Hay momento históricos que por su dureza enaltecen a seres humanos que reivindican su honestidad vital —no exenta de limitaciones personales— ante la paranoia reinante y son capaces de no dejarse vencer por el miedo de obrar e ir contracorriente. Lo atestiguaba recientemente el padre Ibrahim desde el “infierno” de Alepo, reclamando a los occidentales a “no ser esclavos de nuestros miedos” para acoger a los refugiados (video https://youtu.be/U195G9__6L0).

Sin intención de comparar, porque era otro contexto y época, adelantó también el paso Dalton Trumbo, cuando se significó, a pesar suyo, como uno de los Diez de Hollywood que sufrió el escarnio, la marginación y fue acusado de “comunista” en los finales de los 40 del siglo pasado por el Comité de Actividades Antiestadounidenses.

Sobre él y el resto de sus compañeros, ha basado su película-denuncia Jay Roach (Bruno, Austin Powers, Zoo Radio…), protagonizada por el villano de Breaking Bad, Bryan Cranston, monumental en su actuación, y Helen Mirren, su oponente más pertinaz. El filme ofrece también declaraciones de personalidades de Hollywood que se significaron a favor o en contra de la que fue conocida como “Caza de brujas” del senador McCarthy, entre ellos John Wayne, Kirk Douglas, Otto Preminger, Ronald Reegan y Edward G. Robinson.

La “Guerra fría”, el fin de las alianzas

Quienes habían sido aliados contra Alemania, Estados Unidos y la URSS, tras la Segunda Guerra Mundial pujaron por ampliar sus áreas de influencia en el mundo, en lo que se conoció como la “Guerra fría”. Salidos de tan gran conflagración, era difícil restaurar en tan poco tiempo la comprensión por posiciones disidentes. En la URSS y el resto de países que adoptaron el comunismo era impensable cualquier alusión al respeto de los derechos humanos que no partiera de lo concedido por el omnipresente Estado, como lo atestiguan brutalmente los millones de muertos (se calcula más de 100) que ha dado el marxismo-leninismo-maoísmo en sus diferentes países, desde la URSS a China, pasando por Camboya. Pero no era así en Estados Unidos, un país que reivindicaba libertades y democracia, como genuinas señas de identidad.

Pero estos dignísimos planteamientos no actúan mecánicamente, requieren de la libertad de los individuos y tienen que ser conquistados y actualizados por cada generación. Y, en Estados Unidos, el miedo real a la influencia del comunismo que se iba extendiendo, operó como muro de hierro contra quienes esgrimían posturas sociales más comprometidas, quienes eran tachados de comunistas, aún sin serlo muchos de ellos.

La sospecha como postura

No fue el caso del exitoso guionista de cine Dalton Trumbo, autor, entre otros, de los textos, firmados con otros nombres, de Vacaciones en Roma, El bravo (por ambas obtuvo sendos Oscar), Espartaco y Exodo, que sí estuvo enrolado en el Partido Comunista, legal en Estados Unidos en aquella época. Por lo que vemos en el filme, Trumbo intentaba mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, principalmente de quienes no formaban parte del star system, pero que eran la mayoría de los que hacían posible que siguiera funcionando a pleno rendimiento la gran industria de Hollywood.

El miedo al comunismo creció fulgurante y arrasó las vidas de muchos “disidentes”, envileció a sus jueces y lastimó al sistema de derechos civiles estadounidense, ya maltrecho por las leyes segregacionistas con los afroamericanos.

El director Jay Roach combina acertadamente y con magistral pulso narrativo estos elementos del guion de John McNamara, en un montaje “limpio” y convincente que mezcla declaraciones de época, con diálogos de los acusados y delaciones de antiguos colaboradores…, cuyo resultado global es una magnífica muestra de cine significativo y crónica del momento, que huye de secuencias y parlamentos irrelevantes, para realizar una notable síntesis de hechos y posturas personales.

Una notable dirección de actores engrandece a todos los miembros del reparto, comenzando por Bryan Cranston, Diane Lane, que encarna a Cleo, la mujer del guionista; John Goodman, como Frank King, un productor de películas de serie C que encuentra un filón contratando secretamente a los Diez de Hollywood; o Helen Mirren, quien borda su papel de la periodista anticomunista Hedda Hooper.

Ella fue una de las más duras contrincantes de Trumbo, denunciando todo lo que sonara a “rojo” en Hollywood, pero el guionista no solo lidió con ella, sino también con algunos de sus compañeros de lucha, pues planteaban una confrontación más frontal.

Muchos de ellos fueron a la cárcel, condenados por actividades antiamericanas (Trumbo, 11 meses). Tras su excarcelación, el autor, además, de Johnny cogió su fusil, cambió de táctica con una inteligencia realista digna del mejor estratega, que tuvo la oposición de parte de sus amigos.Y no solo ellos, pues su propia familia asumió y sufrió la “táctica” del escritor que trabajaba 18 horas diarias y hacia trabajar a sus hijos de telefonistas y mensajeros.

En esa tesitura exigente, el gran personaje de Cleo se destaca en la cinta como uno de los baluartes de la familia, reconocida por su marido como la que hizo posible que todos “sobrevivieran” a aquella extenuante carrera de fondo, marcada por el compromiso por unas ideas de justicia social.

Una película imprescindible en fondo y forma.

 

Título original: Trumbo -USA 2015

Duración: 124 min.

Director: Jay Roach

Guión: John McNamara

Fotografía:Jim Denault

Reparto: Bryan Cranston, Diane Lane, Helen Mirren, John Goodman, Elle Fanning, Louis C.K., Michael Stuhlbarg, David James Elliott, Roger Bart, J.D. Evermore, Mark Harelik, Peter Mackenzie, Toby Nichols, Becca Nicole Preston, Elijah Miskowski

Género: Drama