Servicio diario - 29 de mayo de 2016


 

El Papa a Scholas: La amistad es lo contrario de la cultura del descarte
Posted by Sergio Mora on 29 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco se dirigió este domingo por la tarde en el Aula nueva del sínodo, a los participantes del ‘IV Congreso Internacional de Scholas Occurentes’ que inició este viernes en la Ciudad del Vaticano y en Roma, el cual concluyó hoy allí.
El encuentro de tres días contó con una parte dedicada a 30 jóvenes elegidos entre miles que participaron a los proyectos de Scholas sobre ciudadanía, y la otra a un centenar de universitarios y profesionales que se realizó en la Casina Pio IV en el Vaticano.
Durante el encuentro se anunció además que el próximo ‘Partido de la Paz’, será el 10 de junio en Argentina con motivo del bicentenario de la independencia de dicho país. Por ello le presentaron un olivo al Papa para que lo bendiga, el cual será plantado antes de dicho evento deportivo, además de una pelota de fútbol que el Santo Padre entregó a algunos jugadores allí presentes.
Scholas Ocurrentes –actualmente fundación pontificia– es una Red Mundial de Escuelas para el Encuentro que nació inspiradas por el Papa Francisco para promover la vinculación de las escuelas del mundo, con proyectos compartidos hacia las de menores recursos. Nació cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires, con las ‘Escuelas de vecinos’ y las ‘Escuelas hermanas’.
Antes de la llegada del Santo Padre tres actores famosos, George Clooney, Salma Hayek y Richard Gere, hablaron de educación y valores; y más tarde recibieron un galardón con medallas con el símbolo del olivo de la paz.
El Papa a su llegada, deseó que en el congreso “se haya dado ese clima de comunicación, de puente, de encuentro, que es un desafío para este mundo que corre el riesgo de atomizarse y separarse”. Porque –señaló el Francisco– cuando los pueblos y los amigos se separan, se puede fácilmente sembrar odio y enemistad, en cambio cuando se encuentran “nace una cultura que de la amistad que es lo contrario de la cultura del descarte”.
Una de las coordinadoras, María Paz Jurado, contó los tres días con los 30 jóvenes de los cinco continentes; Sana Alí, de los Emiratos Arabes, indicó las dificultades y esperanzas encontradas; el joven salteño Nahuel Moreno, señaló la importancia de haber comunicado superando lenguajes y distancias; y la joven mexicana, Ariana Licet Nuñez narró una conmovedora situación de bulliyng, que ella sufrió en primera persona.
El Papa respondiendo a ‘si había pensado alguna vez dejar de serlo porque era demasiada responsabilidad’, les confió que “no se me había ocurrido que me iban a elegir a mi”, pero que en ese momento recibió una paz profunda. Señaló que construir un mundo mejor se puede resumir en lo que hemos hablado: “que cada persona sea reconocía en su identidad”. Añadió que “la personalidad necesita pertenencia”, que una persona sin identidad no tiene futuro, y es preciso tener identidad, de cualquier tipo que sea.
Entretanto añadió que no basta hablar, sino que es necesario también el lenguaje de los gestos, “una palmada, una sonrisa que da esperanza, mirar a los ojos, gestos de aprobación y esperanza”.
El Santo Padre añadió que el bullying es una agresión que esconde una profunda crueldad, como las guerras. Y contó que una monja de un país africano con guerras intestinas, “me envió fotos que tengo acá” y “que sucedieron el mes pasado”. ¡Un niño degollado, un niño!, es la misma crueldad!
Exhortó por ello a ‘desterrar todo tipo de crueldad’. Y explicó que hay que tener la capacidad de escuchar al otro, de no discutir en seguida, y que cuando hay diálogo ambos ganan. “No discutir sino persuadir con mansedumbre” dijo.
Carina Rosa y Daniel Sigliano, también coordinadores de estas iniciativas explicaron las cátedras de Scholas y la propuesta de unir la sabiduría de las universidades a los proyectos que a ellos les llegan. Así al Santo Padre fueron presentados los compromisos que asumieron las 37 universidades con las cátedras Scholas para desarrollar consultoría experta de al meno un proyecto de Scholas durante un año, 17 de ellas de América, 2 de África, 2 de Asia, 16 de Europa.
El cierre del Congreso contó con otras sorpresas, como la de un grupo de los participantes en la Casina Pio IV, de unas seis personas de diversos credos, que prepararon una oración interreligiosa que recitaron delante del Santo Padre. Además un grupo del proyecto Scholas Arts interpretó una música con instrumentos y canto, y le entregaron un violín construido con las técnicas usadas por los primeros jesuitas. También pasaron un video y contaron cuando llevaron al Polo Norte un olivo como símbolo de Scholas, y dos surfristas con sus tablas le pidieron al Papa que se las firme.


El Papa invita a los niños a rezar por la paz junto a sus coetáneos sirios
Posted by Redaccion on 29 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano) Al concluir la santa misa en la plaza de San Pedro, con motivo del Jubileo de los diáconos, el papa Francisco que vestía los paramentos verdes del Tiempo ordinario, rezó el ángelus desde la explanada delante de la basílica, donde se celebró la eucaristía y dirigió unas palabras a los miles de fieles allí presentes.
«Al concluir esta celebración quiero dirigirles un especial saludo a ustedes, queridos diáconos, que han venido de Italia y de otros países. ¡Gracias por vuestra presencia aquí, pero sobre todo por vuestra presencia en la Iglesia!
Saludo a todos los peregrinos, en particular a la Asociación europea de los históricos Schützen; a los participantes del “Camino del Perdón” promovido por el Movimento Celestiniano; y a la Asociación Nacional para la tutela de las energías renovables, empeñados en una obra de educación para cuidar la creación.
Recuerdo también la Jornada Nacional del Alivio, finalizada a ayudar a las personas a vivir bien la fase final de la existencia terrena, así como la peregrinación tradicional que se realiza hoy en Polonia, en el santuario mariano de Piekary: la Madre de la Misericordia apoye a las familias y a los jóvenes que están en camino hacia la Jornada Mundial de Cracovia.
El próximo miércoles 1° de junio, con motivo de la Jornada Internacional del Niño, las comunidades cristianas de Siria, sea católicas que ortodoxas, vivirán una oración especial por la paz, que tendrá como protagonistas justamente a los niños. Los niños sirios invitan a los niños de todo el mundo a unirse por sus oraciones por la paz.
Invocamos por estas intenciones la intercesión de la Virgen María, mientras le confiamos la vida y el ministerio de todos los diáconos del mundo».


El Papa a los diáconos: ‘No somos los dueños de nuestro tiempo’ – Texto completo de la homilía
Posted by Redaccion on 29 May, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco presidió este domingo la santa misa delante de la basílica de San Pedro, ante miles de fieles y peregrinos que en este IX domingo del Tiempo ordinario participaron en el Jubileo de los diáconos. La misa solemne acompañada con música polifónica, que se realizó a pesar del tiempo inestable y con alguna lluvia, fue la conclusión del evento de los diáconos permanentes, que inició el miércoles pasado en Roma, y terminó con la oración del ángelus. Después de la eucaristía el Francisco saludó con gran afecto a muchos de los diáconos allí presentes.
En su homilía el Santo Padre recordó que evangelizar es la misión asignada a cada cristiano en el bautismo y que servir es el estilo mediante el cual se vive la misión y el único modo de ser discípulo de Jesús. Porque ser testigo es servir a los hermanos y a las hermanas. Y se inicia a ser «siervos buenos y fieles» viviendo la disponibilidad. Porque el tiempo no nos pertenece, sino que es un don recibido de Dios para a su vez ofrecerlo, sin ser es esclavo de la agenda que hemos establecido, dóciles de corazón, disponibles a lo no programado: solícito para el hermano y abierto a lo imprevisto, que nunca falta y a menudo es la sorpresa cotidiana de Dios.
A continuación el texto completo de la homilía
“«Servidor de Cristo» (Ga 1,10). Hemos escuchado esta expresión, con la que el apóstol Pablo se define cuando escribe a los Gálatas. Al comienzo de la carta, se había presentado como «apóstol» por voluntad del Señor Jesús (cf. Ga 1,1). Ambos términos, apóstol y servidor, están unidos, no pueden separarse jamás; son como dos caras de una misma moneda: quien anuncia a Jesús está llamado a servir y el que sirve anuncia a Jesús.
El Señor ha sido el primero que nos lo ha mostrado: él, la Palabra del Padre; él, que nos ha traído la buena noticia (Is 61,1); él, que es en sí mismo la buena noticia (cf. Lc 4,18), se ha hecho nuestro siervo (Flp 2,7), «no ha venido para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45). «Se ha hecho diácono de todos», escribía un Padre de la Iglesia (San Policarpo, Ad Phil. V,2). Como ha hecho él, del mismo modo están llamados a actuar sus anunciadores. El discípulo de Jesús no puede caminar por una vía diferente a la del Maestro, sino que, si quiere anunciar, debe imitarlo, como hizo Pablo: aspirar a ser un servidor. Dicho de otro modo, si evangelizar es la misión asignada a cada cristiano en el bautismo, servir es el estilo mediante el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de Jesús. Su testigo es el que hace como él: el que sirve a los hermanos y a las hermanas, sin cansarse de Cristo humilde, sin cansarse de la vida cristiana que es vida de servicio.
¿Por dónde se empieza para ser «siervos buenos y fieles» (cf. Mt 25,21)? Como primer paso, estamos invitados a vivir la disponibilidad. El siervo aprende cada día a renunciar a disponer todo para sí y a disponer de sí como quiere. Si se ejercita cada mañana en dar la vida, en pensar que todos sus días no serán suyos, sino que serán para vivirlos como una entrega de sí.
En efecto, quien sirve no es un guardián celoso de su propio tiempo, sino más bien renuncia a ser el dueño de la propia jornada. Sabe que el tiempo que vive no le pertenece, sino que es un don recibido de Dios para a su vez ofrecerlo: sólo así dará verdaderamente fruto. El que sirve no es esclavo de la agenda que establece, sino que, dócil de corazón, está disponible a lo no programado: solícito para el hermano y abierto a lo imprevisto, que nunca falta y a menudo es la sorpresa cotidiana de Dios.
Servidor abierto a la sorpresa, a las sorpresas cotidianas de Dios. El siervo sabe abrir las puertas de su tiempo y de sus espacios a los que están cerca y también a los que llaman fuera del horario, a costo de interrumpir algo que le gusta o el descanso que se merece.
El servidor no se aferra a sus horarios, me hace mal al corazón cuando veo en las parroquias el horario de tal hora a tal hora, después no están las puertas abiertas, no hay cura, no hay diácono, no hay laico que reciba a la gente, esto hace mal. Descuidar los horarios, tener este coraje de descuidar los horarios. Así, queridos diáconos, viviendo en la disponibilidad, vuestro servicio estará exento de cualquier tipo de provecho y será evangélicamente fecundo.
También el Evangelio de hoy nos habla de servicio, mostrándonos dos siervos, de los que podemos sacar enseñanzas preciosas: el siervo del centurión, que es curado por Jesús, y el centurión mismo, al servicio del emperador.
Las palabras que este manda decir a Jesús, para que no venga hasta su casa, son sorprendentes y, a menudo, son el contrario de nuestras oraciones: «Señor, no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo» (Lc 7,6); «por eso tampoco me creí digno de venir personalmente» (v.7); «porque yo también vivo en condición de subordinado» (v. 8). Ante estas palabras, Jesús se queda admirado. Le asombra la gran humildad del centurión, su mansedumbre. La mansedumbre es una de las virtudes de los diáconos, cuando el diácono es humilde y servidor y no juega a evitar a los curas, no, es manso.
Él, ante el problema que lo afligía, habría podido agitarse y pretender ser atendido imponiendo su autoridad; habría podido convencer con insistencia, hasta forzar a Jesús a ir a su casa. En cambio se hace pequeño, discreto, manso, no alza la voz y no quiere molestar. Se comporta, quizás sin saberlo, según el estilo de Dios, que es «manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). En efecto, Dios, que es amor, oír amor llega incluso a servirnos por amor: con nosotros es paciente, comprensivo, siempre solícito y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y busca el modo para ayudarnos y hacernos mejores.
Estos son también los rasgos de mansedumbre y humildad del servicio cristiano, que es imitar a Dios en el servicio a los demás: recibirlos con amor paciente, comprenderlos sin cansarnos, hacerlos sentir acogidos, en casa, en la comunidad eclesial, donde no es más grande quien manda, sino el que sirve (cf. Lc 22,26). Y nunca retar, nunca. Así, queridos diáconos, en la mansedumbre, madurará vuestra vocación de ministros de la caridad.
Además del apóstol Pablo y el centurión, en las lecturas de hoy hay un tercer siervo, aquel que es curado por Jesús. En el relato se dice que era muy querido por su dueño y que estaba enfermo, pero no se sabe cuál era su grave enfermedad (v.2). De alguna manera, podemos reconocernos también nosotros en ese siervo.
Cada uno de nosotros es muy querido por Dios, amado y elegido por él, y está llamado a servir, pero tiene sobre todo necesidad de ser sanado interiormente. Para ser capaces del servicio, se necesita la salud del corazón: un corazón curado por Dios, que se sienta perdonado y no sea ni cerrado ni duro.
Nos hará bien rezar con confianza cada día por esto, pedir que seamos sanados por Jesús, asemejarnos a él, que «no nos llama más siervos, sino amigos» (cf. Jn 15,15).
Queridos diáconos pueden pedir cada día esta gracia en la oración, en una oración donde se presenten las fatigas, los imprevistos, los cansancios y las esperanzas: una oración verdadera, que lleve la vida al Señor y el Señor a la vida.
Y al servir en la celebración eucarística, allí se encontrará la presencia de Jesús, que se entrega, para que vosotros os deis a los demás. Así, disponibles en la vida, mansos de corazón y en constante diálogo con Jesús, no tendréis temor de ser servidores de Cristo, de encontrar y acariciar la carne del Señor en los pobres de hoy”.


San José Marello – 30 de mayo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 29 May, 2016



(ZENIT – Madrid).- La Iglesia celebra hoy, junto a Fernando III, a Juana de Arco y otros santos y beatos, a José Marello. Nació en Turín, Italia, el 26 de diciembre de 1844. A los 8 años su padre Vincenzo lo llevó a San Martino Alfieri junto a su hermano, donde fueron criados por sus abuelos que se hicieron cargo de ellos tras la muerte de su madre. José comenzó su formación bajo la tutela del maestro Silvestro Ponzo y del párroco Giovanni Battista Torchio. El buen sacerdote hizo una espléndida labor con el muchacho, aunque era extraordinariamente receptivo. Tan aplicado en el estudio que en el estío de 1856, para recompensar su esfuerzo y las excelentes calificaciones que obtuvo, su padre le premió con una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Misericordia, en Savona. Cosas de la Providencia. Vincenzo podía haber elegido otro lugar para gratificar la dedicación de su hijo, pero tenía que ser precisamente el santuario. Y es que María esperaba al futuro santo con sus maternales brazos abiertos, y allí mismo le señaló la senda sacerdotal con un apremiante: «¡Hazte sacerdote, entra al seminario!».
José acogió esta petición sin dudarlo. En el mes de octubre de ese año 1856, lo más pronto que pudo, ingresó en el seminario de Asti, preparándose concienzudamente para ser un buen sacerdote. Su progenitor hubiese preferido que se dedicara a los negocios familiares. Y, en principio, la historia se convirtió en aliada suya. José solo pudo permanecer en el seminario tres años que fueron suficientes para mostrar su tesón, inteligencia, y otras muchas virtudes que se abrían paso sin quedar ahogadas en su fuerte carácter. Pero la segunda guerra de independencia del reino de Cerdeña en pugna con Austria, que se inició en 1859, introdujo un paréntesis en su vida, ya que el seminario de Asti fue tomado para destinarlo a los militares.
Primeramente estuvo acogido en el domicilio de una familia local, hasta que en el verano de 1862, una vez culminados los estudios filosóficos en la curia diocesana, regresó a Turín. Vincenzo no ocultó su gozo ante esta nueva opción para la vida de su hijo que comenzó a especializarse en temas comerciales con el fin de llevar la rienda de las posesiones, como él deseaba. Sin embargo, se presentó un inesperado escollo; otro gesto de la Providencia para salirse con la suya. En 1863 José contrajo el tifus y su salud se agravó peligrosamente. Ante tal impedimento fue rotundo: «Papá yo hubiera querido continuar con los estudios para hacerme sacerdote. Tú no has querido y yo te he obedecido. Pero la Virgen viendo los peligros en los que me encuentro, ha escuchado mi oración y está por liberarme. Si tú consientes que yo siga mi camino, me curaré rápidamente, de otro modo, la Virgen me llamará a sí».
Al año siguiente, recuperado de la enfermedad y la crisis que había sufrido por mediación de la Virgen de la Consolación, reingresó en el seminario de Asti. Fue ordenado en septiembre de 1868. Monseñor Carlo Savio que había reparado en sus cualidades lo escogió como secretario; fue un juicio acertadísimo. José puso todo su empeño en la formación moral y religiosa de la juventud, dedicaba largas horas a las confesiones y a la dirección espiritual en Michelerio, organizó cursos para los jóvenes obreros, y compaginaba su labor volcado también en las necesidades del clero. Fue canónigo de la catedral y se ocupó de una casa de reposo que no tenía medios para atender a los desvalidos; además, asistía a los ancianos. Todo ello le permitió conocer desde dentro los entresijos de la labor pastoral, pero en el fondo de su corazón se sentía llamado a la vida contemplativa. Trabajador infatigable, advertía: «El ruido no hace bien, y el bien no hace ruido». Monseñor Savio le aseguró que Dios tenía para él otra misión. En 1869 acompañó al prelado al Concilio Vaticano I. Entre otros cardenales conoció al futuro papa León XIII. En 1873 murió Vincenzo. Dos años más tarde, hallándose en Roma, José mantuvo una audiencia privada con Pío IX.
El 14 de marzo de 1878, en la sede del Instituto Michelerio donde se propuso crear la Compañía de San José, fundó la Congregación de Oblatos de San José. Les dio como modelo al Santo Patriarca encomendándoles de forma particular que difundieran su culto, que formasen a la juventud y que estuviesen al servicio de las iglesias locales, parroquias, orfanatos, escuelas… «Cartujos en casa y apóstoles fuera de casa»; «Sed extraordinarios en las cosas ordinarias», aconsejaba. En 1884 trasladó a los primeros Oblatos al hospicio de Santa Clara, que se convirtió en la casa madre de la congregación.
El 23 de noviembre de 1888 fue designado obispo de Acqui; León XIII no había olvidado al joven virtuoso que conoció en el palacio del Quirinale. Desde el mes de junio de 1889 hasta su muerte en 1895, José ejerció su fecundo ministerio pastoral. Seguía persiguiendo la santidad como la deseaba para todos: «La unión con Dios debe ser ya desde aquí en la tierra nuestro único trabajo como noviciado de aquella unión perfecta que se consumará en el cielo. Todo lo demás debe ir ordenado a esta sola». Su consigna era: «Todos cuiden los intereses de Jesús». Sus visitas pastorales le permitieron conocer directamente las parroquias a las que accedió con los medios de la época, algunos precarios: tren, carro y caballo. En todas ellas fue ganándose el afecto de los fieles.
El 30 de mayo de 1895 el superior de los padres escolapios le invitó a participar en Savona en la celebración del tercer centenario de la muerte de Felipe Neri. Siempre había tenido una frágil salud, y en ese instante no se hallaba precisamente en buen estado, pero dijo: «se celebra la fiesta de san Felipe Neri y si Dios quiere se muere». Así fue. Ese día al terminar de celebrar la Eucaristía en la iglesia de Nuestra Señora de la Misericordia de Savona, en plena visita pastoral entregó su alma a Dios. León XIII lo denominó «lumbrera del episcopado». Pablo VI lo beatificó el 12 de junio de 1978. Juan Pablo II lo canonizó el 25 de noviembre de 2001.