IGLESIA EN EL MUNDO

Ordenación del primer sacerdote de Mongolia


 

Joseph Enkh es el primer sacerdote de la iglesia más joven del mundo: “Doy gracias al Señor que me ha llamado a servirle a través del sacerdocio. También doy las gracias a todas las personas que me han ayudado a responder a esta llamada. Espero que pronto habrá otras vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada entre los jóvenes de Mongolia” declaró, según recoge la Agencia Fides, el joven sacerdote tras su ordenación sacerdotal. Toda la información sobre la ordenación puede leerse en un especial de la Agencia Fides

Esther Palma, es una misionera española en Corea del Sur allí conoció a Joseph Enkh durante su periodo de formación. En este artículo, publicado en laRevista Misioneros Tercer Milenio. Esther narra este encuentro Joseph y hace balance de la historia de la misión en Mongolia y la situación de la Iglesia en la actualidad.

Hace unos meses tuvimos el regalo de pasar un buen rato con Enkh Baatar (de nombre cristiano, José) y su amigo Nam Dong Woo, un diácono de nuestra diócesis, en nuestra casa de Daejeon (Corea del Sur). Les invitamos para tomar un café y despedirnos, pues  dejaba Corea después de siete años para pasar los últimos siete meses, antes de su ordenación sacerdotal, en su tierra natal, Mongolia.

Enkh, de 29 años, llego a Corea en 2008 para ingresar en el seminario de Daejeon. Nuestra diócesis tiene una relación muy especial con la Iglesia de Mongolia, entre otros motivos, porque esta todavía no tiene seminario. Allí, además de Enkh, también se forma Sanja, Pedro, el segundo seminarista de la Iglesia de Mongolia. Este verano, el día 28 de agosto, festividad de San Agustín, en la catedral de San Pedro y San Pablo de la capital del país, Ulán Bator, se celebrará el histórico momento de la ordenación de Ehnk, que se convertirá así en el primer sacerdote nativo de Mongolia. Las ordenaciones sacerdotales en Corea se celebran en enero, pero, en este caso, se ha retrasado hasta agosto, para que, con un buen clima, todos los fieles, amigos y familiares, tanto de Mongolia como de Corea, puedan asistir a este histórico acontecimiento.

Durante la conversación le preguntamos a Enkh dónde pasará los meses que le restan para la ordenación. Nos cuenta que, hablando con su obispo, monseñor Wenceslao Padilla, había decidido pasar un mes con cada una de las siete parroquias existentes en Mongolia, para poder conocer así a los fieles y realizar su práctica pastoral antes de ordenarse. Le preguntamos si había elegido su lema y nos respondió que aún estaba entre dos versículos que eran para él muy significativos: “Heme aquí, Señor, envíame” (Is 6,8) y “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). Entre nosotras hubo algunas sonrisas, porque el regalo que le habíamos preparado para este momento era una pequeña obra de arte peruano que representa muchos hermanos llevando juntos la cruz de Jesús. Enkh nos dijo que en realidad se inclinaba más por el segundo versículo, así que el regalo que le habíamos preparado le venía como anillo al dedo. Sobre si había elegido algún dibujo para el recordatorio, nos indicó que pensaba dibujar una Sagrada Familia, porque es el símbolo de la Iglesia de Mongolia, pero que, en el lugar del rostro de María y José, pensaba dibujar el de sus padres.

Mongolia, la iglesia más joven                  

Le pedimos que nos contara algunas cosas curiosas de la historia de la Iglesia de Mongolia. Nos dijo que, a pesar de considerarse 1992 como fecha de su “nacimiento”, sus raíces se remontan a los inicios de la misión misma. La que llevó a cabo la evangelización del continente asiático fue la Iglesia de Siria oriental, que, desde los primeros siglos, mandó monjes misioneros y laicos por toda la ruta de la seda. Después, en el relato de esta apasionante historia, aparecen nombres como los de Alopen, misionero que en el 635 llegó hasta el extremo oriental de China; Hulagu, rey de los mongoles, favorable a los cristianos; Marcos, un monje de ascendencia ugur, entronizado en 1281 como patriarca de Bagdad; Kublai Kan, que mandó una carta al Papa a través de Marco Polo, solicitando el envió de 100 misioneros para Mongolia; su sucesor, convertido al islam y a partir del cual se inició una gran ola de persecuciones para los cristianos en la zona, lo que daría lugar a que, poco a poco, desaparecieran los cristianos mongoles o se redujeran al mínimo…

Técnicamente se dice que Mongolia perteneció a la diócesis de Pekín entre los años de 1690 y 1838, cuando nació la diócesis de Liaotung –Manchuria y Mongolia–. En 1840, la diócesis se divide de nuevo en tres vicariatos apostólicos dando lugar así al vicariato de Mongolia. En 1883 se constituye el vicariato para la Mongolia Interior y en 1922 se crea la misión para la Mongolia Exterior.

En 1992, tras la caída del comunismo en el país, se reiniciaron las relaciones diplomáticas con el Vaticano y se enviaron de nuevo misioneros para reconstruir la casi inexistente Iglesia católica. Por este motivo, se considera este año como el segundo y verdadero inicio de esta Iglesia de Mongolia, que sería así la más joven del mundo. Se encargó a la Congregación del Corazón Inmaculado de María la evangelización y la creación de la estructura jerárquica. En 1996 se inauguró el primer templo. A la ceremonia asistieron el nuncio apostólico del Vaticano en Asia, monseñor Bulaitis, el padre Wenceslao Padilla (actual obispo de Mongolia), otros dos misioneros de la congregación del Corazón Inmaculado de María, tres monjes y 150 fieles.

Desde 1992 la llegada de misioneros y congregaciones ha sido notable, enviados desde más de 60 países. En 2004 se publicó el primer catecismo en lengua mongol, con escritura tradicional (no cirílico), y, desde entonces, la comunidad ha ido creciendo. Hoy son unos 1.000 los bautizados de sus siete parroquias y que conviven con las distintas obras y actividades de las comunidades misioneras.

La Misión de Mongolia: una obra maravillosa

En sus comienzos, la misión en Mongolia se planteó como testimonio del Evangelio desde la vida y desde la ayuda a los más pobres a través de obras sociales. Hoy se cuenta con un parvulario, clases de inglés, una escuela técnica, varios comedores, dos granjas escuelas, un centro para niños de la calle que atiende a unos 120 niños y un centro de ayuda a las mujeres que sufren violencia. Desde el desmoronamiento del comunismo, que persiguió ferozmente todas las religiones, el país ha sufrido un vacío de espiritualidad y también atraviesa serias dificultades, sobre todo, en lo que respecta a la ayuda a los más vulnerables. Miles de personas viven en la miseria absoluta y, dadas las durísimas condiciones del invierno –que se alarga durante casi seis meses, alcanzando temperaturas de 40-50 grados bajo cero en muchas ocasiones–, para los niños o los ancianos vivir en las calles es una verdadera pesadilla, teniendo que refugiarse muchísimas veces en las cañerías subterráneas. El alcoholismo, desde tiempos del comunismo, se ha convertido en una plaga y el abandono de los niños y la escasa escolaridad son problemas graves que la Iglesia desde el principio se ha tomado muy en serio.

La Iglesia tiene libertad de evangelización dentro de sus estructuras y no directamente en la sociedad. Los misioneros todavía viven muchas dificultades en su relación con el Gobierno, que les pone muchas trabas en la concesión de los visados y les pide que ejerzan un trabajo civil o que, a través de sus obras, den ocupación a ciudadanos mongoles, lo cual no es siempre fácil para las diferentes congregaciones y para cada uno de los misioneros. La Iglesia se enfrenta a numerosos retos y siente que tiene aún mucho por hacer. La Biblia que se usa es una traducción que realizaron los protestantes y, en el campo de la formación, se tienen puestas muchas esperanzas en Enkh y en Sanja, quienes, siendo nativos, podrán aportar desde dentro ese diálogo religión, cultura, tradición que resulta tan difícil para los misioneros extranjeros.

Cuando le preguntamos a Enkh cómo se siente por ser el primero, nos responde que, en realidad, él lo vive como algo natural, porque piensa que para Dios cada persona llamada es la primera en su corazón. Enkh conoció la fe gracias a su hermana mayor, quien lo llevó de la mano a la parroquia cuando solo tenía ocho años. Su hermana había conocido la fe en la academia de francés a la que acudía, ya que el profesor era un misionero católico. Enkh empezó a asistir a los encuentros para compartir la Palabra que se celebraban en su parroquia y comenzó a tener experiencia de Dios. En la universidad estudió Biotecnología y fue después que, por invitación del obispo Padilla, y en colaboración con la diócesis de Daejeon, vino a estudiar al seminario en Corea. Su director espiritual durante los años del seminario fue Gillbert Poncet, un misionero francés que ha vivido en Corea más de 50 años y que es muy querido y respetado en la citada diócesis por su labor misionera y su visión de la Iglesia.

Ester Palma, Corea de Sur
Misionera de los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios

Revista Misioneros Tercer Milenio, verano 2016

(OMP)