Servicio diario - 22 de septiembre de 2017


El Papa a los obispos europeos: las migraciones son ocasión privilegiada para evangelizar
Redacción

Francisco visita por sorpresa la Fundación Santa Lucía en Roma
Redacción

En la misa de Santa Marta el Papa reza por las mujeres
Redacción

El Papa lanzará la campaña de migración “Compartiendo el viaje”
Rosa Die Alcolea

Tweet del Papa: “Dirijo un llamamiento en favor de la paz y del desarme”
Rosa Die Alcolea

El presidente de Perú entrega al Papa un bastón de mando autóctono
Sergio Mora

Documento de la Congregación para la Educación Católica – “Educar al humanismo solidario”
Redacción

Siria: La Iglesia envió 200 millones de dólares de ayuda humanitaria en 2016
Rosa Die Alcolea

Jornales de miseria – Por Mons. Enrique Diaz Diaz
Enrique Díaz Díaz

San Pío de Pietrelcina, 23 de septiembre
Isabel Orellana Vilches


 

22/09/2017-15:44
Redacción

El Papa a los obispos europeos: las migraciones son ocasión privilegiada para evangelizar

(ZENIT, Ciudad del Vaticano, 22 Sept. 2017).- El papa Francisco recibió este viernes por la mañana en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los directores nacionales de la pastoral para los migrantes.

Ellos están participando en un encuentro del 21 al 23 septiembre, promovido por el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) en curso en Roma, en la Bonus Pastor.

El Santo Padre no esconde su preocupación por los signos de intolerancia y rechazo de la inmigración que se verifican en Europa. Les recuerda que la misión de Jesús es estar cerca de los más indefensos y que los flujos migratorios contemporáneos constituyen una ocasión privilegiada para anunciar a Jesucristo y su Evangelio sin moverse del propio ambiente y de dar un testimonio concreto de la fe cristiana en la caridad y en el profundo respeto por otras expresiones religiosas.

Publicamos el discurso dirigido por el Santo Padre a los participantes en la audiencia.

 

Discurso del Santo Padre

“Queridos hermanos y hermanas,

Los recibo con alegría con ocasión de vuestro encuentro y agradezco al cardenal presidente las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Quiero darles las gracias de todo corazón por los esfuerzos de los últimos años a favor de tantos hermanos y hermanas migrantes y refugiados que llaman a las puertas de Europa en busca de un lugar más seguro y una vida más digna.

Frente los flujos migratorios masivos, complejos y variados, que han puesto en crisis las políticas migratorias adoptadas hasta ahora y los medios de protección sancionados por los convenios internacionales, la Iglesia tiene la intención de permanecer fiel a su misión: la de `amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados; entre éstos, están ciertamente los emigrantes y los refugiados´ (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2015: Enseñanzas II, 2 [2014], 200).

El amor maternal de la Iglesia para estos hermanos y hermanas pide manifestarse concretamente en todas las fases de la experiencia migratoria desde la salida hasta el viaje, desde la llegada hasta el regreso, de manera que todos los órganos de las iglesias locales situados a lo largo de la ruta sean protagonistas de la única misión, cada uno según sus propias posibilidades. Reconocer y servir al Señor en estos miembros de su `pueblo en el camino´ es una responsabilidad compartida por todas las Iglesias particulares en la profusión de un esfuerzo constante, coordinado y eficaz.

Queridos hermanos y hermanas, no les oculto mi preocupación por los signos de intolerancia, discriminación y xenofobia que existen en diferentes regiones de Europa. A menudo están motivados por la desconfianza y el miedo hacia el otro, al diferente, al extranjero. Me preocupa todavía más la triste constatación de que nuestras comunidades católicas en Europa no están exentas de estas reacciones defensivas y de rechazo, justificadas por un no especificado `deber moral´ de preservar la identidad cultural y religiosa original.

La iglesia se ha extendido a todos los continentes gracias a la “migración” de los misioneros que estaban convencidos de la universalidad del mensaje de salvación de Jesucristo, destinado a los hombres y mujeres de todas las culturas. En la historia de la Iglesia no han faltado tentaciones de exclusivismo y atrincheramiento cultural, pero el Espíritu Santo siempre nos ha ayudado a superarlas, asegurando una apertura constante hacia el otro, considerada como una verdadera oportunidad de crecimiento y enriquecimiento.

El Espíritu, estoy seguro, nos ayuda también hoy a mantener una actitud de apertura confiada, que nos permite superar cualquier barrera, saltar por encima de cualquier muro.

En mi escucha constante de las Iglesias particulares en Europa, he percibido un profundo malestar frente a la llegada masiva de inmigrantes y refugiados. Ese malestar debe ser reconocido y entendido a la luz de un momento histórico marcado por la crisis económica, que ha dejado heridas profundas.

Ese malestar, además, también se ha visto agravado por la cantidad y la composición de los flujos migratorios, por una falta sustancial de preparación de las sociedades de acogida y de políticas nacionales y comunitarias a menudo inadecuadas.

Pero el malestar también es indicativo de los límites del proceso de unificación europea, de los obstáculos con los que se debe medir la aplicación real de la universalidad de los derechos humanos, de los muros contra los que se estrella el humanismo integral, que constituye uno de los frutos más hermosos de la civilización europea. Y para los cristianos todo esto debe interpretarse, más allá del inmanentismo laicista, en la lógica de la centralidad de la persona humana creada por Dios, única e irrepetible.

Desde una perspectiva puramente eclesiológica, la llegada de tantos hermanos y hermanas en la fe ofrece a las iglesias en Europa una nueva oportunidad de realizar plenamente su catolicidad, un elemento constitutivo de la Iglesia que confesamos en el Credo cada domingo. Por otra parte, en los últimos años, muchas Iglesias locales en Europa se han enriquecido con la presencia de inmigrantes católicos, que han traído sus devociones y su entusiasmo litúrgico y apostólico.

Desde una perspectiva misionológica, los flujos migratorios contemporáneos constituyen una nueva `frontera´ misionera, una ocasión privilegiada para anunciar a Jesucristo y su Evangelio sin moverse del propio ambiente, de dar un testimonio concreto de la fe cristiana en la caridad y en el profundo respeto por otras expresiones religiosas. El encuentro con los migrantes y refugiados de otras confesiones y religiones es un terreno fértil para el desarrollo de un diálogo ecuménico e interreligioso sincero y enriquecedor.

En mi Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del próximo año destaqué que la respuesta pastoral a los desafíos de la migración contemporánea se deba articular en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover, integrar.

El verbo acoger se traduce después en otros verbos como ampliar los medios legales y seguros de entrada, proporcionar un primer alojamiento adecuado y decoroso, y garantizar a todos la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos.

El verbo proteger se especifica en la oferta de información fiable y certificada antes de la salida, la defensa de los derechos fundamentales de los migrantes y refugiados, independientemente de su estatus migratorio, y en la defensa de los más vulnerables, que son los niños y las niñas.

Promover significa esencialmente asegurar las condiciones para el desarrollo humano integral de todos, migrantes y autóctonos. El verbo integrar se traduce en la apertura de espacios de encuentro intercultural, en favorecer el enriquecimiento mutuo y promover programas de ciudadanía activa.

En el mismo mensaje mencionaba la importancia de los Pactos Globales, que los Estados se han comprometido a elaborar y aprobar a finales de 2018. La Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral ha preparado 20 puntos de acción que las Iglesias locales están invitadas a utilizar, completar y profundizar en su pastoral: estos puntos se basan en las `mejores prácticas´ que caracterizan la respuesta tangible de la Iglesia a las necesidades de los migrantes y refugiados.

Los mismos puntos son útiles para el diálogo que las diferentes instituciones eclesiásticas tengan con sus gobiernos en vista de los Pactos Globales. Os invito, queridos directores, a conocer estos puntos y a promoverlos en vuestras Conferencias Episcopales.

Los mismos puntos de acción conforman también un paradigma articulado de los cuatro verbos mencionados anteriormente, un paradigma que podría servir como metro de estudio o de verificación de las praxis pastorales en las Iglesias locales, de cara a una actualización cada vez más oportuna y enriquecedora.

La comunión en la reflexión y la acción sea vuestra fuerza, porque cuando se está solo, los obstáculos parecen mucho más grandes. Vuestra voz sea siempre puntual y profética, y, sobre todo, esté precedidas por una obra coherente y basada en los principios de la doctrina cristiana.

Renuevo mi agradecimiento por vuestro gran esfuerzo en el contexto de una pastoral migratoria tan compleja cuanto de candente actualidad y les aseguro mi oración. Y también ustedes, por favor no se olviden de rezar por mí. Gracias”.

 

 

22/09/2017-16:12
Redacción

Francisco visita por sorpresa la Fundación Santa Lucía en Roma

(ZENIT – 22 Sept. 2017).- El papa Francisco ha visitado esta tarde por sorpresa la Fundación Santa Lucía, un conocido centro de excelencia en Roma, especializado en la neuro-rehabilitación de pacientes con movimientos y deterioro cognitivo, donde son tratados derrames cerebrales, lesiones médula, parkinson y esclerosis múltiple.

Con esa visita, señala un comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano, “el Papa continúa así la experiencia de los ‘Viernes de la Misericordia’: gestos de cercanía y de apoyo dedicados a los más necesitados y menos afortunados, que han caracterizado el Jubileo de la Misericordia”.

Alrededor de las 16 horas, el papa Francisco cruzó las puertas de Via Ardeatina 306 y fue recibido con alegría por la gente que estaba en ese momento en el complejo de edificios del hospital.

A su llegada, el Santo Padre fue recibido por la presidente de la Asociación, la doctora María Adriana Amadio, y por el director general, doctor Eduardo Alesse, además del personal del lugar.

Particularmente emocionante fue la visita del Papa al departamento de rehabilitación de niños con trastornos neurológicos. El papa Francisco se detuvo y bromeó con ellos, e intercambió algunas palabras reconfortantes con los padres que estaban ayudando en la rehabilitación motora de sus hijos, a menudo cansados y adolorados. El Santo Padre prestó gran atención a los ejercicios que permiten a los niños adquirir o recuperar su estabilidad motora.

Posteriormente, el papa Francisco visitó el departamento en el que se alojan pacientes entre 15 y 25 años de tetrapléjicos y parapléjicos, algunos de los cuales están lesionados por accidentes de tráfico, y el gimnasio donde las personas mayores realizan actividades de rehabilitación motora.

De esta manera, el Santo Padre ha querido animarlos a practicar ejercicio físico y hacer hincapié en lo importante que es esperar en el futuro y confiar en la investigación científica que realiza grandes avances en este campo.

 

 

22/09/2017-16:39
Redacción

En la misa de Santa Marta el Papa reza por las mujeres

(ZENIT – 22 Sept. 2017). “Por todas las mujeres explotadas, humilladas y abusadas, para que puedan encontrar siempre en la Iglesia un lugar de acogedor y sincero respeto”: fue una de las intenciones por las que el Papa ha rezado esta mañana en la misa celebrada en Santa Marta, viernes 22 de septiembre de 2017.

En esta ocasión el Papa no pronunció la homilía — informa L’Osservatore Romano– como lo hace de manera habitual para comentar la liturgia del día, cuyas lecturas han inspirado la oración de los fieles. Las intenciones se basan en el episodio evangélico en el cual Lucas relata como Jesús fue acompañado en su predicación por los doce apóstoles y por algunas mujeres que le servían de sus bienes, señala el diario del Vaticano.

Las otras dos oraciones fueron dedicadas a las mujeres: “para que vivan en el contexto social y eclesial en libertad y armonía, expresando la riqueza específica de su ser” y para que representen “para la humanidad de nuestro tiempo el rostro materno y acogedor de Dios”.

 

 

22/09/2017-17:56
Rosa Die Alcolea

El Papa lanzará la campaña de migración “Compartiendo el viaje”

(ZENIT – 22 Sept. 2017).- “Mírenlos a los ojos, escuchen por qué dejaron sus hogares, cómo ha sido su viaje”, el secretario general de Caritas Internacionales explica en qué consistirá la campaña de migración “Compartiendo el viaje”.

El Papa Francisco lanzará la campaña de migración de Caritas Internationalis “Compartiendo el viaje” en la plaza de San Pedro, en Roma, el miércoles 27 de septiembre de 2017.

La campaña de acción y sensibilización durará dos años y promoverá el fortalecimiento de las relaciones entre migrantes, refugiados y comunidades. Es la respuesta de Caritas a los llamamientos del Papa Francisco para promover la “cultura del encuentro” – ver a la gente en movimiento con la humanidad, abrir corazones y mentes, cambiar las percepciones.

“A través de `Compartiendo el viaje´ estamos haciendo una simple sugerencia a la gente: ponerse en contacto con un verdadero migrante. Mírenlos a los ojos, escuchen por qué dejaron sus hogares, cómo ha sido su viaje, vean a la gente real detrás de los números y las historias de susto”, explica el cardenal Luis Antonio Tagle, presidente de Caritas Internationalis, descendiente de un inmigrante.

Caritas Internationalis pondrá de relieve los desafíos y efectos de la migración en todos los puntos del viaje, aprovechando la fuerza de sus más de 160 miembros globales para hacer campaña por un cambio de pensamiento. La campaña se apoyará con el apoyo de ACT Alliance, una red de 145 agencias cristianas en todo el mundo y una variedad de otras congregaciones religiosas y grupos de la sociedad civil.

El secretario general de Caritas Internationalis, Michel Roy, cree que “ha de haber un cambio”, tanto por parte de los individuos como por parte de los gobiernos.

“Compartiendo el viaje” es una oportunidad “para cambiar el prejuicio por la tolerancia”.

Caritas — explica Michel Roy– desafía el aumento de la indiferencia y el rechazo, a menudo las consecuencias del ascenso del individualismo y las sociedades que ven a las personas sólo como consumidores, privándoles de su profunda humanidad.

“El mundo es un lugar mejor cuando los migrantes son comprendidos, acogidos e integrados. No obligados a la esclavitud moderna por los traficantes de personas, mal protegidos por leyes débiles y una falta de voluntad y compasión”, afirma el secretario general de Caritas Internationalis.

 

 

22/09/2017-09:08
Rosa Die Alcolea

Tweet del Papa: “Dirijo un llamamiento en favor de la paz y del desarme”

(ZENIT – 22 Sept. 2017).- “Dirijo un llamamiento en favor de la paz y del desarme: en este mundo herido por la violencia, necesitamos de la hermandad entre pueblos”, escribió el Papa Francisco ayer, 21 de septiembre de 2017, en su cuenta de Twitter @Pontifex.

Francisco escribió este mensaje desde su cuenta de Twitter en 9 idiomas, con más de 30 millones de suscriptores.

Ayer se celebró el Día Internacional de la Paz (#InternationalPeaceDay), el tema elegido para este año es “Juntos por la Paz: Respeto, Dignidad y Seguridad para Todos”, elegido para promover la iniciativa de las Naciones Unidas “Juntos”, cuyo objetivo es asegurar para seguridad, dignidad y respeto de los refugiados y migrantes.

El día internacional arroja luz sobre las organizaciones y ciudadanos involucrados por aquellos que huyen de sus países a refugio afectuoso y la paz.

 

 

22/09/2017-14:25
Sergio Mora

El presidente de Perú entrega al Papa un bastón de mando autóctono

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 22 Sept. 2017).- El presidente peruano Pablo Kuczynski, le regaló este viernes al papa Francisco un varayoc, bastón de mando que simboliza el poder del jefe indígena ante su comunidad, pocos meses antes del viaje apostólico programado del 18 al 21 de enero próximo, visitando las ciudades de Lima, Puerto Maldonado y Trujillo.

El regalo le fue entregado, junto a un cuadro de la Virgen desatanudos realizado por la escuela de arte cuzqueña, durante la audiencia privada que el Pontífice concedió al presidente, acompañado por su consorte Nancy Lange y la comitiva presidencial.

Durante el encuentro, el Santo Padre se reunió para conversar con el mandatario a puertas cerradas durante poco más de 25 minutos, en la Biblioteca papal.

La Santa Sede señaló poco después en un comunicado, que “durante los coloquios, transcurridos en un clima de cordialidad se han abordado varios temas de interés común, como la educación de los jóvenes, la protección del medio ambiente, el desarrollo y la lucha contra la pobreza. En este contexto, se ha recordado la contribución que la Iglesia ofrece a la sociedad peruana”. Y subrayó que “las relaciones entre la Santa Sede y la República de Perú, tendrán un momento significativo durante el próxima viaje apostólico del Papa Francisco a ese país”.

El presidente peruano estuvo acompañado por los ministros de Relaciones Exteriores, Ricardo Luna; el de Trabajo y Promoción del Empleo, Alfonso Grados; y la embajadora de Perú ante la Santa Sede, María Elvira Velásquez, entre otros.

El presidente y líder de la formación PKK a la salida del encuentro aseguró que el viaje está confirmado para las fechas previstas pero “aún hay que definir exactamente dónde va aser la gran misa del Papa a la conclusión de su viaje. Todo el resto está determinado”.

Durante el encuentro le regalaron también a Francisco, una camiseta de la selección de fútbol peruana, y el presidente bromeó indicando que seguramente el Papa no se la iba a poner por ser argentino.
Kuczynski señaló también que “Perú es país ha tenido bastante éxito después de la época del terrorismo y de la hiperinflación que tuvimos hace 27 años”. Y que su país “tiene un desempeño económico muy bueno y esto nos da una voz en los foros de América”.

Sobre la ideología de género en la educación indicó: “Los hombres y mujeres deben tener iguales oportunidades, no debe haber ideología en la educación, nosotros somos gente moderada, lo que nos interesa es que todas las chicas y los chicos tengan una buena educación y luego que tengan la vida que escojan”.

Sobre Venezuela, el presidente peruano señaló que “eso lo hablé con el secretario de Estado del Vaticano (Pietro Parolin), y no con el Santo Padre. Y básicamente lo que hemos dicho es que se debe dejar que entre la ayuda humanitaria a Venezuela porque hay mucha gente que está enferma, no hay medicamentos. El gobierno actual obviamente por razones de orgullo se opone a eso. Otra cosa es buscar un diálogo para que haya un sistema de gobierno ‘transicional’”.

 

 

22/09/2017-12:10
Redacción

Documento de la Congregación para la Educación Católica – “Educar al humanismo solidario”

(ZENIT – 22 Sept. 2017).- La Fundación Pontificia “Gravissimum educationis“, instituida con el quirógrafo del Santo Padre Francisco el 28 de octubre de 2015 dio este viernes una conferencia en la Sala de prensa de la Santa Sede, donde presentó el el documento: “Educar al humanismo solidario. Para construir una civilización del amor 50 años después de la Populorum progressio”.

El documento que contiene las líneas generales de educación al humanismo solidario se enviará a todas las conferencias episcopales para que lo transmitan a las 215.000 escuelas católicas y a las 1.760 universidades católicas en los diversos continentes.

A continuación, ofrecemos el texto completo del documento:

 

Educar al humanismo solidario

Para construir una “civilización del amor”
50 años después de la Populorum progressio

 

INTRODUCCIÓN

1. Hace cincuenta años, con la encíclica Populorum progressio, la Iglesia anunciaba a los hombres y a las mujeres de buena voluntad el carácter mundial que la cuestión social había asumido[1]. Dicho anuncio no se limitaba a sugerir una mirada más amplia, capaz de abarcar porciones cada vez más grandes de humanidad, sino que ofrecía un nuevo modelo ético-social. En ella se debía trabajar por la paz, la justicia y la solidaridad, con una visión que supiera comprender el horizonte mundial de las opciones sociales. Los presupuestos de esta nueva visión ética surgieron unos años antes, en el Concilio Vaticano II, con la formulación del principio de interdependencia planetaria y del destino común de todos los pueblos de la Tierra[2]. En los años sucesivos, la validez explicativa de tales principios encontró numerosas confirmaciones. El hombre contemporáneo experimentó en muchas ocasiones que lo que ocurre en una parte del mundo puede afectar a otras, y que nadie puede —a priori— sentirse seguro en un mundo donde existe sufrimiento o miseria. Si en aquel momento se intuía la necesidad de ocuparse del bien de los demás como si fuera el propio, hoy tal recomendación asume una clara prioridad en la agenda política de los sistemas civiles[3].

2. La Populorum progressio, en este sentido, puede ser considerada como el documento programático de la misión de la Iglesia en la era de la globalización[4]. La sabiduría que emana de sus enseñanzas continúa a guiar aún hoy el pensamiento y la acción de quienes quieren construir la civilización del «humanismo pleno»[5] ofreciendo —en el cauce del principio de subsidiariedad— “modelos practicables de integración social” surgidos del ventajoso encuentro entre “la dimensión individual y la comunitaria” [6]. Esta integración expresa los objetivos de la “Iglesia en salida”, que “acorta las distancias, se rebaja hasta la humillación si fuera necesario (...), acompaña la humanidad en todos sus procesos, por duros o prolongados que sean”[7]. Los contenidos de este humanismo solidario tienen necesidad de ser vividos y testimoniados, formulados y transmitidos[8] en un mundo marcado por múltiples diferencias culturales, atravesado por heterogéneas visiones del bien y de la vida y caracterizado por la convivencia de diferentes creencias. Para hacer posible este proceso —como afirma Papa Francisco en al encíclica Laudato si’ — “es necesario tener presente que los modelos de pensamiento influyen realmente sobre los comportamientos. La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no se preocupa además por difundir un nuevo modelo respecto al ser humano, a la vida, a la sociedad y a las relaciones con la naturaleza”[9].

Con el presente documento la Congregación para la Educación Católica entiende proponer las líneas principales de una educación al humanismo solidario.

 

1. ESCENARIOS ACTUALES

3. El mundo contemporáneo, multifacético y en constante transformación, atraviesa múltiples crisis. Estas son de distintas naturalezas: crisis económicas, financieras, laborales; crisis políticas, democráticas, de participación; crisis ambientales y naturales; crisis demográficas y migratorias, etc. Los fenómenos producidos por dichas crisis revelan cotidianamente su carácter dramático. La paz está constantemente amenazada y, junto a las guerras tradicionales que combaten los ejércitos regulares, se difunde la inseguridad generada por el terrorismo internacional, bajo cuyos golpes se producen sentimientos de recíproca desconfianza y odio, favoreciendo el desarrollo de sentimientos populistas, demagógicos, corriendo el riesgo de agravar los problemas y fomentando la radicalización del enfrentamiento entre culturas diferentes. Guerras, conflictos y terrorismo son a veces la causa, a veces el efecto, de las inequidades económicas y de la injusta distribución de los bienes de la creación.

5. Estas inequidades generan pobreza, desempleo y explotación. Las estadísticas de las organizaciones internacionales muestran las connotaciones de la emergencia humanitaria en acto, que se refiere también al futuro, si medimos los efectos del subdesarrollo y de las migraciones en las jóvenes generaciones. Tampoco se encuentran exentas de tales peligros las sociedades industrializadas, donde aumentaron las áreas de marginalidad[10]. De particular importancia es el complejo fenómeno de las migraciones, extendido en todo el planeta, a partir del cual se generan encuentros y enfrentamientos de civilizaciones, acogidas solidarias y populismos intolerantes e intransigentes. Nos encontramos ante un proceso oportunamente definido como un cambio epocal[11]. Este pone en evidencia un humanismo decadente, a menudo fundado sobre el paradigma de la indiferencia.

6. La lista de problemas podría ser más larga, pero no debemos olvidarnos de las oportunidades positivas que presenta el mundo actual. La globalización de las relaciones es también la globalización de la solidaridad. Hemos tenido muchos ejemplos en ocasión de las grandes tragedias humanitarias causadas por la guerra o por desastres naturales: cadenas de solidaridad, iniciativas asistenciales y caritativas donde han participado ciudadanos de todas partes del mundo. Del mismo modo, en los últimos años han surgido iniciativas sociales, movimientos y asociaciones, a favor de una globalización más equitativa cuidadosa de las necesidades de los pueblos con dificultades económicas. Quienes instauran muchas de estas iniciativas —y participan en ellas— son frecuentemente ciudadanos de las naciones más ricas que, pudiendo disfrutar de los beneficios de las desigualdades, luchan a menudo por los principios de justicia social con gratuidad y determinación.

7. Es paradójico que el hombre contemporáneo haya alcanzado metas importantes en el conocimiento de las fuerzas de la naturaleza, de la ciencia y de la técnica pero, al mismo tiempo, carezca de una programación para una convivencia pública adecuada, que haga posible una existencia aceptable y digna para cada uno y para todos. Lo que tal vez falta aun es un desarrollo conjunto de las oportunidades civiles con un plan educativo que pueda transmitir las razones de la cooperación en un mundo solidario. La cuestión social, como dijo Benedicto XVI, es ahora una cuestión antropológica[12], que implica una función educativa que no puede ser postergada. Por esta razón, es necesario «un nuevo impulso del pensamiento para comprender mejor lo que implica ser una familia; la interacción entre los pueblos del planeta nos urge a dar ese impulso, para que la integración se desarrolle bajo el signo de la solidaridad en vez del de la marginación».[13]

 

2. HUMANIZAR LA EDUCACIÓN

7. «Experta en humanidad», como subrayó hace cincuenta años la Populorum progressio [14], la Iglesia tiene ya sea la misión que la experiencia para indicar itinerarios educativos idóneos a los desafíos actuales. Su visión educativa está al servicio de la realización de los objetivos más altos de la humanidad. Dichos objetivos fueron evidenciados con visión de futuro en la Declaración conciliar Gravissimum educationis: el desarrollo armonioso de las capacidades físicas, morales e intelectuales, finalizadas a la gradual maduración del sentido de responsabilidad; la conquista de la verdadera libertad; la positiva y prudente educación sexual[15]. Desde esta perspectiva, se intuía que la educación debía estar al servicio de un nuevo humanismo, donde la persona social se encuentra dispuesta a dialogar y a trabajar para la realización del bien común[16].

8. Las necesidades indicadas en la Gravissimum educationis siguen siendo actuales. A pesar que las concepciones antropológicas basadas en el materialismo, el idealismo, el individualismo y el colectivismo, viven una fase de decadencia, todavía ejercen una cierta influencia cultural. A menudo ellas entienden la educación como un proceso de adiestramiento del individuo a la vida pública, en la que actúan las diferentes corrientes ideológicas, que compiten entre sí por la hegemonía cultural. En este contexto, la formación de la persona responde a otras exigencias: la afirmación de la cultura del consumo, de la ideología del conflicto, del pensamiento relativista, etc. Es necesario, por lo tanto, humanizar la educación; es decir, transformarla en un proceso en el cual cada persona pueda desarrollar sus actitudes profundas, su vocación y contribuir así a la vocación de la propia comunidad. “Humanizar la educación”[17] significa poner a la persona al centro de la educación, en un marco de relaciones que constituyen una comunidad viva, interdependiente, unida a un destino común. De este modo se cualifica el humanismo solidario.

9. Humanizar la educación significa, también, reconocer que es necesario actualizar el pacto educativo entre las generaciones. De manera constante, la Iglesia afirma que «la buena educación de la familia es la columna vertebral del humanismo»[18] y desde allí se propagan los significados de una educación al servicio de todo el cuerpo social, basada en la confianza mutua y en la reciprocidad de los deberes[19]. Por estas razones, las instituciones escolares y académicas que deseen poner a la persona al centro de su misión son llamadas a respetar la familia como primera sociedad natural, y a ponerse a su lado, con una concepción correcta de subsidiariedad.

10. Una educación humanizada, por lo tanto, no se limita a ofrecer un servicio formativo, sino que se ocupa de los resultados del mismo en el contexto general de las aptitudes personales, morales y sociales de los participantes en el proceso educativo. No solicita simplemente al docente enseñar y a los estudiantes aprender, más bien impulsa a todos a vivir, estudiar y actuar en relación a las razones del humanismo solidario. No programa espacios de división y contraposición, al contrario, ofrece lugares de encuentro y de confrontación para crear proyectos educativos válidos. Se trata de una educación —al mismo tiempo— sólida y abierta, que rompe los muros de la exclusividad, promoviendo la riqueza y la diversidad de los talentos individuales y extendiendo el perímetro de la propia aula en cada sector de la experiencia social, donde la educación puede generar solidaridad, comunión y conduce a compartir[20].

 

3. CULTURA DEL DIÁLOGO

11. La vocación a la solidaridad llama a las personas del siglo XXI a afrontar los desafíos de la convivencia multicultural. En las sociedades globales conviven cotidianamente ciudadanos de tradiciones, culturas, religiones y visiones del mundo diferentes, y a menudo se producen incomprensiones y conflictos. En tales circunstancias, las religiones frecuentemente son consideradas como estructuras de principios y de valores monolíticos, inflexibles, incapaces de conducir la humanidad hacia la sociedad global. La Iglesia Católica, al contrario, «no rechaza nada que sea verdadero y santo en estas religiones» y es su deber «anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia»[21]. Está también convencida que, en realidad, las dificultades son a menudo el resultado de una falta de educación al humanismo solidario, basada en la formación a la cultura del diálogo.

12. La cultura del diálogo no recomienda el simple hablar para conocerse, con el fin de amortiguar el efecto rechazante del encuentro entre ciudadanos de diferentes culturas. El diálogo auténtico se lleva a cabo en un marco ético de requisitos y actitudes formativas como así también de objetivos sociales. Los requisitos éticos para dialogar son la libertad y la igualdad: los participantes al diálogo deben ser libres de sus intereses contingentes y deben ser disponibles a reconocer la dignidad de todos los interlocutores. Estas actitudes se sostienen por la coherencia con el propio específico universo de valores. Esto se traduce en la intención general de hacer coincidir acción y declaración, en otras palabras, de relacionar los principios éticos anunciados (por ejemplo, paz, equidad, respeto, democracia...) con las elecciones sociales y civiles realizadas. Se trata de una «gramática del diálogo», como lo indica el Papa Francisco, que logra «construir puentes [...] y encontrar respuestas a los desafíos de nuestro tiempo»[22].

13. En el pluralismo ético y religioso, por lo tanto, las religiones pueden estar al servicio de la convivencia pública, y no obstaculizarla. A partir de sus valores positivos de amor, esperanza y salvación, en un contexto de relaciones performativas y coherentes, las religiones pueden contribuir significativamente a alcanzar objetivos sociales de paz y de justicia. En dicha perspectiva, la cultura del diálogo afirma una concepción propositiva de las relaciones civiles. En lugar de reducir la religiosidad a la esfera individual, privada y reservada, y obligar a los ciudadanos a vivir en el espacio público únicamente las normas éticas y jurídicas del estado, invierte los términos de la relación e invita a las creencias religiosas a profesar en público sus valores éticos positivos.

14. La educación al humanismo solidario tiene la grandísima responsabilidad de proveer a la formación de ciudadanos que tengan una adecuada cultura del diálogo. Por otra parte, la dimensión intercultural frecuentemente se experimenta en las aulas escolares de todos los niveles, como también en las instituciones universitarias; por lo tanto es desde allí que se tiene que proceder para difundir la cultura del diálogo. El marco de valores en el cual vive, piensa y actúa el ciudadano que tiene una formación al diálogo está sostenido por principios relacionales (gratuidad, libertad, igualdad, coherencia, paz y bien común) que entran de modo positivo y categórico en los programas didácticos y formativos de las instituciones y agencias que trabajan por el humanismo solidario.

15. Es propio de la naturaleza de la educación la capacidad de construir las bases para un diálogo pacífico y permitir el encuentro entre las diferencias, con el objetivo principal de edificar un mundo mejor. Se trata, en primer lugar, de un proceso educativo donde la búsqueda de una convivencia pacífica y enriquecedora se ancla en un concepto más amplio de ser humano — en su caracterización psicológica, cultural y espiritual — más allá de cualquier forma de egocentrismo y de etnocentrismo, de acuerdo con una concepción de desarrollo integral y trascendente de la persona y de la sociedad[23].

 

4. GLOBALIZAR LA ESPERANZA

16. «El desarrollo es el nuevo nombre de la paz», concluía la Populorum progressio [24]. Dicha afirmación encontró apoyo y confirmación en las décadas sucesivas, y se clarificaron las direcciones del desarrollo sostenible desde el punto de vista económico, social y del medioambiente. Desarrollo y progreso, sin embargo, siguen siendo descripciones de procesos, no dicen mucho sobre los fines últimos del devenir histórico-social. Lejos de exaltar el mito del progreso inmanente de la razón y la libertad, la Iglesia Católica relaciona el desarrollo con el anuncio de la redención cristiana, que no es una indefinida ni futurible utopía, sino que es ya «sustancia de la realidad», en el sentido que por ella «ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera»[25].

17. Es necesario, por lo tanto, a través de la esperanza en la salvación, ser desde ya signos vivos de ella. ¿En el mundo globalizado, cómo puede difundirse el mensaje de salvación en Jesucristo? «No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor»[26]. La caridad cristiana propone gramáticas sociales universalizantes e inclusivas. Tal caridad informa las ciencias que, impregnadas con ella, acompañarán al hombre que busca sentido y verdad en la creación. La educación al humanismo solidario, por lo tanto, debe partir de la certeza del mensaje de esperanza contenido en la verdad de Jesucristo. Compete a ella, irradiar dicha esperanza, como mensaje transmitido por la razón y la vida activa, entre los pueblos de todo el mundo.

18. Globalizar la esperanza es la misión específica de la educación al humanismo solidario. Una misión que se cumple a través de la construcción de relaciones educativas y pedagógicas que enseñen el amor cristiano, que generen grupos basados ??en la solidaridad, donde el bien común está conectado virtuosamente al bien de cada uno de sus componentes, que transforme el contenido de las ciencias de acuerdo con la plena realización de la persona y de su pertenencia a la humanidad. Justamente la educación cristiana puede realizar esta tarea primaria, porque ella «es hacer nacer, es hacer crecer, se ubica en la dinámica de dar la vida. Y la vida que nace es la fuente desde donde brota más esperanza»[27].

19. Globalizar la esperanza también significa sostener las esperanzas de la globalización. Por una parte, en efecto, la globalización ha multiplicado las oportunidades de crecimiento y abrió las relaciones sociales a nuevas e inéditas posibilidades. Por otro lado, además de algunos beneficios, ella causó desigualdades, explotación e indujo de manera perversa a algunos pueblos a padecer una dramática exclusión de los circuitos de bienestar. Una globalización sin visión, sin esperanza, es decir sin un mensaje que sea al mismo tiempo anuncio y vida concreta, está destinada a producir conflictos, a generar sufrimientos y miserias.

 

5. HACIA UNA VERDADERA INCLUSIÓN

20. Para corresponder a su función propia, los proyectos formativos de la educación al humanismo solidario se dirigen hacia algunos objetivos fundamentales. Antes que nada, el objetivo principal es permitir a cada ciudadano que se sienta participante activo en la construcción del humanismo solidario. Los instrumentos utilizados deben favorecer el pluralismo, estableciendo espacios de diálogo finalizados a la representación de las instancias éticas y normativas. La educación al humanismo solidario debe tener una especial atención para que el aprendizaje de las ciencias corresponda a la conciencia de un universo ético donde la persona actúa. En particular, esta recta concepción del universo ético tiene que avanzar hacia la apertura de horizontes del bien común progresivamente más amplios, hasta llegar a toda la familia humana.

21. Este proceso inclusivo supera los límites de las personas que viven actualmente en la tierra. El progreso científico y tecnológico demostró en los últimos años, cómo las decisiones que se toman en el presente son capaces de influir en los estilos de vida y —en algunos casos— sobre la existencia de los ciudadanos de las futuras generaciones. «La noción de bien común incorpora también a las generaciones futuras»[28]. El ciudadano de hoy, de hecho, debe ser solidario con sus contemporáneos donde quiera que se encuentren, pero también con los futuros ciudadanos del planeta. Ya que «el problema es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis [...] y hace falta construir liderazgos que marquen caminos, buscando atender a las necesidades de las generaciones actuales incluyendo a todos, sin perjudicar a las generaciones futuras»[29] entonces la tarea específica que puede realizar la educación al humanismo solidario es contribuir a edificar una cultura basada en la ética intergeneracional.

22. Esto significa que la educación extiende el ámbito clásico del alcance de su acción. Si hasta ahora se consideraba la escuela como la institución que forma los ciudadanos del mañana, si las agencias formativas responsables de la educación permanente se ocupan de los ciudadanos del presente, a través de la educación al humanismo solidario se cuida la humanidad del futuro, la posteridad, con quienes se debe ser solidarios tomando decisiones responsables. Es aún más verdadero con respecto a la formación académica, porque es a través de ella que se proporciona las competencias necesarias para tomar las decisiones decisivas del equilibrio de los sistemas humano-sociales, naturales, ambientales, etc.[30]. Los temas desarrollados en los cursos universitarios, en este sentido, deberían realizarse según un criterio decisivo para la evaluación de su calidad: la sostenibilidad con las exigencias de las generaciones futuras.

23. Para que sea una verdadera inclusión es necesario hacer un paso ulterior, es decir construir una relación de solidaridad con las generaciones que nos precedieron. Lamentablemente, la afirmación del paradigma tecnocrático, en algunos casos, redimensionó el saber histórico, científico y humanístico —con su patrimonio literario y artístico— mientras que una visión correcta de la historia y del espíritu con el cual nuestros antepasados ??han enfrentado y superado sus desafíos, puede ayudar al hombre en la compleja aventura de la contemporaneidad. Las sociedades humanas, las comunidades, los pueblos, las naciones son el fruto del pasaje de la historia donde se revela una identidad específica en continua elaboración. Comprender la relación fecunda entre el devenir histórico de una comunidad y su vocación al bien común y al cumplimiento del humanismo solidario implica la formación de una conciencia histórica, basada en la conciencia de la indisoluble unidad que lleva a los antepasados, a los contemporáneos y a la posteridad a superar los grados de parentesco para reconocerse todos igualmente hijos del Padre, y por lo tanto en una relación de solidaridad universal[31].

 

6. REDES DE COOPERACIÓN

24. Así como la Encíclica Populorum progressio recomienda la elaboración de «programas concertados»[32], hoy es evidente la necesidad de hacer converger las iniciativas educativas y de investigación hacia los fines del humanismo solidario, con la conciencia que «no deberían permanecer dispersos o aislados, y menos aún opuestos por razones de prestigio o poder»[33]. Construir redes de cooperación, desde el punto de vista educativo, escolar y académico, significa activar dinámicas incluyentes, en constante búsqueda de nuevas oportunidades para introducir en el propio circuito de enseñanza y aprendizaje sujetos distintos, especialmente aquellos que les resulta difícil aprovechar un plan una formación adecuado a sus necesidades. Recordando también, que la educación sigue siendo un recurso escaso en el mundo, considerando que existen sectores de la humanidad que sufre por la falta de instituciones idóneas al desarrollo, el primer esfuerzo de educación al humanismo solidario es la socialización de sí mismo a través de la organización de redes de cooperación.

25. Una educación al humanismo solidario desarrolla redes de cooperación en los distintos ámbitos donde se realiza la actividad educativa, particularmente en la educación académica. En primer lugar, solicita a los actores educativos que asuman una actitud que favorezca la colaboración. En particular, prefiere la colegialidad del cuerpo docente en la preparación de los programas formativos, y la cooperación entre los estudiantes en lo concerniente a las modalidades de aprendizaje y a los ambientes formativos. Aún más: como células del humanismo solidario, unidas por un pacto educativo y por una ética intergeneracional, la solidaridad entre quien enseña y quien aprende debe ser progresivamente incluyente, plural y democrática.

26. La universidad debería ser el principal crisol para la formación a la cooperación en la investigación científica, prefiriendo —en el lecho del humanismo solidario— la organización de investigaciones colectivas en todas las áreas del conocimiento, cuyos resultados puedan ser corroborados por la objetividad científica de la aplicación de lógicas, métodos y técnicas idóneas, como también por la experiencia de solidaridad realizada por los investigadores. Se trata de favorecer la formación de grupos de investigación integrados entre el personal docente, jóvenes investigadores y estudiantes, y también solicitar la cooperación entre las instituciones académicas ubicadas en un contexto internacional. Las redes de cooperación deberán instituirse entre sujetos educativos y sujetos de otro tipo, por ejemplo, del mundo de las profesiones, de las artes, del comercio, de la empresa y de todos los cuerpos intermedios de las sociedades donde el humanismo solidario necesita propagarse.

27. En muchos lugares se solicita una educación que supere las dificultades de los procesos de masificación cultural, que producen los efectos nocivos de nivelación, y con ella, de manipulación consumista. El surgimiento de redes de cooperación, en el marco de la educación al humanismo solidario, puede ayudar a superar estos desafíos, ya que ofrece descentralización y especialización. En una perspectiva de subsidiariedad educativa, tanto a nivel nacional como internacional, se favorece el intercambio de responsabilidad y de experiencia, esencial para optimizar los recursos y evitar los riesgos. De esta manera se construye una red no sólo de investigación sino — sobre todo — de servicio, donde uno ayuda al otro y se comparten los nuevos descubrimientos, «intercambiando temporalmente los profesores y proveyendo en todo lo que pueda contribuir a una mayor ayuda mutua»[34].

 

28. PROSPECTIVAS

29. La educación escolar y universitaria estuvieron siempre en el centro de la propuesta de la Iglesia Católica en la vida pública. Ella defendió la libertad de educación cuando, en las culturas secularizadas y laicistas, parecían reducirse los espacios asignados a la formación de los valores religiosos. A través de la educación, continuó suministrando principios y valores de convivencia pública cuando las sociedades modernas, engañadas por los logros científicos y tecnológicos, jurídicos y culturales, creían insignificante la cultura católica. Hoy, como en todas las épocas, la Iglesia Católica tiene todavía la responsabilidad de contribuir, con su patrimonio de verdades y de valores, a la construcción del humanismo solidario, para un mundo dispuesto a actualizar la profecía contenida en la Encíclica Populorum progressio.

30. Para dar un alma al mundo global, atravesado por constantes cambios, la Congregación para la Educación Católica vuelve a lanzar la prioridad de la construcción de la “civilización del amor”[35], y exhorta a todos los que por profesión y vocación están comprometidos en los procesos educativos —en todos los niveles— a vivir con dedicación y sabiduría dicha experiencia, según los principios y los valores enucleados. Este Dicasterio —después del Congreso Mundial “Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva” (Roma-Castel Gandolfo, 18 – 21 de noviembre de 2015)— dio eco a las reflexiones y a los desafíos que surgieron ya sea por parte de los docentes, de los alumnos, de los padres, como de las Iglesias particulares, las Familias religiosas y las Asociaciones comprometidas en el vasto universo de la educación.

30. Estos lineamientos fueron entregados a todos los sujetos que trabajan con pasión para renovar cotidianamente la misión educativa de la Iglesia en los diferentes continentes. Se desea, también, proporcionar una herramienta útil para un diálogo constructivo con la sociedad civil y los Organismos Internacionales. Al mismo tiempo, el Papa Francisco erigió la Fundación “Gravissimum educationis”[36] para aquellas “finalidades científicas y culturales dirigidas a promover la educación católica en el mundo”[37].

31. En conclusión, los temas y los horizontes para explorar — a partir de la cultura del diálogo, de la globalización de la esperanza, de la inclusión y de las redes de cooperación — solicitan ya sea la experiencia formativa y de enseñanza que las actividades de estudio y de investigación. Será necesario, por lo tanto, favorecer la comunicación de dichas
experiencias y los resultados de las investigaciones, con la finalidad de permitir que cada sujeto comprometido en la educación al humanismo solidario comprenda el significado de su propia iniciativa en el proceso global de la construcción de un mundo fundado sobre valores de solidaridad cristiana.

Roma, el 16 de abril de 2017, fiesta de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo

Card. Giuseppe Versaldi
Prefecto

Arzbpo. Angelo Vincenzo Zani
Secretario

 

[1] Pablo VI, Carta encíclica Populorum progressio (26 de marzo de 1967), 3.

[2] Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo (28 de octubre de 1965), 4-5.

[3] Pontificio Consejo Justicia y Paz, Compendio de la doctrina social de la Iglesia (2004), 167.

[4] También por ello, la Populorum progressio a menudo fue comparada, por el alcance de su discurso social, con la Rerum novarum de León XIII: cf. Juan Pablo II, Carta encíclica Sollicitudo rei socialis (30 de diciembre de 1987), 2-3; Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate (29 de junio de 2009), 8.

[5] Populorum progressio, 42.

[6] Cf. Papa Francisco, Discurso a los Participantes al Congreso promovido por el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral en el 50º aniversario de la “Populorum Progressio”, 4 de abril de 2017.

[7] Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (24 noviembre 2013), 24.

[8] “El amor en la verdad —Caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresivo y penetrante globalización. El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no corresponda la interacción ética de las conciencias y de las inteligencias, de la cual pueda emerger como resultado un desarrollo verdaderamente humano.” Benedicto XVI, Carta enciclica Caritas in veritate (29 junio 2009), 9.

[9] Papa Francisco, Carta encíclica sobre el cuidado de la casa común Laudato si’ (24 de mayo de 2015), 215

[10] Cf. UNICEF, Informe de la condición de la infancia en el mundo 2016, UNICEF, Florencia 2016; UNICEF, Hijos de la recesión. EL impacto de la crisis económica en el bienestar de los niños en los países ricos, UNICEF-Office of Research Innocenti, Florencia 2014.

[11] Cf. International Organization for Migration, World Migration Report 2015 – Migrants and Cities: New Partnerships to Manage Mobility, IOM, Ginebra 2015.

[12] Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in veritate (29 de junio de 2009), 75.

[13] Ibíd., 53

[14] Populorum progressio, 13; Cf. Pablo VI, Discurso en las Naciones Unidas, 4 de octubre de 1965.

[15] Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Declaración sobre la Educación Cristiana Gravissimum educationis (28 de octubre de 1965), 1 B

[16] Ibíd., 1.

[17] Papa Francisco, Discurso a los participantes a la Asamblea plenaria de la Congregación para la Educación Católica, 9 de febrero de 2017.

[18] Ver Papa Francisco, Catequesis del 20 de mayo de 2015 sobre la familia y la educación.

[19] Ibíd.

[20] Papa Francisco, Discurso a los participantes al Congreso mundial “Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva” promovido por la Congregación para la Educación Católica, Roma, 21 de noviembre de 2015.

[21] Concilio Ecuménico Vaticano II, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas Nostra aetate (28 de octubre de 1965), 2, 4.

[22] Papa Francisco, Discurso a los participantes a la Asamblea plenaria de la Congregación para la Educación Católica, 9 de febrero de 2017.

[23] Cf. Congregación para la Educación Católica, Educar al diálogo intercultural en la escuela católica. Vivir juntos para una civilización del amor, Ciudad del Vaticano 2013, n. 45.

[24]Populorum progressio, 87.

[25] Benedicto XVI, Carta encíclica Spe salvi (30 de noviembre de 2007), 7.

[26] Ivi, 26

[27] Papa Francisco, Discurso a los participantes a la Asamblea plenaria de la Congregación para la Educación Católica, 9 de febrero de 2017.

[28] Papa Francisco, Carta encíclica sobre el cuidado de la casa común Laudato si’ (24 de mayo de 2015), 159.

[29] Ivi, 53

[30] Cf. Juan Pablo II, Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae (15 de agosto de 1990), 34.

[31] Populorum progressio, 17

[32] Ivi, 50

[33] Ivi.

[34] Concilio Ecuménico Vaticano II, Declaración sobre la Educación Católica Gravissimum educationis, 12

[35] La expresión “civilización del amor” fue usada por primera vez por Pablo VI el 17 de mayo de 1970, el día de Pentecostés (Insegnamenti, VIII/1970, 506), y retomada varias veces durante su pontificado.

[36] Papa Francisco, Quirógrafo para la erección de la Fundación “Gravissimum educationis” (28 de octubre de 2015).

[37] ibid.

 

 

22/09/2017-11:36
Rosa Die Alcolea

Siria: La Iglesia envió 200 millones de dólares de ayuda humanitaria en 2016

(ZENIT – 22 Sept. 2017).- En 2016, la Santa Sede y la Iglesia Católica contribuyeron a proporcionar 200 millones de dólares de ayuda humanitaria de beneficio directo a más de 4,6 millones de personas en Siria y la región circundante, informó Mons. Paul R. Gallagher.

Intervención de Mons. Paul R. Gallagher, Secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, ayer, 21 de septiembre de 2017, en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York, en el ámbito de su Asamblea General durante el Encuentro de alto nivel organizado por la Delegación de la Unión Europa ante la ONU sobre la crisis en Siria.

Mons. Gallgher explicó que la Santa Sede, a través de los diversos organismos de caridad de la Iglesia Católica, ha respondido desde el principio a la crisis humanitaria en Siria y en la región. Concretamente “en 2016, la Santa Sede y la Iglesia Católica contribuyeron a proporcionar 200 millones de dólares de ayuda humanitaria de beneficio directo a más de 4,6 millones de personas en Siria y la región circundante”.

También expresó su “profundo agradecimiento” al Papa Francisco para encontrar una solución política al conflicto en Siria y ayudar en todas las formas posibles a las víctimas de una guerra insensata.

 

Derechos de todos los sirios

El sacerdote detalló que “Al distribuir la ayuda, las agencias y entidades católicas no hacen distinción alguna en cuanto a la identidad religiosa o étnica de las personas que requieren asistencia y dan prioridad a los más vulnerables y necesitados”.

En este sentido, el Secretario del Vaticano indicó que los derechos de “todos los sirios” deben ser protegidos. Declaró que “El estado de derecho, incluido el respeto de la libertad religiosa y la igualdad ante la ley basada en el principio de la ciudadanía independientemente de su raza, origen étnico o religión, es fundamental para el logro y mantenimiento de la coexistencia pacífica y fructífera entre las personas y las comunidades en Siria y más allá”.

Mons. Paul Gallagher explicó que dada la continua y abrumadora necesidad humanitaria, “la Santa Sede sigue uniendo su voz a los llamamientos a un mayor financiamiento para ayudar a los refugiados y a los países receptores afectados, en particular Jordania, Líbano, Irak, Turquía y Egipto”, y aseguró el “compromiso de la Iglesia Católica de continuar su ayuda humanitaria en el próximo año”.

Asimismo, Mons. Gallagher especificó que la Santa Sede insta a que se respete plenamente el derecho internacional humanitario, en particular en lo que respecta a la protección de la población civil y las infraestructuras. Además, la Santa Sede expresa también su preocupación por las condiciones y el trato de los presos y detenidos.

 

 

22/09/2017-06:58
Enrique Díaz Díaz

Jornales de miseria – Por Mons. Enrique Diaz Diaz

Isaías 55, 6-9: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes”
Salmo 44: “Bendeciré al Señor eternamente”
Filipenses 1, 20-24. 27: “Para mí, la vida es Cristo, y la muerte una ganancia”
San Mateo 20, 1-16: “¿Vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?”

Cuando nos acercamos a las historias de nuestras familias, sus tiempos, sus oportunidades, sus ganancias, se nos presenta el ámbito del trabajo como un lugar donde prevalecen las injusticias y donde se da mucho mayor valor a las ganancias que a la dignidad y necesidades básicas de las personas. Si revisamos los horarios, si vemos los salarios, comprobamos que las personas pasan a ser meros números, engranes de una maquinaria de producción que solamente beneficia a unos cuantos y deja a la mayoría sobreviviendo. El campo es igual: mucho trabajo, mucho riesgo para los campesinos y pocos beneficios cuando se obtiene la cosecha. Las ganancias quedan en otra parte. La actual concentración de renta y riqueza se da principalmente por los mecanismos injustos del sistema financiero y de una acumulación de bienes y servicios que ni es en pro del bien común, ni beneficia a todos los hombres, ni produce una auténtica realización de la felicidad humana. Si a esto añadimos la grave corrupción en todos los niveles, vinculada muchas veces al flagelo del narcotráfico o del narconegocio, se acaba destruyendo el tejido social y económico de las comunidades. Y esto tiene graves repercusiones en el desempleo, subempleo y situaciones dramáticas de necesidades personales, familiares y sociales.

Alguien podría pensar que la parábola de Jesús tiene el mismo sentido: un patrón que contrata a los que quiere y que después paga a su gusto, igualando ‘injustamente’ a quienes han trabajado todo el día con quienes solamente han trabajado una hora. Pero si logramos captar el verdadero sentido de la parábola, nos llevará a una profunda reflexión tanto del verdadero sentido del trabajo y del capital, como de la verdadera igualdad y comunidad. Este pasaje continúa la instrucción de Jesús sobre los temas de la fraternidad cuyo cimiento fundamental es la acogida al débil. La respuesta a las diferencias que ofrece es muy clara: la norma de oro sobre la que nace la comunidad debe ser la igualdad: todos reciben lo mismo independientemente del trabajo que han realizado. Habrá que romper los esquemas que hacen de la comunidad un campo cuya norma parece ser la fuerza y el egoísmo. La nueva comunidad cristiana habrá de recuperar su vocación inicial y romper las estructuras sistémicas que hacen de la comunidad una presa fácil a favor del poderoso, donde el débil no cuenta y los excluidos no tiene acceso a los beneficios del Reino.

Condicionados por los parámetros de un mundo neoliberal, nos parece ilógico e injusto el proceder del Señor. Ante Dios no es cuestión de mérito, ni de cantidad o calidad de trabajo. Tanto la llamada a participar en su viña, como la retribución, son un regalo, no una premiación. La respuesta y el compromiso personal son muy necesarios, pero la recompensa es gratuidad de Dios. Dios habla de la gracia, de la alegría de dar. Nosotros inmediatamente hablamos de comparaciones y de derechos. Y la comparación siempre produce o bien, complejo de superioridad o bien, nos arroja en la amargura de la envidia. ¿No es cierto que muchas de las tristezas y frustraciones nacen de la comparación con lo que otros tienen, con lo que los otros hacen o con lo que otros disfrutan y nosotros no? Me imagino que si aquellos trabajadores hubieran recibido su jornal, que nos da a entender que era justo y apreciado, sin conocer el jornal de los otros, lo hubieran aceptado felices como un premio. Pero al mirar a los otros les produce tristeza lo que están obteniendo. La envidia corroe el corazón, cuando nos comparamos con el otro y nos sentimos con más derechos.

Cristo cuenta su parábola para los que se sienten justos y niegan acceso a los pecadores. En nuestra actualidad se dan muchas discriminaciones y bloqueos, solamente porque los consideramos sin derechos. No se tiene en cuenta a los más débiles. Baste mirar las estructuras de nuestra sociedad, sus calles, sus servicios, no tienen en cuenta para nada a quienes tienen capacidades diferentes. Se cierran pasos, se construyen autopistas, pero todo pensando en unos cuantos, egoístamente y no teniendo en cuenta a los más desprotegidos. E igual sucede en la vida. Se olvida la igualdad, esa igualdad nacida de la generosidad de un Dios que no crea ninguna injusticia, que se derrama sobre todos. De ahí que quien entiende bien a este Dios generoso que obra sin detenerse en presuntos privilegios, debería ser igualmente generoso en su propia comunidad, sobre todo con los débiles.

Resaltando una última enseñanza aparece Jesús en su parábola invitando a que todos trabajemos en su viña. Hay quienes generosamente han entregado su vida a favor de los hermanos, y qué bueno. Hay quienes, con culpa o sin ella, no han tenido esa oportunidad; hoy Jesús nos invita. No hay ninguna excusa para que alguien quede indiferente ante el llamado de Jesús. No importa edad, no importa sexo, no importa ideología, todos estamos llamados a trabajar en esa viña, que es la niña de sus ojos, por la cual da la vida. ¿Qué esperamos para responder al llamado? Nunca se es demasiado viejo ni demasiado joven para responder a su llamado; nunca se es suficientemente sabio o ignorante, para no participar. Cristo nos llama a todos y éste es el momento especial de gracia para responder a su llamado.

Dios nuestro, Padre bueno, Padre de todos, que en el amor a Ti y a nuestro prójimo has querido resumir toda tu ley, concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna. Amén.

 

 

22/09/2017-07:00
Isabel Orellana Vilches

San Pío de Pietrelcina, 23 de septiembre

«Uno de los más conocidos estigmatizados. Sufrió muchas pruebas, pero fue agraciado con numerosos dones y carismas. Es un moderno cirineo que no solo se abrazó a la cruz personalmente, sino que ayudó a otros a portarla»

Francesco Forgione es una de las figuras emblemáticas del siglo XX, extraordinariamente probado y aclamado como santo antes de su muerte. Lo inexplicable tuvo en él a uno de sus insignes representantes. Fue, sin proponérselo, vía de controversia para los incrédulos, de los que eligieron la razón como bandera. Es un instrumento del cielo para mostrar a los reticentes y al resto del mundo la grandeza y el poder infinito del amor de Dios, clave única de tanto misterio acogido sin dudar por los sencillos y humildes de corazón. Un caudal de dones: estigmas, bilocación, curación, profecía, lágrimas, penetración de espíritu, de perfume (sus estigmas olían a flores), etc., fueron llegando a la vida de este capuchino, que solo quiso ser «un fraile que reza», en medio de incontables sufrimientos, sirviéndole como peana para alcanzar la gloria eterna. «Los ángeles solo nos tienen envidia por una cosa: ellos no pueden sufrir por Dios. Solo el sufrimiento nos permite decir con toda seguridad: Dios mío, mirad cómo os amo». Entendió perfectamente las palabras de Cristo: «Casi todos vienen a mí para que les alivie la cruz; son muy pocos los que se me acercan para que les enseñe a llevarla». Este moderno cirineo no vaciló; portó la cruz elegantemente hasta el fin de sus días, unido al Redentor, infundiendo aliento a los demás y ayudándoles a llevar la suya: «Ten por cierto que si a Dios un alma le es grata, más la pondrá a prueba. Por tanto, ¡coraje! y adelante siempre».

Nació en Pietrelcina, Italia, en el seno de una humilde familia, el 25 de mayo de 1887; fue el cuarto de ocho hijos. A los 5 años tuvo la primera aparición del Sagrado Corazón de Jesús, y tiempo después comenzaron las de la Virgen, que perduraron siempre. A esa edad le asaltaron los envites del diablo, que no cesaron de atormentarle a lo largo de su existencia. Su ángel de la guarda, cuya presencia se le hizo patente, le fue asistiendo en su misión. Fue un niño silencioso, disciplinado, tímido, sensible y estudioso. Devotísimo de Jesús y de María, se las ingenió para que el sacristán le permitiese acudir al Sagrario cuando el templo estaba cerrado. Era pequeño cuando por su mediación sanó un niño que tenía malformaciones y al que su madre, desesperada, arrojaba contra el altar. Ingresó con los capuchinos en 1903. La víspera se le apareció la Virgen acompañando a su divino Hijo, quien le animó en el paso que iba a dar poniendo la mano sobre su hombro. En otras visiones terribles de sesgo diabólico había contemplado los sufrimientos que le esperaban, y Cristo le confortó asegurándole que estaría junto a él hasta el fin del mundo. También María le consoló.

Se ordenó en Benevento en 1910 con este sentimiento: «Que yo sea un altar para tu Cruz. Un cáliz de oro para tu sangre». No gozó de buena salud. De pequeño había estado a punto de morir de fiebres tifoideas, y aún así llevó una vida austera, de grandes ayunos y penitencias. Poco después de ordenarse, muy enfermo tuvo que regresar a Pietrelcina para reponerse. Fue de convento en convento y sirvió en filas; seguía sin mejorar. En 1912 este fraile de fuerte carácter y cierta rudeza, pero de inmenso corazón, percibió los primeros signos de los estigmas y, aún fugazmente, el amor místico. En 1916 partió a San Giovanni Rotondo con idea de pasar un tiempo, pero permaneció allí el resto de su vida. En agosto de 1918 experimentó la transverberación, sintiéndola como un dardo de fuego que se le clavaba en el corazón, y en septiembre los estigmas, «visibles y sangrantes» que nunca cesaron.

Había recibido el don de aglutinar en torno a sí a personas que demandaban su consejo espiritual; no las decepcionó. Asistió a todas a través de exhortaciones, diálogos y un sinfín de cartas que cursó hasta que fue vetado por las autoridades eclesiásticas que examinaban concienzudamente su caso. Y es que en 1918, al quedar al descubierto las llagas de Cristo que había recibido en sus manos, pies y costado izquierdo, comenzó otro calvario uniéndose los combates contra el diablo que arremetía contra él casi de continuo. A cada uno se nos concede la gracia que nos basta. Al P. Pío no le faltó tampoco en medio de la estrecha vigilancia a la que fue sometido, sobre todo entre los años 1922 y 1923. El Santo Oficio dudaba de la «sobrenaturalidad de los hechos» y ello le acarreó no pocos sufrimientos. No pudo oficiar misa públicamente ni remitir escrito alguno, de modo que no pudo responder a las misivas que iban llegando al convento. Los numerosos fieles que acudían a sus misas, que duraban horas y en las que mostraba su profunda adoración al misterio del sacrificio del Redentor, no pudieron acompañarle. En 1931 la situación empeoró. La orden dictada era estricta; se redujo a la celebración privada de la misa. Dos años más tarde cesó esta restricción y en 1934 pudo confesar. Atrás quedaba una década de reclusión en su celda, soportando interrogatorios entre las sospechas de sus hermanos, de miembros de la Santa Sede, médicos y otros.

Entretanto, se multiplicaron las conversiones en torno al santo que había llegado a pasar 16 horas diarias en el confesionario; tenía una lista de espera de varios días porque la gente quería ser dirigida por este sacerdote que reprendía con dureza las faltas de amor. Ello se debía, como se viene constatando en este santoral de ZENIT a través de otras vidas que se han ido ofreciendo, por la intensísima pasión por lo divino que inundaba sus entrañas: «Todo se resume en esto: estoy devorado por el amor a Dios y el amor al prójimo. ¿Cómo es posible ver a Dios que se entristece ante el mal y no entristecerse de igual modo? Yo no soy capaz de algo que no sea tener y querer lo que quiere Dios». En 1940 proyectó la «Casa Alivio del Sufrimiento», inaugurada en 1956. En 1960 fue objeto de nuevas prohibiciones; en 1964 las levantaron. Murió el 22 de septiembre de 1968, tras medio siglo con los estigmas. Juan Pablo II lo beatificó el 2 de mayo de 1999, y lo canonizó el 16 de junio de 2002.