crítico de la película, la traducción al español del texto, firmado por Lucetta Scaraffia, que ha publicado L`Osservatore Romano sobre la cinta triunfadora en la gran noche del cine.

Spotlight, que ha ganado el Óscar, tiene una trama interesante. Y no es una película anti católica, como se ha escrito, porque es capaz de dar voz al desánimo y el dolor profundo de los fieles ante el descubrimiento de estas terribles realidades.
Ciertamente, en la narración no se da espacio a la lucha continuada y tenaz que Joseph Ratzinger, como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe y como Papa, llevó adelante contra la pedofilia en la Iglesia. Pero en una película no se puede decir todo, y las dificultades que encontró Ratzinger no hacen más que confirmar la tesis de la película, es decir, que muchas veces la Institución eclesiástica no ha sabido reaccionar con la necesaria determinación ante estos crímenes.
Ciertamente, y lo sabemos todos, los niños son seres indefensos y, por lo tanto, víctimas privilegiadas de abusos también en las familias, en los círculos deportivos, en las escuelas laicas. Los monstruos no llevan exclusivamente la sotana. La pedofilia no deriva necesariamente del voto de castidad. Pero está claro que en la Iglesia demasiados se han preocupado más de la imagen de la Institución que no de la gravedad del hecho.

Todo esto no puede justificar la culpa gravísima de quien, visto como representante de Dios, se sirve de esta autoridad para aprovecharse de los inocentes. Esto en la película está bien narrado, dando espacio a la devastación interior que estos actos generan en las víctimas, que no tienen ya ni siquiera un Dios a quien encomendarse, a quien pedirle ayuda.
El hecho de que de la ceremonia de los Óscares haya salido un llamamiento al Papa Francisco para que combata este flagelo debe ser visto como un signo positivo: hay aún confianza en la Institución, hay confianza en un Papa que está continuando la limpieza iniciada por su predecesor ya como cardenal. Hay aún confianza en una fe que lleva en su corazón la defensa de las víctimas, la protección de los inocentes.

Lucetta Scaraffia