Servicio diario - 28 de abril de 2016


 

El Papa en Sta Marta: ‘El Espíritu Santo siempre nos sorprende’
Redaccion | 28/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- También hoy en la Iglesia, como en el pasado, hay resistencia a las sorpresas del Espíritu frente a las nuevas situaciones, pero Él nos ayuda a vencerlas, a ir adelante, seguros, en el camino de Jesús. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta.
Al comentar el conocido pasaje de los Hechos de los Apóstoles sobre el llamado “Concilio” de Jerusalén, el Papa ha observado que “el protagonista de la Iglesia” es el Espíritu Santo. Es Él –ha añadido– quien desde el primer momento ha dado la fuerza a los apóstoles para proclamar el Evangelio. “Es el Espíritu el que hace todo, el Espíritu lleva a la Iglesia adelante”, también “con sus problemas”, también “cuando estalla la persecución” es Él “quien da la fuerza a los creyentes para permanecer en la fe”, también en los momentos “de resistencia y de cólera de los doctores de la ley”.
De este modo, el Pontífice ha explicado que en este caso hay una doble resistencia a la acción del Espíritu: la de quien creía que “Jesús había venido solo para el pueblo elegido” y la de quien quería “imponer la ley mosaica, incluida la circuncisión a los paganas convertidos”. Al respecto, el Papa ha observado que “hubo una gran confusión en todo esto”.
Por eso, ha asegurado que “el Espíritu ponía los corazones en un nuevo camino: eran las sorpresas del Espíritu. Y los apóstoles se encontraron en situaciones que nunca hubieran creído, situaciones nuevas”. ¿Y cómo gestionar estas situaciones nuevas?, ha preguntado el Santo Padre. Al respecto ha recordado que los apóstoles, por un lado tenía la fuerza del Espíritu Santo –el protagonista– que empujaba para ir adelante, adelante, adelante… Pero el Espíritu les llevaba a ciertas novedades, ciertas cosas que no se habían hecho nunca.
Y es así como convocan una reunión en Jerusalén donde cada uno puede contar la propia experiencia, de cómo el Espíritu Santo desciende también sobre los paganos.
Tal y como ha observado el Papa, finalmente los apóstoles se pusieron de acuerdo. Pero ha querido subrayar que toda la asamblea escuchó a Bernabé y Pablo. “Escuchar, no tener miedo de escuchar. Cuando uno tiene miedo de escuchar, no tiene al Espíritu en su corazón”, ha precisado el Pontífice en la homilía.
El Santo Padre ha aseverado que este es el camino de la Iglesia “delante de las novedades, no las novedades mundanas, como son las modas de la ropa” sino “las novedades, las sorpresas del Espíritu, porque el Espíritu siempre nos sorprende”. Y esto la Iglesia lo resuelve “con la reunión, la escucha, la discusión, la oración y la decisión final”.
En esta línea, el Santo Padre ha recordado las oposiciones que hubo también en su día en el Concilio Vaticano II. El reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir es “la llamada sinodalidad de la Iglesia, en la que se expresa la comunión de la Iglesia”.
El Espíritu –ha añadido– a veces nos detiene, como hizo con San Pablo, para hacernos ir por otra parte, no nos deja solos, nos da la valentía, nos da la paciencia, nos hace ir seguros en el camino de Jesús, nos ayuda a vencer las resistencias y a ser fuertes en el martirio.
Para concluir la homilía, el papa Francisco ha invitado a pedir al Señor “la gracia de entender cómo va adelante la Iglesia, de entender cómo desde el primer momento ella ha afrontado las sorpresas del Espíritu y también, pedir para cada uno de nosotros la gracia de la docilidad al Espíritu, para ir sobre el camino que el Señor Jesús quiere para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia.





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El ente de control financiero del Vaticano está en pleno funcionamiento
Sergio Mora | 28/04/16

(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “El año 2015 marca el efectivo funcionamiento de la Autoridad de Información Financiera (AIF) de su fundación”. Lo indicó este jueves en la sala de prensa del Vaticano, el presidente del consejo directivo de la AIF, René Brulhart , junto al director Tommaso di Ruzza, durante la presentación del balance 2015 del Vaticano. Añadió que gracias a ello “se intensificó la cooperación de la autoridad vaticana competente con las contrapartes internacionales para combatir las actividades financieras ilícitas”.
La AIF fue instituida el 30 de diciembre de 2010 por Benedicto XVI, con una carta apostólica en forma de motu proprio y consolidó su mandato con los motu proprio del papa Francisco del 10 de agosto de 2013, y del 15 de noviembre de 2013 que aprueba el nuevo estatuto.
O sea que el ente de vigilancia AIF tiene pleno control para prevenir y luchar contra el lavado de dinero y la financiación del terrorismo, y controla a los entes que desarrollan profesionalmente actividad de tipo financiero en el Estado-Ciudad del Vaticano.
“También se realizaron inspecciones en el lugar, para reforzar los controles de prevención, incluidos sistemas que permiten señalar y proceder en las verificaciones de los usuarios actuales”, indicó el director.
“En el 2015, fueron investigadas 544 actividades sospechosas –dijo Brülhart– un aumento respecto a los años anteriores, el triple de las 147 del 2014 ”, lo que demuestra que “se han vuelto más eficaces las colaboraciones con los entes del Vaticano” y que estos “han adquirido mayor responsabilidad”. Señalaron también que el año pasado se registraron 384 intercambios de informaciones con las autoridades internacionales, lo que es indicativo.
Así, desde el 2011 hasta hoy las señalaciones de actividades sospechosas en el Vaticano fueron 893, aumentando cada año, lo que significa no un aumento de actividades financieras ilícitas, explicaron, sino mayor conciencia en señalarlas. Así, “los procedimientos permiten cerrar las cuentas o relaciones no conformes con las políticas actualmente adoptadas”.
Cuando hay una sospecha se realiza una primera intervención que es la suspensión de la transacción como medida cautelar, que puede durar un cierto tiempo. Si no se esclarece el caso, se procede al bloqueo y a la congelación de la relación que el cliente tiene con el ente del Vaticano. O sea que la AIF hace de filtro y envía los casos correspondientes a la Justicia. Ya 34 casos terminaron en los tribunales de los cuales 17 el presente año.
La AIF se divide, explicaron, en dos oficinas: inteligencia y vigilancia. La primera intercambia información con las contrapartes en el exterior, en cambio la segunda vigila los entes vaticanos que realizan actividad financiera a nivel profesional. En el sector de la vigilancia aumentaron las intervenciones de la AIF. En el 2015 fueron suspendidas 4 relaciones por casi diez millones de euros, y congeladas otras tantas por unos 8 millones de euros.
Sobre el ente de Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, el APSA, indicaron que este órgano no hace más transacciones financieras fuera del Vaticano, y si excepcionalmente tuviera que hacerlas las mismas tendrán que pasar por el control del AIF.
El próximo paso pendiente es en la parte judicial, como solicitado por el comité del Consejo de Europa, MONEYVAL, en el informe de diciembre 2015, en el que considera pocos los casos señalados por la AIF que terminaban en proceso.
En la conferencia de prensa los dirigentes señalaron también, que las relaciones con el Banco central de Italia (Banca d’Italia), son buenas y que se está trabajando para lograr acuerdos más profundos, como los existentes con otros países.
Sobre los contactos que han tenidos con otros países contra los fondos del terrorismo internacional, precisaron que se realizan respetando los protocolos existentes, pero no porque hayan pasado fondos a través del Vaticano. “No hay particulares sospechas”, indicó di Ruzza, y añadió que el tipo de usuarios del Instituto para las Obras de Religión (IOR) son de norma entes y empleados del Vaticano, que no hay operadores financieros externos y tampoco entes de áreas geográficas de riesgo acceden a estos servicios.





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Pakistán: cónyuges cristianos acusados de blasfemia son condenados a muerte
Sergio Mora | 28/04/16

(ZENIT – Roma).- En Pakistán, los cónyuges cristianos Shafqat Emmanuel y Shagufta Kausar han sido acusados de blasfemia en el 2013 por el supuesto envío de mensajes de texto de teléfono móvil (SMS), considerados blasfemos y en el 2014 condenados a muerte.
Por ello tras el recurso presentado ante la Corte de Apelación, será fijada en mayo la primera audiencia del proceso. Así lo informó el miércoles a la Agencia Fides el equipo de abogados de la “Farrukh Saif Foundation”, una organización paquistaní que ha asumido la defensa legal de los dos cónyuges.
El 20 de julio de 2013, la pareja cristiana de la localidad de Gojra, en Punjab, fue acusada de enviar mensajes de texto SMS blasfemos y posteriormente fueron detenidos.
“Los mensajes de texto fueron escritos en Inglés, pero ambos acusados son pobres y analfabetos sea en su idioma urdu, y aún más en Inglés”. De otro lado Shafqat es discapacitado y vive en una silla de ruedas desde 2004 a causa de un accidente a la columna vertebral.
La policía extorsionó confesión forzada a Shafqat con la amenaza de hacer daño a su esposa, indican los abogados defensores. El 4 de abril de 2014, ambos fueron condenados a muerte, “aunque no existían ninguna SIM o teléfono registrado a nombre de Shagufta” refieren sus abogados. La única prueba presentada por la policía local es una declaración de la compañía telefónica.
“El juez de primera instancia cedió a la presión islamista y emitió la sentencia de muerte, aunque no había pruebas concretas contra la pareja” reiteran los abogados. Todo el proceso se realizó dentro de la prisión debido a que se temía por la seguridad de la pareja. Los dos tienen cuatro hijos.
“La ley sobre la blasfemia es usada mal y así ha puesto a cientos de miembros de las comunidades minoritarias tras las rejas. Se abusa de esta ley de forma grotesca para atacar a las minorías”, señalan a la Agencia Fides los abogados de la “Farrukh Saif Foundation”. “En la mayoría de los casos, las personas son acusadas falsa y maliciosamente sólo por venganza personal”.





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Venezuela: los obispos piden rechazar la violencia y respetar el orden institucional
Sergio Mora | 28/04/16

(ZENIT – Roma).- La Conferencia Episcopal Venezolana en un comunicado publicado ayer 27 de abril, señalan “la gravísima situación del país”. Los obispos piden que nadie se deje manipular y empujar hacia la violencia social, no aceptar la corrupción de quienes especulan, permitir que la Cáritas pueda dar su ayuda en este momento, en particular con medicinas. Condenan también los casos de linchamientos y solicitan a todos, responsabilidad y respeto de la institucionalidad.
A continuación el comunicado que lleva como título: “Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana ante la gravísima situación del país”
1. Mediante un discernimiento espiritual, a la luz de la Palabra de Dios, los obispos de Venezuela hemos orado y reflexionado acerca de la situación actual de nuestro país. Hacemos nuestras las angustias de nuestro pueblo del cual somos servidores. Nunca antes habíamos sufrido los venezolanos la extrema carencia de bienes y productos básicos para la alimentación y la salud, junto con otros males como el recrudecimiento de la delincuencia asesina e inhumana, el racionamiento inestable de la luz y el agua y la profunda corrupción en todos los niveles del Gobierno y la sociedad. La ideologización y el pragmatismo manipulador agudizan esta situación. Fruto del mencionado discernimiento son las ideas que ahora presentamos a la consideración de todos los ciudadanos de Venezuela.
2. En más de una ocasión, Jesús el Señor, manifestó su solidaridad con las personas sufrientes y que sentían alguna necesidad. Incluso llegó a sentir compasión ante aquella multitud que le había seguido para escuchar su mensaje. Fue cuando les pidió a sus discípulos que le dieran de comer a todos. El mismo Señor manifestó su solidaridad con ellos al multiplicar los panes y dar de comer a todos hasta la saciedad. Gesto de amor y de misericordia. (cf. Mt 14,14).
Este hecho relatado por los evangelistas nos ilumina a todos nosotros miembros de la Iglesia para poder atender a quienes en nuestro país están sufriendo por las graves carencias de alimentos y medicinas, la violencia y la inseguridad. En este Año jubilar de la Misericordia, los pastores de la Iglesia en Venezuela queremos manifestar nuestra cercanía y acompañamiento a todos, y así motivar a los creyentes discípulos de Jesús a que reafirmen con gestos concretos la solidaridad entre todos como hermanos. A pesar de lo dramático de la situación, nuestro pueblo ha vivido con gran dignidad e incluso con respuestas alternativas de solidaridad. Estas nobles actitudes constituyen signos de esperanza. ¡El pueblo nos evangeliza!. ¡Sentimos “el gusto de ser pueblo”! (Cf Francisco, La alegría del Evangelio”).
3. Queremos alertar al pueblo! Que no se deje manipular por quienes le ofrezcan un cambio de situación por medio de la violencia social. Pero tampoco por quienes le exhortan a la resignación ni por quienes le obligan con amenazas al silencio. ¡No nos dejemos vencer por las tentaciones! No caigamos en el miedo paralizante y la desesperanza, como si nuestro presente no tuviera futuro. La violencia, la resignación y la desesperanza son graves peligros para la democracia. Nunca debemos ser ciudadanos pasivos y conformistas, sino sujetos conscientes de nuestra propia y calamitosa realidad; sujetos pacíficos, pero activos y, en consecuencia, actuar como protagonistas de las transformaciones de nuestra historia y nuestra cultura. ¡El Evangelio nos reclama eficacia!. Hacemos un llamado a todos los poderes públicos, en los diversos ámbitos de sus respectivas competencias, a que escuchen con respeto la voz del pueblo, las diversas expresiones de sus múltiples necesidades y sus justos reclamos.
4. También queremos hacer un llamado de atención a todos los que se aprovechan de la situación de escasez y carestía por la que atravesamos los venezolanos: a los que se dedican a especular con los precios, asaltando a los ciudadanos con la práctica del llamado “bachaqueo”, como a quienes, abusando de su autoridad, exigen pagos que no les corresponden. Tal proceder es moralmente inaceptable y hace evidente la falta de valores éticos en sus vidas. Aprovecharse de la necesidad ajena para lucrarse es un crimen y un pecado mortal a los ojos de Dios, del cual tendrán que dar cuenta en algún momento.
5. Tanto los líderes del oficialismo como los de la oposición deben expresar su seria preocupación por todo el pueblo, sin dejarse llevar por intereses partidistas y particulares. Es hora de demostrar que se está en una actitud de defensa del bien común y de los verdaderos intereses de cada uno de los ciudadanos de Venezuela.
6. El momento actual conlleva algunas exigencias que hemos de asumir todos a favor del bien común. Los dirigentes políticos, sociales, empresariales, gremiales y religiosos estamos llamados a dar testimonio tangible de responsabilidad y de compromiso de amor a nuestra patria.
7. El Gobierno debe favorecer todas las formas de ayuda a los ciudadanos. Es apremiante la autorización a instituciones privadas del país, como Cáritas y otros programas de diferentes confesiones religiosas, que no nos metemos en la diatriba política, sino que servimos directamente a los más necesitados, para que podamos traer alimentos, medicinas y otros insumos necesarios, provenientes de ayudas nacionales e internacionales, y organizar redes de distribución a fin de satisfacer las urgentes necesidades de la gente.
8. Es indispensable y justo preservar la sana convivencia. Las autoridades han de contribuir, con su discurso y sus acciones, a crear un clima de tranquilidad y paz social. Condenemos, como nos enseña Dios en el quinto mandamiento (Ex 20,13) toda forma de violencia, reñida siempre con el respeto a la vida. Denunciemos y condenemos los horrorosos “linchamientos”, perpetrados en algunas ciudades, signo de la deshumanización en que han caído algunos ciudadanos. Todos los católicos tienen la tarea de fortalecer la solidaridad entre los vecinos y en las comunidades. Este es su primer y principal apostolado. Quienes estén integrados en los Consejos Comunales, tienen un instrumento útil para este propósito. Escuchemos al Papa Francisco: “vivan los conflictos en modo evangélico, volviéndolos ocasión de crecimiento y reconciliación”.
9. El respeto a la institucionalidad es un compromiso y una obligación moral irrenunciable. Los Poderes Públicos deben respetarse entre sí y articularse a favor de la nación. Lo contrario, el irrespeto y la permanente confrontación entre ellos, va en detrimento de la posibilidad real de solucionar los problemas que nos afectan a todos. Concretamente, el Poder Ejecutivo y la Asamblea Nacional, a más de respetarse y actuar según su respectiva autonomía, reconociendo el papel que a cada uno le corresponde, están llamados a dar al pueblo ejemplo de “encuentro y diálogo” en favor de la convivencia nacional. En esta misma línea, deben buscar, de manera conjunta, soluciones, que el pueblo reclama, a problemas de vital importancia: la recuperación económica general del país, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, la falta de electricidad y calidad de los servicios públicos, la violencia y la inseguridad, la seguridad social de los adultos mayores, el problema de los llamados presos políticos. La Ley de amnistía es un clamor nacional e internacional y una contribución a la distensión social. Desconocer a la Asamblea Nacional es desconocer y pisotear la voluntad de la mayoría del pueblo.
10. Todas las instancias de servicio de la Iglesia, diócesis, parroquias, institutos religiosos, asociaciones y grupos de apostolado, institutos educativos católicos, centros de reflexión, deben iluminar, con la Palabra de Dios y la Doctrina Social de la Iglesia, la situación concreta de cada región. Desde esta perspectiva, es imperativo seguir ofreciendo la acción decidida de la Caritas Nacional, diocesana y parroquial y las diversas acciones de la Pastoral Social. Es necesario “primerear” la caridad. Esta ha sido la lección imperecedera de la historia de la Iglesia. Todas nuestras comunidades eclesiales deben abrir un espacio, de modo que se conviertan en “casas de encuentro y diálogo” para quienes sincera y desinteresadamente buscan construir la paz. Todo esto lo sustentamos en la Palabra de Dios, la eucaristía, la oración y la caridad evangélicas.
11. En medio de las dificultades del presente y las sombras que oscurecen el porvenir, estamos invitados a ver y sentir el “paso” del Señor en medio de nosotros. Descubrirlo nos ayudará a actuar como “Testigos” del Resucitado y edificar en Venezuela el Reino de Dios, de justicia, amor y paz, sabiendo que “si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles” (Salmo 126) Para ello contamos con la intercesión de María de Coromoto, quien es Madre que nos acompaña y consuela y “estrella de la evangelización”.
Con nuestra afectuosa bendición episcopal. Caracas, 27 de Abril de 2016





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La alegría del Opus Dei por las virtudes heroicas de Montse Grases
Redaccion | 28/04/16

(ZENIT – Roma).- El papa Francisco autorizó este martes la promulgación de los decretos relativos a varias causas de canonización. Entre estos se encuentra el decreto sobre la heroicidad de las virtudes de Montse Grases (1941-1959), una joven del Opus Dei fallecida a los 17 años.
Al conocer el anuncio realizado por la Santa Sede, el prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría, ha dicho: “Agradezco de corazón al Señor este paso en la causa de beatificación de Montse, una muchacha con una vida breve, pero que ha sido un auténtico don de Dios para quienes la trataron y también para aquellos que la han conocido después de su dies natalis, de su marcha al cielo”.
Además, ha señalado en un comunicado enviado a los medios, que Montse Grases “correspondió desde una temprana edad al amor de Dios en medio del mundo y procuró ser piadosa, trabajar bien –aprovechando sus cualidades– con afán de servicio, con disposición permanente de atender generosamente a los demás, olvidada de sí misma. Siguió fielmente al Señor cuando la llamó a formar parte del Opus Dei y buscó caminar –a través de una existencia común a la mayoría de las mujeres– muy unida a Él, también mientras padeció un cáncer que le ocasionó la muerte y que le provocaba dolores muy intensos. Intentó acabar con delicadeza sobrenatural sus ocupaciones diarias, por amor a Dios y a los demás, y se propuso acercar sus muchas amistades a Jesús”.
Finalmente, monseñor Javier Echevarría ha señalado que tiene “la ilusión de que el ejemplo de Montse continúe ayudando a muchas chicas y a muchos chicos jóvenes a plantearse una vida de generosa entrega al Señor en el matrimonio, en el celibato apostólico, en la vida religiosa y en el sacerdocio”.
Biografía
María Montserrat Grases García –Montse– nació en Barcelona, el 10 de julio de 1941. Fue la segunda de nueve hijos. Su temperamento era vivaz y espontáneo. En el hogar familiar asimiló algunos de los rasgos distintivos de su carácter: la alegría, la sencillez, la generosidad y la preocupación por los demás. Le gustaban los deportes, la música, las danzas populares de su tierra y participar en obras de teatro. Tenía muchos amigos.
Sus padres le enseñaron a tratar a Dios con confianza y, conforme crecía, la ayudaron a luchar por vivir las virtudes cristianas y a consolidar su vida espiritual. En 1954, comenzó a frecuentar un centro del Opus Dei. Los medios de formación cristiana que recibió allí contribuyeron en su maduración humana y espiritual.
A los dieciséis años, se dio cuenta de que Dios la llamaba a este camino de la Iglesia y tras meditar, orar y pedir consejo solicitó ser admitida en el Opus Dei. A partir de entonces, se empeñó con mayor decisión y constancia en buscar la santidad en su vida cotidiana. Se esforzó por tener un trato constante con Dios, descubrir la voluntad divina en el cumplimiento de sus deberes, cuidar, por amor, los pequeños detalles y hacer la vida amable a quienes la rodeaban. Logró transmitir a muchos de sus parientes y amigos la paz que da vivir cerca de Dios.
Poco antes de cumplir los diecisiete años, le diagnosticaron un cáncer (sarcoma de Ewing) en el fémur de la pierna izquierda. La enfermedad duró nueve meses y le ocasionó dolores muy intensos, que aceptó con serenidad y con fortaleza. También mientras estuvo enferma, manifestó una alegría contagiosa. Acercó a Dios a muchas amigas y compañeras de clase que iban a visitarla. Encontró a Jesús y a la Virgen en el dolor. Los que estuvieron cerca de ella fueron testigos de su progresiva unión con Dios. Una de sus amigas afirma que, cuando la veía rezar, palpaba su proximidad con Cristo.
Murió el 26 de marzo de 1959, Jueves Santo. Muchas personas manifestaron que su vida había sido heroica y ejemplar. Desde entonces, esta fama de santidad ha ido aumentando progresivamente.





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Colombia: Los restos exhumados no son los de Camilo Torres
Sergio Mora | 28/04/16

(ZENIT – Roma).- La fiscalía de Colombia descartó este lunes que los restos exhumados en el cementerio municipal de Bucaramanga, pertenecieran al sacerdote Camilo Torres.
“Torres, icono del ELN, surgido en 1964 a inspiración de la Teología de la Liberación y la Revolución cubana, falleció el 15 de febrero de 1966 en un enfrentamiento entre la guerrilla y el Ejército en el municipio de San Vicente de Chucurí, unos 450 km al noreste de Bogotá”, señala Radio Caracol.
El fiscal responsable, Jorge Perdomo, declaró: “Después de haber hecho todos los cotejos de ADN se logró establecer que no se trata de Camilo Torres la persona que se encuentra allí inhumada”.
En cambio la investigación determinó que los restos exhumados corresponden en un “99,9%” a los del ciudadano Mario Belarmino Cáceres. El fiscal añadió que “el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, junto con la fiscalía, tienen de todas maneras evidencia de la posibilidad de que el cuerpo (del sacerdote insurgente) sí se encuentre inhumado en ese cementerio en Santander y por eso vamos a seguir buscando”.
Camilo Torres reingresó en la escena de Colombia en enero pasado, cuando se cumplieron los 50 años de su muerte, porque el grupo guerrillero ELN puso como condición al Gobierno para iniciar un diálogo de paz, la restitución del cuerpo y de la dignidad sacerdotal, como prueba de buena voluntad. El presidente Juan Manuel Santos autorizó y la búsqueda llevó al cementerio en el que se realizó la exhumación de lo que se creía era su cuerpo.





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Hace 516 años fue la primera misa en Brasil
Redaccion | 28/04/16

(ZENIT – Roma).- Hace 516 años fue la primera misa celebrada en Brasil, era el domingo 26 de abril de 1500. Lo recuerda la Radio Vaticano precisando que poco antes, el 22 de abril de 1500, llegaron las 13 carabelas dirigidas por Pedro Álvares Cabral y al avistar un monte en el mar, le llamaron Monte Pascoal, por ser el octavo día de la Pascua.
Los descubridores portugueses al desembarcar en la tierra firme fueron recibidos por unos veinte indios e hicieron el intercambio de regalos, a continuación partieron en las Caravelas hacia un lugar más seguro y terminaron en la playa de la Corona Vermelha, en Porto Seguro, costa sur de Bahía.
Allí el domingo 26 de abril de 1500, fue celebrada la primera misa en suelo brasileño, como lo indicó el escribano Pero Vaz de Caminha en una carta al rey de Portugal, D. Manuel.
“Después de 47 días navegando a través del Océano Atlántico llegamos a la playa de la Corona Vermelha, dos carpinteros hicieron una cruz y la plantaron en la arena”. La misa fue celebrada por Frei Henrique, con unos pocos clérigos. Participaron a la celebración unos mil hombres, entre oficiales, marineros, además de unos doscientos indios, que siguieron a lo que ocurrió con atención, respeto y adoración.
Los portugueses trataron de mostrar a los indios el respeto que sentían por la cruz, por ello se arrodillaron uno por uno y la besaban, lo que llevó a algunos indios a hacer el mismo gesto.
El escribano Vaz de Caminha creía que la conversión de los indios sería fácil, porque habían demostrado un gran respeto por la religión y le escribió al rey que envíe clérigos al lugar para bautizarlos.
La segunda misa fue celebrada el 1 de mayo, en la desembocadura del río Mutari. Así nació lo que hoy se considera el mayor país católico del mundo.





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Ante la permitida Marihuana
Felipe Arizmendi Esquivel | 28/04/16

VER
El Presidente de la República ha enviado una iniciativa de ley al Congreso de la República, para que se permita el uso de la marihuana con fines terapéuticos y que las personas puedan llevar consigo una cantidad de 28 gramos, sin que sea delito. Se aduce como motivo el ya no criminalizar a los consumidores, influir en la rebaja del precio de la droga, quitarles fuerza y poder a los grandes traficantes, a quienes el gobierno se compromete a seguir persiguiendo.
Untarse marihuana para curar dolores corporales, ha sido una costumbre aceptable. Dios nos dio las plantas para nuestro bien, y algunas tienen propiedades curativas que debemos conocer y saber usar.
Pero liberalizar la portación y el consumo de 28 gramos de marihuana, nos traerá consecuencias deplorables. Pronto veremos que, en cualquier fiesta, ponen en las mesas pequeñas dosis, para el libre consumo de los invitados. Se empieza por pequeñas cantidades, para luego caer en cadenas de las que difícilmente podrán liberarse. ¡A dónde llegaremos!
PENSAR
Durante su reciente visita a nuestro país, el Papa Francisco nos dijo a los obispos: “Me preocupan particularmente tantos que, seducidos por la potencia vacía del mundo, exaltan las quimeras y se revisten de sus macabros símbolos para comercializar la muerte. Les ruego por favor no minusvalorar el desafío ético y anti cívico que el narcotráfico representa para la juventud y para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia.
La proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas, la inmensidad de su extensión, como metástasis que devora, la gravedad de la violencia que disgrega y sus trastornadas conexiones, no nos consienten a nosotros, Pastores de la Iglesia, refugiarnos en condenas genéricas, sino que exigen un coraje profético y un serio y cualificado proyecto pastoral para contribuir, gradualmente, a entretejer aquella delicada red humana, sin la cual todos seríamos desde el inicio derrotados por tal insidiosa amenaza. Sólo comenzando por las familias; acercándonos y abrazando la periferia humana y existencial de los territorios desolados de nuestras ciudades; involucrando a las comunidades parroquiales, las escuelas, las instituciones comunitarias, las comunidades políticas, las estructuras de seguridad; sólo así se podrá liberar totalmente de las aguas en las cuales lamentablemente se ahogan tantas vidas, sea la vida de quien muere como víctima, sea la de quien delante de Dios tendrá siempre las manos manchadas de sangre, aunque tenga los bolsillos llenos de dinero sórdido y la conciencia anestesiada”.
A los jóvenes en Morelia: “Ustedes son la riqueza de México, ustedes son la riqueza de la Iglesia. Entiendo que muchas veces se vuelve difícil sentirse la riqueza cuando nos vemos continuamente expuestos a la pérdida de amigos o de familiares en manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror. Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte”.
En Ciudad Juárez: “Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo. Y esta pobreza y marginación es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que hoy no nos podemos dar; no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México”.
ACTUAR
Como es previsible que los legisladores aprueben la iniciativa que les envió el ejecutivo federal, exhorto a padres de familia, educadores, catequistas y agentes de pastoral, que nos esforcemos por consolidar las familias, pues allí está la base que formará personas capaces de ejercer su libertad responsable ante tantas ofertas que les van a llegar. Sin familias estables, algunos caerán en las garras de la marihuana, como caen en el alcohol, y terminarán tirados en las calles, o en centros de rehabilitación. ¡Salvemos la familia, y salvaremos a México!





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Santa Catalina de Siena – 29 de abril
Isabel Orellana Vilches | 28/04/16

(ZENIT – Madrid).- Tuvo un papel excepcional en la historia –e insólito para una mujer de su tiempo– al defender la sede de Pedro y luchar por la unidad de la Iglesia. Nació en Siena, Italia, el 25 de marzo de 1347. Le urgía tanto la entrega de su vida a Dios, que le consagró su virginidad a los 7 años mediante voto privado. Lapa, su madre, ignoraba el fuego que latía en las entrañas de su pequeña, la penúltima de los veinticuatro hijos que daría a luz. Cuando Catalina tenía 12 años, ella y otra de sus hijas hicieron lo posible para encaminarla al matrimonio, aconsejándole que cuidase su aspecto. Entonces la santa realzó su indumentaria luciendo diversos aderezos conforme a la moda del momento. Pero enseguida se arrepintió de esta muestra de vanidad y quiso purgar su flaqueza con actos penitenciales. Los contratiempos, la rudeza de los trabajos que le impusieron y el rígido trato que recibía incrementaron su paciencia. Nadie podía penetrar en el recóndito espacio interior que ardía de amor a Dios, sino Él mismo que lo inundaba con su inmensa ternura.
A los 15 años ya era conocida por su heroica caridad con los pobres, prisioneros, enfermos y desahuciados. Todo lo asumía como vía de expiación de sus culpas. Al año siguiente tomó el hábito de la tercera Orden de Santo Domingo. Intensificó la oración y la penitencia realizada en la habitación que había convertido en una especie de eremitorio. Fueron tres años intensos de los que solo sabía, además de Dios que todo lo conoce, su confesor. Punzantes tentaciones contra la castidad que brotaban de su mente de mil formas distintas le produjeron gran turbación y desasosiego. A ello siguió una profunda oscuridad que constituyó para la santa una prueba aún mayor. Le sostuvo su humildad y confianza en Dios. Al final de este túnel, cuando vislumbró el rostro resplandeciente de Cristo, le preguntó: «¿Dónde estabas Tú, mi divino Esposo, mientras yacía en una condición tan abandonada y aterradora?». Él respondió: «Hija, estaba en tu corazón, fortificándote por la gracia». Cristo crucificado le tendía los brazos y se esforzaba por asemejarse a Él. Este inefable amor fue singularmente correspondido en 1366 con su místico desposorio sellado con una alianza, que siempre era visible para ella pero no para el resto de mortales.
A lo largo de su vida fue agraciada con numerosos éxtasis, así como dones de lágrimas, milagros y profecía. En una de sus visiones, narra su confesor y biógrafo san Raimundo de Capua, tuvo la impresión de que Dios se había llevado su corazón. Y pocos días más tarde, viéndose envuelta en una luz que provenía del cielo, se le apareció el Salvador portando en sus manos un rojo corazón del que emanaba intenso fulgor. Se acercó a ella y abrió su costado izquierdo introduciéndoselo, al tiempo que le decía: «Hija, el otro día me llevé tu corazón; hoy te entrego el mío y de aquí en adelante lo tendrás para siempre». Le cerró el pecho, pero la cicatriz fue ostensible. A partir de entonces solía decir: «Señor, te recomiendo mi corazón».
En 1369 inició una intensa vida apostólica. Pasando por alto el gravísimo riesgo que corría de contraer la lepra, atendía a los enfermos. Doblegó su voluntad venciendo su natural repulsión en un hecho que la asemejó a san Francisco de Asís al aplicar sus labios a las llagas purulentas de uno de aquellos infelices. Su acción durante la peste que asoló el país fue también admirable. Tan ardiente caridad fue recompensada por Dios a través de varios milagros. Convirtió a muchos pecadores incapaces de sustraerse a sus exhortaciones, con las que les encaminaba a una vida de penitencia. Muchos la seguían porque les reportaba paz y consuelo abriéndoles el camino del amor a Dios. Había quienes la calificaban de hipócrita y fanática, y otros la consideraban santa. El 1 de abril de 1375 fue bendecida con los estigmas de la Pasión, que en su caso no fueron de sangre sino de luz.
Fue una gran conciliadora en su entorno familiar y a otras escalas, como hizo cuando supo que Florencia estaba adherida a una liga contra la Santa Sede. Sus componentes desoyeron las demandas de Gregorio XI, residente en Avignon, y aceptaron la mediación de Catalina, que convenció a los magistrados. El papa, admirado por su prudencia y virtud, le dijo: «No deseo nada más que la paz. Dejo esta cuestión totalmente en sus manos; solo le recomiendo el honor de la Iglesia». Con todo, persistieron las gravísimas desavenencias. Pero quizás el hecho más significativo fue su papel dentro de la Iglesia. Arreciaron las quejas de los romanos por la ausencia de los últimos pontífices de la Sede de Roma, que duraba ya sesenta y cuatro años de residencias en Avignon, y con ello las amenazas de cisma. Gregorio XI se propuso regresar, pero este sentimiento confiado prudentemente en la corte no obtuvo su beneplácito. Consultó a Catalina quien, conocida por revelación la íntima decisión del pontífice, le dijo: «Cumpla con su promesa hecha a Dios». Su determinación y ternura calaron en el Santo Padre. Le había llamado «dulce Cristo en la tierra», diciéndole: «¡Animo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar». El papa quedó impresionado y se propuso volver a Roma. La santa logró que en 1378 Florencia admitiera la autoridad del pontífice Urbano VI sucesor de Gregorio XI. Cuando aquél la llamó a través de su confesor para que fuese a Roma, al comienzo del gran cisma en el que estuvo implicado junto a Clemente VII, Catalina se trasladó allí, donde murió el 29 de abril de 1380, ocho días después de haber sufrido un ataque de apoplejía. Tenía 33 años.
Le había costado aprender a leer, y pudo escribir siendo adulta. Ente otras obras maestras, ha legado «El Diálogo de la Divina Providencia», dictado en su celda de Siena. Pío II la canonizó el 29 de abril de 1461. En 1939 fue declarada patrona de Italia junto a san Francisco de Asís. El 4 de octubre de 1970 Pablo VI la proclamó doctora de la Iglesia. El 1 de octubre de 1999 Juan Pablo II la designó copatrona de Europa.





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San Luis María Grignion de Montfort – 28 de abril
Isabel Orellana Vilches | 27/04/16

(ZENIT – Madrid).- Nació el 31 de enero de 1673 en Montfort, Francia. Era el mayor de dieciocho hermanos. Entre ellos hubo tres sacerdotes y tres religiosas; otro falleció en la infancia. Aunque de fuerte complexión y fortaleza física, gran habilidad, así como cualidades para el arte (dibujo y pintura) y la literatura –todo lo cual merecía el respeto de sus amigos–, Luís era tímido; le agradaba la soledad. Se curtía orando ante la Eucaristía y frente a la imagen de María. Su padre era un abogado de carácter agrio e irascible, que volcaba especialmente en su primogénito, hostigándole e incitándole a la ira. Como el joven tenía también su temperamento, y seguramente un viso cercano al despotismo y a la arrogancia como su progenitor –según han afirmado estudiosos de su vida–, para evitar conflictos con él actuaba como Teresa de Lisieux: hacía de la huída su victoria. Al optar por esta vía se adiestraba en la forma de morir a sí mismo indicada por Cristo y caminaba firmemente hacia la santidad.
Fue domando sus tendencias y aprendió a ser paciente y amable. Ello le predispuso para saber afrontar evangélicamente numerosas pruebas que salpicaron su acontecer: incomprensiones, persecuciones e insultos cargados de hiel. Pronto se refugió en María para que acogiese en su regazo maternal las penas que le ahogaban. Ella le confería paz. «Soy todo tuyo ¡oh María!, y todo cuanto tengo, tuyo es», escribiría en una de sus extraordinarias obras.
Siendo adolescente acudía por la mañana temprano a misa sin reparar en la notable distancia que había entre el templo y su domicilio. Cursó estudios con los jesuitas de Rennes y mantuvo la costumbre de acudir a la iglesia visitándola antes y después de salir de clase. Todo ello aconteció en la etapa crucial de los 11 a los 19 años, que de algún modo marca el devenir. Era externo; vivía con su tío sacerdote Alain Robert. En ese periodo tuvo una experiencia de Dios que dio un vuelco a su vida, y que le llevó a centrarse en la oración y en la penitencia. Ante todo, buscaba su transformación interior. Por eso aprovechaba las vacaciones uniéndose a un grupo de jóvenes que atendían a pobres y enfermos incurables liderados por Julien Bellier, un sacerdote con gran impronta apostólica. Allí comenzó a impartir catequesis y a intensificarse su devoción a María. Fue el umbral de una de sus líneas características: la búsqueda de la Sabiduría.
A los 20 años inició estudios eclesiásticos en el seminario san Sulpicio de París. Su familia atravesaba serios problemas económicos, y aunque tenía benefactores malvivió en el alojamiento que le asignaron fuera del seminario porque no podía procurarse otro mejor. Al morir el director de la comunidad se acogió a otra con mayores carencias. Padeció hambre y frío tales que enfermó seriamente. Permaneció un tiempo en el hospital debatiéndose entre la vida y la muerte, y al recobrar la salud ingresó en el seminario de san Sulpicio. Sus gestos no pasaron desapercibidos: velaba a moribundos para obtener algo de dinero, se manifestaba en las calles contra los que publicaban textos poco edificantes o entonaban canciones profanas, organizaba colectas en el seminario para ayuda de los necesitados, etc. Eran formas consideradas poco ortodoxas por muchos de su entorno y no causaban buena impresión precisamente. A ello se unían las críticas contra su criterio, juzgado como severo en no pocas ocasiones. Luís iba conquistando la santidad a fuerza de oración, penitencia y estudio.
Fue ordenado en 1700. Y los dieciséis años de sacerdocio vinieron cargados de dificultades para él, entre otras cosas, porque no se entendía su inquietud y nula conformidad con ciertas costumbres eclesiásticas. En 1703 aún no tenía claro si debía orientarse al auxilio de los pobres o a la predicación. Entonces ya vivía en París y meditaba sobre la cruz de Cristo en el minúsculo espacio que había en el hueco de la escalera de un modesto local. En 1704 estuvo centrado en las misiones en Poitiers en medio de incomprensiones hasta el punto de que el obispo le despidió de la diócesis. Fueron años de incertidumbre y soledad, de muchos recelos acumulados tras de sí a su pesar, de ver cómo se cerraban puertas que había ido abriendo. No sabía a quién acudir, hasta que en 1706 tomó la decisión de viajar a Roma. Fue con la esperanza de que el Santo Padre marcase el rumbo que debía seguir. Y Clemente XI en el transcurso de una audiencia ratificó la labor que había venido realizando, esa que otros no acogieron bien, encomendándole la evangelización de las campiñas de Francia en comunión con los obispos. Partió de allí con el título de «misionero apostólico» que el pontífice le confirió.
Durante cinco años evangelizó el país de forma incansable llegando hasta Bretaña. Animaba las misiones con cánticos y ponía signos externos que recordarían la labor llevada a cabo. Señalizaba los lugares con cruces, a veces erigía calvarios y hacía que cobrasen realce cofradías que estaban en decadencia. Después de una corta experiencia vinculado a unos misioneros que actuaban bajo la dirección del padre Leuduger lanzó las redes a laicos y otros presbíteros de distintas órdenes interesados en colaborar con él. En medio de las dificultades que prosiguieron, casi al final de sus días puso las bases de dos congregaciones religiosas: la Compañía de María y las Hijas de la Sabiduría; se materializaron cuando ya había fallecido. Además, restauró templos dedicados a María, y luchó contra el jansenismo arrebatando numerosas conversiones. Fue un insigne escritor de textos marianos. El 28 de abril de 1716 falleció a consecuencia de una pulmonía en Saint-Laurent-sur-Sèvre. León XIII lo beatificó el 22 de enero de 1888. Pío XII lo canonizó el 20 de julio de 1947. En 1942 se halló su manuscrito Tratado de la verdadera devoción a María que ha conferido a este santo fama universal.