Servicio diario - 20 de mayo de 2016


 

El Papa en Sta. Marta: Jesús nunca negocia la verdad
Posted by Redaccion on 20 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha reflexionado este viernes por la mañana, en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta, sobre el Evangelio en el que Jesús habla a los fariseos del adulterio. Cristo, ha afirmado el Papa, supera la visión humana que reduce la visión de Dios a una “ecuación casuística”.
Así, ha explicado que el Evangelio está lleno de “trampas”, en las que los fariseos y doctores de la ley tratan de hacer caer a Jesús para sorprenderle desprevenido, hacerle perder la autoridad y el crédito que tiene entre la gente. Y una de tantas es la que el Evangelio del día narra, cuando los fariseos le preguntan si es lícito repudiar a la mujer.
El Santo Padre lo ha definido como la “trampa” de la “casuística”, inventada “por un pequeño grupito de teólogos iluminados”, convencidos “de tener toda la ciencia y la sabiduría del pueblo de Dios”. Una trampa de la que Jesús sale yendo “más allá”, “a la plenitud del matrimonio”, ha explicado el Pontífice.
A propósito, el papa Francisco ha explicado que Jesús ya lo hizo en el pasado con los saduceos, sobre la mujer que había tenido siete maridos pero que en la resurrección no estará casada con ninguno porque en el cielo no se toma “ni mujer ni marido”.
En ese caso, tal y como ha recordado el Papa, Jesús se refirió a la “plenitud escatológica” del matrimonio. Con los fariseos, sin embargo, “va a la plenitud de la armonía de la creación”: “Dios los creó hombre y mujer” y los “dos serán una carne sola”. Ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, ha precisado Francisco, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
Asimismo, el Pontífice ha indicado que Jesús nunca negocia la verdad. Y este pequeño grupo de teólogos iluminados, negociaban siempre la verdad, reduciéndola a casuística. De este modo, ha insistido en que “Jesús no negocia la verdad. Y esta es la verdad sobre el matrimonio, no hay otra”.
Pero Jesús –ha añadido el Papa– es tan misericordioso, es tan grande, que nunca, nunca, nunca cierra la puerta a los pecadores. Por eso no se limita a enunciar la verdad de Dios sino que pide también a los fariseos lo que Moisés estableció en la ley. Y cuando los fariseos le repiten que contra el adulterio es lícito “un acto de repudio”, Jesús les replica que esa norma fue escrita “por la dureza de vuestro corazón”. Es decir, ha aseverado el Papa, Jesús distingue siempre entre la verdad y la debilidad humana, sin rodeos.
“En este mundo en el que vivimos, con esta cultura de lo provisional, esta realidad de pecado es muy fuerte. Pero Jesús, recordando a Moisés, nos dice: ‘Pero, hay dureza en el corazón, hay pecado, algo se puede hacer: el perdón, la comprensión, el acompañamiento, la integración, el discernimiento de estos casos… Pero siempre… ¡pero la verdad no se vende nunca!’. Y Jesús es capaz de decir esta verdad tan grande y al mismo tiempo ser muy comprensivo con los pecadores, con los débiles”, ha explicado el Santo Padre.
Por lo tanto, el Pontífice ha subrayado que estas son las dos cosas que Jesús nos enseña: “la verdad y la comprensión”, lo que los “teólogos iluminados” no consiguen hacer, porque están cerrado en la trampa “de la ecuación matemática” del “¿se puede? ¿no se puede?”. Y así, son “incapaces tanto de horizontes grandes como de amor” por la debilidad humana.
Es suficiente con mirar la “delicadeza” con la que Jesús trata a la adúltera que va a ser lapidada: “Yo tampoco te condeno, ve y de ahora en adelante no peques más”.
Para finalizar la homilía, Francisco ha pedido que “Jesús nos enseña a tener con el corazón una gran adhesión a la verdad y también con el corazón una gran comprensión y acompañamiento a todos nuestros hermanos que están en dificultad”. Y esto es un don –ha observado– esto lo enseña el Espíritu Santo, no estos doctores iluminados, que para enseñarnos necesitan reducir la plenitud de Dios a una ecuación casuística.


El Papa reza por las víctimas del accidente aéreo de EgyptAir
Posted by Redaccion on 20 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco se hace cercano a la tragedia del incidente aéreo de la compañía EgyptAir, desaparecido este jueves en el mar Mediterráneo, durante el vuelo de París destino El Cairo. Por eso, ha enviado un telegrama al presidente de la República Árabe de Egipto, Abdel Fattah Al Sisi, firmado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado.
El telegrama indica que “habiendo recibido con tristeza la noticia del trágico accidente” Francisco desea “asegurarle sus oraciones y solidaridad en estos momentos difíciles”. Al mismo tiempo encomienda “las almas de los difuntos de varias nacionalidades a la misericordia del Todopoderoso”. Finalmente, el Santo Padre invoca las bendiciones divinas de la fuerza y la paz, para los “familiares de los pasajeros y todos los involucrados en los esfuerzos de búsqueda y rescate”.
Los primeros restos del avión han sido hallados este viernes en el mar al norte de Alejandría, según ha confirmado el ejército egipcio. Por su parte, la compañía aérea ha indicado que el Gobierno ha confirmado que han sido encontrados restos del aparato y pertenencias personales de quienes viajaban. En el avión volaban un total de 66 personas, 56 pasajeros (entre ellos un niño y dos bebés) y 10 tripulantes.
La investigación fundamental la dirigen las autoridades egipcias, pero Francia está colaborando estrechamente en el esclarecimiento de las causas de la desaparición. París y El Cairo mantienen todas las hipótesis abiertas, aunque las autoridades egipcias admiten que “un ataque terrorista es más probable que un fallo técnico”, sobre todo porque el avión desapareció de los radares sin enviar aviso alguno.


Francisco pide a los futbolistas italianos testimoniar los “auténticos valores del deporte”
Posted by Rocío Lancho García on 20 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El éxito de un equipo deportivo es el resultado de una multiplicidad de virtudes humanas: la armonía, la lealtad, la capacidad de amistad y de diálogo, la solidaridad. Se trata de valores espirituales, que se convierten en valores deportivos. Así lo ha explicado el papa Francisco en su encuentro con los dirigentes de la Liga nacional de primera división y los jugadores de los equipos de la Juventus y el Milan. La audiencia se ha celebrado con ocasión del partido final de la Copa Italia, que se jugará este sábado en el Estadio Olímpico de Roma.
De este modo, el Santo Padre ha recordado a los presentes que “ejercitando estas cualidades morales” pueden “poner más de manifiesto la verdadera finalidad del mundo del deporte, marcado a veces también por fenómenos negativos”.
Durante su discurso, el Santo Padre ha aprovechado la ocasión para expresar su reconocimiento por las capacidades profesionales y las bonitas tradiciones que diferencian “vuestras sociedades deportivas” y el ambiente del fútbol en general.
Así, el Papa ha llevado su pensamiento a muchos aficionados, especialmente jóvenes, “que les siguen con simpatía”. El Pontífice ha recordado a los presentes que atraen “la atención de estas personas” que les admiran y por esta razón están llamados a comportarse “de forma que puedan siempre distinguir en vosotros las cualidades humanas de atletas comprometidos en testimoniar los auténticos valores del deporte”.
Por otro lado, les ha invitado a demostrar que cada uno de ellos, “antes de ser un futbolista, es una persona, con sus límites y sus méritos, pero sobre todo con la propia conciencia”, que espera “esté siempre iluminada también por la relación con Dios”.
Del mismo modo les ha pedido que no les falte nunca el gusto “de la fraternidad”, “el respeto recíproco”, “la comprensión” y también “el perdón”.
Finalmente les ha exhortado a que “el hombre” esté siempre en armonía con “el atleta”. Hay que ser campeones en el deporte, pero sobre todo — ha exclamado– campeones en la vida. Y así, les ha pedido que exalten siempre lo que es “verdaderamente bueno y bonito”, mediante un sincero testimonio de los valores que deben caracterizar el auténtico deporte. Para concluir, ha invitado a los presentes a no temer por dar a conocer al mundo y a sus admiradores, “con serenidad y equilibrio”, los principios morales y religiosos con los que quieren inspirar sus vidas.


El Papa pide al CELAM implementar la Evangelii Gaudium
Posted by Redaccion on 20 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió a los miembros de la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), este jueves en el Vaticano. Cuando el cardenal Rubén Salazar, presidente le preguntó al Santo Padre qué desea que haga el CELAM, inmediatamente respondió: “Implementar la exhortación apostólica Evangelii Gaudium”, especialmente todo lo que hace referencia a los laicos. Desde hace 50 años o más se viene diciendo que “esta la hora de los laicos”, pero parece que se ha parado el reloj, dijo.
En la nota publicada por el CELAM sobre el encuentro con el Santo Padre, explican que el Papa recomendó especialmente la lectura y aplicación de la Carta que dirigió el pasado 19 de marzo al cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, con motivo de la reciente Asamblea que este organismo efectuó del 1 al 4 de marzo en Roma. En esta carta, el Pontífice reflexiona sobre el papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad.
Durante la reunión, el cardenal Salazar hizo referencia a su reciente encuentro con los embajadores latinoamericanos, acreditados ante la Santa Sede, sobre la Exhortación Amoris Laetitia. A propósito, el Santo Padre indicó que “el corazón de la Exhortación es el capítulo 4: el amor en la vida familiar, fundamentado en el capítulo trece de la primera carta de San Pablo a los Corintios”. También precisó que el más difícil de leer es el capítulo 8 y advirtió de que algunos “se han dejado aprisionar por este capítulo”.
Según indica la nota publicada por el CELAM, “el Santo Padre es muy consciente de las críticas de algunos, incluidos cardenales, que no han logrado entender el significado evangélico de sus afirmaciones”. Por eso señaló que la mejor manera de entender el capítulo 8 es bajo el marco de la presentación que hizo el cardenal Christoph Schönborn OP, arzobispo de Viena, “un gran teólogo, miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, muy familiarizado con la doctrina de la Iglesia”.
Por otro lado, el Santo Padre “mostró su preocupación por los problemas sociales que se están viviendo en América en general”. En concreto –indica la nota del CELAM– le preocupan las elecciones en Estados Unidos por la falta de una atención más viva a la situación social de los más pobres y excluidos, los conflictos sociales, económicos y políticos de Venezuela, Brasil, Bolivia y Argentina…
También le preocupan “las carencias del pueblo haitiano” y “la falta de diálogo de las autoridades de los países que comparten la isla, Haití y República Dominicana, a fin de encontrar una solución legal a los migrantes y desplazados”. Asimismo le preocupa “la manera de entender lo que es un estado laico” y “el papel de la libertad religiosa por parte de algunas autoridades mexicanas”.
Por el contrario, al Pontífice le anima ver “el avance que se está dando en los procesos de paz en Colombia”, “su próximo viaje a este país para hacer la visita pastoral a un pueblo que ha sido tan golpeado por la violencia y que necesita emprender caminos de perdón y reconciliación”. Y se entusiasma cuando comienza a hablar “de la patria grande que es América Latina” y “de los esfuerzos que no deben cesar para lograr la integración de nuestros pueblos”.
La presidencia del CELAM habló al Pontífice sobre los preparativos para el Congreso sobre el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, organizado por la Pontificia Comisión para América Latina-CAL y el Consejo Episcopal Latinoamericano-CELAM. Este Congreso tendrá lugar en Bogotá del 27 al 30 de agosto. Por ello, el Papa se alegró con esta información y animó a los obispos de América Latina “a unirse a esta gran celebración”.
Estuvieron presentes el presidente del CELAM, el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá; monseñor Carlos Collazzi, obispo de Mercedes, Uruguay, primer vicepresidente; Dom José Belisário da Silva, arzobispo de Sào Luis do Maranhão (Brasil), segundo vicepresidente; el cardenal José Luis Lacunza Maestrojuan, Obispo de David, Panamá, presidente del Consejo de Asuntos Económicos; monseñor Juan Espinoza Jiménez, obispo Auxiliar de Morelia, México, secretario general; y el padre Leonidas Ortiz, de la Diócesis de Garzón, Colombia, secretario adjunto.


Los nuevos Institutos diocesanos de vida consagrada necesitarán el ‘sí’ de la Santa Sede
Posted by Rocío Lancho García on 20 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco, siguiendo el consejo del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, ha establecido a través de un rescripto, que para erigir un Instituto diocesano de vida consagrada será necesaria la previa consulta a la Santa Sede, bajo pena de nulidad del decreto de erección del Instituto. Esta determinación entrará en vigor el 1 de junio de 2016, tras su publicación en el Osservatore Romano.
Lo ha indicado hoy la oficina de prensa del Vaticano, facilitando el documento firmado por el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede, donde explica las razones del procedimiento.
Así, precisa que la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, es “consciente de que cada nuevo Instituto de vida consagrada, incluso si nace y se desarrolla dentro de una Iglesia particular” es un don hecho a toda la Iglesia.
Por eso, viendo la necesidad de “evitar que sean erigidos a nivel diocesano los nuevos Institutos sin el suficiente discernimiento que verifique la originalidad del carisma”, que “defina los tratos específicos que en ellos tendrá la consagración mediante la profesión de los consejos evangélicos” y que “especifique las posibilidades reales de desarrollo” ha señalado “la oportunidad de determinar mejor” la necesidad de pedir su opinión antes de proceder a la creación de un nuevo Instituto diocesano.
Tal y como ha explicado monseñor Juan Ignacio Arrieta, secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, el Papa ha precisado un canon del Código de Derecho Canónico que reconoce que todos los obispos pueden, en la propia diócesis, erigir institutos de vida consagrada o sociedades de vida apostólica. Ahora, según el Código, el obispos debe consultar previamente a la Santa Sede. El Papa –ha precisado monseñor Arrieta– con este rescripto dice que esta consulta es obligatoria y que si no es consultada la Santa Sede, la erección de un instituto diocesano es nula, inválida. La única novedad, por tanto,”es la de establecerlo con claridad, de forma también rápida”.


Nombran a un nuevo custodio para Tierra Santa
Posted by Sergio Mora on 20 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Gobierno general de la Orden de los Frailes Menores nombró como custodio de Tierra Santa a fray Francesco Patton, quien sucede a fray Pierbattista Pizzaballa que guió la provincia franciscana en los últimos doce años.
El Custodio de Tierra Santa es el Ministro Provincial (es decir, el responsable principal) de los Frailes Menores que viven en todo Oriente Medio. Él tiene jurisdicción sobre los territorios de Israel, Palestina, Jordania, Líbano, Egipto (parcialmente), Chipre y Rodas sin contar las numerosas casas (Comisarías) en varias partes del mundo (cabe mencionar las de Roma y Washington).
Fray Francesco Patton, 55 años, nació en Vigo Meano, en la diócesis italiana de Trento. Habla además del italiano, español e inglés y es periodista inscrito en el Orden de los periodistas italianos.
La Santa Sede lo confirmó en el cargo, de acuerdo a los estatutos pontificios que rigen esta entidad de los franciscanos, informó hoy un comunicado difundido por la oficina de prensa del Vaticano.
Debido a la especial veneración de los franciscanos por Tierra Santa, estos territorios fueron puestos bajo la custodia de los frailes menores franciscanos, quienes los administran en representación de la Iglesia católica, tarea que le fue asignada por la Santa Sede hace más de 600 años.
Custodiar los santos lugares significa ocuparse de los peregrinos, ofrecer los sacramentos, preparar la liturgia y mantener estructuras en estos lugares para que funcionen correctamente. El término utilizado en aquel tiempo para designar tal tarea fue la ‘custodia’ de los lugares santos, de la cual provinieron los términos que aún se utilizan, custodia y custodio.
La actividad científica de la Custodia tiene como su máximo exponente el Studium Biblicum Franciscanum, conocido en todo el mundo de la cultura bíblica y arqueológica. A este se vincula el Studium Theologicum Jerosolimitanun, como primer ciclo de Teología y tiene su sede en el convento de San Salvador. Otro instituto importante es el Muski, o centro de estudios orientales de El Cairo, que centra sus estudios e investigaciones sobre las comunidades cristianas de Oriente Medio.


México: La ciudad de León recibe una reliquia de Don Bosco
Posted by Redaccion on 20 May, 2016



(ZENIT – Roma).- La ciudad mexicana de León, en Guanajuato, donde los salesianos se encuentran desde hace 57 años, recibió como regalo una reliquia de Don Bosco. Así lo indica la Agencia de Noticias Salesianas, precisando que “procedente de Italia y tras recorrer más de 130 países durante unos años, las reliquias de San Juan Bosco llegan a León para quedarse definitivamente”.
Jóvenes, niños y familias enteras se dieron cita el pasado domingo 15 de mayo, fiesta de Pentecostés, para recibir el regalo que el rector mayor, Ángel Fernández Artime, dispuso para el centro salesiano, donde podrá ser venerada por los feligreses.
Cuando la escultura que contiene en su interior la reliquia ingresó en el santuario, inició la celebración eucarística presidida por el padre inspector Hugo Orozco, que invitó a no quedarse solo en la fiesta ni en las reliquias, porque “la presencia de Don Bosco debe ayudar a acercarse a Dios”.
La devoción por el santo de los jóvenes comenzó muchos años antes: cuando el quinto sucesor de san Juan Bosco, el padre Renato Ziggiotti, visitó León en 1956 –entonces solo había Cooperadores Salesianos en la ciudad– quedó sorprendido por la devoción y el cariño a Don Bosco que exclamó: “Es verdad que en Turín está el cuerpo de Don Bosco, pero aquí está su corazón”.
En 1951 el ex seminarista veracruzano Juvencio Cajiga, que llegó a León después de que cerraran el seminario de Puebla, anhelaba un templo a Don Bosco y una escuela para niños pobres. Cuando comenzó a construirla recibió una reliquia de Don Bosco enviado por el rector mayor Renato Ziggioti, y desde ese día, León fue llamada “La ciudad de Don Bosco”.


Palabras del cardenal Jaime Ortega al concluir su ministerio pastoral como arzobispo de La Habana
Posted by Redaccion on 20 May, 2016



(ZENIT – Roma).- El cardenal Jaime Ortega en la misa de culminación de su ministerio como arzobispo de La Habana, aseguró que seguirá sirviendo al Santo Padre y a la Iglesia como miembro del Colegio Cardenalicio y continuará sirviendo también a la Iglesia en Cuba porque el obispo es sacerdote en plenitud y sirve hasta la muerte. “Seguiré bautizando, confesando, confirmando, asistiendo a los enfermos y celebraré diariamente la santa misa. El obispo, como el sacerdote, no se retira nunca”.
Agradeció a las autoridades las posibilidades de superar períodos críticos y momentos difíciles, y haber sido capaces de avanzar, sin retrocesos, por un camino de diálogo no comprendido por muchos, dentro y fuera del país, dentro y fuera de la Iglesia, dentro y fuera de las estructuras gubernamentales, como al presidente Raúl Castro que aceptó la participación activa y mediadora de la Iglesia católica en la excarcelación de casi 150 prisioneros. También el haber aceptado los buenos oficios del papa Francisco para una acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, en el cual se han dado ya pasos importantes. En ambos hechos pudo participar personalmente. De ahí, su especial gratitud.
A continuación el texto completo fechado arquidiócesis de La Habana, Catedral, 7 de mayo de 2016 y publicado ayer en la web de la Conferencia Episcopal de Cuba

“Queridos hermanos y hermanas:
Me parece que el vocabulario eclesiástico en algunos casos debe ser adaptado a la mentalidad y uso de los pueblos. Decir en Cuba que el Santo Padre ha aceptado la renuncia que el cardenal Jaime Ortega le ha presentado como arzobispo de La Habana, crea confusión.
Entre nosotros, la palabra renuncia suena mal. Primero, muchos imaginan que no se trata de un acto voluntario, sino impulsado por alguna causa interna: enfermedad, cansancio, incapacidad de algún tipo para ejercer sus funciones; o por causas externas: las autoridades superiores de la Iglesia no lo aprecian ya, o presiones de otro orden lo han hecho renunciar.
Por otra parte, si no hay nada de esto, se trata de una renuncia porque el que se va desea retirarse a descansar y no seguirá sirviendo a la Iglesia y a su pueblo. Esto sería peor aún.
Por todo esto, desde que se difundió la noticia, nuestros sacerdotes, diáconos y católicos más comprometidos han tenido que explicar continuamente el significado de ese anuncio a nuestro pueblo, que sigue con mucha atención la vida de la Iglesia católica en Cuba.
Sería quizás más comprensible usar un lenguaje como este: al llegar al límite de edad establecido por la Iglesia para que los obispos estén al frente de una diócesis, el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega deja su cargo al nuevo arzobispo nombrado por el Papa Francisco y seguirá sirviendo al Santo Padre y a la Iglesia como miembro del Colegio Cardenalicio y continuará sirviendo también a la Iglesia en Cuba y a nuestro pueblo en su condición sacerdotal. Porque el obispo es sacerdote en plenitud y sirve hasta la muerte. Y seguiré bautizando, confesando, confirmando, asistiendo a los enfermos y celebraré diariamente la santa misa. El obispo, como el sacerdote, no se retira nunca. Dejan un cargo de dirección.
A este querido pueblo habanero que tan bien me recibió hace 35 años, y ahora inclusive en su valoración sobre la palabra renuncia ha mostrado un interés, una simpatía y unas inquietudes que demuestran afecto y cercanía, gracias queridos habaneros. Y aquí incluyo a los mayabequenses y gran parte de los artemiseños, que integran también esta arquidiócesis tan grande, que es la arquidiócesis de La Habana.
Me dirijo a católicos y no católicos. No quiero que sientan este momento como una despedida, permanezco cercano, me quedo entre ustedes queridos fieles católicos de La Habana y queridos habaneros todos que siento tan cercanos a mí. Se trata hoy de un gran día de Acción de Gracias a Dios. Cuando el Papa Juan Pablo II me nombró obispo de Pinar del Río, escogí como lema episcopal un texto del apóstol San Pablo, que me ayudaba a disipar mis temores al ser llamado al Orden de los obispos a la edad de 42 años. San Pablo, ante grandes dificultades, le había pedido al Señor que lo librara de sus angustias, y el Señor le respondió: “Te basta mi gracia, mi fuerza se prueba en la debilidad”. Y no solo me ha bastado la gracia de Dios ante las pruebas, momentos y etapas de gran dificultad vividos en mi ministerio episcopal, sino que he experimentado una sobreabundancia de la gracia de Dios en mi quehacer pastoral, al punto de sentir que este es para mí un día de recuento, alegre y agradecido al Señor.
San Agustín dijo que en la vida de un cristiano todo es Gracia. Y repito lo que el mismo Doctor de la Iglesia expresó sobre su vida como obispo y pastor y que cité en mis 50 años de vida sacerdotal: “Todo lo que hay en mí de bueno viene de la Gracia de Dios, todo lo que hay de malo viene de mí mismo, de mi condición de pobre pecador”. Por lo tanto, los elogios conviértanse en alabanza a Dios y mis pecados en petición de misericordia al Buen Pastor para este pobre servidor por cuanto no hizo bien.
Dones de Dios para mí han sido los sacerdotes que encontré en La Habana, no pocos de ellos ordenados por mi buen y recordado predecesor, monseñor Francisco Oves. Ellos me han acompañado con amistad y afecto fraterno. Mi celo arzobispal han sido los 30 sacerdotes que he tenido la dicha de ordenar y que permanecen en Cuba, con su pueblo, en esta diócesis. Ellos me tratan casi todos de padre y yo los considero como hijos míos, muy cercanos. Otro don inapreciable del Señor han sido los 32 diáconos permanentes ordenados por mí. Los primeros cumplirán ya 25 años de ordenación. Su servicio diaconal ha constituido un factor decisivo en el desarrollo y crecimiento de nuestra Iglesia diocesana. Gracias a Dios por todos estos ministros del Señor y gracias a todos ellos por su afecto al pastor y su espíritu eclesial.
En mi ministerio en La Habana hubo un momento, hace 27 años, en que, gracias a Dios, comencé a verme acompañado por las Hermanas del Amor de Dios, que retornaron a Cuba para atender el arzobispado y desplegar su apostolado en la Catedral y en el barrio. Este ha sido un don de Dios invaluable en mi servicio como arzobispo de La Habana. Gracias, queridas hermanas.
¡Y cuántos buenos, fieles y cercanos colaboradores he tenido en los empleados y trabajadores del arzobispado! Ellos han sido para mí también un don de Dios realmente inapreciable. Una palabra especial de gratitud para los obispos auxiliares que me han apoyado: monseñor Juan de Dios Hernández, a quien agradezco la homilía de hoy y tantas cosas más; y monseñor Alfredo Petit, que me ha acompañado durante tantos años, ayudándome en el cuidado pastoral de una diócesis muy grande. Gracias también a los vicarios episcopales y a todos los religiosos de distintas congregaciones, sacerdotes y hermanos, a las religiosas, nuestras carmelitas y dominicas de vida contemplativa y a todas las demás congregaciones femeninas entregadas a la asistencia de enfermos y ancianos, a la enseñanza y el servicio pastoral en nuestras parroquias y centros misioneros, mi admiración agradecida. No me olviden en su oración.
Agradezco vivamente al Señor los proyectos convertidos en realizaciones, de gran significado para nuestra arquidiócesis de La Habana y para Cuba. Ante todo, la construcción del nuevo seminario San Carlos y San Ambrosio, obra que llevo en mi corazón por ser forja de sacerdotes para nuestro pueblo. El Instituto de altos estudios en Humanidades y Centro Cultural Venerable Padre Félix Varela, la Casa Sacerdotal, la residencia para sacerdotes ancianos u enfermos de San Francisco de Paula. ¡Con cuántos dones nos ha beneficiado el Señor en estos años!
Agradezco a las autoridades de mi país todas las posibilidades de superar períodos críticos y momentos difíciles, y haber sido capaces de avanzar, sin retrocesos, por un camino de diálogo no comprendido por muchos, dentro y fuera del país, dentro y fuera de la Iglesia, dentro y fuera de las estructuras gubernamentales.
Agradezco especialmente al presidente Raúl Castro por el impulso decisivo dado a este diálogo. Él aceptó la participación activa y mediadora de la Iglesia católica en la excarcelación de casi 150 prisioneros y expresó después que todos los lauros de aquella acción pertenecían a la Iglesia.
Gracias también al presidente por haber aceptado los buenos oficios del Papa Francisco para una acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, en el cual se han dado ya pasos importantes. En ambos hechos pude participar personalmente. De ahí, mi especial gratitud.
Y cómo no pensar en esta ocasión en el Papa Francisco, que tanta confianza ha depositado en mí para tareas de gran significado eclesial y a quien me unen sentimientos de amistad y devoto afecto. Gracias, querido Santo Padre.
Mi pensamiento se hace oración al recordar al Papa Juan Pablo II, que me nombró obispo, arzobispo y me hizo cardenal. Con gratitud recuerdo en este instante al Papa Benedicto XVI que, de modo paternal, apoyó decididamente mi actuación episcopal. Durante mi servicio pastoral en La Habana, el Señor me concedió el honor y el gozo de recibir la visita de estos tres grandes pontífices. ¡Bendito sea Dios!
A los laicos cristianos que son el pueblo santo de Dios, a todos los consagrados y consagradas al servicio de la Iglesia, al señor nuncio apostólico, monseñor Giorgio Lingua, a todos los nuncios con los que he colaborado, así como a todos mis hermanos obispos cubanos –especialmente hoy están aquí los dos de las diócesis sufragáneas de esta arquidiócesis, monseñor Manolo de Céspedes, de Matanzas y Jorge Serpa, de la diócesis de Pinar del Río. Y muchas gracias a monseñor Roberto González, arzobispo de San Juan de Puerto Rico. Le agradezco mucho, monseñor, su cercanía siempre a nosotros.
La dicha de haber acompañado en estos años dos recorridos misioneros de nuestra Virgen de la Caridad del Cobre en nuestra arquidiócesis, ha sido el regalo más grande de mi episcopado. En sus manos de Madre de todos los cubanos pongo a este pueblo habanero que la quiere y venera. A ella encomiendo mis futuros servicios a la Iglesia y a Cuba y el quehacer pastoral del querido hermano monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, el nuevo arzobispo electo de la diócesis.
Jesús me llamó a seguirlo en plena juventud. Eso es algo maravilloso. Me llamó a seguirlo en plena juventud a Él, Único y Buen Pastor. Pues ahora ofrezco los años de mi vida que me llevarán a su encuentro. A Él, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos.
Amén”.
Leer también: El cardenal Ortega se despide al dejar el arzobispado de La Habana


Santísima Trinidad
Posted by Redaccion on 20 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- Publicamos a continuación la carta pastoral del obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández.
El Dios de los cristianos no es un Dios solitario, lejano y aburrido. El Dios de los cristianos, el que nos ha revelado Jesús es un Dios familia, comunidad, que se acerca hasta nosotros para introducirnos en su intimidad, que ha llegado hasta nosotros en su Hijo hecho hombre, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado, y que nos ha dado su Espíritu Santo, que vive en nuestros corazones como en un templo.
Este domingo celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo y único Dios en tres personas. No se trata de ningún juego de palabras, sino de una realidad misteriosa que conjuga la unidad absoluta (monoteísmo) con la trinidad de personas, familia comunidad de amor. El Padre es el principio sin principio, el Hijo es reflejo del Padre, engendrado en la eternidad de la misma naturaleza. El Espíritu Santo es el Aliento del Padre y del Hijo, es el Amor que los abraza. Los tres coexisten desde toda la eternidad, sin comienzo y para siempre. El proyecto de Dios es hacernos a nosotros partícipes de esa felicidad, y para eso hemos sido creados.
La liturgia de este día y a lo largo de todo el año nos invita a contemplar este misterio tan sublime y tan cercano. Es el Dios que nos ha revelado Jesucristo, al que otras religiones se acercan, pero sin llegar a la profundidad de este misterio y sin descubrir toda su riqueza. Por eso, en Jesucristo la revelación de Dios ha llegado a su plenitud, y Dios ya no tiene más que decirnos, porque en su Hijo nos lo ha dicho todo. Para acercarnos a este misterio, no se trata de elucubrar mucho con nuestra mente, sino de contemplar con el corazón este círculo de amor del Padre amando a su Hijo en el Espíritu Santo, sintiéndonos incorporados a ese círculo de la intimidad de Dios como hijos, como hermanos, como templos donde los Tres habitan como huéspedes.
En esta fiesta la Iglesia nos propone el testimonio de las vocaciones contemplativas con el lema: “Contemplad el rostro dela misericordia”. Ellos y ellas han descubierto este misterio de Dios tan atrayente y se han sentido fascinados por él. Toda una vida para contemplar, alabar, interceder, dar gloria a Dios, reparar con amor ante el Amor que no es amado. ¿Qué hace en la Iglesia una comunidad contemplativa? ¿Qué provecho alcanza de ello la sociedad de nuestro tiempo? Los contemplativos responden a una vocación de Dios, que se convierte en profecía para todos: amar y buscar a Dios sobre todas las cosas, y son para la sociedad como oasis de paz y de silencio que invitan a encontrarse con Dios y restaurar nuestras fuerzas. Son los grandes bienhechores de la humanidad desde el silencio del claustro. Oremos por estas vocaciones, para que no nos falten y sirvan a la Iglesia y a los hombres de nuestro tiempo de reclamo al “Sólo Dios”, que tanto necesitamos.
Recibid mi afecto y mi bendición:
+ Demetrio Fernández, Obispo de Córdoba.


Homofobia no, la verdad sí
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 20 May, 2016



VER
El Presidente de la República acaba de enviar al Congreso dos iniciativas de ley, para permitir que las uniones maritales entre personas del mismo sexo sean reconocidas como “matrimonios igualitarios, sin discriminación por motivos de origen étnico, de discapacidades, de condición social, de condiciones de salud, de religión, de género o preferencias sexuales”. Así lo informó en el Día Nacional de Lucha contra la Homofobia, en la residencia oficial de Los Pinos, ante organizaciones que enarbolan la agenda lésbico, gay, bisexual, trans e intersexual (LGBTI), que felices le aplaudieron, como una conquista de sus luchas. 2357-59
Nuestra Iglesia siempre ha expresado, no sólo para los creyentes, sino para toda la humanidad, independientemente de su religión y de su cultura, que un verdadero matrimonio sólo se puede dar entre un hombre y una mujer que se aman y que están abiertos a la generación de nuevas vidas. Esta convicción está afianzada en nuestra fe, pero tiene un fundamento en la misma naturaleza humana, pues, aun biológicamente, una relación genital, sexual, que sea verdaderamente humana, no animal, adquiere su pleno sentido sólo estando una mujer frente a un hombre. Otra cosa es la amistad, el cariño, la ayuda mutua, la complementariedad, que son posibles y convenientes entre personas del mismo sexo.
Sin embargo, nuestra misma fe nos invita a ser respetuosos con quienes piensan y actúan en forma diferente, pues Dios respeta la libertad que El mismo nos dio, aunque la usemos para equivocarnos. Dios nos hizo libres y cada quien puede hacer lo que quiera con su libertad, aunque se perjudique. Si alguien es feliz con una relación homosexual, allá su propia decisión, pero que no le llamen “matrimonio”, por favor, pues la misma palabra tiene en su raíz la maternidad, y un hombre no fecunda a otro hombre, ni una mujer a otra. Esto no es homofobia; es una simple verdad de la naturaleza humana de todos los tiempos y de todas las culturas.
PENSAR
El Papa Francisco, en su reciente Exhortación La alegría del amor, afirma: “En una sociedad en la que ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por hacer posible la fecundidad, reconocemos la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad” (AL 52).
“No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (AL 251).
Sin embargo, nos invita a “evitar todo signo de discriminación injusta, y particularmente cualquier forma de agresión y violencia… Se debe tratar de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una orientación sexual distinta puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida” (AL 250). Es algo que ya el Catecismo de la Iglesia Católica ya nos había indicado, en el No. 258.
Y en cuanto a que la ley obligará a los funcionarios públicos acatar la disposición de realizar esos “matrimonios igualitarios”, y si no lo hacen se les juzgará por homofobia, el Papa Francisco, en una entrevista con el periódico francés La Croix, recuerda que los funcionarios católicos no deberían estar obligados a celebrarlos: “Una vez que se aprueba una ley, el Estado debería ser respetuoso de las conciencias. La objeción de conciencia debe ser posible en todas las jurisdicciones legales, porque es un derecho humano”. Es decir, si un juez, por su conciencia, se niega a realizar estos actos, debería ser respetado y no castigado con retirarle el cargo, o con otras sanciones.
ACTUAR
¡Nada pues, de homofobia! Mucho respeto a quienes tienen una orientación sexual diferente, sea por opción y gusto personal, sea por consecuencias de su infancia familiar, o por modas del ambiente. Pero no podemos dejar de anunciar lo que es propio de nuestra fe, ni dejar de denunciar lo que perjudica a las personas y a la sociedad.


San Eugenio de Mazenod – 21 de mayo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 20 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- Carlos José Eugenio nació en Aix-en-Provence, Francia, el 1 de agosto de 1782 en el seno de una familia aristocrática con excelente posición económica; su padre desempeñaba un cargo político relevante. De niño mostraba rasgos de autoritarismo y era pronto a la ira, aunque también se advertían en él evidentes destellos de virtud que subrayaban su nobleza y gran corazón. Así, movido por su piedad, en esa época no dudó en intercambiar su vestimenta con un niño carbonero, poniéndose la mísera ropa que llevaba. En 1791 su familia huyó de la guillotina y vivieron exiliados en diversos lugares, entre otros: Niza, Turín, Venecia…
Eugenio estudió en el colegio de Nobles turinés y recibió la primera comunión. En Venecia no pudo cultivar amistades ni ir a la escuela. Entonces un sacerdote amigo y vecino, el padre Bartolo Zinelli, le educó en la fe; fue el germen de su futura vocación sacerdotal. Pero aún hubo vacilaciones. Y es que con tantos vaivenes y conflictos creados por la Revolución francesa, la familia, que estaba al borde de la miseria, partió a Nápoles ciudad que suscitó en el santo un vacío y cierta distancia respecto a la fe. Sicilia y Palermo cerraron inicialmente esa etapa de nomadismo obligado que había llevado. En Palermo los duques de Cannizzaro les acogieron benévola y generosamente a él y a los suyos.
Eugenio vivió junto a la nobleza y adoptó el título de conde de Mazenod. Parecía que se abría un camino para él en la vida cortesana. Pero la verdad es que al regresar a Francia con 20 años, era lo que se diría casi un «don nadie». Además, su familia se había desmembrado por completo al haberse divorciado sus padres. Pensando en obtener fortuna, vislumbró su matrimonio con una heredera rica a la que cortejó, pero la joven murió prematuramente y quedó profundamente consternado. La intensidad de los hechos que se producían en su entorno venían acompañados de grandes interrogantes. Interpelarse sobre sí mismo y sobre el mundo que le rodeaba fue doloroso, pero conveniente. Cuando un temperamento fuerte como el suyo se orienta en la buena dirección es una fuente de bendiciones. Eugenio tomó partido por Cristo y su Iglesia volcando en ellos su pasión. Tuvieron peso específico dos experiencias espirituales que le marcaron. Una, que le dejó conmovido por la Pasión de Cristo, seguramente se produjo en 1807. Otra posterior le instaba a seguir el camino del sacerdocio. La situación eclesial del momento no era buena, pero en él reverdecían las enseñanzas del padre Zinelli.
En 1808, pese a no contar con el beneplácito materno, ingresó en el seminario de San Sulpicio de París. Tres años más tarde fue ordenado sacerdote en Amiens. Los misioneros Émery y Duclaux fueron de gran ayuda para él. Su ardiente deseo era ser «el sirviente y sacerdote de los pobres». La aflicción por sus pecados y por los alejados de la Iglesia infundieron en su corazón el anhelo purgante. Este sentimiento de expiación que unía a Cristo lo encauzó a través de su compromiso con una congregación mariana y con un grupo misionero alentado por Charles de Forbin-Janson. El obispo le ofreció ser su vicario general, pero eligió regresar a su ciudad natal para estimular la fe entre los pobres que había decaído peligrosamente. No aceptó ser párroco, sino que inició su labor entre los prisioneros, las personas que trabajaban en el servicio doméstico, los campesinos y los jóvenes. Parte del clero no estaba de acuerdo con él, y buscó otros sacerdotes afines, con gran celo apostólico, que lo secundaron.
Aprendió provenzal y junto a los que compartían el mismo ideal suyo, aglutinados como «Misioneros de Provenza», esparcía el evangelio entre las gentes sencillas, instruyéndolas en su propia lengua. Al ver tanta mies a la que no podía llegar, acudió al papa con objeto de que reconociese oficialmente a la comunidad como una congregación religiosa de derecho pontificio. Obtuvo la aprobación en 1826 con el nombre de Misioneros Oblatos de María Inmaculada. El Santo Padre dio este paso frente a la oposición de varios obispos galos, argumentando: «Me agrada esta sociedad; sé el bien que hace y hará y quiero favorecerla».
Eugenio solamente quiso cumplir la voluntad divina: «Estaría dispuesto a partir mañana mismo a la luna, si fuera esa la voluntad de Dios». A sus hijos les dio esta consigna: «Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas». Ese celo le guiaba al punto de ser considerado como «un segundo Pablo». Era un hombre de oración y excelsa devoción por la Eucaristía, a la que consideró «el centro vivo que sirve de comunicación», así como del Sagrado Corazón. Fue muy probado en su fe. Perdió por un tiempo la nacionalidad francesa, hubo entre los suyos divisiones, abandonos, pérdidas humanas, e incomprensiones hasta de la Santa Sede. Cuando le fue negado el cardenalato prometido, manifestó: «Al acabarse todo, es igual si le entierran a uno con sotana de color rojo o purpúreo; lo principal es que el obispo alcance llegar al cielo». Pasó momentos de gran oscuridad, contrajo una enfermedad a causa de todo ello, pero se aferró a la gracia de Cristo y salió victorioso. No en vano había constatado que «el progreso hacia la santidad exige una constante conversión», apreciación hecha vida.
Fue superior general durante treinta y cinco años, obispo de Marsella, adalid de las clases de religión y escritor. Abrió las puertas a peticiones de distintos movimientos en los que vio una respuesta a las necesidades eclesiales. Así contó con la presencia en su diócesis de 31 congregaciones religiosas. Puso en marcha 22 parroquias, edificó varias iglesias, entre otras, la catedral y el santuario de Nuestra Señora de la Guardia. Deseando apurar conscientemente sus últimos instantes, pidió: «Si me adormezco o me agravo, despertadme, os lo ruego, quiero morir sabiendo que muero». Falleció el 21 de mayo de 1861. Pablo VI lo beatificó el 19 de octubre de 1975. Juan Pablo II lo canonizó el 3 de diciembre de 1995.