Tribunas

El neocardenal Osoro y América

José Francisco Serrano Oceja

En la rueda de prensa del pasado lunes, el arzobispo de Madrid, el neocardenal Carlos Osoro, hizo una larga referencia a su amistad con el también neocardenal Baltasar Enrique Porras, arzobispo de Mérida en Venezuela. Junto con el arzobispo de Tlalneplanta, Carlos Aguiar, Méjico, son los tres españoles del anunciado consistorio.

Tres perfiles muy similares que harán más presente de forma práctica el eje de habla hispana en los próximos acontecimientos de la Iglesia.

Para el Papa Francisco, y así lo ha demostrado con la designación del arzobispo de la capital del Reino, España, es importante también en la medida en que es punto de referencia en América Latina, o en Hispanoamérica, como se quiera decir. No olvidemos que para el Vaticano la Pontifica Comisión es para, y de, “América Latina”.

Si bien es cierto que eclesialmente en España se viven algunas complejidades que aún no han llegado, de esta forma, a esas tierras, no lo es menos que en los ámbitos culturales, políticos y sociales de gran parte del continente americano, la otra España que diría Martí, mira a la madre patria.

De ahí que lo que haga don Carlos será determinante para esas Iglesias, tanto en la relación personal con los obispos como en el flujo de ideas, personas, recursos, que hacen, además, posible un viaje de ida y vuelta, un retorno.

En esta perspectiva es muy importante el papel de los religiosos y religiosas, un vínculo profundo y estable de relación entre estas Iglesias con nuestro país. Máxime ahora que vivimos un tiempo de singular protagonismo de la vida consagrada.

No en vano, por ejemplo, el número de sacerdotes de ese continente de la esperanza que estudian en la Universidad Eclesiástica San Dámaso es muy alto. Unos estudios becados en unas condiciones de vida para esos sacerdotes muy de agradecer. Se podría decir que las parroquias de la diócesis de Madrid están repletas de esta nueva esperanza.

Aunque la Hispanidad, tal y como se entiende clásicamente este concepto -desde Zacarías de Vizcarra pasando por Ramiro de Maeztu-, ya no esté en España, está allí, en la Otra España, monseñor Osoro va a ser, en gran media, responsable de articular, de vertebrar, ese eje de catolicidad entre el centro y las periferias de lo hispano. Un eje, por cierto, al que hay que añadir a los Estados Unidos. Un eje especialmente querido y cuidado por el papa Francisco.

Un eje clave, también, para el siguiente Cónclave. Aunque ya lo dijo el neocadardenal ahora madrileño cuando fue preguntado por su voto en un futuro Cónclave: “Necesitamos al Papa Francisco”.

 

José Francisco Serrano Oceja