Tribunas

El perdón de Dios

José Francisco Serrano Oceja

 

Reflexiones a vuela pluma sobre el perdón de Dios.

El evangelio de Lucas es el evangelio de los grandes perdones. Jesús perdonando una y otra vez. Alega como excusa la ignorancia: “no saben lo que hacen”.

El Evangelio del perdón fue la biografía de Jesús. No se escribió más que lo que iba sanando y perdonando. Al final de la vida no hace más que lo que siempre hizo: murió perdonando y por perdonar. Afiemi significa dejar libre del pecado.

“El que más ama es el que más perdona”. Dios quiso que el hombre tuviera la experiencia de la muerte para sentirse amado en la resurrección. Para que el hombre descubriese cuántos eran los dones dados por Dios. Para que valorase en propia carne la magnanimidad del Señor.

La cruz es el momento de la oración. Jesús confía totalmente en el Padre: le escucha. Se olvida de sí. Se cumple la enseñanza del Padrenuestro. Se hace patente el amor a los enemigos.

A Caifás, a Pilato, a los escribas y fariseos, a Judas. Sabe que el hombre es ciego y no sabe lo que hace, que vive en la mentira, que es tergiversar la verdad.

No saben lo que hacen, son “ignorancia”. El Señor pide que se nos arranque de la ignorancia.

Hay una palabra que se hace oración, perdón. Quien ama, ora y quien ora, ama. Jesús no tiene ahora otras palabras que las del perdón. Para eso ha venido y por eso es crucificado y se entrega. Nos salva para perdonar nuestra ceguera, ignorancia….

Perdonó no solo a los que le mataron sino a la Humanidad entera.

Cicerón dijo que la cruz es “la más cruel y terrible pena de muerte”. Flavio Josefo se refirió a ella como “la más miserable de todas las muertes”. Y Tácito escribió de ella como “el castigo de los esclavos”.

Paradoja sobre nueva paradoja, la cruz es la sede del perdón de Dios.

San Agustín escribió aquello de que “cuando tu enemigo te pide perdón, otórgaselo enseguida. Era mucho para ti amar al enemigo que te vejaba. ¿Lo es también amar a quien te pide perdón? Te molestaba él, y tú le odiabas. Yo hubiese preferido que ni siquiera entonces le odiases. Habría preferido que al sufrir sus malos tratos, te hubieses acordado del Señor que dijo: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”. Éste sería mi mayor deseo: que, aun ensañándose el enemigo contra ti, hubieras evocado las palabras del Señor” (cf. San Agustín, Serm. 56,16).

En otro de sus luminosos textos, el santo de Hipona proponía el siguiente método del perdón: “Si queremos imitar a Cristo vayamos por el camino andado por él, hasta cuando pendía de la cruz. Estaba clavado en la cruz, y, como quien corre por el camino de la caridad, rogaba por sus perseguidores. “Padre -dijo- perdónales porque no saben lo que hacen”. Pidamos también nosotros esto, en favor de nuestros enemigos, para que, por gracia de Dios, enmienden sus costumbres y se les perdonen los pecados” (San Agustín, Serm. 167 A).

 

José Francisco Serrano Oceja