Servicio diario - 25 de enero de 2017


 

Francisco: ‘La unidad de los cristianos más que un esfuerzo humano es un don gratuito de Dios’
Posted by Sergio Mora on 25 January, 2017



(ZENIT – Roma).- El santo padre Francisco presidió este miércoles por la tarde la solemnidad de la conversión de san Pablo apóstol, en la conclusión de la 50° Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos que tiene como lema: “El amor de Cristo nos empuja a la reconciliación”.
Vistiendo paramentros color crema con ribetes verdes y dorados, el Papa entró en la basílica de San Pablo Extramuros, junto a representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma, y allí han rezado las segundas vísperas.
En la basílica de San Pablo decorada con arreglos florales y muy iluminada estaba el coro de la Capilla Sixtina, además de los Guardias suizos y del numerosos público presente.
Los diversos líderes religiosos interviniernieron durante la celebración, leyendo en italiano pero también en griego, alemán y armenio, algunas intenciones o parte de las Escrituras.
En su homilía el Santo Padre invitó en el camino ecuménico a no apoyarse en programas, cálculos y ventajas, a no depender de las oportunidades y de las modas del momento, sino a buscar el camino con la mirada siempre puesta en la cruz del Señor.
Y ha subrayado como un paso importante, el hecho que hoy católicos y luteranos puedan recordar juntos un evento que ha dividido a los cristianos, y lo hagan con esperanza, lo que ha sido logrado con la ayuda de Dios y de la oración a través de cincuenta años de conocimiento recíproco y de diálogo ecuménico.
El Pontífice invitó al concluir, a “aprovechar todas las oportunidades que la Providencia nos ofrece para rezar juntos, anunciar juntos, amar y servir juntos, especialmente a los más pobres y abandonados”.
Leer el texto completo de la homilía


Texto completo del papa Francisco en la homilía de la 50° semana de la Unidad de los Cristianos
Posted by Redaccion on 25 January, 2017



(ZENIT – Roma).- El papa Francisco presidió este miércoles por la tarde en la basílica de San Pablo Extramuros la solemnidad de la conversión de san Pablo apóstol, rezando las segundas vísperas, junto a los representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma. Concluyó así la 50° Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos que tiene como lema: “El amor de Cristo nos empuja a la reconciliación”.
A continuación publicamos la homilía del Santo Padre:
“El encuentro con Jesús en el camino de Damasco transformó radicalmente la vida de san Pablo. A partir de entonces, el significado de su existencia no consiste ya en confiar en sus propias fuerzas para observar escrupulosamente la Ley, sino en la adhesión total de sí mismo al amor gratuito e inmerecido de Dios, a Jesucristo crucificado y resucitado.
De esta manera, él advierte la irrupción de una nueva vida, la vida según el Espíritu, en la cual, por la fuerza del Señor Resucitado, experimenta el perdón, la confianza y el consuelo.
Pablo no puede tener esta novedad sólo para sí: la gracia lo empuja a proclamar la buena nueva del amor y de la reconciliación que Dios ofrece plenamente a la humanidad en Cristo. Para el Apóstol de los gentiles, la reconciliación del hombre con Dios, de la que se convirtió en embajador (cf. 2 Co 5,20), es un don que viene de Cristo.
Esto aparece claramente en el texto de la Segunda Carta a los Corintios, del que se toma este año el tema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos: «Reconciliación. El amor de Cristo nos apremia» (cf. 2 Co 5,14-20).
«El amor de Cristo»: no se trata de nuestro amor por Cristo, sino del amor que Cristo tiene por nosotros. Del mismo modo, la reconciliación a la que somos urgidos no es simplemente una iniciativa nuestra, sino que es ante todo la reconciliación que Dios nos ofrece en Cristo.
Más que ser un esfuerzo humano de creyentes que buscan superar sus divisiones, es un don gratuito de Dios. Como resultado de este don, la persona perdonada y amada está llamada, a su vez, a anunciar el evangelio de la reconciliación con palabras y obras, a vivir y dar testimonio de una existencia reconciliada.
En esta perspectiva, podemos preguntarnos hoy: ¿Cómo anunciar el evangelio de la reconciliación después de siglos de divisiones? Es el mismo Pablo quien nos ayuda a encontrar el camino. Hace hincapié en que la reconciliación en Cristo no puede darse sin sacrificio. Jesús dio su vida, muriendo por todos. Del mismo modo, los embajadores de la reconciliación están llamados a dar la vida en su nombre, a no vivir para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos (cf. 2 Co 5,14-15).
Como nos enseña Jesús, sólo cuando perdemos la vida por amor a él es cuando realmente la ganamos (cf. Lc 9,24). Es esta la revolución que Pablo vivió y es también la revolución cristiana de todos los tiempos: no vivir para nosotros mismos, para nuestros intereses y beneficios personales, sino a imagen de Cristo, por él y según él, con su amor y en su amor.
Para la Iglesia, para cada confesión cristiana, es una invitación a no apoyarse en programas, cálculos y ventajas, a no depender de las oportunidades y de las modas del momento, sino a buscar el camino con la mirada siempre puesta en la cruz del Señor; allí está nuestro único programa de vida.
Es también una invitación a salir de todo aislamiento, a superar la tentación de la autoreferencia, que impide captar lo que el Espíritu Santo lleva a cabo fuera de nuestro ámbito. Una auténtica reconciliación entre los cristianos podrá realizarse cuando sepamos reconocer los dones de los demás y seamos capaces, con humildad y docilidad, de aprender unos de otros, sin esperar que sean los demás los que aprendan antes de nosotros. Si vivimos este morir a nosotros mismos por Jesús, nuestro antiguo estilo de vida será relegado al pasado y, como le ocurrió a san Pablo, entramos en una nueva forma de existencia y de comunión.
Con Pablo podremos decir: «Lo antiguo ha desaparecido» (2 Co 5,17). Mirar hacia atrás es muy útil y necesario para purificar la memoria, pero detenerse en el pasado, persistiendo en recordar los males padecidos y cometidos, y juzgando sólo con parámetros humanos, puede paralizar e impedir que se viva el presente.
La Palabra de Dios nos anima a sacar fuerzas de la memoria para recordar el bien recibido del Señor; y también nos pide dejar atrás el pasado para seguir a Jesús en el presente y vivir una nueva vida en él.
Dejemos que Aquel que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5) nos conduzca a un futuro nuevo, abierto a la esperanza que no defrauda, a un porvenir en el que las divisiones puedan superarse y los creyentes, renovados en el amor, estén plena y visiblemente unidos.
Este año, mientras caminamos por el camino de la unidad, recordamos especialmente el quinto centenario de la Reforma protestante. El hecho de que hoy católicos y luteranos puedan recordar juntos un evento que ha dividido a los cristianos, y lo hagan con esperanza, haciendo énfasis en Jesús y en su obra de reconciliación, es un hito importante, logrado con la ayuda de Dios y de la oración a través de cincuenta años de conocimiento recíproco y de diálogo ecuménico.
Mientras imploro a Dios el don de la reconciliación con él y entre nosotros, saludo cordial y fraternalmente a su eminencia el metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico, a su gracia David Moxon, representante personal en Roma del arzobispo de Canterbury, y a todos los representantes de las distintas Iglesias y comunidades eclesiales aquí presentes.
Me complace saludar particularmente a los miembros de la Comisión mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, a quienes deseo un trabajo fructífero en la sesión plenaria que está teniendo lugar en estos días.
Saludo también a los estudiantes del Ecumenical Institute of Bossey, que están visitando Roma para profundizar en su conocimiento de la Iglesia Católica, y a los jóvenes ortodoxos y ortodoxos orientales que estudian en Roma, gracias a las becas del Comité de Cooperación Cultural con las Iglesias ortodoxas, que opera en el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los cristianos.
A los superiores y a todos los colaboradores de ese Dicasterio expreso mi estima y agradecimiento. Queridos hermanos y hermanas, nuestra oración por la unidad de los cristianos participa en la oración que Jesús dirigió al Padre antes de la pasión, «para que todos sean uno» (Jn 17,21).
No nos cansemos nunca de pedir a Dios este don. Con la esperanza paciente y confiada de que el Padre concederá a todos los creyentes el bien de la plena comunión visible, sigamos adelante en nuestro camino de reconciliación y de diálogo, animados por el testimonio heroico de tantos hermanos y hermanas que, tanto ayer como hoy, están unidos en el sufrimiento por el nombre Jesús. Aprovechemos todas las oportunidades que la Providencia nos ofrece para rezar juntos, anunciar juntos, amar y servir juntos, especialmente a los más pobres y abandonados”.


El Papa en la audiencia: “Las mujeres son más valientes que los hombres”
Posted by Rocío Lancho García on 25 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, en la catequesis de la audiencia general de este miércoles, ha propuesto a una mujer como ejemplo de fe y valor. Siguiendo la serie de catequesis sobre la esperanza cristiana, el Pontífice ha reflexionado sobre la historia de Judit. Al respecto, ha manifestado una opinión: “las mujeres son más valientes que los hombres”.
Miles de fieles, venidos de todos los rincones de la tierra, le han recibido en el Aula Pablo VI con gran entusiasmo. Agitando banderas y alzando pancartas mostraban su cercanía al Santo Padre y se acercaban a ambos lados del pasillo para poder darle la mano y pedirle la bendición.
Después de la catequesis, en el resumen que el Papa hace en español, ha indicado que el personaje bíblico de Judit “nos muestra a una mujer llena de fe y de valor, capaz de orientar a los hombres y mujeres de su tiempo”, que “se enfrentaban a una situación límite y desesperada, hacia la verdadera esperanza en Dios”.
Del mismo modo, ha asegurado que ella enseña que, “ante las situaciones difíciles y dolorosas”, “el camino a seguir es el de la confianza en Dios”, y “nos invita a recorrerlo con paz, oración y obediencia”. Haciendo también –ha añadido– todo lo que esté en nuestra mano para superar estas situaciones, pero reconociendo siempre y en todo la voluntad del Señor.
El Santo Padre ha subrayado que como Ella, “tenemos que mirar más allá de las cosas del aquí y el ahora”, y “descubrir que Dios es un Padre bueno que sabe todo lo que nos hace falta mejor que nosotros mismos”.
Por otro lado, ha explicado que nosotros “podemos pedirle todo lo que necesitemos”, pero “siempre con la humildad necesaria para reconocer su voluntad y entrar en sus designios”, aunque a veces “no coincidan con los nuestros”, “pues Él es el único que con su amor puede sacar vida incluso de la muerte, conceder paz en la enfermedad, serenidad en la soledad y el consuelo en el llanto”.
A continuación, ha saludado a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Recordando que hoy celebramos la fiesta de la conversión de san Pablo y concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, ha invitado a que, conscientes de que el amor de Cristo nos apremia, “no dejen nunca de rezar para que los cristianos trabajemos, con respeto fraterno y caridad activa, por llegar a la tan deseada unidad”.
Después de los saludos en las distintas lenguas, el Santo Padre ha dirigido unas palabras a los jóvenes, los enfermos y los recién casados. De este modo, ha deseado que la figura de Pablo sea para los jóvenes “modelo del discipulado misionero”. A los enfermos les ha invitado a ofrecer sus sufrimientos “por la unidad de la Iglesia de Cristo”. Y finalmente, ha exhortado a los recién casados a inspirarse en el ejemplo del apóstol de las gentes, “reconociendo el primado a Dios y a su amor en vuestra vida familiar”.



Texto completo del papa Francisco en la catequesis de la audiencia del miércoles 25 de enero de 2017
Posted by Redaccion on 25 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, en la audiencia general, ha tomado la figura bíblica de Judit para desarrollar su catequesis. De este modo, ha explicado que esta viuda, mujer de gran belleza y sabiduría, habló al pueblo con el lenguaje de la fe. Así, el Santo Padre ha pedido hoy no poner nunca condiciones a Dios y dejar que la esperanza venza a nuestros temores.

Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis traducido por Zenit:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Entre las figuras de mujeres que el Antiguo Testamento nos presenta, destaca la de una gran heroína del pueblo: Judit. El libro bíblico que lleva su nombre narra la imponente campaña militar del rey Nabucodonosor, quien, reinando en Nínive, extiende las fronteras del imperio derrotando y esclavizando a todos los pueblos alrededor. El lector entiende que se encuentra delante de un grande, invencible enemigo que está sembrando muerte y destrucción y que llega hasta la Tierra Prometida, poniendo en peligro la vida de los hijos de Israel. El ejército de Nabucodonosor, de hecho, bajo la guía del general Holofernes, asedia a una ciudad de Judea, Betulia, cortando el suministro de agua y minando así la resistencia de la población.
La situación se hace dramática, al punto que los habitantes de la ciudad se dirigen a los ancianos pidiendo que se rindan a los enemigos. Las suyas son palabras desesperadas: “Ya no hay nadie que pueda auxiliarnos, porque Dios nos ha puesto en manos de esa gente para que desfallezcamos de sed ante sus ojos y seamos totalmente destruidos”. Han llegado a decir esto, Dios nos ha vendido, y la desesperación de esa gente era grande. “Llámenlos ahora mismo y entreguen la ciudad como botín a Holofernes y a todo su ejército” (Jdt 7,25-26). El final parece casi ineluctable, la capacidad de fiarse de Dios ha desaparecido, la capacidad de fiarse de Dios ha desaparecido. Y cuántas veces nosotros llegamos a situaciones límite donde no sentimos ni siquiera la capacidad de tener confianza en el Señor, es una tentación fea. Y, paradójicamente, parece que, para huir de la muerte, no queda otra cosa que entregarse a las manos de quien mata. Pero ellos saben que estos soldados entrarán y saquearán la ciudad, tomarán a las mujeres como esclavas y después matarán a todos los demás. Esto es precisamente “el límite”.
Y delante de tanta desesperación, el jefe del pueblo trata de proponer un punto de esperanza: resistir aún cinco días, esperando la intervención salvífica de Dios. Pero es una esperanza débil, que le hace concluir: “Si transcurridos estos días, no nos llega ningún auxilio, entonces obraré como ustedes dicen” (7,31). Pobre hombre, no tenía salida. Cinco días vienen concedidos a Dios –y aquí está el pecado– cinco días vienen concedidos a Dios para intervenir; cinco días de espera, pero ya con la perspectiva del final. Conceden cinco días a Dios para salvarles, pero saben, no tienen confianza, esperan lo peor. En realidad, nadie más, entre el pueblo, es todavía capaz de esperar. Estaban desesperados.
Es en esta situación que aparece en escena Judit. Viuda, mujer de gran belleza y sabiduría, ella habla al pueblo con el lenguaje de la fe, valiente, regaña a la cara al pueblo: “¡Ahora ustedes ponen a prueba al Señor todopoderoso, […]. No, hermanos; cuídense de provocar la ira del Señor, nuestro Dios. Porque si él no quiere venir a ayudarnos en el término de cinco días, tiene poder para protegernos cuando él quiera o para destruirnos ante nuestros enemigos. No exijan entonces garantías a los designios del Señor, nuestro Dios, porque Dios no cede a las amenazas como un hombre ni se le impone nada como a un mortal. Por lo tanto, invoquemos su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad” (8,13.14- 15.17).
Es un lenguaje de la esperanza. Llamamos a las puertas del corazón de Dios, Él es Padre, Él puede salvarnos. ¡Esta mujer, viuda, corre el riesgo también de quedar mal delante de los otros! ¡Pero es valiente! ¡Va adelante! Y esto es algo mío, esta es una opinión mía: ¡las mujeres son más valientes que los hombres!
Con la fuerza de un profeta, Judit llama a los hombres de su pueblo para llevarles de nuevo a la confianza en Dios; con la mirada de un profeta, ella ve más allá del estrecho horizonte propuesto por los jefes y que el miedo hace todavía más limitado. Dios actuará realmente –ella afirma–, mientras la propuesta de los cinco días de espera es un modo para tentarlo y para escapar de su voluntad. El Señor es Dios de salvación, y ella lo cree, sea cual sea la forma que tome. Es salvación liberar de los enemigos y hacer vivir, pero, en sus planes impenetrables, puede ser salvación también entregar a la muerte. Mujer de fe, ella lo sabe. Después conocemos el final, como ha terminado la historia: Dios salva.
Queridos hermanos y hermanas, no pongamos nunca condiciones a Dios y dejemos que la esperanza venza a nuestros temores. Fiarse de Dios quiere decir entrar en sus diseños sin pretender nada, también aceptando que su salvación y su ayuda lleguen a nosotros de forma diferente de nuestras expectativas. Nosotros pedimos al Señor vida, salud, afectos, felicidad; y es justo hacerlo, pero en la conciencia de que Dios sabe sacar vida incluso de la muerte, que se puede experimentar la paz también en la enfermedad, y que puede haber serenidad también en la soledad y felicidad también en el llanto. No somos nosotros los que podemos enseñar a Dios lo que debe hacer, es decir lo que necesitamos. Él lo sabe mejor que nosotros, y tenemos que fiarnos, porque sus caminos y sus pensamientos son muy diferentes a los nuestros.
El camino que Judit nos indica es el de la confianza, de la espera en la paz, de la oración en la obediencia. Es el camino de la esperanza. Sin resignaciones fáciles, haciendo todo lo que está en nuestras posibilidades, pero siempre permaneciendo en el camino de la voluntad del Señor, porque Judit –lo sabemos– ha rezado mucho, ha hablado mucho al pueblo y después, valiente, se ha ido, ha buscado el modo de acercarse al jefe del ejército y ha conseguido cortarle la cabeza, ha degollarlo. Es valiente en la fe y en las obras. El Señor busca siempre. Judit, de hecho, tiene su plan, lo realiza con éxito y lleva al pueblo a la victoria, pero siempre en la actitud de fe de quien acepta todo de la manos de Dios, segura de su bondad. Así, una mujer llena de fe y de valentía da de nuevo fuerza a su pueblo en peligro mortal y lo conduce en los caminos de la esperanza, indicándole también a nosotros. Y nosotros, si hacemos un poco de memoria, cuántas veces hemos escuchado palabras sabias, valientes, de personas humildes, de mujeres humildes que uno piensa que –sin despreciarlas– son ignorantes… ¡Pero son palabras de la sabiduría de Dios, eh! Las palabras de las abuelas. Cuántas veces las abuelas saben decir la palabra justa, la palabra de esperanza, porque tienen la experiencia de la vida, han sufrido mucho, se han encomendado a Dios y el Señor da este don de darnos el consejo de esperanza.
Y, yendo por esos caminos, será alegría y luz pascual encomendarse al Señor con las palabras de Jesús: “Padre, si quieres, si tú quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22,42). Y esta es la oración de la sabiduría, de la confianza y de la esperanza.



El Gran Maestre de la Orden de Malta presenta su dimisión al Papa
Posted by Redaccion on 25 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey Matthew Festing, presentó al papa Francisco su dimisión este martes por la tarde, durante una audiencia privada. Esta mañana, el Santo Padre ha aceptado la dimisión “expresando a Frey Matthew Festing aprecio y reconocimiento por los sentimientos de lealtad y devoción hacia el Sucesor de Pedro y la disponibilidad de servir humildemente el bien de la Orden y de la Iglesia”, indica el comunicado publicado por la Santa Sede.
Por otro lado, se anuncia que “el gobierno de la Orden será asumida ad interim del Gran Comendador hasta que sea nominado el delegado pontificio”.
El anuncio llega tras semanas de polémicas, que comenzaron a finales de año. La Orden de Malta, el pasado 23 de diciembre, realizó una declaración tras la decisión tomada por la Santa Sede de nombrar a un grupo de cinco personas para arrojar luz sobre la sustitución del anterior Gran Canciller. Por su parte, La Santa Sede, informó el día 22 de diciembre que el Santo Padre “ha dispuesto la constitución de un grupo de cinco reconocidas personas que tendrá la tarea de recoger elementos aptos para informar debidamente en tiempos breves a la Santa Sede sobre el hecho que ha interesado recientemente al Gran Canciller de la Orden, Albrecht Freiherr von Boeselager”.
El 14 de diciembre pasado, el Gran Maestre, con el voto del Soberano Consejo, nombró a John Edward Critien como Gran Canciller interino.
La destitución del anterior Gran Canciller sería motivada por actitudes permisivas en asuntos sanitarios relacionados con temas morales, como, según ha trascendido, no haber logrado evitar la distribución de preservativos en alguna estructura sanitaria de la Orden.
Respondiendo a la Santa Sede, el gran magisterio de la Orden señaló que “la sustitución del Gran Canciller anterior es un acto de la administración interna del gobierno de la Soberana Orden de Malta y, en consecuencia, cae exclusivamente dentro de su competencia”. Asegura que “el mencionado nombramiento del grupo es el resultado de un malentendido de parte de la Secretaría de Estado de la Santa Sede”.
El Gran Maestre aclaró –-proseguía el comunicado– respetuosamente la situación ayer por la tarde en una carta al Sumo Pontífice, explicando las razones por las cuales las sugerencias hechas por la Secretaría de Estado eran inaceptables.
Al mismo tiempo el gran magisterio de la Orden “aseguró al Santo Padre su devoción filial y pidió al Pontífice la Bendición Apostólica, tanto para él como para la Soberana Orden de Malta, sus 13.500 miembros y sus 100.000 empleados y voluntarios que seguirán proporcionando una presencia hospitalaria estable y eficiente en más de 120 países en el mundo según el antiquísimo carisma de la Orden de Malta”.
La Soberana Orden de Malta es una orden religiosa de la Iglesia católica desde 1113. En su web indica que es neutra, imparcial y apolítica. Actualmente, la Orden de Malta está presente en 120 países con proyectos médicos, sociales y humanitarios en favor de los necesitados. Día tras día, sus proyectos sociales de amplio espectro ofrecen un apoyo constante a las personas olvidadas o excluidas de la sociedad.
La misión principal de la Orden es ayudar a las personas víctimas de conflictos armados y desastres naturales, ofreciendo asistencia médica, atendiendo a los refugiados y distribuyendo fármacos y material básico de supervivencia.
Leer también: La Orden de Malta no acepta una investigación de la Santa Sede


El Papa expresa su cercanía a damnificados por incendios en Chile
Posted by Redaccion on 25 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).-El papa Francisco reza por los fallecidos y afectados por los incendios que golpean diversas zonas del país. Asimismo, pide fortaleza y consuelo para los damnificados. Y del mismo modo, invita a atenuar el dolor con generosidad y caridad.
A través de una carta firmada por el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y dirigida al presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, monseñor Santiago Silva, el Papa Francisco “expresa su cercanía y solidaridad con las familias que han sufrido los devastadores incendios forestales que han causado graves daños en la región central del país”.
En la misiva, publicada en la página web de la Conferencia Episcopal Chilena, indica que “el Santo Padre, al conocer la triste noticia de los incendios que han afectado a ese querido país, ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos”. Al mismo tiempo, expresa su “cercanía espiritual a los heridos y a cuantos sufren las consecuencias de esta catástrofe”.
Por otro lado, el Pontífice también solicita que se transmita a los familiares de las víctimas su más sentido pésame, a la vez que “eleva oraciones para que el Señor conceda fortaleza y consuelo a los damnificados por las deflagraciones e inspire en todos sentimientos de solidaridad, para que en estos momentos tan difíciles colaboren eficazmente, con generosidad y caridad, a atenuar el dolor y a superar las adversidades, mientras les imparte de corazón la confortadora bendición apostólica”.



El nuevo prelado del Opus Dei: ‘Jóvenes, familia y pobreza son hoy los retos de los cristianos’
Posted by Redaccion on 25 January, 2017



(ZENIT – Roma).- El nuevo prelado del Opus Dei, monseñor Fernando Ocáriz, mantuvo este martes por la tarde un encuentro con un centenar de profesionales de la comunicación. Nacido en París en 1944, indicó que se encontraba “sereno y tranquilo” ante el nombramiento como prelado, con la seguridad de que “si Dios ha querido esto, Dios me dará la ayuda necesaria para llevarlo adelante, a través de la oración de los fieles de la prelatura y de tantos amigos”.
En su intervención realizada en la Universidad de la Santa Cruz, agradeció a Dios, a los electores y al papa Francisco “la confianza” manifestada. “Si pienso en los tesoros que nos han dejado san Josemaría, el beato Álvaro y el último prelado que, humana y sobrenaturalmente, tenían una grandeza muy notable, no me siento digno. Confío en la oración de tantas personas y estoy seguro de que Dios me ayudará”.
Sobre el trabajo del Opus Dei para los próximos años, el prelado señaló que “los desafíos son los mismos que se encuentran los cristianos de hoy”. Se refirió concretamente a los jóvenes, la familia, la lucha contra la pobreza y los enfermos. “En la prelatura se hace un amplio trabajo para ayudar a las familias”, aseguró. “El Papa Francisco insiste continuamente en la pastoral familiar, como se ha visto con el Sínodo o la carta apostólica Amoris Laetitia. Nosotros queremos seguir sus exhortaciones”.
Monseñor Fernando Ocáriz recordó que su nombramiento ha tenido lugar en la Semana de oración por la unidad de los cristianos. “Esto me hace pensar en lo que dice el Papa Francisco: construir puentes. No debemos ser personas que buscan el enfrentamiento, que no lleva a ninguna parte y puede ocasionar faltas de caridad. No hablo de irenismo: es posible ser amigos y tener ideas diferentes. El puente de la amistad puede llevar a la comunión de ideas”.
Mons. Mariano Fazio, vicario general, acompañó al nuevo prelado al encuentro con periodistas. En la tarde del lunes comunicó la decisión del Congreso electivo al Santo Padre. “El Papa Francisco firmó el nombramiento inmediatamente. Dijo que este es un momento importante para el Opus Dei, pues por primera vez será guiado por una persona que no ha trabajado estrechamente con san Josemaría. Pidió que, siendo muy fieles al espíritu del fundador, se afronten con audacia los retos del futuro”, comentó Mons. Mariano Fazio.
Francisco le regaló un medallón de la Virgen al nuevo prelado. El próximo 27 de enero, tendrá lugar el ingreso solemne de Mons. Fernando Ocáriz en la iglesia de Santa María de la Paz, donde se encuentra la sede del prelado del Opus Dei.
Leer también. Francisco nombra prelado del Opus Dei a Mons. Fernando Ocáriz


Mons. Viganò a los periodistas: ‘No fomentar las divisiones sino la cultura del encuentro’
Posted by Sergio Mora on 25 January, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- San Francisco de Sales el patrono de los periodistas “no adoptó la estrategia de la polémica, aunque sufrió verdaderos y propios atentados, sino que eligió el método del anuncio misionero de la comunicación simple y ordinaria”, y el papa Francisco “parece casi hacer eco a esta estrategia comunicativa”.
Lo indicó este martes el prefecto para la Secretaría de la Comunicación de la Santa Sede, Mons. Dario Viganò, al celebrar una misa con un centenar de periodistas y personas relacionadas con la comunicación de la Santa Sede, celebrada en la capilla de la Radio Vaticano.
En este sentido Mons. Viganò añadió que san Francisco de Sales escribía sus ‘memoriales’, folletos semanales “en los cuales explicaba con un lenguaje claro y eficaz las verdades de la fe”, en un momento “incandescente de la dialéctica entre Reforma y Contra-Reforma, ofreciéndonos un ejemplo de equilibrio y de sabiduría comunicativa”.
“Amar la verdad no significa solamente afirmar, sino vivirla, dando testimonio con el propio trabajo” explicó, además de “vivir y trabajar con coherencia respecto a las palabras que se usan para un artículo de diario o para un servicio de televisión”. Porque “la cuestión aquí –dice el Papa– no es ser o no ser un creyente sino ser o no ser honesto consigo mismo y con los otros”, porque “relación de hecho es el corazón de toda comunicación”.
Invitó así a los periodistas a rezar al Señor para volverse “un instrumento de construcción del bien común, de aceleradores de procesos de reconciliación”, para que “nuestro corazón y nuestro trabajo sepa rechazar la tentación de fomentar el enfrentamiento con un lenguaje que sopla sobre el fuego de las divisiones”, cuando debemos tener “un lenguaje que favorezca la cultura del encuentro, porque nuestra misión es recordar a todos que no hay conflicto que no pueda ser resuelto cada día por hombres de buena voluntad”.


Nueva jefa editorial en ZENIT
Posted by Redaccion on 25 January, 2017



(ZENIT – Roma).- La periodista francesa Anita Bourdin pasa a ser la nueva jefe editorial de ZENIT, después de varios años durante los cuales el periodista italiano Antonio Gasparri dirigió con gran competencia a esta agencia de noticias.
Anita Bourdin está acreditada como periodista ante la Santa Sede desde 1995. Ha terminado sus estudios universitarios en Letras modernas y clásicas, en París IV, Sorbone; y en teología bíblica (IET Bruselas). Obtuvo la habilitación al doctorado en teología bíblica en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y un master en periodismo en la IJRS de Bruselas.
Después de haber sido profesora en la Educación nacional (CAPES) puso en marcha en enero de 1999 el servicio en francés de ZENIT. Es corresponsal en Roma desde el 2000 de Radio Espérance. Ha colaborado con diversas publicaciones católicas en Francia. Es una laica consagrada en el Ordo Virginum de la diócesis de París.


¿Que es el Sacramento de la Confirmación?
Posted by Catholic.net on 25 January, 2017



El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.
En este sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.
El día de Pentecostés – cuando se funda la Iglesia – los apóstoles y discípulos se encontraban reunidos junto a la Virgen. Estaban temerosos, no entendían lo que había pasado – creyendo que todo había sido en balde – se encontraban tristes. De repente, descendió el Espíritu Santo sobre ellos –quedaron transformados – y a partir de ese momento entendieron todo lo que había sucedido, dejaron de tener miedo, se lanzaron a predicar y a bautizar. La Confirmación es “nuestro Pentecostés personal”. El Espíritu Santo está actuando continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación – al descender el Espíritu Santo sobre nosotros – es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.
Institución
El Concilio de Trento declaró que la Confirmación era un sacramento instituido por Cristo, ya que los protestantes lo rechazaron porque – según ellos – no aparecía el momento preciso de su institución. Sabemos que fue instituido por Cristo, porque sólo Dios puede unir la gracia a un signo externo.
Además encontramos en el Antiguo Testamento, numerosas referencias por parte de los profetas, de la acción del Espíritu en la época mesiánica y el propio anuncio de Cristo de una venida del Espíritu Santo para completar su obra. Estos anuncios nos indican un sacramento distinto al Bautismo. El Nuevo Testamento nos narra como los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las manos, comunicando el Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la gracia del Bautismo. “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo”. (Hech. 8, 15-17;19, 5-6).
El Signo: La Materia y la Forma
Dijimos que la materia del Bautismo, el agua, tiene el significado de limpieza, en este sacramento la materia significa fuerza y plenitud. El signo de la Confirmación es la “unción”. Desde la antigüedad se utilizaba el aceite para muchas cosa: para curar heridas, a los gladiadores de les ungía con el fin de fortalecerlos, también era símbolo de abundancia, de plenitud. Además la unción va unido al nombre de “cristiano”, que significa ungido.
La materia de este sacramento es el “santo crisma”, aceite de oliva mezclado con bálsamo, que es consagrado por el Obispo el día del Jueves Santo. La unción debe ser en la frente.
La forma de este sacramento, palabras que acompañan a la unción y a la imposición individual de las manos “Recibe por esta señal de la cruz el don del Espíritu Santo” (Catec. no. 1300) . La cruz es el arma conque cuenta un cristiano para defender su fe.


Beato Miguel Kozal – 26 de enero
Posted by Isabel Orellana Vilches on 25 January, 2017



(ZENIT – Madrid).- No existe ningún integrante de la vida santa que haya puesto en duda, ni siquiera someramente, la grandeza de la Iglesia fundada por Cristo; esta flaqueza no anida en sus corazones. Habrán podido atravesar situaciones complejas, sufrir ciertos desaires infligidos por alguno de sus miembros, pero han tenido claro, sin tener que detenerse a reflexionarlo, que existe una clara disociación entre estos deslices de mayor o menor gravedad causados por personas concretas, y la Iglesia como tal, que es santa. Lucharon por ella unidos a los pontífices del momento y se avinieron a padecer las contrariedades que les salieron al paso sabiendo que sobre sus hombros debía descansar el preciado legado que Cristo había ofrecido al mundo. Incontables hombres y mujeres de todos los siglos han mostrado fehacientemente su fidelidad, y muchos la han llevado al extremo entregando de forma literal su vida, como hizo Miguel Kozal, un martirio al que en no pocas ocasiones, como le sucedió a él, les han conducido razones de índole política.
Nació el 25 de septiembre de 1893 en una localidad polaca cercana a Poznan. Su infancia se caracterizó por una inclinación natural a lo religioso. Sus padres inculcaron a su numerosa prole el amor a Dios. Como se había criado en una familia pobre, sabía lo que era la abnegación y el valor del esfuerzo. Fue uno de esos alumnos ejemplares que a veces pueblan las aulas, y se integró activamente en la organización católica clandestina «Asociación Tomás Zen». Inquieto por la injerencia del estado alemán en la educación, puso sus dotes al servicio de la defensa de ésta, y fue nombrado presidente de la organización. En 1914 ingresó en el seminario Leonium de Poznan, aunque la Primera Guerra Mundial le obligó a recluirse en Gniezno, donde concluyó los estudios eclesiásticos. Fue ordenado sacerdote en 1918. Ejerció un ejemplar ministerio pastoral como párroco en distintos lugares. Fue prefecto de una escuela femenina de humanidades, director espiritual del seminario mayor de Gniezno y su rector, pese a no contar con la titulación académica pertinente.
En junio de 1939 Pío XII le encomendó la sede de Wloclawek, a la que fue enviado como obispo auxiliar. Era un lugar altamente comprometido y peligroso, ya que el Führer desplegaba desde allí todo su poder militar con objeto de invadir Rusia. De hecho, el 1 de septiembre los nazis ocuparon Polonia. Y las gentes, aterradas por la situación, acudían al beato en busca de consuelo. Para los fieles las dificultades aún eran mayores, y Miguel no estaba dispuesto a encajar el trato injusto y discriminatorio que recaía sobre todos ellos. Habían cercenado de raíz las actividades pastorales, clausuradas las publicaciones católicas, se apoderaron de los bienes patrimoniales de la Iglesia y fueron encarcelando a los sacerdotes. En estas penosas condiciones, Miguel seguía asistiendo a todos y negándose a abandonar la ciudad, pese a que así lo reclamaban las autoridades.
Su enérgica oposición a la intervención nazi, que despojó a la Iglesia de todo derecho, y su insistente defensa de la fe y de la libertad, amén de su negativa a aceptar las directrices que le dieron, supuso su arresto domiciliario por parte de la Gestapo en noviembre de 1939. Con él detuvieron a otros compañeros sacerdotes. Ya entonces fue sometido a torturas y lo mantuvieron aislado. Pero su fe era imbatible y al proseguir la obligada reclusión domiciliaria en Lad, como tenía cerca a otros seminaristas y sacerdotes del Instituto Salesiano, volvió a reconstruir el seminario dentro de la clandestinidad. Precisamente allí haría entrega a Dios de su vida, pensando en la Iglesia y en su amada Polonia.
Los nazis fueron diezmando el clero en los campos de concentración, y Miguel contemplaba impotente y lleno de aflicción la tragedia que acontecía ante sus ojos. Ni siquiera los esfuerzos diplomáticos de la Santa Sede fueron capaces de trocar un ápice la sinrazón del ejército invasor. A primeros de abril de 1941 siguió los pasos de los sacerdotes que le habían precedido en el martirio. Fue deportado al campo de concentración de Inowroclaw. Las torturas le causaron graves lesiones en los miembros inferiores y en la oreja izquierda. Y a finales de ese mismo mes y año fue enviado al campo de concentración de Dachau. Le esperaban otros años de periódicos suplicios. Finalmente, cuando ya estaba aquejado de tifus, el 26 de enero de 1943 uno de los médicos le aplicó una dosis de veneno en el brazo, y este mártir de la fe entregó su alma a Dios. Un integrante del grupo de médicos, dijo: «Así será más fácil el camino a la eternidad». Su cuerpo fue incinerado en el horno crematorio de Dachau el 30 de enero de 1943. Es uno de los miles de mártires polacos que testificaron su fe dando su vida. Fue beatificado por Juan Pablo II el 14 de junio de 1987.