Editorial \ Reflexiones en frontera

Escuchar al Hijo Amado es el pedido del mismo Dios en la Transfiguración

RV | 10/03/2017 | REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz


 

Solamente ese día y solamente esos tres discípulos vieron en la montaña a Jesús como realmente era, como Hijo de Dios, transfigurado. El Evangelio de san Mateo dice: “su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz”.

Pero siento y entiendo que el misterio más grande, no es la luz radiante, tipo, ovni, marciano, o esas cosas. Más que la luz radiante, el misterio de Dios es el amor; es que el Hijo Dios, siendo así, sobrenatural, omnipotente se hizo como nosotros, tomó la vida nuestra hasta en la muerte. Y una muerte de condenado, de delincuente, en la brutalidad de la cruz. Haciendo uno de los nuestros fue y va hasta las periferias más crueles de la vida, buscándote a vos ya mí.

La interpretación común es que Jesús, haciéndose resplandeciente, los fortaleció en su fe para que no se escandalicen de su muerte en la cruz. Es el “Hijo amado de Dios”. Al final del Evangelio del domingo Jesús les dice bajando de la montaña: "No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos".

Pero no nos olvidemos que la voz del Padre en ese momento dice también “escúchenlo”. Escuchemos a Jesús que nos habla en el Evangelio con sus palabras y sus gestos. ¿Escuchamos a Jesús en el Evangelio?