Tribunas

Lo que dijo el cardenal Mamberti

José Francisco Serrano Oceja

Estuvo el cardenal Dominique F. J. Mamberti, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica en Madrid, en la Facultad de Derecho Canónico, de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, para “desenfacer entuertos”, como diría el clásico. Por eso de que una de las causas de la nueva reforma de los procesos de nulidad matrimonial es la lentitud atribuida a los procesos conviene hablar del “quam primum”. Distinción, escolástica, excusa por causa.

Pues hete aquí que el cardenal Mamberti, salvando lo presente en estos predios, explicó qué significa lentitud, celeridad, y garantías judiciales.

Y lo primero es lo primero, el caso de los retaros y la lentitud: “Sucede –afirmó- lo mismo que con el conductor de automóviles en Roma, que está tan habituado a tocar el claxon en el semáforo para pedir al conductor que está delante que se dé prisa, que incluso cuando es él quien está el primero ante el semáforo, toca el claxon y después arranca. Así sucede también con el canonista: en cuanto se toca el tema de los procesos, surge el lamento por la lentitud de los procesos”.

Después, el principio y fundamento: “En primer lugar, insistió el cardenal Mamberti, se debe buscar la decisión justa, y en segundo lugar se debe perseguir la decisión rápida. La celeridad sin la justicia o con el peligro positivo y real, probable, de una injusticia, no tiene sentido y es contradictoria con la finalidad misma del proceso.

Para desentrañar los equívocos y  lugares comunes, el cardenal Mamberti se dedicó a enumerar, uno por uno, a cada uno de los intervinientes en los procesos: las partes, los jueces y demás familia del tribunal, ministros y oficiales, el legislador, por tanto, los abogados …

Ah, y los obispos, mensaje para los obispos: “La lentitud de la justicia eclesiástica –sentenció- se debe con frecuencia a la carencia de personal cualificado, favorecida por la escasa conciencia de la importancia del ministerio judicial en la Iglesia, y, por tanto, a la escasa atención a la formación y a destinar energías y personal a la actividad procesal”.

Por último, la conclusión, la explícita y la implícita, en la clave del inminente documento de la Exhortación postsinodal. El proceso impulsado por el Papa Francisco es necesario. Pero las causas de esta renovación, los motivos, no son lugares comunes sino realidades existenciales en la vida de la Iglesia. Porque si no fuera así, la justicia perecería..

“La normativa sobre la celeridad del proceso de nulidad matrimonial –concluyó el cardenal Mamberti- no puede olvidar la comparación con la normativa sobre la admisión al matrimonio. Sería verdaderamente curioso que para la admisión al matrimonio voces insistentes pidan una preparación próxima cada vez más comprometida, hasta llegar a prever la forma catecumenal, y para la declaración de nulidad del mismo matrimonio se pida una celeridad extrema. No se debe pasar por alto que no hay contradicción entre la forma judicial del proceso de nulidad matrimonial, con sus tiempos y sus ritmos (interrogatorios, declaraciones, verificaciones, tiempos de espera), y el camino personal de toma de conciencia del naufragio del matrimonio con sus causas y sus responsabilidades”.

Ahí es nada. 

 

José Francisco Serrano Oceja