Servicio diario - 28 de diciembre de 2016


 

El Papa en la audiencia: ‘Al mirar las estrellas confiar en la promesa de Dios’
Posted by Sergio Mora on 28 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco realizó la audiencia de este miércoles en el Aula Pablo VI en el Vaticano, donde fue recibido con gran calor y entusiasmo por los miles de fieles y peregrinos allí presentes.
El Papa retomó la serie de catequesis sobre la esperanza, centrándola en la fe de Abraham, en la promesa futura que le hizo Dios al sacarlo de su panorama estrecho, mostrándole las estrellas e invitándolo a verlas con los ojos de la fe. Porque “cuando no queda ninguna posibilidad que mirar a las estrellas, entonces es tiempo de fiarnos de Dios”.
En el resumen que Francisco hizo en español reiteró que “Abraham es modelo de fe y de esperanza: «creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones». Creyó en la palabra de Dios que sería padre, aun cuando pareciera imposible, porque él era anciano y su mujer estéril”.
“Su fe se abrió –subrayó el Santo Padre– a una esperanza que parecía absurda, pero así es la esperanza, sorprende y abre horizontes, nos hace soñar lo inimaginable. El desaliento y la frustración también llegaron a la vida de Abraham. Él veía pasar el tiempo y la promesa hecha por Dios seguía sin cumplirse, aunque Dios ratificaba una y otra vez su promesa”.
Por ello “a Abraham lo único que le quedaba era confiar en la Palabra del Señor y seguir esperando. Pero Dios le dio un signo: «mira el cielo y cuenta las estrellas […] así será tu descendencia»”.
Así, señaló el Pontífice latinoamericano, “para creer, es necesario saber mirar con los ojos de la fe; a simple vista eran sólo estrellas, pero para Abraham eran signo de la fidelidad de Dios”.
“Saludo cordialmente –dijo el Papa al concluir el resumen– a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los animo a confiar en el Señor, como lo hizo Abraham, para que salgamos de nosotros y descubramos su promesa en cada signo y acontecimiento que nos toca vivir. Les deseo un año un evo lleno de la gracia y bendición de Dios”.
La audiencia general concluyó con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
(Texto completo)


Exponen el cuadro de la Virgen Milagrosa en la basílica de San Pedro
Posted by Sergio Mora on 28 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco al concluir la catequesis de los miércoles saludó a los peregrinos procedentes de diversos países.
Entre los varios grupos estaba el de la iglesia romana de Sant’Andrea delle Fratte, llegados con el cuadro original de la Virgen Milagrosa, o Madonna del Miracolo, que se expone en la basílica de San Pedro hasta el primero de enero. El motivo son los 175 años de la conversión de Alfonso Rastisbonne, en 1842, tras la aparición que tuvo de María en un altar lateral de dicho templo.
El abogado Ratisbonne (1812-1884), banquero muy rico, de religión judía pero libertino, despreciaba particularmente a la Iglesia Católica y al clero. Resentía que su hermano Teodoro se había convertido y ordenado sacerdote. Su conversión tuvo gran impacto en la época influenciada por el racionalismo, que rechaza las realidades espirituales. En 1847 Alfonso Ratisbonne fue ordenado sacerdote jesuita.

El Papa en el Aula Pablo Vi con el cuadro de la Madonna del Miracolo
Siempre con el cuadro de la Madonna del Miracolo, pintado poco después del prodigio por el artista Natale Carta, se rezará el viernes 30 por la tarde las Vísperas, el sábado 31 el Te Deum presidido por el papa Francisco delante del cuadro de María que será entronizado en el Altar de la confesión. Y el domingo 1° de enero la imagen estará en la misa de año nuevo que celebra el Santo Padre. Después el cuadro regresará a la iglesia donde siempre está expuesto.
De otro lado, al saludar a los artistas y técnicos del Golden Circus de Liana Orfei que hicieron unos números de acrobacia y prestidigitación en el Aula Pablo VI, Francisco aseguró que “la belleza siempre nos acerca a Dios”.
También dirigió un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “Yo les llamo valientes –afirmó– porque hace falta valor para casarse y para hacerlo para toda la vida: ¡Muy bien!”.
Luego añadió. “Los santos inocentes mártires que recordamos hoy, nos ayuden a todos a ser fuertes en la fe mirando al Niño divino que en el misterio de Navidad se ofrece por la humanidad entera. Queridos jóvenes, crezcan también ustedes como él: obedientes a los padres y dispuestos a entender y a seguir la voluntad del Padre que está en los cielos.
A los enfermos les dijo: “deseo que vislumbren en la resplandeciente luz de Belén, el sentido de vuestros sufrimientos. Y les exhorto a queridos y valientes recién casados, a mantener constante, a la hora de construir vuestra familia, el amor y la entrega más allá de cualquier sacrificio y a que nunca terminen el día sin haber hecho las paces”.
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Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 28 de diciembre de 2016
Posted by Redaccion on 28 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco prosiguió este miércoles con la serie de catequesis sobre la esperanza, centrándose en la figura de Abraham, a quien Dios le hace salir de sus horizontes pequeños y entender mirando las estrellas que estas son numerosas como lo será su descendencia, invitándolo así a tener fe a pesar de la esterilidad de su consorte.
A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
San Pablo, en la Carta a los Romanos, nos recuerda la gran figura de Abraham, para indicarnos la vía de la fe y de la esperanza.
De él el apóstol escribe: «Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones» (Rom 4,18); “esperando contra toda esperanza”: Este concepto es fuerte ¿no?: aún cuando no hay esperanza yo espero. Es así nuestro padre Abrahán. San Pablo se está refiriendo a la fe con la cual Abrahán creyó en la palabra de Dios que le prometía un hijo.
Pero era verdaderamente una confianza “contra toda esperanza”, porque era tan imposible aquello que el Señor le estaba anunciando, ya que él era anciano – tenia casi cien años – y su mujer era estéril. No lo había logrado.
Pero lo ha dicho Dios, y él creyó. No había esperanza humana porque él era anciano y su mujer estéril: y él cree. Confiando en esta promesa, Abraham se pone en camino, acepta dejar su tierra y hacerse extranjero, esperando en este hijo “imposible” que Dios habría debido donarle no obstante que el vientre de Sara estaba como muerto.
Abraham cree, su fe se abre a una esperanza aparentemente irracional; esta es la capacidad de ir más allá de los razonamientos humanos, de la sabiduría y de la prudencia del mundo, más allá de lo que es normalmente considerado sentido común, para creer en lo imposible. La esperanza abre nuevos horizontes, nos vuelve capaces de soñar lo que no es ni siquiera imaginable. La esperanza hace entrar en la oscuridad de un futuro incierto para caminar en la luz. Es bella la virtud de la esperanza; nos da tanta fuerza para ir en la vida.
Pero es un camino difícil. Y llega el momento, también para Abraham de la crisis de desaliento. Ha confiado, ha dejado su casa, su tierra y sus amigos… todo. Y ha partido y ha llegado al país que Dios le había indicado, el tiempo ha pasado. En aquel tiempo hacer un viaje así no era como ahora, con los aviones – en 12 o 15 horas se hace –; se necesitaban meses, años.
El tiempo ha pasado, pero el hijo no llega, el vientre de Sara permanece cerrado en su esterilidad. Y Abraham, no digo que pierde la paciencia, sino se queja ante el Señor. También esto aprendemos de nuestro padre Abraham: quejarnos ante el Señor es un modo de orar. A veces cuando confieso yo escucho: “Me he quejado con el Señor…” y yo respondo: “No te quejes Él es Padre”. Y este es un modo de orar: quejarme ante el Señor, esto es bueno.
Abraham se queja ante el Señor y dice así: «Señor, respondió Abraham, […] yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco (Eliezer era quien gobernaba todas las cosas). Después añadió: “Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero”.
Entonces el Señor le dirigió esta palabra: “No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti”. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: “Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas”. Y añadió: “Así será tu descendencia”. Abraham creyó nuevamente en el Señor, que lo tuvo en cuenta como justicia» (Gen 15,2-6).
La escena se desarrolla de noche, afuera esta oscuro, pero también en el corazón de Abraham esta la oscuridad de la desilusión, del desánimo, de la dificultad de continuar esperando en algo imposible. Ahora el patriarca es demasiado avanzado en los años, parece que no hay más tiempo para un hijo, y será un siervo el que entrará a heredando todo.
Abraham se está dirigiendo al Señor, pero Dios, aunque este ahí presente y habla con él, es como si se hubiera alejado, como si no hubiese cumplido su palabra. Abraham se siente solo, esta viejo y cansado, la muerte se acerca. ¿Cómo continuar confiando?
Y este reclamo suyo es entretanto una forma de fe, es una oración. A pesar de todo, Abrahán continúa creyendo en Dios y esperando en algo que todavía podría suceder.
Contrariamente ¿para qué interpelar al Señor, quejándose ante Él, reclamando sus promesas? La fe no es solo silencio que acepta todo sin reclamar, la esperanza no es la certeza que te da seguridad ante las dudas y las perplejidades. Pero muchas veces, la esperanza es oscura; pero está ahí, la esperanza… que te lleva adelante. La fe es también luchar con Dios, mostrarle nuestra amargura, sin piadosas apariencias.
“Me he molestado con Dios y le he dicho esto, esto, esto” Pero Él es Padre, Él te ha entendido: ve en paz. ¡Tengamos esta valentía! Y esto es la esperanza. Y la esperanza es también no tener miedo de ver la realidad por aquello que es y aceptar las contradicciones. Abraham por lo tanto en la fe, se dirige a Dios para que lo ayude a continuar esperando.
Es curioso, no pide un hijo. Pide: “Ayúdame a seguir esperando”, la oración para tener esperanza. Y el Señor responde insistiendo con su improbable promesa: no será un siervo el heredero, sino un hijo, nacido de Abraham, generado por él.
Nada ha cambiado, por parte de Dios. Él continúa afirmando aquello que había dicho, y no ofrece puntos de apoyo a Abrahán, para sentirse seguro. Su única seguridad es confiar en la palabra del Señor y continuar esperando.
Y aquel signo que Dios dona a Abraham es una invocación a continuar creyendo y esperando: «Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas […] Así será tu descendencia» (Gen 15,5). Es todavía una promesa, hay todavía algo que esperar para el futuro. Dios lleva a Abraham afuera de la tienda, en realidad (fuera) de sus visiones restringidas, y le muestra las estrellas.
Para creer, es necesario saber ver con los ojos de la fe; no solo estrellas, que todos podemos ver, sino para Abraham tienen que convertirse en el signo de la fidelidad de Dios. Es esta la fe, este el camino de la esperanza que cada uno de nosotros debe recorrer.
Si también a nosotros nos queda como única posibilidad mirar las estrellas, entonces es tiempo de confiar en Dios. No hay nada más bello. La esperanza no defrauda. Gracias.


El Papa nombra a un nuevo arcipreste para Santa María la Mayor y a un arzobispo en Brasil
Posted by Redaccion on 28 December, 2016



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco ha aceptado la renuncia del cardenal español Santos Abril y Castelló, al encargo de arcipreste y administrador de la basílica papal de Santa María la Mayor y ha llamado a sucederle en el cargo de arcipreste de la misma, al cardenal Stanisław Ryłko, presidente emérito del Pontificio Consejo para los Laicos.
Lo informó hoy la oficina de prensa de la Santa Sede, precisando que además en Brasil ha hecho otro nombramiento y ha aceptado dos renuncias.
Ha nombrado al obispo Julio Endi Akamine S.A.C, hasta hora auxiliar de la arquidiócesis de Sao Paulo en Brasil, como arzobispo metropolitano de Sorocaba (superficie 4.237, población 1.104.000, católicos 774.000, sacerdotes 87, religiosos 51, religiosas 130, diáconos permanentes 44) en Brasil.
Sucede al arzobispo Eduardo Benes de Sales Rodrigues cuya renuncia al gobierno pastoral de la arquidiócesis fue aceptada por el Santo Padre.
Ha aceptado la renuncia del obispo. Fernando Panico, M.S.C., al gobierno pastoral de la diócesis de Crato en Brasil. Le sucede el obispo Gilberto Pastana De Oliveira, hasta ahora coadjutor de la misma diócesis.


Chile: universitarios declaman sobre la Navidad en las parroquias de Santiago
Posted by Redaccion on 28 December, 2016



(ZENIT – Roma).- Alumnos y ex-alumnos de la Escuela de Teatro y del Instituto de Música de la Pontificia Universidad de Chile interpretaron una obra de teatro con la finalidad dar a conocer el misterio de la Navidad.
Así el proyecto Barioná, dirigido Ignacia Goycoolea presentó gratuitamente durante el mes de diciembre la interpretación, en ocho parroquias de Santiago y dos establecimientos educacionales.
La obra de Jean Paul Sartre, uno de los pensadores ateos más influyentes del siglo XX, trata sobre
Barioná, jefe de un poblado judío explotado por los romanos, quien debe comunicar a su pueblo la orden de aumentar los impuestos. Como única forma de resistencia, decide ordenar no tener más hijos. Es en ese momento donde Sara, su mujer, le anuncia que espera un hijo suyo, comenzando el conflicto.
“Más que entregar las respuestas, esta obra nos permite a cada uno de nosotros llegar a las conclusiones: entender el por qué creemos”, aseguró el padre Juan Manuel Sayago, párroco de la Iglesia San Andrés, uno de los cientos de espectadores que tuvieron la oportunidad de disfrutar la obra.
Este proyecto itinerante nació debido a una necesidad observada por Cecilia Bralic, profesora de la Escuela de Teatro UC, quien aseguró que “no sé si será posible la nueva evangelización en esta sociedad de las comunicaciones y de la imagen, sin que la Iglesia y el teatro –y las artes en un sentido amplio– retomen el camino de una amistad. En esto estamos: abriendo surcos”.
La iniciativa, además de dar a conocer el misterio de la Navidad, fue una experiencia para quienes participaron en ella. “En un comienzo fue un proyecto laboral, pero con el tiempo se fue transformando en algo mucho más profundo, sobretodo en el punto cuando me enteré que iba a ser papá. En ese momento fue cuando la obra tuvo toda la resignificación sobre la fe, sobre creer“ contó Nicolás Martínez, uno de los actores de la obra.


Segundo domingo después de Navidad
Posted by Antonio Rivero on 28 December, 2016



Ciclo A – Textos: Eclesiástico 24, 1-4.12-16; Efesios 1, 3-6.15-18; Juan 1, 1-18
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el centro de Noviciado y Humanidades clásicas de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: Dios en Cristo puso su tienda entre nosotros.
Resumen del mensaje: Dios se encarnó y “acampó” entre nosotros, puso su “tienda” entre nosotros, expresión ésta usada por san Juan en el evangelio de hoy, y usada anteriormente en el libro del Éxodo para señalar el lugar de reunión entre Dios y su pueblo, la morada de Yahvé.
Aspectos de la idea principal:
En primer lugar, Dios ha puesto su tienda entre nosotros (evangelio). En Jesús se ha hecho uno de nosotros, con carne y sangre como nosotros. Esta es su tienda. Su tienda, él mismo con su cuerpo, permanece entre nosotros como uno de nosotros. La tienda para los judíos y los habitantes del desierto, es algo habitual. Cuando ellos van caminando día con día, llegan a algún lugar y se establecen ahí. Ponen tienda, es decir, se establecen ahí, para vivir ahí. Poner la tienda quiere decir que acomodan todo, y van disponiendo todo de manera que puedan establecerse. No es simplemente poner una tienda de campaña; es llegar, colocar la tienda, en medio de la tierra, acomodarla, y colocar dentro todos los utensilios para la vida, así como los animales y demás cosas. Poner la tienda significa establecerse, introducirse a la vida.
En segundo lugar, preguntémonos por qué Dios pone su tienda entre nosotros. Lo hizo para quedarse con nosotros, para vivir en medio de nosotros, nosotros somos su tienda, él está aquí para transformarnos, para conocernos. Él se hace carne para conocer nuestra fragilidad, nuestra pequeñez, nuestro dolor, y se establece aquí, pone su tienda para estar siempre cerca de nosotros, viviendo junto a nosotros. Dios quiere estar con nosotros, y quiere entrar en nuestras vidas, pero no para que lo encerremos en nuestras categorías, en nuestros esquemas, en nuestras maneras de pensar. Dios viene en Jesús para que descubramos en Él la verdadera sabiduría (primera lectura), la novedad de la fe de nuestra filiación divina (segunda lectura) y seamos capaces de entender esa Palabra que es Luz y Vida (evangelio). Ciertamente, esto para muchos es un absurdo, porque vemos en Dios algo lejano, algo sin sentido, una mera idea, un absurdo o una quimera más, alguien que nos incomoda con su tienda. Y por ello, no le dejan acampar en su corazón.
Finalmente, celebrar, pues, la navidad es ser capaces de ir a la tienda, entrar en ella, encontrarnos con Él y descubrir quién es realmente. Él ha puesto su tienda –su humanidad diría santa Teresa-. Sólo es entrar en ella para llegar a su divinidad. No es que yo lo meta a mi tienda, Él fue quién se metió en mi tienda para ensancharla, limpiarla, divinizarla. Sin esta verdad, la navidad no tiene ningún sentido; se queda en nacimientos, árboles, regalos. Dejemos que él acampe en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro puesto de trabajo y proyectos. ¿No es la Eucaristía la prolongación de esa tienda que comenzó el día de la Encarnación?
Para reflexionar: ¿Por qué no quiero entrar en esa tienda? ¿Porque no quiero confrontar mi vida con la Vida, mi verdad con la Verdad, mi luz natural con esa Luz?
Para rezar: Señor, quiero entrar en tu Tienda para encontrarme contigo en esta Navidad. Y tu tienda hoy la has puesto en la Eucaristía. Enséñame tus caminos para que camine con rectitud. Que mi vida arrastre a otros a entrar en tu Tienda y a encontrarse contigo. Amén.


Santo Tomás Becket – 29 de diciembre
Posted by Isabel Orellana Vilches on 28 December, 2016




(ZENIT – Madrid).- Nació en Londres, Inglaterra, el 21 de diciembre de 1118. Era hijo de una familia de origen francés; su padre era comerciante. Cursó estudios con los canónigos regulares de Merton, en Surrey, y tras la pérdida de sus padres, entrando ya en la veintena, se ganó el sustento trabajando primeramente al servicio de un familiar y luego con un señor aficionado a la cinegética y a la cetrería, deporte que heredó y cultivó durante un tiempo. Era inteligente y sagaz, exquisito en el trato. Había pasado por París y Bolonia donde había cursado teología, de modo que a los 24 años el arzobispo de Canterbury, Teobaldo, lo acogió entre los suyos y obtuvo para él muchas prebendas.
En 1154 después de recibir el diaconado, el arzobispo lo designó arcediano de Canterbury. Hasta la muerte de éste, acaecida en 1161, Tomás mostró su pericia y delicadeza en asuntos diplomáticos de cierta envergadura que el prelado le encomendó dentro y fuera de las fronteras. Estas misiones le llevaron en distintas ocasiones a Roma. Teobaldo veía en su estrecho colaborador un hombre valiente y fiel, que defendía la verdad; contó siempre con su aprobación y confianza. Estas y otras cualidades no pasaron desapercibidas para el rey Enrique II que hacia 1155 le había nombrado canciller suyo. Ambos mantuvieron una estrecha amistad. Fue una relación entrañable que sobrepasó el vínculo que les unía en las difíciles cuestiones de estado que compartían.
Tomás tenía una personalidad arrolladora y compleja. Fue templando su orgulloso temperamento, inclinado a la ira y a la violencia, a fuerza de oración y disciplina. Durante un tiempo fue excesivo en su prodigalidad, pero reconocido en su innegable generosidad a la hora de agasajar a todos, incluidos los ricos, y especialmente a los pobres. Tocante a la defensa de su país, en el campo de batalla no tenía precio. Era un aguerrido y valiente general que se sentía cómodo luchando por los suyos, a la par que vestía el hábito clerical.
Al fallecer Teobaldo, Enrique II lo designó sucesor suyo para ocupar la sede arzobispal haciendo uso del privilegio que le había conferido el pontífice. Al saber que fraguaba este nombramiento, Tomás pareció adivinar lo que iba a suceder, y vaticinó: «Si Dios permite que yo ascienda a la dignidad de arzobispo de Canterbury, no pasará mucho tiempo sin que pierda los favores de Vuestra Majestad, y todo el afecto con que vos me honráis se transformará en odio. Puesto que Vuestra Majestad proyectará hacer ciertas cosas que vayan en perjuicio de los derechos de la Iglesia, mucho me temo que Vuestra Majestad requiera de mí una ayuda o una aprobación que no podré darle. No faltarán personas envidiosas que aprovechen esas ocasiones para alentar una amarga e interminable desavenencia entre vos y yo».
Así fue. El 3 de junio de 1162 Tomás recibió el sacramento del orden y a continuación fue consagrado arzobispo. Entregado en cuerpo y alma a su misión, se propuso guardar celosamente los derechos del pueblo y de la Iglesia. De la noche a la mañana dio un cambio radical a su forma de vida, hecho que fue ostensible para quienes le conocían. Centrado en la oración, el ejercicio de la piedad y caridad con los desfavorecidos, templado y moderado al extremo en sus costumbres culinarias, que eran harto frugales, se esforzaba por todas las vías posibles en seguir el camino de la perfección. Humildemente pidió que no le ocultaran las flaquezas que advirtieran en él: «Muchos ojos ven mejor que dos. Si ven en mi comportamiento algo que no está de acuerdo con mi dignidad de arzobispo, les agradeceré de todo corazón si me lo advierten».
Las disensiones con el rey llegaron pronto. Tomás repudiaba cualquier prebenda del monarca sobre sus súbditos, como propugnaban las «constituciones» de 1164. Le había apoyado siempre incondicionalmente, pero no podía tolerar las presiones que ejercía sobre la Iglesia. Su rechazo a las decisiones que tomaba Enrique II oprimiendo al pueblo y haciéndole objeto de distintos atropellos, supuso para él un destierro de seis años en territorio francés. Primeramente vivió con la comunidad cisterciense de Pontigny, pero la ira del rey que amenazaba la vida de todos si cobijaban a Tomás, hizo que en 1166 éste se trasladara a la abadía de San Columba Abbey, en Sens, donde se gozaba de la protección de Luís VII de Francia. Hasta que el papa Alejandro III medió entre las partes y aunque Tomás le rogó que lo reemplazase en su misión por otra persona, no logró convencerle, por lo cual regresó a Canterbury. Su vuelta estuvo marcada por la convicción de que iba hacia su muerte. Ante la aclamación de sus seguidores manifestó: «Vuelvo a Inglaterra para morir». Impugnó las decisiones de obispos que acogieron las «constituciones» poniendo de manifiesto que nada había cambiado en él, y actuó como mediador de quienes veían pisoteados derechos elementales.
Harto y resentido, en un momento dado el rey farfulló ante un grupo de personas su deseo de liberarse de aquel «clérigo infernal que le hacía la vida imposible». Cuatro componentes de su séquito, que le oyeron, tomaron literalmente sus palabras. Buscaron a Tomás, le acosaron en el interior de la catedral donde se hallaba, y sin inmutarse ante su valentía, mientras decía: «En nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia, estoy dispuesto a morir», lo decapitaron brutalmente el 29 de diciembre de 1170. Alejandro III lo canonizó el 21 de febrero de 1173.