Servicio diario - 15 de agosto de 2016


 

Festividad de la Asunción: el Papa pide el final de la violencia contra las mujeres
Posted by Sergio Mora on 15 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco pidió este lunes, en la fiesta de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, por las mujeres que sufren violencia, para que el Señor las conduzca en el camino de la vida liberándolas de esta esclavitud.
El Santo Padre desde la ventana de su estudio que da a la plaza de San Pedro, recordó a los miles de peregrinos allí reunidos, que la fiesta de la Asunción de María “nos hace mirar al cielo”. Y que el canto del Magnificat recordado hoy “lleva también a pensar en tantas situaciones dolorosas actuales, en particular en las mujeres vencidas por el peso de la vida y el drama de la violencia, en las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, en las niñas obligadas a trabajos inhumanos, en las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el espíritu a la codicia de los hombres”.
“Pueda llegar cuanto antes a ellas –señaló Francisco– el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, mientras esperan el día en el que finalmente se sentirán tomadas por manos que no las humillen, pero con ternura las eleven y las conduzcan hacia el cielo”.
Recordó que “María, una niña, una mujer que ha sufrido tanto en su vida nos hace pensar en estas mujeres que sufren tanto”. E invitó a pedir al Señor “que Él mismo las conduzca por la mano y las lleve en por los caminos de la vida, liberándolas de esta esclavitud”.
Otro tema que el Santo Padre abordó, fue el de las persecuciones que sufren diversas poblaciones en el mundo: “A la Reina de la paz, que contemplamos hoy en la gloria celeste, deseo confiarle nuevamente las ansias y los dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo son víctimas inocentes de persistentes conflictos”.
Y señaló en particular que su pensamiento se dirige “a los habitantes de Nord Kivu, en la República Democrática del Congo, recientemente golpeada nuevamente por masacres realizadas en un silencio vergonzoso, sin atraer ni siquiera nuestra atención”.
“Estas víctimas –añadió el Papa– hacen parte, lamentablemente de los tantos inocentes que no tienen ningún peso en la opinión mundial”. Y pidió que María obtenga para todos “sentimientos de compasión, de comprensión y el deseo de concordia”.
Pinchar aquí para leer el texto completo del ángelus


Texto completo del ángelus del papa Francisco del 15 de agosto de 2016
Posted by Redaccion on 15 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco rezó hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, la oración del ángelus desde su estudio que da hacia la plaza de San Pedro, en la cual le aguardaban miles de fieles y peregrinos.
A continuación sus palabras:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días. Y buena fiesta de la Asunción!
La página evangélica de la fiesta de hoy, de la Asunción de María al cielo, describe el encuentro entre María y su prima Isabel, subrayando que “María se levantó y fue rápidamente hacia la región montañosa, en una ciudad de Judea”. En aquellos días, María corría hacia una pequeña ciudad en los alrededores de Jerusalén para encontrar a Isabel.
Hoy la vemos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su hijo Jesús. Muchas veces en su vida terrena había recorrido zonas montañosas, hasta la última etapa dolorosa del Calvario, asosociada al misterio de la pasión de Cristo.
Ahora la vemos alcanzar la montaña de Dios, “vestida de sol con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce estrellas”, como dice el libro del Apocalipsis, y cruzar el umbral de la patria celeste.
Fue la primera en creer en el Hijo de Dios y la primera que fue llevada al cielo en cuerpo y alma. Fue la primera que acogió y tomó en sus brazos a Jesús cuando aún era niño y la primera en ser recibida en sus brazos para ser introducida en el Reino eterno del Padre.
María, humilde y simple muchacha de un pueblo perdido en la periferia del imperio, justamente porque acogió y vivió el Evangelio fue admitida por Dios a estar durante la eternidad al lado del trono de su hijo. Es así que el Señor destituye a los poderosos de sus tronos y eleva a los humildes. (cfr Lc 1, 52).
La Asunción de María es un misterio grande que se refiere a cada uno de nosotros y se refiere a nuestro futuro. María, de hecho nos precede en el camino hacia el cual se encaminan aquellos que mediante el bautismo han atado su vida a Jesús, como María ató a Él la propia vida.
La fiesta de hoy nos hace mirar al cielo. La fiesta de hoy preanuncia “cielos nuevos y tierra nueva”, con la victoria de Cristo resucitado sobre la muerte y la derrota definitiva del maligno.
Por lo tanto la exultación de la humilde joven de Galilea, expresado en el canto del Magnificat, se vuelve el canto de la humanidad entera, que se complace en ver al Señor inclinarse sobre todos los hombres y todas las mujeres, humildes criaturas, y asumirlos con él en el cielo.
El Señor se inclina sobre los humildes para elevarlos, como indica el canto del Magnificat. Este canto los lleva también a pensar en tantas situaciones dolorosas actuales, en particular en las mujeres subyugadas por el peso de la vida y el drama de la violencia, en las mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, en las niñas obligadas a trabajos inhumanos, en las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el espíritu concupiscencia de los hombres.
Pueda llegar cuanto antes a ellas el inicio de una vida de paz, de justicia, de amor, mientras esperan el día en el que finalmente se sentirán tomadas por manos que no las humillan, pero que con ternura las elevan y las conducen hacia el cielo.
María, una niña, una mujer que ha sufrido tanto en su vida nos hace pensar en estas mujeres que sufren tanto. Pidamos al Señor que Él mismo las conduzca por la mano y las lleve en por los caminos de la vida, liberándolas de esta esclavitud.
Ahora nos dirigimos con confianza a María, dulce Reina del cielo y le pedimos, “Dadnos días de paz, vigila sobre nuestro camino, haz que veamos a tu Hijo, llenos de la alegría del Cielo”. (Himno segundo de las vísperas).
Después de rezar la oración del ángelus dirigió las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y hermanas.
A la Reina de la paz, que contemplamos hoy en la gloria celeste, deseo confiarle nuevamente las ansias y los dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo son víctimas inocentes de persistentes conflictos.
Mi pensamiento se dirige a los habitantes de Nord Kivu, en la República Democrática del Congo, recientemente golpeada por nuevas masacres realizadas en un silencio vergonzoso, sin atraer ni siquiera nuestra atención. Estas víctimas hacen parte, lamentablemente, de los tantos inocentes que no tienen ningún peso en la opinión mundial. Obtenga María para todos sentimientos de compasión, de comprensión y el deseo de concordia.
Saludo a todos, romanos y peregrinos que llegan desde los diversos países. En particular saludo a los jóvenes de Villadose, a los fieles de Credaro y a los de Crosara.
Les deseo una hermosa fiesta de la Asunción, a todos los que están aquí presentes, a quienes se encuentran en los lugares de veraneo, así como a todos aquellos que no han podido irse de vacaciones, especialmente a los enfermos, a las personas solas y a quienes en estos días de fiesta aseguran los servicios indispensables para la comunidad.
Les agradezco de haber venido y por favor, no se olviden de rezar por mi”. Y concluyó: “¡Buon pranzo e arrivederci!”.
(Texto completo traducido y tomado desde el audio por ZENIT).


Francisco celebra la Asunción por segunda vez en el Vaticano
Posted by Redaccion on 15 August, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco celebra hoy en el Vaticano la fiesta de la Asunción de María. Es la segunda vez en sus cuatro años de pontificado que reza la oración del ángelus desde su estudio en el Palacio Apostólico. Cuando fue elegido en el 2013 rezó la oración mariana en la iglesia parroquial de Castel Gandolfo y el año siguiente fue durante el viaje apostólico a Corea del Sur.
La Iglesia católica celebrala solemnidad de la Asunción de María el 15 de agosto, un dogma definido el 1 de noviembre de 1950 por el papa Pio XII, y una festividad celebrada por los fieles desde el siglo IV en la liturgia oriental, con nombre de el Recuerdo de María y Dormición de María. En el siglo VII el nombre pasa de ‘Dormición’ a ‘Asunción’.
Pio XII así definió el dogma en la constitución apostólica ‘Munificentissimus Deus’: “Declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial”.
Cuando el papa Pío XII consultó al episcopado en 1946 por medio de la carta Deiparae Virginis Mariae, la afirmación de que fuera declarada dogma fue casi unánime.
Gran cantidad de ciudades y parroquias llevan el nombre en honor de la Asunción, como la capital de Paraguay.


Argentina busca un diálogo con Venezuela que incluya al Vaticano
Posted by Sergio Mora on 15 August, 2016



(ZENIT – Roma).- El embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas, Rafael Ramírez, aseguró ayer domingo que en su país existen diversos problemas, pero no una crisis humanitaria, como declaró el pasado martes en Buenos Aires el secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon, al indicar que su ente está dispuesto a colaborar para mejorar la situación de Venezuela.
Las declaraciones llegan al mismo tiempo que la canciller argentina, Susana Malcorra, indicó al diario La Nación que se trabaja para incluir al Vaticano en un mecanismo diplomático de diálogo que incluya al papa Francisco.
La canciller recordó que el 13 de junio pasado cuando se reunió con en Santo Padre se “habló del tema” y que “Francisco reiteró que estaba dispuesto a involucrarse en un mecanismo de mediación” dijo, para lograr un diálogo entre el gobierno y la oposición.
El Vaticano y la Iglesia venezolana en diversas oportunidades indicaron su disposición como mediadores desde que estén las condiciones para poder hacerlo.
Venezuela se encuentra en una crisis política y económica sin precedentes. La oposición ha pedido un referendo revocatorio del mandato del presidente Nicolás Maduro, para el cual han presentado dos millones de firmas. Y ha solicitado a la Organización de Estados Americanos que envíe observadores a una manifestación en Caracas programada para el 1 de setiembre, exigiendo se active este año la consulta revocatoria.
De otro lado, casi 80 mil personas han pasado este sábado y domingo por los puentes internacionales Simón Bolívar, Unión, Francisco de Paula Santander y José Antonio Páez, así como por los pasos de Paraguachón y Puerto Carreño, según los datos de la web de Migración de Colombia. La finalidad es adquirir medicinas, alimentos y productos básicos que no se consiguen en Venezuela.
Ya el 10, 16 y 17 de julio pasado fue abierto el paso fronterizo entre la localidad venezolana de San Antonio del Táchira y la colombiana de Cúcuta, período durante el cual más de 100 mil personas cruzaron hacia Colombia.
Por su parte la Caritas de Venezuela, a través de su directora Janeth Márquez solicitó al gobierno que permita el ingreso de ayuda y medicamentos que llegan de la cooperación internacional.
Leer también – Venezuela: los obispos piden una salida pacífica y constitucional a la crisis del país


Beata Petra de San José – 16 de agosto
Posted by Isabel Orellana Vilches on 15 August, 2016



(ZENIT – Madrid).- Ana Josefa Pérez Florido nació en el magnífico Valle de Abdalajís, Málaga, España, el 7 de diciembre de 1845. Fue la última de cinco hermanos. Perdió a su madre siendo niña y se cobijó en María adoptándola como tal: «Me postré delante de la Virgen suplicándole que no dejara de ser mi Madre, que yo procuraría santificarme ayudada por su gracia». Aunque heredó la fe de sus padres, crecía sin que nada hiciera pensar que su vida iba a dar un giro hacia la consagración. De hecho, se prometió con José Mir, un muchacho del pueblo. Rompió con él para seguir a Cristo: «la gracia me solicitaba», explicó con posterioridad. Su padre no compartía su idea de ingresar en un convento, por lo que ese anhelo solo pudo hacerlo realidad cuando falleció. Otros habrían desistido de su empeño dejando que se enfriara el celo apostólico inicial, o juzgando que tal vez su camino era distinto. Pero ella persistió en el intento con fe, prodigando el bien a su alrededor. En ese compás de espera, hasta que la voluntad de Dios se manifestó permitiéndole seguir adelante con su vocación, oraba y atendía a las personas más débiles del pueblo, en particular a los enfermos y ancianos que vivían una situación de abandono. Pensando en ellos, en 1873 abrió la conocida «Casa de los pobres» en la calle Alameda, cuya sede fue trasladada después frente a la parroquia de san Lorenzo. Compartían su ideal Frasquita, Isabel, Josefita, y Rafaela; todas fueron conocidas entre el vecindario como «Hermanitas de los Pobres».
En 1878, después de morir su padre, fiel al sentimiento que latía en su corazón: «Señor, Vos sobre todas las cosas», y bien orientada por su confesor, ingresó en la Congregación de las Mercedarias de la Caridad. Siguieron sus pasos Frasquita, Isabel y Rafaela, artífices junto a ella de las obras de caridad en Abdalajís y en Álora. Josefita, con la ayuda de otras personas, continuó durante años al frente de la casa abierta en el Valle de Abdalajís. Poco duró la estancia de las cuatro mujeres en el convento, porque a los pocos meses comprendieron que no era su camino. Fueron instantes difíciles ya que, si bien querían seguir a Cristo, ignoraban la vía que debían tomar.
Ana Josefa abrió su corazón al obispo de Málaga, D. Manuel Gómez Salazar, quien le marcó su sendero: ser fundadora. Y junto a las tres compañeras erigió la Congregación de Hermanas Madres de Desamparados y San José de la Montaña con el carisma «Amor misericordioso». Su experiencia personal de orfandad que le había hecho volver sus ojos a María tomándola como Madre, revivió con particular fuerza en esos momentos. No tenía duda de que en medio de la consagración, y teniendo su vida centrada en Cristo, las religiosas podrían llevar la ternura maternal a todas las personas que carecían de hogar y de cariño, ya fuesen niños, jóvenes o ancianos.
En 1881 profesó los votos temporales en la iglesia de San Juan Bautista, de Vélez-Málaga, y tomó el nombre religioso de Petra de San José. En 1892 en la iglesia de la casa de Ronda emitió los definitivos. Selló este instante con la siguiente determinación: «Señor, disponed de mí, a toda vuestra voluntad, a toda vuestra libertad…, y como Dueño absoluto y legítimo de todo mi ser. Haced que todo lo que haga sea acepto a vuestros purísimos ojos; de otro modo no quiero vivir». Por fortuna, sus numerosas cualidades le sirvieron para sobrellevar todos los contratiempos que surgieron. Era una mujer de recia personalidad, carácter equilibrado, y admirable capacidad para afrontar el día a día en medio del rigor, siempre con esperanza, alegría y sencillez, sabiéndose en manos de Dios.
Las dificultades de distinto signo, calumnias y persecuciones incluidas, no hicieron más que acrecentar sus virtudes. Quienes la vituperaron no hallaron en ella más respuesta que la caridad y el perdón. De algún modo previno a sus hijas de lo que podía recaer sobre la comunidad. Así, un día, celebrando entrañablemente la festividad de la epifanía en la que cada una ofrecía al Niño lo que brotaba de su interior, la fundadora les advirtió: «Hijas, si esto que hemos ofrecido ha sido de verdad, Nuestro Señor lo ha recibido y hay que prepararse para grandes trabajos. Pronto veremos los efectos de esta oblación. Pongamos el hombro para una cruz muy grande, y de seguro que estará cerca, porque Nuestro Señor no acostumbra a dilatar esta clase de gracias, cuando se las pedimos de todo corazón. Digo gracias porque no dejan de ser los trabajos favores extraordinarios que reserva el Señor para los suyos. Más tarde, en días de tribulación, recordábamos el ofrecimiento del día de Reyes, que una ofrecía su honra por amor a Jesucristo; la otra, quedarse desnuda y vivir pobre como Él; otra, desear ser perseguida».
Ana Josefa fue un gran apóstol, orante y contemplativa. Supo tocar las fibras más sensibles de los que sufrían cualquiera que fuese la razón de su dolor. Su devoción a san José, en cuyo honor había tomado su nombre, le ha conferido el título de «apóstol josefino del siglo XIX». Dio a sus hijas como modelo para su santificación el de la Sagrada Familia. Aludiendo a Cristo, confesaba humildemente: «¡Ojalá que yo pudiese aprender las lecciones que siempre me ha dado! Pero soy tan miserable que parece que vamos a porfía: Él, con tanta misericordia a regalarme, y yo, con tanta frialdad e indiferencia en su santo servicio. Él me perdone y reciba mis deseos y buena voluntad, que ésta siempre la he tenido». Al final de su generosa vida en pro de los necesitados, y después de haber fundado 10 casas, le sorprendió una grave enfermedad que le produjo gran sufrimiento, uniéndose a los muchos que ya había padecido. Entregó su alma a Dios en Barcelona, a los 60 años, el 16 de agosto de 1906. A fuerza de amar llegaba a la cima soñada de la que habló a sus religiosas: «Hijas es el amor quien debe prestarnos alas para subir más arriba». Juan Pablo II la beatificó el 16 de octubre de 1994.