Servicio diario - 10 de mayo de 2016


 

El Papa en Sta. Marta invita a ‘quemar’ la vida por Jesús
Posted by Redaccion on 10 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado este martes en la homilía de la misa de Santa Marta sobre la docilidad a la voz del Espíritu Santo, en esta semana que la Iglesia se prepara para la celebración de Pentecostés. Y así, ha recordado que esta docilidad es la que empuja a “quemar” la vida por el anuncio del Evangelio, también en los lugares más alejados. Esta es –ha precisado– la característica de fondo de cada hombre y mujer que elige servir a la Iglesia yendo a la misión.
Una llamada que da “fuerza”, un impulso irresistible a tomar la propia vida y donarla a Cristo, incluso más: a “quemarla” por Él. Esto está en el corazón de cada apóstol. Era el fuego que quemaba el corazón de san Pablo, es el mismo fuego que arde en “tantos jóvenes, chicos y chicas, que han dejado la patria, la familia y han ido lejos, a otros continentes, a anunciar a Jesucristo”, ha asegurado el Santo Padre.
La homilía del Pontífice se ha inspirado en el pasaje de Los Hechos de los Apóstoles que cuenta la despedida de Pablo de la comunidad de Mileto.
Creo –ha observado el Papa– que este pasaje nos evoca la vida de nuestros misioneros de todas las épocas. Y lo ha explicado así: “Iban obligados por el Espíritu Santo: ¡una vocación! Y cuando, en esos lugares vamos a los cementerios, vemos sus lápidas: muchos han muerto jóvenes, con menos de 40 años. Porque no estaban preparados para las enfermedades del lugar. Han dado la vida jóvenes: han ‘quemado’ la vida. Yo creo que ellos, en ese último momento, lejos de su patria, de su familia, de sus seres queridos, habrán dicho: ‘Valía la pena lo que he hecho’”.
En esta misma línea, el papa Francisco ha asegurado que “el misionero va sin saber qué le espera”. Y ha recordado la despedida de san Francisco Javier narrada por el poeta y escritor español José María Pemán.
“Sé solamente –había dicho el apóstol en sus palabras de despedida– que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas”. El papa Francisco ha precisado que “el misionero sabe que la vida no será fácil, pero va adelante”.
De este modo, ha pensado en “nuestros misioneros”, que son “héroes de la evangelización de nuestro tiempo”. Europa –ha recordado Francisco– ha llenado de misioneros otros continentes… Y estos se iban sin volver… Creo que es justo, ha observado el Santo Padre, que nosotros demos gracias al Señor por su testimonio. Es justo que nos alegremos por tener estos misioneros, que son verdaderos testigos.
El Santo Padre ha pensado en cómo pudo haber sido el último momento de estas personas: “¿Cómo puede haber sido su despedida? Como Javier: ‘He dejado todo, pero valía la pena’. “Anónimos, se han ido. Otros como mártires, ofreciendo la vida por el Evangelio. ¡Son nuestra gloria estos misioneros! ¡La gloria de nuestra Iglesia!”
El Santo Padre ha aseverado además que una cualidad del misionero es “la docilidad”. Por eso ha pedido que ante la “insatisfacción” que captura a “nuestros jóvenes de hoy” la voz del Espíritu “les dé fuerza para ir más allá, a ‘quemar’ la vida por causas nobles”.
Finalmente, el Pontífice ha concluido la homilía con un mensaje para los jóvenes que no se sienten bien con esta cultura del consumismo, del narcisismo. “¡Mirar el horizonte! ¡Mirar allí, mirar a estos misioneros!” Y así, ha exhortado a rezar al Espíritu Santo para que les dé fuerza para ir lejos, a ‘quemar’ la vida. Es una palabra un poco dura –ha advertido– pero la vida vale la pena vivirla. Pero para vivirla bien, ‘quemarla’ en el servicio, en el anuncio e ir adelante. Y esta es la alegría del anuncio del Evangelio.


Francisco pide a la comunidad mundial que responda a la violencia en Irak y Siria
Posted by Redaccion on 10 May, 2016



(ZENIT- Ciudad del Vaticano).- “Pueda Dios nuestro Padre dar paz y consuelo a todos los que sufren” en Oriente Medio y en particular en Irak y Siria, e “inspirar a la comunidad internacional para responder con sabiduría y justicia a tal violencia sin precedentes”. Este es el deseo que expresa el papa Francisco en una carta enviada a su santidad Tawadros II, patriarca de la Iglesia copta, enviada con ocasión de la Jornada de la amistad copto-católica que se celebra hoy, 10 de mayo.
En la misiva, el Papa recuerda los pasos emprendidos juntos “a lo largo del camino de la reconciliación y la amistad”. “Después de siglos de silencio, incomprensiones e incluso hostilidad, católicos y coptos están cada vez más en diálogo encontrándose y cooperando juntos al proclamar el Evangelio y en el servir a la humanidad”, afirma el Santo Padre.
Del mismo modo, observa que católicos y coptos tienen en común valores importantes “como la dignidad de cada vida humana, la santidad del matrimonio y de la vida familiar, y el respeto por la creación confiada por Dios”. Y por eso señala que frente a “muchos desafíos contemporáneos”, ambos están “llamados a ofrecer una respuesta común fundada en el Evangelio” que pueda también demostrar “más claramente que lo que nos une es más grande que lo que nos divide”.
El Pontífice manifiesta también el deseo de que, en virtud del bautismo común, llegue pronto el día en el que esta comunión ecuménica sea posible “hacerla visible en la mesa eucarística común”. El Espíritu Santo –pide el Santo Padre– guíe las dos Iglesias en la verdad y en la caridad, hacia la plena comunión. Al respecto, el papa Francisco subraya la importancia del diálogo teológico, esperando que este continúe “progresando y dando frutos abundantes”.
Para finalizar la carta, el Santo Padre dirige su mirada a Oriente Medio, por el cual Tawadros ha mostrado su fuerte preocupación, “especialmente en Irak y Siria, donde nuestros hermanos y hermanas y otras comunidades religiosas hacen frente a amenazas diarias”.
Por ello, el Papa reza para que “Dios conceda paz y consuelo a todos aquellos que sufren, e inspire a la comunidad internacional para responder con sabiduría y justicia a tal violencia sin precedentes”.


La Santa Sede destina 150 mil dólares del pabellón ‘de la Expo’ a los refugiados en Jordania
Posted by Rocío Lancho García on 10 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Los fondos recogidos en el pabellón de la Santa Sede en la Exposición Universal – Milán 2015, por voluntad del Santo Padre, serán destinados al proyecto “Promoting job opportunities for displaced Iraqis in Jordan” (La promoción de oportunidades de empleo para los iraquíes desplazados en Jordania). El proyecto será realizado por Cáritas Jordania en el Centro Santa María de la Paz de Amán. La cifra destinada a la iniciativa es de 150 mil dólares, ofrecidos libremente por los numerosos visitantes del pabellón de la Santa Sede en la Expo de Milán 2015.
El proyecto, presentado por el Pontificio Consejo Cor Unum, que lo ha valorado en colaboración con el Pontificio Consejo de la Cultura, pretende cumplir el deseo del Santo Padre de utilizar lo recaudado en el pabellón a favor de los sectores más débiles que están sufriendo las consecuencias de la guerra en Siria e Irak. Es decir, los refugiados, sus familias e hijos, que un gran número se encuentran hoy en Jordania.
Tal y como indica el comunicado distribuido hoy por Cor Unum, Jordania es uno de los principales países de acogida: 130 mil son por el momento iraquíes (casi 1’3 por ciento de la población), más de 1 millón 300 mil, sirios. “La cifra aumenta si se considera también a aquellos que no han sido todavía registrados por las Naciones Unidas”, precisa el comunicado.
Asimismo, se indica que el director de Cáritas Jordania, Wael Suleiman, ha dicho que a pesar del compromiso de la Iglesia local y de las autoridades gubernamentales, sigue siendo extremadamente difícil para los refugiados encontrar trabajo: “Muchos lo buscan para vivir con más dignidad, a menudo sin tener contratos. Pero el mercado no ofrece muchas oportunidades”.
El dicasterio vaticano explica que el proyecto servirá “para asegurar un trabajo retribuido regularmente a 15 refugiados iraquíes, dándoles empleo en la producción de conservas y en el cultivo y venta de aceite y verduras”. Además de los 15 trabajadores, se beneficiarán también los relativos núcleos familiares, que serán así capaces de mantenerse por sí mismos. “El proyecto dará también un recorrido de formación profesional de carpintería, agricultura e industria alimenticia para unos 200 iraquíes, y gracias al compromiso de trabajadores ocasionales serán ayudados unos 500 iraquíes al año”, explica el comunicado. La cantidad asignada cubrirá las gastos para los primeros seis meses, mientras la fase de auto-manutención debería iniciar inmediatamente después gracias a lo recaudado por la venta de los productos.
El proyecto será inaugurado el 12 de mayo en presencia del subsecretario del Pontificio Consejo Cor Unum, monseñor Segundo Tejado Muñoz, que viajará a Amán del 11 al 13 de este mes.


Francisco aprueba los decretos para un futuro beato colombiano y dos santos
Posted by Redaccion on 10 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha aprobado el decreto de las virtudes heroicas del siervo de Dios Rafael Manuel Almansa Riaño, sacerdote diocesano colombiano, de la Orden de los Hermanos Menores; nacido el 2 de agosto de 1840 y muerto el 28 de junio de 1927.
Conocido como el padre Almansa, trabajó con los fieles en Cúcuta, Bucaramanga, y fue capellán de la iglesia de San Francisco en Bogotá. Famoso por sus consejos a los habitantes de todas las clases sociales de la ciudad. Al fallecer, el Consejo de la urbe levantó un monumento de mármol en su tumba situada en el Cementerio Central de la ciudad. Para que se autorice la beatificación es necesario que se cumpla un milagro por la intercesión del siervo de Dios Almansa.
Asimismo, el Santo Padre ha aprobado los decretos de los milagros atribuidos a dos beatos, uno italiano y uno francés.
Se trata del beato Lodovico Pavoni, sacerdote, fundador de la congregación de los Hijos de María Inmaculada (los pavonianos); nacido el 11 de noviembre de 1784 y muerto el 1 de abril de 1849, quien entre otras cosas realizó un modelo de educación y iniciación al trabajo que anticipó las actuales escuelas profesionales.
Y del beato Salomón Leclercq (en el siglo Guglielmo-Nicola- Ludovico), de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (Hermanos de La Salle o lasallanos), nacido el 15 de noviembre de 1745 y asesinado el 2 de septiembre de 1792 en París. Preso en el convento de los carmelitas durante la Revolución Francesa por no haber jurado la Constitución Civil del Clero, fue masacrado a golpes de espada junto a los demás prisioneros.


El Patriarcado copto ortodoxo y la Universidad Al-Azhar juntos contra la violencia infantil
Posted by Redaccion on 10 May, 2016



(ZENIT – Roma).- La Universidad islámica de Al-Azhar y el Patriarcado copto ortodoxo han firmado un documento programático en el que exponen su compromiso común a luchar juntos contra todas las formas de violencia y abuso contra los menores.
Lo indica la agencia de noticias Fides, indicando que la declaración conjunta, preparada bajo el patrocinio de Unicef, fue firmada el lunes 9 de mayo, por el Patriarca Tawadros II y por el Sheikh Ahmed al Tayyeb, gran imán de Al-Azhar, considerada la institución teológica-académica de mayor autoridad del Islam suní.
En el texto, los estudiosos vinculados a la Universidad islámica y a la comunidad copta han ayudado a dar forma a la protección de los niños como una prioridad común, compartida tanto por la sensibilidad islámica como por la cristiana.
En los objetivos de la campaña a favor de los niños y niñas – refieren fuentes egipcias consultadas por la Agencia Fides – también se incluye el fenómeno de la mutilación genital y el matrimonio precoz, y, por supuesto, el secuestro y las violencias sexuales.
Además de la declaración de intenciones, la campaña también prevé la participación activa de al menos 850 responsables de iglesias y mezquitas – imanes, sacerdotes, religiosos, trabajadores pastorales – que, en el año en curso seguirán cursos de preparación especial, y luego trabajarán en primera persona en las campañas de información destinadas a sensibilizar a toda la población contra esta herida que ataca de diferentes formas a toda la sociedad egipcia.
Según las estadísticas más alarmantes, más del 70 por ciento de los niños egipcios ha sufrido algún tipo de abuso o violencia, incluso dentro de su propio ambiente familiar o de la comunidad en la que vive.


El arzobispo de Toledo: La diferencia de Francisco es su experiencia en Latinoamérica
Posted by Redaccion on 10 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El arzobispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez Plaza, en una reciente entrevista a ‘unomásdoce.com’ consideró que el papa Francisco no ha cambiado la doctrina de la Iglesia respecto a los anteriores Pontífices, pero que la gran diferencia está en la experiencia pastoral que tuvo en Latinoamérica. Sobre los refugiados que llegan a Europa señaló que con el viaje apostólico a Lesbos demuestra que él va donde está el problema, no es que lo vaya a solucionar pero “nos está indicando que atendamos bien a los refugiados”. Reproducimos aquí para nuestros lectores dos de las respuestas a la entrevista realizada por nuestro colaborador, el sacerdote Juan Francisco Pacheco.
Vd. Ya ha tenido ocasión de estar varias veces con el papa Francisco. ¿Cuál cree que es el aspecto pastoral al que más nos interpela?
— Está claro que el Papa, desde el punto de vista doctrinal, es lo mismo que los anteriores Papas; pero ha vivido una experiencia pastoral en Latinoamérica, en concreto, no sólo por haber sido arzobispo de Buenos Aires, sino todo lo que significa el CELAM y la Iglesia Iberoamericana que le da un plus de decir: “Vale. Sabemos esta doctrina. Ahora hay que ponerla en práctica”. Yo creo que esa es la diferencia; es decir: no es una persona que no es que esté en el activismo porque cuando ves que antes de celebrar la Misa a las 7 de la mañana hace dos o tres horas de oración, pues no es un activista que dice “Vamos a lanzarnos”.
Lo que sí es verdad es que está diciendo: Todo esto que tenemos y que es tan bueno y que hemos recibido de Benedicto XVI, de Juan Pablo II, de Juan Pablo I, de Pablo VI, de Juan XXIII, de Pío XII, etc. Ahora es un momento donde nos jugamos tanto que tenemos que ponerlo en práctica porque si no todo se queda en agua de borrajas.
Y además porque de ese modo, como él dice, no somos autorreferenciales y lo ponemos al servicio de los demás. Y a ver todos los temas desde todos los ángulos sin dejar el rigor doctrinal pero hay ese otro aspecto en el que quizá estábamos un poco más dormidos.
Además, como también había hecho Juan Pablo II al decir que no tenemos que tener ningún complejo; el papa Francisco nos está diciendo a los católicos que tenemos algo que ofrecer y no tenemos que tener ningún complejo. Y por eso podemos decir que él se embarca en realidades que nos sorprenden para los años que tiene y que no nos sorprende porque es un hombre del Espíritu del que se deja llevar y eso no deja de ser un ejemplo para los demás Pastores.
El tema de los refugiados está generando polémica social. El Papa ha estado en Lesbos enviando un claro mensaje a Europa sobre esta situación. ¿Cómo cree que tenemos que afrontar este problema?
— Se trata de un gesto típico del papa Francisco. Va donde está el problema y no es que lo vaya a solucionar pero ofrece una iluminación. El Papa nos está indicando que hay que solucionar el problema y que atendamos bien a los refugiados.
El hecho de tantos refugiados que se embarcan desde Turquía hacia la isla de Lesbos de esa manera tan peligrosa y que ha dado lugar a tantas muertes es un aldabonazo en la conciencia de los pueblos y curiosamente mucha gente de Europa y de España no podemos acoger refugiados porque no vienen, porque no están aquí.
Podríamos paliar algo de ese sufrimiento pero lo que habría que solucionar es el tema de Siria, el tema de Iraq, etc.
El Papa es muy lúcido y ya dijo desde el inicio que hay una especie de III Guerra Mundial que no es la misma que las dos anteriores donde había trincheras. Él hace lo que puede y es admirable.
Aquí la entrevista completa


Perú: Los obispos esclarecen el comunicado sobre la pena de muerte
Posted by Sergio Mora on 10 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El Consejo permanente de la Conferencia Episcopal de Perú consideró oportuno esclarecer ayer en un comunicado, que la condena que expresó sobre la pena de muerte el 26 de abril pasado no se refería a ningún partido político sino que reiteraba la enseñanza de la Iglesia sobre el tema. No ajeno al tema es que en los últimos tiempos en Perú ha registrado un aumento de los linchamientos y de las simpatías hacia la pena capital.
Días después de la declaración del Consejo Permanente, el cardenal arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, intervino por considerarla incompleta, por omitir por ejemplo que el aborto es una pena de muerte para los niños concebidos y en gestación.
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Perú se realizará el 5 de junio y los dos candidatos son Keiko Fujimori, la hija del ex mandatario preso, y Pedro Kuczynski, ex ministro de economía del gobierno del presidente Alejandro Toledo.
La candidata Keiko Fujimori antes de la primera vuelta electoral había manifestado como opinión personal, que los violadores de niños merecían la pena de muerte. También se expresa en contra del llamado matrimonio gay, pero a favor de la unión civil en lo referente a derechos patrimoniales, aunque no en la adopción de niños.
Por su parte Pedro Pablo Kuczynski se define por la vida y en contra del aborto, aunque no en casos de violación.
A continuación el nuevo comunicado de la Comisión Permanente de la CEP
1. Agradece a todos los medios de comunicación que han dado a conocer dicho comunicado de forma íntegra o seleccionando lo que consideraron tenía mayor importancia.
2. Aclara que dicho comunicado no es sesgado ni tiene intención política; sino que expone la Doctrina Social de la Iglesia sobre la pena de muerte, fuera de cualquier contexto electoral y/o político.
3. Precisa que la Conferencia Episcopal Peruana ha manifestado su postura en múltiples oportunidades, tanto en lo que se refiere al respeto y cuidado de la vida, como a la realidad del matrimonio entre varón y mujer, rechazando con claridad y energía el aborto y la unión entre personas del mismo sexo.
4. Recuerda que en lo que se refiere a la pena de muerte, las declaraciones anteriores a la reciente, datan del 18 de junio de 1993, del 7 de septiembre del 2006, y hay otras. Esto indica que no es la primera vez que la Conferencia Episcopal y el Consejo Permanente se han pronunciado sobre el particular.
5. Deja constancia de que la Conferencia Episcopal Peruana siempre ha defendido la vida desde el momento de la concepción hasta su término natural, ha defendido la unión sacramental del matrimonio entre el varón y la mujer y en consecuencia ha rechazado siempre el aborto y la unión entre personas del mismo sexo.
6. Dios defiende la vida humana aún la del culpable, y la Iglesia, en fidelidad a la Sagrada Escritura, debe defenderla igualmente: Gn 4,15: “Y Yavé puso una marca a Caín para que no lo matara quien lo encontrara”. Jn 8,11: “Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y en adelante no vuelvas a pecar”. Ez 18,23: “Creen ustedes que me gusta la muerte del malvado? Dice Yavé. Lo que me agrada es que renuncie a su mal comportamiento y así viva”.
Lima, 9 de mayo de 2016 . Consejo Permanente


La masificación del exhibicionismo: entre ‘postureo’ y conducta patológica en redes sociales
Posted by Jorge Enrique Mújica on 10 May, 2016



(ZENIT – México).- Corría los últimos días del mes de octubre de 2015 cuando una de las jóvenes celebrities más conocidas de Instagram, la australiana Essena O´Neill, salió del closet: detrás de cada una de sus fotografías se escondía una historia de engaño y adicción: “Me he hecho más de 50 fotografías hasta que he conseguido una que quizá os guste, después he tardado años en editar este selfie con un montón de apps sólo para sentirme socialmente aceptada por ti”, reveló en una de sus fotos tras su salida del closet. Esa no era su vida real y por tanto anunciaba su decisión de abandonar la famosa red de fotografías y su cuenta de YouTube, a pesar de que muchas fotos le dejaban entre 365 y 1,300 euros. Las marcas la buscaban para que se retratara “naturalmente” con sus productos y ella publicaba esas imágenes para sus más de 700 mil seguidores: ¨Para ser realistas, he pasado la mayor parte de mi vida siendo adicta a las redes sociales, la aprobación social, el estatus social y mi apariencia física. Estaba consumida por ello. ¿Cómo podemos darnos cuenta de nuestros propios talentos si no dejamos de fijarnos en los demás?”, escribió en uno de sus últimos post.
El caso de Essena, sin embargo, no resulta un fenómeno aislado sino un reflejo de la realidad cotidiana de miles de adolescentes que en Instagram, Snapchat o Facebook publican la mayor parte de una supuesta vida auténtica que muy pocas veces coincide con la que de verdad les toca vivir. La masificación de la publicación de todo lo que se hace ha implicado de hecho una renuncia a la propia privacidad que roza con el exhibicionismo. El fenómeno llega a rayar en la conducta patológica desde el momento en que la persona se vuelve adicta al estímulo que brindan las reacciones posibles en las distintas redes sociales (“me gusta”, comentarios, re-envíos, visualizaciones, etc.). Se pasa así de un “comprensible” postureo propio de la edad a un estilo de vida abocado a hacer creer que las personas están interesadas por quien publica y el tenor de publicaciones realizadas. De este modo se va construyendo una personalidad basada en la imagen que cada uno alimenta, construye y proyecta de sí mismo (gracias a las alteraciones de imagen que las mismas aplicaciones facilitan).
El fenómeno del postureo exhibicionista, sin embargo, supera ya las edades núbiles y extiende su radio comprensivo a personas en etapas superiores de la vida que van por ella como creyendo que todo lo que se vive se debe publicar (con el interés oculto de una caricia digital convertida en “me gusta” o el ansiado momento de tres minutos de relevancia adictiva que siempre busca más). ¿No hay en el fondo de todo esto un anhelo humano de ser valorados, resultar importantes para alguien? La búsqueda del aprecio es un deseo arraigado en el corazón del hombre. Esa valoración comienza en el propio corazón: ¿de qué sirve sacar decenas de fotos hasta lograr la mejor técnicamente posible si no coincide con la identidad y manera habitual de ser de la persona que hizo el esfuerzo por aparecer estéticamente mejor? A fin de cuentas los seres humanos no se enamoran sólo de imágenes sino también de gestos, palabras, modos de ser y comportarse. Y eso no lo logra ni la cuenta con más seguidores del mundo. ¿No será todo esto una ocasión de reflexión para que las poses pasen de lo artificial a lo natural y por tanto auténtico? ¿O será que hay quien de verdad cree que es posible vivir una vida humana basada en frías reacciones digitales y ningún “me gusta” que supere los límites de los social network?
Hay quien ha descubierto que se puede ir por la vida sin publicar todo lo que se vive. Y los hay también que han descubierto que la vida es eso que pasa mientras se mira el smartphone.


San Ignacio de Láconi – 11 de mayo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 10 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- Este humilde lego, que fue un dechado de virtudes, nació en Láconi, Cerdeña, el 18 de diciembre de 1701. Era el segundo de nueve hermanos. Crecieron en un hogar falto de recursos materiales, pero de gran riqueza espiritual. En el bautismo le impusieron tres nombres: Francisco, Ignacio y Vicente, prevaleciendo en su familia éste último. Del cielo llovieron a través de él tal cúmulo de gracias que, como han dicho algunos de sus biógrafos, se convirtieron también en su martirio en vida, y «estorbo» tras su muerte para el reconocimiento de su santidad. Su madre, devotísima de san Francisco, le narraba su biografía y milagros, y Vicente se entusiasmó con él, haciendo sus pinitos para imitarle. Una vez más, las enseñanzas maternas eran vía segura para alentar el camino de una gran vocación. Este hijo que la escuchaba embelesado poniendo de manifiesto la sensibilidad y ternura por lo divino no dejaba a nadie indiferente. Llamaba la atención no solo de su familia sino también del vecindario. Le conocían entrañablemente como «il santarello» (el santito). Esta aureola de virtud le acompañaría el resto de su vida. Su padre era labrador y pastor, y él siguió sus pasos. La oración y el ayuno que realizaba eran tan intensos que su organismo decayó y saltaron las alarmas en su entorno porque era de constitución débil y enfermiza.
Al inicio de su juventud barajó la opción de la vida religiosa, pero estaba indeciso y dejó aparcada la idea. Sin embargo, a los 17 años se le presentó una grave enfermedad, que casi le cuesta la vida, y prometió a Dios que si sanaba ingresaría en la Orden capuchina. Recobró la salud, y durante dos años relegó al olvido su promesa. Hasta que un día se encabritó su caballo, y alzó la voz desencajado pidiendo a Dios socorro, al tiempo que renovaba el compromiso que le hizo, que esta vez fue definitivo. Tenía 20 años y un aspecto tan deteriorado que el provincial no quiso admitirle pensando que no soportaría la dureza de la vida conventual. Vicente no se desanimó. Por mediación de sus padres obtuvo la recomendación del marqués de Láconi, y en 1721 se integró en la comunidad de San Benito, de Cagliari, cumpliéndose su anhelo.
El noviciado requería temple, ciertamente. Pero él ya sabía lo que era el ayuno y la penitencia. Ahora bien, tomó con tanto brío las mortificaciones que estuvo a punto de caer desfallecido. No había medido adecuadamente sus fuerzas y acudió a María: «Madre mía, ayúdame, que ya no puedo más». Ella le acogió y le instó a seguir adelante con renovado ímpetu: «Animo, fray Ignacio; acuérdate de la pasión dolorosa de mi Hijo divino; y lleva tú también tu cruz con paciencia». El hecho fue que en sesenta años de consagración no volvió a experimentar tal fatiga. Emitió los votos en 1722 y siguió progresando en el amor a base de oración continua, silencio y vivencia de las virtudes evangélicas. En su día a día no hubo hechos extraordinarios, pero se distinguió por su heroicidad en la perfección buscando la unión con Dios. Vivía maravillosamente la pobreza. Tan desasido estaba de todo que hasta le delataba el penoso estado del hábito y de sus maltrechas sandalias que le provocaban sangrantes heridas en los talones.
Pasó por varios conventos y al final fue trasladado al de Buoncammino, en Cagliari. Había sido antes cocinero, y en este último destino comenzó trabajando en el telar, hasta que los superiores le encomendaron la labor de limosnero, recolector de alimentos y proveedor de las necesidades materiales de la comunidad. La gente le estimaba porque veían en él al verdadero discípulo de Cristo. Se mezclaba con los que estaban en las tabernas y plazas del puerto movido por el afán de socorrer a los pobres, y ayudar a tantos pecadores que se convirtieron con su ejemplo. Era paciente, agradecido, amable; poseía las cualidades del buen limosnero. Con su prudencia conquistó el alma de un rico usurero y prestamista que se sorprendió de que nunca le pidiese nada, pasando reiteradamente por alto ante su puerta. Un día, cuando el santo acudió a casa del comerciante, como le indicaron sus superiores, recogió un cargamento de bienes que por el camino se convirtieron en una masa sanguinolenta. Al llegar al convento, dijo: «Vea, reverendo padre, vea la sangre de los pobres amasada con los robos y con la usura de aquel hombre: esas son sus riquezas…». Extendiéndose el prodigio por la ciudad, el especulador se arrepintió de su avaricia, se desprendió de sus bienes y no comerció más con los ajenos.
Ignacio intentaba ocultar las gracias que Dios le otorgaba con estratagemas que, seguramente, dieron lugar a que muchos le consideraran una especie de mago. A veces, recurriendo incluso a remedios naturales hacía creer que las curaciones milagrosas eran en realidad fruto de las últimas fórmulas de la medicina. En medio de los hechos sobrenaturales que se le atribuyen, su vida, como la de todos los santos, estuvo amasada de íntimas renuncias; por su conducta cotidiana fue reconocido como hombre de Dios. Los ciudadanos de Cagliari lo denominaron «el padre santo», un calificativo atestiguado por contemporáneos suyos. José Fues, pastor protestante que residía en la isla, en una misiva enviada a un amigo germano le decía: «Vemos todos los días dar vueltas por la ciudad pidiendo limosna un santo viviente, el cual es un hermano laico capuchino que se ha ganado con sus milagros la veneración de sus compatriotas».
En 1779 perdió la vista y llenó su quehacer con la oración. Supo de antemano la hora de su deceso, lo cual le permitió dispensar a los religiosos de su presencia ante su lecho, rogándoles que fuesen a Vísperas. Falleció a los 80 años el 11 de mayo de 1781 con fama de santidad entre las gentes que le habían aclamado por sus numerosas virtudes. Los prodigios, que tan bien conocían, se multiplicaron tras su muerte. Pío XII lo beatificó el 16 de junio de 1940, y lo canonizó el 21 de octubre de 1951.
Este humilde lego, que fue un dechado de virtudes, nació en Láconi, Cerdeña, el 18 de diciembre de 1701. Era el segundo de nueve hermanos. Crecieron en un hogar falto de recursos materiales, pero de gran riqueza espiritual. En el bautismo le impusieron tres nombres: Francisco, Ignacio y Vicente, prevaleciendo en su familia éste último. Del cielo llovieron a través de él tal cúmulo de gracias que, como han dicho algunos de sus biógrafos, se convirtieron también en su martirio en vida, y «estorbo» tras su muerte para el reconocimiento de su santidad. Su madre, devotísima de san Francisco, le narraba su biografía y milagros, y Vicente se entusiasmó con él, haciendo sus pinitos para imitarle. Una vez más, las enseñanzas maternas eran vía segura para alentar el camino de una gran vocación. Este hijo que la escuchaba embelesado poniendo de manifiesto la sensibilidad y ternura por lo divino no dejaba a nadie indiferente. Llamaba la atención no solo de su familia sino también del vecindario. Le conocían entrañablemente como «il santarello» (el santito). Esta aureola de virtud le acompañaría el resto de su vida. Su padre era labrador y pastor, y él siguió sus pasos. La oración y el ayuno que realizaba eran tan intensos que su organismo decayó y saltaron las alarmas en su entorno porque era de constitución débil y enfermiza.
Al inicio de su juventud barajó la opción de la vida religiosa, pero estaba indeciso y dejó aparcada la idea. Sin embargo, a los 17 años se le presentó una grave enfermedad, que casi le cuesta la vida, y prometió a Dios que si sanaba ingresaría en la Orden capuchina. Recobró la salud, y durante dos años relegó al olvido su promesa. Hasta que un día se encabritó su caballo, y alzó la voz desencajado pidiendo a Dios socorro, al tiempo que renovaba el compromiso que le hizo, que esta vez fue definitivo. Tenía 20 años y un aspecto tan deteriorado que el provincial no quiso admitirle pensando que no soportaría la dureza de la vida conventual. Vicente no se desanimó. Por mediación de sus padres obtuvo la recomendación del marqués de Láconi, y en 1721 se integró en la comunidad de San Benito, de Cagliari, cumpliéndose su anhelo.
El noviciado requería temple, ciertamente. Pero él ya sabía lo que era el ayuno y la penitencia. Ahora bien, tomó con tanto brío las mortificaciones que estuvo a punto de caer desfallecido. No había medido adecuadamente sus fuerzas y acudió a María: «Madre mía, ayúdame, que ya no puedo más». Ella le acogió y le instó a seguir adelante con renovado ímpetu: «Animo, fray Ignacio; acuérdate de la pasión dolorosa de mi Hijo divino; y lleva tú también tu cruz con paciencia». El hecho fue que en sesenta años de consagración no volvió a experimentar tal fatiga. Emitió los votos en 1722 y siguió progresando en el amor a base de oración continua, silencio y vivencia de las virtudes evangélicas. En su día a día no hubo hechos extraordinarios, pero se distinguió por su heroicidad en la perfección buscando la unión con Dios. Vivía maravillosamente la pobreza. Tan desasido estaba de todo que hasta le delataba el penoso estado del hábito y de sus maltrechas sandalias que le provocaban sangrantes heridas en los talones.
Pasó por varios conventos y al final fue trasladado al de Buoncammino, en Cagliari. Había sido antes cocinero, y en este último destino comenzó trabajando en el telar, hasta que los superiores le encomendaron la labor de limosnero, recolector de alimentos y proveedor de las necesidades materiales de la comunidad. La gente le estimaba porque veían en él al verdadero discípulo de Cristo. Se mezclaba con los que estaban en las tabernas y plazas del puerto movido por el afán de socorrer a los pobres, y ayudar a tantos pecadores que se convirtieron con su ejemplo. Era paciente, agradecido, amable; poseía las cualidades del buen limosnero. Con su prudencia conquistó el alma de un rico usurero y prestamista que se sorprendió de que nunca le pidiese nada, pasando reiteradamente por alto ante su puerta. Un día, cuando el santo acudió a casa del comerciante, como le indicaron sus superiores, recogió un cargamento de bienes que por el camino se convirtieron en una masa sanguinolenta. Al llegar al convento, dijo: «Vea, reverendo padre, vea la sangre de los pobres amasada con los robos y con la usura de aquel hombre: esas son sus riquezas…». Extendiéndose el prodigio por la ciudad, el especulador se arrepintió de su avaricia, se desprendió de sus bienes y no comerció más con los ajenos.
Ignacio intentaba ocultar las gracias que Dios le otorgaba con estratagemas que, seguramente, dieron lugar a que muchos le consideraran una especie de mago. A veces, recurriendo incluso a remedios naturales hacía creer que las curaciones milagrosas eran en realidad fruto de las últimas fórmulas de la medicina. En medio de los hechos sobrenaturales que se le atribuyen, su vida, como la de todos los santos, estuvo amasada de íntimas renuncias; por su conducta cotidiana fue reconocido como hombre de Dios. Los ciudadanos de Cagliari lo denominaron «el padre santo», un calificativo atestiguado por contemporáneos suyos. José Fues, pastor protestante que residía en la isla, en una misiva enviada a un amigo germano le decía: «Vemos todos los días dar vueltas por la ciudad pidiendo limosna un santo viviente, el cual es un hermano laico capuchino que se ha ganado con sus milagros la veneración de sus compatriotas».
En 1779 perdió la vista y llenó su quehacer con la oración. Supo de antemano la hora de su deceso, lo cual le permitió dispensar a los religiosos de su presencia ante su lecho, rogándoles que fuesen a Vísperas. Falleció a los 80 años el 11 de mayo de 1781 con fama de santidad entre las gentes que le habían aclamado por sus numerosas virtudes. Los prodigios, que tan bien conocían, se multiplicaron tras su muerte. Pío XII lo beatificó el 16 de junio de 1940, y lo canonizó el 21 de octubre de 1951.


Comentario a la liturgia dominical
Posted by Antonio Rivero on 10 May, 2016



P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor en el Centro de Humanidades Clásicas de la Legión de Cristo, en Monterrey (México).
Idea principal: Las maravillas que hace el Espíritu Santo en el mundo, en la Iglesia y en nuestras almas.
Síntesis del mensaje: “Siempre que interviene el Espíritu nos deja atónitos”, decía el cardenal Van Thuan en los famosos ejercicios espirituales que predicó al Papa y a la curia romana en marzo del año 2000. Y sólo quien tiene fe descubre las secretas o clamorosas maravillas de ese Espíritu Santo.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, las maravillas que hace el Espíritu Santo en el cosmos y en la naturaleza. ¿No es increíble la acción del Espíritu que hace 15.000 millones de años apretó el botón y desencadenó el Bing Bang y, del estallido de un átomo miles de veces más pequeños que la punta de un alfiler, brotaron la materia y la energía, el tiempo y el espacio, las galaxias, las estrellas, los soles y los planetas, el cielo y la tierra con el mar, los días y las noches, el hombre y la mujer. Pues aquel Espíritu era el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios. Dicen los libros sagrados del Nuevo Testamento que el Espíritu es el Espíritu de la verdad, del amor y de la santidad, de la unidad con la igualdad y la fraternidad universales, de la esperanza, de la alegría y de la paz. O sea, que todo eso que buscamos y no encontramos, que los políticos prometen y no dan, que anhelamos y con que nos frustramos, es, ¡y nosotros sin enterarnos!, el Espíritu Santo de Dios y del hombre.
En segundo lugar, las maravillas que hace el Espíritu Santo en la Iglesia. Basta repasar las hojas de la historia de la Iglesia, desde sus inicios. La Iglesia, comunión viviente en la fe de los apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo: en las Escrituras que El ha inspirado; en la Tradición que Él ha conservado, y de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales; en el Magisterio de la Iglesia, al que El asiste; en la liturgia sacramental –en cada sacramento-, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo; en la oración en la cual El intercede por nosotros; en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia; en los signos de vida apostólica y misionera; en el testimonio de los santos, donde El manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación. Ahí está también el Espíritu Santo en todos los Concilios que a lo largo de los siglos se han celebrado para explicar, esclarecer y profundizar la doctrina, para condenar las herejías y para conservar intacta la fe de la Iglesia. Ahí está el Espíritu Santo asistiendo al Papa cuando habla “ex cathedra” en materia de fe y moral, y por eso es infalible. O cuando le inspira al Papa iniciativas increíbles: las Jornadas Mundiales de la Juventud a san Juan Pablo II; o los Años Santos o Jubileos extraordinarios. La Iglesia no es una sociedad como cualquiera; no nace porque los apóstoles hayan sido afines; ni porque hayan convivido juntos por tres años; ni siquiera por su deseo de continuar la obra de Jesús. Lo que hace y constituye como Iglesia a todos aquellos que “estaban juntos en el mismo lugar” (Hch 2,1), es que “todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hch 2,4). Todo lo que la Iglesia anuncia, testimonia y celebra es siempre gracias al Espíritu Santo. Son dos mil años de trabajo apostólico, con tropiezos y logros; aciertos y errores, toda una historia de lucha por hacer presente el Reino de Dios entre los hombres, que no terminará hasta el fin del mundo, pues Jesús antes de partir nos lo prometió: “…yo estaré con ustedes, todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28,20).
Finalmente, las maravillas que hace el Espíritu Santo en nuestra alma. Si un pecador se arrepiente y se convierte, se debe a la acción secreta e interior del Espíritu Santo. Si un alma buena se lanza a una vida más fervorosa y santa, y deja la mediocridad, sin duda que ha sido el Espíritu Santo quien le ha inspirado y le ha dado la gracia para ese cambio. Y cuando un santo está dispuesto al martirio, no es por sus propias fuerzas. Sólo el Espíritu Santo, con el don de fortaleza, reviste a ese hombre de la valentía necesaria para enfrentar dicho martirio. Nos confirma esto la famosa película basada en el drama del escritor francés George Bernanos “Diálogo de carmelitas”; monjas condenadas al patíbulo y llevadas a la guillotina en tiempo de la revolución francesa; subían una a una cantando el himno del “Veni Creator Spiritus”, himno del siglo VIII dedicado al Espíritu Santo. ¿Cuál fue la sorpresa en esa obra? Una monja, de la nobleza francesa, que por miedo a la muerte se fue al convento, que por miedo a la ejecución martirial se escapó del convento…y ahora fue la última en subir al cadalso y terminar el himno, envalentonada por el Espíritu Santo. ¿Quién inspira a hombres y mujeres a fundar una Congregación religiosa o un Movimiento o Comunidad? El Espíritu Santo que es luz para las mentes. En los momentos de dolor y aflicción, ¿quién nos debería consolar? Que nos lo confirme el cardenal Van Thuan, que estuvo en las cárceles del Vietnam catorce años, nueve de los cuales aislado; y cuando ya él no podía rezar por su cansancio físico y mental, el Espíritu Santo hacía cantar el Himno “Veni Creator Spiritus” que el mismo Van Thuan enseñó a uno de sus carceleros comunistas y que lo contaba todas las mañanas al bajar para hacer gimnasia. Sólo el Espíritu Santo, que es el Divino Consolador nos deja atónitos cuando interviene. En los momentos de decisiones importantes en la vida, ¿a quién deberíamos invocar? Al Espíritu Santo. Cuando un matrimonio supera una crisis y se perdonan esposo y esposa, ¿quién está detrás? El Espíritu Santo que es Espíritu de unión y armonía.
Para reflexionar: “Sin el Espíritu Santo, Dios está lejos, Cristo permanece en el pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una simple organización, la autoridad una dominación, la misión una propaganda, el culto una evocación y el actuar cristiano una moral de esclavos. Pero en Él: el cosmos se subleva y gime en los dolores del Reino. Cristo resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia es comunión trinitaria, la autoridad es servicio liberador, la misión es Pentecostés, la liturgia es conmemoración y anticipación, el actuar humano se deifica” (Ignacio de Laodicea).
Para rezar: con san Agustín recemos
Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente.
Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente.
Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas.
Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas.
Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org