Servicio diario - 13 de marzo de 2016


 

El cardenal Pironio era muy en la línea del papa Francisco
Sergio Mora | 13/03/16

(ZENIT – Roma).- El secretario general de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Carlos Humberto Malfa, consideró acertada la idea que el cardenal argentino Eduardo Pironio, estaba muy en la línea del Papa Francisco.
Lo dijo respondiendo este viernes a ZENIT, una vez acabado el acto de clausura de la fase diocesana de la causa de canonización del cardenal Pironio, en la sede del Vicariato de Roma, diócesis en la que el Siervo de Dios murió en 1998.
¿Considera que el cardenal Pironio era muy en la línea del papa Francisco?
— Mons. Malfa: Es una muy buena lectura. Seguro. En primer lugar el cardenal Pironio y el entonces sacerdote Begoglio eran ellos dos hermanos queridos, incluso ha habido entre ellos una vinculación particular del cardenal Quarracino, de quien el actual Papa fue primero auxiliar, a continuación coadjutor y después sucesor.
En este camino nosotros tenemos que seguir. Es un llamado muy grande a la fidelidad evangélica y en esto tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu. Y Justamente el Espíritu es el que nos envió al papa Francisco. Hay que subirse a ese carro.
¿Qué nos puede decir de la conclusión del proceso diocesano del cardenal Pironio?
— Mons. Malfa: Tenemos que agradecer profundamente a Dios en este año de la Misericordia, haber podido vivir este momento tan particular en el camino del cardenal Pironio que confiamos es hacia los altares.
Aquí vemos 7 cajas de documentación para el proceso, pero en total son nada menos que 17…
— Mons. Malfa: Veía en esa cajas cuánta vida, cuanta entrega a Dios, a los hermanos, a los pobres, a los laicos y a las religiosas en una vida tan rica y tan intensa, evangélica y eclesial como fue la del cardenal Pironio. Agradecemos mucho a Dios esta gracia y esta alegría.
¿Cuál era la característica de este Siervo de Dios?
— Mons. Malfa: El cardenal Pironio era profundamente humano y todo de Dios, quien lo encontraba no se iba sin sentirse querido y llevándose algo de Dios.
Leer también: La causa de canonización del cardenal argentino Pironio concluye la fase diocesana





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‘Los gestos de misericordia del Papa proponen un nuevo estilo de actuación pastoral’
Rocío Lancho García | 13/03/16

(ZENIT – Roma).- Se cumplen tres años del pontificado de Francisco, tres años de aquel ‘buona sera’ desde la ventana de la Basílica de San Pedro que atrajo la atención de millones de personas en todo el mundo. El aniversario es también ocasión para hacer balance del pontificado y para recordar y entender mejor el recorrido desde ‘el padre Jorge’ hasta el ‘Papa Francisco’.
Luis Armando Collazuol, obispo de la diócesis argentina de Concordia explica a ZENIT los recuerdos que tiene de él en las Plenarias de la Conferencia Episcopal Argentina: austero, hombre de oración, espiritualidad jesuita. Rasgos que se siguen percibiendo en su pontificado. Un pontificado que, asegura monseñor Collazuol, desde la experiencia pastoral argentina y latinoamericana de Francisco, está afectando más al mundo que a la región.
¿Cuándo conoció a Jorge Mario Bergoglio? ¿Qué recuerda de este primer encuentro?
— Monseñor Collazuol: Conocí al obispo Jorge Bergoglio en abril de 1998; antes sólo sabía de él “de oídas”. Era la primera vez que yo participaba en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, poco después de haber sido consagrado obispo en marzo de ese año, como auxiliar en la arquidiócesis de Rosario. Monseñor Bergoglio acababa de asumir como arzobispo de Buenos Aires, tras el fallecimiento, en febrero, del cardenal Antonio Quarracino. Para mí todo era nuevo, debía aprender casi todo, ir conociendo de a poco a tantos obispos y percibiendo la riqueza pastoral de cada uno. Trataba de observar, escuchar mucho, preguntar, recoger experiencias. A decir verdad, no recuerdo algo especial de Bergoglio en ese primer momento. Lo fui “descubriendo” con el pasar del tiempo y el compartir de las Asambleas Plenarias de todo el Episcopado, que son de una semana en abril y una en noviembre. Un compartir durante quince años, lo que considero una bendición.
Un par de años más tarde el arzobispo fue creado cardenal, pero entre nosotros siempre siguió moviéndose como uno más.
¿Cómo describiría al cardenal Bergoglio de Buenos Aires?
— Monseñor Collazuol: Lo he conocido poco como obispo de Buenos Aires, y más como miembro de la Conferencia Episcopal Argentina. Su presencia conjugaba rasgos de humildad y firmeza a un tiempo. Austero, hombre de oración, espiritualidad jesuita. Homilías claras, profundas, siempre recurriendo a alguna imagen, encarnadas en la realidad personal, eclesial y social, con reclamo de conversión. Acciones pastorales con valor de gesto profético. Rostro serio y sereno, con alguna sonrisa oportuna. Cuando asumió el sumo pontificado esa sonrisa se multiplicó atrayente para las multitudes pero, sobre todo, como gesto de ternura hacia el que sufre, lo que no dejó de sorprendernos.
Sus intervenciones en la Asamblea eran medidas, en un tono bajo de la voz, y su palabra siempre escuchada con atención por los hermanos obispos, porque expresaban comprensión de la realidad, juicio pastoral capaz muchas veces de amalgamar diferencias, pero sin concesiones oportunistas, muy firme en la exigencia de una Iglesia austera, en salida misionera y misericordiosa, sobre todo hacia quienes más sufren. Esto se continuó y remarcó en el pontificado. En los dos períodos que le tocó presidir la Asamblea (durante seis años), pude ver su capacidad de recoger el pensamiento y las propuestas de todos, presentando una síntesis en torno a núcleos que él percibía en el conjunto de las intervenciones.
¿Qué pensó usted cuando supo que Bergoglio había sido elegido sucesor de Pedro?
— Monseñor Collazuol: Sentí, como muchos, sorpresa, alegría y esperanza. El “efecto Francisco” se percibió en aquel momento en nuestra sociedad, sobre todo en la Semana Santa que inmediatamente siguió a su elección, en el acercamiento de muchos a la Iglesia. Ahora hay que sostener eso en el tiempo.
¿Qué valoración hace de estos tres primeros años de pontificado?
— Monseñor Collazuol: Mucho podríamos decir. Destaco solo una cosa: los gestos simbólicos de Francisco, siempre gestos de misericordia, proponen un nuevo estilo de actuación pastoral, que refleja el del mismo Jesús. Su presencia es la que comunica; sus gestos han sido enseñanza, muchas veces preceden a sus palabras, ayudan a entenderla, y hacen que el mensaje toque los corazones. Con su modo de “decir” también nos enseña que los gestos de la misericordia deben ser lenguaje pastoral de toda la Iglesia.
En estos tres años, ha tenido ocasión de encontrarle ya como Pontífice, ¿qué recuerdos guarda de esos momentos?
— Monseñor Collazuol: No he vuelto a encontrarme de modo personal con el papa Francisco; solo un saludo al pasar en la catedral de Río de Janeiro, en la misa con sacerdotes y seminaristas durante la Jornada Mundial de la Juventud, en julio de 2013. Pero, más allá de eso, me impresionó en esos días la capacidad de congeniar con los jóvenes, de despertar el entusiasmo de la fe, de contagiar alegría y esperanza desde el encuentro con Cristo. Había como un intercambio; Francisco, gozoso, aparecía como rejuvenecido por el contacto con los jóvenes, y estos se mostraban como encendidos en un deseo de vida nueva en Cristo, por la escucha de la sabiduría de un padre mayor y la sintonía que se generaba con su espiritualidad y lenguaje llano.
¿De qué forma creen que está afectando a la Iglesia en Argentina tener un Papa argentino? ¿Y en América Latina?
— Monseñor Collazuol: Desde el principio comprendí que no se trataba de un Papa argentino, sino de un argentino que es Papa, porque su corazón ahora es universal. Desde la Sede romana, su horizonte es el mundo.
En el imaginario común, América Latina es el continente católico por excelencia. Pero al mismo tiempo es el lugar donde, en las últimas décadas, muchos abandonan el catolicismo. ¿A dónde van? Hacia comunidades, sectas, iglesias pentecostales y evangélicas, muchas veces sostenidas por financiadores externos, lo que debilita la unidad católica. Celebración festiva y búsqueda autorreferencial de lo religioso para “sentirse bien”, para “estar bien”, ejercen una fuerte atracción. O van hacia el vacío existencial del secularismo sin Dios y sin sentido para la vida, con sus dramáticas consecuencias. La palabra de Francisco nos ayuda a la revitalización de la misión de la Iglesia en el continente, compromiso que el Episcopado Latinoamericano ha emprendido decididamente desde Aparecida y su propuesta de Misión Continental.
En la elección del card. Bergoglio para el sumo pontificado creo intuir, además, una mirada de los Padres en el Cónclave hacia el camino evangelizador de la Iglesia en América Latina, como buscando en él una experiencia que puede dar aportes fecundos a la misión de la Iglesia universal. Ese camino de comunión y participación tuvo hitos destacados en las Asambleas Generales del Episcopado Latinoamericano de Río de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Un camino que trata de involucrar a todos en la comunión eclesial y la participación pastoral, y que sale hacia todos, con una opción preferencial por los pobres y por los jóvenes. “Una Iglesia pobre y para los pobres” dijo que deseaba el papa Francisco al iniciar su pontificado. Una pastoral que valora las semillas del Reino de Dios presentes en la cultura y en la religiosidad popular, para actuar su potencial evangelizador. Una Nueva Evangelización que se inserta en una tradición multisecular de vida eclesial, recoge el testimonio de sus artífices y testigos, y se lanza con nuevo ardor, nueva expresión, nuevos métodos, a enfrentar los desafíos del presente. Un camino de discípulos misioneros enviados a una misión permanente, amplia, generosa, que no teme adentrarse en todas las periferias humanas, no solo las geográficas, sino las del dolor, de la ignorancia y del pecado, al decir del Papa, con una búsqueda de cercanía a todos los hombres en su situación. Una Iglesia en conversión pastoral desde este paradigma misionero. Todo esto puede ser un aporte latinoamericano a la Iglesia Universal. Creo que, desde su experiencia pastoral argentina y latinoamericana, el pontificado de Francisco está afectando más al mundo que a la región.
Son muchos los temas que el Santo Padre está tocando con fuerza en estos tres años. Inmigrantes, periferias, pobreza, ecumenismo, diálogo interreligioso… ¿Son temas que se notaba que ya le preocupaban en su labor de arzobispo?
— Monseñor Collazuol: Ciertamente, todos estos temas estaban ya en la acción pastoral del arzobispo de Buenos Aires; basta ver cómo el “padre Jorge” es recordado en las “villas” (asentamientos precarios de grandes núcleos de población pobre), o ver sus amistades en el mundo ecuménico e interreligioso, especialmente judío, con quienes compartió diálogo, publicaciones y presencia en los medios de comunicación. Puedo testimoniar también cómo esta preocupación marcaba su participación en la Conferencia Episcopal Argentina. Este modo de ser Iglesia que lo caracterizaba dejó huellas profundas en el Documento de Aparecida (2007), y ahora en su ministerio petrino con dimensión de universalidad. Pero, cuando comencé a escuchar testimonios de quienes lo habían conocido antes, supe que ya todo esto anidaba en su corazón de pastor como sacerdote jesuita. Quienes han trabajado más cercanamente a él podrán contar mucho más de lo que yo puedo hacerlo ahora.
¿Alguna cosa más que quiera destacar?
— Monseñor Collazuol: Deseo que todos escuchemos y pongamos por obra el urgente llamado del papa Francisco a ser una Iglesia alegre, entusiasta, cercana a cada persona en su situación, misionera y misericordiosa. ¡Y rezar por él! como nos pide siempre.





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Texto completo del ángelus del domingo 13 de marzo de 2016
Redaccion | 13/03/16

En este quinto domingo de cuaresma, varios miles de fieles se reunieron en la plaza de San Pedro para rezar la oración del ángelus y recibir la bendición del papa Francisco, se dirigió a los presentes desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico. Abordando el tema del Evangelio del dia, el de la mujer adúltera, el Santo Padre recuerda que Dios no nos clava en nuestro pecado, que la adúltera quizás por primera siente reconocida su dignidad de persona, porque el Señor quiere la dignidad para cada uno de nosotros y nuestra conversión. Y que esto con la gracia de Dios es posible.
A continuación el texto completo antes de la oración del ángelus:
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este quinto domingo de cuaresma, es tan lindo, a mi me gusta tanto leerlo y releerlo. Nos presenta el episodio de la mujer adúltera, poniendo en el centro el tema de la misericordia de Dios, que nunca quiere la muerte del pecador, pero que se convierta y viva.
La escena ocurre en la explanada del Templo. Jesús está enseñando a la gente, y aquí llegan algunos escribas y fariseos que arrastran delante de él a una mujer sorprendida en adulterio. Aquella mujer se encuentra así en medio de Jesús y de la multitud, entre la misericordia del Hijo de Dios y la violencia de sus acusadores.
En realidad esos no fueron al Maestro para pedirle su opinión, sino para tenderle una trampa. De hecno si Jesús seguirá la severidad de la ley, aprobando la lapidación de la mujer, perderá su fama de mansedumbre y bondad que tanto fascina al pueblo; si en cambio querrá ser misericordioso, deberá ir contra la ley, que Él mismo dijo no quería abolir sino cumplir.
Esta mala intención se esconde bajo la pregunta que le plantean a Jesús: “¿Tú que dices?”. Jesús no responde, se calla y cumple un gesto misterioso: “se inclinó y se puso a escribir con el dedo en la tierra”. Quizás hacía dibujos, algunos dicen que escribía los pecados de los fariseos, vaya a saber, pero escribía, estaba en otro lado. De esta manera invita a todos a la calma, a no actuar en la onda de la impulsividad, a buscar la justicia de Dios.
Pero aquellos malvados insisten y esperan de él una respuesta. Entonces Jesús levanta la mirada y les dice: “Quien de ustedes esté sin pecado, tire primero la primera piedra contra ella”.
Esta respuesta desorienta a los acusadores, los desarma a todos en el verdadero sentido de la palabra: todos depusieron las armas, o sea las piedras listas para ser arrojadas, sea aquellas visibles contra la mujer, sean aquellas escondidas contra Jesús.
Y mientras el Señor sigue escribiendo sobre el piso, a hacer dibujo, no lo sé, los acusadores de van uno después del otro, comenzando por los más ancianos que eran más conscientes de no estar sin pecado.
Qué bien nos hace tener consciencia de que también nosotros somos pecadores, cuando hablamos mal de los otros, todas estas cosas que todos nosotros conocemos bien.
Qué bien nos hará tener el coraje de hacer caer al piso las piedras que tenemos para arrojarle a los otros y pensar a nuestros pecados. Se quedaron allí solos la mujer y Jesús: la miseria y la misericordia, una delante del otro. Y esto cuantas veces nos sucede a nosotros delante del confesionario. Con vergüenza para hacer ver nuestra miseria y pedir perdón.
“Mujer dónde están”, le dice Jesús. Y basta esta constatación, y su mirada llena de misericordia y lleno de amor, para hacer sentir a aquella persona –quizás por la primera vez– que tiene una dignidad, que ella no es su pecado, que ella tiene una dignidad de persona, que puede cambiar vida, puede salir de sus esclavitudes y caminar en una vía nueva.
Queridos hermanos y hermanas, aquella mujer nos representa a todos nosotros, pecadores, o sea adúlteros delante de Dios, traidores a su fidelidad. Y su experiencia representa la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuesta salvación a través de Jesús.
Él es la gracia que salva del pecado y de la muerte. Él ha escrito en el piso, en el polvo del que está hecho cada ser humano, la sentencia de Dios: “No quiero que tu mueras pero que tú vivas”.
Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con un pecado que hemos cometido. Nos quiere liberar y nosotros también lo queramos junto a Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien, y esto es posible, es posible con su gracia.
La Virgen María nos ayude a confiarnos completamente a la misericordia de Dios, para volvernos criaturas nuevas».
El papa reza la oración del ángelus y después dirige las siguientes palabras:
« Queridos hermanos y hermanas,
saludo a todos, provenientes de Roma, de Italia y de diversos países, en particular a los peregrinos de Sevilla, Friburgo (Alemania), Innsbruck y del Ontario (Canadá).
Saludo a los numerosos grupos parroquiales, entre los cuales los de fieles de Boiano, Potenza, Calenzano, Zevio y Agrópoli. Así como a los jóvenes de tantas partes de Italia: no puedo nombrarlos a todos, pero recuerdo a aquellos de Compiobbi e Mozzanica, a los de la Acción católica de la diócesis de Latina-Terracina, Sezze- Priverno, a los recién confirmados de Scandicci y de Milán y Lambrate.
Y ahora quiero renovar el gesto de donar a los presentes un Evangelio de bolsillo. Se trata del Evangelio de Lucas que leemos en los domingos de este año litúrgico. El librito lleva como título: “El Evangelio de la Misericordia de San Lucas”; de hecho el evangelista reporta las palabras de Jesús: “sean misericordiosos como es misericordioso el Padre vuestro”, del cual fue tomado el tema de este año jubilar.
Será distribuido gratuitamente por los voluntarios del Dispensario Pediátrico Santa Marta en el Vaticano, por algunos ancianos y abuelos de Roma. Cuanto mérito tienen estos abuelos y abuelas que transmiten la fe a los nietos. Invito a tomar este Evangelio y a leer un párrafo cada día. Así la misericordia del Padre habitará en el corazón y podrán llevarla a todos los que encuentran.
Y al final, en la página 123 están las siete obras de misericordia corporales y las siete obras de misericordia espirituales. Sería lindo que se las aprendieran de memoria, para que sea más fácil hacerlas. Les invito a tomar este Evangelio, para que la misericordia del Padre se vuelva obra en los aquí presentes. Y los voluntarios, abuelos y abuelas, piensen también a la gente que se quedó afuera, en la plaza Pio XII, porque no lograron entrar, para que ellos reciban este Evangelio.
Les deseo a todos un buen domingo. Y por favor no se olviden de rezar por mi. Que tengan uen almuerzo y hasta la próxima».
(Transcrito desde el audio por ZENIT)






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Nulidad matrimonial: “la caridad y misericordia dio vida al proceso breve”
Sergio Mora | 13/03/16

El papa Francisco recibió este sábado 12 de marzo en el Vaticano, a los participantes del Curso de formación promovido por el Tribunal de la Rota Romana, sobre los nuevos documentos que cambian el procedimiento, permitiendo así verificar más rápidamente la situación matrimonial de los fieles que lo solicitan.
La Rota Romana es el tribunal de la Iglesia que entre otras funciones decide sobre la validez del vínculo matrimonial que es indisoluble. O sea, nadie tiene la autoridad para disolver un matrimonio, sí para definir si existió realmente o si en el momento de contraerlo fue vuelto inválido, porque existieron motivos de nulidad como la coacción.
Mitis Iudex Dominus Iesus y Mitis et Misericors Iesus, son los documentos promulgados el 15 de agosto del año pasado, después del primer sínodo sobre la familia, elaborados por una comisión especial instituida en agosto de 2014, los cuales cambiaron la legislación existente.
“Muchos fieles –les dijo el Papa a los presentes en el aula Pablo VI– sufren por el final del propio matrimonio” y se interrogan hubo “algo en las intenciones o en los hechos” que impidieron “el efectivo realizarse del sacramento”. Esas personas, añadió, encontraban dificultad a acceder a las estructuras jurídicas eclesiales para encontrar una respuesta sobre la verdad de su matrimonio fracasado.
“Caridad y misericordia, además que la reflexión sobre la experiencia, han empujado a la Iglesia a volverse aún más cercana de estos hijos suyos”, dijo el Papa, lo que llevó a “abolir la doble sentencia y se dio vida al proceso breve, volviendo a poner en el centro la figura del obispo diocesano, o del eparca en el caso de las Iglesias orientales, como juez de las causas” para acertar la validez del vínculo.
El Santo Padre invitó además a los participantes del congreso que se realizó del 7 al 12 de marzo, a que “la nueva normativa sea acogida y profundizada en el mérito y en el espíritu”, teniendo siempre la mirada puesta en la salus animarum, que es la ley suprema de la Iglesia. Señaló además que es de gran importancia que los separados que viven una nueva unión, participen en la comunidad eclesial.
“Miramos con admiración –subrayó el Papa– a quienes también en condiciones difíciles se mantienen fieles al vínculo sacramental” porque son “testimonios de la fidelidad matrimonial que van animado y señalados como ejemplos para imitar”.





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Beata Dulce Lopes Pontes -13 de marzo
Isabel Orellana Vilches | 12/03/16

María Rita de Souza Brito Lopes Pontes nació en Salvador de Bahía, Brasil, el 26 de mayo de 1914. Era la segunda de cinco hermanos. Su progenitor, Augusto, era dentista y profesor de la facultad de Odontología. Su madre, Dulce María, murió a los 26 años después de dar a luz a la benjamina. Entonces la futura beata tenía 6. Su padre iba a estar a su lado siempre, animándola y ayudándola en sus iniciativas apostólicas hasta el fin de sus días. Él mismo fue impulsor de importantes obras de acción social. De tres de los hijos habidos en el matrimonio: Augusto, Dulce y María Rita, se hicieron cargo sus tías.
Los tres hermanos tomaron la primera comunión en 1922. Cinco años más tarde, en plena adolescencia, Dulce sintió cómo se despertaba su interés por la vida religiosa. Se adentró en lugares deprimidos de la ciudad junto a una de sus tías y, a partir de entonces, la marginalidad y pobreza que vio a su alrededor le conmovieron poderosamente; tanto que ya no pudo apartarlas de su mente. Introdujo en sus acciones cotidianas la ayuda a quienes sufrían múltiples carencias, dándole prioridad. Y para ello convirtió el sótano de su casa en un lugar asistencial, que fue sumamente apreciado por los que no tenían recursos para afrontar sus difíciles jornadas. Hacía todo lo que podía para paliar tan graves deficiencias. Les proporcionaba alimentos, ropa, medicinas…
En 1932, después de haber cursado estudios en la Escuela Normal de Bahía, profesó como terciaria franciscana. Se vinculó a este carisma conducida por su director espiritual, el padre Hildebrando Kruthaup, ofm. Tomó el nombre de Lucía. Pero al año siguiene ingresó en el Instituto de las Hermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. De esta Orden le habían hablado en el convento de Nuestra Señora del Destierro en 1929. Y al realizar los votos en agosto de 1934, eligió el nombre de Dulce en honor a su madre. Modelo para su vida fue Teresa de Lisieux. Estaba convencida de que debía imitar su conducta: «Creo que soy como el pequeño amor de mi pequeño corazón, que por más amor que tenga es poco para un Dios tan grande […]. A ejemplo de santa Teresita, creo que deben ser agradables al Niño Jesús todos los actos pequeños de amor por menores que sean».
Durante tres meses del año 1934 realizó una intensa actividad apostólica. Fue destinada a Salvador, y en el Hospital Español desempeñó diversos oficios, desde enfermera a portera, y también sacristana. Hizo un curso que la capacitó para la farmacia. Además, impartió clases en el colegio de Santa Bernadete, y trabajó con los obreros de Itapagipe. Con la firme convicción de que «el amor supera todos los obstáculos, todos los sacrificios», no halló barreras para un apostolado admirable, fecundo y eficaz. Luchó en todo momento sin desfallecer por el bien de los desfavorecidos. Si se pudiera hablar en términos de curriculum, el suyo es impresionante: la fundación de las Hijas de María Siervas de los Pobres, colegios, bibliotecas, uniones obreras católicas, albergues, el colegio San Antonio para hijos de los trabajadores residentes en el barrio de Massaranduba, en Salvador, en el que también se dio formación a los adultos, etc., además de una extraordinaria red hospitalaria, y todo ello hallándose con su capacidad respiratoria al 30% durante los 30 últimos años de su vida. Era, sin duda, la gracia de Dios que la fortalecía y dilataba sus posibilidades de forma constante, sosteniéndola por encima de las penalidades y problemas que se le presentaron.
El origen del St. Anthony’s Hospital, que inauguró con 150 camas en 1959, fue el fruto de su tesón, ya que tras poner en marcha el sindicato de trabajadores de San Francisco, en Bahía, se dedicó a recoger a personas enfermas y a darles cobijo en una isla de Salvador de Bahía, en casas que nadie habitaba. Cuando la obligaron a desalojarlas, echó mano de sus arrestos, que le sobraban, y las trasladó a un antiguo mercado de pescado, hasta que los expulsaron de allí. Sin perder jamás la confianza en Dios, condujo al gallinero de su convento a 70 personas enfermas. Después de su apertura, este hospital llegó a contabilizar 3000 pacientes diarios. Sus numerosas fundaciones se hallan aglutinadas bajo el nombre de Obras Sociales «Hermana Dulce». En 1979 el cardenal arzobispo de Salvador, Brandão Vilela, le pidió que abriese fundación en Alagados.
El reconocimiento por su asombrosa labor propició que en 1988 fuese presentada como candidata al Premio Nobel de la Paz. Tuvo el consuelo de encontrarse con Juan Pablo II en dos ocasiones. La primera en julio de 1980, y la segunda en octubre de 1991, cuando se hallaba en el hospital donde permaneció 16 meses. El pontífice, que tan bien conocía el dolor en carne propia, hizo notar: «Este es el sufrimiento de los inocentes. Igual al de Jesús». Dulce fue una religiosa fidelísima a su regla en momentos en los que en su congregación había quienes propugnaban que aquélla se mitigara. Una mujer de oración, sacrificada y penitente, que difundió entre los pobres, los operarios y los enfermos su amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada.
Murió en el convento de San Antonio el 13 de marzo de 1992. El sepelio, realizado en medio de la consternación de la gente que la consideraba Madre de los pobres y ángel bueno de Brasil, fue una explosión de gratitud. Conducida en un coche de bomberos, fue escoltada por los cadetes de la policía militar y seguida por una imponente procesión de 6 km. Así homenajeaban a la que ya había entrado de forma triunfante en la gloria. Su cuerpo permanece incorrupto. Fue beatificada en Salvador de Bahía por el cardenal Geraldo Majella Agnelo, en representación de Benedicto XVI, el 22 de mayo de 2011.