Servicio diario - 16 de diciembre de 2016


 

El Papa en Sta. Marta propone a Juan Bautista como modelo de humildad
Posted by Redaccion on 16 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, en la homilía de la misa celebrada esta mañana en la residencia Santa Marta, ha asegurado que los cristianos miran al “gran” Juan Bautista como a un modelo de testimonio humilde de Jesús, que se aniquila a sí mismo hasta la muerte, para indicar la venida del Hijo de Dios. Estaban presentes en la misa, religiosos, obispos, sacerdotes y parejas en su 50 aniversario de vida consagrada o matrimonial.
La liturgia de la Iglesia también hoy, como en los últimos dos días, reflexiona sobre la figura de Juan Bautista, presentado en el Evangelio como el “testigo”. “Y esta es su vocación”, ha explicado Francisco, “dar testimonio de Jesús”, “indicar a Jesús”, como hace la “lámpara” que indica dónde está la luz, da testimonio de la luz. Él era la voz. Él mismo dice de sí: “yo soy la voz que grita en el desierto”.
Así, Francisco ha indicado que “él era la voz pero que da testimonio de la Palabra, indica la Palabra, el Verbo de Dios, la Palabra”. Él solamente voz. La Palabra. Él era el predicador de la penitencia que bautizaba, el bautista, pero lo deja claro, dice claramente: “Después de mí tiene otro que es más fuerte que yo, es más grande que yo, al cual no soy digno de desatarle las sandalias. Y bautizará con fuego y Espíritu Santo”.
Juan es, por tanto, el “provisional que indica el definitivo” y el definitivo es Jesús. Esta –ha observado Francisco– es su grandeza que demostraba cada vez que el pueblo y los doctores de la ley le preguntaban si era o no el Mesías, y él de forma clara respondía: “yo no lo soy”.
De este modo, el Santo Padre ha observado que Juan es “humilde”, “se aniquila”, “tomando el mismo que camino que después tomará Jesús”, el de “vaciarse de sí”. Y será así hasta el final: “en lo oscuro de una celda, en la cárcel, decapitado, por el capricho de una bailarina, la envidia de una adúltera y la debilidad de un borracho”.
Dirigiéndose a los presentes que celebraban su 50 aniversario, el Santo Padre ha subrayado que es un bonito día para preguntarse sobre la propia vida cristiana, si la propia vida cristiana tiene siempre abierto el camino a Jesús, si la propia vida ha estado plena del gesto: indicar a Jesús.
“Dar las gracias por muchas que lo han hecho, dar las gracias y comenzar de nuevo, después del 50 aniversario, con esta vejez joven o juventud envejecida –¡como el buen vino!– dar el paso adelante para continuar siendo testigos de Jesús”, es la exhortación que ha hecho el Papa.
Finalmente, el Santo Padre ha deseado que Juan, “el gran testigo”, les ayude en este nuevo camino que después del 50º aniversario, de sacerdocio, de vida consagrada y de matrimonio, comienzan.



Francisco participa en la tercera predicación de Adviento del padre Cantalamessa
Posted by Redaccion on 16 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El religioso capuchino Raniero Cantalamessa, realizó este viernes por la mañana en la capilla Rendemptoris Mater en el palacio apostólico Vaticano, la tercera predicación de Adviento 2016, en la cual participaron el santo padre Francisco, cardenales y otros miembros de la Curia Romana.
El predicador de la Casa Pontificia centró sus palabras en la obra vivificante del Espíritu Santo y en la ‘sobria ebriedad del Espíritu’, en este ciclo de meditaciones dedicadas a la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
Recordó la expresión ‘ebriedad del Espíritu’ usada ya por san Ambrosio, cita a Pablo que exhorta a los cristianos de Éfeso y señala los que partir de Orígenes son incontables los textos de los Padres que ilustran este tema.
“Aquellos que en Pentecostés confundieron a los apóstoles con ebrios tenían razón, escribe san Cirilo de Jerusalén; se equivocaban solamente en atribuir la ebriedad al vino ordinario, cuando en cambio se trataba del “vino nuevo”, elaborado de la “viña verdadera” que es Cristo”.
El padre Cantalamessa señaló que existen dos modos diversos de actuar para el cristiano, un modo en el cual el protagonista es el hombre con su racionalidad, también si iluminada por la fe, y otro en el cual el “agente principal” es el Espíritu Santo.
En el pasado, precisó, se indicaba una primera vía para obtener la ebriedad espiritual o el fervor, con la abstinencia de las cosas de la carne, el ayunar del mundo y de sí mismo, en una palabra, la mortificación.
“Hay una gran sabiduría y experiencia en la base de todo esto”, dijo el predicador capuchino y advirtió que “pobre de aquel que considere estas cosas como superadas”. Aunque una vida cristiana llena de esfuerzos acéticos y de mortificación, pero sin el toque vivificante del Espíritu no funciona y puede caer en pelagianismo.
Esta segunda vía -que va de la ebriedad a la sobriedad- fue la que Jesús le hizo seguir a sus apóstoles, dijo el padre Cantalamessa, y subrayó que “nosotros tenemos necesidad de la sobria ebriedad del Espíritu, más aún de lo que tuvieron los Padres” particularmente “en un mundo se ha vuelto refractario al Evangelio”.
Indicó así que hay dos “lugares” clásicos en donde encontrar el Espíritu -la Eucaristía y las Escrituras-, y hay una tercera posibilidad que se realiza a través de aquella penetrante lluvia del Espíritu Santo. Fue así que en los Hechos de los Apóstoles, aquellos que hablaban en lenguas distintas aparecían a los oyentes como si estuvieran llenos de vino.
Quiso aquí señalar que en el corazón de la Iglesia existe una realidad que involucra a millones de católicos, que es la Renovación en el Espíritu y que cambia la vida de las personas con el “bautismo en el Espíritu”, que no es un rito y que va acompañado por actitudes de humildad, de arrepentimiento, de disponibilidad de volverse niños, que es la condición para entrar en el Reino.
Para esta renovación el interesado se preparara, “además que con una buena confesión, participando en encuentros de catequesis en los cuales viene puesto en un contacto vivo y alegre con las principales verdades y realidades de la fe: el amor de Dios, el pecado, la salvación, la vida nueva, la transformación en Cristo, los carismas, los frutos del Espíritu”.
Precisó que no se puede pensar en que todos pasen por esta experiencia porque no es el único modo posible para sentir la gracia de Pentecostés, pues se puede recibir “a continuación de un retiro, de un encuentro, de una lectura, de un toque de la gracia”.
Concluyó indicando que “no se trata ni siquiera, propiamente hablando de un movimiento, sino de una “corriente de gracia” abierta a todos, destinada a perderse en la Iglesia como una descarga eléctrica que se dispersa en la masa, “para después desaparecer una vez que se cumplió esta tarea”.


Texto completo de la tercera predicación de Adviento del padre Raniero Cantalamessa.
Posted by Redaccion on 16 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La tercera predicación de Adviento ha sido realizada este viernes en la capilla Rendemptoris Mater en el palacio apostólico Vaticano, por el religioso capuchino Raniero Cantalamessa, ante la presencia del santo padre Francisco, cardenales y otros miembros de la Curia Romana.
A continuación el texto completo:


P. Raniero Cantalamessa, ofmcap
Tercera predicación de Adviento 2016
LA SOBRIA EBRIEDAD DEL ESPÍRITU
1. Dos tipos de ebriedad
El lunes después de Pentecostés de 1975, en ocasión de la clausura del Primer Congreso mundial de la Renovación Carismática Católica, el beato Pablo VI dirigió a los diez mil participantes reunidos en la basílica de San Pedro un discurso en el que la definió como “una oportunidad para la Iglesia”.
Una vez concluida la lectura del discurso oficial el Papa añadió, improvisando, las siguientes palabras:
“En el himno que leemos esta mañana en el breviario y que se remonta a san Ambrosio, en el IV siglo, se encuentra esta frase difícil de traducir aunque sea muy simple: Laeti, que significa con alegría; bibamus, que significa bebamos; sobriam, que significa bien definida y moderada; profusionem Spiritus, o sea la abundancia del Espíritu. ‘Laeti bibamus sobriam profusionem Spiritus’. Podría ser el lema de vuestro movimiento: un programa y un reconocimiento del movimiento mismo”.
La cosa importante que debemos notar enseguida es que aquellas palabras del himno no fueron escritas en el origen para la Renovación carismática. Ellos siempre fueron parte de la liturgia de las horas de la Iglesia universal; son por lo tanto una exhortación dirigida a todos los cristianos y como tal quiero nuevamente proponerla, en estas meditaciones dedicadas a la presencia del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia.
En verdad en el texto original de san Ambrosio, en el lugar de “profusionem Spiritus”, la abundancia del Espíritu, está “ebrietatem Spiritus”, o sea la ebriedad del Espíritu1.
La tradición sucesiva había considerado a esta última expresión demasiado audaz y la había sustituido con una más blanda y aceptable. Entretanto de esta manera se había perdido el sentido de una metáfora antigua como el mismo cristianismo. Justamente por lo tanto, en la traducción italiana del breviario se ha recuperado el sentido original de la frase ambrosiana. Una estrofa del himno de Laudes, de la cuarta semana del salterio, en idioma italiano de hecho dice:
Sea Cristo nuestro alimento,
sea Cristo el agua viva:
en Él probamos sobrios
la ebriedad del Espíritu.
Lo que empujó a los Padres a retomar el tema de la “sobria ebriedad”, ya desarrollado por Filone Alessandrino2, fue el texto en el cual el Apóstol exhorta a los cristianos de Éfeso diciendo:
“No se emborrachen de vino, el cual produce desenfreno, sino sean colmados por el Espíritu, entreteniéndose juntos con salmos, himnos, cantos espirituales, cantando y alabando al Señor con todo vuestro corazón” (Ef 5,18-19).
A partir de Orígenes son incontables los textos de los Padres que ilustran este tema, jugando a veces sobre la analogía, otras sobre la contradicción entre la ebriedad material y la ebriedad espiritual. La analogía consiste en el hecho que ambas ebriedades infunden alegría, hacen olvidar los esfuerzos y hacen salir de uno mismo.
La contraposición consiste en el hecho de que mientras la ebriedad material (alcohol, droga, sexo, éxito) vuelve vacilantes e inseguros, la espiritual nos vuelve estables en el bien; la primera hace salir de sí mismos para vivir por debajo del propio nivel racional, la segunda hace salir de sí mismos para vivir por encima de la propia razón. Para ambas se usa la palabra “éxtasis” (¡nombre dado recientemente a una droga tremenda!), pero uno es un éxtasis hacia el bajo y lo otro un éxtasis hacia lo alto.
Aquellos que en Pentecostés confundieron a los apóstoles por ebrios tenían razón, escribe san Cirilo de Jerusalén; se equivocaban solamente en atribuir la ebriedad al vino ordinario, cuando en cambio se trataba del “vino nuevo”, elaborado de la “viña verdadera” que es Cristo; los apóstoles estaban sí ebrios, pero de aquella sobria ebriedad que da la muerte al pecado y da vida al corazón 3.
Tomando inspiración en el episodio del agua que fluye de la roca en el desierto (Es 17, 1-7), y del comentario que hace san Pablo en la Carta a los Corintios (“Todos bebieron de la misma bebida espiritual… Todos hemos bebido de un solo Espíritu). (1 Cor 10,4; 12,13), el mismo san Ambrosio escribía:
“El Señor Jesús hace surgir agua de la roca y todos bebieron de ella. Los que la bebieron en la figura quedaron saciados; aquellos que la bebieron en la verdad quedaron incluso ebrios. Buena es la ebriedad que infunde alegría. Buena es la ebriedad que afirma los pasos de la mente sobria… Bebe a Cristo que es la vid; bebe a Cristo que es la roca de la cual brota el agua; bebe a Cristo para beber su sus palabras… La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora cuando lo central de la palabra eterna baja en las venas de la mente y en las energías del alma”. 4

2. De la ebriedad a la sobriedad
¿Qué nos dice hoy a nosotros este sugestivo oxímoron de la sobria ebriedad del Espíritu? Una primera enseñanza es esta. Existen dos modos diversos de actuar para el cristiano, un modo humano y otro modo divino, un modo natural y un modo sobrenatural. Un modo en el cual el protagonista es el hombre con su racionalidad, también si iluminada por la fe, y un modo en el cual el protagonista, el “agente principal” es el Espíritu Santo.
Este segundo modo es el que san Pablo llama “dejarse conducir por el Espíritu” (cfr. Gal 5,18), o actuar “en el Espíritu”. Aunque los efectos sean diversos de acuerdo a si se actúa únicamente “en sabiduría”, o sea siguiendo la prudencia, el buen sentido, la experiencia, la organización, la diplomacia, o si a todo esto se añade “la manifestación del Espíritu y su potencia”(cfr. 1 Cor 2,4).
¿Cómo hacer para retomar este ideal se la sobria ebriedad y encarnarlo en la actual situación histórica y eclesiástica? ¿Dónde está escrito que un modo así “fuerte” de sentir al Espíritu era una exclusividad de los Padres y de los tiempos de la Iglesia, pero que no lo es más para nosotros? El don de Cristo no se limita a una época particular, pero se ofrece en cada época.
Hay bastante para todos en el tesoro de su redención. Es justamente el rol del Espíritu el que vuelve universal la redención de Cristo, disponible para cada persona, en cada punto del tiempo y del espacio. En el pasado el orden que se inculcaba era, generalmente, el que va de la sobriedad a la ebriedad. En otras palabras, el camino para obtener la ebriedad espiritual o el fervor, se pensaba, es la sobriedad, o sea la abstinencia de las cosas de la carne, el ayunar del mundo y de sí mismo, en una palabra la mortificación. En este sentido el concepto de sobriedad ha sido profundizado en particular por la espiritualidad monástica ortodoxa, relacionada a la llamada ‘oración de Jesús’. En esa la sobriedad indica “un método espiritual” hecho de “vigilante atención” para librarse de los pensamientos pasionales y de las palabras malas, substrayendo a la mente cualquier satisfacción carnal y dejándole, como única actividad la compunción por el pecado y la oración.5
Con nombres distintos (desvestirse, purificación, mortificación, es la misma doctrina ascética que se encuentra en los santos y en los maestros latinos. San Juan de la Cruz habla de un “despojarse y desnudarse por el Señor de todo lo que no es del Señor”6.
Estamos en los períodos de la vida espiritual llamados purgativo e iluminativo. En estos el alma se libera con fatiga de sus hábitos naturales, para prepararse a la unión con Dios y a sus comunicaciones de gracia. Estas cosas caracterizan el tercer nivel, la “vida unitiva” que los autores griegos llaman “divinización”.
Nosotros somos herederos de una espiritualidad que concebía el camino de perfección de acuerdo a esta sucesión: antes es necesario vivir largo tiempo en el nivel purgativo, antes de acceder a aquel unitivo; es necesario ejercitarse largamente en la sobriedad, antes de sentir la ebriedad. Cada fervor que se manifestara antes de aquel momento había que considerarlo sospechoso. La ebriedad espiritual, con todo lo que eso significa, está colocada por lo tanto al final, reservado a los “perfectos”. Los otros, “los proficientes”, tienen que ocuparse sobre todo de la mortificación, sin pretender, porque están lejos aún con los propios defectos, de tener una experiencia fuerte y directa de Dios y de su Espíritu.
Hay una gran sabiduría y experiencia en la base de todo esto, y pobre de aquel que considere estas cosas como superadas. Es necesario entretanto decir que un esquema así rígido indica también un lento y progresivo desplazamiento del acento de la gracia al esfuerzo del hombre, de la fe a las obras, hasta resentir a veces de pelagianismo. De acuerdo al Nuevo Testamento, hay una circularidad y una simultaneidad entre las dos cosas: la sobriedad es necesaria para llegar a la ebriedad del Espíritu, y la ebriedad del Espíritu es necesaria para llegar a practicar la sobriedad.
Una ascesis tomada sin un fuerte empuje del Espíritu sería esfuerzo muerto y no produciría otra cosa que “vanidad de la carne”. Para san Pablo es “con la ayuda del Espíritu” que nosotros debemos “hacer morir las obras de la carne”(cfr. Rm 8,13). El Espíritu nos ha sido dado para que estemos en grado de mortificarnos, antes aún que como premio para ser mortificados.
Una vida cristiana llena de esfuerzos acéticos y de mortificación, pero sin el toque vivificante del Espíritu, se asemejaría -decía un antiguo Padre- a una misa en la que se leyeran tantas lecturas, se cumplieran todos los ritos y se llevaran tantas ofrendas, pero en la cual no se realizara la consagración de las especies por parte del sacerdote. Todo quedaría aquello que era antes: pan y vino.
“Así –concluía aquel Padre– sucede también con el cristiano. Aunque él haya cumplido perfectamente el ayuno y la vigilia, la salmodia y toda la ascesis y cada virtud, pero no se ha cumplido por la gracia, en el altar de su corazón la mística operación del Espíritu Santo, todo este proceso ascético está inconcluso y es casi vano, porque él no tiene la exultación del Espíritu místicamente operante en el corazón”. 7
Esta segunda vía –que va de la ebriedad a la sobriedad– fue la que Jesús le hizo seguir a sus apóstoles. Y si bien tuvieron como maestro y director espiritual al mismo Jesús, antes de Pentecostés ellos no fueron capaces de poner en práctica casi ninguno de los preceptos evangélicos. Pero cuando en Pentecostés fueron bautizados con el Espíritu Santo, entonces se los ve transformados, con la capacidad de soportar por Cristo molestias de todo tipo y hasta el mismo martirio. El Espíritu Santo fue la causa de su fervor, más que el efecto de ese.
Hay otro motivo que nos lleva a redescubrir este camino que va de la ebriedad a la sobriedad. La vida cristiana no es solamente una cuestión de crecimiento personal en la santidad; es también ministerio, servicio, anuncio, y para cumplir estas tareas tenemos necesidad de la “potencia que viene desde lo alto”, de los carismas; en una palabra, de una experiencia fuerte, pentecostal, del Espíritu Santo.
Nosotros tenemos necesidad de la sobria ebriedad del Espíritu, más aún de lo que tuvieron los Padres. El mundo se ha vuelto refractario al Evangelio, tan seguro de sí que solo el “vino fuerte” del Espíritu puede prevalecer a su incredulidad y quitarlo fuera de su sobriedad toda humana y racionalista que se hace pasar por “objetividad científica”.
Solamente las armas espirituales, dice el Apóstol, “tienen de Dios la potencia para abatir las fortalezas, destruyendo los raciocinios y toda arrogancia que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometiendo cada intelecto a la obediencia de Cristo. (2Cor 10, 4-5).

3. El bautismo en el Espíritu
¿Cuáles son los “lugares en donde el Espíritu actúa hoy de este modo pentecostal?
Escuchemos nuevamente la voz de san Ambrosio que fue el cantor por excelencia entre los Padres latinos, de la sobria ebriedad del Espíritu. Después de haber recordado los dos “lugares” clásicos en donde encontrar el Espíritu -la Eucaristía y las Escrituras-, él indica una tercera posibilidad. Dice:
“Hay también otra ebriedad que se realiza a través de aquella penetrante lluvia del Espíritu Santo. Fue así que en los Actos de los Apóstoles, aquellos que hablaban en idiomas diversos aparecían a los oyentes como si estuvieran llenos de vino”. 8
Después de haber recordado los medios “ordinarios” san Ambrosio, con estas palabras indica un medio diverso, “extraordinario”, en el sentido de que no ha sido fijado antes y no es algo instituido. Consiste en revivir la experiencia que los apóstoles hicieron en día de Pentecostés. Ambrosio no entendía seguramente señalar esta tercera posibilidad para decir al público que esta estaba excluida para ellos, siendo reservada solamente a los apóstoles y a la primera generación de los cristianos. Al contrario, él entendía animar a sus fieles a hacer como la primera generación de los cristianos. Él anima a sus fieles a hacer experiencia de aquella “lluvia penetrante del Espíritu” que se verificó en Pentecostés.
Queda por lo tanto abierta también para nosotros la posibilidad de contactar al Espíritu por esta vía nueva, personal, independiente, que depende únicamente de la soberana y libre iniciativa de Dios. No debemos caer en el error de los fariseos y de los escribas que a Jesús le decían: “Existen nada menos que seis días para trabajar, ¿por qué actuar fuera de ellos, de esta manera nueva e inusitada?”.
El teólogo Yves Congar en su informe al Congreso Internacional de Penumatología que se realizó en 1981 en el Vaticano, en ocasión del XVI centenario del Concilio Ecuménico de Constantinopla, hablando de los signos del despertar del Espíritu Santo en nuestra época dijo:
“¿Cómo no situar aquí la corriente carismática, mejor llamada Renovación en el Espíritu? Esto se ha difundido como fuego que corre sobre los pajares. Es algo muy diverso de una moda… Por un aspecto, sobre todo, esto se asemeja a un movimiento de despertar: por el carácter público y verificable de su acción que cambia la vida de las personas… Y como una juventud, una frescura y nuevas posibilidades en el seno de la vieja Iglesia, nuestra madre. Salvo excepciones muy raras, Renovación se coloca en la Iglesia y lejos de poner en discusión las instituciones clásicas, las reanima” 9.
Es verdad que esta como otras análogas realidades nuevas de la Iglesia de hoy, presenta a veces problemáticas, excesos, divisiones, pecados. Esto fue también para mi al inicio una piedra de escándalo. Pero esto sucede con todos los dones de Dios, apenas caen en las manos de los hombres. ¿A caso la autoridad ha sido siempre ejercitada en la Iglesia como la entiende el Evangelio, sin manchas humanas de autoritarismo o búsqueda de poder? Y a pesar de ello nadie sueña de querer eliminar este carisma de la vida de la Iglesia. No fueron exentos de desórdenes y defectos ni siquiera las primeras comunidades carismáticas cristianas, como la de Corinto. El Espíritu no vuelve ni a todos ni inmediatamente santos. Actúa en grado diverso y de acuerdo a la correspondencia que encuentra.
El instrumento principal con el cual la Renovación en el Espíritu “cambia la vida de las personas es el bautismo en el Espíritu. Hablo sobre ello sin ninguna intención de proselitismo, sino solamente porque pienso sea justo que se conozca en el corazón de la Iglesia una realidad que involucra a millones de católicos. Se trata de un rito que no tiene nada de esotérico, sino que es hecho más bien de gestos de gran simplicidad, calma y alegría, acompañados por actitudes de humildad, de arrepentimiento, de disponibilidad de volverse niños, que es la condición para entrar en el Reino.
Es una renovación y una actualización no solo del bautismo y de la confirmación, sino de toda la vida cristiana: para los casados, del sacramento del matrimonio, para los sacerdotes, de su ordenación, para los consagrados, de su profesión religiosa. El interesado se preparara, además que con una buena confesión, participando a encuentros de catequesis en los cuales viene puesto en un contacto vivo y alegre con las principales verdades y realidades de la fe: el amor de Dios, el pecado, la salvación, la vida nueva, la transformación en Cristo, los carismas, los frutos del Espíritu.
Una década después que llegó la Renovación carismática en la Iglesia católica, Karl Rahner escribía:
“No podemos refutar que el hombre pueda hacer aquí abajo experiencias de gracia, que le dan un sentido de liberación, le abren horizontes enteramente nuevos, se imprimen profundamente en él, lo transforman, plasmando también por largo tiempo su actitud cristiana más íntima. Nada prohibe llamar a tales experiencias bautismo del Espíritu”10.
¿Es justo esperarse que todos pasen por esta experiencia? ¿Es este el único modo posible para sentir la gracia de Pentecostés?
Si por bautismo en el Espíritu entendemos un cierto rito, en un determinado contexto, debemos responder no; no es el único modo para tener una experiencia fuerte en el Espíritu. Hubo y hay incontables cristianos que han hecho una experiencia análoga, sin saber nada del bautismo en el Espíritu, recibiendo una efusión espontánea del Espíritu, a continuación de un retiro, de un encuentro, de una lectura, de un toque de la gracia.
Es necesario decir entretanto que el “bautismo en el Espíritu” se ha revelado un medio simple y potente para renovar la vida de millones de creyentes en todas las Iglesias cristianas y sería necesario pensarlo bien antes de decir que no está hecho para nosotros, si el Señor nos pone en el corazón el deseo y nos ofrece la ocasión.
También un curso de ejercicios espirituales puede muy bien concluirse con una especial invocación del Espíritu Santo, si quien lo guía ha hecho experiencia y los participantes lo desean. He tenido una experiencia el año pasado. El obispo de una diócesis del sur de Londres convocó, por iniciativa suya, a un retiro carismático abierto también al clero de otras diócesis. Estaban presentes un centenar entre sacerdotes y diáconos permanentes y al final todos pidieron recibir y recibieron la efusión del Espíritu, con el apoyo de un grupo de laicos de Renovación que vinieron para la ocasión. Si los frutos del Espíritu son “amor, alegría y paz”, al final estos se podían tocar con las manos, entre los presentes.
No se trata de adherir a uns más bien que a otros movimientos actuales en la Iglesia. No se trata ni siquiera, propiamente hablando de un movimiento, sino de una “corriente de gracia” abierta a todos, destinada a perderse en la Iglesia como una descarga eléctrica que se dispersa en la masa, para después desaparecer una vez que se cumplió esta tarea.
Concluimos con las palabras del himno litúrgico recordado en el inicio:
Sea Cristo nuestro alimento,
sea Cristo el agua viva:
en él saboreamos sobrios
la ebriedad del Espíritu.
Notas:
1 S. Ambrosio, himno “Splendor paternae gloriae”, en Sancti Ambrosii, Opera, 22: Hymni, Inscriptiones, Fragmenta, Milano, Roma 1994, p. 38.
2 Filone Alejandrino, Legum allegoriae, I, 84 (ed. Claude Mondesert, Paris, u Cerf 1962, p. 88 (methē nefalios).
3 S. Cirillo de G., Cat. XVII, 18-19 (PG 33, 989).
4 S. Ambrosio, Comm. al Sal 1, 33.
5 Cfr. Esichio, Carta a Teodulo, in Filocalia, I, Torino 1982, p. 230ss).
6 S. Juan de la Cruz, La subida del monte Carmelo 5, 7; en Opere, Roma 1979, p. 82)
7 Macario Egipcio, in Filocalia, 3, Torino 1985, p. 325).
8 S. Ambrosio, Comm. al Sal 35, 19.
9 Y. Congar, Actualité de la Pneumatologie, in Credo in Spiritum Sanctum, Libreria Editrice Vaticana, 1983, I, p. 17ss.
10n K. Rahner, Erfahrung des Geistes. Meditation auf Pfingsten, Herder, Friburgo i. Br. 1977.


El presidente de Colombia al Papa en la audiencia: “Necesitamos su ayuda”
Posted by Sergio Mora on 16 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco recibió este viernes en el Vaticano, al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en una audiencia que duró veinte minutos.
El presidente llegó a las 10,35, con diez acompañantes, entre los cuales la esposa y sus tres hijos; la ministra de Exteriores, María Ángela Holguín Cuéllar; además del general Naranjo que tomó parte en las negociaciones de paz, y el embajador de Colombia ante la Santa Sede, Guillermo León Escobar Herrán.
El Papa se acercó y al recibirlo le dijo: “Bienvenido, gusto de verlo es su tercera venida”. Todo se desarrolló según el protocollo. Al sentarse el presidente le dijo: “Necesitamos su ayuda”.
El mandatario colombiano le regaló un “baligrafo” o sea un bolígrafo o lapicero realizado con una munición de ametralladora calibre 50, en cuya vaina estaba grabada la frase: “Las balas han escrito nuestro pasado, la paz es nuestro futuro”.
También le regalaron una pequeña porcelana con orquideas, la flor nacional de Colombia y símbolo de la paz, realizada por una artista colombiana.
Papa por su parte le entregó el medallón de la Paz, además del ‘Mensaje del día mundial de la Paz’ y tres libros que el Papa resumió como “mis tres libros sobre la ecología”. Al salir el presidente le entregó un sobre blanco cerrado.
Por su parte el ex-presidente Alvaro Uribe, llegó a Roma hacia el medio día, poco después que la audiencia había terminado, tras una invitación realizada ayer por el cardenal Parolín, que fue realizada a último momento. Uribe durante la plenaria en el Senado de su país informó que partía hacia el Vaticano , indicando que le habían apenas invitado.


El Papa habla de “cultura del encuentro” con Santos y Uribe
Posted by Rocío Lancho García on 16 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco se ha reunido esta mañana con el presidente de Colombia y premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos Calderón. Un encuentro que más tarde ha tenido segunda y tercera parte, gracias a la discreta diplomacia del Vaticano. Aunque no estaba previsto en la agenda del Santo Padre, el cardenal Parolin invitó al el ex-presidente Álvaro Uribe Vélez, quien dio el anunció ayer en Colombia.
En el encuentro entre el Santo Padre y presidente colombiano–ha informado la oficina de prensa de la Santa Sede– la conversación se ha llevado a cabo en un ambiente de gran cordialidad, confirmando las buenas relaciones existentes entre la Santa Sede y Colombia.
Por otro lado “se ha expresado agradecimiento por el apoyo del Papa al proceso de paz”, así como “la esperanza de que dicha paz sea estable y duradera”. En ese sentido, “se ha puesto de relieve la importancia del encuentro y de la unidad entre las fuerzas políticas colombianas y del compromiso de las FARC-EP”, mientras “la Iglesia local podrá continuar ofreciendo su contribución a favor de la reconciliación nacional y de la educación al perdón y a la concordia”. Por otro lado se han abordado algunas cuestiones relacionadas con la actualidad regional.
A continuación el Santo Padre se ha reunido durante 20 minutos con el senador Uribe Vélez, que había aterrizado esta misma mañana en Roma .
Finalmente, en el encuentro conjunto que ha durado unos 25 minutos, el Papa habló de la “cultura del encuentro” y señaló la “importancia de un diálogo sincero entre todos los actores de la sociedad colombiana en este momento histórico”. Tal y como ha recordado hoy el director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Greg Burke, Francisco indicó que viajaría a Colombia cuando los acuerdos de paz estuvieran totalmente consolidados y legalizados.
El presidente Santos también se ha reunido con el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, mientras que Uribe lo hará esta tarde.
Al finalizar el encuentro, el expresidente Uribe ha conversado con la prensa e dio algunos detalles del encuentro. Asegurando estar “muy emocionado y muy conmovido” por haber conocido al Papa, se ha mostrado muy agradecido por su “generosa acogida”. Asimismo, ha recordado que él es una de esas personas que “queremos la paz pero tenemos desacuerdos”. Por eso ha informado de que explicó al Santo Padre “nuestras preocupaciones”. Después de que ganó el no en el referéndum sobre el Tratado del paz entre el Gobierno de Colombia y las FARC –ha recordado– hubo diálogos. Y también ha subrayado que no están en contra de la paz sino a favor de que se modifiquen los acuerdos. Por eso, ha indicado que delante del Papa ha pedido “apertura” al presidente Santos . El senador ha insistido también en que en la batalla democrática no puede haber odios, al mismo tiempo en que ha insistido en su voluntad de diálogo con el Gobierno.
Por su parte, en las declaraciones que también Santos ha hecho a los medios de comunicación, ha subrayado que el Papa “ha sido una persona que también desde el comienzo ha estado apoyando el proceso de paz”. Y por eso ha agradecido al Santo Padre por “todos esos gestos que ha tenido”. El Papa –ha informado– le ha reiterado el apoyo al nuevo acuerdo de paz y a la pronta implementación del acuerdo. Santos ha explicado al Pontífice que una de las razones por las cuales había sido importante el procedimiento abreviado en el Congreso es porque “hemos aprendido, estudiando los demás procesos en el mundo, que es fundamental acortar los tiempo entre el momento en el que se firman los acuerdos y el momento en que se comienzan a implementar”. Por fortuna, ha añadido el mandatario colombiano, ese proceso ya comienza con el visto bueno de la Corte Constitucional. El presidente Santos le ha dicho al ex presidente Uribe que “estamos siempre dispuestos” a “seguir dialogando” y “entrar en un acuerdo sobre cómo se va a implementar”. La división y la polarización –ha concluido el mandatario– a nadie le conviene. Santos ha aseverado que la paz se construye “como una catedral”, es decir, “ladrillo por ladrillo” y eso requiere el esfuerzo de mucha gente durante mucho tiempo.


Concierto en el Vaticano este sábado por los 80 años de Francisco
Posted by Redaccion on 16 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El concierto de beneficencia ‘Avrai’, que se realiza mañana sábado 27 de diciembre en el Aula Pablo VI en el Vaticano, con motivo de los 80 años del papa Francisco, ha sido presentado hoy en la Sala de prensa de la Santa Sede a los medios de comunicación.
El concierto realizado por el cantautor italiano Claudio Baglioni coincide también con el bicentenario del Cuerpo de la Gendarmería del Vaticano, promotor de la iniciativa junto a la Fundación O’scia’ Onlus.
Los fondos del evento están destinados a dos proyectos: un un hospital pediátrico en Bangui, República Centroafricana y una estructura infantil en una de las zonas del reciente terremoto en el Centro de Italia.
La presentación contó entre otros con la presencia del cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui; Mons. Nunzio Galantino, secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana; y de Domenico Giani, comandante del Cuerpo de la Gendarmería Vaticana.
Quienes han colaborado con la iniciativa, ilustraron en la audiencia privada este miércoles 14 de diciembre al papa Francisco, el sentido y la finalidad del proyecto, entregándole los primeros 500 mil euros recaudados para los niños de Bangui y del Centro de Italia.
Un evento con géneros musicales y fragmentos temáticos que se mezclan con algunas canciones natalicias, traducidas y adaptadas en italiano. Claudio Baglioni se exhibirá con una orquesta sinfónica de 70 músicos, con su grupo de 10 integrantes y con el coro “Giuseppe Verdi” de Roma, formado por más de 60 cantores. La parte musical se entrecruzará con intervenciones de algunos famosos actores italianos.
El concierto será transmitido a las 17 horas locales en “Mondovisione”, a través de Rai Italia y de las emisoras televisivas católicas conectadas con el Centro Televisivo Vaticano. Y por radio en directa mundial, en redes unificadas, por Radio Vaticana, RTL 102.5 y Radio Zeta Italiana.


Indonesia: prohiben a los musulmanes vestirse de Papa Noel
Posted by Redaccion on 16 December, 2016



(ZENIT – Roma).- Una ley promulgada este jueves 15 por el Consejo de los ulemas indonesios (MUI) prohibe durante el período navideño llevar vestimenta o accesorios no musulmanes y que simbolicen una tradición no islámica.
Lo indica la agencia Asia News, precisando que el contenido de la fatwa promulgada por el edicto 56/año 2016, prohibe usar objetos no islámicos, como vestirse de Papá Noel o llevar accesorios navideños.
El líder islámico Hasanuddin, que encabeza la comisión que redactó la fatwa, afirma: “Los íconos religiosos y los accesorios son usados de manera intencional para mostrar la identidad de una cierta religión y representar su tradición, los ritos. Por este motivo, usar accesorios no islámicos es contrario a la ley, así como lo es pedir a los musulmanes que los usen”.
Y añadió que la fatwa fue publicada en respuesta al clima navideño que se está difundiendo por todas partes en Indonesia. En cada bar y supermercado se encargan trajes de Papá Noel y las publicidades muestran accesorios que son considerados “cristianos”. Esta tradición, afirma Hasanuddin, “daña mucho la fe de las personas”.
El MUI ha pedido a la comunidad musulmana no “mezclar” la fe islámica con las tradiciones que no le pertenecen. Los fieles no pueden vender ni comprar objetos navideños, en tanto los empleadores no pueden obligar a los vendedores musulmanes a llevar trajes de Navidad. Ayer, algunos miembros del Frente de defensa islámico (FPI) emprendieron un ataque contra una concesionaria de automóviles de Bekasi (Java Occidental) para amenazar al propietario, que quería que sus empleados se vistieran de manera navideña.


Hacia una Iglesia autóctona
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 16 December, 2016





+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
VER

¡Con cuánta emoción, hasta las lágrimas, hemos vivido las ordenaciones de nuevos diáconos permanentes! ¡Con cuánta ilusión esperamos las próximas ordenaciones de tres nuevos presbíteros y de un diácono transitorio! Todos ellos son chiapanecos, nacidos en nuestro territorio diocesano. ¡Son autóctonos! Casi todos los diáconos permanentes que tenemos son indígenas de las cinco etnias: tseltales, tsotsiles, ch’oles, tojolabales y zoques. Pasaron varios años para que la Santa Sede nos permitiera continuar ordenando diáconos permanentes, después de muchos diálogos y habiendo hecho las precisiones necesarias. El diálogo eclesial, en fe y oración, da frutos.
Contamos ya con 11 sacerdotes indígenas, nativos de aquí. De los 68 alumnos de nuestro Seminario, 21 de los cuales cursan Teología, más de la mitad son indígenas. De los casi 8,000 catequistas que trabajan en la evangelización, la gran mayoría con comunidades y adultos, sin descuidar a los niños, un alto porcentaje son indígenas. Y esto es natural, pues nuestra diócesis, con una población de un poco más de dos millones de habitantes, tiene un 75 por ciento de población indígena, que vive su cultura en su vida ordinaria, y no la reduce a un folcklor, ni la guarda en un museo. No podríamos dejar de dar los pasos necesarios para lograr ser una Iglesia autóctona.
Sin embargo, un connotado arzobispo, ya emérito, en una de nuestras asambleas episcopales me increpaba el por qué yo usaba esa expresión. Le sonaba como a algo no acorde con la doctrina y la praxis de la Iglesia. De igual modo, algunos cardenales en Roma, ahora ya retirados, me insistían que dejara de usar ese término. Que mejor hablara de Iglesia inculturada, encarnada, pero no autóctona. Siempre respondí que lo dejaría de hacer cuando hubiera un Concilio Vaticano III, que prohibiera lo que había ordenado el II.
PENSAR
En efecto, el Concilio Vaticano II, en su Decreto Ad gentes, en el No. 6 claramente dice: “Deben crecer de la semilla de la Palabra de Dios en todo el mundo Iglesias particulares autóctonas suficientemente fundadas y dotadas de propias energías y maduras, que, provistas suficientemente de jerarquía propia, unida al pueblo fiel, y de medios apropiados para llevar una vida plenamente cristiana, contribuyan, en la parte que les corresponde, al bien de toda la Iglesia. El medio principal para esta plantación es la predicación del Evangelio de Cristo. Para anunciarlo envió el Señor a sus discípulos a todo el mundo, a fin de que los hombres, renacidos por la Palabra de Dios, ingresen por el bautismo en la Iglesia, la cual, como cuerpo del Verbo Encarnado que es, se alimenta y vive de la Palabra de Dios y del pan eucarístico”.
“Deben crecer… en todo el mundo Iglesias particulares autóctonas”. Es un imperativo: “Deben crecer”.
Es lo que estamos procurando llevar a la práctica, con el gozo de ir teniendo más y más una “jerarquía propia”, con las vocaciones nativas que Dios, por pura gracia y misericordia, nos está regalando.
Hemos de advertir lo que mi predecesor, Don Samuel Ruiz García, indicaba en la nota No. 1 del III Sínodo Diocesano: “Autóctono no debe confundirse con autónomo. De acuerdo con el Concilio Vaticano II nosotros, en este documento, no hablamos de una Iglesia autónoma, sino de una Iglesia autóctona… La Iglesia particular mantiene diversidad de prácticas en la unidad de la fe… Es católica precisamente por su situación geográfica, por su diversidad cultural y, principalmente, por su unidad en la fe. Su catolicidad se realiza al estar en comunión con otras Iglesias locales, bajo la presidencia de la Iglesia de Roma”.
Y más adelante: “En nuestra Diócesis sabemos que una Iglesia autóctona no es una Iglesia independiente, separada de las demás… Una Iglesia autóctona católica siempre estará en comunión con las demás Iglesias particulares y con la Iglesia que preside quien está a la cabeza de la caridad; siempre será una Iglesia fiel a la Tradición; abierta a las experiencias de las Diócesis hermanas que puedan enriquecerla, y también consciente de su vocación misionera hacia otras naciones, aun cuando tenga escasez de clero”.
ACTUAR
Oremos para que el Señor nos siga regalando variadas vocaciones nativas y sigamos esforzándonos por ser muy fieles a la Iglesia universal, con Pedro y bajo Pedro, con un corazón abierto a los pueblos originarios que conforman nuestra Iglesia local.


San Josep Manyanet i Vives – 17 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 16 December, 2016



(ZENIT – Madrid).- El «evangelio de la familia» tuvo en él a su más insigne difusor. Hoy continúa alumbrando con sus enseñanzas a una sociedad que necesita modelos preclaros para caminar, y especialmente a quienes se han comprometido con un proyecto de vida en común.
Es posible que haber nacido en el seno de una familia numerosa y creyente influyese en su acontecer marcándole con un amor singular a la Sagrada Familia. Nació el 7 de enero de 1833 en Tremp, Lleida, España. Su madre, artífice de su amor a María, siguió la bellísima tradición de consagrarle a la Virgen bajo la advocación de Valldeflors, a la que se honraba en la localidad porque era su patrona. Sintiendo la llamada al sacerdocio recibió formación en Barbastro primeramente, y luego en seminarios de Lleida y Urgell costeándose él mismo los estudios con su trabajo. Virtuoso hombre de oración, devoto de la Eucaristía, prudente y sensible, con encomiable espíritu de servicio, después de ser ordenado sacerdote el 9 de abril de 1859 fue de impagable ayuda para el prelado de Urgell que lo tuvo a su lado durante doce años. Fue su secretario particular, mayordomo, vicesecretario de cámara, secretario de visita pastoral y también se ocupó de la biblioteca del seminario.
En esos años de ejercicio pastoral en la Seu d’Urgell acrecentó su convicción de que la familia es el pilar de la sociedad. Porque ciertamente los valores que se aprenden en ella en gran medida condicionan el resto de la vida; es clave en la educación y enseña el modo de afrontar las vicisitudes y contingencias que se van presentando. «Los primeros y principales educadores de la tierna juventud deben ser los propios padres». La paternidad tenía para él tal valor que no dudaba en calificarla «como un sacerdocio». Y «el principal cuidado de los padres de familia es aprender y saber gobernar su casa en el servicio de Dios» […]. «La casa y la familia fundadas sin la bendición de Dios no pueden vivir en buena paz y armonía cristianas». Si el devenir de un hogar está anclado en el modelo que ofrece la Sagrada Familia los frutos no se hacen esperar. Josep fue consciente de que la sociedad precisaba este referente inequívoco. «La Sagrada Familia debe ser el modelo de todas las demás familias, si desean paz en la tierra y aspiran a la eterna felicidad». Decía también que «el mundo es como una familia cuyo Padre es Dios».
Tomó conciencia de la importancia de tutelar de forma exquisita la educación dirigida a niños y a jóvenes; sería un semillero de gracias vertidas en la sociedad a través de ellos. De modo que, con este objetivo evangelizador, puso en marcha en 1864 los Hijos de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. Y diez años más tarde fundó las Misioneras Hijas de la Sagrada Familia de Nazaret. Al emprender su obra, pensaba, sobre todo, en ese colectivo infantil y juvenil que no tenía recursos económicos: «Los ricos tienen colegios para educar a sus hijos; hagamos colegios para educar e instruir a los hijos de los obreros». Estaba convencido de que «los padres prefieren más dejar al hijo sabio que rico de bienes temporales».
En medio de conflictos políticos sufrió persecución y clausura de uno de sus centros, pero continuó su labor sin arredrarse. Durante cuatro décadas, marcadas por intensa actividad, se mantuvo al frente de sus hijos e hijas. Bajo su amparo y tutela se multiplicaron escuelas, colegios, talleres y vías diversas de apostolado en distintos puntos de España, que luego se extendieron a parte de Europa y América. Viéndole trabajar con tanto ahínco, lleno de fe y esperanza, escribiendo textos dirigidos a difundir la devoción por la Sagrada Familia, era difícil adivinar que todo ello procedía de un hombre de frágil salud que, además, debía hacer frente a numerosos contratiempos que le salían al paso. Pero así era. En su costado tenía lo que él solía denominar «las misericordias del Señor», unas llagas abiertas que es fácil imaginar lo que debieron suponer de padecimientos durante los últimos 16 años de su vida.
Fue un ejemplo de fortaleza y fidelidad. Se distinguió también por su predicación. Mantuvo viva hasta el fin la urgencia por difundir lo que Juan Pablo II denominó «evangelio de la familia», diseminado en numerosas obras dirigidas a sus hijos, a los escolares que se formaban en los centros regidos por ellos y a las familias. Entre otras, fue autor de La Escuela de Nazaret, Casa de la Sagrada Familia (de carácter autobiográfico), Preciosa joya de familia y El espíritu de la Sagrada Familia. Impulsó la revista Sagrada Familia y la construcción del templo expiatorio dedicado a ella en Barcelona, obra monumental del genial arquitecto y siervo de Dios, Antoni Gaudí.
Viendo su quehacer en conjunto, se aprecia el afán de Josep por llevar a todos el amor a Jesús, María y José mostrándolos al mundo como ejemplo a imitar. Y el nombre de los tres fue el que brotó de sus labios cuando le llegó la suprema hora el 17 de diciembre de 1901. Quienes le rodeaban le oyeron decir por última vez lo que tantas veces había expresado: «Jesús, José y María, recibid cuando yo muera el alma mía», jaculatoria que incontables familias han enseñado a recitar a sus hijos desde niños para que la rezaran poco antes de conciliar el sueño. Juan Pablo II lo beatificó el 25 de noviembre de 1984 y él mismo lo canonizó el 16 de mayo de 2004.