Servicio diario - 23 de diciembre de 2016


 

Cuarta predicación de Adviento del padre Cantalamessa ante el Papa: ‘El Espíritu nos invita a volver más verdadera la Navidad’
Posted by Sergio Mora on 23 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha asistido este viernes 23 de diciembre, a la cuarta y última predicación de Adviento realizada por el predicador de la Casa Pontificia, el sacerdote capuchino Raniero Cantalamessa.
A las cuatro predicaciones, participaron cardenales, arzobispos y obispos, los secretarios de las Congregaciones, los prelados de la Curia Romana y del Vicariato de Roma, los superiores generales y los procuradores de las órdenes religiosas que forman parte de la Capilla pontificia.
La primera predicación de Adviento se tituló “Creo en el Espíritu Santo”; la segunda fue sobre “El Espíritu Santo y el carisma del discernimiento”; la tercera se centró en “la acción y el bautismo del Espíritu Santo”; y hoy la cuarta predicación el sacerdote capuchino ha invitado a meditar que la Navidad “no es una celebración tipo aniversario”.
“El Espíritu Santo nos invita por lo tanto a ‘volver al corazón’ para celebrar dentro de este, una Navidad más íntima y más verdadera, que vuelva ‘verdadera’ también la Navidad que celebramos exteriormente, en los retiros y en las tradiciones”.
Recordó así a san León Magno, que ponía ya en luz el significado místico del “sacramento de la navidad de Cristo”, diciendo que “los hijos de la Iglesia fueron generados con Cristo en su nacimiento, como han sido crucificados con él en la pasión y resucitados con él en la resurrección”.
Precisó además que la visión patrística ha sido traída a la luz en el Concilio Vaticano II, en los capítulos que la constitución Lumen Gentium dedica a María, como modelo ejemplar de la Iglesia, y que el alma creyente debe imitar las virtudes de María, hace nacer y crecer a Jesús en su corazón y en el corazón de sus hermanos.
Está además el famoso dicho del mismo Agustín –cita el predicador– según el cual María “concibió a Cristo antes en el corazón que en el cuerpo” diversamente de la herejía gnóstica y docetista, para la cual la maternidad de María fue vista casi solo como maternidad física o biológica.
Es verdad, –indica el padre Cantalamessa– que Jesús era el hijo de María y “fruto de su seno” por ello en una fase antigua se reafirma la maternidad real o natural de María y aparece por primera vez el título de Theotókos. Señala así que entre María y Cristo no hay solamente una relación de tipo físico, pero también de orden metafísico, y que san Agustín ve que la maternidad de María es “como una maternidad en la fe”.
Invita por ello a entender lo que “el misterio” del nacimiento de Jesús por obra del Espíritu Santo de María Virgen significa “para nosotros” y cita una frase repetida por muchos santos: “De qué me serviría a mí que Cristo haya nacido una vez en Belén de María, si él no nace por fe también en mi corazón?”.
“Este propósito de vida nueva debe entretanto traducirse sin tardar, en algo concreto, en un cambio posiblemente también externo y visible en nuestra vida y en nuestros hábitos” dijo. Porque “si el propósito no es puesto en práctica, Jesús es concebido pero no es ‘dado a luz’. ¡No se celebra “la segunda fiesta” del Niño Jesús que es el Navidad”.
Por todo ello, al concluir la meditación, el padre Cantalmaessa invitó a recitar una oración encontrada en un antiguo papiro en el que la Virgen es invocada con el título de Theotokos, Dei genitrix, Madre de Dios: el Sub tuum praesidium.
Leer el texto completo de la cuarta meditación


Cuarta Predicación de Adviento del padre Raniero Cantalamessa – Texto completo –
Posted by Raniero Cantalamessa on 23 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa realizó este viernes 23 de diciembre en la capilla Rendemptoris Mater en el Vaticano, la cuarta predicación de Adviento, ante el papa Francisco, cardenales e integrantes de la Curia Romana.
A continuación el texto completo:

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap.
Cuarta predicación de Adviento
“ENCARNADO POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO DE MARIA VIRGEN”


1. Navidad, misterio “para nosotros”
Prosiguiendo con nuestras reflexiones sobre el Espíritu Santo, en la inminencia de la Navidad queremos meditar sobre el artículo del Credo que habla de la obra del Espíritu Santo en la encarnación. En el Credo decimos: “Por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno de la Virgen María y se hizo hombre”. Meditemos sobre este artículo de fe, de una manera no teológica y especulativa, sino espiritual y “edificante”
San Agustín distinguía dos modos de celebrar un hecho en la historia de la salvación: como misterio (“en sacramento”), o como simple aniversario. En la celebración a la manera de aniversario, no se necesita otra cosa -decía- que “indicar con una solemnidad religiosa el día del año en el cual cae el recuerdo del hecho sucedido”; en la celebración de tipo mistérico, “no solo se conmemora un hecho, pero se hace de manera que se entienda su significado para nosotros y se lo acoja devotamente” 1.
La Navidad no es una celebración tipo aniversario (la fecha del 25 de diciembre no es debida, sabemos, a motivos históricos sino simbólicos y de contenido); es una celebración de tipo mistérico que exige ser entendida en su significado para nosotros. San León Magno ponía ya en luz el significado místico del “sacramento de la navidad de Cristo”, diciendo que “los hijos de la Iglesia fueron generados con Cristo en su nacimiento, como han sido crucificados con él en la pasión y resucitados con él en la resurrección” 2.
En el origen de todo está el dato bíblico que se cumplió una vez por siempre, en María: la Virgen se vuelve madre de Jesús por obra del Espíritu Santo. Tal misterio histórico como todos los hechos de la salvación se prolonga a nivel sacramental en la Iglesia y a nivel moral en cada alma creyente. María en su calidad de Virgen Madre que genera el Cristo es el ejemplar perfecto del alma creyente. Escuchemos como un autor de la Edad Media, san Isaac de la Estrella, resume el pensamiento de los Padre sobre este tema:
“María y la Iglesia son una madre y más madres; una virgen y más vírgenes. Una y otra madre, una y otra virgen. Por esto en las Escrituras divinamente inspiradas lo que se dice de manera universal de la Virgen Madre Iglesia, se lo entiende de manera singular de la Virgen María… En fin, cada alma fiel, esposa del Verbo de Dios, madre hija y hermana de Cristo, es considerada también ella, a su manera, virgen y fecunda”. 3
Esta visión patrística ha sido traída a la luz en el Concilio Vaticano II, en los capítulos que la constitución Lumen Gentium dedica a María. Aquí, de hecho, en tres párrafos distintos se habla de la Virgen Madre María, como modelo ejemplar de la Iglesia (n. 63), llamada ella incluso a ser en la fe, virgen y madre (n. 64), y del alma creyente, imitando las virtudes de María, hace nacer y crecer a Jesús en su corazón y en el corazón de sus hermanos (n. 65).
2. “Por obra del Espíritu Santo”
Meditamos sucesivamente sobre el rol de cada uno de los dos protagonistas, el Espíritu Santo y María, para después intentar buscar algún pensamiento en vista de nuestra edificación.
Escribe san Ambrosio:
“Es obra del Espíritu Santo el parto de la Virgen… No podemos por lo tanto dudar de que sea creador aquel Espíritu que sabemos ser Autor de la encarnación del Señor… Si por lo tanto la Virgen concibió gracias a la obra y a la potencia del Espíritu, ¿quien podría negar que el Espíritu es creador? 4
Ambrosio interpreta perfectamente, en este texto, el rol que el Evangelio atribuye al Espíritu Santo en la encarnación, llamándolo sucesivamente, Espíritu Santo y Potencia del Altísimo (cf. Lc 1,35). Eso es el “Spiritus creator” que actúa para llevar a los seres a la existencia (como en Gn 1,2), para crear una nueva y más alta situación de vida; es el Espíritu “que es Señor y da la vida”, como proclamamos en el mismo símbolo de la fe.
También aquí, como en los inicios, Él crea “desde la nada”, o sea desde el vacío de las posibilidades humanas, sin necesidad de ninguna ayuda o de ningún apoyo. Y este “nada”, este vacío, esta ausencia de explicaciones y de causas naturales se llama, en nuestro caso, la virginidad de María: “¿Cómo es posible? No conozco hombre… El Espíritu Santo bajará sobre ti” (Le 1,34-35). La virginidad es aquí un signo grandioso que no se puede eliminar o banalizar, sin desarmar todo el tejido de la narración evangélica y su significado.
El Espíritu que baja sobre María es, por lo tanto, el Espíritu creador que milagrosamente forma de la Virgen la carne de Cristo; pero también más, además que el “Creator Spiritus”. Él es para María, también “fons vivus, ignis, caritas, et spiritalis unctio” o sea: agua viva, fuego, amor y unción espiritual. Se empobrece enormemente el misterio si se lo reduce solamente a su dimensión objetiva, o sea a sus implicaciones dogmáticas (dualidad de las naturalezas, unidad de la persona), descuidando sus aspectos subjetivos y existenciales.
San Pablo habla de una “carta de Cristo escrita no con la tinta, pero con el Espíritu de Dios viviente, no sobre tablas de piedra pero en las tablas de carne de los corazones”(2 Cor 3,3). El Espíritu Santo escribió esta carta maravillosa que es Cristo, primero en el corazón de María, de manera que -como dice san Agustín- “mientras la carne de Cristo se formaba en el seno de María, la verdad de Cristo se imprimía en el corazón de María”. 5
El famoso dicho del mismo Agustín según el cual María “concibió a Cristo antes en el corazón que en el cuerpo” (“prius concepit mente quam corpore”) significa que el Espíritu Santo actuó en el corazón de María iluminándolo y inflamándolo de Cristo, antes aún que en el seno de María llenándolo de Cristo.
Solo los santos y místicos que tuvieron una experiencia personal de la irrupción de Dios en su vida pueden ayudarnos a intuir lo que debió probar María en el momento de la encarnación del Verbo en su seno. Uno de esos, san Buenaventura, escribe:
“Sobrevino en ella el Espíritu Santo como fuego divino que inflamó su mente y santificó su carne, confiriéndole una perfectísima pureza. Pero también la potencia del Altísimo la veló para que pudiera sostener un semejante ardor…¡Oh, si tú fueras capar de sentir en qué medida, cuál y cuánto fue grande ese incendio bajado del cielo, cuál el refrigerio dado, cuál alivio infundido, cuál elevación de la Virgen Madre, la nobleza dada al género humano, cuánta condescendencia dada por la Majestad divina!
Pienso que entonces también tú merecerías cantar con voz suave, junto con la bienaventurada Virgen, ese canto sagrado: “Mi alma magnifica al Señor”. 6
La encarnación fue vivida por María como un evento carismático al máximo grado, que la volvió el modelo del alma “ferviente en el Espíritu” (Rm 12,11). Fue su pentecostés. Muchos gestos y palabras de María, especialmente en la narración de la visita a santa Isabel, no se entienden si no se mira en esta luz de una experiencia mística sin igual. Todo aquello que vemos obrarse visiblemente en una persona visitada por la gracia (amor, alegría, paz, luz) lo debemos reconocer en medida única, en María en la anunciación. María ha sido la primera en sentir “la sobria ebriedad del Espíritu” de la cual hemos hablado la vez pasada, y el Magnificat es el mejor testimonio.
Se trata entretanto de una ebriedad “sobria” o sea humilde. La humildad de María después de la encarnación nos aparece como uno de los milagros más grandes de la gracia divina. Como pudo María soportar el peso de este pensamiento: “¡Tú eres la Madre de Dios! Tu eres la más alta de las criaturas!”. Lucifer no había soportado esta tensión y, tomado por el vértigo de su propia altura, había precipitado. Maria no; ella permanece humilde, modesta como si nada hubiera sucedido en su vida que le permitiera tener pretensiones. En una ocasión el Evangelio nos la muestra en el acto de mendigarle a otros incluso la posibilidad de ver a su Hijo: “Tu madre y tus hermanos, le dicen a Jesús, están afuera y desean verte” (Lc 8, 20).
3. “De María Virgen”
Ahora consideremos más de cerca la parte de María en la encarnación, su respuesta a la acción del Espíritu Santo. La parte de María consistía, objetivamente, en haber dado la carne y la sangre al Verbo de Dios, es decir en su divina maternidad. Recorramos velozmente el camino histórico, a través del cual la Iglesia ha llegado a contemplar en su plena luz, esta inaudita verdad: !Madre de Dios¡ ¡Una criatura, madre del Creador! “Virgen Madre, hija de tu Hijo, humilde y más alta que cualquier criatura”: así la saluda san Bernardo en la Divina Comedia de Dante Alighieri. 7
Al inicio y durante todo el período dominado por la lucha contra la herejía gnóstica y docetista, la maternidad de María fue vista casi solo como maternidad física o biológica. Estos heréticos negaban que Cristo tuviera un verdadero cuerpo humano, o si lo tenía, que este cuerpo humano hubiera nacido de una mujer, o si había nacido de una mujer que hubiera tenido verdaderamente la carne y sangre de ella. Contra ellos era necesario por lo tanto afirmar con fuerza que Jesús era el hijo de María y “fruto de su seno” (Lc 1, 42), y que María era la verdadera y natural madre de Jesús.
En esta fase antigua, en la cual se afirma la maternidad real o natural de María contra los gnósticos y los docetistas, aparece por primera vez el título de Theotókos. De ahora en adelante será justamente el uso de este título que conducirá la Iglesia al descubrimiento de una maternidad divina más profunda, que podríamos llamar maternidad metafísica, en cuanto se refiere a la persona, o a la hipostasis del Verbo.
Esto sucede durante la época de las grandes controversias cristológicas del V siglo, cuando el problema central entorno a Jesucristo no es más el de su verdadera humanidad, pero aquel de la unidad de su persona. La maternidad de María no es más vista solamente en referencia a la naturaleza humana de Cristo, pero como es más justo, en referencia a la única persona del Verbo hecho hombre. Y como esta única persona que María genera no es otra cosa que la persona divina del Hijo, como consecuencia ella aparece como verdadera “Madre de Dios”.
Entre María y Cristo no hay solamente una relación de tipo físico, pero también de orden metafísico, y esto la coloca a una altura vertiginosa, creando una relación singular también entre ella y Dios Padre. San Ignacio de Antioquía llama a Jesús “Hijo de Dios y de María”8, casi como diríamos de una persona que es hijo de tal hombre y de tal mujer. En el Concilio de Éfeso esta verdad se vuelve para siempre una conquista de la Iglesia: “Si alguno -se lee en un texto por él aprobado- no confiesa que Dios es verdaderamente el Emanuel y que por lo tanto la Santa Virgen, habiendo generado según la carne el Verbo de Dios hecho hombre, es la Theotókos, sea anatema” 9.
Pero también esta meta no era definitiva. Había otro nivel que de la maternidad divina de Maria a descubrir, después de lo físico y de lo metafísico. En las controversias cristológicas, el título de Theotókos era valorizado más en función de la persona de Cristo que respecto a María, si bien era un título mariano. De tal título no se sacaban aún las consecuencias teológicas que se refieren a la persona de María, en particular, su santidad única. El título de Theotókos hacía correr el riesgo de volverse un arma de batalla entre las opuestas corrientes teológicas en cambio de una expresión de la fe y de la piedad hacia María.
Lo demuestra un particular incómodo que no va callado. Justamente Cirilo Alejandrino, que combatió como un león por el título de Theotokos, es el hombre que entre los Padres de la Iglesia, desentona singularmente respecto a la santidad de María. El fue entre los pocos que admitió francamente debilidades y defectos en la vida de María, especialmente a los pies de la cruz. Aquí, según él, la Madre de Dios vaciló en la fe: “El Señor -escribe- tuvo en ese punto que proveer a la Madre que había caído en el escándalo y no había entendido la Pasión, y lo hizo confiándola a Juan, como a un óptimo maestro para que la corrigiera” 10.
¡No podía admitir que una mujer, aunque fuera la madre de Jesús, pudiera haber tenido una fe mayor de la que tuvieron los apóstoles que, aunque eran hombres, vacilaron en el momento de la Pasión! Son palabras que derivan del general menosprecio hacia la mujer que había en el mundo antiguo y que muestran cuanto poco favoreciera reconocer a María una maternidad física y metafísica respecto a Jesús, si no se reconocía en ella también una maternidad espiritual, o sea del corazón además que del cuerpo.
Aquí se coloca la gran aportación de los autores latinos, en particular de san Agustín, al desarrollo de la mariología. La maternidad de María es vista por ellos como una maternidad en la fe. Sobre la palabra de Jesús: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica, (Lc 8, 21), Agustín escribe:
“¿Podría no haber hecho la voluntad del Padre, la Virgen María, ella que por fe creyó, por fe concibió, que fue elegida para que de ella naciera la salvación de los hombres, que fue creada por Cristo, antes que en ella fuera creado Cristo? Seguramente santa María hizo la voluntad del Padre y por lo tanto es cosa más grande para Maria haber sido discípula de Cristo, que haber sido Madre de Cristo” 11.
Esta última osada afirmación se basa en la respuesta que Jesús dio a la mujer que proclamaba ‘beata’, la madre por haberlo llevado en su seno y amamantado: “Bienaventurados más bien aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11,27-28).
La maternidad física de María y aquella metafísica están ahora coronadas por el reconocimiento de una maternidad espiritual o de fe, que hace de María la primera y más dócil discípula de Cristo. El fruto más bello de esta nueva visión sobre la Virgen es la importancia que asume el tema de la ‘santidad’ de María. De ella -escribe también san Agustín- “por el honor debido al Señor no se debe ni siquiera hacer mención cuando se habla de pecado”.12 La Iglesia latina expresará esta prerrogativa con el título de “Inmaculada” y la Iglesia griega con el de “Toda Santa” (Panhagia).
4. El tercer nacimiento de Jesús
Ahora intentemos ver qué es lo que “el misterio” del nacimiento de Jesús por obra del Espíritu Santo de María Virgen significa “para nosotros”. Hay un pensamiento osado sobre la Navidad, que pasó de una época a otra en la boca de los más grandes doctores y maestros del espíritu de la Iglesia: Orígenes, san Agustín, san Bernardo y otros. Este dice en sustancia así: “De qué me serviría a mí que Cristo haya nacido una vez en Belén de María, si él no nace por fe también en mi corazón?”. 13 “Dónde es que Cristo nace en el sentido más profundo, sino en tu corazón y en tu alma?”, escribe san Ambrosio 14.
Santo Tomás de Aquino recoge la tradición constante de la Iglesia cuando explica las tres misas que se celebran en Navidad en referencia al triple nacimiento del Verbo: aquella del Padre, la temporaria de la Virgen y la espiritual del alma creyente.15 Haciéndose eco de esta tradición, san Juan XXIII, en el mensaje navideño de 1962 elevaba esta ardiente oración: “Oh verbo eterno del Padre, Hijo de Dios y de María, innova también hoy en el secreto de las almas, el admirable prodigio de tu nacimiento”
¿De dónde viene esta idea osada de que Jesús no solamente ha nacido “para” nosotros sino también “en” nosotros? San Pablo habla de Cristo, que debe “formarse” en nosotros (Gal 4,19); dice también que en el bautismo el cristiano se “reviste de Cristo (Rm 13,14) y que Cristo tiene que venir a “habitar por la fe en nuestros corazones”(Ef 3,17).El tema del nacimiento de Cristo en el alma reposa sobre todo en la doctrina del cuerpo místico. De acuerdo con ella, Cristo repite místicamente “en nosotros” lo que ha obrado una vez “para nosotros”, en la historia. Esto vale para el misterio pascual, pero también para el misterio de la encarnación: “El Verbo de Dios, escribe san Máximo Confesor, quiere repetir en todos los hombres el misterio de su encarnación”.16
El Espíritu Santo nos invita por lo tanto a “volver al corazón” para celebrar en este, una Navidad más íntima y más verdadera, que vuelva “verdadera” también la Navidad que celebramos exteriormente, en los retiros y en las tradiciones.
El Padre quiere generar en nosotros a su Verbo, para poder pronunciar siempre y nuevamente, dirigiéndose a Jesús y a nosotros juntos, aquella dulcísima palabra: “Tú eres mi hijo; hoy te he generado” (Eb 1,5). El mismo Jesús desea nacer en nuestro corazón. Es así que lo debemos pensar en la fe: como si en estos últimos días de Adviento, él pasase en medio de nosotros y golpeara de puerta en puerta como aquella noche en Belén, en la búsqueda de un corazón en el cual nacer espiritualmente.
San Buenaventura ha escrito un opúsculo titulado: “Las cinco fiestas del Niño Jesús”. Allí escribe qué quiere decir concretamente, hacer nacer a Jesús en el propio corazón. El alma devota, escribe, puede espiritualmente concebir al Verbo de Dios como María en la Anunciación, darlo a luz como María en la Navidad, darle el nombre como en la Circuncisión, buscarlo y adorarlo con los Magos en la Epifanía, y finalmente ofrecerlo al Padre como en la Presentación del Templo17.
El alma, explica, concibe a Jesús cuando, descontenta de la vida que conduce, estimulada por santas inspiraciones y encendiéndose de santo ardor, y para concluir tomando distancia decididamente de sus viejos hábitos y defectos es como fecundada espiritualmente por la gracia del Espíritu Santo y concibe en propósito de una vida nueva. ¡Fue la concepción de Cristo!
Este propósito de vida nueva debe entretanto traducirse, sin tardar, en algo concreto, en un cambio posiblemente también externo y visible en nuestra vida y en nuestros hábitos. Si el propósito no es puesto en práctica, Jesús es concebido pero no es “dado a luz”. ¡No se celebra “la segunda fiesta” del Niño Jesús que es el Navidad”. Es un aborto espiritual, uno de los numerosos ‘dejar para después’ de la cual la vida está llena y una de las razones principales por las cuales tan pocas personas se vuelven santos.
Si decides cambiar estilo de vida, dice san Buenaventura, deberás enfrentar dos tipos de tentaciones. Primero te se presentarán los hombres carnales de tu ambiente para decirte: “es demasiado arduo lo que emprendes; no lo lograrás nunca, te faltarán las fuerzas, te perjudicarás la salud; estas cosas no van bien con tu situación, comprometes el buen nombre y la dignidad de tu cargo…”.
Superado este obstáculo, se presentarán otros que tienen fama de ser y, quizás lo son también de hecho, personas pías y religiosas, pero que no creen verdaderamente en la potencia de Dios y de su Espíritu. Estos te dirán que si inicias a vivir de esta manera -dando tanto espacio a la oración, evitando las críticas inútiles, haciendo obras de caridad- serás considerado en breve un santo, un hombre espiritual, y como tú sabes muy bien de no serlo, acabarás por engañar a la gente y a ser un hipócrita, atrayendo sobre ti la ira de Dios que indaga los corazones. ¡Deja, tienes que hacer como todos!
A todas estas tentaciones hay que responder con fe: “¡No se ha vuelto demasiado corta la mano del Señor al punto de no poder salvarnos!” (Is 59, 1), y casi con ira contra nosotros mismos, exclamar, como Agustín a la vigilia de su conversión: “Si estos y estas, por qué no también yo?18.
Terminemos recitando la oración encontrada en un antiguo papiro en el que la Virgen es invocada con el título de Theotokos, Dei genitrix, Madre de Dios:
Sub tuum praesidium confugimus,
Sancta Dei Genetrix.
Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus,
sed a periculis cunctis libera nos semper,
Virgo gloriosa et benedicta.
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!
(Traducción de ZENIT)
1 S. Agustin, Epistola 55,1,2 (CSEL, 34,1, p.170).
2 S. León Magno, Sermone VI de Navidad, 2 (PL 54, 213).
3 Isacco de la Estrella, Sermo 51; PL 194, 1863. 1865.
4 S. Ambrosio, De Spiritu Sancto, 11,40-43.
5 S. Agustin, Sermo Denis, 25,7; PL 46,938.
6 S. Bonaventura, Lignum vitae 1,3.
7 Dante, Par. XXXIII,1.
8 S. Ignacio de Antiochia, Efesinos, 7,2.
9 S. Cirillo Al., Anatematismo I contra Nestorio (DS, nr. 252)
10 S. Cirillo Al., In Johannem. XII,19-25-27 (PG 74,661-665).
11 S. Agustin, Sermones 72 A (Miscellanea Agostiniana, I, p.162).
12 S. Agostino, Natura e grazia, 36,42 (CSEL 60,p.263s.).
13 Cf. per es. Origene, Commento al vangelo di Luca 22,3 (SCh 87,p. 302).
14 S. Ambrogio, In Lucam, 11,38.
15 S. Tommaso d’Aquino, S. Th. IlI, q. 83,2.
16 S. Màximo Confesor, Ambigua (PG 91,1084.
17 S. Buenaventura, Las cinco fiestas del Nino Jésus, prologo (ed. Quaracchi, 1949, pp. 207 ss.).
18 S. Agustin, Confesiones,VIII,8 (“Si isti et istae, cur non ego?” ).


El Papa envía ayuda para la crisis humanitaria en Ucrania
Posted by Redaccion on 23 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Consejo Pontificio Cor Unum informa hoy en un comunicado, que en Navidad se entregará en nombre del Santo Padre la primera parte de ayudas para la crisis humanitaria en Ucrania. Se trata de una suma de casi 6 millones de euros, de los 12 ya recogidos, destinada a más de 2 millones de beneficiarios sin distinción de religión, confesión u origen étnico, en particular en las regiones de Donetsk y Lugansk, Zaporizhia, Kharkiv y Dnipropetrovsk.
Tras la colecta extraordinaria lanzada por Francisco el 24 de de abril de 2016 en las iglesias de Europa a favor de las poblaciones afectadas por el conflicto, la Santa Sede, a través del Consejo Pontificio Cor Unum, ha coordinado la formación de un comité técnico sobre el terreno, presidida por Mons. Ene Sobilo, obispo auxiliar de Kharkiv-Zaporizhia, que opera en contacto con el nuncio apostólico en Ucrania.
Desde el comienzo de la actividad, en el mes de julio, el Comité, con sede en Zaporizhia, ha seleccionado y evaluado los proyectos de ayuda presentados por las organizaciones de caridad cristiana y por organismos internacionales. La Comisión procederá ahora a financiar 20 proyectos “a gran escala” (con cantidades individuales hasta 250 000 euros) y 39 iniciativas de “Solidaridad” (con cantidades hasta 20.000 euros). La suma se distribuirá en colaboración con la Nunciatura Apostólica para sostener las obras de asistencia en los sectores de la alimentación, la vivienda, la medicina y la higiene.
De acuerdo con un reciente informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), el conflicto, todavía en curso, ha causado desde abril de 2014 al 1 de diciembre de 2016 9.758 muertos y 22.779 heridos.



Francisco a los trabajadores del Vaticano: ‘El mejor regalo de Navidad lo hace el Padre que nos da a Jesús’
Posted by Redaccion on 23 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco ha tenido este jueves un encuentro en el Aula Pablo VI, con los trabajadores del Vaticano. “Volvemos a encontrarnos en este momento familiar tan bonito –les dijo Francisco– para intercambiarnos las felicitaciones navideñas. Me gusta mucho porque es una oportunidad para encontrarnos todos juntos, también con vuestros familiares, esposas y esposos, hijos, padres, que a menudo son abuelos”,
“Porque es verdad que estos días se piensa en los regalos de Navidad –ha observado– pero en realidad el que nos hace el verdadero regalo es Él, nuestro Padre, que nos da a Jesús. Y nuestros dones, esta hermosa tradición de intercambiar regalos, debe ser precisamente esto: un reflejo del único don que es su Hijo hecho hombre y nacido de la Virgen María”.
Junto a los empleados el Santo Padre dio ante todo gracias a Dios por el don de trabajo. “El trabajo es importantísimo, tanto para la persona que trabaja como para su familia –subrayó-Y mientras damos las gracias, rezamos por las personas y las familias, en Italia y en todo el mundo, que no trabajan, o, que muchas veces, hacen trabajos indignos, mal pagados, perjudiciales para la salud…”.
“Tenemos que dar siempre gracias a Dios por el trabajo. Y debemos comprometernos, cada uno con su propia responsabilidad, para garantizar que el trabajo sea digno, respetuoso de la persona y de la familia, que sea justo. Y aquí, en el Vaticano, tenemos una razón más para hacerlo, tenemos el Evangelio, y hay que seguir las directrices de la Doctrina Social de la Iglesia”. “Aquí en el Vaticano –reiteró- no quiero trabajos que no estén en esta línea: Nada de trabajo en negro, nada de subterfugios”, indicó.
Pero además de dar gracias al Señor, Francisco dio las gracias a los presentes por el trabajo que desempeña “cada uno de ustedes, a cada uno el esfuerzo que hace todos los días por hacer su trabajo y tratar de hacerlo bien, incluso cuando no está muy bien o hay alguna preocupación en la familia …
Después el Papa recordó que este había sido un año especial: el Año Santo de la Misericordia y que la Navidad nos lo recuerda. Y pidió que llevasen un saludo especial suyo a los niños y a los ancianos de sus familias “¡Son tan importantes!”, y pidió que delante del pesebre recen por él.


Santa Paola Elisabetta Cerioli – 24 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 23 December, 2016



(ZENIT – Madrid).- La fortaleza de un ser humano se mide especialmente en el infortunio. Constanza Cerioli lo demostró con creces. Su particular tragedia, neutralizada por su incondicional entrega a Dios, se trocó en bálsamo para los desfavorecidos. Fue conducida a la vida religiosa tras dramáticas experiencias personales de sufrimiento, si bien el dolor fue para ella árbol fecundo.
Nació el 28 de enero de 1816, en Soncino, Cremona, Italia, con una constitución tan débil que sus padres, los nobles y acaudalados Francesco Cerioli y Francesca Corniani, que ya tenían una numerosa prole, rogaron que se le administrara el bautismo inmediatamente, temiendo que pudiera morir. Pero Constanza sobrevivió, aunque su salud sería frágil el resto de su vida. Se formó junto a las Hermanas de la Visitación en Alzano Maggiore, Bergamo, hasta los 16 años. A los 19, una edad en la que tantas jóvenes sueñan con un futuro feliz, tuvo que desposarse por acuerdo de sus padres, que así lo habían apalabrado, con Gaetano Busecchi, que rozaba los 60 –casi un anciano para la época– y era el rico heredero de los condes Tassis de Comonte de Sériate, Bergamo.
No es difícil imaginar el escenario en el que se desenvolvieron casi veinte años de su vida con un matrimonio contraído sin amor y con ese desfase abrumador de edad y experiencia entre su esposo y ella. Pero asumió su destino con la dignidad propia de su noble condición, creyendo que en la voluntad paterna estaba contenida la divina, amparada en los hondos principios de fe y virtud que le habían inculcado. De esta unión nacieron cuatro vástagos. Los tres primeros hijos murieron nada más nacer. Y si dolorosas fueron estas sucesivas pérdidas más lo fue la del cuarto hijo, Carlos, que sobrevivió hasta los 16 años. Unos meses más tarde falleció su esposo, y Constanza se sumió en el más profundo dolor. Tenía 38 años y era heredera de una gran fortuna, pero su corazón latía afligido por tal cúmulo de desgracias. Su sostén fueron los prelados de Bergamo que le ayudaron a aferrarse a la fe. «No sé –reconocería más tarde– cómo he podido sobrevivir, frágil y probada como estaba».
Había madurado a golpes de intenso sufrimiento y volvió los ojos a la Virgen Madre de los Dolores. Conmovida al meditar en ellos, en una ocasión la angustia sufrida fue de tal grado que estuvo a punto de caer desmayada. Convirtió su palacio en un refugio para los necesitados, desamparados y huérfanos a los que socorrió ejerciendo con ellos un apostolado cuajado de esas ternuras que la vida le había impedido dispensar a los de su propia sangre. Primero comenzó con dos huérfanas, pero enseguida fue incrementándose el número de los acogidos. Se lo había vaticinado su hijo Carlos cuando a punto de morir le dijo: «No llores por mi próxima muerte, mamá, porque Dios te dará otros muchos hijos». Ese hogar fue otra Casita de Nazaret donde pudo dar a tan maltrechos corazones el cobijo que nunca tuvieron, y socorrerlos en sus múltiples carencias.
Tomó como modelo a la Sagrada Familia. Ella, junto a su amor a la Santísima Trinidad y a la Virgen de los Dolores, sustentó sus quehaceres marcados por la caridad, confianza en Dios, piedad, humildad y obediencia, virtudes plasmadas en el ejercicio concreto de su espiritual maternidad con los desfavorecidos. La semilla germinó en su palacio a través de los niños que acogió, y fue origen de la fundación de las Hermanas de la Sagrada Familia que impulsó con la aquiescencia de otras seis mujeres que se unieron a ella en 1857. Quiso que todos vivieran la experiencia de la conciencia filial.
Como religiosa tomó el nombre de Paola Elisabetta. Fue fundadora, asimismo, de los Hermanos de la Sagrada Familia, dirigida a la asistencia de los pobres campesinos. En 1863, superando numerosos contratiempos, abrió la primera casa destinada a los hijos de éstos en una de las posesiones que tenía en Villacampagna (Cremona). A ella le sucedieron la creación de escuelas y colegios en los que se proporcionaba a los pequeños una formación humana y espiritual. La santa siempre tuvo en cuenta el valor de la familia para el progreso de la sociedad.
En sus escritos espirituales se refleja su anhelo de conquistar la santidad, la conciencia de su pequeñez… Así en mayo de 1864 anotaba: «Sí, Dios mío, seré humilde de corazón; lo sé, porque Tú me iluminas, que no tengo la virtud ni el talento, ni méritos; pero la humildad llenará ese vacío ante Ti de méritos, talento y virtud; compensará mis carencias. Seré humilde, y humilde en todo; en mis palabras, no hablando nunca de mí sino con gran circunspección; humilde en mis sentimientos, humilde en mis acciones, humilde en mi conducta, pero sobre todo humilde para imitar Tu ejemplo, para merecer Tu gracia, para entrar en Tu corazón, encontrar un lugar en él que sea para siempre mi estancia». En agosto de 1865, cuando le faltaban unos meses para su deceso, se percibe que seguía manteniendo vivos estos sentimientos que plasmaba por escrito: «Evitar las palabras innecesarias, no desperdiciar el tiempo, no buscar mi propia comodidad».
Pero Dios juzgó que ya había cumplido su misión y esta mujer que había sufrido tanto humanamente, le entregaba su alma en Comonte, a los 49 años, el 24 de diciembre de 1865. Pío XII la beatificó el 19 de marzo de 1950. Y Juan Pablo II la canonizó el 16 de mayo de 2004.


Facebook, Google y la eliminación de voces alternativas
Posted by Jorge Enrique Mújica on 23 December, 2016



(ZENIT – Ciudad de México).- Todos los días circulan miles de noticias falsas por las redes sociales. Muchas personas las creen mientras otras, por su formación y sentido crítico, las desechan o simplemente ignoran. No se puede negar que sean un problema pero tampoco se puede obviar que se les puede estar magnificando y aprovechando según la mentira convenga o no.
Los resultados de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos han puesto el tema en la mesa de discusión. Desde mediados de noviembre de 2016 se ha hablado de que las noticias falsas afectaron la decisión de los ciudadanos norteamericanos inclinando la balanza hacia Donald Trump. La “culpa” la tendrían las redes sociales. Se aduce, por ejemplo, que en los días inmediatamente anteriores a las elecciones del 8 de noviembre se viralizó en Facebook un post donde se hablaba de un falso respaldo del Papa a Donald Trump y una publicación del “Denver Guardian” (periódico que no existe) en el que se hablaba de la muerte de un agente del FBI, sospechoso de haber filtrado correos de Hillary Clinton.
Según una investigación real de BuzzFeed News, desde Macedonia internautas se ocuparon de producir abundante información falsa a favor de Donald Trump. La finalidad, sin embargo, no sería tanto política sino pecuniaria: a más clics, más dinero. A esto se suma la filtración por parte de hacker rusos de los correos electrónicos privados de Hillary Clinton y su equipo de campaña que, como ha reconocido Barak Obama, perjudicaron a la ex candidata. A raíz de todo esto Hillary habló de las noticias falsas como un “peligro que se debe atender”.
Tras el análisis de nueve fanpages de Facebook, el mismo BuzzFeed refiere que tanto portales de derechas como de izquierdas publicaron y compartieron noticias falsas en el periodo anterior a las elecciones: Right Wing News, con tres millones de seguidores, y Eagle Rising, con más de medio millón de seguidores, difundieron informaciones falsas a favor de Trump y en contra de Clinton. Pero también Addicting Info, con millón y medio de seguidores, y The Other 98%, con tres millones de seguidores, falsearon información para beneficiar a Clinton y perjudicar a Trump.
El estudio de BuzzFeed News sobre diarios tradicionales tipo ABC o CNN refleja que los medios de derechas publicaron hasta un 38% de información falsa o engañosa mientras que los medios de izquierda lo hicieron en un 20%.
Pero incluso disponiendo de todos esos datos, ¿las noticias falsas explican por sí solas los resultados de las elecciones? Hasta el momento Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, ha declarado que su red social no ha tenido que ver con los resultados de las elecciones. Tras varias semanas de trabajo, en los días previos a la Navidad, han comunicado la estrategia de acción que tanto Facebook como Google seguirán para penalizar a las páginas que publican noticias falsas. O en otras palabras, se pone en acción un algoritmo de censura. Google asfixiará a webs que oculten información sobre el editor, el portal y las publicaciones (castigando el SEO) mientras que Facebook pone en marcha dos caminos: 1) una opción de denuncia en la que los usuarios se convierten en policías de la “verdad digital” y 2) trabajo conjunto con Snopes, el sitio de verificación de información más conocido en la web, ABC News y Associated Press.
La pregunta es entonces, ¿un filtro resuelve el problema de fondo? El problema de raíz es la credibilidad que los lectores dan a lo que ven. Y aquí hay varios factores. Por una parte, los usuarios con hábito de lectura suelen tener, como en el pasado, una fuente base de consulta. Y esa es normalmente la que coincide con su modo de pensar que, en política, podemos definir como “de derechas” o “de izquierdas”. Otros tienen la “práctica informativa de la abeja”: van de flor en flor según lo atractivo que resulta el titular, sin importar cuál sea la fuente (algo bastante frecuente entre jóvenes y adolescentes, pero no solo). En este sentido, tanto quienes tienen el hábito de la lectura como quienes no, caen recurrentemente en el vicio de quedarse sólo con el titular.
Pero, ¿no es responsabilidad del lector comprobar la veracidad de las informaciones que consume o ir más allá de las primeras palabras tras las cuales cree saberlo ya todo? ¡Cuántas veces se comparte un enlace creyendo haber comprendido el contenido sólo porque se ha leído el titular, contribuyendo así a masificar informaciones dudosas o completamente falsas!
¿Se puede dejar en manos de empresas particulares la decisión sobre qué es falso y qué no? Después de lo que en el pasado ha sucedido con Facebook (véase “Facebook, un problema de transparencia que influye en las decisiones de sus usuarios”, 22.05.2016), ¿se puede pensar que las acciones recientes nacen de un interés por beneficiar a los usuarios o más bien de evitar se vuelva a repetir que gane la persona que Sillicon Valley no apoyaba? Dado que no son lo mismo, ¿quién decide o establece el límite entre lo falso y lo tendencioso, entre el rumor y la mentira? ¿Qué criterio sigue un robot, su sistema de algoritmo, para decidir que sí y qué no censurar?
Identificaba muy bien el problema Zeynep Tufekci en un artículo publicado en The New York Times (véase “El problema con la influencia de Facebook y sus burbujas de información”, 21.11.2016):
“El problema con la influencia de Facebook en el discurso político no se limita a la diseminación de noticias falsas. También tiene que ver con las cámaras de resonancia. El algoritmo de la empresa escoge cuáles actualizaciones aparecen en la parte superior del servicio de noticias del usuario y cuáles no lo hacen. Los humanos tendemos a agruparnos con gente que piensa como nosotros y buscamos noticias que confirmen nuestras inclinaciones. La investigación de Facebook muestra que el algoritmo de la empresa fomenta esto priorizando de algún modo las actualizaciones que los usuarios encuentran reconfortantes. He sido testigo de esto. Aunque muchos de mis amigos de Facebook en Estados Unidos se inclinan hacia los demócratas, sí tengo amigos que votaron por Trump. Sin embargo, tuve que irme de cacería para ver sus publicaciones porque el algoritmo de Facebook nunca me las enseñaba; por la razón que sea, el algoritmo supuso de manera errónea que no me interesaban sus opiniones”.
Y remata: “Facebook podría argumentar que es neutral, pero esta es una postura falsa y peligrosa. El modelo de negocio, los algoritmos y las políticas de la empresa afianzan cámaras de resonancia y generan que se difunda la desinformación”.
Como resultado de todo esto, hay quien ha hablado de la “censura preferencial” en las redes sociales que en la práctica se traduce en la eliminación de “voces alternativas” (cf. Jonathan Albright, “Stop worrying about fake news. What comes next will be much worse”, 09.11.2016, en The Guardian):
“¿Existe una solución práctica a las noticias falsas? No lo sé. Pero sí veo hacia dónde estamos yendo: hacia la eliminación de las voces alternativas y hacia la censura de contenido sobre ciertos temas”.
Y añade: “En la próxima década, filtros con inteligencia artificial desarrollados por corporaciones tecnológicas valorarán la legitimidad de la información antes de que el público pueda siquiera evaluarla por sí mismo”.
Y es aquí donde justamente radica el problema: que aprovechando la coyuntura de unas elecciones políticas cuyos resultados no eran los que los grandes medios de comunicación querían, caminemos ahora hacia la progresiva eliminación de las opiniones opuestas a los intereses de particulares. O en otras palabras: la explotación de un problema real gestionado por una censura que a todas luces no es neutral y que, implícitamente, ve al consumidor como incapaz de hacer sus propios ejercicios críticos.