Tribunas

Un documento contracultural

José Francisco Serrano Oceja

Son muchas las impresiones que produce la lectura pausada del nuevo documento de los obispos, la Instrucción Pastoral “Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo”. Un texto con cargas de profundidad en un contexto acostumbrado a mensajes en la superficie.

Por el escaso, -por no utilizar desinencias-, eco que ha tenido en los medios generalistas, -ya veremos la recepción en los especializados-, se podría decir que es una propuesta para consumo interno. Aunque el análisis de la cultura que contiene debiera ser estudiado a fondo más allá de los muros del castillo. Quien lo ha redactado conoce en detalle el fenómeno de la modernidad y atisba los vectores de la postmodernidad.

En ocasiones, da la impresión de ser una segunda parte de aquel “Teología y secularización en España. A los cuarenta años del Concilio Vaticano II”, de 30 de marzo de 2006. Por cierto, ampliamente citado y glosado en estas páginas de ahora. Ya se ve que no todo lo que se hizo en épocas pasadas ha pasado al olvido.

Lo que no se puede negar es que algunas de sus afirmaciones, como principios, harán estremecer a más de uno. Claro, que una cosa son los principios generales y otra las conclusiones que se derivan, -y que alguien tiene que sacar-, de esos principios.

Y ahí está la cuestión. ¿Qué se hará ahora en las diócesis españolas con este documento? ¿Qué, en los centros de formación teológica pertenecientes a las diócesis en los que se enseñan algunas teorías calificadas por este documento como insuficientes o reduccionistas de las realidades de lo que creemos? ¿Acaso de lo que se trata es de recordar la doctrina y ya está? ¿Te lo digo Juan para que me entiendas Pedro?

Por ejemplo, en lo referido a la crítica profunda y certera a la teología del pluralismo religioso, así como en la reivindicación implícita del documento de la Congregación para la fe “Dominus Iesus”.

Frases como que la “pretensión de verdad absoluta del cristianismo solo puede ser entendida plenamente desde la acogida de la persona de Cristo” son  contraculturales y de hondo calado. El ministerio de servicio a la verdad tiene su valor y su precio.

Mas allá del aspecto dogmático, está el, digamos, social, con afirmaciones que sorprenden como la que se hace después de una detallada enumeración de los horrores del siglo XX en el mundo. Dicen los obispos españoles que “Europa  ha conocido estas y otras experiencias dolorosas, expresión ineludible del pecado y advertencia permanente de que el poder del Maligno es real”. Tengo que repasar en qué momentos anteriores los obispos españoles se han referido al Maligno, con mayúsculas, por cierto. El Papa lo ha hecho con frecuencia, quizá más al principio de su pontificado.

Los obispos le han hecho un magnífico servicio al cardenal G. L. Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe. Por cierto, tan criticado en determinados ambientes eclesiales por su misión de clarificador de la doctrina.

Un episcopado clave en la reforma de la Iglesia del Papa Francisco se ha lanzado a presentar un documento sobre la doctrina católica, incluso con formulaciones tradicionales que algunos decían que estaban en desuso, para demostrar que la percepción social de este papado no es incompatible con una reflexión profunda sobre la identidad de lo que creemos. ¿Habrá otros episcopados que hagan parecido?

Se podría argumentar que la situación de España, de la Iglesia en España, de los católicos españoles, es distinta a la de otras Iglesias en el mundo. Depende.

El cardenal Müller ya tiene un argumento fáctico para enarbolar en su momento y lugar oportuno. Y algún discípulo aventajado puede ya seguir lo pasos del maestro.  

 

José Francisco Serrano Oceja