Tribunas

Un encuentro con el Papa

José Francisco Serrano Oceja

Al termino de su entrevista con el Papa, -un año después de que se celebrase el encuentro de Francisco con los miembros de Comunión y Liberación en la plaza de san Pedro (7 de marzo de 2015)-, Julián Carrón, presidente de esa realidad eclesial fundada por Luigi Giussani, ha escrito una carta que no debe pasar inadvertida.

Por cierto, la revista Huellas ha publicado, en uno de sus últimos números, el texto de los Ejercicios Espirituales que Carrón impartiera a los miembros de las fraternidades el año pasado.

Un texto –accesible en la red- que supone una especie de escrito refundacional desde el momento Francisco, desde el Pontificado de Francisco, para esta realidad del Espíritu en la Iglesia. No hay más que ver los argumentos de comparación con las épocas primeras que el presidente de Comunión y Liberación ofrece al Movimiento respecto a los riesgos del formalismo y de la pérdida del horizonte de la sorpresa ante la novedad, ante la realidad de lo que se está viviendo en la Iglesia.

Pero volvamos a la carta del Julián Carrón al término de su entrevista con el Papa. Dice el sacerdote madrileño que “el Santo Padre conoce bien la lealtad con la que le seguimos a él y a la Santa Sede, y me lo ha agradecido –con gran sorpresa mía– nada más empezar nuestro encuentro”.

El presidente de Comunión y Liberación va desganando en el escrito los temas de su conversación con el Papa. “Le he dicho al papa Francisco –apunta- que este abrazo tierno y apasionado a la vida de cada persona, que es alcanzada en la concreción de su situación existencial, es particularmente visible, además de en sus gestos bien conocidos por todos, también en la Exhortación Amoris Laetitia”.

Y añade: “Le he comunicado que he invitado a los responsables del movimiento a adentrarse en la lectura del documento para identificarse lo más posible con esta mirada, para que llegue a ser cada vez más nuestra en la relación con los amigos y con cualquier persona con la que nos encontremos. Aprovecho esta carta para extender la invitación a todos vosotros. Ya encontraremos el modo de ayudarnos a adentrarnos juntos en su riqueza”.

En uno de los últimos párrafos de la extensa misiva, Julián Carrón desliza una experiencia personal. “Os podéis imaginar de qué modo yo –consciente de la responsabilidad última de la guía comunional de todos vosotros que me ha sido confiada– me he sentido confortado por el apoyo del Papa para avanzar sin vacilar por el camino de profundización del carisma que hemos recibido de don Giussani”.

Las “personas honestas”, escribió Péguy, “no tienen la apertura provocada por una espantosa herida, por una miseria inolvidable, por una añoranza invencible, por un punto de sutura eternamente mal cosido, por una inmortal inquietud, por una invisible y recóndita ansiedad, por una amargura secreta, por una decadencia perpetuamente enmascarada, por una cicatriz eternamente mal cicatrizada. No presentan aquella apertura a la gracia que esencialmente es el pecado. (…) Las “personas honestas” no se dejan mojar por la gracia”.

 

 

José Francisco Serrano Oceja