Servicio diario - 23 de octubre de 2016


 

El Papa consternado por los asesinatos a sangre fría en Mosul
Posted by Redaccion on 23 October, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco hizo un nuevo llamamiento a la paz en Irak y pidió rezar por todas las víctimas, sean cristianos, musulmanes o de otras religiones o etnias.
“En estas horas dramáticas estoy cerca de toda la población de Irak, en particular a la de la ciudad de Mosul” dijo Francisco. Y añadió: “Nuestros ánimos están consternados por los tremendos actos de violencia que desde hace demasiado tiempo se están cometiendo contra ciudadanos inocentes, sea musulmanes que cristianos, o pertenecientes a otras etnias o religiones”.
Señaló que sintió dolor “al escuchar del asesinato a sangre fría de numerosos hijos de esta amada tierra, entre los cuales muchos niños. Esta crueldad nos hace llorar dejándonos sin palabras”.
El Pontífice añadió que además de su palabra de solidaridad “les acompaño asegurándoles que les recuerdo en la oración, para que Irak, aunque duramente golpeado, sea fuerte y firme en la esperanza de poder ir hacia un futuro de seguridad, de reconciliación y de paz”.
“Por todo esto –concluyó el Santo Padre– les pido a todos unirse a mi oración en silencio”. Y después de unos instantes el Papa rezó un Ave María.
(Leer el texto completo del ángelus)


Francisco bendice a los peruanos y la imagen del Señor de los Milagros
Posted by Sergio Mora on 23 October, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco después de rezar la oración del ángelus en la Plaza de San Pedro, saludó este domingo a los miles de fieles y peregrinos allí presentes. Y dirigió “un pensamiento especial a la comunidad peruana de Roma, aquí reunida con la sagrada imagen del Señor de los Milagros”.
La Asociación Señor de los Milagros de Roma, reúne a varios cientos de hermanos y hermanas para actividades piadosas y para la procesión del mes de octubre, que este domingo ha partido desde la iglesia de San Giovanni ai Fiorentini, casi a orillas de río Tiber, hasta el Vaticano, en un recorrido de aproximadamente un kilómetro.
Sus miembros y las cuadrillas de cargadores estaban vestidos con el hábito morado que les caracteriza y acompañados por la banda de los alpinos, y por varios cientos de devotos. En la basílica de San Pedro, junto a la imagen del Señor de los Milagros se ha celebrado por la tarde la santa misa, con lo que concluyeron las actividades del ‘mes morado’.
Ellos hacen parte de la Pastoral latinoamericana con sede en la iglesia de Santa María de la Luz (Santa Maria della Luce), en el barrio de Trastevere, con actividades varias y cursos de italiano y de formación profesional destinados a los inmigrantes que llegan a Italia. En el ‘Bel Paese’ las comunidades emigrantes más numerosas de América Latina son la de los ecuatorianos y la de los peruanos, con unos cien mil integrantes cada una.


Texto completo del ángelus del 23 de octubre de 2016
Posted by Sergio Mora on 23 October, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco rezó este domingo la oración del ángelus ante miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro. A continuación el texto completo.
Antes del ángelus
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! La segunda lectura litúrgica del día nos presenta la exhortación de san Pablo a Timoteo, su colaborador e hijo predilecto, en la cual reflexiona sobre la propia existencia de apóstol totalmente consagrada a la misión.
Viendo a esta altura cercano el final de su camino terreno, la describe refiriéndose a tres períodos: el presente, el pasado y el futuro.
El presente lo interpreta con la metáfora del sacrificio: “Estoy por ser arrojado como ofrenda”. Por lo que se refiere al pasado, Pablo indica que su vida ha transcurrido con la imagen de la ‘buena batalla’, y de ‘la carrera’ de un hombre que ha sido coherente con sus propios empeños y las propias responsabilidades. Como consecuencia para el futuro confía en el reconocimiento por parte de Dios, que es ‘juez justo’.
Pero la misión de Pablo ha resultado eficaz, justa y fiel debido a la cercanía y a la fuerza del Señor, que hizo de él un anunciador del Evangelio a todos los pueblos. Esta es su expresión: “El Señor me ha estado cercano y me ha dado fuerza, para que pudiera llevar a cumplimiento el anuncio del Evangelio y todos los pueblos lo escucharan”.
En esta narración autobiográfica de san Pablo se refleja la Iglesia, especialmente hoy, en la Jornada Misionera Mundial, cuyo tema es “Iglesia misionera, testimonio de misericordia”.
En Pablo la comunidad cristiana encuentra su modelo, en la convicción de que es la presencia del Señor la que volverá eficaz su trabajo apostólico y la obra de evangelización. La experiencia del Apóstol de las Gentes nos recuerda que debemos empeñarnos en las actividades pastorales y misioneras, de una parte, como si el resultado dependiera de nuestros esfuerzos, con el espíritu de sacrificio del atleta que no se detiene ni siquiera delante a las derrotas; pero de otra, sabiendo que el verdadero éxito de nuestra misión es el don de la Gracia: es el Espíritu Santo quien vuelve eficaz la misión de la Iglesia en el mundo.
¡Hoy es tiempo de misión, es tiempo de coraje!, coraje de reforzar los pasos vacilantes, de retomar el gusto por dedicarse al Evangelio, de retomar confianza en la fuerza que la misión lleva consigo. Es tiempo de coraje, si bien el hecho de tener coraje no significa tener garantizado el éxito.
Se nos pide el coraje de luchar, no necesariamente para vencer; para anunciar, no necesariamente para convertir. Se nos pide el coraje para ser alternativos al mundo, sin nunca volvernos polémicos o agresivos. Se nos piede el coraje de abrirnos a todos, sin disminuir nunca lo absoluto y la unicidad de Cristo, único salvador de todos.
Se nos pide el coraje de resistir a la incredulidad, sin volvernos arrogantes. Se nos pide también el coraje del publicano del Evangelio de hoy, que con humildad no osaba ni siquiera elevar los ojos al cielo, pero se golpeaba el pecho diciendo: “Oh Dios, ten piedad de mi pecador”. ¡Hoy es el tiempo del coraje, hoy se necesita coraje!
La Virgen María modelo de la Iglesia “en salida” y dócil al Espíritu Santo, nos ayude a todos a ser, gracias a nuestro Bautismo, discípulos misioneros para llevar el mensaje de la salvación a toda la familia humana”.
El Papa Reza la oración del ángelus y después dirige las siguientes palabras:
“En estas horas dramáticas estoy cerca de toda la población de Irak, en particular a la de la ciudad de Mosul. Nuestros ánimos están consternados por los tremendos actos de violencia que desde hace demasiado tiempo se están cometiendo contra ciudadanos inocentes, sea musulmanes que cristianos o pertenecientes a otras etnias y religiones. He sentido dolor al escuchar noticias del asesinato a sangre fría de numerosos hijos de esta querida tierra, entre los cuales muchos niños. Esta crueldad nos hace llorar, dejándonos sin palabras.
A estas palabra de solidaridad les acompaño asegurándoles que les tengo presente en mi oración, para que Irak, aunque duramente golpeado, sea fuerte y firme en la esperanza de poder ir hacia un futuro de seguridad, de reconciliación y de paz. Por todo esto les pido a todos unirse a mi oración, en silencio”.
(El Santo Padre reza un Ave Mária).
“Queridos hermanos y hermanas, les saludo a todos, peregrinos provenientes de Italia y de varios países, iniciando por los polacos que recuerdan aquí en Roma y en su patria los 1050° aniversario de la presencia del cristianismo en Polonia.
Recibo con alegría a los participantes del Jubileo de los Corales de Italia, a los caminantes provenientes de Asís en representación de las propias localidades italianas, y a los jóvenes de las confraternidades de las diócesis de Italia.
Se encuentran presentes además, grupos de fieles de tantas parroquias italianas: no tengo la posibilidad de saludarlos uno a uno, pero les animo a proseguir con alegría en el camino de la fe.
Un pensamiento especial dirijo a la comunidad peruana de Roma, aquí reunida con la sagrada imagen del Señor de los Milagros.
Les agradezco a todos y les saludo con cariño. ¡Les deseo un buen domingo! Y por favor no se olviden de rezar por mi”. Y concluyo son su habitual “Buon pranzo e arrivederci”.
(Traducido desde el audio por ZENIT).


Este domingo es la 90° Jornada Misionera Mundial. Texto del mensaje del Papa
Posted by Redaccion on 23 October, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “Iglesia misionera, testigo de misericordia”, es el lema elegido por el Santo Padre para la 90 Jornada Misionera Mundial que se celebra este domingo, 23 de octubre. En el documento, fechado en el Vaticano, el 15 de mayo pasado, Solemnidad de Pentecostés, el Papa recuerda que el Jubileo nos invita a mirar a la misión “ad gentes” como una inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material y observa, al mismo tiempo, que un signo elocuente del amor materno de Dios es la considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero.
“Junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros –escribe Francisco– las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita”. Asimismo, refiriéndose a las tantas injusticias, guerras y crisis humanitarias que esperan todavía una solución, destaca que ”los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz”.
Ofrecemos, a continuación, el texto integral del mensaje:
Queridos hermanos y hermanas:
El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a «salir», como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella «tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio», y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño.
La misericordia hace que el corazón del Padre sienta una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana; desde el principio, él se dirige también con amor a las más frágiles, porque su grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamente en su capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los oprimidos . Él es el Dios bondadoso, atento, fiel; se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría un padre y una madre con sus hijos . El término usado por la Biblia para referirse a la misericordia remite al seno materno: es decir, al amor de una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier circunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este es también un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus hijos, especialmente a los miembros del pueblo que ha engendrado y que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmueve y se estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad. Y, sin embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es cariñoso con todas las criaturas .
La manifestación más alta y consumada de la misericordia se encuentra en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica». Con la acción del Espíritu Santo, aceptando y siguiendo a Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, aprendiendo a amar como él nos ama y haciendo que nuestra vida sea una ofrenda gratuita, un signo de su bondad . La Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas.
Muchos hombres y mujeres de toda edad y condición son testigos de este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial. La considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras: desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita: en el cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres.
En muchos lugares, la evangelización comienza con la actividad educativa, a la que el trabajo misionero le dedica esfuerzo y tiempo, como el viñador misericordioso del Evangelio, con la paciencia de esperar el fruto después de años de lenta formación; se forman así personas capaces de evangelizar y de llevar el Evangelio a los lugares más insospechados. La Iglesia puede ser definida «madre», también por los que llegarán un día a la fe en Cristo. Espero, pues, que el pueblo santo de Dios realice el servicio materno de la misericordia, que tanto ayuda a que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. En efecto, la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo; crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo. A los discípulos de Jesús, cuando van por los caminos del mundo, se les pide ese amor que no mide, sino que tiende más bien a tratar a todos con la misma medida del Señor; anunciamos el don más hermoso y más grande que él nos ha dado: su vida y su amor.
Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio».
En este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar la sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensachemos para que abarque a toda la humanidad.
Que Santa María, icono sublime de la humanidad redimida, modelo misionero para la Iglesia, enseñe a todos, hombres, mujeres y familias, a generar y custodiar la presencia viva y misteriosa del Señor Resucitado, que renueva y colma de gozosa misericordia las relaciones entre las personas, las culturas y los pueblos.”


San Luigi Guanella – 24 de octubre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 23 October, 2016



(ZENIT – Madrid).- Nació en Fraciscio di Campodolcino, Italia, el 19 de diciembre de 1842, en un momento en el que se producía el tránsito de san José Benito Cottolengo. Don Bosco, tomando el testigo, daba inicio a su Oratorio. La vida de Luigi fue signada por la misericordia y un afán incontenible de asistir a los que nada poseen: «No podemos detenernos mientras haya pobres que socorrer». Se preguntaba: «¿Cómo es posible creer que en la frente del pobre está esculpida la imagen de Dios y no correr a ayudarlo, a servirlo?». Nada lo iba a detener: «¿Qué importa siquiera ir a prisión por los pobres, por la causa de los pobres? ¡Se llegaría a ser mártir!».
Fue el noveno de trece hijos y experimentó tempranamente una inmensa piedad por los necesitados. Tenía 7 años cuando se dio de bruces con un anciano mendigo, famélico y solitario, que se acercó a él pidiendo ayuda. Rápidamente escondió los caramelos que su padre le acaba de comprar, antes de oír misa, para no tener que dárselos. El viejecito desapareció. Según develó años más tarde, lo consideró una aparición. A esa edad la Virgen le hizo ver que debía dedicarse a los necesitados. Y a los 12, con madura determinación, comunicó a sus padres: «¡Quiero ser sacerdote!». Partía con un caudal de bendiciones, llevando en su equipaje una fe bien cimentada y otras muchas cualidades y habilidades que aprendió en su hogar en las que se encerraban grandes valores como el sacrificio, el esfuerzo y el desprendimiento.
Se formó en el colegio Gallio de Como, y luego prosiguió estudios en el seminario diocesano. Fue ordenado por el obispo de Foggia en 1866. Su primera misión pastoral fue auxiliar a un anciano presbítero. Afligido por la lejanía de la Iglesia que algunos mostraban, inició un camino de ayunos y mortificaciones que unía a su oración suplicando la conversión de todos, hasta que el rigor que se impuso comenzó a dañar su salud, y el virtuoso y lúcido sacerdote se las vetó. El anticlericalismo acérrimo de ciertos ciudadanos vinculados a la política, y los declarados masones, le obligó a oficiar misa teniendo detrás a la policía que lo vigilaba.
En 1875 se trasladó a Turín con el fin de unirse a la labor apostólica de Don Bosco; consideraba que le serviría de gran ayuda para la misión que debía iniciar. Él le ofreció ir a América, pero aunque le hubiera gustado aceptar la oferta, se dejó guiar por la impresión espiritual que le instaba a responder a los mensajes sobrenaturales que había recibido. Siendo vicario parroquial en Traona, en 1880 creó un colegio para niños pobres. Incomprendido por personas de la diócesis, tuvo que cerrarlo con todo el dolor de su corazón. Después pasó por Olmo dejando atrás soledad y sufrimientos, expectante por dilucidar la voluntad divina; esperaba ver los signos pertinentes para poder actuar en consecuencia.
Supo aguardar a que llegase lo que denominó: «la hora de la misericordia», vislumbrada a sus 40 años. Tiempo atrás le había confiado a Don Bosco: «Tengo en el alma la caridad y la conciencia de que Dios nos ha enviado al mundo para construir una sociedad justa y convertirnos para estas personas en sus padres, madres o hermanos, y servir en esta alegría de vivir». Llegó a Pianello del Lario en 1881, por indicación del obispo, para ocuparse de una casa que había dejado al morir el P. Carlo Coppini. Desde 1878 cinco mujeres con inclinación a la vida religiosa ayudaban al desparecido sacerdote a auxiliar a los huérfanos y ancianos que había recogido. Ellas fueron el germen de una de las fundaciones de Guanella: las Hijas de Santa María de la Providencia surgidas en 1886, y de la que nació la Congregación de Siervos de la Caridad.
En 1890 Luigi ya albergaba a 200 enfermos y pobres de todas las edades y condiciones. Esta obra de caridad vio la luz en medio, y a pesar, de los muchos recelos surgidos en su entorno. A los que padecían alguna discapacidad nunca los calificó como retrasados, ni consintió que otros lo hicieran. Eran sus «buenos niños», sus «tesoros». Cuando en 1896 los extremistas prendieron fuego a esta Casa de la Providencia, condujo a todos al templo. Mientras les consolaba, oraba así: «Señor, en tus designios has permitido que nuestra casa se quemase. Nos volveremos a alojar aquí en la tuya». Sin perder tiempo, comenzaron a ponerla en pie. Un día, cuando levantaban la capilla, aunque nada permitía pensar en un accidente, dio la indicación de que se apartaran de la zona sin dilación. A renglón seguido el andamio caía en medio de gran estrépito, sin haber dañado a nadie.
Confiar en la providencia de Dios, esperar en Él, era su lema. Ante el asombro por los logros que obtenía, decía: «Dios es el que hace el trabajo». Se ocupó de que hubiera una imagen de María dedicada a sus obreros, que denominó Nuestra Señora del Trabajo. Las obras de beneficencia se multiplicaron dentro y fuera de Italia. No hay más que ver la expansión que se produjo en Roma con la ayuda de su amigo san Pío X. En 1903 se estableció en la colina romana de Monte Mario. En el terremoto de 1905 realizó una admirable labor asistiendo a los damnificados. En la colina del Gianicolo abrió un centro para ancianos en 1907. Dos años más tarde erigió una iglesia dedicada a san José, además de otras obras de carácter educativo.
Realizó un viaje apostólico al continente americano para visitar a los emigrantes, y al regreso siguió extendiendo su obra. Además, promovió la devoción a la Virgen de Lourdes e instituyó la Pía Unión del Tránsito de San José. En 1915 auxilió a los damnificados en el terremoto de Abruzzo. Ésto mermó su ya delicada salud por sus muchos afanes y sufrimientos. En septiembre de ese año quedó paralítico. No se recuperó y el 24 de octubre falleció en Como. Pablo VI lo beatificó el 24 de octubre de 1964. Benedicto XVI lo canonizó el 23 de octubre de 2011. Denominado «padre de los pobres», Pío XI lo consideró el «Garibaldi de la caridad».