Servicio diario - 07 de marzo de 2017


 

El Papa realizó el segundo día de los ejercicios espirituales
Posted by Redaccion on 7 March, 2017



(ZENIT- Roma).- El papa Francisco realizó este martes en la casa de retiros Divin Maestro, su segundo día de retiro. Situada a pocos kilómetros de Roma, en la zona de los llamados ‘Castelli Romani’, la estructura de los Paulinos está alojando al Santo Padre y a unos 70 de sus colaboradores cercanos de la Curia Romana.
El sacerdote franciscano, Giulio Michellini realizó ayer lunes por la tarde la segunda meditación: “Pan y cuerpo, vino y sangre”, Matteo, 26, 20-35) y hoy por la mañana : «Las últimas palabras de Jesús y el inicio de la pasíon» (Matteo, 26, 1-19).
Entre las invitaciones a reflexionar realizadas por el fraile menor, está la de la división de los cristianos: “Cómo es posible que nosotros cristianos que deberíamos encontrar la unidad justamente entorno a la cena, reproducimos como la Comunidad de Corinto, dinámicas divisorias”.
El predicador invitó también a preguntarnos “si somos conscientes de que Jesús derramando su sangre ha realmente, con la propia vida y no solamente con las palabras, dicho y dado el perdón de Dios”.
En la meditación de este martes por la mañana, el franciscano profundizó la “dimensión teológica, antropológica y existencial del comer juntos”. Y analizó “las palabras de Jesús sobe el pan y sobre el cáliz”, indicando “también la traición de Judas y la profecía del abandono”.
Los ejercicios espirituales durarán hasta el viernes por la mañana.
Leer también:
Fray Michelini: le hablaré al Papa durante los Ejercicios de cuaresma, de la humanidad de Jesús


La 4ª edición de “Voices of Faith” en el Vaticano, en el Día de la Mujer
Posted by Redaccion on 7 March, 2017



(ZENIT- Ciudad del Vaticano).- La 4º edición del evento “Voices of Faith” (voces de la fe) se realiza este miércoles 8 de marzo en el Vaticano, con motivo del Día internacional de la Mujer.
Entre los organizadores está la Fundación Fidel Gotz, y su directora, Chantal, señaló que se quiere reconocer a las mujeres que en diversos países del mundo creen en la necesidad del diálogo, de puentes y de la colaboración que supere las propias fronteras, para así construir un mundo mejor.
La apoyan en esta iniciativa el Servicio de los Jesuitas para los Refugiados y la Cáritas Internacional, además de otras asociaciones.
Los principales oradores de esta edición, son ocho mujeres de diversas partes del mundo, entre las cuales Margarithe Barankitse de Burundi, fundadora de la Casa Shalom; Mireille Twanigira, médico en Malawi, Paula Moreno, fundadora y presidenta de Manos Visibles (Colombia); Simone Campbell, directora de la Reded Internacional Lobby for Catholick Social Justice.
También estará presente durante el evento, el superior geral dos Jesuítas, el padre Arturo Sosa Abascal.
A las 11 de la mañana se celebra en el Vaticano una misa en la iglesia de Santa María Reina de la Familia, a la cual quien desee podrá asistir. Y a las 14 horas, en la Casina Pio IV, en los jardines del vaticano, iniciará el encuentro, que podrá ser seguido en directo en internet, en la web: www.voicesoffaith.org.


Cuando el padre y los abuelos de Francisco se salvaron del naufragio del Mafalda
Posted by Redaccion on 7 March, 2017



(ZENIT- Roma).- El santo padre Francisco en una entrevista a la revista ‘Scarp de tenis’, contó diversos hechos de su vida, entre ellos que su padre y sus abuelos no lograron zarpar en el buque Mafalta y salvaron del naufragio.
Así en uno de los artículo del ‘mensual de la calle’ de la diócesis de Milán, que salió este mes de marzo, el Santo Padre narra: “Mis abuelos y mi papá, debían partir hacia finales del 1928, tenían el billete para el buque “Princesa Mafalda”, el mismo que se hundió delante de las costas de Brasil. Entretanto ellos no lograron vender a tiempo lo que poseían y así cambiaron el billete y se embarcaron en el ‘Giulio Cesare’ el 1 de febrero de 1929. Por ello estoy aquí”.
Ponerse en el lugar del otro. Respondiendo a otra pregunta, el papa Francisco señaló que “es muy difícil meterse en los zapatos, en el lugar de los demás, porque a menudo somos esclavos de nuestro egoísmo. En un primer nivel, podemos decir que la gente prefiere ocuparse de sus propios problemas sin querer ver el sufrimiento u otras dificultades”
Entretanto asegura el pontífice “hay otro nivel. Ponerse en los zapatos de los demás significa tener una gran capacidad de comprender, de entender los momentos y las situaciones difíciles…”.
“Si pensamos, además, en las existencias que están hechas a menudo de soledad, ponerse en los zapatos del otro significa servicio, humildad, generosidad, que es también la expresión de una necesidad. Necesito que alguien se ponga en mis zapatos. Porque todos necesitamos comprensión, compañerismo y un consejo”, dijo.
“Cuántas veces -concluyó el Papa- he conocido a personas que, después de haber buscado consuelo en un cristiano, ya sea un laico, un sacerdote, una monja, un obispo, me dice: ‘Sí, me ha escuchado, pero no me ha entendido’. Entender significa ponerse en los zapatos de los demás”.
¿Qué le falta más de Buenos Aires?, el Santo Padre indica que “solamente la posibilidad de salir y andar por la calle. Me gusta ir a visitar las parroquias y encontrar a la gente”. Si bien precisa que “no tengo nostalgias particulares”.
Entretanto precisó:“Nunca me he sentido desarraigado”. Y explicó que “en Argentina todos somos migrantes. Por esto allá abajo el diálogo interreligioso es la norma. En la escuela había hebreos que llegaban principalmente de Rusia y musulmanes sirios y libaneses, o turcos con pasaporte del Imperio otomano. Había mucha fraternidad. En el país hay un número limitado de indígenas, la mayor parte de la población es de origen italiano, español, polaco, del Medio Oriente, ruso, alemán, croata, esloveno. En los años a caballo entre los dos siglos anteriores el fenómeno migratorio fue de un alcance enorme. Mi papá tenía veinte años cuando llegó a la Argentina y trabajaba en la Banca de Italia, se casó allá”.
Se ve más solidaridad entre los pobres. El Pontífice comentó también su experiencia en Buenos Aires, y señaló que ha visto más solidaridad en los barrios pobres que en los del centro.
“En las villas miseria hay muchos problemas, entretanto los pobres son mas solidarios entre ellos, porque sienten que tienen necesidad uno del otro”. Señaló también que encontró “más egoísmo en los barrios altos” y que “la solidaridad que se registra en las bidonville no se ve en otras partes” y si en las villas miseria la droga se ve más es porque en otros barrios está más cubierta, y se usa con guantes blancos.


La Consulta Femenina, del Pontificio Consejo de la Cultura, explica su labor
Posted by Sergio Mora on 7 March, 2017



(ZENIT- Ciudad del Vaticano).- La “Consulta Femenina”, organismo permanente dentro del Pontificio Consejo de la Cultura (PCC), tuvo un encuentro con los periodistas este martes por la mañana, en la Sala de Prensa de la Santa Sede.
Estaban presentes y a disposición de la prensa el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura; Consuelo Corradi, coordinadora de la Consulta Femenina, vicerrectora para la investigación y las relaciones internacionales de la Universidad Lumsa de Roma y Shahrazad Houshmand, miembro de la Consulta Femenina, teóloga iraní. Además de veinticinco mujeres, miembros de la misma Consulta.
En esta ocasión se ha ilustrado también el número monográfico de la revista “Culture e Fede” del dicasterio, con el tema “El tiempo y la mirada de las mujeres”. Una mirada en temas importantes, con reflexiones que favorecerá el espíritu constructivo.
Entre ellos figura el de acercarse a las jóvenes, a su peculiar lenguaje y su experiencia. Superar las diferencias remunerativas incluso cuando las mujeres tienen mejor preparación que los hombres y apoyar a la presencia positiva de las mujeres en las religiones.
Después la reunión del dicasterio realizada en 2014 dedicado al tema: “Culturas femeninas: entre igualdad y diferencia”, el cardenal Ravasi decidió instituir en junio de 2015, un comité que recogiera sus inteligencias, experiencias y culturas.
Nació así el comité que consta de 37 mujeres, que representan diversos sectores del mundo, por su edad, profesión y religión, la cual se reúne cuatro veces al año, y tiene momentos de intercambio durante el mismo.


La hospitalidad evangélica de los hermanos de San Juan de Dios, tanto en el Vaticano como en las periferias del mundo (I)
Posted by Anita Bourdin on 7 March, 2017



(ZENIT – Roma).- “El deseo de servir a los enfermos en una consagración a Dios ha sido siempre la primera razón de mi vocación”, nos confía fray Alain-Samuel Jeancler, responsable en Francia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, con motivo del viaje a Liberia y Sierra Leona que realizó la curia general con sede en Roma.
Una comunidad que trabaja sea en las periferias, como en Madagascar o con lo consultorios móviles, sea en el corazón del Vaticano, con su farmacia frecuentada por toda Roma. Y evoca una virtud demasiado olvidada pero propicia para revitalizar el tejido social: la hospitalidad evangélica. El ejemplo más bello y reciente de esta Hospitalidad incondicional fue la que mostraron los 4 hermanos que dieron su vida cuidando a los enfermos del virus Ebola, en 2014, en Sierra Leona y Liberia.
A continuación compartimos la primera parte de la entrevista.
Hermano Alain-Samuel, usted es el Superior Provincial de Francia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. ¿Qué significa eso? ¿Cuál es el papel de un Provincial? ¿Qué le atrajo del carisma de esta orden?
— Hermano Alain-Samuel: Aunque soy responsable de la Orden Hospitalaria en Francia yo creo que, ante todo, esta función no me pertenece, sino que ha me ha sido confiada por y para el amor del Señor al servicio del bien común y a la comunión de las personas que hay que orientar, acompañar y servir. En todo caso es así como yo intento vivir mi función. Ser Provincial es un camino, es seguir el paso de los discípulos de Emaús, para hacer una relectura, con mis Hermanos, de la presencia del Cristo resucitado en nuestras vidas.
Llegué a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, ante todo para ponerme al servicio de las personas enfermas y desamparadas. Hay que precisar que somos una orden de Hermanos sanitarios, pues no tenemos formación de directores de recursos humanos o directores generales. Nuestra labor requiere mucha humildad, sentido común, generosidad, tiempo para dedicar el otro. Requiere acordarse del ejemplo de nuestro fundador, quien vivió una conversión radical que le llevó a emprender su obra consagrada al servicio de los demás.
Hoy su obra está presente en 53 países y atendemos a más de un millón de personas al año. San Juan de Dios tuvo que superar el desafío de la locura y experimentar en sus carnes los tratamientos inhumanos que se ejercían en su época en los hospitales. Fue así como tomó conciencia del sufrimiento de los enfermos y pudo tener una visión clara sobre su nueva misión: fundar un nuevo modelo de asistencia basado en el servicio. El comprendió, ya en su tiempo, que para ser líder se debía ser servidor, librarse de sí mismo para acercarse al prójimo y, a través de él, a Dios.
El deseo de servir a los enfermos dentro de una vida consagrada a Dios fue el origen de mi vocación. Así es la vida, que nos coloca en el curso de nuestra peregrinación terrenal en situaciones en las que debemos elegir y tomar decisiones que influyen en el curso de nuestra historia personal y en la de aquellos a quienes tenemos el cargo y la responsabilidad.
Y este período de Cuaresma es una ocasión propicia para parar y hacer balance del espacio que damos, desde nuestra fe en Dios, al compromiso, a nuestra disponibilidad para abandonarnos al amor de Dios que salva en las situaciones de sufrimiento, de enfermedad, de soledad. “A través de los cuerpos a las almas”, tal y como se refleja en nuestra misión a día de hoy.
En el siglo XVI, su fundador, Juan de Dios, basó su acción sobre una virtud que a día de hoy aún es vivida por 1.100 hermanos en todo el mundo: la hospitalidad.
¿Cómo se relaciona esta Hospitalidad y las obras de misericordia que el papa Francisco ha llamado a poner en práctica con motivo del último jubileo?
— Hermano Alain-Samuel: Una de las particularidades de los Hermanos de San Juan de Dios es pronunciar el voto de hospitalidad, además de los de pobreza, obediencia y castidad. Es a través de este voto que nosotros dedicamos nuestra vida a la asistencia de los más frágiles, esforzándonos para prestarles todos los servicios necesarios, incluso los más humildes y los que puedan comportar un riesgo para nuestra vida, a semejanza del Cristo que nos quiso hasta morir para nuestra Salvación.
Es una hospitalidad que se ejerce bajo múltiples realidades, ya sea tendiendo la mano a una persona desconsolada, con una presencia cálida con los niños que son víctimas del sida, con una acogida paciente, con actos cuotidianos que devuelven a la otra persona la confianza perdida, con una puerta abierta sin condición a una persona sin hogar, con una atención en todos los que son “la cara de los pobres, los enfermos, las personas que se encuentran en una situación de sufrimiento o dificultad”. El ejemplo más bello y reciente de esta Hospitalidad incondicional fue la que nos mostraron los 4 hermanos que dieron su vida cuidando a los enfermos del virus Ebola, en 2014, en Sierra Leone y Liberia.
Esta hospitalidad evangélica se basa en la experiencia que hacemos cada día de la misericordia de Dios: nuestro encuentro con Dios pasa por nuestro compromiso al servicio de las personas más frágiles para manifestarles este amor misericordioso que nosotros mismo hemos recibido. Las obras de misericordia son el reflejo de este deseo de querer y de querer el bien de nuestro prójimo, como lo hizo San Juan de Dios en su tiempo. Tan pronto como él escuchó la llamada de Dios, se puso en marcha en seguida, superó todos los obstáculos para manifestar ante las personas que llamaban a su puerta la misericordia divina, a través de la Hospitalidad. Una Hospitalidad que lo hacía feliz como lo exclamaba gritando por las calles de Granada en busca de personas de buena voluntad para que le ayudaran: “Haceros el bien Hermanos, haciendo el bien a los demás”. Nosotros podemos manifestar ahora con nuestras palabras y nuestros gestos que la misericordia lo puede todo y que nos hace profundamente felices.
(Sigue)

Traducción realizada por Alba Felip


Segundo domingo de Cuaresma
Posted by Antonio Rivero on 7 March, 2017




Ciclo A Textos: Génesis 12, 1-4; 2 Timoteo 1, 8-10; Mateo 17, 1-9
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: pedagogía de la fe, es decir, el modo como Dios nos comunica sus misterios durante nuestro peregrinar terreno.
Resumen del mensaje: en esta Cuaresma, Cristo nos invita a subir con Él al monte Tabor donde nos revelará su gloria y su belleza, y nos dará ánimo antes de subir la escalada del Calvario (evangelio). Sólo a través de la fe podemos descubrir, sin escandalizarnos, la divinidad de Jesús a través de su humanidad sufriente (segunda lectura). Como sólo gracias a la fe, Moisés se fió de Dios y salió de su tierra cómoda y fértil para comunicarle el Señor sus misterios y su plan (primera lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, la cuaresma es una invitación de Dios para dejar, como Abraham, nuestro “modus vivendi” tranquilo, cómodo y sosegado, y echarnos al camino guiados por la luz de la fe y subir al monte santo de la Pascua, no sin antes pasar por el doloroso sendero de la cruz de Cristo. Esa luz de la fe es suficientemente clara como para guiarnos por el recto camino que Jesús nos ha trazado para llegar a la vida eterna. Y es, asimismo, suficientemente oscura para que tengamos mérito en el creer, para que podamos desplegar libremente nuestra confianza en su palabra, aun cuando aquello que Dios nos pida nos resulte humanamente incomprensible.
En segundo lugar, sólo desde la fe tendré en este domingo un encuentro místico con Cristo en el Tabor donde Él se me revelará en todo su esplendor y encanto, como lo tuvieron estos tres apóstoles íntimos, Pedro Santiago y Juan. Montemos el cuadro escénico: una montaña y una noche, luz y sonido, tres espectadores, dos actores y un protagonista, Jesús. Argumento de la obra: la divinidad de Dios. Título de la obra: Jesús es Dios. Cayó el telón. Esta experiencia mística también la tuvo Ignacio de Loyola: “Muchas veces y por mucho tiempo, estando en oración, veía con los ojos interiores la humanidad de Cristo y la figura, que le parecía era como cuerpo blanco” (Autobiografía III,29), “como sol” (ib. XI,99). “Si no hubiese Escritura que nos enseñase estas cosas de la fe, él –Ignacio- se determinaría a morir por ellas, solamente por lo que ha visto” (ib.).
Finalmente, necesitamos este encuentro místico con Cristo, como Pedro, Santiago, Juan, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Teresa de Calcuta. Desde la fe, claro. Lo necesitó Moisés para acaudillar al pueblo de Israel de Egipto a Palestina por cuarenta años de desastres, batallas, crisis religiosas, castigos de Dios, fidelidades de Dios…Lo necesitó Ignacio de Loyola para fundar la Compañía de Jesús contra viento y marea de príncipes, teólogos y Papas. Lo necesitaban esos tres apóstoles que en unos meses entrarían con Jesús en Getsemaní y se escandalizarían de Él y lo dejarían solo. Y sólo después de la Resurrección renovaron esta fe en Cristo Dios que brilló en el Tabor. Y yo necesito de este encuentro místico para no descafeinar la religión buscando achicorias, malta y demás sucedáneos de la fe.
Para reflexionar: ¿Cómo está mi fe en Cristo? ¿Mi fe sigue firme también cuando vea a Jesús ultrajado y colgado en la cruz? ¿Me espantan los silencios de Dios? Sube a la mística de la oración, no te quedes en el llano. Y después baja al llano, lleno del resplandor místico de Cristo, hecho caridad y ternura, como ama dice el papa Francisco.
Para rezar: Señor, invítame a subir al monte Tabor, envuélveme en tu luz y abre mis oídos para escuchar la voz del Padre que me dice: “Este es mi Hijo muy amado, escuchadlo”. Y después de haber hecho esta experiencia en la fe, bajar del monte para contagiar la luz de mi fe a mis hermanos. Amén.


San Juan de Dios – 8 de marzo
Posted by Isabel Orellana Vilches on 7 March, 2017



(ZENIT – Madrid).- Juan Ciudad Duarte nació en 1495 en Montemor-o-Novo, Évora, Portugal. Pero Granada fue la cruz de este imponente hombre de Dios, tal como le advirtió el Niño Jesús que ocurriría, mostrándole una granada entreabierta con una cruz en el centro. Allí es amado y venerado desde hace siglos por su admirable caridad y misericordia con los pobres y los enfermos. Es conocido como «el santo». Como le sucedió a otros fundadores, no se le hubiera ocurrido imaginar que sería el artífice de una Orden religiosa. El arduo camino hacia ese momento estuvo sembrado de episodios diversos, a veces casi rocambolescos, ya que fue precoz aventurero. Se fue de casa a los 8 años y se hizo pastor en Oropesa, Toledo. Luchó en la compañía del conde de esta villa al servicio del emperador Carlos V, defendiendo la plaza de Fuenterrabía atacada por el rey Francisco I de Francia. Y ganada la batalla, al no poder custodiar un depósito militar no fue ahorcado de milagro.
Vuelto a Oropesa se libró de un matrimonio deseado por su amo para su hija, pero no por él. Partió a proteger la ciudad de Viena amenazada por los turcos, y luego comenzó un periplo como viajero incansable. Pasó por Flandes y regresó a España por mar. Penetró por La Coruña, visitó Santiago de Compostela y después se dirigió a la casa paterna. Al llegar supo que sus padres habían muerto. Viajó a Sevilla, viviendo un tiempo en Ceuta y Gibraltar. En estos lugares trabajó como leñador, peón de albañil y librero. En 1538 yendo a Gaucín, Málaga, se le apareció el Niño Jesús. Entonces le vaticinó: «Granada será tu cruz». De inmediato se afincó en la ciudad de la Alhambra y mantuvo el oficio de librero. Distribuía textos y estampas religiosas en la tienda que regentaba al lado de la conocida Puerta Elvira. En medio de tantos vaivenes, se sentía movido por la piedad y la caridad con intensidad creciente.
El 20 de enero de 1539 vivió su conversión. San Juan de Ávila pronunciaba un sermón en la ermita de los mártires. Hizo tal retrato de la virtud frente a la fealdad del pecado que dejó a Juan Ciudad conmocionado. Con gran aflicción y ansias de penitencia suplicaba postrado en el suelo: «Misericordia, Señor, misericordia». Dio sus libros a las llamas, se desprendió de sus escasos bienes, y se lanzó a las calles, descalzo, para confesar públicamente sus pecados sin prestar atención a las voces de la gente que le insultaba clamando: «¡Al loco, al loco…!».
El Maestro Ávila le ayudó a contener esa divina locura conduciéndole a una efectiva labor de caridad. Pero antes, pasó por un infierno. Dos personas de buena fe, creyendo hacerle un bien, le condujeron al manicomio, sito en un espacio del Hospital Real de Granada. Este hecho, que por fuerza debía haber sido traumático, a él le abrió las puertas de la misión para la que fue elegido. Por experiencia supo del casi inhumano tratamiento que se aplicaba en la época a esta clase de enfermos, y salió de allí dispuesto a remediar tanto sufrimiento. «Jesucristo me traiga a tiempo y me dé gracia para que yo tenga un hospital, donde pueda recoger a los pobres desamparados y faltos de juicio, y servirles como yo deseo».
Peregrinó a Guadalupe para pedir la ayuda de la Virgen, de acuerdo con Juan de Ávila, con el que previamente se entrevistó en Montilla y luego en Baeza. En Guadalupe se le apareció la Virgen y puso en sus brazos al Niño Jesús. Entregándole unos pañales, le encomendó: «Juan, vísteme al Niño para que aprendas a vestir a los pobres». Conmovido por la visión, se formó en lo preciso para afrontar su obra y comenzó su acción en Granada, por indicación del padre Ávila que le alentó en su quehacer. A finales de 1539 un pequeño hospital abierto en la calle de Lucena pronto se llenó con pobres desamparados cuyo único patrimonio era el sufrimiento que llevaban tatuado en sus frentes: huérfanos, vagabundos, prostitutas, ancianos, viudas, locos, enfermos diversos, etc. Los curaba, consolaba, aseaba y proporcionaba comida. Sin arredrarse, pedía para ellos por las calles con una espuerta y dos marmitas pendidas de su cuello: «Hermanos, haced bien para vosotros mismos».
Las noches eran testigos de su mendicidad: «¿quién se hace bien a sí mismo dando a los pobres de Cristo?», decía. Le abrieron las puertas y le proporcionaron la ayuda requerida, porque las gentes se conmovían ante la potente presencia de aquel hombre menudo del que brotaba la aureola del amor divino. A orillas del río Darro, en el cautivador entorno de la Alhambra, iba cargado con sus fatigas y también con sus añoranzas por lo divino. El arzobispo Ramírez de Fuenleal le impuso el hábito y le dio el nombre de Juan de Dios. Espiritualmente sufrió las asechanzas del maligno.
En 1549 se declaró un pavoroso incendio en el hospital, y no dudó en salvar a sus enfermos penetrando en el recinto, aunque le aconsejaron que no expusiera su vida. Sus hombros fueron la tabla de salvación de todos ellos. Milagrosamente, porque lo vieron moverse envuelto en llamas, no sufrió daño alguno. Numerosas mujeres descarriadas a quienes leía la Pasión de Cristo se convirtieron y cambiaron de vida. Uno de sus éxitos apostólicos fue haber logrado reconciliar a Antón Martín con Pedro de Velasco, asesino de su hermano. Y es que la caridad de Juan era desbordante. A primeros de febrero de 1550 supo que el río Genil arrastraba madera en gran cantidad y la precisaba para sus enfermos. Estando en la rivera, vio a una persona que se ahogaba. Se hallaba muy débil, pero se lanzó al río y la rescató. No obstante, tamaño esfuerzo le costó la vida debido a un agotamiento del que no pudo reponerse.
Este excelso samaritano, penitente y caritativo, murió con fama de santidad el 8 de marzo de 1550 en la casa de los Pisa donde, a petición del arzobispo, le habían acogido esperando que se recuperase. Se había hincado de rodillas abrazado a su crucifijo. Urbano VIII lo beatificó el 21 de septiembre de 1630. Inocencio XII lo canonizó el 15 de agosto de 1691. Y León XIII lo declaró patrono de los hospitales y de los enfermos.