Servicio diario - 08 de febrero de 2017


 

El Papa en la audiencia: ‘Con la oración debemos sostenernos mutuamente en la esperanza’
Posted by Sergio Mora on 8 February, 2017




(ZENIT – Ciudad del Vaticano). El papa Francisco llegó como todos los miércoles a la audiencia general que se realizó en el Aula Pablo VI del Vaticano, debido al frío del invierno europeo. Los miles de peregrinos que allí le esperaban lo recibieron con gran entusiasmo y no faltó la oportunidad para que el Santo Padre pudiera bendecir a algunos niños y enfermos.
En el resumen de la catequesis que realizó en idioma español el Papa recordó que “siguiendo con la lectura de la Carta a los Tesalonicenses, reflexionamos hoy con san Pablo sobre la dimensión comunitaria y eclesial de la esperanza cristiana”.
Señaló así que “la esperanza, para alimentarse, tiene necesidad de un ‘cuerpo’, en el que todos los miembros se sostienen y se animan”, sin olvidar que “Nosotros formamos parte de un cuerpo que es la Iglesia, y estamos llamados a sostenernos mutuamente en la esperanza”.
“De aquí la necesidad -prosiguió Francisco- de rezar unos por otros, en especial por aquellos que tienen una responsabilidad o se encuentran en dificultad”.
Recordó también que “muchos hermanos nuestros nos enseñan a esperar y a mantener viva la esperanza. Los pobres y los humildes nos dan un gran testimonio de esto, porque experimentan cada día muchas pruebas, pero saben que más allá de la tristeza está el Señor, que es rico en misericordia y en paz”.
Aseguró además que “la Iglesia, este cuerpo al que pertenecemos, está animada por el Espíritu Santo. Su presencia en nosotros nos alienta a no temer algún mal, pues el Señor está a nuestro lado y nos cuida siempre”.
Al concluir el resumen, el Pontífice saludó “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España y Latinoamérica. Los animo a invocar la presencia del Espíritu Santo en sus vidas, también en medio de sus familias y comunidades, para que se avive en nosotros la llama de la caridad y nos haga signos vivos de la esperanza para toda la familia humana”.


El Santo Padre en la audiencia pide rezar por los Rohingyas y migrantes maltratados
Posted by Anita Bourdin on 8 February, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco ha abogado durante la audiencia general del 8 de febrero de 2017 en favor de la minoría musulmana de Birmania, los Rohingyas, perseguidos en su país y rechazados por todas partes, . “Ellos son gente buena, gente pacífica”, dijo el Papa.
El Santo Padre en el encuentro semanal que se realizó en el Aula Pablo VI del Vaticano recordó también a “los migrantes expulsados, explotados”, especialmente “nuestros hermanos Rohingyas, expulsados de Birmania, que van de aquí para allá porque nadie los quiere”.
Ellos son “gente buena y pacífica. Ellos no son cristianos pero son buenos, son nuestros hermanos y hermanas”, añadió afectuosamente, desencadenando los aplausos de los presentes.
Los Rohingyas, prosiguió el Papa, “sufren desde hace años, fueron torturados, asesinados, simplemente por tener sus tradiciones, su fe musulmana”.
Invitó así a “rezar por ellos a Nuestro Padre que está en el cielo, todos juntos, por nuestros hermanos y hermanas Rohingyas”.
De acuerdo a las informaciones de Arakan Project, la organización humanitaria que defiende los derehos de los Rohingyas, desde el 2010, unos 100 mil integrantes de esta minoría huyeron de Birmania por mar. La violencia entre los budistas radicales y Rohingyas ha producido después del 2012, más de 200 muertos y 140 mil desplazados.
No es la primera vez que el Papa expresa su solidaridad por este pueblo. En su homilía del 19 de mayo de 2015 en la Residencia Santa Marta en el Vaticano, pidió por ellos tras la llegada de miles de migrantes abandonados en las costas de Indonesia, Tailandia, y Malasia. “Pensemos hoy a los pobres Rohingyas de Birmania. Saliendo de su paria para escaparse de las persecuciones no saben más dónde ir. De hecho desde hace meses que están en sus botes… Ellos llegan a un puerto y le dan agua y comida, y les dicen: “váyanse”… Esto sucede hoy en día.
También en agoso de 2015, el Papa recordó la tragedia de este pueblo delante del Movimiento Eucarístico de Jóvenes: “Es un conflicto que no ha sido resuelto, es una guerra, y esto se llama violencia, esto se llama matar”.


Francisco en la audiencia: ‘Estaré en comunión con los peregrinos que festejan en Lourdes’
Posted by Anita Bourdin on 8 February, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “Estaré con todo mi corazón en comunión con los peregrinos que el sábado festejarán a Nuestra Señora de Lourdes, en particular con los enfermos”, dijo el papa Francisco en italiano, palabras inmediatamente traducidas en francés, durante la audiencia general de este miércoles 8 de febrero de 2017, en la Sala Pablo VI del Vaticano.
Los jóvenes franceses reaccionaron calurosamente a las palabras del Santo Padre y él les saludó con la mano, sonriendo al mirarlos.

Francisco saluda a los jóvenes franceses durante la audiencia
“Saludo cordialmente –dijo el Papa– a los peregrinos que hablan francés, en particular a los jóvenes que viene de Francia. Estaré en comunión de oración con los peregrinos que el sábado festejarán a Nuestra Señora de Lourdes, en particular con los enfermos. La Virgen Inmaculada les dé el coraje y la esperanza y los custodie en la paz”.
El evento será el próximo sábado 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y ’25º Jornada mundial del enfermo’, que tendrá lugar en el santuario mariano fancés, por la treceava vez después que fue instituida en 1992, tras las celebraciones de 1993 y 2004. El tema de la jornada es: “Maravillarse por todo lo que Dios ha realizado: el Todopoderoso ha hecho en mi grandes cosas…”.
El cardenal secretario de estado, Pietro Parolin será el legado pontificio.
Leer también: Carta del Santo Padre por la XXVI Jornada Mundial del Enfermo en Lourdes
Lourdes se une a las celebraciones del centenario de las apariciones de Fátima


Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 8 de febrero de 2017
Posted by Redaccion on 8 February, 2017



(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco centró la catequesis de los miércoles realizada en el Aula Pablo VI, en la esperanza cristiana, no solo personal pero también con el apoyo mutuo de los miembros de la comunidad.
A continuación el texto completo:
“Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
El miércoles pasado hemos visto que san Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses, exhorta a mantenerse radicados en la esperanza de la Resurrección.
Con esa hermosa palabra ‘estaremos siempre con el Señor’. En el mismo contexto el Apóstol muesta que la esperanza cristiana no tiene solamente una dimensión personal, individual, pero comunitaria y eclesial. Todos nosotros esperamos, todos nosotros tenemos esperanza también comunitariamente.
Por esto la mirada es rápidamente ampliada por Pablo a todas las comunidades cristianas a las que pide que recen mutuamente unas por otras y de apoyarse entre sí.
Ayudarse mutuamente. Pero no solo ayudarse en las necesidades, en las tantas necesidades de la vida cotidiana, sino ayudarnos en la esperanza, sostenernos en la esperanza.Y no es una casualidad que empiece refiriéndose a aquellos a quienes se ha confiado la responsabilidad y la guía pastoral.
Ellos son los primeros a ser llamados y a alimentar la esperanza, y esto no porque sean mejores que los otros, sino en virtud de un ministerio divino que va mucho más allá de sus fuerzas. Por eso necesitan también el respeto, la comprensión y el apoyo benévolo de todos.
La atención después es puesta en los hermanos que corren más peligro de perder la esperanza, de caer en la desesperación. Nosotros tenemos siempre noticias de gente que cae en la desesperación y hacen malas cosas…La desesperación los lleva a tantas cosas malas”.
La referencia es a quien ha perdido el ánimo, a quien es débil, a quien se siente abatido por el peso de la vida y de sus pecados y no logra más levantarse.
En estos casos, la cercanía y el calor de toda la Iglesia deben ser aún más intensos y amorosos tomando la forma particular de la compasión, que no es sentir lástima: la compasión es padecer con el otro, acercarse al que sufre; una palabra, una caricia pero que salgan del corazón: esto es compasión.
Para quien necesita conforto de la consolación. Esto es de suma importancia: la esperanza cristiana no puede prescindir de la caridad genuina y concreta. El mismo Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Romanos, dice con el corazón en la mano: “‘sotros, los que somos fuertes –que tenemos la fe, la esperanza o no tenemos tantas dificultades– tenemos el deber de llevar las flaquezas de los débiles sin complacernos a nosotros mismos’.
Llevar, llevar las debilidades de los demás. Este testimonio no permanece encerrado en los confines de la comunidad cristiana: resuena en toda su fuerza también fuera de ella, en el contexto social y civil, como una llamada a no crear muros sino puentes, a no devolver mal por mal, sino a vencer el mal con el bien, la ofensa con el perdón. El cristiano nunca puede decir: ¡me la pagarás!, nunca; la ofensa se vence con el perdón, para vivir en paz con todos. ¡Esta es la Iglesia! Y así obra la esperanza cristiana, cuando asume los rasgos fuertes y al mismo tiempo tiernos del amor.
El amor es fuerte y tierno”. Es bello. Se entiende entonces que no se aprende a esperar solos. Nadie aprende a esperar solo. No es posible. La esperanza, para alimentarse tiene necesidad de un “cuerpo” en el que todos los miembros se sostienen y se animan mutuamente. Esto entonces significa que si tenemos esperanza es porque muchos de nuestros hermanos y hermanas nos han enseñado la esperanza y han mantenido viva nuestra esperanza.
Y entre estos están los pequeños, los pobres, los sencillos, los marginados. Sí, porque no conoce la esperanza quien se encierra en su propio bienestar: espera solo en su bienestar y eso no es esperanza, es seguridad relativa; no conoce la esperanza quien se cierra en su propia satisfacción, quien siente siempre que está bien… Tienen esperanza en cambio uienes experimentan todos los días las pruebas, la precariedad y sus propios límites.
Son estos hermanos nuestros los que nos dan el testimonio más hermoso, más fuerte, porque se mantienen firmes confiando en el Señor, sabiendo que más allá de la tristeza, de la opresión y de la inevitabilidad de la muerte, la última palabra será suya, y será una palabra de misericordia, de vida y de paz.
Quien espera, espera escuchar un día estas palabras: “Ven, ven a mi, hermano; ven, hermana, para toda la eternidad”. Queridos amigos, si como hemos dicho la demora habitual de la esperanza es un ‘cuerpo’ solidario, en el caso de la esperanza cristiana este cuerpo es la Iglesia, mientras que el aliento vital, el alma de esta esperanza es el Espíritu Santo.
Sin el Espíritu Santo no es posible tener esperanza. Por eso el apóstol Pablo nos invita al final a invocarlo continuamente. Si no es fácil creer, mucho menos es esperar.
Es más difícil esperar que creer, es más difícil. Pero cuando el Espíritu Santo vive en nuestros corazones, es Él a hacernos entender que no hay que temer, que el Señor está cerca y nos cuida; y es Él quien modela nuestras comunidades, en un perenne Pentecostés, como signos vivos de esperanza para la familia humana. Gracias”.
(Texto traducido por ZENIT)


África: secuestran en Malí a una religiosa colombiana
Posted by Sergio Mora on 8 February, 2017



(ZENIT – Roma).- La religiosa colombiana Gloria Cecilia Narváez Argoti, de la congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, fue secuestrada ayer por la tarde, 7 de febrero, en Koutiala, al sur de Mali.
El sacerdote Edmond Dembele, Secretario general de la Conferencia Episcopal de Mali declaró a la agencia Fides: “No sabemos quienes la han secuestrado. La Guardia civil y la policía están investigando. Los obispos también se están moviendo para obtener información en la zona”.
Precisó que “donde ha sido secuestrada la religiosa es una zona tranquila y es eso es lo que sorprende. Ese lugar del país todavía no había sido tocada por la inseguridad que azota otras zonas de Mali” dice el sacerdote, que confirma la nacionalidad colombiana de la religiosa secuestrada.
Alrededor de las 21 horas de ayer, un grupo de hombres armados irrumpieron en la parroquia de Karangasso en Koutiala, secuestrando a la hermana y huyendo con el automóvil de la parroquia, indica Fides.
La religiosa trabajaba en la parroquia católica de Karangasso desde hace varios años, principalmente en tareas de asistencia y formación de habitantes rurales. Según los cables de las agencias, no se descarta que los secuetradores puedan pertenecer a grupos Yihadistas, aunque esta no es la zona donde los grupos integralistas musulmanes actúan. Los secuestros son para ellos una fuente de financiación.


De Constitución a Constitución
Posted by Felipe Arizmendi Esquivel on 8 February, 2017




VER
El 5 de febrero se cumplieron cien años de que fue aprobada la actual Constitución Política de nuestro país, en 1917, con sus 136 artículos. Sin embargo, se le han hecho tantas modificaciones, que sólo 22 de sus artículos originales se conservan intactos. Según expertos, con las 695 reformas que ha recibido, sólo queda el 1.7 por ciento del texto original. Esto plantea la discusión si es necesaria la redacción de un nuevo texto. Con todo, lo más importante no es tanto una ley escrita, sino su observancia en todo aquello que sea justo y legítimo, así como la lucha por cambiar lo que no corresponda a unos derechos humanos que no fueran del todo reconocidos. Las leyes humanas dependen mucho de quienes las elaboran y, por tanto, están sujetas a revisión y a cambios.
En la primera redacción de ese cuerpo legislativo, hubo el anhelo de dar a nuestra patria un marco más estable y orgánico. Se defendieron más los derechos de los trabajadores. Se promovía la distribución y la posesión comunitaria de la tierra. Sin embargo, se marcaban las pautas para una educación controlada por el Estado. Se desconoció, jurídicamente, la existencia de la Iglesia, como una forma de quitarle el poder político y económico que, por razones históricas comprensibles de aquel tiempo, había tenido en el pasado. Como no había gobiernos estables, la Iglesia suplió al Estado en todos los servicios que éste no proporcionaba, como escuelas, hospitales, panteones, registro civil, etc. En la Constitución de 1917, se violó el derecho a la libertad religiosa; por ello, cuando se quiso poner en práctica en su radicalidad, se levantaron muchos católicos en lo que se llamó la persecución religiosa y la guerra “cristera”. Fue hasta 1992 que esos artículos cambiaron, para reconocer algunos derechos de las diversas iglesias a una mayor libertad, que, hasta la fecha, no es la suficiente para cumplir nuestra identidad y misión. Pero a nuestros legisladores actuales no les interesa en lo más mínimo mejorar esas leyes, aunque se declaren creyentes, pues son otras sus miras y sus inquietudes.
Recientemente, se ha aprobado otra Constitución, la de la Ciudad de México, dizque para poner a esta capital en la avanzada no sólo del país, sino del mundo. Habría que conocer quiénes fueron sus redactores, para apreciar ciertamente sus avances, pero también para lamentar sus ideologías contra la vida humana y contra la familia. Si fueron elegidos en su mayoría mañosamente los de una tendencia, nada extraño que sus leyes reflejen no los anhelos de los ciudadanos, sino una línea ideológica. Ya se aprobó sin consulta ni aprobación por los habitantes de la capital. ¿Eso es democracia?
PENSAR
El Papa Francisco, en La alegría del Evangelio, proclama “la libertad religiosa como un derecho humano fundamental. Incluye la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia. Un sano pluralismo, que de verdad respete a los diferentes y los valore como tales, no implica una privatización de las religiones, con la pretensión de reducirlas al silencio y la oscuridad de la conciencia de cada uno, o a la marginalidad del recinto cerrado de los templos, sinagogas o mezquitas. Se trataría, en definitiva, de una nueva forma de discriminación y de autoritarismo. El debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas. Eso a la larga fomentaría más el resentimiento que la tolerancia y la paz” (255). “A la hora de preguntarse por la incidencia pública de la religión, hay que distinguir diversas formas de vivirla. Tanto los intelectuales como las notas periodísticas frecuentemente caen en groseras y poco académicas generalizaciones cuando hablan de los defectos de las religiones y muchas veces no son capaces de distinguir que no todos los creyentes –ni todas las autoridades religiosas– son iguales. Algunos políticos aprovechan esta confusión para justificar acciones discriminatorias” (256).
ACTUAR
Conozcamos nuestra Constitución; valoremos tantas cosas buenas que tiene; pero también seamos críticos en sus limitaciones. Vayamos pensando en qué diputados y autoridades federales elegiremos en próximos comicios, para que impulsen los cambios que nosotros consideremos necesarios.


Beato Leopoldo de Alpandeire – 9 de febrero
Posted by Isabel Orellana Vilches on 8 February, 2017



(ZENIT – Madrid).- ¡Cuántos integrantes de la vida santa han alcanzado la gloria sin notoriedad alguna! Incontables. En un mundo, como el nuestro, abocado al éxito, fama y oropeles de diverso calado, la existencia de personas como este beato no viene sino a corroborar la futilidad de los títulos humanos. Éstos fenecen casi a la par que lo hace cada uno, salvo contadas excepciones, en las que existe una cierta perdurabilidad de la trayectoria de alguien concreto por razones históricas, literarias, etc. En cambio, la perennidad en la memoria de todos de quienes tuvieron como único objeto de su vida a Dios es inextinguible. La sencillez y la humildad, su existir en la sombra, por así decir, en estos casos se tornan en una luminaria que no se apaga nunca. Es resultado de algo tan simple, y a la par tan poco valorado, como sobrenaturalizar la misión que cada uno haya recibido, por modesta que sea, y acogerla gozosamente creyendo que es enviada por Dios, una aceptación, como es sabido, que presupone un completo desasimiento.
Leopoldo de Alpandeire Sánchez Márquez (su nombre de pila era Francisco Tomás), nació el 24 de junio de 1864 en Alpandeire, Málaga, España. Era el primogénito de cuatro hermanos. Sus padres trabajaban en el campo, labores en las que él se empleó en cuanto tuvo edad para ello. A esta ocupación dedicó treinta y cinco años de su vida, dejando un reguero de caridad en las personas que halló a su paso. Alimento, escasas pertenencias y dinero, el poco que tenía, salían de su zurrón y bolsillos a costa de mermarlo a su familia y a sí mismo, con tal de asistir a cualquiera que consideraba más pobre que él. Compasión, generosidad, penitencia y misericordia, junto con su amor a la Eucaristía y admirable devoción mariana, fueron algunas de sus muchas virtudes. Adolecía de formación, pero tenía la sabiduría adquirida con su oración, que es lo que cuenta, y su gran corazón era incomparable con cualquier enseñanza académica.
A la bella localidad de Ronda llegaron los capuchinos para celebrar la beatificación de fray Diego José de Cádiz. Y el recogimiento y la fuerza con la que hablaban de Dios fue todo un descubrimiento para él: «Yo quiero ser un fraile como éstos», se dijo. Le costó la admisión cuatro años de espera por diversos contratiempos humanos ajenos a su voluntad; mientras, perseveraba en su empeño. En medio, ante las dudas por la falta de respuesta, incluso pensó en el matrimonio, pero siempre sin desistir de su vocación que no ocultó a la joven. Finalmente, en 1899 un sacerdote al que confió la situación que le impedía convertirse en religioso intervino en el asunto, solventándolo. El 16 de noviembre de ese año ingresó en Sevilla. Allí le dieron el nombre de Leopoldo, reconociendo después que esa elección «le había caído como un jarro de agua fría». Este comentario era una nimiedad porque desde el primer instante, labrando la huerta, como se le encomendó, llevó una vida edificante, y así lo constataron sus hermanos de comunidad que vieron en él un fraile humilde, obediente, discreto, fiel a la regla, lleno de fervor.
Fue hortelano sucesivamente en Antequera y Granada, último destino. En éste se le confiaron las misiones de sacristán y limosnero. Inclinado a la contemplación, tomó la labor de pedir limosna como signo de la voluntad divina. Y con esta disponibilidad salió a la calle en la que fue dejando el poso de su admirable virtud. Su convicción: «Dios da para todos», sintetiza su quehacer apostólico y el espíritu orante con el que sobrenaturalizó esta misión ejercida durante medio siglo, incluso en situaciones de grave intolerancia. En incontables ocasiones, el precio de una modesta limosna fue el insulto, el desaire, la violencia verbal y física. Comprensivo y paciente le decía a su compañero de camino: «Hermano, vamos pidiendo y tenemos que recibir de buen grado todo lo que nos den; lo bueno y lo malo». Si algún obrero lo tildaba de holgazán y le instaba a trabajar en lugar de pedir, respondía aplicándose en el tajo con tanta destreza que dejaba a todos atónitos. Era el momento de recordar que un fraile no era un vago, hablándoles a continuación del amor de Dios que se extiende sobre todos. Las gentes, que ya lo conocían y estimaban, tras haber sido apedreado le libraron de la muerte.
Este prudente limosnero solo aceptaba las dádivas que consideraba justas, las que no menoscababan las posibilidades del donante. Siempre entregaba a otros parte de su limosna, como hacía en conventos de religiosas, y no rivalizaba con los pobres, a los que dejaba la vía abierta para mendigar si se cruzaba con ellos. En el ejercicio de su misión logró convertir a muchos, medió por los débiles, evitó injusticias. Contrarrestaba las blasfemias prorrumpiendo en alabanzas. Era especialmente querido por los niños que salían a su encuentro llamándole «Fray Nipordo». Muchos buscaban sus palabras de consuelo y él rezaba con profunda devoción tres avemarías, que atemperaban las preocupaciones de los que acudían a él, seguros de que la divina Providencia les ayudaría gracias a la bondad del religioso. Al juicio sobre debilidades de un hermano, replicaba con admirable piedad: «Es santo a su manera». Y si alguien protestaba, recordaba: «Para ganar el cielo hay que tragar mucha saliva».
Como la prensa local se hizo eco de sus bodas de oro, con peculiar gracejo manifestó a uno de los hermanos: «¡Qué jaqueca, hermano, nos hacemos religiosos para servir a Dios en la oscuridad y, ya ve, nos sacan hasta en los papeles!». Acogió de buen grado todas las contrariedades de la vida y los padecimientos que fueron llegando. A los 89 años mientras mendigaba se fracturó el fémur. Impedido para salir, pudo dedicarse por entero a la contemplación, recóndito anhelo que había pervivido en su corazón. Murió el 9 de febrero de 1956 dejando consternada a la ciudad que siempre vio en él a un santo. Fue beatificado el 12 de septiembre de 2010.