Servicio diario - 21 de diciembre de 2016


 

El Papa en la audiencia: Navidad será una verdadera fiesta, solo si recibimos a Jesús
Posted by Sergio Mora on 21 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco centró la audiencia que realizóeste miércoles en el Vaticano, en la Navidad que llega. Así el Aula Pablo VI, donde se realizó debido a los días fríos del inicio del invierno en Italia, el Papa visiblemente contento entró por el corredor central saludando a los varios miles de peregrinos que le recibieron con gran afecto y alegría.
En la catequesis indicó que “contemplando el pesebre, nos preparamos a la Navidad del Señor” y precisó que “será realmente una fiesta si recibimos a Jesús, semilla de esperanza que Dios pone en los surcos de nuestra historia personal y comunitaria”. Recordó también que en las casas de los cristianos durante el tiempo de Adviento se prepara el pesebre y sus personajes están inmersos en esta atmósfera de esperanza.
En sus palabras en español señaló que en las catequesis de los miércoles estamos reflexionando sobre el tema de la esperanza y “hoy, a pocos días de la Navidad, contemplamos la Encarnación del Hijo de Dios, que marca el momento concreto en el que la esperanza entró en el mundo”.
Un momento en el que “Dios se despoja de su divinidad y se acerca a su pueblo, manifestando su fidelidad y ofreciendo a la humanidad la vida eterna”, dijo.
Precisó así que “el nacimiento de Jesús, nos trae una esperanza segura, visible y evidente, que tiene su fundamento en Dios mismo. Jesús, entrando en el mundo, nos da fuerza para caminar con él hacia la plenitud de la vida y vivir el presente de un modo nuevo” y que “el pesebre que preparamos en nuestras casas nos habla de este gran misterio de esperanza”.
El Pontífice precisó que “Dios elige nacer en Belén, un pueblito insignificante. Allí, en la pobreza de una gruta, María, Madre de la esperanza, da a luz al Redentor. Junto a ella está José, el hombre justo que confía en la palabra del Señor; los pastores, que representan a los pobres y sencillos, que esperan en el cumplimiento de las promesas de Dios, y también los ángeles cantando la gloria del Señor y la salvación que se realiza en este Niño”. Esto porque “Dios siempre escoge lo pequeño, lo que no cuenta, para enseñarnos la grandeza de su humildad”.
El Santo Padre concluyó estas palabras saludando a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España y Latinoamérica: “Que por intercesión de la Virgen y de san José, la contemplación del misterio de la Navidad nos ayude a recibir a Jesús en nuestra vida, y podamos ser humildes colaboradores en la venida de su Reino, Reino de amor, de justicia y de paz”. Y exclamó: “¡Feliz Navidad, llena de esperanza para todos!”.
Antes de concluir el Pontífice hizo un llamamiento a favor del proceso de paz y reconciliación en la República Democrática del Congo. Y la audiencia concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
(Texto completo de la audiencia)


Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 21 de diciembre de 2016
Posted by Redaccion on 21 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En la última audiencia general antes de Navidad, el Papa Francisco ha dedicado la catequesis al momento en que la esperanza entra en el mundo con la encarnación del Hijo de Dios. Y que la Navidad solamente es una verdadera fiesta si en el centro está Jesús. Después de las lecturas el Pontífice leyó el texto de la catequesis en italiano, que proponemos a continuación.
Texto completo
“¡Queridos hermanos y hermanas!, hemos iniciado hace poco un camino de catequesis sobre el tema de la esperanza, muy apto para el tiempo de Adviento. A guiarnos ha sido hasta ahora el profeta Isaías.
Hoy, cuando faltan pocos días para la Navidad, quisiera reflexionar de modo más específico sobre el momento en el cual, por así decir, la esperanza ha entrado en el mundo, con la encarnación del Hijo de Dios.
El mismo profeta Isaías había preanunciado el nacimiento del Mesías en algunos pasajes: «Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emanuel» (7,14); y también – en otro pasaje – «Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces» (11,1).
En estos pasajes se entre ve el sentido de la Navidad: Dios cumple la promesa haciéndose hombre; no abandona a su pueblo, se acerca hasta despojarse de su divinidad. De este modo Dios demuestra su fidelidad e inaugura un Reino nuevo, que dona una nueva esperanza a la humanidad. Y ¿cuál es esta esperanza? La vida eterna.
Cuando se habla de la esperanza, muchas veces se refiere a lo que no está en el poder del hombre y que no es visible. De hecho, lo que esperamos va más allá de nuestras fuerzas y nuestra mirada. Pero el Nacimiento de Cristo, inaugurando la redención, nos habla de una esperanza distinta, una esperanza segura, visible y comprensible, porque está fundada en Dios
Él entra en el mundo y nos dona la fuerza para caminar con Él: Dios camina con nosotros en Jesús, caminar con Él hacia la plenitud de la vida, nos da la fuerza para estar de una manera nueva en el presente, a pesar de exigir esfuerzo.
Esperar para el cristiano significa la certeza de estar en camino con Cristo hacia el Padre que nos espera. La esperanza jamás está detenida, la esperanza siempre está en camino y nos hace caminar. Esta esperanza, que el Niño de Belén nos dona, ofrece una meta, un destino bueno en el presente, la salvación para la humanidad, la bienaventuranza para quien se encomienda a Dios misericordioso.
San Pablo resume todo esto con la expresión: “En la esperanza hemos sido salvados” (Rom 8,24). Es decir, caminando de este modo, con esperanza, somos salvados.
Y aquí podemos hacernos una pregunta, cada uno de nosotros: ¿yo camino con esperanza o mi vida interior está detenida, cerrada? ¿Mi corazón es un cajón cerrado o es un cajón abierto a la esperanza que me hace caminar? No solo sino con Jesús. Una buena pregunta para hacernos.
En las casas de los cristianos, durante el tiempo de Adviento, se prepara el pesebre, según la tradición que se remonta a San Francisco de Asís. En su simplicidad, el pesebre transmite esperanza; cada uno de los personajes está inmerso en esta atmósfera de esperanza.
Antes que nada notamos el lugar en el cual nace Jesús: Belén. Un pequeño pueblo de Judea donde mil años antes había nacido David, el pastor elegido por Dios como rey de Israel.
Belén no es una capital, y por esto es preferida por la providencia divina, que ama actuar a través de los pequeños y los humildes. En aquel lugar nace el “hijo de David” tan esperado, Jesús, en el cual la esperanza de Dios y la esperanza del hombre se encuentran.
Después miramos a María, Madre de la esperanza. Con su ‘sí’ abrió a Dios la puerta de nuestro mundo: su corazón de joven estaba lleno de esperanza, completamente animada por la fe; y así Dios la ha elegido y ella ha creído en su palabra.
Aquella que durante nueve meses ha sido el arca de la nueva y eterna Alianza, en la gruta contempla al Niño y ve en Él el amor de Dios, que viene a salvar a su pueblo y a toda la humanidad.
Junto a María estaba José, descendiente de Jesé y de David; también él ha creído en las palabras del ángel, y mirando a Jesús en el pesebre, piensa que aquel Niño viene del Espíritu Santo, y que Dios mismo le ha ordenado llamarle así, ‘Jesús’.
En este nombre está la esperanza para todo hombre, porque mediante este hijo de mujer, Dios salvará a la humanidad de la muerte y del pecado. ¡Por esto es importante mirar el pesebre! Detenerse un poco y mirar y ver cuanta esperanza hay en esta gente.
Y también en el pesebre están los pastores, que representan a los humildes y a los pobres que esperaban al Mesías, el «consuelo de Israel» (Lc 2,25) y la «redención de Jerusalén» (Lc 2,38).
En aquel Niño ven la realización de las promesas y esperan que la salvación de Dios llegue finalmente para cada uno de ellos. Quien confía en sus propias seguridades, sobre todo materiales, no espera la salvación de Dios.
Pero hagamos entrar esto en la cabeza: nuestras propias seguridades no nos salvaran. Solamente la seguridad que nos salva es aquella de la esperanza en Dios. Nos salva porque es fuerte y nos hace caminar en la vida con alegría, con ganas de hacer el bien, con las ganas de ser felices para toda la eternidad.
Los pequeños, los pastores, en cambio confían en Dios, esperan en Él y se alegran cuando reconocen en este Niño el signo indicado por los ángeles (Cfr. Lc 2,12).
Y justamente el coro de los ángeles anuncia desde lo alto el gran designio que aquel Niño realiza: ‘¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él’ (Lc 2,14).
La esperanza cristiana se expresa en la alabanza y en el agradecimiento a Dios, que ha inaugurado su Reino de amor, de justicia y de paz.
Queridos hermanos y hermanas, en estos días, contemplando el pesebre, nos preparamos para el Nacimiento del Señor. Será verdaderamente una fiesta si acogemos a Jesús, semilla de esperanza que Dios siembra en los surcos de nuestra historia personal y comunitaria. Cada ‘sí’ a Jesús que viene es un germen de esperanza.
Tengamos confianza en este germen de esperanza, en este sí: ‘Si Jesús, tú puedes salvarme, tú puedes salvarme’. ¡Feliz Navidad de esperanza para todos!”.


La Fundación Canto Católico ofrece nueva interpretación del villancico ‘Adeste Fideles’
Posted by Redaccion on 21 December, 2016



(ZENIT – Roma).- A pocos días de la fiesta de la Natividad del Señor, la Fundación Canto Católico presentó su última producción: el villancico tradicional Adeste Fideles en una versión castellana, titulada “Vayamos Cristianos”.
La misma cuenta con un arreglo inédito para cuatro voces, cuarteto de cuerdas y acompañamiento de guitarra.
El trabajo de composición, ejecución y grabación ha estado a cargo de un numeroso grupo de jóvenes músicos, todos ellos voluntarios y movidos por el mismo ideal evangelizador que anima a nuestra fundación, indicó ‘Canto Católico’ en un comunicado enviado a ZENIT.
Además en la reseña del vídeo es posible acceder a las partituras y otros materiales didácticos para la ejecución del arreglo coral en las próximas celebraciones navideñas.
El comunicado de la Fundación Canto Católico llega el mismo día que el papa Francisco en la audiencia de este miércoles señala: “El pesebre que preparamos en nuestras casas nos habla de este gran misterio de esperanza”, invitando así a la celebración de esta fiesta con el entorno que merece.


La Iglesia en Bolivia pide respetar el voto de ‘no reelección’ de Evo Morales
Posted by Redaccion on 21 December, 2016



(ZENIT – Roma).- Mons. Aurelio Pesoa, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Bolivia (CEB), recordó que “el 21 de febrero de este año el pueblo boliviano habló y como tal se debería respetar la palabra de ese pueblo”, refiriéndose a la intención del presidente Evo Morales para una nueva postulación al cargo durante las elecciones de 2019.
Las declaraciones reportadas por Iglesia Viva que han sido publicadas en la web de la CEB precisan: “Queremos decir que la opinión de nosotros como Iglesia y como CEB, no es cuestión de partido de izquierda, derecha o de centro. Es cuestión de saber y recordar que el 21 de febrero de este año el pueblo boliviano habló” cuya palabra “se debería respetar”. Y que “esa es nuestra respuesta respecto a este acontecimiento que es motivo de mucha discusión”, expresó Mons. Aurelio.
Asimismo recordó que: “Es el pueblo el que habló, si el pueblo no tuvo la información no es responsabilidad del pueblo me parece, sino de los actores políticos que son los encargados de manifestar una verdad o decir lo que se debe conocer y es la expresión del pueblo”.
A su vez, Mons. Aurelio, consideró que una nueva postulación del presidente Morales ocasionaría una fractura en el país: “Yo creo que llevará no a una unión pero si a una fractura, ya hay una fracción, ya hay una fractura en nuestro país, y probablemente esto llevará a una fractura que se haga mayor”.


México: cercanía de la Iglesia a las víctimas y parientes de la explosión pirotécnica
Posted by Redaccion on 21 December, 2016



(ZENIT – Roma).- El obispo de Cuautitlán, Mons. Guillermo Ortiz Mondragón, ha expresado su solidaridad a las víctimas y parientes de la explosión que se produjo por la tarde del 20 de diciembre, en el mercado de fuegos artificiales de San Pablito.
Según las últimas noticias de las agencias, la tragedia ha causado 31 muertos, 72 heridos y 48 desaparecidos. En poco más de una hora 6 explosiones han destruido 300 puestos del mercado más famoso de fuegos artificiales de México.
Expresando su cercanía en nombre de los sacerdotes, consagrados y laicos de la diócesis de Cuautitlán, en el comunicado de prensa el obispo recuerda que esta ciudad es conocida sobre todo por la fabricación de productos pirotécnicos, que le ha ganado el reconocimiento y varios premios en todo el mundo. “Nos unimos a todos los trabajadores del mercado San Pablito de pirotecnia en Tultepec, ante esta tragedia” escribió.
“Hace unos diez años (el mercado) fue re-modelado, llegando a ser uno de los más seguros de América Latina” continua el texto enviado a la Agencia Fides, recordando que cuenta incluso con la certificación del instituto de defensa. Se calcula que en ese mercado se manipulan más de 300 toneladas de fuegos artificiales.
Mons. Ortiz Mondragon informa de que hoy se celebrará “la eucaristía en la esperanza de la resurrección de nuestros difuntos y por la pronta recuperación de los afectados tanto en su salud como en su trabajo”.


A pesar de todo hay esperanza
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 21 December, 2016




VER
En los medios informativos, se resaltan mucho asesinatos, asaltos, secuestros, accidentes, guerras, la corrupción, las confrontaciones, los errores de las autoridades, la pederastia, los desastres naturales y, en fin, lo negativo del mundo. Son pocas las ocasiones en que se resaltan los hechos positivos y alentadores.
En nuestros frecuentes análisis de la realidad, superabunda lo que juzgamos como injusticia y pecado. Pareciera que nada está bien, que vamos de mal en peor, que no se vislumbra una salida satisfactoria, que todos los demás, menos nosotros, son corruptos y perversos. Hay una sensación de pesimismo e impotencia. En las campañas electorales, todo está mal y se descalifica a todos los demás.
Para alentarnos ante esta situación, durante la anual convivencia navideña que tenemos con religiosas, sacerdotes y otros agentes de pastoral, nos propusimos el objetivo de: Fortalecer nuestra esperanza, para consolar al pueblo. Para ello, compartimos, en las siete zonas pastorales en que está organizada nuestra diócesis, dos preguntas que intencionadamente pedían sólo datos favorables: ¿Qué signos positivos de esperanza, de Reino de Dios, hay en nuestra parroquia o misión? ¿Qué signos positivos de familia y de misericordia hay en nuestra diócesis? Comparto algunas de las respuestas:
Una actitud de búsqueda, de crecer en comunión; la pastoral de la tierra; las mujeres que inciden en todas las áreas y servicios; fuertes deseos de más formación. La Palabra de Dios que nos ayuda a ver la realidad. Hay signos de solidaridad; hay vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Los grupos juveniles van tomando más conciencia de su fe y de su compromiso a partir de su realidad. La valoración y hermandad con el indígena. Hay deseo de formar una gran familia diocesana. La devoción guadalupana. La participación de todo el pueblo, no solo de los sacerdotes y consagrados. Las peregrinaciones que denuncian los males que sufre nuestro pueblo. La promoción de las casas para migrantes. La ordenación de nuevos diáconos y su testimonio de vida. La pastoral penitenciaria.
La participación de los laicos, sus aportes. El aumento de catequistas, sobre todo jóvenes. La práctica de las obras de misericordia en la catequesis. El aumento de fieles en los actos litúrgicos. El uso correcto de los medios de comunicación. Hay más sacerdotes y seminaristas indígenas. El movimiento ecuménico en la diócesis. La unidad entre las congregaciones religiosas. El papel de la Iglesia en la sociedad. La generosidad de los fieles ante desastres naturales. Hay el deseo de confiarnos, querernos, buscarnos. Hay signos de hermandad y solidaridad que no se ven, ayuda sin ningún interés. Se buscan maneras de acompañar los movimientos eclesiales. Vamos corrigiendo y quitando actitudes excluyentes. Hay dinámica de reconciliación, de diálogo.
Buscamos acompañar el dolor de la gente. La búsqueda de la justicia y la paz: un pueblo que ora y lucha. Hay mucho compromiso en los laicos y el aumento de vocaciones autóctonas. Comunidades que, a pesar de su pobreza, cuando les visitan, dan de comer a todos. La solidaridad con otras diócesis, cuando están pasando por una situación difícil. Participación de las y los jóvenes, niñas y niños, en los procesos de pastoral. La aceptación de los carismas y la valoración de la diversidad de aportes. El hacer equipo religiosos y diocesanos. La solidaridad hacia el seminario, la identidad propia que va adquiriendo.
PENSAR
El Papa Francisco nos ha dicho: “La esperanza cristiana es muy importante, porque no decepciona. El optimismo decepciona; la esperanza no. La necesitamos mucho, en estos tiempos que aparecen oscuros, en el que a veces nos sentimos perdidos delante del mal y la violencia que nos rodean, delante del dolor de muchos hermanos nuestros. Es necesaria la esperanza. Nos sentimos perdidos y también un poco desanimados, porque nos sentimos impotentes y nos parece que esta oscuridad no termine nunca. Pero no hay que dejar que la esperanza nos abandone, porque Dios con su amor camina con nosotros. Yo espero, porque Dios está junto a mí, porque Dios camina conmigo. Camina y me lleva de la mano. Dios no nos deja solos, el Señor Jesús ha vencido al mal y nos ha abierto el camino de la vida” (7-XII-2016).
ACTUAR
Para transformar la realidad y generar esperanza, acerquémonos a Jesús niño en el pesebre, que nos contagie de su luz y de su vida, para ser constructores de un mundo nuevo.


Santa Francisca Javier Cabrini – 22 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 21 December, 2016




(ZENIT – Madrid).- Mujer de gran coraje, María Francisca se sobrepuso con creces a la frágil salud con la que nació prematuramente el 15 de julio de 1850 en Sant’Angelo Logidiano, lombardía italiana. Fue la décima de once hermanos, pero únicamente sobrevivieron cuatro. Su padre solía leerle las gestas de los grandes misioneros, de entre los cuales le impresionó la de san Francisco Javier que no vio cumplido su sueño de fundar en China, afán al que ella se unió. No pudo gozar demasiado tiempo de la presencia de sus padres, aunque el poso del amor a Dios que habían sembrado en su corazón perduraría siempre; fue acicate para su consagración. Era la vía natural para una persona que en su infancia había dado sobradas muestras de piedad, que aspiraba a irse a las misiones, y que siendo jovencita ya cultivaba el espíritu franciscano.
Estudió en Arluno donde obtuvo el título de maestra en el centro regido por las Hijas del Sagrado Corazón, y durante esos años de cercana convivencia con la comunidad religiosa pensó que allí estaba su camino. Sin embargo, como a todos, la Providencia guiaba sus pasos, y en el cumplimiento de la voluntad divina tropezó con primeros escollos: le negaron el ingreso en esa Orden y fracasó en su intento de convertirse en canossiana; su petición fue doblemente desestimada por su debilidad física. Seguramente si hubieran sabido que tenía una «mala salud de hierro» le habrían tendido los brazos sin pensarlo. Pero indudablemente la mano del cielo se alzó poderosa permitiendo ese contratiempo para que pudiera llevar a cabo la misión que le competía según los designios del Altísimo. Y algo de ello entrevió la madre Grassi, religiosa del Sagrado Corazón quien le había dicho: «Usted está llamada a establecer otro instituto que traerá nueva gloria al Corazón de Jesús».
Regresó a su hogar y allí ejerció como maestra, labor que prosiguió en Vidardo y en Codogno donde el bondadoso párroco, padre Serrati con su ojo avizor descubrió las cualidades de Francisca. Al ser designado preboste de la colegiata de esa ciudad, como era un gran apóstol, rescató de entre las cenizas el orfanato Casa de la Providencia, y al ver la pésima gestión de las personas que lo tenían bajo su cargo, solicitó ayuda a la santa. Y no solo eso, sino que de acuerdo con el prelado de Lodi, le sugirió que fundase una Congregación Religiosa. Las antiguas gestoras no ocultaron su decepción y se pusieron en contra de Francisca, pero en 1877 acompañada de otras mujeres que se sumaron a este proyecto profesó y fue designada superiora de esa comunidad, lo cual acrecentó las insidias de las que nunca llegaron a acogerla. En medio de graves dificultades sostuvo el centro durante tres años hasta que el obispo, viendo que no fructificaba, lo clausuró. Después, se dirigió a Francisca, diciéndole: «Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma». Y ella obedeció.
Quizá llegaba el momento de cumplir su sueño, el mismo de San Francisco Javier, cuyo nombre había unido al suyo: clavar en China la cruz de Cristo. Ya había fundado las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, abierto las primeras casas, no sin contratiempos, y redactado sus reglas cuando en 1887 se trasladó a Roma buscando la aprobación de la Orden. Superó nuevos obstáculos, siguió estableciendo casas, creó una escuela y un orfanato en Roma. Entonces le llegó la petición del obispo de Piacenza, Scalabrini, para ir a Estados Unidos haciéndole saber de los miles de emigrantes italianos que se hallaban allí viviendo el drama que acarrea hallarse en suelo extraño, de las carencias de toda índole que sufrían, viéndose desprovistos del consuelo espiritual.
Pero China seguía siendo un objetivo fuertemente anclado en su corazón. Sin embargo, la súplica personal del arzobispo de Nueva York, le llevó a consultar al pontífice. León XIII entendió que América era su misión, diciéndole: «No al oriente sino al occidente». Y pasando por alto su temor al agua por una experiencia infantil que la había marcado, se embarcó hacia el nuevo continente en 1889. Fue la primera travesía de 24 viajes apostólicos que realizó cruzando el Atlántico.
También a ella y a sus religiosas le salieron al encuentro hostilidades y dificultades diversas, incluso monseñor Corrigan, arzobispo de New York, que les dio carta blanca para fundar un orfantato, no vio las cosas claras y las recibió juzgando que habían llegado antes de lo esperado, sugiriéndoles que regresaran a Italia. «No, monseñor. El papa me envió aquí, y aquí me voy a quedar», respondió rotunda. Esa fe incontestable atrajo numerosas bendiciones del cielo. El arzobispo la apoyó, y logró abrir 66 centros más por diversos lugares de Estados Unidos y también en Sudamérica además de las fundaciones que llevó a cabo en Europa.
Se jugó la vida hallándose a veces entre malhechores, pero nada la detuvo. Aprendió la lengua inglesa y obtuvo la nacionalidad norteamericana. Rigurosa, y a la par justa, acometió obras de gran calado como el «Columbus Hospital», para cuya gestión tuvo que sortear numerosas dificultades, envidias y resentimientos. Si alguna religiosa veía compleja la misión, decía: «¿Quién la va a llevar a cabo: nosotras, o Dios?». Murió sola aquejada de malaria en el convento de Chicago el 22 de diciembre de 1917. Había encomendado a sus hijas: «Amaos unas a otras. Sacrificaos constantemente y de buen grado por vuestras hermanas. Sed bondadosas; no seáis duras ni bruscas, no abriguéis resentimientos; sed mansas y pacíficas». Fue canonizada el 7 de julio de 1946 por Pío XII.