De la Carta Pastoral de Mons. Vicente Jiménez, Arzobispo de Zaragoza

Cristo es el rostro de la misericordia de Dios Padre. La misericordia de Dios entra con Cristo en la historia y se manifiesta a través de la Iglesia. La misericordia es la vida de la Iglesia. Ella es el lugar de la transmisión de la misericordia.

El Papa Benedicto nos ofrece un texto iluminador al respecto: “En realidad, la misericordia es el núcleo central del mensaje evangélico, es el nombre mismo de Dios, el rostro con el que se reveló en la Antigua Alianza y plenamente en Jesucristo, encarnación del Amor creador y redentor. Este amor de misericordia ilumina también el rostro de la Iglesia y se manifiesta mediante los sacramentos, especialmente el de la reconciliación, y mediante las obras de caridad comunitaria e individuales. Todo lo que la Iglesia dice y realiza, manifiesta la misericordia que Dios tiene para con cada hombre. Cuando la Iglesia debe recordar una verdad olvidada, o un bien traicionado, lo hace siempre impulsada por el amor misericordioso, para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (cfr. Jn 10, 10). De la misericordia divina, que pacifica los corazones, brota la auténtica paz en el mundo, la paz entre los diversos pueblos, culturas, religiones” (Ángelus, Domingo d ela Misericordia Divina, 30.03.2008).

Una Iglesia samaritana y solidaria con los pobres

La Iglesia es samaritana y solidaria con los pobres. El magisterio de los tres últimos Papas es muy claro en este sentido. El Papa San Juan Pablo II hablaba de la imaginación de la caridad. “Es la hora de la nueva ‘imaginación de la caridad’, que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de hacerse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda sea sentido no como limosna humillante, sino como un compartir fraterno” (Juan Pablo II, Novo Millennio Ineunte, 50).

Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est habla de un ‘corazón que ve’. “El programa del cristiano – el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús – es un ‘corazón que ve’. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia” (Benedicto XVI, Deus caritas est, 31).

El Papa Francisco en su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium nos recuerda que el Hijo de Dios, en su encarnación, nos invita a la ‘revolución de la ternura’ (EG, 3). La Iglesia nos acerca al gran río de la misericordia que brota del corazón de Dios. “Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin par el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin soportar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tenga necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Es tan insondable la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene” (MV, 25).