Tribunas

“El amigo del último instante”: el testamento del padre Christian diez años después

Pilar González Casado
Profesora Agregada a la Cátedra de Literatura árabe cristiana de la Universidad San Dámaso.

El 21 de mayo se cumplieron diez años del martirio de los siete trapenses del monasterio de Nuestra Señora del Atlas en Tibhirine (Argelia). La cita del título pertenece al testamento espiritual de su prior, el padre Christian de Chergé: “Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí para ti también quiero este GRACIAS, y este A-DIOS en cuyo rostro contemplo el tuyo”. Lo  escribió dos años y medio antes de su muerte en 1996, cuando la violencia y la actitud del Grupo Islámico Armado (GIA) con los argelinos y los extranjeros de Argelia le hicieron vislumbrar que su vida, que ya había entregado a Dios como monje, se la iba a entregar también como sacrificio martirial por el pueblo musulmán de Argelia.

Ms. Henri Teissier, arzobispo de Argel en aquellos años de cuchillo de la guerra civil, difundió mensajes radiofónicos y escritos y predicó diferentes homilías a lo largo de su episcopado argelino. Quien los lee, especialmente los del año siguiente al degollamiento de los monjes, se convence de que sus reflexiones sobre el sentido de las fiestas del año litúrgico están teñidas por el recuerdo del valor de la vida y la muerte de los siete trapenses como respuesta cristiana a la violencia desbocada. Ms. Teissier interpretó el gesto final del prior de Tibhirine como un sacrificio pascual, signo del nacimiento de la nueva humanidad que surge cuando el hombre triunfa sobre el crimen por su fe en la fecundidad del amor.

Una de las ideas recurrentes que cruza sus mensajes es que la violencia ni es divina ni salva al hombre, sino que es consecuencia de la acción del pecado y no de la de una religión concreta. Al mismo padre Christian le repugnaba que, si moría a manos del GIA, se criminalizara al resto de los musulmanes argelinos. Los escritos de ambos cantan la fe en la humanidad creada por amor y para amar. Ms. Teissier en su meditación para la Asunción de 1997 niega que los hijos de los hombres hayan sido creados para que sus cuerpos sean descuartizados por machetes en los bosques del Zaire o mutilados en las llanuras de Mitidja.

A estas llanuras argelinas se pueden sumar hoy las calles de Alepo, Damasco, Bagdad, El Cairo, Maiduguri, Beirut, París, Bruselas… o las aguas del Mediterráneo. “Han sido creados para la gracia de la Asunción que brilla en el cuerpo resucitado de Jesús y se refleja en el paso a Dios de María. Al mirar la luz de Dios sobre el cuerpo de María aprendemos el respeto que merece cada existencia humana”, escribe el arzobispo. Diez años después de la muerte del padre Christian, la violencia sigue sumando víctimas en su casillero: cristianos, musulmanes, judíos, yazidíes, kurdos, budistas, ateos, agnósticos, refugiados… todos hombres creados por amor y para amar.

En los escritos del trapense que tratan sobre la relación cristianismo e islam sobresale una pregunta que, como él mismo indica, laceraba su corazón desde treinta años atrás: conocer el lugar del islam en el misterioso designio de Dios. Esta misma pregunta hiere nuestro corazón. Con la osadía propia del mártir, él mismo se la responde en el momento de su despedida. El amigo del último instante disipará su curiosidad punzante porque por fin el monje hundirá su mirada “en la del Padre y contemplará con Él a sus hijos del islam como Él los ve, inundados por el don del Espíritu, cuyo gozo será siempre el de establecer la comunión y restablecer la semejanza jugando con las diferencias”.

Esta amplitud de su mirada de fe, que acoge los destellos del don de Dios en todas las culturas, junto con su convencimiento de que solo el amor salva y vence al odio, hizo que los musulmanes siempre fueran para él hermanos y no enemigos y que en el último instante pudiera contemplarlos agradecido en el rostro divino. Como Ms. Teissier escribía en la fiesta de la Epifanía de 1997, “¿nuestra mirada de fe tiene la misma amplitud?”, o, añado yo, ¿en el último instante, por nuestra estrechez, tendremos que bajar nuestros ojos ante la mirada del Padre? La respuesta definitiva sobre la existencia del islam sólo la conoce Dios, pero del padre Christian es una llamada a superar las diferencias por la capacidad del hombre para amar que nos convierte a todos en amigos desde el primer al último instante.