Servicio diario - 08 de diciembre de 2016


 

Francisco a María Inmaculada: ”No vengo solo: traigo conmigo a aquellos que tu Hijo me ha confiado”
Posted by Sergio Mora on 8 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El santo padre Francisco visitó hoy por la tarde en Roma, Piazza di Spagna, donde está la famosa columna con la imagen de María Inmaculada, para el tradicional acto de veneración. Ese año además de la cesta de flores, ha sido puesto un cesto con panes, para recordar el recién concluido Jubileo de la Misericordia y a quienes tienen dificultad para el sustentamiento cotidiano.
Habiendo superado importantes medidas de seguridad, miles de personas le esperaban allí, donde llegó el Santo Padre, mientras el coro de la Capilla Sixtina cantaba las letanías en honor de María y el Tota Pulcra est Maria

Estatua de María en la Plaza de España -Roma (ZENIT cc)
A los pies de la imagen de María, el Papa recitó esta oración:
Oh María, Madre nuestra Inmaculada,
en el día de tu fiesta vengo a ti,
y no vengo solo: traigo conmigo
a todos aquellos que tu Hijo me ha confiado,
en esta ciudad de Roma y en el mundo entero,
para que tú los bendigas y los salves de los peligros.
Te traigo Madre, a los niños,
especialmente a aquellos solos, abandonados,
y que por este motivo son engañados y explotados.
Te traigo Madre, a las familias,
que llevan adelante la vida y la sociedad
con su empeño cotidiano y escondido;
de manera particular a las familias que hacen más esfuerzo
debido a tantos problemas internos y externos.
Te traigo Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres,
y te confío especialmente a quien por necesidad,
se esfuerza para realizar un trabajo indigno
y a quien perdió el trabajo y no logra encontrarlo.
Tenemos necesidad de tu mirada inmaculada,
para encontrar la capacidad de mirar a las personas
o las cosas con respeto y reconocimiento,
sin intereses egoístas o hipocresías.
Necesitamos de tu corazón inmaculado,
para amar de manera gratuita,
sin segundas intenciones sino buscando el bien del otro,
con simplicidad y sinceridad,
renunciando a máscaras y maquillajes.
Necesitamos tus manos inmaculadas,
para acariciar con ternura, para tocar la carne de Jesús
en los hermanos pobres, enfermos despreciados,
para levantar a quien ha caído y dar apoyo a quien vacila.
Tenemos necesidad de tus pies inmaculados,
para ir hacia quien no sabe dar el primer paso,
para caminar por los senderos de quien está perdido,
para ir a encontrar a las personas solas.
Te agradecemos, oh madre, porque mostrándote
a nosotros libre de toda mancha de pecado,
tú nos recuerdas que antes de todo está la gracia de Dios,
está el amor de Jesucristo que ha dado la vida por nosotros,
está la fuerza dl Espíritu Santo que renueva todo.
Haz que no cedamos al desánimo,
sino que confiando en tu constante ayuda
nos empeñamos a fondo para renovarnos nosotros
a esta ciudad y al mundo entero.
Reza por nosotros, Santa Madre de Dios.
Concluida la oración el Santo Padre saludó a diversos enfermos en silla de ruedas que se encontraban presentes.
Los bomberos tienen el honor de llevar la corona de flores cada año, en particular quienes están por retirarse. Lo hicieron por la mañana temprano. La corona de flores ha sido llevada a 28 metros de altura y allí debidamente sujetada al brazo de la imagen. Un poco más abajo, en la plataforma situada a 23 metros de altura serán llevados otros ramos de flores. Roma está muy ligado a la imagen de la Inmaculada pues fue inaugurada en 1857 gracias al trabajo de 220 bomberos.
La plaza de España toma el nombre de la embajada de España ante la Santa Sede, que allí tiene su sede y delante de la cual se celebra la ceremonia.
El papa Francisco, después de rendir homenaje a la Madre de Jesús en la Plaza de España, se dirigió a la basílica de Santa María la Mayor, deteniéndose en oración delante del ícono de la Virgen que lleva la invocación de “Salus Populi Romani”.


El Papa en el ángelus: Sigamos el ‘sí’ incondicional de María y no nuestro ‘sí pero…’
Posted by Redaccion on 8 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En este jueves frío y soleado del final del otoño en Italia, día de la festividad de la Inmaculada Concepción, el papa Francisco desde la ventana de su estudio que da hacia la plaza de San Pedro rezó la oración del ángelus junto a los miles de fieles allí reunidos.
El Santo Padre recordó que cada ‘sí’ a Dios da origen a historias de salvación para nosotros y para los demás. Y de nuestros: ‘sí Señor pero…’ que nos alejan de Dios y nos llevan al no del pecado de la mediocridad. E invitó a imagen de María con generosidad y confianza, a decir hoy a Dios este ‘sí’ personal.
Texto completo del ángelus
“Queridos hermanos y hermanas ¡Buen día!
Las lecturas de hoy, solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, presenta dos pasajes cruciales en la historia de la relación entre el hombre y Dios: podríamos decir que nos conducen a los orígenes del bien y del mal. Estos dos pasajes nos conducen en el origen del bien y del mal.
El libro del Génesis nos muestra el ‘no’ de los orígenes, el ‘no’ humano, cuando el hombre ha preferido mirarse a sí más bien que a su Creador, cuando ha querido hacer con su cabeza y ha decidido bastarse a sí mismo.
Pero así haciendo, al salirse de la comunión con Dios, justamente se ha perdido él mismo y ha comenzado a tener miedo, a esconderse y a acusar a quien le está cerca. Estos son los síntomas: el miedo, un síntoma de miedo a Dios, indica que estoy diciendo ‘no’ a Dios; acusar a los otros y no acusarme a mi mismo significa que me estoy alejando de Dios y esto hace el pecado.
Pero el Señor no deja al hombre a merced de su mal; enseguida lo busca y le dirige una palabra llena de temor: ‘¿Dónde estás?’. Como si digiera: ‘detente’. Es la pregunta de un padre o de una madre que busca a su hijo perdido: ‘¿Dónde estás?’. ‘¿En qué situación has terminado?’. Y esto Dios lo hace con tanta paciencia, hasta colmar la distancia que se crea en los orígenes.
Este es uno de los pasajes. El segundo pasaje crucial narrado hoy en el Evangelio, es cuando Dios viene a habitar entre nosotros, se hace hombre como nosotros. Y esto ha sido posible por medio de un gran ‘sí’; el del pecado era un ‘no’, este es un ‘sí’, un gran ‘sí’, es el de María en el momento de la Anunciación.
Por esto Jesús inició su recorrido en los caminos de la humanidad; lo inició en María, transcurriendo los primeros meses de vida en el seno materno; no apareció ya adulto y fuerte, pero siguió todo el recorrido de un ser humano. Se hizo en todo igual a nosotros, excepto en una cosa: ese ‘no’, excepto en el pecado.
Por esto ha elegido a María, la única criatura sin pecado, inmaculada. En el evangelio, con una palabra sola ella es llamada ‘llena de gracias’, o sea rebosante de gracia. Quiere decir que en ella, inmediatamente llena de gracia, no hay espacio para el pecado. Y también nosotros cuando nos dirigimos a ella reconocemos esta belleza: la invocamos ‘llena de gracia’, sin sombra de mal.
María responde a la propuesta de Dios diciendo: ‘Aquí está la esclava del Señor’. No dice: ‘Bueno, esta vez haré la voluntad de Dios, me vuelvo disponible, después veré…’.
No, el suyo es un ‘sí’ que es pleno y sin condiciones. Y así como el ‘no’ de los orígenes había cerrado el paso del hombre a Dios, así el ‘sí’ de María ha abierto el camino de Dios entre nosotros. Es el ‘sí’ más importante de la historia, el ‘sí’ humilde que derroca el ‘no’ soberbio de los orígenes, el ‘sí’ fiel que sana la desobediencia, el ‘sí’ disponible que derroca el egoísmo del pecado.
También cada uno de nosotros tiene una historia de salvación hecha de ‘sí’ y de ‘no’ a Dios. A veces pero somos expertos en los medios ‘sí’: somos buenos para fingir que no hemos entendido bien lo que Dios querría y la conciencia nos sugiere. Somos también astutos para no decir un ‘no’ verdadero y propio a Dios y decimos: ‘Pero discúlpame no puedo’, ‘no hoy pero mañana’, ‘mañana seré mejor, mañana rezaré, haré el bien…, mañana’. Esta astucia nos aleja de Dios y nos lleva al ‘no’ del pecado, de la mediocridad. El famoso ‘pero…’, ‘si Señor pero…’
Así cerramos la puerta al bien y el mal se aprovecha de estos ‘sí’ que faltaron. Cada uno de nosotros tiene una colección dentro, de ‘sí’ que han faltado.
En cambio cada ‘sí’ pleno a Dios da origen a una historia nueva: decir sí a Dios es verdaderamente ‘original’, no el pecado que nos vuelve viejos en nuestro interior. Han pensado que el pecado nos vuelve viejos en el interior, nos envejece rápidamente. Cada ‘sí’ a Dios da origen a historias de salvación para nosotros y para los demás.
En este camino de Adviento, Dios desea visitarnos y espera nuestro sí: pensemos… yo hoy qué ‘sí’ tengo que decir a Dios, pensemos, nos hará bien y escucharemos la voz del Señor en nuestro interior que los llevará a realizar un paso adelante, con el cual le decimos: “Creo en ti, espero en ti, te amo; se cumpla en mi tu voluntad de bien”. Con generosidad y confianza imitando a María digamos hoy, cada uno de nosotros, este sí personal a Dios”.
Después de rezar el ángelus Francisco pronunció las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y hermanas, ayer un fuerte terremoto golpeó la Isla de Sumatra, en Indonesia. Deseo asegurarles mi oración, por las víctimas y por sus familiares, por los heridos y por todos los que han perdido su casa. El Señor dé fuerza a la población y apoye la obra de socorro.
Saludo con afecto a todos ustedes, peregrinos presentes hoy, especialmente a las familias y grupos parroquiales. Saludo a los fieles de Rocca di Papa con su procesión de velas natalicias, al grupo “Proyecto Rebeca” que se ocupa de niños necesitados, y a los fieles de Biella.
En esta fiesta de María Inmaculada la Acción Católica Italiana vive la renovación de la adhesión. Envío un pensamiento especial a todas las asociaciones diocesanas y parroquiales. La Virgen bendiga a la Acción Católica y la vuelva siempre más una escuela de santidad y de generoso servicio a la Iglesia y al mundo.
Hoy por la tarde estaré en Piazza di Spagna para renovar el tradicional acto de homenaje y oración a los pies del monumento de la Inmaculada. Después iré a Santa Maria Maggiore, a rezar a la Salus Populi Romani. Les pido que se unan espiritualmente a mi en este gesto que expresa la devoción filial a nuestra Madre celeste.
A todos les deseo una buena fiesta y un buen camino de Adviento con la guía de la Virgen María. Y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘¡Buon pranzo e arrivederci!'”.


La Concepción Inmaculada de María es obra de la Trinidad Santa
Posted by Redaccion on 8 December, 2016



(ZENIT – Roma).- En el día de la Inmaculada Concepción citamos un texto del arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo Pelegrina, parte de una carta pastoral de 2011 enviada a sus fieles.
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“La Concepción Inmaculada de María es obra de toda la Trinidad Santa. Ante el extravío de los hombres, alejados de Dios por el pecado, en la plenitud de los tiempos, el Hijo unigénito de Dios se ofrece al Padre para venir al mundo y llevar a cabo la obra saludable de nuestra salvación. Dios Padre prepara una madre para su Hijo, que se encarna por obra del Espíritu Santo para nuestra salvación. Y elige una madre santa, pura y limpia, no manchada por el pecado original e inmune de pecados personales.
La Concepción Inmaculada de María deriva de su maternidad divina. Por ser Dios, Jesús pudo dibujar el retrato físico y espiritual de su madre y, en consecuencia, pudo hacerla santa, hermosa y “llena de gracia” (Lc 1,18). Este privilegio singular es el primer fruto de su muerte redentora. Mientras los demás hombres y mujeres somos limpiados del pecado original en el bautismo por el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado, María es preservada del pecado aplicándosele anticipadamente los méritos de su sacrificio redentor. Por ello, posee la plenitud de gracia y no hay en ella el menor atisbo de pecados personales. Aquí se fundamentan los demás privilegios marianos, entre ellos su Asunción en cuerpo y alma a los cielos.
El sentido de la fe del pueblo cristiano, ya en los primeros siglos de la Iglesia, percibe a la Santísima Virgen como “la Purísima”, “la sin pecado”, convicción que se traslada a la liturgia y a las enseñanzas de los Padres y de los teólogos. En el camino hacia la definición, pocas naciones han contraído tantos méritos como España. En el siglo XVI son muchas las instituciones, que hacen suyo el “voto de la Inmaculada”. Universidades, gremios y cabildos e incluso ayuntamientos juran solemnemente defender “hasta el derramamiento de su sangre” los privilegios marianos, especialmente el de la Inmaculada Concepción.
La conciencia de que María fue concebida sin pecado crece en la época barroca, en la pluma de nuestros más eximios poetas, en los lienzos de nuestros más inspirados pintores, en las tallas de nuestros más esclarecidos escultores e imagineros y, sobre todo, en la devoción de nuestro pueblo. Por ello, no es extraño que en España se viviera con singular regocijo y alegría la definición dogmática por el papa Pío IX. Destaca entre las diversas regiones Andalucía, la “tierra de María Santísima”. Nuestra Archidiócesis no queda a la zaga en la defensa del privilegio de la Concepción Inmaculada de María.
A partir del Renacimiento, en su honor se erigen cofradías, se celebran fiestas religiosas y salen a la luz numerosas publicaciones que defienden la limpia Concepción. A mediados del siglo XVII, son muchas las instituciones sevillanas, civiles, religiosas y académicas, que se imponen la obligación de jurar la defensa de esta hermosa doctrina en los actos de toma de posesión de sus cargos. Otro tanto hacen desde entonces numerosísimas Hermandades en sus funciones principales. Fruto de este fervor mariano son los cientos y cientos de cuadros y tallas bellísimos dedicados a la Inmaculada en nuestra Catedral y en todas las iglesias de la Archidiócesis, aspecto éste que llama poderosamente la atención de quienes venimos de otras latitudes geográficas.
(…) Vivid con toda intensidad la novena de la Inmaculada. Contemplad en estos días las maravillas obradas por Dios en nuestra Madre. Alabad a la Santísima Trinidad por María, la obra más perfecta salida de sus manos. Felicitad y honrad a la Virgen y, sobre todo, imitadla luchando contra el pecado y tratando de vivir siempre en gracia de Dios. Pedid a Dios, con la oración colecta de esta fiesta que Él que preservó a María de todo pecado, “nos conceda por su intercesión llegar a Él limpios de todas nuestras culpas”.


Diez finalistas para el Premio Fernando Rielo de Poesía Mística
Posted by Redaccion on 8 December, 2016



(ZENIT – Roma).- Los finalistas de la XXXVIª edición del Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística son diez autores procedentes de Argentina, El Salvador, España y Polonia, seleccionados entre 261 poemarios de 27 países.
Lo informó Luján Portela de la oficina de prensa, precisando que de los diez poemarios, de los cuales nueve en español y uno en inglés, optarán por el galardón el 14 de diciembre en la Embajada de España ante la Santa Sede, en Roma.
Los poetas finalistas y sus obras son:
Cledia Teresa Báez (Buenos Aires — Argentina). Alas blancas.
Izara Batres Cuevas (Madrid – España). Tríptico.
Elzbieta Buczkowska (Zabrze — Polonia). The Never Ending Dialogue.
Alfonso Crespo Hidalgo (Málaga – España) Me saciarás de gozo en tu presencia.
Antonio Díaz Tortajada (Valencia – España) El vendedor de pan.
Carmen González Huguet (Cuscatlán — El Salvador). Amable soledad.
Francisco Jiménez Carretero (Albacete – España). Y no te vi, Señor, y estabas.
Elena Martín Otín (Madrid – España). La palabra encontrada.
Claudia Lorena Parada Turcios (San Salvador — El Salvador). Resiliencia.
Virginia Sánchez Nuño (Ciudad Real – España). En la voz del vendaval.
El premio, para obras inéditas tanto en español como en inglés, está dotado con 7.000 euros y la publicación de la obra. En su larga trayectoria, ha sido fallado en foros como la ONU; la UNESCO; el Senado francés y el Campidoglio romano.
En esta ocasión se celebrará en la Embajada de España ante la Santa Sede. Cada año cuenta con el apoyo de un amplio comité de honor compuesto por académicos de la lengua, de la historia y de las ciencias morales y políticas, así como por escritores, poetas, hispanistas y rectores universitarios.
La necesidad de la poesía en el mundo actual, y de la poesía mística en particular, la expresó Fernando Rielo en 1985, en un discurso ante la UNESCO: “La poesía es forma de una cultura que pasa por una espiritualidad insobornable; privada de este paso, no puede darnos el fruto de la paz. (…) la cultura es sabiduría que eleva a sistema las intuiciones de la vida. Su lenguaje, la poesía; su fruto, la paz.”
El carácter ecuménico del premio ha hecho que lo hayan obtenido poetas de distintas confesiones cristianas, en realidad la mayoría, pero también no cristianas, demostrando la capacidad de la poesía mística para unir a las culturas y a las religiones.


San Juan Diego Cuauhtlatoatzin – 9 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 8 December, 2016




(ZENIT – Madrid).- En el entorno de la festividad de la Inmaculada Concepción, entre otros, la Iglesia celebra hoy la existencia de Juan Diego, que pervive para siempre vinculado a María, bajo su advocación de la Virgen de Guadalupe. Este santo indígena encarna en sí mismo una de las hermosísimas historias de amor que conmueven poderosamente. Inocencia y dulzura forman una perfecta simbiosis en su vida que instan ciertamente a perseguir la santidad y permiten comprender qué pudo ver en él la Reina del Cielo, excelso modelo de virtudes, para hacerle objeto de su dilección.
Nació en Cuauhtitlán perteneciente al reino de Texcoco, México, regido entonces por los aztecas, hacia el año 1474. Debía llevar escrito en su nombre, que significaba «águila que habla», la nobleza de esta majestuosa ave que vuela desafiando a las tempestades, de cara al infinito. Era un indio de la etnia chichimecas, sencillo, lleno de candor, sin doblez alguna, de robusta fe, dócil, humilde, obediente y generoso. Un hombre inocente que, cuando conoció a los franciscanos, recibió el agua del bautismo y se abrazó a la fe para siempre encarnando con total fidelidad las enseñanzas que recibía. Un digno hijo de Dios que no dudaba en recorrer 20 km. todos los sábados y domingos para ir profundizando en la doctrina de la Iglesia y asistir a la Santa Misa. Tuvo la gracia de que su esposa María Lucía compartiera con él su fe, y ambos, enamorados de la castidad, después de ser bautizados hacia 1524 o 1525 determinaron vivir en perfecta continencia. María Lucía murió en 1529, y Juan Diego se fue a vivir con su tío Juan Bernardino que residía en Tulpetlac, a 14 km. de la iglesia de Tlatelolco-Tenochtitlan, lo cual suponía acortar el largo camino que solía recorrer para llegar al templo.
La Madre de Dios se fijó en este virtuoso indígena para encomendarle una misión. Cuatro apariciones sellan las sublimes conversaciones que tuvieron lugar entre Ella y Juan Diego, que tenía entonces 57 años, edad avanzada para la época. El sábado 9 de diciembre de 1531 se dirigió a la Iglesia. Caminaba descalzo, como hacían los de su condición social, y se resguardaba del frío con una tilma, una sencilla manta. Cuando bordeaba el Tepeyac, la tierna voz de María llamó su atención dirigiéndose a él en su lengua náuhatl: «¡Juanito, Juan Dieguito!». Ascendió a la cumbre, y Ella le dijo que era «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». Además, le encomendó que rogase al obispo Juan de Zumárraga que erigiese allí mismo una iglesia. Juan Diego obedeció. Fue en busca del prelado y afrontó pacientemente todas las dificultades que le pusieron para hablar con él, que no fueron pocas. Al transmitirle el hecho sobrenatural y el mensaje recibido, el obispo reaccionó con total incredulidad. Juan Diego volvió al lugar al día siguiente, y expuso a la Virgen lo sucedido, sugiriéndole humildemente la elección de otra persona más notable que él, que se consideraba un pobre «hombrecillo». Pero María insistió. ¡Claro que podía elegir entre muchos otros! Pero tenía que ser él quien transmitiera al obispo su voluntad: «…Y bien, de nuevo dile de qué modo yo, personalmente, la siempre Virgen Santa María, yo, que soy la Madre de Dios, te mando».
El 12 de diciembre, diligentemente, una vez más fue a entrevistarse con el obispo. Éste le rogó que demostrase lo que estaba diciendo. Apenado, Juan Diego regresó a su casa y halló casi moribundo a su tío, quien le pedía que fuese a la capital para traer un sacerdote que le diese la última bendición. Sin detenerse, acudió presto a cumplir con este acto caritativo, saliendo hacia Tlatelolco. Pensó que no era momento para encontrarse con la Virgen y que Ella entendería su apremio; ya le daría cuenta de lo sucedido más tarde. Y así, tras esta brevísima resolución, tomó otro camino. Pero María le abordó en el sendero, y Juan Diego, impresionado y arrepentido, con toda sencillez expresó su angustia y el motivo que le indujo a actuar de ese modo. La Madre le consoló, le animó, y aseguró que su tío sanaría, como así fue. Por lo demás, enterada del empecinamiento del obispo y de su petición, indicó a Juan Diego que subiera a la colina para recoger flores y entregárselas a Ella.
En el lugar señalado no brotaban flores. Pero Juan Diego creyó, obedeció y bajó después con un frondoso ramo que portó en su tilma. La Virgen lo tomó entre sus manos y nuevamente depositó las flores en ella. Era la señal esperada, la respuesta que vencería la resistencia que acompaña a la incredulidad. Más tarde, cuando el candoroso indio logró ser recibido por el obispo, al desplegar la tilma se pudo comprobar que la imagen de la Virgen de Guadalupe había quedado impregnada en ella con bellísimos colores. A la vista del prodigio, el obispo creyó, se arrepintió y cumplió la voluntad de María.
Juan Diego legó sus pertenencias a su tío, y se trasladó a vivir en una humilde casa al lado del templo. Consagró su vida a la oración, a la penitencia y a difundir el milagro entre las gentes. Se ocupaba del mantenimiento de la capilla primigenia dedicada a la Virgen de Guadalupe y de recibir a los numerosos peregrinos que acudían a ella. Murió el 30 de mayo de 1548 con fama de santidad dejando plasmada la aureola de la misma no sólo en México sino en el mundo entero que sigue aclamando a este «confidente de la dulce Señora del Tepeyac», como lo denominó Juan Pablo II. Fue él precisamente quien confirmó su culto el 6 de mayo de 1990, y lo canonizó el 31 de julio de 2002.