Servicio diario - 13 de abril de 2016


 

El Papa pide oraciones por su viaje a Lesbos
Rocío Lancho García | 13/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha pedido oraciones por el viaje que realizará este sábado a la isla de Lesbos. Tal y como ha recordado al final de la audiencia general, en este lugar de Grecia, en los meses pasados han llegado y pasado muchos refugiados.
“Iré con mi hermano el patriarca de Constantinopla, Bartolomé, y el arzobispo de Atenas y de toda Grecia, Hieronymos, para expresar cercanía y solidaridad tanto a los refugiados como a los ciudadanos de Lesbos y a todo el pueblo griego”, ha anunciado el Santo Padre. Por ello, ha pedido ser acompañado con la oración, invocando “la luz y la fuerza del Espíritu Santo y la materna intercesión de la Virgen María”.
La catequesis de esta semana, ha estado centrada en la narración evangélica de la llamada de Mateo. Y en el resumen hecho en español, Francisco ha señalado que Mateo, por ser publicano es decir, un recaudador de impuestos en nombre del imperio romano, “era considerado por los fariseos un pecador público”. Jesús, en cambio, “invita a Mateo a seguirlo, y comparte su mesa con publicanos y pecadores, ofreciendo también a ellos la posibilidad de ser sus discípulos”, ha observado el Santo Padre.
De este modo, ha precisado que “con estos gestos, les indica que no mira a su pasado, a su condición social o a los convencionalismos exteriores, sino que los recibe con sencillez y les abre un futuro”. Esta actitud de Jesús –ha señalado– vale también para cada uno de nosotros: ser cristianos no nos hace impecables.
Al respecto, el Santo Padre ha subrayado que “la Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón”. Por eso, ha añadido que “la vida cristiana es, pues, una escuela de humildad que se abre a la gracia, en la que se aprende a ver a nuestros hermanos a la luz del amor y de la misericordia del Padre”.
Nos reconforta contemplar a Jesús que no excluye a nadie. “Él es el buen médico que se compadece de nuestras enfermedades. No hay ninguna que él no pueda curar. Nos libra del miedo, de la muerte y del demonio”, ha observado. Del mismo modo, ha aseverado que nos hace sus comensales, ofreciéndonos la salvación en la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Estas son las medicinas –ha concluido el Pontífice– con las que el Divino Maestro nos nutre, nos transforma y nos redime.
A continuación ha saludado a los peregrinos de lengua lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. “Que el Señor Jesús –ha pedido– nos alcance con la gracia de mirar siempre a los demás con benevolencia y a reconocerlos como invitados a la mesa del Señor, porque todos, sin excepción, tenemos necesidad de experimentar y de nutrirnos de su misericordia, que es fuente de la que brota nuestra salvación”.
Al finalizar la audiencia, el Santo Padre ha dedicado un saludo particular a los jóvenes, los enfermos y los recién casados, deseando que el anuncio pascual continúe haciéndonos vivir el estupor de los discípulos de Emaús. Así, a los jóvenes les ha recordado que “solo el Señor Jesús sabe responder completamente a las aspiraciones de felicidad y de bien en vuestra vida”. A los enfermos les ha asegurado: “No hay consolación más bella a vuestro sufrimiento que la certeza de la Resurrección de Cristo”. Finalmente, a los recién casados, les ha pedido que vivan “su matrimonio en adhesión concreta a Cristo y a las enseñanzas del Evangelio”.





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Texto completo de la catequesis del Papa en la audiencia del 13 de abril de 2016
Redaccion | 13/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis del santo padre Francisco en la audiencia general de este miércoles 13 de abril, en la plaza de San Pedro. En la misma el Santo Padre ha reflexionado sobre la llamada de Jesús a Mateo y cómo se acerca a los pecadores. No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro. Basta con responder a la invitación con corazón humilde y sincero. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón, ha asegurado el Pontífice.

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
Hemos escuchado el Evangelio de la llamada de Mateo. Mateo era un “publicano”, es decir un recaudador de los impuestos para el imperio romano y por eso considerado pecador público. Pero Jesús lo llama a seguirlo y a convertirse en su discípulo. Mateo acepta, y lo invita a cenar a su casa con sus discípulos. Entonces surge una discusión entre los fariseos y los discípulos de Jesús por el hecho de que estos comparten la mesa con los publicanos y los pecadores. Pero tú no puedes ir a casa de esta gente, decían.
Jesús, de hecho, no les aleja, es más, frecuenta sus casas y se sienta con ellos; esto significa que también ellos pueden convertirse en sus discípulos. Y también es verdad que ser cristianos no nos hace impecables. Como el publicano Mateo, cada uno de nosotros se encomienda a la gracia del Señor a pesar de nuestros pecados. Todos somos pecadores, todos hemos pecado. Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira a su pasado, a las condiciones sociales, a las convenciones exteriores, sino más bien les abre un futuro nuevo.
Una vez escuché un dicho bonito: ‘No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro’. Es bonito esto y es lo que hace Jesús. No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro. Basta con responder a la invitación con corazón humilde y sincero. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. La vida cristiana por tanto es escuela de humildad que se abre a la gracia.
Este comportamiento no es comprendido por quien tiene la presunción de creerse “justo” y mejor que los otros. Soberbia y orgullo no permiten reconocerse necesitados de salvación, es más, impiden ver el rostro misericordioso de Dios y actuar con misericordia. Además, la misión de Jesús es precisamente esta: venir a buscarnos a cada uno, pasar para sanar nuestras heridas y llamarnos a seguirlo con amor.
Lo dice claramente: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos” (v. 12). ¡Jesús se presenta como un buen médico! Él anuncia el Reino de Dios y los signos de su venida son evidentes: Él sana las enfermedades, libera de los miedos, de la muerte y del demonio. Delante de Jesús ningún pecado es excluido, ningún pecador es excluido porque el poder sanador de Dios no conoce enfermedad que no pueda ser curada. Y esto nos debe dar confianza, … para que venga y nos resane.
Llamando a los pecadores a su mesa, Él los resana restableciéndoles en esa vocación que ellos creían perdida y que los fariseos han olvidado: la de invitados al banquete de Dios. Según la profecía de Isaías: “El Señor de los ejércitos ofrecerá a todos los pueblos sobre esta montaña un banquete de manjares suculentos, un banquete de vinos añejados, de manjares suculentos, medulosos, de vinos añejados, decantados. Y se dirá en aquel día: «Ahí está nuestro Dios, de quien esperábamos la salvación: él es Señor, en quien nosotros esperábamos; ¡alegrémonos y regocijémonos de su salvación!”. Así dice Isaías.
Si los fariseos ven en los invitados solo pecadores y rechazan sentarse con ellos, Jesús por el contrario les recuerda que también ellos son comensales de Dios. De este modo, sentarse en la mesa con Jesús significa ser transformados por Él y salvados. En la comunidad cristiana la mesa de Jesús es doble: está la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía (cfr Dei Verbum, 21).
Son estas las medicinas con las cuales el Médico Divino nos sana y nos nutre. Con la primera –la Palabra– Él se revela y nos invita a un diálogo entre amigos. Jesús no tenía miedo de dialogar con los publicanos, los pecadores, las prostitutas, Él no tenía miedo, amaba a todos. Su Palabra penetra en nosotros y, como un bisturí, actúa profundamente para liberarnos del mal que se anida en nuestra vida.
A veces esta Palabra es dolorosa porque incide sobre hipocresías, desenmascara las falsas excusas, descubre las verdades escondidas; pero al mismo tiempo ilumina y purifica, da fuerza y esperanza, es un reconstituyente valioso en nuestro camino de fe. La Eucaristía, por su parte, nos nutre de la vida misma de Jesús y, como un poderoso remedio, renueva continuamente en un modo misterioso la gracia de nuestro bautismo. Acercándose a la Eucaristía nosotros nos nutrimos del Cuerpo y la Sangre de Jesús, y sin embargo, viniendo a nosotros, ¡es Jesús que nos une a su Cuerpo!
Concluyendo ese diálogo con los fariseos, Jesús les recuerda una palabra del profeta Oseas (6,6): «Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios» (Mt 9,13).
Dirigiéndose al pueblo de Israel les regaña porque las oraciones que alzaban eran palabras vacías e incoherentes. A pesar de la alianza de Dios y la misericordia, el pueblo vivía a menudo con una religiosidad “de fachada”, sin vivir en profundidad el mandamiento del Señor.
Es por eso que el profeta insiste: “Yo quiero misericordia”, es decir la lealtad de un corazón que reconoce los propios pecados, que se arrepiente y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios, “y no sacrificios”: ¡sin un corazón arrepentido toda acción religiosa es ineficaz! Jesús aplica esta frase profética también a las relaciones humanas: aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arrepentimiento y por eso, de una curación; no colocaban en primer lugar la misericordia: siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti, te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras solo el papel que lo envuelve, solo las apariencias, la forma, y no el centro, el regalo que viene dado.
Queridos hermanos y hermanas, todos nosotros estamos invitados a la mesa del Señor. Hagamos nuestra la invitación de sentarnos al lado de Él junto a sus discípulos. Aprendamos a mirar con misericordia y a reconocer en cada uno de ellos un comensal. Somos todos discípulos que tienen necesidad de experimentar y vivir la palabra consoladora de Jesús. Tenemos todos necesidad de nutrirnos de la misericordia de Dios, porque es de esta fuente que brota nuestra salvación.
(Texto traducido desde el audio por ZENIT)
Leer también: El Papa pide oraciones por su viaje a Lesbos





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El Papa y el C9 abordan el perfil de los futuros obispos
Sergio Mora | 13/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Concluye este miércoles 13 de abril, la catorceava reunión del papa Francisco con el Consejo de los nueve cardenales (C9), en la cual se ha hablado entre otros temas, de las situaciones de los diversos dicasterios y del perfil de los futuros obispos. Lo indicó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi.
“Gran parte de la reunión fue dedicada a ulteriores consideraciones sobre los diversos dicasterios de la Curia, ya objeto de reflexión en las anteriores reuniones, teniendo en vista la nueva Constitución Apostólica”. Y añadió que “aún no se llega a las conclusiones finales” sino que se va profundizando sobre los dicasterios, por ejemplo el de la Congregación del Culto Divino, el de la Vida Consagrada, de la Causa de los Santos, etc”.
“Han sido tratados también –indicó Lombardi– los criterios para recoger las informaciones que sirven para nombrar a los nuevos obispos, a la luz de su identidad y misión pastoral”, y también se reflexionó “sobre el significado y el rol de los nuncios apostólicos”.
Así explicó que cuando se consulta a alguien pidiendo informaciones u opiniones sobre un posible nombramiento episcopal, se envía un escrito o cuestionario que ayude a expresar la propia reflexión en vista de este nombramiento, con muchos aspectos diversos que ayuden a la reflexión, desde el aspecto pastoral, cultural, sobre el carácter, etc. Y que un perfil ideal sobre la figura del buen pastor siempre se puede mejorar.
Interrogado por ZENIT, si la idea de una Iglesia en salida querida por Francisco, entrará en el perfil, el portavoz del Vaticano señaló que “de todo lo que el Papa ha dicho tantas veces, uno puede hacerse una idea también sobre las expectativas con que el Papa ve el ministerio pastoral”. O sea, a la luz de estas reflexiones entender cómo encontrar al candidato adecuado, “que sea de buen ejemplo, de oración y de la cultura, y demás aptitudes necesarias y normales para desarrollar una tarea particularmente importante”.
En esta reunión del C9, en la que en realidad estuvieron presentes ocho cardenales, debido a que el purpurado indio Oswaldo Gracias aún no está restablecido de salud, se releyeron los textos finales sobre la creación de los dos futuros dicasterios de los que ya se habló anteriormente. Por un lado está “Laicos, familia y vida” y por el otro“Justicia, Paz, Migraciones”, que comprende también la pastoral de la Caridad y la Pastoral de la Salud. Este documento “es confiado al Santo Padre para que tome las decisiones que crea convenientes”, indicó el portavoz.
Durante el Consejo, el prefecto de la Secretaría de Economía, el cardenal George Pell actualizó sobre el avance de la reforma querida por el Papa; y por su parte el cardenal Seal O’Malley indicó las actividades que está realizando la Comisión para la Tutela de los Menores, encargada de evitar que se repitan estos horribles casos de abusos en los ambientes de la Iglesia.
Sobre cómo es definida la agenda, el padre Lombardi señaló que en las reuniones del C9 se abordan no solamente el tema de la reforma de la Curia, sino todas las situaciones que se consideran oportunas. La agenda está determinada también por las diversas situaciones, porque el Papa a veces quiere saber sobre algunos temas, otras veces lo propone algún miembro del consejo. Al respecto recordó que las reuniones del C9 son tres días enteros, o sea seis reuniones de medio día, en las cuales hay tiempo para tratar varios temas.
El director de la Oficina de Prensa señaló que cuando las reuniones inician hay un orden establecido, pero el Papa puede proponer otro tema que le interese. En las primeras reuniones por ejemplo se habló mucho del método de renovación del sínodo. Hay una cierta elasticidad –concluyó– al establecer el programa diario.
El portavoz concluyó la rueda de prensa, recordando que las próximas reuniones del C9 para este año están fijadas para el 6-7-8 de junio; el 12-13-14 de septiembre; y el 12-13-14 diciembre.





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SJR: La visita del Papa a Lesbos dará visibilidad a la situación de los refugiados
Sergio Mora | 13/04/16

(ZENIT – Roma).- La visita del papa Francisco, este sábado 16 de abril a la isla griega de Lesbos, un importante punto de tránsito, permitirá profundizar la situación de emergencia de los refugiados y la necesidad de cooperación internacional entre los agentes gubernamentales y no gubernamentales.

Migrantes llegan a la isla de Lesbos el 26 de Enero 2016. (Foto cortesía JRS Europa, Darrin Zammit Lupi)

Lo indica el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) subrayando que el controvertido acuerdo reciente de la UE permite la devolución a Turquía de los refugiados y migrantes que llegan a las costas griegas. Por ello la visita del Papa no podía llegar en un momento más crítico, “ya que dicho acuerdo viola el derecho internacional y el principio de non-refoulement, o no devolución de personas en necesidad de protección” indica el JRS.
Aparte de las 820.000 personas que entraron en Europa a través de Grecia en 2015, más de 150.000 refugiados y migrantes han llegado ya a Grecia este año, más de la mitad de los cuales llegaron directamente a Lesbos. La agencia de la ONU para los refugiados ha anunciado que más de 22.000 menores no acompañados están atrapados en Grecia encarando un futuro incierto de posible violencia y explotación.

Niños migrantes cruzan la frontera (Foto SJR Sergi Camara -Croacia – 2015)
El director internacional del JRS, Thomas H. Smolich SJ, declaró: “En estos momentos en que las devoluciones parecen ser la solución que está aplicando la UE, esperamos que la visita del Papa no sea solo un símbolo de esperanza para los refugiados, sino un impulso concreto para que el gobierno griego y otros estados europeos hagan realidad esas esperanzas”.
El JRS recuerda que “el papa Francisco tiene una historia de compromiso con el trabajo ecuménico interreligioso, y así seguirá al estar acompañado de Bartolomé I y Jerónimo II, líderes de los cristianos ortodoxos y de la Iglesia ortodoxa griega, respectivamente, en su viaje”. Y precisa que comprometido con la solidaridad y la cooperación entre religiones, el JRS sirve a los más necesitados, independientemente de su religión o nacionalidad.
El JRS Grecia está presente en Atenas, con una pequeña presencia en Lesbos, ofreciendo ayuda de emergencia, y en Grecia coopera con la agencia de la ONU para los refugiados, el grupo ecuménico “Iglesias Juntas”, la Iglesia Anglicana, el Ejército de Salvación y otras organizaciones religiosas, entre ellas la organización ortodoxa APOSTOLI, visitando y proporcionando alimentos, ropa y otros insumos básicos a los refugiados en campamentos, prisiones, centros de detención y otros sitios.ç

Caminando hacia el norte de Europa (Foto SJR Sergi Camara -Croacia – 2015
“Nadie opta por una vía tan arriesgada para abandonar su país a menos que tenga que hacerlo”, dijo Iva, una joven croata que trabaja para el JRS con los refugiados que han pasado por Grecia. “Vemos a personas de 80 años y más, a personas en sillas de ruedas… Quieren ver si tienen la suerte de escapar de una situación de una muerte segura a una donde algunos sobrevivan. Decir que son migrantes económicos y prohibirles cruzar las fronteras es simplemente cerrar los ojos a problemas que existen desde hace muchos años”.
El comunicado concluye indicando tres puntos que el JRS considera como el camino que deben seguir los gobiernos en Europa:
• garantizar el acceso efectivo a la protección a todos los refugiados, independientemente de su nacionalidad;
• no detenerlos y dar atención especial a las necesidades de las personas en situación de riesgo, como son los menores no acompañados en tránsito;
• tomar en consideración de manera individual los casos de asilo.





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México: Cada 9 minutos un menor de edad es víctima de abuso sexual
Rocío Lancho García | 13/04/16

(ZENIT – Roma).- Cada 9 minutos un menor de edad es víctima de abuso sexual en México. En los últimos tres años ha crecido en un 31 por ciento el número de denuncias que se han hecho en colegios en este país. Ante estas cifra tan preocupante es necesario reaccionar, tanto de forma preventiva como en la ayuda a las víctimas.
Eso pretende realizar la Escuela de Psicología de la Universidad Anáhuac, México sur, con el curso que ha organizado los días 22 y 23 de abril: “El abuso sexual en nuestro entorno escolar, social y eclesiástico”.
Tal y como explica a ZENIT Elena Barrero, directora de la Escuela de Psicología, el primer mensaje clave que quieren comunicar con este congreso es que dicho crimen cometido contra menores, niños o niñas, no sucede solamente en la Iglesia, es un problema que se está dando en nuestro entorno y que por este motivo han elegido ese título para el congreso.
Es importante subrayar este aspecto — observa– porque en los medios de comunicación y la opinión pública parece que el tema de los abusos a menores a la única institución que afecta es a la Iglesia.
En segundo lugar recuerda que cada año buscan “un tema que sea de gran impacto en la sociedad y que tenemos que voltear a ver”. Y al igual que otros años reflexionaron sobre la depresión, la ansiedad o la educación del carácter, este han sido el tema de los abusos sexuales.
La tercera idea que ha ilustrado Barrero, es que el congreso busca en primer lugar ver “un panorama de lo que está sucediendo” y por eso hay una conferencia sobre los datos duros del abuso sexual en México, un testimonio de una víctima. En segundo lugar se verá “qué se está haciendo” y por eso un sacerdote americano explicará cómo está respondiendo la Iglesia a este tema, también se hablará de programas de prevención que ya existen. Otro apartado será el que analice cómo es el perfil del abusador sexual, cómo logran llegar hasta los menores, cómo se podría detectar esto en entrevistas, qué signos dan.
El segundo día se dedicará “a la acción”. Se dividirán en tres talleres. Uno de ellos abordará el campo eclesial, otro hablará de los colegios y el último es específicamente para terapeutas que tratará el manejo terapeútico de personas que han sufrido abuso sexual.
El último mensaje clave –precisa Barrero– es que queremos que el congreso sea un punto de lanzamiento, no solo una reflexión, para una asociación que estamos creando que se llama Reparare y que después de estos dos días de análisis y de ver qué se podría hacer y qué se realiza haciendo equipo con las personas que vengan al congreso y ya trabajan de alguna manera en este ámbito.
Para más información www.uas.mx





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Vatileaks2: Nuzzi asegura que nunca amenazó a monseñor Vallejo para obtener documentos
Rocío Lancho García | 13/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El juicio que se está celebrando en el Vaticano por robo y filtración de documentos reservados sobre asuntos económicos de la Santa Sede, ha concluido este miércoles la fase de interrogatorios a los imputados. La próxima audiencia ha sido fijada para el 26 de abril, cuando comenzarán las declaraciones de los testigos.
Hoy se ha realizado el interrogatorio al periodista italiano Gianluigi Nuzzi, autor del libro Vía Crucis. Antes de él, en las audiencias anteriores lo hicieron los otros cuatro acusados: monseñor Lucio Ángel Vallejo Balda, Francesca Chaouqui, Nicola Maio y el también periodista Emiliano Fittipaldi.
Al responder hoy a las preguntas del fiscal adjunto, el imputado Nuzzi ha confirmado que sí recibió contraseñas de acceso a documentos por parte del monseñor español, tal y como confesó él mismo durante su interrogatorio. Es más, Nuzzi ha indicado que monseñor Vallejo se convirtió en una especie de “editor” de su libro, publicado el pasado mes de diciembre.
Asimismo ha contado que conoció a monseñor Vallejo porque se lo presentó Francesca Chaouqui. Y ambos miembros de la extinta Cosea –comisión creada por el Santo Padre sobre la organización económica administrativa de la Santa Sede– le transmitieron su preocupación de que la reforma en asuntos económicos deseada por el Pontífice podía ser ralentizada o incluso boicoteada.
Nuzzi ha asegurado ante el juez que lo que hizo es lo que hubiera hecho cualquier periodista en su situación: informar sobre asuntos de interés social sin poner en peligro secretos de Estado. Por otro lado ha precisado que para su libro Vía Crucis utilizó diversas fuentes.
Al preguntarle sobre el origen de un audio con la voz del papa Francisco del que habla en su libro, el periodista se ha acogido al secreto profesional. Además, Nuzzi ha explicado que sí ha hablado de las contraseñas que le facilitó monseñor Vallejo porque en el momento en el que él lo confesó, el secreto profesional ya no tenía sentido.
También respondiendo a las preguntas del fiscal adjunto, el periodista italiano ha asegurado que no ejerció ni presión ni amenazó al sacerdote español para recibir información.
Respecto a Francesca Chaouqui y un mensaje de whatsapp que mandó a monseñor Vallejo que Nuzzi ha definido como “asqueroso”, ha observado: “es bipolar”. Y cuando se creó en el Vaticano la secretaría para la comunicación, y Chaouqui no fue incluida, Nuzzi indicó: “mi valoración profesional es que para ella fue una decepción, pero había organizado demasiados líos”, opinión que ha confirmado nuevamente hoy en el aula.
Por otro lado, ha aseverado que a Emiliano Fittipaldi, al otro periodista imputado, le conoció el primer día del juicio. Aunque sí se enteró, a finales del mes de junio de 2015, que estaba escribiendo un libro con el mismo argumento que el suyo. Por eso, hizo algunas investigaciones para saber más al respecto.
Al finalizar el interrogatorio de Nuzzi y antes de dar por concluida la audiencia, algunos abogados han solicitado a la corte presentar nuevos testigos además de los ya admitidos precedentemente. La corte se ha retirado a deliberar y finalmente ha rechazado la admisión de nuevos testigos.





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Chile: El obispo invita al diálogo ante la escalada de violencia en Temuco
Sergio Mora | 13/04/16

(ZENIT – Roma).- Un nuevo caso de una capilla católica incendiada se ha registrado en la madrugada del martes en la zona de Antiquina, en la ciudad de Cañete, Región del Biobío (Chile), según han informado medios locales y la agencia Fides.
En las últimas semanas se ha registrado en el sur de Chile una cronología de atentados y violencias que preocupan. El 2 de marzo los carabineros desalojaron el Seminario San Fidel ocupado por activistas mapuches que reclamaban las tierras sobre las cuales fue construido; el 8 de marzo fue quemado el santuario de San Sebastián; el 1 de abril queman la capilla de Santa Joaquina Niágara; el mismo día quemaron el templo evangélico Unión Cristiana; el 5 de abril dan fuego a la capilla Mahuidanche en Quepe; el 6 de abril ocurrió lo mismo en la sede usada como capilla en Collipulli, y la séptima capilla el martes.
Según la información de la policía, último el incendio ha destruido por completo la estructura, que dependía de la parroquia “Nuestra Señora del Carmen”. Al igual que en anteriores incendios de lugares de culto, también aquí se ha encontrado un cartel escrito acusando a la Iglesia católica de ser cómplice del Estado contra el pueblo mapuche.
La nota recibida en la Agencia Fides por una fuente local recuerda que el 2 de marzo se desalojó el Seminario Mayor San Fidel, que pertenece a la Diócesis de Villarrica, porque había sido ocupado por miembros de un grupo de activistas de las comunidades Mapuche Trapilhue, que reclaman la propiedad de la tierra en la que se encuentra el Seminario. El líder de este grupo ha declarado: “la Iglesia ha demostrado ser un miembro más del Estado, y no habrá paz hasta que la Iglesia no sea expulsada del territorio mapuche”.
Tras esto comenzó la quema de iglesias en la zona. A principios de abril también se quemó la iglesia evangélica de la Unión cristiana en Ercilla, y se encontraron panfletos con la inscripción: “Todas las iglesias serán quemadas”.
El obispo de Temuco, monseñor Hector Eduardo Vargas, en una entrevista a un periódico local, ha explicado que “las iglesias quemadas se encuentran ubicadas en las comunidades mapuches, tenemos que pensar que estas iglesias fueron construidas por ellos mismos. Los mapuches, tales como el Grupo de los ‘loncos’, son los primeros animadores de las comunidades: dirigen el catecismo, son misioneros laicos, tienen incluso seminaristas. Ahora la gente tiene miedo. Estos ataques no sólo afectan a la Iglesia, sino a la misma comunidad local”. “El pueblo mapuche es profundamente religioso”, dice el obispo, “y la solución definitiva parte del diálogo”.
Por su parte el diario Austral – Temuco, señala que el obispo de la diócesis de Villarica, Francisco Stegmeier, consideró: “Es claro que nuestras comunidades cristianas están sufriendo persecución religiosa a causa de Jesucristo”. Y sobre un cartel dejado que le acusaba de “cómplice en la represión del Estado”, y pedía “libertad de los presos mapuches” el obispo señaló: “Nunca he recibido amenazas de nadie. Y si las hubiera, cosa que estoy seguro nunca acontecerá, no presentaré denuncia”. Pidió también orar por las víctimas y victimarios y manifestó su solidaridad hacia los hermanos que sufren la pérdida del templo.
En declaraciones a Radio Agricultura, el vicario general de la Diócesis de Villarrica, padre Andrés Maricán, de origen mapuche, se refirió a los hechos que han afectado a la zona. Así, señaló que se tiende a generalizar y pensar que en la zona se vive en un caos que en realidad no es así.
“Es un grupo de hermanos mapuche que están realizando están acciones y que son efectos de una situación de desconcierto (…) porque el Estado chileno tiene una deuda histórica con el pueblo mapuche porque entre comillas se entiende la situación”, indicó a Radio Agricultura.





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La Iglesia celebra este domingo la Jornada Mundial de oración por las vocaciones
Redaccion | 13/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha recordado en la audiencia general que este domingo se celebra la Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Por eso, ha invitado a los fieles a pedir a Cristo que mande siempre nuevos trabajadores a su servicio.
El Mensaje del Santo Padre para la 53ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones, publicado el pasado mes de diciembre, lleva por tema: “La Iglesia, madre de vocaciones”.
Así, el Santo Padre desea que a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados puedan experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. El Pontífice subraya que la Iglesia no es solo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe y que por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia», a la cual Dios nos llama a pertenecer y nos concede una vocación específica. El dinamismo eclesial de la vocación –asegura el Santo Padre– es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo.
Por esta razón, el Papa invita a todos los fieles a asumir las responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional y en particular a los sacerdotes, porque el cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral.

Publicamos a continuación el Mensaje completo:
«Queridos hermanos y hermanas: Cómo desearía que, a lo largo del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, todos los bautizados pudieran experimentar el gozo de pertenecer a la Iglesia. Ojalá puedan redescubrir que la vocación cristiana, así como las vocaciones particulares, nacen en el seno del Pueblo de Dios y son dones de la divina misericordia. La Iglesia es la casa de la misericordia y la «tierra» donde la vocación germina, crece y da fruto.
Por eso, invito a todos los fieles, con ocasión de esta 53a Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, a contemplar la comunidad apostólica y a agradecer la mediación de la comunidad en su propio camino vocacional.
En la Bula de convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia recordaba las palabras de san Beda el Venerable referentes a la vocación de san Mateo: misereando atque eligendo (Misericordiae vultus, 8).
La acción misericordiosa del Señor perdona nuestros pecados y nos abre a la vida nueva que se concreta en la llamada al seguimiento y a la misión. Toda vocación en la Iglesia tiene su origen en la mirada compasiva de Jesús. Conversión y vocación son como las dos caras de una sola moneda y se implican mutuamente a lo largo de la vida del discípulo misionero.
El beato Pablo VI, en su exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, describió los pasos del proceso evangelizador. Uno de ellos es la adhesión a la comunidad cristiana (cf. n. 23), esa comunidad de la cual el discípulo del Señor ha recibido el testimonio de la fe y el anuncio explícito de la misericordia del Señor.
Esta incorporación comunitaria incluye toda la riqueza de la vida eclesial, especialmente los Sacramentos. La Iglesia no es sólo el lugar donde se cree, sino también verdadero objeto de nuestra fe; por eso decimos en el Credo: «Creo en la Iglesia».
La llamada de Dios se realiza por medio de la mediación comunitaria. Dios nos llama a pertenecer a la Iglesia y, después de madurar en su seno, nos concede una vocación específica. El camino vocacional se hace al lado de otros hermanos y hermanas que el Señor nos regala: es una con-vocación.
El dinamismo eclesial de la vocación es un antídoto contra el veneno de la indiferencia y el individualismo. Establece esa comunión en la cual la indiferencia ha sido vencida por el amor, porque nos exige salir de nosotros mismos, poniendo nuestra vida al servicio del designio de Dios y asumiendo la situación histórica de su pueblo santo.
En esta jornada, dedicada a la oración por las vocaciones, deseo invitar a todos los fieles a asumir su responsabilidad en el cuidado y el discernimiento vocacional. Cuando los apóstoles buscaban uno que ocupase el puesto de Judas Iscariote, san Pedro convocó a ciento veinte hermanos (Hch. 1,15); para elegir a los Siete, convocaron el pleno de los discípulos (Hch. 6,2). San Pablo da a Tito criterios específicos para seleccionar a los presbíteros (Tt 1,5-9). También hoy la comunidad cristiana está siempre presente en el surgimiento, formación y perseverancia de las vocaciones (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107).
La vocación nace en la Iglesia. Desde el nacimiento de una vocación es necesario un adecuado «sentido» de Iglesia. Nadie es llamado exclusivamente para una región, ni para un grupo o movimiento eclesial, sino al servicio de la Iglesia y del mundo. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos (ibíd., 130).
Respondiendo a la llamada de Dios, el joven ve cómo se amplía el horizonte eclesial, puede considerar los diferentes carismas y vocaciones y alcanzar así un discernimiento más objetivo. La comunidad se convierte de este modo en el hogar y la familia en la que nace la vocación. El candidato contempla agradecido esta mediación comunitaria como un elemento irrenunciable para su futuro. Aprende a conocer y a amar a otros hermanos y hermanas que recorren diversos caminos; y estos vínculos fortalecen en todos la comunión.
La vocación crece en la Iglesia. Durante el proceso formativo, los candidatos a las distintas vocaciones necesitan conocer mejor la comunidad eclesial, superando las percepciones limitadas que todos tenemos al principio.
Para ello, es oportuno realizar experiencias apostólicas junto a otros miembros de la comunidad, por ejemplo: comunicar el mensaje evangélico junto a un buen catequista; experimentar la evangelización de las periferias con una comunidad religiosa; descubrir y apreciar el tesoro de la contemplación compartiendo la vida de clausura; conocer mejor la misión ad gentes por el contacto con los misioneros; profundizar en la experiencia de la pastoral en la parroquia y en la diócesis con los sacerdotes diocesanos. Para quienes ya están en formación, la comunidad cristiana permanece siempre como el ámbito educativo fundamental, ante la cual experimentan gratitud.
La vocación está sostenida por la Iglesia. Después del compromiso definitivo, el camino vocacional en la Iglesia no termina, continúa en la disponibilidad para el servicio, en la perseverancia y en la formación permanente. Quien ha consagrado su vida al Señor está dispuesto a servir a la Iglesia donde esta le necesite.
La misión de Pablo y Bernabé es un ejemplo de esta disponibilidad eclesial. Enviados por el Espíritu Santo desde la comunidad de Antioquía a una misión (Hch 13,1-4), volvieron a la comunidad y compartieron lo que el Señor había realizado por medio de ellos (Hch 14,27). Los misioneros están acompañados y sostenidos por la comunidad cristiana, que continúa siendo para ellos un referente vital, como la patria visible que da seguridad a quienes peregrinan hacia la vida eterna.
Entre los agentes pastorales tienen una importancia especial los sacerdotes. A través de su ministerio se hace presente la palabra de Jesús que ha declarado: Yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy el buen pastor (Jn 10, 7.11). El cuidado pastoral de las vocaciones es una parte fundamental de su ministerio pastoral. Los sacerdotes acompañan a quienes están en buscan de la propia vocación y a los que ya han entregado su vida al servicio de Dios y de la comunidad.
Todos los fieles están llamados a tomar conciencia del dinamismo eclesial de la vocación, para que las comunidades de fe lleguen a ser, a ejemplo de la Virgen María, seno materno que acoge el don del Espíritu Santo (cf Lc 1,35-38). La maternidad de la Iglesia se expresa a través de la oración perseverante por las vocaciones, de su acción educativa y del acompañamiento que brinda a quienes perciben la llamada de Dios.
También lo hace a través de una cuidadosa selección de los candidatos al ministerio ordenado y a la vida consagrada. Finalmente es madre de las vocaciones al sostener continuamente a aquellos que han consagrado su vida al servicio de los demás.
Pidamos al Señor que conceda a quienes han emprendido un camino vocacional una profunda adhesión a la Iglesia; y que el Espíritu Santo refuerce en los Pastores y en todos los fieles la comunión eclesial, el discernimiento y la paternidad y maternidad espirituales:
Padre de misericordia, que has entregado a tu Hijo por nuestra salvación y nos sostienes continuamente con los dones de tu Espíritu, concédenos comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuentes de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Ti y a la evangelización.
Sostenlas en el empeño de proponer a los jóvenes una adecuada catequesis vocacional y caminos de especial consagración. Dales sabiduría para el necesario discernimiento de las vocaciones de modo que en todo brille la grandeza de tu amor misericordioso. Que María, Madre y educadora de Jesús, interceda por cada una de las comunidades cristianas, para que, hechas fecundas por el Espíritu Santo, sean fuente de auténticas vocaciones al servicio del pueblo santo de Dios.






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Card. Schönborn sobre Amoris Laetitia: “El Papa es un buen pastor, sabe de lo que habla”
Deborah Castellano Lubov | 13/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El cardenal Christoph Schönborn, conversando con ZENIT en el marco de la presentación del viernes pasado en la sala de prensa de la Santa Sede, señaló su convicción de que los pastores puedan utilizar este documento para ayudar a las familias y manifestó su aprecio porque han sido incluidas las sugerencia que los obispos hicieron durante los dos sínodos sobre el tema y por la manera en que Francisco reafirma las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio.
El cardenal si bien reconoce que existen riesgos normales al aplicar las indicaciones de la Amoris Laetitia, aplaude el ejemplo del “buen pastor” del Santo Padre, que conoce el arte de acompañar a las personas, sin resultar demasiado duro ni propenso a los compromisos”.
¿Cuál es su esperanza personal sobre la ayuda que la exhortación dará a las familias?
— Card. Schönborn: Vale la pena leerla, porque puede ayudar solamente si se la conoce. Este documento es muy rico y animo a nuestros pastores y a nuestras comunidades a estudiarlo, y a degustar la alegría de este hermoso trabajo.
¿Hay partes de la relación final del sínodo que no fueron aceptadas por el Papa en su documento?
— Card. Schönborn: El papa Francisco ha citado numerosos textos de los dos sínodos. Claramente no ha tomado todo, porque hubo temas que no entraban en la exhortación. Entretanto, es interesante ver que el Papa se ha basado en el trabajo de los obispos en el Sínodo.
¿Cómo puede un pastor comunicar bien a los fieles el contenido de este documento con más de 200 páginas que no todos podrán leer?
— Card. Schönborn: Pienso por ejemplo que nuestros pastores pueden tomar el cuarto capítulo, sobre cómo vivir el amor. Es una gran catequesis. Se puede tomar capítulo por capítulo, párrafo por párrafo, y estudiarlo en la parroquia, en las comunidades. Es una gran catequesis sobre el amor conyugal y familiar. Y pienso que como pastores podemos usarlo en nuestro trabajo pastoral.
El papa reafirmó la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio, pero animó a recibir en las parroquias a quienes sienten atracción por personas del mismo sexo. ¿En la práctica qué significa?
— Card. Schönborn: En un solo punto de la exhortación el Papa habla de tendencias homosexuales. Como lo ha hecho en el último sínodo, el Papa explica cómo gestionar la situación cuando en la familia, un miembro descubre tener dicha tendencia.
Hay otro punto muy claro: sin hablar de parejas gay u homosexuales, el Papa reitera muy claramente que solamente la unión entre un hombre y una mujer, abierta a la vida, puede ser llamado matrimonio. Porque existen otras situaciones que pueden ser convivencias o relaciones, pero no son matrimonio.
Sobre el discernimiento del camino hacia el ideal propuesto en el Evangelio, ¿existe algún riesgo de equivocaciones?
— Card. Schönborn: Sí, este peligro seguramente existe desde siempre, desde los albores de la Iglesia, porque los pastores pueden inducir al error, pueden ser demasiado duros o propensos al compromiso, pero el arte del cual el Papa habla, justamente es el de acompañar a las personas.
Esta es la capacidad correcta del buen pastor. Y pienso que el papa Francisco sea un buen pastor y tenga gran experiencia en el acompañar a las personas en las situaciones tanto de alegría como de dificultad. Y él sabe de lo que está hablando, cuando se discute sobre cómo acompañar a las familias durante su vida hacia la alegría y el amor.





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San Pedro González (Telmo) – 14 de abril
Isabel Orellana Vilches | 13/04/16

(ZENIT – Madrid).- Muchas conversiones llevan tras de sí singulares «caídas», como le sucedió a san Pablo, que tienen su peculiar manifestación. En lo que concierne a Pedro no se habla en sentido figurado. Tuvo literalmente la suya. Fue una caída de un caballo que removió para siempre su conciencia y le impulsó a perseguir la santidad.
Conocido como Telmo, este popular santo nació entre 1180 y 1190 –no ha podido precisarse la fecha exacta–, en la localidad de Frómista, Palencia, España, en una noble familia de hondas raíces cristianas, algunos de cuyos miembros estaban emparentados con la monarquía. Dos de sus tíos fueron obispos de la capital palentina. En uno de ellos recayó la responsabilidad de formarlo convenientemente. El santo poseía gran inteligencia, y además tuvo excelentes profesores en las universidades de Palencia y de Salamanca. Ahora bien, el momento histórico, con el predominio de la vida de caballería y la juglaresca, invitaba a seguir caminos opuestos al estudio. Y ello pudo influir para que no aprovechase debidamente la oportunidad que la vida le ofrecía. Es uno de los aspectos en los que no existe unanimidad en los historiadores. Es posible que se haya efectuado un juicio excesivamente severo cuando se alega que, si bien llegó a completar su formación con brillantez, no ocultó su tendencia a imbuirse en el jolgorio con el aplauso de sus amigos y el de las muchachas que veían en él a un joven apuesto y amante de la ostentación. O cuando se afirma que era inmaduro al recibir el sacramento del orden de manos de su tío el prelado Tello Téllez de Meneses, quien lo designó canónigo y deán de la catedral de Palencia.
Con independencia de la veracidad de estas apreciaciones, que podrían estar condicionadas por el episodio que se narra a continuación, parece claro que el futuro abría a Pedro una carrera prometedora, reforzada por las influencias de su pariente. Ahora bien, hay ligerezas en la vida que acarrean serias consecuencias y más cuando se trata de una persona pública. Y él cometió una que difícilmente puede calificarse de chiquillada teniendo en cuenta la responsabilidad que habían puesto en sus manos, y la notoriedad que entonces había alcanzado.
Parece que su debilidad, la flaqueza que le arrastró en un momento dado, tuvo que ver con la vanidad. Y de sus funestos resultados se aprovechó Dios para pulsar definitivamente las fibras más sensibles de su corazón. Sucedió un día de Pascua de Navidad en medio de una fastuosa cabalgata que presidía vistiendo elegantemente. Era el modo que eligió para tomar posesión como deán. Atento a la admiración que suscitaba a su paso, no podía imaginar los instantes tan violentos que se le avecinaban. Pero en un momento dado, el caballo, que aderezó ex profeso tanto como lo había hecho consigo, resbaló y se dio de bruces en un gran charco.
En medio del barrizal tuvo que sufrir las chanzas del gentío que contemplaba el evento, y que poco antes le había hecho acreedor de su admiración aplaudiendo su presencia con vivas muestras de júbilo. Avergonzado de ser tan presumido y abochornado por las bromas que suscitó a su alrededor se puso en pie. La aflicción por el mal ejemplo que había dado a los ciudadanos le infundió este sentimiento: «Pues el mundo me ha tratado como quien es, yo haré que no se burle otra vez de mí». Esta decisión no nacía de la arrogancia. Era el fruto de la oración que siguió a este momento y que marcó el inicio de su conversión.
Renunciando al éxito que le aguardaba, ingresó con los dominicos en el convento palentino de San Pablo y dio un vuelco total a su vida que se caracterizó por la oración, la penitencia y las mortificaciones. Sin temor a la austeridad, cumplió fiel y gozosamente la observancia del carisma dominico, atendiendo a los pobres y a los enfermos. Fue un excelente predicador, capellán castrense en Córdoba junto al rey Fernando III «el Santo», que lo eligió para esa misión y lo tuvo como confesor y consejero. Lo designaron prior del convento de Guimarães, en Portugal y, entre otros frailes, allí acogió a Gonzalo de Amarante. Fue un gran impulsor del rezo del rosario. Evangelizó Palencia, Córdoba y Sevilla. Y también llevó su celo apostólico por Asturias y Galicia conmoviendo con sus encendidas palabras los corazones de quienes le escuchaban. Pero la mayor parte de su vida transcurrió en Galicia donde se le recuerda y venera de forma especial tanto en poblaciones costeras como en zonas rurales.
A él se debe la construcción de un puente sobre el río Miño, en Catrillo, lugar cercano a Rivadavia, con el que se atajaron muchas pérdidas humanas. En este enclave, yendo junto a su fiel compañero Pedro de las Marinas, consiguió que los peces salieran a la orilla pudiendo alimentarse ambos en una época de gran escasez. Y en otro de los puentes que se debieron a él, en La Ramallosa, mientras predicaba aplacó la furiosa tempestad que se cernió sobre todos apartándola del auditorio con un gesto que recuerda a la división de las aguas del Mar Rojo efectuada por Moisés.
Nunca se embarcó. Pero los marineros, creyendo firmemente en tantos prodigios que se le atribuyen, siempre le han invocado para hacer frente a los temporales. Su postrer destino fue la población pontevedresa de Tui. Pertenecía a la comunidad del convento de santo Domingo de Bonaval en Santiago de Compostela. Al enfermar decidió volver allí. Emprendió el camino con alta fiebre, pero al sobrepasar la localidad de Padrón, cuando se hallaba en un puente conocido como «Ponte das Febres», a través de una locución divina entendió que debía regresar a Tui. Su muerte unos la cifran el 15 de abril de 1246 y otros el 14 del mismo mes y año. El Martirologio lo incluye este día. Su tumba continuó siendo escenario de numerosos milagros. Fue beatificado por Inocencio IV en 1254. Benedicto XIV confirmó su culto el 13 de diciembre de 1741. Pío IX lo declaró patrón de la diócesis de Tui el 12 de diciembre de 1867.





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Beata Margherita da Città di Castello – 13 de abril
Isabel Orellana Vilches | 12/04/16

(ZENIT – Roma).- Tan mal considerada fue esta beata en su más cercano entorno que, exceptuando las humildes personas de bondadoso corazón que la ayudaron, incluidos los dominicos, durante un tiempo pocos pudieron entrever la finísima obra de orfebrería que Dios realizaba en ella cincelando su espíritu con la deslumbrante e inigualable luz de su belleza. Con el ejemplo de su vida, y las gracias de las que fue adornada, se asesta un mazazo a los prejuicios, a la fría conceptualización de una persona por su aspecto externo que, en este caso concreto, fue acompañada de una falta de piedad inaudita. Porque Margherita nació en 1287 en el castillo de Metola (perteneciente entonces a la Massa Trabaria), provincia de Pesaro y Urbino, Italia, con dolorosas deformidades.
Afectada de ceguera, lisiada –con ostensible cojera y una prominente joroba– simplemente por su debilidad, y no es poco, debería haber polarizado en ella toda la ternura de sus padres Parisio y Emilia. Además, siendo nobles y pudientes podrían haberla colmado de atenciones. No fue así. Su llegada parecía obedecer a una desgracia más que a una bendición. Una joven hermosa y saludable habría encajado perfectamente en tan selecto entorno. Pero no era su caso. Siendo la primogénita, la pobre criatura defraudó las esperanzas de su padre que hubiera deseado un varón, y se hizo acreedora de su desdén. La confiaron a una persona del servicio y fue bautizada por el capellán de la fortaleza con absoluta discreción, por no decir casi de forma clandestina. No había lugar para ella en el castillo.
Para mantenerla a resguardo de miradas ajenas, fue recluida en una celda. Cuando fortuitamente fue descubierta por unos invitados, la trasladaron a un habitáculo construido en las inmediaciones de la fortaleza, en una zona boscosa, con un ventanuco para introducir la comida. Tenía 6 años y sus padres no habían vuelto a verla desde que nació. Así que la condenaron a vivir en una fría cárcel. ¡Cuánta desgracia junta! Tan solo el capellán, que le enseñó a orar, pudo apreciar la inteligencia que le adornaba y cómo iba creciendo pertrechada en la sabiduría que proviene de la gracia divina.
Nueve años permaneció en tan inhóspito lugar, sola, contando únicamente con la visita puntual del sacerdote y alguna esporádica de Emilia. En ese tiempo ya había aprendido a reconocer el amor de Dios que acoge a sus hijos con infinita misericordia al margen de defectos y debilidades. En Cristo crucificado halló el modelo a seguir para abrazarse a la cruz, gozosa de poner a sus pies sus particulares sufrimientos regados con muchas lágrimas. El estallido de la guerra obligó a sus padres a aceptarla en la fortaleza, aunque la trataron como a una prisionera manteniéndola en el sótano en pésimas condiciones. Confortada por el capellán, soportaba tanta ignominia con entereza y confianza.
Hacia los 15 años un día fue conducida por sus padres a Città di Castello para solicitar la mediación de un franciscano, (puede que fuese el lego fray Giacomo, fallecido poco tiempo antes con fama de santidad, y ante cuya tumba se produjeron algunos milagros) y lograr su curación. Para ello hicieron un fatigoso viaje atravesando los Apeninos. Da la impresión de que buscaban, sobre todo, librarse de tan embarazosa presencia. Como no obtuvieron lo que deseaban, dejaron a la muchacha en una iglesia abandonada, a su libre albedrío.
La ceguera del corazón, infinitamente más tenebrosa que la física, era atuendo de los padres de Margherita. Obviamente, Dios en su infinita misericordia no iba a desentenderse de esta hija predilecta, tan cruelmente tratada. Y como hace con todos, de forma especial con los que están inmersos en el drama del sufrimiento, la bendeciría de forma singular. Así pues, aunque la joven deambuló llena de angustia como una vagabunda, mendigos, y luego campesinos de gran corazón, se apiadaron de ella. Se cumplía su honda impresión de que, aunque sus padres la desampararon, Dios nunca la abandonaría. Hacia sus 20 años ingresó en un convento, parece que regido por oblatas, que prescindieron de ella al no soportar la presencia de tanta virtud en un claustro de costumbres algo laxas, como era aquél en esos momentos. Para vivir con un santo hace falta disponerse a la exigente entrega consignada en el evangelio, de lo contrario se corre el riesgo de sucumbir ante las propias flaquezas. Es lo que entonces ocurrió.
De nuevo en la calle, Margherita fue acogida por un bondadoso matrimonio compuesto por Venturino y Grigia. La Orden de predicadores la aceptó como laica y durante treinta años vistió el hábito de la Tercera Orden de santo Domingo feliz al poder encarnar la riqueza de este carisma. Gran penitente, acostumbrada a la austeridad, a las mortificaciones y a la oración, fue escalando las altas vías de la contemplación. Con su ejemplo conmovía a la gente que acudía a ella en busca de consejo. Era especialmente devota de la Sagrada Familia y tuvo debilidad por los pobres y los enfermos, a los que socorrió junto a los reclusos y a los moribundos.
Aprendió de memoria el Salterio y solía meditar en el misterio de la Encarnación. Fue agraciada con éxtasis, junto a los dones de profecía y milagros. Murió el 13 de abril de 1320. Según parece, en su corazón encontraron tres perlas que tenían esculpidas respectivamente las imágenes de Jesús, María y José. Quienes la conocían le habían escuchado decir en numerosas ocasiones: «¡Oh, si supierais el tesoro que guardo en mi corazón, os maravillaríais!». Su cuerpo, que se conserva incorrupto –como se constató al abrir el ataúd para darle nueva sepultura el 9 de junio de 1558–, se venera bajo el altar mayor de la basílica de San Domenico en Città di Castello. Pablo V la beatificó el 19 de octubre de 1609. El prelado que se hallaba en Urbino en 1988 la proclamó patrona de los ciegos para esa diócesis.