Tribunas

“Las tres semanas” y el cambio en el judaismo de antes a despúes de la destrucción del Segundo Templo

Montse Leyra Curia

Todos sus perseguidores la alcanzaron entre las angosturas”), periodo de duelo, lamentando la destrucción del primer (586 a. C.) y segundo templos (70 d. C.) de Jerusalén y otras calamidades ocurrridas al pueblo judío, como la derrota de la rebelión de Bar Kokhba contra los Romanos en el 135 d. C.

Este periodo comienza con el ayuno del día 17-18 del mes judío de Tammuz (este año, el 24 de julio) y termina con el ayuno del día 9 del mes judío de Av (el 13-14 de agosto). El lamento implica, además de los días de ayuno, entre otras actividades, la prohibición de celebrar bodas, los viajes o actividades de entretenimiento, escuchar música y cortarse el pelo o afeitarse. En los primeros nueve días del mes de Av, los judíos viven un nivel de duelo más estricto de acuerdo con el dicho talmúdico (Ta'anit 26): “Cuando el mes de Av comienza, reducimos nuestra alegría”. En estos nueve días, los judíos se abstienen de otras actividades como tomar carne o vino, plantar árboles y flores y llevar ropa recién lavada. En los sábados de estas tres semanas, se leen capítulos de Isaías y Jeremías sobre la destrucción del Templo y el exilio del pueblo judío.

La destrucción del segundo templo en el año 70 y la posterior derrota de la rebelión de Bar Kokhba en 135 d. C. ocasionaron un cambio radical en el judaismo. Antes de la destrucción, existían varias corrientes judías de diferentes tendencias sociales, creencias y prácticas religiosas. En sus libros Antigüedades Judías, XVIII, 1 y La Guerra Judía, II, 8, Flavio Josefo describe algunas de estas corrientes. Los saduceos, muchos de los cuales eran sacerdotes y pertenecían a la aristocracía, negaban la existencia de los ángeles y la persistencia del alma después de la muerte, defendían la libertad del actuar humano y excluían el destino. Los fariseos defendían la tradición oral y la obligatoriedad religiosa de las costumbres de los antiguos junto a la ley escrita, creían en los ángeles y en la inmortalidad del alma y buscaban elevar al rango de norma general, válida para todos, las prescripciones de pureza que la Escritura imponía sólo a los sacerdotes. Los esenios, que se separaron del templo de Jerusalén por rechazar la legitimidad de los sacerdotes que oficiaban en él, vivían una vida comunitaria, de ascetismo y pureza ritual en las inmediaciones del Mar Muerto. Por ultimo, los celotes, defendían la libertad y, por tanto, se oponían a la dominación romana de Palestina y legitimaban el uso de la violencia para luchar contra ésta.

Después de la destrucción, al cesar los sacrificios y el culto, el sacerdocio pierde su razón de ser. Los saduceos y esenios desaparecen tras la destrucción del año 70 y los celotas, con la derrota de Bar Kokhba. La única corriente judía que permanece después del año 135 d. C. son los fariseos. De ahí que se produce un cambio del judaísmo de múltiples corrientes que existía antes del 70 a la uniformidad del judaísmo posterior al 70, que legitima una sola corriente: el rabinismo de la Mishnah, el Talmud y los midrashim. La literatura rabínica presenta a los rabinos, autores y transmisores de ésta, como continuadores de los fariseos de antes del 70. Según F. Manns, sin embargo, los fariseos de antes de la destrucción del Templo no son idénticos en todos los puntos con aquellos de después de la reorganización del judaísmo conocidos por la literatura rabínica. Los fariseos de después del 70 manifiestan una nota polémica contra todos los que no son fariseos, y en particular, contra los judeo-cristianos.

Es a raíz del fracaso de la rebelión de Bar Kokhba en el 135 d. C., cuando los judíos tomaron conciencia de que ni el templo ni la situación del judaísmo antes del 70 iban a poder ser reconstruidos a corto plazo. El centro de la actividad judía se traslada entonces a Galilea. Muchos judíos huyen a Babilonia, donde había una comunidad judía desde el exilio de 586-538 a. C. En Palestina y Babilonia se desarrollan en paralelo los Talmudim de Palestina y Babilonia. La lectura, estudio y recitación de la Torah y otros libros bíblicos en la sinagoga y el cumplimiento de las prescripciones de pureza en la comida y de las normas de piedad para con Dios y el prójimo en otros ámbitos de la vida espiritual, familiar y social, ocupan el lugar de los sacrificios en el Templo y contribuyen a la santificación en la vision del judaismo posterior al 70.

Con el paso de los siglos los rabinos llegaron a ser aceptados como líderes del judaismo y gradualmente la literatura rabínica llegó a considerarse canónica. La identidad judía rabínica se conformó también en contraposición al cristianismo. Aunque ha habido otras expresiones de la vida y esencia judías a lo largo de la historia, tales como el karaismo, el rabinismo ha configurado extensa y profundamente la identidad judía después de la destrucción del segundo Templo.

 

Montse Leyra Curia