Servicio diario - 02 de febrero de 2017


 

El Papa celebra la misa por la Jornada de la Vida Consagrada
Posted by Sergio Mora on 2 February, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En la festividad de la Presentación del Señor, y en la XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el papa Francisco presidió en la basílica vaticana de San Pedro la santa misa.
El Santo Padre vistiendo paramentos blancos y portando el palio, celebró junto a sacerdotes de órdenes, congregaciones e institutos religiosos. El coro de la Capilla Sixtina acompañó la liturgia con sus cantos polifónicos y gregorianos.
En la misa participaron miembros de los Institutos de vida consagrada quienes vestían sus hábitos, de diversos colores y confecciones, pero también miembros de las Sociedades de vida apostólica, con sus vestidos diarios.
La ceremonia se abrió con la bendición de las velas, en el día de la Virgen de la Candelaria, y la procesión siguió con la celebracion eucarística.
Un ícono representando a la Vírgen María con el Niño estaba en el lado izquierdo del altar con un hermoso arreglo floral blanco.
En su homilía Francisco recordó que “Poner a Jesús en medio de su pueblo es tener un corazón contemplativo, capaz de discernir como Dios va caminando por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, en nuestros barrios. Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar”.
Advirtió también “la tentación de supervivencia nos hace olvidar la gracia, nos convierte en profesionales de lo sagrado pero no padres, madres o hermanos de la esperanza que hemos sido llamados a profetizar”.
Al concluir la celebración, el cardenal Joao de Aviz, prefecto de la Congregación de la Vida Consagrada y Sociedades de vida apostólica, señaló que al renovar los votos religiosos, se reproponen ese primer sí dado a Jesús. La misa concluyó con el canto de la Salve Regina, y al salir inciensó el pesebre ubicado en el ingreso de la basílica.


Texto completo de la homilía del papa Francisco en la XXI Jornada de la Vida consagrada
Posted by Sergio Mora on 2 February, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En la festividad de la Presentación del Señor, y en la XXI Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el papa Francisco presidió en la basílica vaticana de San Pedro la santa misa junto a sacerdotes de órdenes, congregaciones e institutos religiosos.
A continuación el texto completo:
Cuando los padres de Jesús llevaron al Niño para cumplir las prescripciones de la ley, Simeón «conducido por el Espíritu» (Lc 2,27) toma al Niño en brazos y comienza un canto de bendición y alabanza: «Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos; luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,30-32).
Simeón no sólo pudo ver, también tuvo el privilegio de abrazar la esperanza anhelada, y eso lo hace exultar de alegría. Su corazón se alegra porque Dios habita en medio de su pueblo; lo siente carne de su carne. La liturgia de hoy nos dice que con ese rito, a los 40 días de nacer, el Señor «fue presentado en el templo para cumplir la ley, pero sobre todo para encontrarse con el pueblo creyente» (Misal Romano, 2 de febrero, Monición a la procesión de entrada).
El encuentro de Dios con su pueblo despierta la alegría y renueva la esperanza. El canto de Simeón es el canto del hombre creyente que, al final de sus días, es capaz de afirmar: Es cierto, la esperanza en Dios nunca decepciona (cf. Rm 5,5),
Él no defrauda. Simeón y Ana, en la vejez, son capaces de una nueva fecundidad, y lo testimonian cantando: la vida vale la pena vivirla con esperanza porque el Señor mantiene su promesa; y será, más tarde, el mismo Jesús quien explicará esta promesa en la Sinagoga de Nazaret: los enfermos, los detenidos, los que están solos, los pobres, los ancianos, los pecadores también son invitados a entonar el mismo canto de esperanza. Jesús está con ellos, él está con nosotros (cf. Lc 4,18-19).
Este canto de esperanza lo hemos heredado de nuestros mayores. Ellos nos han introducido en esta «dinámica». En sus rostros, en sus vidas, en su entrega cotidiana y constante pudimos ver como esta alabanza se hizo carne. Somos herederos de los sueños de nuestros mayores, herederos de la esperanza que no desilusionó a nuestras madres y padres fundadores, a nuestros hermanos mayores.
Somos herederos de nuestros ancianos que se animaron a soñar; y, al igual que ellos, hoy queremos nosotros también cantar: Dios no defrauda, la esperanza en él no desilusiona. Dios viene al encuentro de su Pueblo. Y queremos cantar adentrándonos en la profecía de Joel: «Derramaré mi espíritu sobre toda carne, vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y visiones» (3,1). Nos hace bien recibir el sueño de nuestros mayores para poder profetizar hoy y volver a encontrarnos con lo que un día encendió nuestro corazón. Sueño y profecía juntos.
Memoria de cómo soñaron nuestros ancianos, nuestros padres y madres y coraje para llevar adelante, proféticamente, ese sueño. Esta actitud nos hará fecundos pero sobre todo nos protegerá de una tentación que puede hacer estéril nuestra vida consagrada: la tentación de la supervivencia. Un mal que puede instalarse poco a poco en nuestro interior, en el seno de nuestras comunidades.
La actitud de supervivencia nos vuelve reaccionarios, miedosos, nos va encerrando lenta y silenciosamente en nuestras casas y en nuestros esquemas. Nos proyecta hacia atrás, hacia las gestas gloriosas —pero pasadas— que, lejos de despertar la creatividad profética nacida de los sueños de nuestros fundadores, busca atajos para evadir los desafíos que hoy golpean nuestras puertas. La psicología de la supervivencia le roba fuerza a nuestros
carismas porque nos lleva a domesticarlos, hacerlos «accesibles a la mano» pero privándolos de aquella fuerza creativa que inauguraron; nos hace querer proteger espacios, edificios o estructuras más que posibilitar nuevos procesos.
La tentación de supervivencia nos hace olvidar la gracia, nos convierte en profesionales de lo sagrado pero no padres, madres o hermanos de la esperanza que hemos sido llamados a profetizar. Ese ambiente de supervivencia seca el corazón de nuestros ancianos privándolos de la capacidad de soñar y, de esta manera, esteriliza la profecía que los más jóvenes están llamados a anunciar y realizar.
En pocas palabras, la tentación de la supervivencia transforma en peligro, en amenaza, en tragedia, lo que el Señor nos presenta como una oportunidad para la misión. Esta actitud no es exclusiva de la vida consagrada, pero de forma particular somos invitados a cuidar de no caer en ella. Volvamos al pasaje evangélico y contemplemos nuevamente la escena.
Lo que despertó el canto en Simeón y Ana no fue ciertamente mirarse a sí mismos, analizar y rever su situación personal. No fue el quedarse encerrados por miedo a que les sucediese algo malo. Lo que despertó el canto fue la esperanza, esa esperanza que los sostenía en la ancianidad. Esa esperanza se vio recompensada en el encuentro con Jesús. Cuando María pone en brazos de Simeón al Hijo de la Promesa, el anciano empieza a cantar sus sueños.
Cuando pone a Jesús en medio de su pueblo, este encuentra la alegría. Y sí, sólo eso podrá devolvernos la alegría y la esperanza, sólo eso nos salvará de vivir en una actitud de supervivencia. Sólo eso hará fecunda nuestra vida y mantendrá vivo nuestro corazón.
Poniendo a Jesús en donde tiene que estar: en medio de su pueblo. Todos somos conscientes de la transformación multicultural por la que atravesamos, ninguno lo pone en duda. De ahí la importancia de que el consagrado y la consagrada estén insertos con Jesús, en la vida, en el corazón de estas grandes transformaciones. La misión —de acuerdo a cada carisma particular— es la que nos recuerda que fuimos invitados a ser levadura de esta masa concreta.
Es cierto podrán existir «harinas» mejores, pero el Señor nos invitó a leudar aquí y ahora, con los desafíos que se nos presentan. No desde la defensiva, no desde nuestros miedos sino con las manos en el arado ayudando a hacer crecer el trigo tantas veces sembrado en medio de la cizaña.
Poner a Jesús en medio de su pueblo es tener un corazón contemplativo, capaz de discernir como Dios va caminando por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, en nuestros barrios. Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar. ¡Ponernos con Jesús en medio de su pueblo! No como voluntaristas de la fe, sino como hombres y mujeres que somos continuamente perdonados, hombres y mujeres ungidos en el bautismo para compartir esa unción y el consuelo de Dios con los demás.
Ponernos con Jesús en medio de su pueblo, porque «sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que [con el Señor], puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación. […] Si pudiéramos seguir ese camino, ¡sería algo tan bueno, tan sanador, tan liberador, tan esperanzador! Salir de sí mismo para unirse a otros» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87) no sólo hace bien, sino que transforma nuestra vida y esperanza en un canto de alabanza.
Pero esto sólo lo podemos hacer si asumimos los sueños de nuestros ancianos y los transformamos en profecía. Acompañemos a Jesús en el encuentro con su pueblo, a estar en medio de su pueblo, no en el lamento o en la ansiedad de quien se olvidó de profetizar porque no se hace cargo de los sueños de sus mayores, sino en la alabanza y la serenidad; no en la agitación sino en la paciencia de quien confía en el Espíritu, Señor de los sueños y de la profecía. Y así compartamos lo que no nos pertenece: el canto que nace de la esperanza.


La Orden de Malta asegura: “La intención de Francisco es reforzar nuestra misión”
Posted by Sergio Mora on 2 February, 2017



(ZENIT – Roma).- El gobierno de la Orden de Malta en una conferencia de prensa este jueves en Roma, señaló que el nombramiento de un delegado pontificio “no es una interferencia en nuestra soberanía” porque “nuestras relaciones soberanas están al servicio de la Iglesia”. Además “la intención del Papa es de reforzar nuestra misión y no de debilitarnos”.
Lo indicó el gran canciller de la Orden de Malta, Albrecht Boeselager, en una la Associazione Stampa Estera in Italia, acompañado por el director del Cuerpo de Socorro Italiano de la Orden, Mauro Casinghini.
“Esta crisis será algo efímero en nuestra historia si pensamos a la situación migratoria actual y a los miles de inmigrantes en condiciones desesperadas, porque “a dos horas de Roma vive gente en tiendas y con temperaturas bajo cero”, dijo el Gran Canciller desestimando así la polémica que se ha creado.
Lamentó que se haya puesto el problema surgido, como una contraposición entre la Orden de Malta y el papa Francisco, “lo que –aseveró– no es para nada verdadero”. No se trató de una lucha de personas, sino que tenía que ver más con la Constitucion y el Código de la Orden. La observancia de la Constitución misma estaba en juego, añadió.
La crisis:
La polémica entorno a la Orden de Malta partió el 14 de diciembre de 2016, cuando el gran maestre, fray Matthew Festing, con el voto del Soberano Consejo, nombró a John Edward Critien como Gran Canciller interino, destituyendo así a Albrecht Freiherr von Boeselager.
El motivo de la destitución era la distribución de preservativos en unos programas humanitarios relacionados con la Orden, los cuales fueron suspendidos. El gran maestre Albrecht precisó además que sobre el tema “mis amigos me ven más como del lado conservador”. Y que cuando hemos descubierto los programas “los hemos detenido inmediatamente” aunque “uno que era más complicado” en Birmania o Myanmar, “llevó más tiempo”.
La Santa Sede nombró entonces una comisión para profundizar las motivaciones de la destititución, a lo que la Orden se opuso inidicando un motivo de soberanía en su gobierno interno. A continuación, el 25 de enero el Gran Maestre de la Orden de Malta, Frey Matthew Festing, presentó su dimisión al Papa.
El informe de la comisión pontificia
Por lo que se refiere al informe de la comisión constituida por el Santo Padre, que en un primer momento fue rechazada por la Orden, Albrecht señaló que no sabe cuál es su contenido, pero que lo conocerán cuando el delegado pontificio sea nombrado. Consideró además que el delegado se concentrará en el lado religioso de la Orden, si bien reconoció que los caballeros profesos de la Órden son pocos, unos 55, y que probablemente se querrá ampliarlo.
Próximas elecciones:
Señaló que proximas elecciones son dentro de los tres meses después de la dimisión del gran Maestro, “o sea probablemente a mitad de abril”.
Declaración de principios:
“Hay muchos países e instituciones que violan los principios humanitarios, no he indicado a nadie en particular. Quiero reiterar no he atacado al gobierno de Hungría no tenemos tiempo para ello”. Reiteró entretanto que “no aceptaremos que los principios humanitarios sean violados por lo que se refiere a los inmigrantes y refugiados”.
Apoyo económico:
Para la Orden cumplir la propia misión depende del apoyo económico de miles de personas en todo el mundo, indicó el Gran Canciller. Uno es el trabajo de los voluntarios, otro son las donaciones en dinero. “Para las donaciones existen reglas y todos deben adherir: el primer principio es la legalidad. Otro criterio que aplicamos es que no haya conflicto de interés entre la Orden , el donante y los miembros de la Orden”. Además “cada donación va a un objetivo de la Orden y hay siempre una relación estrecha entre la Orden y sus donantes”. Señaló que a pesar de lo sucedido los donantes se han mantenido firmes.


El Papa impulsa un anti mannequin challenge para combatir la indiferencia
Posted by Redaccion on 2 February, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La edición de febrero de El Video del Papa se suma a la tendencia del mannequin challenge para invitar a todo el mundo a abandonar la cultura de la quietud y la indiferencia frente a los que más sufren. El Papa lanza la edición n° 14 del vídeo mediante el cual comparte sus intenciones de oración de mes con todo el mundo. Bajo el título “Acoger a los agobiados, pobres, refugiados y marginados”, Francisco pide por las personas que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad y desamparo.
En esta ocasión, el Pontífice se suma a la extendida práctica del mannequin challenge, que consiste en grabar un vídeo “donde se muestra a todos los protagonistas inmóviles como maniquíes, ubicados en alguna posición divertida o desafiante”. Pero aquí la propuesta es “ir exactamente hacia la dirección contraria y pretende advertir que la quietud y la indiferencia frente a los que sufren es una actitud que la sociedad debe revertir de manera urgente”.
“Vivimos en ciudades que construyen torres, centros comerciales, hacen negocios inmobiliarios, pero abandonan a una parte de sí en las márgenes, las periferias”, expresa Francisco, comparando la realidad de unos y otros en las sociedades modernas. Como consecuencia de esta situación –prosigue– grandes masas de la población, se ven excluidas, se ven marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. “No les abandones”, exhorta el Pontífice.
El Santo Padre invita a pedir junto a él “por aquellos que están agobiados, especialmente los pobres, los refugiados y los marginados, para que encuentren acogida y apoyo en nuestras comunidades”.
El padre Frédéric Fornos, SJ, director internacional de la Red Mundial de Oración del Papa y su rama de jóvenes, el Movimiento Eucarístico Juvenil (MEJ), indica que “este mes queremos unirnos, como expresa Francisco, con‘aquellos que están agobiados –especialmente los pobres, los refugiados y los marginados– para que encuentren acogida y apoyo en nuestras comunidades”.
Desde su lanzamiento en enero de 2016, el vídeo del Papa lleva más de 13 millones de visualizaciones en sus redes propias.



Mons. Becciu: “La política de Estados Unidos sobre migración nos preocupa”
Posted by Redaccion on 2 February, 2017



(ZENIT – Roma).- La Santa Sede mira con preocupación a la política de la administración Trump respecto a la inmigración. Lo anunció este miércoles Mons. Angelo Becciu sustituto para los asuntos generales de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, tras la inauguración del año académico de la Universidad Católica en Roma.
El prelado aseguró que “ciertamente hay preocupación”. Y añadió que “nosotros somos los mensajeros de otra cultura, la de la apertura”. Recordando que el Papa “insiste también en la capacidad de integrar a quien llega, a quien viene a nuestra sociedad y a nuestra cultura”.
Monseñor Becciu insistió en que “somos constructores de puente, no de muros”. Todos los cristianos –concluyó– debería ser fuertes en el reafirmar este mensaje.


Un libro sobre Vatileaks 2 para profundizar sobre un caso seguido por la prensa internacional
Posted by Sergio Mora on 2 February, 2017



(ZENIT – Roma).- En el libro Vatileaks 2, ‘El Vaticano a la prueba de la justicia y de los hombres’ recién publicado por la editora Rizzoli no hay documentos particularmente nuevos, no hay una exclusiva, sino elementos para profundizar. Lo indicó este jueves el padre Federico Lombardi, ex portavoz del Vaticano, en la presentación realizada en la asociación Stampa Estera en Italia, junto al otro autor, Massimiliano Menichetti.
Sobre la oportunidad o menos de haber realizado el juicio, el ex portavoz del Vaticano aseguró que “es mejor buscar la verdad que dejar de hacer un proceso por temor a un daño de imagen”. Y precisó que esta fue la línea tomada por Benedicto XVI en el caso de los abusos de menores.
La expresión Vatileaks se refiere a la fuga de noticias reservadas del Vaticano que sucedió bajo el pontificado de Benedicto XVI. Y el Vatileaks 2 fue el proceso judicial que el Vaticano inició el 24 de noviembre de 2015 a dos periodistas que con documentos de la comisión COSEA, creada por el papa Francisco para ordenar las finanzas del Vaticano, escribieron dos libros. Los documentos fueron filtrados por el sacerdote español Lucio Vallejo Balda, condenado a 18 meses de detención con pena suspendida desde noviembre de 2016, y la relaciones pública Francesca Immacolata Chaouqui, con sentencia a 8 meses con pena suspendida. Los periodista Gianluigi Nuzzi autor del libro Vía Crucis, y Emiliano Fittipaldi, del volumen Avaricia, fueron absueltos.
“Es una presentación objetiva, con la finalidad de dar una documentación adecuada, suficientemente amplia, para saber que fue este proceso y las motivaciones de la sentencia” dijo Lombardi. O sea, no se habla de las discusiones o temas de la Comisión COSEA a la que el papa Francisco le encomendó un informe sobre la finanza en el Vaticano, sino el proceso y cómo se realizó.
La Magistratura del Vaticano, independiente y autónoma, debe vigilar sobre la observancia de las leyes. Esto es poco conocido, dijo el ex director de la oficina de prensa de la Santa Sede, y poder seguir los pasos de un proceso tiene importancia para entender las instituciones del Vaticano y su modo de operar. Tal y como lo hicieron los jueces, en particular sobre la libertad de prensa.
Por su parte Massimiliano Menichetti, periodista de la Radio Vaticano, explicó que tuvo gran libertad para seguir todo el proceso judicial sin que nunca nadie le dijera qué publicar o no.
“El proceso demuestra que un periodista puede hablar libremente sobre el Vaticano”, concluyó Menichetti, y el riesgo “es desproporcionar un evento para intentar tener una exclusiva”, incluso descalificando a los demás.



Los salesianos presentan en un documental el drama de los niños soldado
Posted by Sergio Mora on 2 February, 2017



(ZENIT – Roma).- Los salesianos han presentado este jueves en Roma el documental ‘Alto el Fuego’ con el cual narran el drama de los niños soldados en Colombia.
Historias tremendas, de pequeños que han debido asesinar a sus familiares, niñas de 9 o 10 años violadas o usadas como esclavas sexuales, vida bajo disciplina paramilitar que les lleva a aniquilar su personalidad, niños que quedan analfabetos o que nunca fueron a la escuela.
“Cambia su futuro” es la campaña de recuperación de los salesianos. “La educación es nuestra herramienta” indican, porque aseguran que“los niños son nuestra prioridad”. El documental recoge testimonios de adolescentes, que han vivido en ese infierno y rescatados reconstruyen su vida sin por ello eliminar enteramente las heridas.
El documental además de ilustrar, manifiesta la esperanza de que los acuerdos de paz en curso entre el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la narcoguerrilla FARC puedan superar este conflicto armado que dura desde hace 52 años y que ha producido cientos de miles de muertos.
El padre Rafael Bejarano de la pastoral juvenil señaló que el proceso de integración que realizan en Ciudad Don Bosco, comprende inserción laboral, sanitaria, educativa. Los niños son ‘desvinculados’ como víctimas de la guerrilla, en cambio los adultos se llaman ‘desmovilizados’, y los programas de recuperación son diversos. Los salesianos estiman que aún quedan de 8 mil a 13 mil menores en las filas de la guerrilla o paramilitares.
Dos jóvenes, “Catalina” y “Manuel”, nombres que usarán durante estos días, narraron sus experiencias y la situación que vivieron. Catalina, de casi 20 años, entró voluntariamente en las FARC, tenía 13 años cuando fue enrolada, debido también a problemas familiares. “A los 8 días me dieron un arma más grande que yo” y a los 15 días “tuve el primer enfrentamiento con el Ejército”. Le siguieron los bombardeos con helicópteros y quedaron 22 de los 44 que estaban. “Sabía que desertar significaba la pena de muerte”, pero a pesar de ello se escapó. “Ahora estoy terminando la secundaria y me preparo para estudiar enfermería”, dijo.
Manuel, 19 años, en cambio narró su ingreso en el 2013 y su permanencia de un año. Ingresó en parte por curiosidad y siguiendo a su hermano, “hasta que lo mataron y entonces me pregunté ¿Qué hago yo aquí?”. Añadió: “Salí siendo analfabeto, en cambio ahora estudio y trabajo”.
Manuel no puede retornar a su casa porque su familia vive en el campo y por lo tanto está desprotegida. Catalina en cambio, puede tener encuentros con su familia en lugares protegidos, indicó el padre Bejarano.
Interrogado por ZENIT sobre el referéndum en Colombia, en el cual no fue aprobado el acuerdo de paz entre el Gobierno y la guerrilla FARC, señaló que “en Colombia hay una polarización en la población civil”, la cual “ha sufrido mucho”. Señaló que son una nación con poca participación y formación política. “El pueblo sabe lo que le gusta o no le gusta” y a la pregunta si creían que los acuerdos garantizaba la paz, “el 51 votó no, pero a la pregunta era sobre al acuerdo y no a la paz”. Significaba que era necesario reforzar el acuerdo, el que después ha sido aprobado a través del Congreso. Señaló también que en Ecuador se tomarán los diálogos con la segunda guerrilla del país, el ELN.
“Tenemos una nación de esperanza, no de violencia, que no quiere ocultar la realidad pero enfrentarlos, poniéndolo sobre la mesa, y para esto pedimos también la ayuda de la prensa internacional”, indicó el responsable de la pastoral juvenil.
La cantidad de niños que atienden los salesianos no coinciden con las cifras de menores enrolados proporcionada por la guerrilla que dice tener solamente a 8. Aunque precisa el padre Bejarano, los 2.300 que atendieron desde el año 2000 y actualmente el trabajo que realizamos con un centenar, indica que la proyección de las cifras dadas “no concuerda”.


La belleza de la familia
Posted by Catholic.net on 2 February, 2017



Por una obligación personal contraída, hace unos meses tuve que hablar en público de la exhortación apostólica Amoris laetitia. No voy a trasladar aquí el contenido de este documento de la Iglesia porque ese no es el propósito de este artículo, pero su estudio sí que provocó en mí algunas reflexiones que quiero compartir en voz alta.
La primera está en señalar la enorme preocupación de la Iglesia por la familia. Nunca, a lo largo de los siglos, ha habido ninguna otra institución natural tan atacada como lo está siendo ahora la familia, ninguna tan zarandeada y tan herida. Creo que se puede decir, sin miedo a exagerar, que actualmente no tenemos otro problema de mayor hondura. Y no será que andamos escasos de problemas serios: los derivados de la política y de la economía, las dificultades sociales de todo tipo (el suicidio demográfico, la juventud y su futuro, la inseguridad, la soledad, el paro laboral…). Muchos y muy graves, pero ninguno tan preocupante en estos momentos como el cúmulo de dificultades con las que se encuentra la vida familiar. Estamos ante un problema con varias caras, que nos afecta a todos en diversa medida, un problema que a muchos les está suponiendo sufrimientos muy dolorosos, de los cuales una parte se exterioriza abiertamente mientras que otra buena parte queda ahogada en el más callado de los silencios.
Pienso ahora especialmente en los muchachos jóvenes, chicos y chicas, llamados al matrimonio y a la fundación de familias nuevas. ¡Qué complicado lo tienen, qué difícil! Tanto que muchos optan por no casarse porque no se ven a sí mismos como artífices de sus propias familias. Y no porque la convivencia no les resulte deseosa, que es tan apetecible como siempre, pero establecerla a través del matrimonio, no. Y menos aún si hay que pensar en fundar una familia. ¿Este modo de proceder es egoísmo?, ¿este rechazo al compromiso es culpable? Si lo fuera, ¿los culpables son ellos? Solo Dios sabe. A mí lo que sí me produce es una pena grande porque veo que no sueñan con ser esposos y esposas, padres y madres. Me da pena por ellos porque los sueños son un trampolín imprescindible para llevar la vida adelante con ánimo, y me da pena por la asfixia social que supone la falta de familias nuevas. Me da pena porque escaseando los niños y los jóvenes, escasea mucha vida. Algo falla cuando resulta más atrayente un currículo cargado de títulos que un hogar cargado de hijos. Algo muy serio debe estar fallando cuando hemos subordinado el proyecto de familia al proyecto de trabajo, en lugar de hacerlo al revés. Mucho estamos fallando cuando hemos asumido como normal la falta de fecundidad, poniendo el tope al número de hijos en dos, en uno o en ninguno. Algo falla cuando a los jóvenes, a sus padres y a sus maestros les parecen más importantes los proyectos de los hombres que los proyectos de Dios, sin caer en la cuenta, unos y otros, de que cada familia es un proyecto de Dios para sus miembros.
Si del celo que ponemos en su formación académica y profesional, pusiéramos una décima parte en su formación como futuros padres y madres, a algunos nos parecería un éxito. Al decir esto no estoy arremetiendo contra la formación, entre otros motivos porque he dedicado la totalidad de mi vida laboral a formar académicamente a centenares de muchachos, haciendo cuanto he podido para ayudarles a que llegaran tan alto como les fuera posible. Pero los hechos son tozudos, y es claro que en nuestra sociedad actual necesitamos muchos más esposos y esposas que técnicos y graduados, de la misma manera que nos hacen más falta niños que mascotas. Con un añadido, y es que los graduados, una vez graduados ya no se desgradúan. Nadie en sus cabales rompe un título universitario y tira los trozos a la papelera, aunque el título no lo pueda ejercer, mientras que son muchos los que hacen trizas su matrimonio. Redondeando las estadísticas de los últimos años, en España el número de divorcios por año dobla el de matrimonios contraídos.
Nadie dilata voluntariamente durante años y años la consecución de un título o de unas oposiciones y en cambio nuestros jóvenes, en general no se casan; bien porque rehúsan el matrimonio, bien porque los que se casan, cuando lo hacen, ya no son jóvenes. ¿Son culpables de todo esto? Pienso que algo de culpa sí les tocará, pero yo me resisto a cargar sobre ellos la responsabilidad de que no sueñen o que tengan sueños de bajos vuelos porque la responsabilidad de los sueños no recae por entero en quien tiene que soñar. Los grandes responsables de los sueños de los niños y de los jóvenes somos los adultos. Padres, sacerdotes, maestros, catequistas, y en general formadores de opinión, somos a quienes nos corresponde animar, promover, alentar, ilusionar, abrir caminos.
Y esto no lo estamos haciendo, al menos no lo estamos haciendo en la medida que socialmente necesitamos. No me refiero a la sociedad en general, porque la sociedad en general no es conductora sino conducida. No lo están haciendo los gobernantes, a los cuales les corresponde una carga mayor de culpa, porque han recibido el encargo de trabajar por el bien común y el bien común pasa, necesariamente, por la promoción y el bienestar de la familia. Pero aún es más grave y mucho más doloroso que no lo estemos haciendo muchos cristianos, los que sí creemos en la familia y decimos defenderla. No la estamos defendiendo ni promocionando porque en buena parte hemos asumido los mismos planteamientos de quienes con sus ideas o su conducta están contribuyendo a su deterioro. Fuera de una minoría ejemplar y coherente, la gran mayoría de los bautizados, con culpa o sin culpa (eso Dios lo sabe) participamos de un estilo de vida y unas costumbres que son abiertamente contrarias a la doctrina de la Iglesia sobre la familia. He aquí algunos ejemplos:
– Aceptación de la convivencia entre personas del mismo sexo igualándolo con el matrimonio.
– No es difícil comprobar que la mayor parte de las parejas de novios que piden el matrimonio católico llevan años de cohabitación prematrimonial.
– La media en el número de hijos de los matrimonios cristianos no difiere sustancialmente de la media en otras formas de convivencia entre hombre y mujer.
– No hay grandes diferencias en los datos sobre rupturas de matrimonios contraídos por la Iglesia y el resto.
– Rechazo de la maternidad y de la ancianidad. Tanto el cuidado de los hijos como el de los ancianos se imponen sobre todo como cargas difíciles de asumir y de las que hay que desprenderse cuanto antes.
Estos males son solo una muestra de un repertorio mucho más extenso con los que las familias se enfrentan, pero yo no quiero dedicarles una sola línea más. Lo que corresponde ahora es ver qué podemos hacer nosotros, los hombres y mujeres de a pie, los que no tenemos grandes responsabilidades en este campo. Pienso en tres cosas:
1) Lo primero y más importante es rezar. Rezar mucho no tanto por la familia en general -que también- cuanto por las familias concretas que conocemos, por los matrimonios en riesgo de ruptura y por los hogares en dificultades.
2) En segundo lugar, viene bien llamar a las cosas por su nombre. Una separación o un divorcio no son opciones de vida sino fracasos. En muchos casos no serán fracasos culpables, pero son fracasos. Al decir esto no se me olvidan las víctimas de estos fracasos y su sufrimiento, víctimas inocentes, especialmente los hijos, pero también la persona que se ha visto burlada y engañada por quien le había prometido compañía, amor y fidelidad. Precisamente el hecho de que haya víctimas que sufren es lo que demuestra que el divorcio o la ruptura no son opciones a las que aspirar sino desgarros dolorosos. Llamar a las cosas por su nombre exige no frivolizar con algo tan serio como el matrimonio. Y es que desde hace ya décadas hemos frivolizado mucho con el divorcio, y lo seguimos haciendo. En muchos casos parece como si el hecho de divorciarse no fuera sino un signo de puesta al día, de estar a la última. Estoy convencido de que si por causas que ahora no se me alcanzan, de repente se pusiera de moda el matrimonio indisoluble y fiel, el número de divorcios descendería de forma significativa sin más motivo que estar en la corriente dominante.
3) En tercer lugar debemos actuar. Me refiero a los matrimonios que nos mantenemos unidos pese a los baches que podamos coger y las dificultades que haya que superar. Quienes no podemos influir directamente en las leyes ni disponemos de medios para generar corrientes de opinión puede parecer que no podemos hacer nada. Pero eso no es cierto. Tenemos una gran responsabilidad, especialmente los matrimonios cristianos, en mostrar la belleza del matrimonio y de la familia. No se trata de llevar adelante tareas especiales ni grandes trabajos, sino en no apagar la luz que nos ha sido dada. Luego, si hay matrimonios concretos a los que se piden otras responsabilidades, que respondan, pero en principio, todo matrimonio normal está llamado a ser luz para los que les rodean. A mí me parece que esto suele pasar desapercibido y por eso creo que viene bien recordarlo. Me vienen a la memoria unos versos de Antonio Machado:
El ojo que tú ves no es
ojo porque tú lo veas,
es ojo porque te ve.
Para hablar con rigor, habría que hacer alguna objeción importante a los versos de nuestro poeta, pero para el propósito que aquí se sigue, podemos parafrasearle y decir que la luz que un buen matrimonio desprende no es luz porque lo vean quienes la irradian, sino porque lo ven los demás. Ojalá haya muchos y ojalá sepamos ayudar a verlo, sobre todo a los jóvenes.
Por: Estanislao Martín Rincón | Fuente: Catholic.net


Santa María de San Ignacio (Claudine) Thévenet – 3 de febrero
Posted by Isabel Orellana Vilches on 2 February, 2017



(ZENIT – Madrid).- El perdón, ese acto sublime de amor con el que Dios signa nuestra vida, virtud imprescindible para todos, fue el detonante de la consagración de esta fundadora. Había nacido en Lyon, Francia, el 30 de marzo de 1774, en un momento histórico difícil marcado por la Revolución Francesa. Dos de sus siete hermanos, que no compartían los principios sustentados por este movimiento, luchando por preservar a Lyon de su hegemonía, fueron delatados por alguien y los detuvieron. Claudine iba a visitarlos cotidianamente a la prisión, y en enero de 1794 fueron ejecutados en presencia suya. Las últimas palabras que le dirigieron, en emocionado ruego, fueron explícita confesión de la fe que sus padres habían inculcado a todos sus hijos: «¡Ánimo Gladdy! Perdona, como nosotros perdonamos».
Imposible borrar esta petición cursada in extremis por sus queridos hermanos, en un instante tan dramático como aquél, y éste sería un preciado legado que orientó los pasos de la santa. Conocía el nombre del culpable de su muerte, pero se llevó ese secreto a la tumba. Perdonó, aunque el impacto del suceso le provocó una enfermedad de tipo nervioso. Era la segunda de los hermanos por orden de nacimiento, y tuvo que madurar pronto. Después de este terrible suceso su familia había quedado diezmada, como tantas otras. Y sus ojos no eran insensibles a la calamidad que veía en derredor suyo. Entonces se sintió llamada a socorrer a tantas personas que se habían quedado destrozadas por la barbarie; quería consolarlas y compartir con ellas la paz que emana de la oración continua. Tenia la experiencia de haber defendido su fe junto a otras jóvenes aún en medio de la revolución. Y ese sentimiento de amor, anclado en Cristo, guiaría sus pasos. Los niños y los jóvenes recibirían de ella esta catequesis; les enseñaría a amar a Jesús y a la Virgen María.
En el umbral del discernimiento se encontró con el padre André Coindre, fundador de los «Hermanos del Sagrado Corazón», que fue quien la ayudó a vislumbrar la voluntad divina. Él le expresó su convicción de que debía formar una comunidad por haber sido elegida por Dios para ello. Sucedió que el sacerdote se encontró en el atrio de la iglesia de Saint Nizier con dos pequeñas ateridas de frío que no tenían a nadie en el mundo, y Claudine, a petición suya, se ocupó de asistirlas. Creó una «Providencia del Sagrado Corazón» en 1815 encaminada a darles no solo cobijo sino también formación espiritual, una obra que se fue incrementando con otras niñas. Fue también presidenta de la «Asociación del Sagrado Corazón» hasta octubre de 1818, fecha en la que dejó su hogar y se instaló en una casa contando con lo justo para vivir junto a una huérfana, otra compañera, y un telar de seda. Y con ellas nació la Congregación de las Hermanas de Jesús y María teniendo la finalidad de dar formación espiritual a las jóvenes, en particular las que no tenían medios para procurársela.
El padre Coindre nuevamente la alentó a formar esta comunidad. Obedeció, aún con cierto temor: «Me parecía haberme lanzado a una empresa loca sin ninguna garantía de éxito». La Congregación se inició con niñas pobres y abandonadas menores de 20 años. Después acogió también a las de clases acomodadas. Decía: «hace falta ser madres de estos niños, sí, verdaderas madres tanto del alma como del cuerpo». La única deferencia que permitía era con los desfavorecidos: «A los únicos que permito son a los más pobres, a los más miserables, a quienes tienen los más grandes defectos, a ellos, sí, ámenlos mucho».
Al profesar en 1823 tomó el nombre de María de san Ignacio porque la transición entre la Asociación y la comunidad que puso en marcha se produjo el 31 de julio, efeméride del santo. En 1826 falleció el padre Coindre, y dos años más tarde murieron las primeras religiosas. Era un nuevo golpe para Claudine que, además, tuvo que luchar duramente para mantener incólume su fundación, ya que querían fusionarla con otra que acababa de ver la luz. Mujer valerosa, sensible, abnegada y atenta a las necesidades de cualquiera, era también emprendedora. A ella se debe la construcción de la capilla de la casa generalicia. El leitmotiv de su vida fue: «Hacer todas las cosas con el único deseo de agradar a Dios», «llevar una vida digna del Señor agradándole en todo». Falleció a los 63 años, tras una vida signada por el celo apostólico, la delicadeza y el olvido de sí, diciendo: «¡Qué bueno es Dios!». Había logrado «encontrar a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios», como deseó. Fue beatificada por Juan Pablo II el 4 de octubre de 1981. Él mismo la canonizó el 21 de marzo de 1993.