Servicio diario - 07 de julio de 2016


 

Vatileaks2: El tribunal condena a pena de reclusión a mons. Vallejo y Chaouqui
Posted by Rocío Lancho García on 7 July, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El proceso judicial que se ha celebrado en el Vaticano por robo y filtración a la prensa de documentos reservados de la Santa Sede, conocido como Vatileaks 2, ha concluido hoy tras 8 meses. El tribunal, después de casi cinco horas en Cámara de Consejo, en nombre del Santo Padre, ha determinado que monseñor Vallejo Balda debe cumplir 18 meses de reclusión y Francesca Chaouqui 10 meses, con suspensión de la aplicación de la pena durante 5 años. Es decir, si durante los próximos cinco años no comete ningún delito, no deberá cumplir la pena. Mientras que Nicola Maio ha sido absuelto por falta de pruebas y los periodistas absueltos por defecto de jurisdicción. Tanto Francesca como el sacerdote español han sido condenados a pagar los costes del proceso.
Eran dos los delitos juzgados, asociación para delinquir — monseñor Vallejo, Chaouqui y Maio– y divulgación de documentos reservados, para los cinco imputados. El tribunal ha considerado a todos absueltos de ‘asociación para delinquir’, mientras que monseñor Vallejo han sido condenado por filtración de documentos y Francesca por colaboración en este delito.
Los imputados en este proceso eran cinco. El sacerdote español monseñor Lucio Ángel Vallejo Balda, secretario de la Prefectura para Asuntos Económicos y secretario de la extinta comisión Cosea, creada por el Santo Padre para estudiar la situación financiera de la Santa Sede. Francesca Chaouqui, laica italiana, relaciones públicas, miembro de dicha comisión. Nicola Maio, laico italiano, secretario personal de monseñor Vallejo. Y dos periodistas, Gianluigi Nuzzi autor de ‘Vía Crucis’ y Emiliano Fittipaldi, autor de ‘Avaricia’.
Las detenciones de Francesca y monseñor Vallejo se dieron a conocer el pasado 2 de noviembre. Esa misma semana se publicaron los dos libros que contenían documentos reservados, relacionados con el trabajo realizado por la Cosea. Chaouqui fue puesta en libertad, embarazada de pocas semanas, pero monseñor Vallejo ha estado arrestado durante todo el proceso.
Tras ocho meses de audiencias, en las que se interrogó a los imputados y a varios testigos, entre ellos trabajadores de la prefectura y gendarmes del Vaticano, finalmente la fiscalía pidió para Francesca 3 años y 9 meses de reclusión; para monseñor Vallejo 3 años y 1 mes de reclusión; para Nicola Maio, un año y 9 meses, para Gianluigi Nuzzi un año de reclusión, con suspensión condicional de la pena. Mientras que para Emiliano Fittipaldi no pidieron pena por insuficiencia de pruebas. Monseñor Vallejo es el único de los imputados que reconoció ante el juez su culpa, el sacerdote español aseguró haber pasado documentos y contraseñas a los periodistas, actuando bajo presión y por miedo a Francesca, a quien acusaba de haberle amenazado. Por su parte, Maio han negado con insistencia haber participado en la filtración a la prensa, ni pertenecer a ninguna “comisión en la sombra” de la Cosea. Francesca negó haber cometido esos delitos, así como negó también haber amenazado ni presionado a monseñor Vallejo para cometerlo. Fueron especialmente los trabajadores de la prefectura los que hablaron de esta “comisión en la sombra” que podría haber trabajado en paralelo a la Cosea, para obtener y divulgar los documentos. Una “asociación para delinquir” que finalmente no ha sido probada y por eso el tribunal hoy no lo ha considerado como delito cometido.
En el ángelus del 8 de noviembre, apenas unos días después de conocer la detención, el Santo Padre aseguró que el robo y publicación de documentos reservados sobre la reforma económica de la Santa Sede “no me distrae ciertamente del trabajo de reforma que estamos llevando adelante con mis colaboradores y con el apoyo de todos vosotros”. Fue la primera ocasión en la que Francisco hizo referencia explícita al caso Vatileaks. Tras recitar la oración mariana, Francisco aseguró que sabe que “muchos de vosotros os habéis preocupado por las noticias que han circulado en los días pasados a propósito de documentos reservados de la Santa Sede que han sido robados y publicados”.
Por esto –subrayó– quisiera deciros sobre todo que robar estos documentos es un delito. “Es un acto deplorable que no ayuda”, indicó el Santo Padre. De este modo explicó que él mismo “había pedido hacer ese estudio, y esos documentos, mis colaboradores y yo ya los conocíamos bien”. El Pontífice subrayó que “sí”, esta reforma económica se está realizando también con el “apoyo de toda la Iglesia, porque la Iglesia se renueva con la oración y con la santidad cotidiana de cada bautizado”. Por ello, el Santo Padre concluyó estas palabras dando las gracias y pidiendo rezar por “el Papa y por la Iglesia, sin dejarse molestar sino yendo adelante con confianza y esperanza”.



El Vídeo del Papa: ‘No nos imaginábamos que sería recibido con tanta trascendencia’
Posted by Rocío Lancho García on 7 July, 2016



(ZENIT – Roma).- Orar por las intenciones del Papa cada mes se ha convertido en un fenómeno viral en las redes sociales gracias al proyecto organizado por la Red Mundial de Oración del Papa conocido como el Vídeo del Papa. Un proyecto que comenzó en enero y que en estos meses ha logrado llegar a miles de personas. ZENIT ha entrevistado al padre Frédéric Fornos, SJ Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, para valorar el impacto que este proyecto ha tenido en estos primeros meses.

¿Cómo nació la idea del Vídeo del Papa?
— P. Frédéric: Como director internacional de la Red Mundial de Oración del Papa (anteriormente llamada Apostolado de la Oración) nuestra misión es que todos los católicos, y toda persona deseosa de paz y fraternidad en el mundo, pueda orar por las intenciones de oración de Francisco. Durante más de 172 años hemos innovado en hacerlo de diferentes formas. Quisimos ir un paso más allá porque hoy en día la gran mayoría de los católicos no conoce las intenciones del Papa por los desafíos de la humanidad y la misión de la Iglesia. La Iglesia necesita que podamos orar y comprometernos con esos desafíos por eso estamos recreando este servicio Pontifical. El Espíritu del Señor nos hizo conocer a la agencia de comunicación “La Machi”, quienes justamente nos propusieron el proyecto de llevar las intenciones del Papa a vídeos de excelente calidad internacional, una herramienta innovadora y eficaz.
Han lanzado ya siete vídeos del Papa, han pasado ya “el ecuador” de este año. ¿Qué valoración hacen del trabajo realizado hasta ahora?
— P. Frédéric: Aunque El Vídeo del Papa es un proyecto a largo plazo y este medio año es solo el comienzo, estamos gratamente sorprendidos del impacto que están teniendo en todo el mundo, cómo reacciona la gente, cómo sirve a los planes pastorales de miles de diócesis y movimientos en el mundo. Por ejemplo la Conferencia Episcopal de Paraguay se apoyó en el Vídeo del Papa sobre la situación de los pequeños agricultores para aportar su apoyo a los campesinos de su país. También el Pontificio Consejo Justicia y Paz, con el cardenal Turkson, introduce a veces sus conferencias con el Vídeo del Papa sobre el ‘Respeto de la Creación’. Hay muchas iniciativas pastorales en la Iglesia que se apoyan en él.
¿Qué les ha sorprendido más de los resultados de este proyecto?
— P. Frédéric: Probablemente la globalidad del proyecto sea lo más sorprendente, dado que se publica en 10 idiomas. No nos imaginábamos que el vídeo iba a ser recibido con la trascendencia que tuvo. Un gran número de señales televisivas del mundo, de todos los continentes, lo están mostrando. Muchas personas lo comparten por Whatsapp. También en Youtube y las redes sociales es un éxito, superando las 10 millones de visualizaciones únicamente en nuestras redes sociales y partners. Una cifra que se multiplica exponencialmente al añadirle las reproducciones del vídeo en periódicos y otros medios de comunicación de todo el mundo que lo han publicado.
La prensa mundial también está sorprendida con esta iniciativa, hemos registrado más de 1.400 notas publicadas en todo el mundo, desde CNN, por dar un ejemplo, hasta periódicos locales de Asia.
Una vez que conocen la intención de oración del mes, ¿cómo es el proceso del trabajo para realizar el vídeo?
— P. Frédéric: El proceso se lo encargamos a La Machi Comunicación para Buenas Causas, de forma integral. Ellos realizan la creatividad, producción, la campaña de prensa y desarrollo tecnológico. Nos presentan los guiones de cada vídeo, basados en el Magisterio, para aprobación y luego realizan la producción artística, con la colaboración del Centro Televisivo Vaticano. Índigo Music realiza la composición musical y sonorización. Después de las aprobaciones vaticanas, se coordina una fecha para el lanzamiento mundial. El vídeo se publica en 10 idiomas: castellano, inglés, portugués, francés, italiano, chino mandarín, árabe, alemán, holandés y hebreo. La difusión se hace en las redes sociales de ‘El Vídeo del Papa’ (YouTube, Facebook, Twitter), el sitio web oficial (hecho por la agencia RG/A en Argentina), las redes sociales oficiales del Vaticano (News.va, el canal de Youtube del Vaticano, Radio Vaticana, The Pope App, etc.), un sembrado estratégico en Whatsapp y una campaña de prensa mundial.
¿Sienten que están cumpliendo los objetivos que se pusieron al iniciar este proyecto?
— P. Frédéric: Como mencionaba anteriormente, el principal objetivo del proyecto es lograr que la mayor cantidad posible de gente escuche, vea y lea sobre los desafíos de la humanidad expresados por las intenciones de Francisco, para que podamos juntos, hombres y mujeres de todo el mundo, cambiar las cosas a través de la oración y el servicio. Y podemos decir felizmente que esto lo estamos logrando incluso por encima de nuestras expectativas, por lo que no sólo hemos cumplido nuestros objetivos originales sino que además ya nos hemos propuesto nuevos objetivos para continuar mejorando la calidad y el impacto del proyecto.
¿Hasta dónde les gustaría que llegara este proyecto?
— P. Frédéric: Si pudiésemos, hasta que no haya una persona en el mundo que no se haya sentido movilizada por los desafíos que tiene la humanidad. Hay que recordar que estas intenciones del papa Francisco no tienen distinción de origen étnico, ni color, ni religión. En una “globalización de la indiferencia”, como dice Francisco, queremos ayudar a entrar en una “cultura del encuentro”. Pues mientras haya personas que aún puedan unirse a, entre todos, cambiar las realidades que aquejan a miles de personas alrededor del mundo, seguiremos trabajando en difundir la importancia del respeto a la mujer, a los pueblos originarios; el cuidado de la casa común y de la familia, y la solidaridad en las ciudades, entre otras intenciones que están por venir.
¿Cómo pueden colaborar con este proyecto las personas que quieren ayudar a difundir las intenciones del Papa?
— P. Frédéric: Es de mucha ayuda compartir los vídeos con familiares y amigos. Todo este proyecto sería imposible sin la aportación de muchos fieles y la ayuda de los profesionales que intervienen. Recibir donaciones es importantísimo, crítico para poder seguir llevando la palabra de Francisco a todos los rincones de la tierra. Nuestro proyecto estaba previsto para 6 meses, para impulsar la Red Mundial de Oración del Papa en la misión que el Santo Padre nos encomienda. Ahora sí podemos continuar con estos vídeos es gracias únicamente a donaciones. Agradezco de antemano de todo corazón a todos los que nos puedan ayudar. En este link se pueden hacer donaciones.



Centesimus Annus prepara para octubre el curso sobre Doctrina Social
Posted by Redaccion on 7 July, 2016



(ZENIT – Roma).- La Fundación vaticana Centesimus Annus – Pro Pontifice prepara para los días 1 y 2 de octubre las clases del XVI curso bienal de Doctrina Social de la Iglesia. Esta fundación fue instituida con motu propio por el papa Juan Pablo II, en junio de 1993, poco después de la publicación de la encíclica que lleva su nombre. La primera finalidad es “desarrollar actividades de carácter formativo con el fin de difundir el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia”.
Por esta razón, desde el año 2000, la Fundación, en colaboración con el Centro Lateranense de Altos Estudios de la Pontificia Universidad Lateranense (PUL), organiza un curso bienal sobre Doctrina Social de la Iglesia, de 126 horas de duración. El número de alumnos está fijado en no más de 25, en orden de inscripción.
La iniciativa se dirige además de a los miembros de la Fundación y a los sacerdotes delegados por los propios obispos diocesanos, también a empresarios, trabajadores, dirigentes o personas implicadas en actividades laborales a nivel de responsabilidad en el campo de la pastoral del trabajo deseosos de profundizar en estas temáticas, explica un comunicado difundido por la Fundación.
Para más información se puede visitar la página web: www.centesimusannus.org



Medjugorje: Ninguna decisión del Vaticano sobre un administrador apostólico
Posted by Redaccion on 7 July, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En los últimos días, en algunos medios de comunicación, aparecieron noticias sobre el posible nombramiento de un administrador apostólico para el Santuario de Medjugorje que lo dirija informando directamente a la Santa Sede. La noticia fue desmentida esta semana por el padre Federico Lombardi, director de oficina de prensa de la Santa Sede. Respondiendo a las preguntas de los periodistas, explicó que “se trata de una hipótesis objeto de estudio entre otras, pero no se ha tomado todavía una decisión al respecto”. Por tanto –subrayó– es prematuro hablar como de una orientación ya tomada o como de una decisión inminente.



Los obispos españoles presentan el documento “Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo”
Posted by Redaccion on 7 July, 2016



(ZENIT – Roma).- La Conferencia Episcopal Española ha presentado la instrucción pastoral “Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo”, aprobada en la última Asamblea Plenaria, el pasado 21 de abril. La Instrucción pastoral –explica el comunicado de prensa– consta de cuatro capítulos: “Anunciamos a Jesús, Hijo de Dios, revelador del origen y destino del hombre”, “Jesucristo revela la verdad de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”, “Jesucristo, Salvador universal” y “El encuentro con Jesucristo Redentor, principio de renovación de la vida cristiana y meta del anuncio evangélico”.
El documento –indica el comunicado– hace una presentación positiva de la persona y la misión de Jesucristo en el mundo, en relación con el momento presente, con el objetivo de “confirmar a los creyentes en Cristo en la fe de la Iglesia”. Este documento recoge las aportaciones que han ido ofreciendo los obispos en las diferentes Asambleas Plenarias.
Asimismo, se precisa que con esta instrucción pastoral, los obispos españoles “quieren exhortar a los cristianos a mantenerse firmes en la esperanza que han puesto en Jesucristo y se proponen afirmar la fe de la Iglesia sobre la persona y misión de Jesucristo, su condición divina y humana y su obra redentora”.
Al explicar el objetivo que se pretende con esta instrucción pastoral indican que es “confirmar a los creyentes en Cristo en la fe de la Iglesia”. Queremos que aquello que nosotros hemos conocido –precisan– el amor de Dios revelado en Cristo, sea motivo para la esperanza de cuantos carecen de ella, instalados en la finitud de una vida sin fe en el destino trascendente del ser humano; y sin otra alegría que el goce de cuanto de bueno y bello encierra esta vida terrena, don de Dios y al mismo tiempo, a causa del pecado, amenazada por la muerte”.
El texto “presenta a Jesucristo como salvador único y universal que hace presente en la Iglesia su misión al servicio de todos los hombres. Ella es configurada como sacramento universal de salvación”.
Por otro lado, se indica que el documento cuenta con “un importante aparato crítico compuesto por más de ciento ochenta citas, con textos de los Padres de la Iglesia y textos conciliares, y tiene como referencias más recientes el Plan pastoral 2016-2020 de la Conferencia Episcopal Española, aprobado en la CVI Asamblea Plenaria de la CEE”.
Además, la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, del papa Francisco y los textos de los últimos Papas configuran el encuadre del documento, con las diferentes notas de la Comisión Teológica Internacional y de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe sobre cuestiones cristológicas e implicaciones en la Iglesia.
El comunicado de la CEE, recuerda que “la dimensión pastoral del texto y el deseo de acercar su contenido al pueblo de Dios ha llevado a incluir un glosario, por orden alfabético, con algunas aclaraciones terminológicas y conceptuales básicas en la historia de la cristología. Además de las definiciones se completa con la referencia al autor y la obra de donde procede”.
Para leer el documento aquí


«No te olvides»: Estaba en la cárcel y me visitaste
Posted by Redaccion on 7 July, 2016



(ZENIT – Madrid).- En su nueva carta semanal, el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, se dirige a los internos y a todos los que hacen posible que la vida de los que están privados de libertad sea más humana, recordándolos que «regalar el amor de Dios es nuestra gran tarea en esta historia». Asimismo, confiesa que le han ayudado a «no entretener» su vida «en cuestiones secundarias», sino a «centrarla en lo que Jesús quiere: “He venido a salvar, no a condenar”».
Publicamos a continuación el texto íntegro de la carta, titulada «”No te olvides”; Estaba en la cárcel y me visitaste»:

Hace tiempo que os tenía que haber escrito. Os dije la última vez que lo haría. No he dejado de pensar en vosotros, en los internos y en todos los que hacen posible que la vida de los que estáis privados de libertad sea más humana dentro de los límites que tiene estar ahí. Aquel «no te olvides de nosotros, arzobispo» que algunos me dijisteis me llegó a lo más profundo del corazón. Me hizo recordar que el criterio clave que los apóstoles le indicaron a san Pablo, cuando se acercó a Jerusalén a verlos y a discernir «si corría o había corrido en vano» (cfr. Gal 2,2), fue precisamente que no se olvidara de los pobres (cfr. Gal 2,10). Vosotros, mis hermanos de Soto del Real, me habéis ayudado a tenerlo presente y a ver que este criterio tiene una actualidad grande ahora que existe una tendencia a desarrollar un nuevo paganismo individualista, que nos puede hacer olvidar la belleza grande e impresionante para uno y para todos los hombres que tiene el Evangelio: no olvidar a los descartados y a los más pobres, entre los que se encuentran los que, por las situaciones de su vida, han perdido la libertad. Os doy las gracias porque, con esa expresión que salió de vuestro corazón, me ayudáis a no entretener mi vida en cuestiones secundarias, sino a centrarla en lo que Jesús quiere: «He venido a salvar no a condenar».
Regalar el amor de Dios es nuestra gran tarea en esta historia. Vosotros sabéis bien cómo a veces en vuestra vida, por circunstancias diversas, no hicisteis este regalo. Todos, de una manera u otra, con más o menos gravedad, hemos vivido de espaldas a lo que somos realmente: imágenes de Dios. Seamos esa imagen, tengamos la valentía de dedicar nuestra vida a recuperar la imagen real que somos y tenemos. ¡Qué fuerza tiene ver a los demás siempre como imágenes verdaderas de Dios! ¿Os imagináis cómo sería la convivencia humana si viviésemos así? Siempre me impresionaron unas palabras del profeta Isaías en su cántico de amor: El profeta manifiesta cómo Dios quiere hablar al corazón de su pueblo y a cada uno de nosotros. Nos dice: «Te he creado a mi imagen y semejanza. Yo mismo soy el Amor, y tú eres mi imagen en la medida que brilla en ti el esplendor del amor, en la medida que me respondes con amor». Por eso, la gran terapia de la rehabilitación del ser humano, para devolverle la libertad, es situarle en el descubrimiento de ese amor. Cuando voy a veros descubro, quizá con más fuerza que en otros lugares, que el hombre al igual que Dios está vocacionado al amor. Y si hacemos algo diferente a esto, tenemos que encontrar la fórmula y el camino para hacer descubrir que la vocación al amor es lo que permite ver que el hombre es la auténtica imagen de Dios. Así lo respetamos, no lo utilizamos, no vendemos o robamos su dignidad.
Voy a ser atrevido con vosotros. Mi atrevimiento viene de esta convicción: solamente podemos entendernos plenamente en lo que somos, tanto en nuestra interioridad como en la exterioridad, si nos reconocemos abiertos a la transcendencia; porque, sin una referencia clara a Dios, ¿puede un ser humano responder a esos interrogantes que vosotros mismos, en la soledad de muchos momentos en los módulos, os hacéis? ¿Es posible solamente con nuestras fuerzas comunicar en nuestro mundo, en el día a día, los valores indispensables para garantizar una convivencia digna del ser humano? Hoy corremos el riesgo de reducirnos a una ideología, vivir en la indiferencia, vivir en el descarte, someter al ser humano a esclavizaciones diversas, a ofensas de su dignidad, a la intolerancia, al todo vale.
¡Con qué ganas esperáis el día de vuestra libertad! ¡Cuántas horas tenéis para descubrir cómo habéis maltratado el tiempo y vuestra vida! A menudo, todos, no solamente vosotros, utilizamos el tiempo para dañar, olvidamos que lo es para curar y para construir. En este tiempo en que los que tienen libertad buscan unos días de descanso, quiero acercarme para ayudaros a vivir en la esperanza los anhelos de libertad que tenéis en vuestro corazón y que llegará; os invito a que os preparéis ya para vivirla:
1. Estad alegres porque los privados de libertad tenéis un privilegio en el corazón de Dios: «¿Cuándo te vimos Señor? Estuve en la cárcel y me visitasteis», Sois Cristo, ¡qué dignidad! Nos lo dice Él. Pensad en la gran familia que tenéis, es la Iglesia, ella no se desentiende de nadie. Tanto a los que estáis bautizados y tenéis la vida de Cristo como a los que no, la Iglesia como Él os quiere, tiene interés por vuestra libertad. Ya veis: la Iglesia no os pregunta por qué estáis ahí, os quiere sin más. En el corazón de Dios hay un sitio preferencial para vosotros. El verdadero amor permite servir al otro no por necesidad o vanidad, sino porque es bello, más allá de la apariencia o de lo que hizo; por ello nos tenemos que acompañar en el camino de liberación.
2. Viviendo conscientes de la vida nueva, de la libertad que se nos regala en Jesucristo: Vuestro lugar es el mismo, el módulo, encerrados, sin libertad. Pero cuando nos hacemos conscientes de la vida que se nos ha dado en Cristo, somos distintos, tenemos esperanza, asumimos el compromiso de nunca más dañar o destruir, porque deseamos dar de lo que Él nos ha dado: su vida, que engendra libertad y regala su amor y su amistad.
3. En las circunstancias que vivimos podemos seguir regalando lo que hemos recibido, su amor: Hay que dar de lo que Él nos da. Por eso el Señor insiste: ¡Poneos en camino! Nos cuesta, nos cansamos. ¿No será porque llevamos un tesoro en el corazón lleno de rencor y odio? Llenemos nuestro corazón del amor de Dios, es lo que libera nuestra vida y la de los demás. Bien nos lo dice el Señor cuando nos invita a ponernos en camino, pues, al mismo tiempo, nos dice que vayamos sin alforjas, sin sandalias, solamente con su gracia y su amor.
4. También en la cárcel podéis ser samaritanos los unos de los otros: Ya sabéis el relato de la parábola. Un samaritano encontró a uno que estaba tirado en el suelo medio muerto. Y así como otros habían pasado de largo, él no pasó. Bajó de su cabalgadura, de sus alturas y privilegios, se acercó, se agachó, lo miró y sacó el aceite para curar sus heridas y después lo vendó. Pero no quedó ahí, lo tomó en sus manos y lo puso en su cabalgadura, llevándolo a una casa, pagando para que lo cuidasen hasta que estuviese bien; él volvería a verlo, no se desentendía de él. Así hemos de ser nosotros. Para hacer de la cárcel un lugar de vida, que engendre esperanza, que cure todas las heridas que podáis tener –físicas y en el corazón–, os invito a que, mientras otros pasan las vacaciones de otras maneras, vosotros lo hagáis con este viaje que transforma el corazón y las relaciones. ¡Ánimo! Sed samaritanos para ser libres y regalar libertad.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, arzobispo de Madrid


Educar para la vida
Posted by Catholic.net on 7 July, 2016



Formar a la gente joven es una tarea entusiasmante: labor que Dios mismo ha delegado fundamentalmente en los padres. Trabajo delicado y fuerte, paciente y alegre, no exento de perplejidades, que lleva tantas veces a dirigirse al Señor, en busca de luz.
Educar es obra de artista que quiere llevar a plenitud las potencialidades que residen en cada uno de sus hijos: ayudar a descubrir la importancia de preocuparse por los demás, enseñar a ser creadores de relaciones auténticamente humanas, a vencer el miedo al compromiso… Capacitar, en definitiva, a cada una y a cada uno para que pueda responder al proyecto de Dios sobre sus vidas.
Al mismo tiempo que siempre habrá dificultades ambientales y aspectos mejorables, San Josemaría anima a los padres a mantener el corazón joven, para que les sea más fácil recibir con simpatía las aspiraciones nobles e incluso las extravagancias de los chicos.
La vida cambia, y hay muchas cosas nuevas que quizá no nos gusten –hasta es posible que no sean objetivamente mejores que otras de antes–, pero que no son malas: son simplemente otros modos de vivir, sin más trascendencia. En no pocas ocasiones, los conflictos aparecen porque se da importancia a pequeñeces, que se superan con un poco de perspectiva y sentido del humor[1].
Partimos de que en la difícil tarea de educar siempre podremos mejorar, y de que no hay educación perfecta: hasta de los errores se aprende. Merece la pena dedicar tiempo a actualizar nuestra formación con un objetivo claro: educamos para la vida.
Autoridad y libertad
Cuando los padres, confundiendo felicidad con bienestar, centran sus esfuerzos en procurar que sus hijos tengan de todo, que lo pasen lo mejor posible y que no sufran ninguna contradicción, se olvidan de que lo importante no es sólo querer mucho a los hijos –eso ya suele darse– sino quererlos bien. Y, objetivamente, no es un bien para ellos que se encuentren todo hecho, que no tengan que luchar.
La lucha y el esfuerzo que comporta son imprescindibles para crecer, para madurar, para apropiarse de la existencia personal y dirigirla con libertad, sin sucumbir acríticamente a cualquier influencia externa.
Al mismo tiempo que siempre habrá dificultades ambientales y aspectos mejorables, San Josemaría anima a los padres a mantener el corazón joven, para que les sea más fácil recibir con simpatía las aspiraciones nobles e incluso las extravagancias de los chicos.
La vida cambia, y hay muchas cosas nuevas que quizá no nos gusten –hasta es posible que no sean objetivamente mejores que otras de antes–, pero que no son malas: son simplemente otros modos de vivir, sin más trascendencia. En no pocas ocasiones, los conflictos aparecen porque se da importancia a pequeñeces, que se superan con un poco de perspectiva y sentido del humor[1].
Partimos de que en la difícil tarea de educar siempre podremos mejorar, y de que no hay educación perfecta: hasta de los errores se aprende. Merece la pena dedicar tiempo a actualizar nuestra formación con un objetivo claro: educamos para la vida.
El Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que ignorar la situación real del hombre, su naturaleza herida, da lugar a graves errores en la educación[2]. Contar con el pecado original y con sus consecuencias –debilidad, inclinación al mal y por tanto necesidad de luchar contra uno mismo, de vencerse– es indispensable para formar personas libres.
Un niño o un joven, abandonado a los gustos e inclinaciones de su naturaleza, desciende por un plano inclinado que termina por anquilosar las energías de su libertad. Si esa tendencia no se contrarresta con una exigencia adecuada a cada edad, que provoque lucha, tendrán después serias dificultades para realizar un proyecto de vida que merezca la pena.
Querer bien a los hijos es ponerles en situación de alcanzar dominio sobre sí mismos: hacer de ellos personas libres. Para ello, es innegable la necesidad de marcar límites e imponer reglas, que no sólo cumplan los hijos, sino también los padres.
Educar es también proponer virtudes: abnegación, laboriosidad, lealtad, sinceridad, limpieza…, presentándolas de forma atractiva, pero a la vez sin rebajar su exigencia. Motivar a los hijos para que hagan las cosas bien, pero sin exagerar, sin dramatizar cuando llegan los fracasos, enseñándoles a sacar experiencia. Animarles a ambicionar metas nobles, sin suplirles en el esfuerzo. Y, sobre todo, es necesario fomentar la autoexigencia, la lucha; una autoexigencia que no debe presentarse como un fin en sí misma, sino como un medio para aprender a actuar rectamente con independencia de los padres.
El niño, el joven, todavía no comprende el sentido de muchas obligaciones. Para suplir su natural falta de experiencia necesita apoyos firmes: personas que, habiendo ganado su confianza, le aconsejen con autoridad. Necesita, en concreto, apoyarse en la autoridad de los padres y de los profesores, que no pueden olvidar que parte de su papel es enseñar a los hijos a desenvolverse con libertad y responsabilidad.
Como decía san Josemaría, los padres que aman de verdad, que buscan sinceramente el bien de sus hijos, después de los consejos y de las consideraciones oportunas, han de retirarse con delicadeza para que nada perjudique el gran bien de la libertad, que hace al hombre capaz de amar y de servir a Dios[3].
La autoridad de los padres ante los hijos no viene de un carácter rígido y autoritario; se basa más bien en el buen ejemplo: en el amor que se tienen los esposos, en la unidad de criterio que los hijos ven en ellos, en su generosidad, en el tiempo que les dedican, en el cariño –cariño exigente– que les muestran, en el tono de vida cristiana que dan al hogar; y también, en la claridad y confianza con que se les trata.
Esta autoridad debe ejercitarse con fortaleza, valorando lo que es razonable exigir en cada edad y situación; con amor y con firmeza; sin dejarse vencer por un cariño mal entendido, que podría conducir a evitar disgustar a los hijos por encima de todo y que, a la larga, provocaría una actitud pasiva y caprichosa.
Se esconde una gran comodidad —y a veces una gran falta de responsabilidad— en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir, con la excusa de evitar el sufrimiento a otros (…)[4]. Son los padres los que deben guiar, conjugando autoridad y comprensión. Dejar que los caprichos de los hijos gobiernen la casa indica a veces la comodidad de evitar situaciones incómodas.
Con paciencia, conviene hacerles ver cuándo han obrado mal. Así se va formando también su conciencia, no dejando pasar las oportunidades de enseñar a distinguir el bien del mal, lo que se debe hacer y evitar. Con razonamientos adecuados a su edad, se irán dando cuenta de lo que agrada a Dios y a los demás, y del porqué.
Madurar supone salir de uno mismo, y esto comporta sacrificios. El niño, al principio, está centrado en su mundo; crece en la medida en que comprende que él no es el centro del universo, cuando comienza a abrirse a la realidad y a los demás.
Esto conlleva aprender a sacrificarse por sus hermanos, a servir, a cumplir sus obligaciones en la casa, en la escuela y con Dios; implica también obedecer; renunciar a los caprichos; procurar no disgustar a sus padres… Es un itinerario que nadie puede recorrer solo. La misión de los padres es sacar lo mejor de ellos, aunque a veces duela un poco.
Con cariño, con imaginación y fortaleza, se les debe ayudar a ganar una personalidad sólida y equilibrada. Con el tiempo, también los hijos comprenderán con más hondura el sentido de muchos comportamientos, prohibiciones o mandatos de sus padres, que entonces podían parecer algo arbitrarios; se llenarán de agradecimiento, también por aquellas palabras claras o momentos de más severidad –no fruto de la ira, sino del amor– que entonces les hicieron sufrir. Además, habrán aprendido ellos mismos a educar a las generaciones futuras.
Educar para la vida
Educar es preparar para la vida, una vida que ordinariamente no está exenta de dificultades: habitualmente hay que esforzarse para alcanzar cualquier objetivo en el ámbito profesional, humano o espiritual. ¿Por qué entonces ese miedo a que los hijos se sientan frustrados cuando les falta algún medio material?
Tendrán que aprender lo que cuesta ganarse la vida y convivir con personas de mayor inteligencia, fortuna, o prestigio social; afrontar carencias y limitaciones, materiales o humanas; asumir riesgos, si quieren acometer empresas que merezcan la pena; y vérselas con el fracaso, sin que esto provoque el derrumbamiento personal.
El afán de allanarles el camino, para impedir el más mínimo tropiezo, lejos de causarles un bien, les debilita y les incapacita para afrontar las dificultades que encontrarán en la universidad, en el trabajo o en la relación con los demás. Sólo se aprende a superar obstáculos afrontándolos.
No hay ninguna necesidad de que los hijos posean de todo, ni de que lo posean al momento cediendo a sus caprichos. Al contrario, deben aprender a renunciar y a esperar: ¿no es verdad que en la vida hay muchas cosas que pueden esperar y otras que necesariamente deben esperar? En efecto, Benedicto XVI sostiene que “no debemos depender de la propiedad material; debemos aprender la renuncia, la sencillez, la austeridad y la sobriedad”[5].
Un exceso de protección, que aleje al hijo de cualquier contrariedad, le deja indefenso ante el ambiente; esta actitud proteccionista contrasta radicalmente con la verdadera educación.
El término educar deriva de las voces latinas e-ducere y e-ducare. La primera etimología está relacionada con la acción de suministrar valores que conducen al pleno desarrollo de la persona. La segunda es indicativa de la acción de extraer de ella lo mejor que puede dar de sí misma, al modo que hace el artista cuando extrae del bloque de mármol una bella escultura. En cualquiera de las dos acepciones, la libertad del educando juega un papel decisivo.
En vez de mantener una actitud proteccionista, es conveniente que los padres faciliten a los hijos la oportunidad de tomar decisiones y asumir sus consecuencias, de modo que puedan resolver sus pequeños problemas con esfuerzo. En general, conviene promover situaciones que favorezcan su autonomía personal, objetivo prioritario de cualquier tarea educativa. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que esa autonomía debe ser proporcional a su capacidad de ejercerla; no tendría sentido dotarles de unos medios económicos o materiales que no saben todavía emplear con prudencia; ni dejarles solos ante el televisor o navegando en internet; como tampoco sería lógico ignorar en qué consisten los videojuegos que tienen.
Educar en la responsabilidad es la otra cara de educar en la libertad. El afán por justificar todo lo que hacen dificulta que se sientan responsables de sus equivocaciones, privándoles de una valoración real de sus actos y, como consecuencia, de una fuente indispensable de conocimiento propio y de experiencia. Si, por ejemplo, en vez de ayudarles a asumir un bajo rendimiento escolar, se echa la culpa a los profesores o a la institución académica, se irá formando en ellos un modo irreal de enfrentarse con la vida: sólo se sentirían responsables de lo bueno, mientras que cualquier fracaso o error sería causado desde fuera.
Se alimenta de ese modo una actitud habitual de queja, que echa siempre la culpa al sistema o a los compañeros de trabajo; o una tendencia a la autocompasión y a la búsqueda de compensaciones que conduce a la inmadurez.
Educar siempre
Todos estos planteamientos no son específicos de la adolescencia o de etapas especialmente intensas en la vida de un hijo. Los padres –de un modo o de otro– educan siempre. Sus actuaciones nunca son neutras o indiferentes, aunque los hijos tengan pocos meses de vida. Precisamente no es nada extraña la figura del pequeño tirano, el niño de 4 a 6 años que impone en casa la ley de sus caprichos, desbordando la capacidad de los padres para educarlo.
Pero los padres no sólo educan siempre sino que además deben educar para siempre. De poco serviría una educación que se limitara a resolver las situaciones coyunturales del momento, si olvidara su proyección futura. Está en juego dotarles de la autonomía personal necesaria. Sin ella quedarían a merced de todo tipo de dependencias. Unas más visibles, como las relacionadas con el consumismo, el sexo, o la droga; y otras más sutiles, pero no por ello menos importantes, como las procedentes de algunas ideologías de moda.
Hay que tener en cuenta que el tiempo que los hijos permanecen en el hogar familiar es limitado. Es más, incluso durante ese periodo, el tiempo que transcurren al margen de los padres es muy superior al de convivencia real con ellos. Pero ese tiempo es preciosísimo. Muchas personas se encuentran hoy con serias dificultades para estar con sus hijos y, ciertamente, ésta es una de las causas de algunas situaciones que hemos descrito.
Efectivamente, cuando se ve poco a los hijos, se hace mucho más difícil exigirles: en primer lugar porque se ignora lo que hacen y no se les conoce bien; y también porque se puede hacer muy cuesta arriba amargar con incómodas exigencias los escasos momentos de convivencia familiar. Nada puede suplir la presencia en el hogar.
Confianza
La autoridad de los padres depende mucho del cariño efectivo que perciben los hijos. Se sienten verdaderamente queridos cuando ordinariamente se les presta atención e interés, y cuando ven que se hace lo posible por dedicarles tiempo.
En este contexto se les puede ayudar con autoridad y con acierto: cuando se conocen sus preocupaciones, las dificultades que atraviesan con el estudio o con las amistades, los ambientes que frecuentan; cuando se sabe en qué emplean su tiempo; cuando se ve cómo reaccionan, qué les alegra o les entristece; cuando detectamos sus victorias o derrotas.
Los niños, los adolescentes y los jóvenes necesitan hablar sin miedo con sus padres. ¡Cuánto se adelanta en su formación cuando hemos conseguido que haya comunicación y diálogo con nuestros hijos! San Josemaría así lo aconsejaba: Aconsejo siempre a los padres que procuren hacerse amigos de sus hijos. Se puede armonizar perfectamente la autoridad paterna, que la misma educación requiere, con un sentimiento de amistad, que exige ponerse de alguna manera al mismo nivel de los hijos.
Los chicos —aun los que parecen más díscolos y despegados— desean siempre ese acercamiento, esa fraternidad con sus padres. La clave suele estar en la confianza: que los padres sepan educar en un clima de familiaridad, que no den jamás la impresión de que desconfían, que den libertad y que enseñen a administrarla con responsabilidad personal.
Es preferible que se dejen engañar alguna vez: la confianza, que se pone en los hijos, hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrijan; en cambio, si no tienen libertad, si ven que no se confía en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre[6].
Hay que alimentar constantemente este ambiente de confianza, creyendo siempre lo que digan, sin recelos, no permitiendo nunca que se cree una distancia tan grande que se haga difícil de cerrar.
La ayuda de profesionales de la educación en los colegios o instituciones a los que asisten nuestros hijos puede ser de gran ayuda: en la tutoría o preceptuación los chicos pueden recibir una formación personal valiosísima. Pero esta labor de asesoramiento no debe quitar el protagonismo a los padres. Y esto supone tiempo, dedicación, pensar en ellos, buscar el momento adecuado, aceptar sus formas, dar confianza…
Conviene apostar fuerte por la familia; sacar tiempo de donde parece no haberlo, y aprovecharlo al máximo. Supone mucha abnegación y no pocas veces implicará sacrificios grandes, que en algunos casos podrían incluso afectar a la posición económica. Pero el prestigio profesional bien entendido forma parte de algo más amplio: el prestigio humano y cristiano, en el que el bien de la familia se sitúa por encima de los éxitos laborales. Los dilemas, a veces aparentes, que puedan darse en este campo, se deben resolver desde la fe y en la oración, buscando la voluntad de Dios.
La virtud de la esperanza es muy necesaria en los padres. Educar a los hijos produce muchas satisfacciones, pero también sinsabores y preocupaciones no pequeñas. No hay que dejarse llevar por sentimientos de fracaso, pase lo que pase. Al contrario, con optimismo, con fe y con esperanza, se puede recomenzar siempre. Ningún esfuerzo será vano, aunque pueda parecer que llega tarde o no se vean los resultados.
La paternidad y la maternidad no terminan nunca. Los hijos están siempre necesitados de la oración y del cariño de sus padres, también cuando ya son independientes. Santa María no abandonó a Jesús en el Calvario. Su ejemplo de entrega y sacrificio hasta el final puede iluminar esta apasionante tarea que Dios encomienda a las madres y a los padres. Educar para la vida: tarea de amor.
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[1] San Josemaría, Conversaciones, n. 100.
[2] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 407.
[3] San Josemaría, Conversaciones, n. 104.
[4] San Josemaría, Surco, n. 577
[5] Benedicto XVI, audiencia 27 de mayo de 2009
[6] San Josemaría, Conversaciones, n. 100.


Beato Pedro Vigne – 8 de julio
Posted by Isabel Orellana Vilches on 7 July, 2016



(ZENIT – Madrid).- Nació el 20 de agosto de 1670 en Privas, Francia. Su padre regentaba un comercio textil y los tres hermanos que sobrevivieron, de los cinco nacidos en el hogar, no tuvieron excesivos problemas económicos porque se vivía holgadamente. Sus progenitores le proporcionaron una buena educación. Era un muchacho tan despierto que a sus 11 años el párroco le encomendó tareas de cierta responsabilidad en la parroquia de Santo Tomás; actuaba como testigo firmando actas parroquiales de bautismo, matrimonio y sepultura. En su entorno imperaba el calvinismo y en este ambiente enrarecido por los conflictos que generaban creencias dispares, se sintió llamado a seguir a Cristo en el transcurso de una Eucaristía. Toda su vida tuvo como eje central la adoración al Santísimo Sacramento.
En 1690 ingresó en el seminario de Viviers y cuatro años más tarde fue ordenado sacerdote por el prelado de la diócesis. Luego, se trasladó a Saint-Agrève en calidad de coadjutor. Su ministerio estuvo marcado por la reflexión sobre la Palabra de Dios y su devoción a la Sagrada Eucaristía, pilar de su vida sacerdotal e influjo para ejercitar la caridad sin desmayo. Volcado por completo en la misión, afable y cercano, fácilmente se compenetraba con las gentes sencillas. Conocedor de sus carencias, las fortalecía en la fe y conseguía que se involucraran en la defensa de la unidad de la Iglesia. También él iba discerniendo los pasos que debía dar.
Se sentía impulsado a la vida misionera. Los pobres, en particular los campesinos, eran sus predilectos. Por esa razón, en 1700 abandonó Saint-Agrève y se vinculó a la Congregación de la Misión, ya que su carisma estaba orientado a las «misiones populares», y ello le permitiría estar en contacto con este colectivo. Profesó en 1702 y fue destinado a Valfleury. Una de sus tareas consistió en atender a los peregrinos que acudían al santuario de la Virgen au Genêt d’Or. En la Congregación aprendió el método seguido por san Vicente de Paúl, que él mismo encarnó y difundió durante seis años de evangelización por los confines de Lyon llegando hasta Béziers. Internamente libraba una lucha difícil de apreciar por los demás; no estaba convencido del camino emprendido. Su experiencia apostólica con la gente del campo corroboró lo que venía intuyendo, que esa era la vía que debía seguir. De modo que, tras dos intensos años dedicados a la misión y a una seria reflexión para dilucidar la voluntad divina, en 1706 dejó a los lazaristas.
Nunca se apagó su sed de llevar la Palabra de Dios por los pueblos. No se cansaba de repetir que había que acudir a ella: «Es necesario alimentarse de la Palabra de Dios, y así alimentar e instruir a los otros». «Quien comete el mal es porque no conoce a Dios. ¿Quién osaría no obedecerlo, no amarle, si lo conociera verdaderamente? ¿Quién osaría ofenderlo? Cuando se tiene el hábito de meditar su amor, se tiene también la certeza de esperar todo de su misericordia».
Con la debida autorización eclesial, continuó predicando por diversos lugares. Administraba los sacramentos, enseñaba a los niños, y prodigaba toda clase de atenciones de forma incansable. Suplicaba fervorosamente: «Señor, que ame con amor verdadero lo que es y concierne el bien de mi prójimo. Haz que te rece por él y que, por Ti, busque siempre serle útil…». Su firme convicción era: «Nuestra parte solo debe ser paciencia y dulce caridad, que es un medio admirable para ganar a los más endurecidos». Se congregaban en derredor suyo multitudes que, a su pesar, premiaban su celo apostólico. Su amor a Cristo hacía años que le había predispuesto a asumir cualquier sacrificio. También la Virgen María fue su baluarte.
En 1712 su ardor misionero le llevó a Boucieu-le-Roi. Esta localidad, en la que se afincó definitivamente, fue su cuartel general. De allí partía para evangelizar los pueblos y regiones vecinas. La Eucaristía y la Pasión marcaban su vida, alumbraban su labor y le ayudaban a posarse en el corazón de los incrédulos. En Boucieu-le-Roi, ayudado por los fieles del entorno, erigió un monumental Vía Crucis. Ingeniosamente aprovechó la escarpada orografía del terreno dándole realce con sus 39 estaciones; una espléndida catequesis que se iniciaba con lo acontecido el Jueves Santo y culminaba con Pentecostés. Él mismo encabezaba las constantes visitas de peregrinos acompañándoles en su reflexión y oración. Además, un grupo de mujeres, instadas por él, le ayudaron en esta tarea apostólica. Así surgió su fundación: la Congregación del Santísimo Sacramento.
El 30 de noviembre de 1715 hizo entrega a las primeras religiosas de los distintivos de la Orden, el hábito y la cruz. «El libro más bello. Jesucristo que sufre y muere en la cruz por nosotros» era el objeto de sus meditaciones. «¿Buscas la humildad? ¡Id a la Cruz!, ¿buscas la pureza? ¡Id a la Cruz!, ¿buscas la esperanza?, ¿eres atraído del orgullo? ¡mira el crucifijo!…». Éstas, y otras muchas, eran las grandes lecciones que ofrecía. En su formación inculcaba a sus hijas el amor a la Eucaristía instruyéndolas para que supiesen educar a niños y a jóvenes; escribía sus reglas y les proporcionaba otros tratados de espiritualidad de su autoría.
Sin abandonar la misión popular, creó nuevas escuelas y un espacio para las maestras, denominado «regentas», en el que podían compartir sus intereses. Pero su búsqueda personal no tenía fin, y terminó vinculándose a la fundación de Sacerdotes del Santísimo Sacramento. Un día, siendo ya septuagenario, cuando predicaba en Rencurel se sintió indispuesto por tantas fatigas. Y mientras oraba acompañado de un sacerdote y dos religiosas de la Orden fundada por él, que acudieron de inmediato a su lecho de muerte, expiró el 8 de julio de 1740. Juan Pablo II lo beatificó el 3 de octubre de 2004.