Servicio diario - 12 de noviembre de 2017


 

Ángelus: Preparase para el encuentro con Dios (traducción completa)
Anita Bourdin

España: 60 beatificaciones de mártires españoles
Anita Bourdin

Ángelus: “Si fuera hoy, ¿Estoy preparado?”
Anita Bourdin

Beata María Teresa de Jesús (María Scrilli), 13 de noviembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

12/11/2017-14:48
Anita Bourdin

Ángelus: Preparase para el encuentro con Dios (traducción completa)

(ZENIT — 12 nov. 2017).- "La condición para estar preparados para el encuentro con el Señor no es solamente la fe, sino una vida cristiana rica en amor al prójimo", explica el Papa Francisco.

El Papa ha comentado la palabra evangélica de las vírgenes prudentes antes de la oración del ángelus del mediodía, en la plaza San Pedro, este domingo 12 de noviembre de 2017, en presencia de unas 25.000 personas según la gendarmería vaticana.

El Papa ha explicado "la fe inspira la caridad y la caridad guarda la fe".

Esta es la traducción rápida, de trabajo, de las palabras del Papa Francisco pronunciadas en italiano.

 

El Papa Francisco explica el Evangelio del domingo

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!.

En este domingo, el evangelio (cf. Mt 25, 1-13) nos indica la condición para entrar en el Reino de los cielos, y lo hace con la parábola de las diez vírgenes: se trata de aquellas doncellas que son encargadas de acoger y acompañar al esposo en la ceremonia de bodas porque en aquel tiempo era costumbre celebrarlas de noche, entonces estas doncellas llevaban lámparas.

La parábola dice que cinco de estas vírgenes son prudentes y cinco son necias: en efecto las prudentes han llevado consigo el aceite para las lámparas, mientras que las necias no lo han llevado. El esposo tarda en llegar y todas se duermen, a media noche, se anuncia la llegada del esposo, entonces las vírgenes necias se dan cuenta que no tienen más aceite para sus lámparas, y se lo piden a las prudentes. Pero estas responden que no se lo pueden dar porque no bastaría para todas.

Mientras las necias van en busca del aceite, llega el esposo. Las prudentes entran con él en la sala del banquete y se cierra la puerta. Las cinco necias llegan demasiado tarde, golpean la puerta pero la respuesta es: "no os conozco" (v. 12), y permanecen fuera.

¿Que nos quiere enseñar Jesús con esta parábola?. Nos recuerda que debemos estar preparados al encuentro con él. Muy a menudo, en el Evangelio, Jesús nos exhorta a velar, y lo hace también al final de esta cita: "Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora!" (v. 13).

Con esta parábola nos dice que velar, no significa solamente no dormir, sino estar preparados. En efecto, todas las vírgenes duermen antes que llegue el esposo, pero al despertar, algunas están preparadas y otras no, este es por lo tanto el significado de ser prudentes y sabias: no se trata de esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios sino hacerlo ya desde ahora.

La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta la luz de la fe, la hace fecunda y creíble. La condición para estar preparados al encuentro con el Señor no solamente es la fe, sino una vida cristiana rica en amor al prójimo.

Si nos dejamos guiar por lo que parece más cómodo, por la búsqueda de nuestro interés, nuestra vida será estéril, incapaz de dar vida a los demás, y no hacemos ninguna provisión de aceite para la lámpara de nuestra fe. La fe se extinguirá en el momento de la venida del Señor, o incluso antes.

Si, por el contrario estamos vigilantes, y buscamos hacer el bien, con gestos de amor, de compartir, de servicio al prójimo en dificultad, podemos estar tranquilos mientras esperamos la venida del esposo: el Señor podrá venir en cualquier momento, e incluso el sueño de la muerte no nos asusta porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día. La fe inspira la caridad y la caridad custodia la fe.

Que la Virgen María nos ayude a hacer nuestra fe cada vez más operante a través de la caridad, para que nuestra lámpara pueda resplandecer ya aquí en el camino terrenal y después por siempre en la fiesta de boda, en el Paraíso.

Ave María

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

12/11/2017-16:08
Anita Bourdin

España: 60 beatificaciones de mártires españoles

(ZENIT — 12 Nov. 2017).- "Damos gracias a Dios por el gran don de estos testigos ejemplares de Cristo y del Evangelio", ha dicho el Papa Francisco después del ángelus de este domingo, 12 de noviembre de 2017, en la plaza San Pedro, evocando la beatificación, este sábado 11 de noviembre, en Madrid de 60 mártires: Sacerdotes lazaristas (27), hermanos (16), hermanas de la caridad (2), y laicos — hombres — de la Asociación de la Medalla Milagrosa (15). Entre ellos jóvenes de 19, 20, 21 años...

Recordemos que este año han festejado el jubileo de los 400 años del carisma de San Vicente de Paúl. Las causas de beatificación han sido instruidas en la diócesis de Madrid y de Valencia, pero estos mártires venían también de las diócesis de Barcelona, Gerona y Cartagena (Murcia).

El Papa los ha recordado después del ángelus diciendo: "Vicente Queralt Lloret y sus 20 compañeros mártires, y José María Fernández Sánchez y sus 38 compañeros mártires, fueron beatificados ayer, en Madrid", antes de precisar: "Algunos de los nuevos beatificados eran miembros de la Congregación de la Misión (lazaristas), sacerdotes, hermanos, coadjutores, novicios; otros eran laicos pertenecientes a la asociación de la Medalla Milagrosa".
Murieron por su fidelidad a Cristo durante la Guerra de España y ha añadido el Papa: "Todos fueron asesinados por odio a la fe durante la persecución religiosa que ocurrió durante la Guerra Civil Española entre 1936 y 1937".

Las dos religiosas Hermanas de la Caridad eran de la diócesis de Barcelona: la hermana Toribia Marticorena Sola, de 54 años y natural de Navarra y la hermana Dorinda Sotelo Rodríguez, de 21 años de edad y natural de Galicia, asesinadas el 24 de octubre de 1936.

El proceso de beatificación fue presidido en nombre del Papa Francisco por el Cardenal Prefecto de la Congregación por las causas de los santos, Angelo Amato, SDB.

En particular señaló que "la documentación y los testimonios muestran que la única razón para matarles fue el hecho de que eran católicos"; "En aquellos años, una vez perdida la idea de fraternidad y el respeto a las ideas y a la vida de los demás, ha gobernado en muchas partes de España el abuso de poder y la arbitrariedad más absoluta, con el único propósito de aniquilar a la Iglesia".

El Cardenal Amato ha subrayado también el sentido de esta celebración para los bautizados hoy, invitando al perdón: "Todos estamos invitados a celebrar y a imitar a los mártires, aprovechando su ejemplo de fe, esperanza y coraje para alimentar efectivamente nuestra existencia cotidiana. También estamos invitados a orar por sus verdugos, dando nosotros también — como lo hicieron los bienaventurados mártires — el don precioso de nuestro perdón".

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

 

 

12/11/2017-16:58
Anita Bourdin

Ángelus: "Si fuera hoy, ¿Estoy preparado?"

(ZENIT — 12 nov 2017).- "La condición para estar preparados para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor al prójimo", explica el Papa Francisco.

El Papa en efecto ha comentado la parábola evangélica de las vírgenes prudentes antes de la oración del ángelus del mediodía, en la plaza San Pedro, este domingo 12 de noviembre de 2017, en presencia de unas 25.000 personas.

Ha hecho esta pregunta: "Si fuera hoy, ¿Estoy preparado?, antes de agregar que es necesario "prepararse como si fuera el último día: esto es bueno".

El Papa señaló que "la lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta la luz de la fe, la hace fecunda y creíble".

De hecho, explicó nuevamente el Papa Francisco "la fe inspira la caridad y la caridad mantiene la fe".

Así, concluyó el Papa, "el Señor podrá venir en cualquier momento, e incluso el sueño de la muerte no nos asustará, porque tenemos una reserva de aceite, acumulada por las buenas obras de cada día"...

En un tweet publicado en su cuenta después del ángelus, el Papa ha añadido: "nosotros no podemos cambiar solos, pero juntos, podemos sembrar la alegría del Evangelio permaneciendo cercanos de los más pequeños"

© Traducido para ZENIT, Raquel Anillo

 

 

12/11/2017-08:49
Isabel Orellana Vilches

Beata María Teresa de Jesús (María Scrilli), 13 de noviembre

«Fundadora del Instituto de Nuestra Señora del Monte Carmelo, gran contemplativa, mística de la Pasión. El anticlericalismo se cebó con su fundación, perseveró confiada en la divina Providencia y volvió a ponerla en marcha»

En esta beata se cumple maravillosamente el dicho de san Juan de la Cruz: «Donde no hay amor, pon amor, y recibirás amor».

Vino al mundo el 15 de mayo de 1825 en Montevarchi, Toscana, Italia, siendo objeto de decepción para sus padres desde el mismo instante en el que vio la luz. Las consecuencias de su desencanto al ver que en lugar de un varón tenían otra hija podían haber sido devastadoras para María, que creció desnuda de caricias y sin hallar eco maternal para su desdicha. Esa «espina que atravesaba su corazón», como ella misma relató en su Autobiografía, fue un compendio de dislates que estuvieron presentes ya en su bautismo y se mantuvieron vivos el resto de sus días. Aprendió a huir para no afrentar a su madre con su presencia, pero el perdón corría ya por sus venas y las delicadas atenciones que recibía su hermana no envenenaron su espíritu con sentimientos de animadversión, rivalidad, celos y envidia hacia ella. Sufría por la ausencia de amor, y éste lo halló en la Virgen María, a la que tomó como auténtica Madre.

Casi dos años tuvo que permanecer postrada por una extraña enfermedad, de la que sanó súbitamente en 1841 gracias a la intercesión de san Fiorenzo. Fue en esa época cuando se perfiló en el horizonte de su vida la consagración religiosa. Vivía sumida en profundas reflexiones: «Me comparaba a mí misma, entregada a Dios, con el oro en manos de un orfebre y con la cera en manos de quien la modela, dispuesta a tomar cualquier forma que le agradara a él». Movida por estos sentimientos, en 1846 ingresó en el monasterio de Santa María Magdalena de Pazzi, en Florencia, pero sólo permaneció en él dos meses convencida de que Dios le pedía atender al prójimo. Como siempre, todo lo que acontecía estaba en manos de Él. Y salió pertrechada con hondas determinaciones que habría de cumplir hasta el fin de sus días: «Pureza, pureza de intención. Buscar en todo complacer a Dios, hacer bien a los demás (esto también en Dios), y la abnegación de uno mismo. Todo basta para hacer un santo».

La sociedad en la que se movía daba la espalda a la religión, y estaba anegada de miserias y carencias que, como siempre sucede, son particularmente dolorosas e intensas para los menos pudientes. Ver a su alrededor tanta incultura y pobreza le movió a actuar. Y en 1849, después de convertirse en terciaria carmelita, en su propio domicilio creó un ambiente propicio para formar a las niñas que no tenían más morada que la calle. Las primeras privilegiadas fueron una docena de ascuas encendidas que alumbraban la esperanza de la futura fundadora, y tres idealistas y generosas profesoras que se unieron a su encomiable labor: Edvige Sacconi, Ersilia Betti y Teresa del Bigio. Las normas que estableció al principio eran comunicaciones verbales. Y así, en 1854, con toda sencillez nació integrado por ellas el Pío Instituto de Pobres Hermanitas del Corazón de María, que fue aprobado por el prelado de Fiesole. Entonces María llevaba ya dos años dirigiendo la Escuela Normal de Montevarchi. Las reglas que escribió para la Orden estaban impregnadas del carisma carmelita. Luego la obra cambiaría de nombre.

La devoción por la Eucaristía y por la Virgen caracterizaron a esta gran mujer, que sentía profundo anhelo de purificarse. Iba acompañado de un sentimiento purgante colmado de aflicción por los pecados del mundo y los alejados de la fe. Por ello no dudó en ofrecer sus sacrificios, reclamando la cruz inducida por ferviente oración. De hecho se la ha considerado una «mística de la Pasión».

La fundadora tuvo un encuentro tangencial con el papa Pío IX. Era el mes de agosto de 1857 cuando, en una visita a Florencia, el pontífice puso su mano sobre la cabeza de la beata, mientras ella permanecía arrodillada a sus pies. En su corazón tomó ese instante como signo de su aprobación. Poco antes había escrito en las reglas: «No estamos en esta tierra más que para cumplir la voluntad de Dios y llevar almas a él». Su lema fue un admirable «fiat» que cumplió en todo momento. En junio de 1859 las tropas del Piamonte arrasaron el convento y en noviembre fue suprimida la fundación. Las religiosas se dispersaron al ser secularizadas.

María no de desmoronó. Sabía que era obra de Dios y en 1878 nuevamente la puso en pie con el amparo del arzobispo de Florencia, monseñor Cecconi. Pero el futuro era oscuro como la noche. Se produjeron fallecimientos, abandonos y no florecía ni una sola vocación. Por si fuera poco, su brazo derecho, Clementina Mosca, se fue a un convento de dominicas. Pero el amor que profesaba la beata a Dios y a María no tenía medida, y abrazada a la cruz se ofreció como víctima propiciatoria por la fundación. Dios le tomó la palabra: enfermó de gravedad y voló al cielo el 14 de noviembre de 1889.

El Instituto quedó en manos de tres religiosas en condiciones hartamente difíciles: una anciana, otra casi paralítica y una novicia. Parecía el fin. Y entonces regresó Clementina, que tomó el nombre de María de Jesús, y fue considerada cofundadora de la Orden; con ella renació la obra como el ave Fénix, alumbrada desde el cielo por su mártir fundadora. En 1929 el Instituto fue reconocido de derecho diocesano por el cardenal Mastrangelo, y acogido en la Orden carmelita por el prior general, Elías Magennis, denominándose la obra Instituto de Nuestra Señora del Monte Carmelo. María fue beatificada el 8 de octubre de 2006 por el cardenal Saraiva, como Delegado de Benedicto XVI.