Francisco \ Homilías

Madre de Dios y Madre nuestra derrama sobre el mundo tu bendición y la misericordia y paz de tu Hijo Jesús, rogamos con el Papa

RV | 31/12/2016


 

En la víspera del uno de enero, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en cuyo nombre la Iglesia universal celebra también la Jornada Mundial de la Paz, como estableció el Beato Pablo VI, resuenan las palabras del Papa Francisco, en la primera Santa Misa de 2016.

En especial, aquellas con las que culminó su homilía rogándole a la Madre de Dios y Madre nuestra que nos muestre el rostro de su Hijo Jesús, que derrama sobre todo el mundo su misericordia y su paz:

«Al comienzo de un nuevo año, la Iglesia nos hace contemplar la Divina Maternidad de María como icono de la paz. La promesa antigua se cumple en su persona. Ella ha creído en las palabras del ángel, ha concebido al Hijo, se ha convertido en la Madre del Señor. A través de ella, a través de su «sí», ha llegado la plenitud de los tiempos. El Evangelio que hemos escuchado dice: «Conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Ella se nos presenta como un vaso siempre rebosante de la memoria de Jesús, Sede de la Sabiduría, al que podemos acudir para saber interpretar coherentemente su enseñanza.

Hoy nos ofrece la posibilidad de captar el sentido de los acontecimientos que nos afectan a nosotros personalmente, a nuestras familias, a nuestros países y al mundo entero. Donde no puede llegar la razón de los filósofos ni los acuerdos de la política, allí llega la fuerza de la fe que lleva la gracia del Evangelio de Cristo, y que siempre es capaz de abrir nuevos caminos a la razón y a los acuerdos.

Bienaventurada eres tú, María, porque has dado al mundo al Hijo de Dios; pero todavía más dichosa por haber creído en él. Llena de fe, has concebido a Jesús antes en tu corazón que en tu seno, para hacerte Madre de todos los creyentes (cf. San Agustín, Sermón 215, 4). Madre, derrama sobre nosotros tu bendición en este día consagrado a ti; muéstranos el rostro de tu Hijo Jesús, que trae a todo el mundo misericordia y paz. Amén».

(CdM – RV)