Primera conferencia en el triduo sobre los santos mártires del siglo XX, testigos de la misericordia, en la Iglesia de las Calatravas en Madrid. Celebrante y conferenciante de lujo, el cardenal Fernando Sebastián Aguilar, con un concelebrante y presentador del conferenciante también de lujo, el obispo auxiliar de Madrid, monseñor Juan Antonio Martínez Camino. Entre los presentes, el Vicario General de la Archidiócesis de Madrid, Avelino Revilla.

El cardenal Sebastián ofreció una conferencia dividida en dos partes. En la primera se refirió a qué significa ser cristiano, y en la segunda a la iluminación de la vida cristiana desde el significad del martirio.

Nuestro cristianismo no será histórica verdadero si no nos asentamos en la fe de estos hermanos, insistió nada más empezar el cardenal Sebastián. Los mártires son una riqueza de nuestra Iglesia, joyas de nuestro patrimonio, apuntó.

“No necesitamos asaltar el cielo, porque Dios ha venido al mundo”.

Ideas que se van desgranando pronunciadas por el arzobispo emérito de Pamplona con voz ronca: ser fiel a Dios en el mundo de los hombres le costó la vida a Jesús. La prueba de su muerte fue condición de fidelidad. Los cristianos somos discípulos de un mártir. El seguimiento de Jesús implica la posibilidad de sufrir la misma suerte que el Maestro. Si el mundo ejecutó al Maestro es posible que hagan lo mismo con los discípulos.

Un apunte sobre el presente. Dice el cardenal Sebastián que “en nuestra época se habla poco de la dimensión anticipativa y escatológica de la Iglesia para no parecer que no estamos en el mundo”. Muertos al mundo seguimos estando en el mundo, no buscando las cosas del mundo, sino disfrutando los bienes del Reino de Dios. El cristianismo implica vivir la verdad y la totalidad de la vida humana en la condición gloriosa de Cristo.

Y, ya en la segunda parte, afirma el cardenal Sebastián: “El martirio es un desvelamiento de la intimidad cristiana, un florecimiento en el que se manifiesta la entraña del cristianismo”. La violencia del verdugo le obliga a elegir entre apostasía o consumación plena de su fe. La consumación profunda del bautismo, de la fe bautismal, anticipada la llegada de la gloria de la resurrección. “El mártir es el verdadero discípulo que muere por mantener el testimonio sobre la verdad y bondad de Dios. Dice a los hombres del mundo la verdad sobre ellos mismos; es el perfecto ciudadano del cielo y de la tierra”.

Última idea, síntesis de lo dicho: la memoria de los mártires pone ante nuestros ojos los elementos esenciales de la vida cristiana.