Servicio diario - 22 de diciembre de 2017


 

Trabajadores del Vaticano: “Protejamos el trabajo, que sea justo”
Redacción

Reportaje: “Papa Francisco, te doy un dibujo”
Deborah Castellano Lubov

‘Panettones’ del Papa para los prisioneros
Rosa Die Alcolea

Estados Unidos: Cartas credenciales de la nueva embajadora Callista L. Ginrich
Redacción

Egipto: Mahmoud Ahmed Samir Samy, nuevo embajador en la Santa Sede
Redacción

P. Raniero Cantalamessa: “Cristo es el mismo, ayer, hoy y siempre”
Raniero Cantalamessa

ONU: La Santa Sede pide una solución pacífica para Jerusalén
Rosa Die Alcolea

Reportaje: El ‘Rosario de Niños’ da frutos
Deborah Castellano Lubov

Padre Antonio Rivero: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”
Antonio Rivero

Santa María Margarita de Youville, 23 de diciembre
Isabel Orellana Vilches


 

 

22/12/2017-10:40
Redacción

Trabajadores del Vaticano: "Protejamos el trabajo, que sea justo"

(ZENIT — 22 Dic. 2017).- "Protejamos el trabajo, que sea justo; protejamos a la familia, protejamos la lengua; y, por favor, perdonadnos por los malos ejemplos; y hagamos una buena limpieza del corazón en esta Navidad, para estar en paz y felices", dijo el Papa Francisco.

Discurso que ofreció el Santo Padre Francisco de manera improvisada ayer, 21 de diciembre de 2017, a los empleados de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, con sus familiares, para felicitarles la Navidad, a las 12 horas, en el Aula Pablo VI.

 

Discurso del Papa Francisco

Antes que nada, me gustaría daros las gracias. Gracias a cada uno de vosotros por vuestro trabajo aquí. Dentro. Cada uno tiene su trabajo, lo conoce... También hay equipos de trabajo en el Vaticano... Este trabajo es lo que hace que funcione este "tren" que es el Vaticano, la Santa Sede, que parece tan pesado, tan grande, con tantos problemas, tantas cosas... Y cada uno de vosotros da lo mejor de sí para hacer este trabajo. Soy consciente de que sin vuestro trabajo... uno de vosotros me dijo que ha estado trabajando aquí durante 43 años; ¡Cuánta memoria! — sin el trabajo que hacéis, las cosas no marcharían bien, y esto significa que el trabajo de la Iglesia no marcharía bien, no se podría hacer tanto trabajo para la predicación del Evangelio, para ayudar a muchas personas, a los enfermos, a las escuelas, tantas cosas... Vosotros formáis parte de esta "cadena" que lleva a cabo nuestro trabajo en la Iglesia.

La primera palabra que quisiera deciros es trabajo. Pero no para deciros: ¡trabajad más duro, daos prisa! No, no, para agradecéroslo. Gracias. Pero en el Vaticano, cuando se habla de trabajo, también hay un problema. Una señora de vosotros cuando entró, señalando a un joven dijo: "Ayudad a los trabajadores precarios". El otro día tuve una reunión con el Cardenal Marx, que es el presidente del Consejo de la Economía, y con Mons. Ferme, el secretario, y dije: "No quiero trabajo ilegal en el Vaticano". Os pido disculpas si todavía lo hay. El famoso artículo 11, que es un artículo válido para una prueba, pero una prueba de uno o dos años, no más. Así como he dicho que no se debe dejar a nadie sin trabajo, es decir, despedirlo, a menos que haya otro trabajo fuera que le convenga, o que haya un acuerdo que sea conveniente para la persona, lo mismo digo: tenemos que trabajar aquí dentro para que no haya ni trabajo ni trabajadores precarios. También es un problema de conciencia para mí, porque no podemos enseñar la doctrina social de la Iglesia y luego hacer estas cosas que no son buenas. Se
entiende que durante un tiempo determinado una persona puede estar en prueba, sí, prueba un año, tal vez dos, pero basta. Trabajo sumergido, nada. Esta es mi intención. Ayudadme vosotros, ayudad también a los superiores, los que dependen de la Gobernación, el Cardenal, el Secretario, ayudad a resolver estos problemas de la Santa Sede: los trabajos precarios que aún existen.

Entonces, la primera palabra es trabajo, para daros las gracias, hablar de trabajo precario y también, una última cosa: el trabajo es vuestro camino de santidad, de felicidad, de crecimiento. Hoy, quizás la maldición más fea es la de no tener trabajo. Y tanta gente -seguramente conoceréis mucha- no tiene trabajo. Porque el trabajo nos da dignidad, y la seguridad laboral nos da dignidad. No quiero decir nombres, pero los encontraréis en los periódicos. Hoy vi en un periódico estos dos problemas, de dos compañías importantes, aquí en Italia, que corren peligro, y para salvar la vida, se debe "racionalizar" —esa es la palabra- el trabajo, y despedir a entre 3 y 4 mil personas . Esto es malo, muy malo. Porque se pierde la dignidad. Y es un problema no solo aquí, en el Vaticano, en Italia o en Europa: es un problema mundial. Es un problema que depende de muchos factores en el mundo. Mantener el trabajo y mantener la dignidad, llevar el pan a casa: "Lo traigo, porque lo gano. No porque pasa a Caritas para que me lo den, no. Lo gano yo ". Esto es dignidad. Por lo tanto, el trabajo. Gracias. Ayudad a vuestros superiores a acabar con las situaciones desiguales de trabajo irregulares y conservad el trabajo porque es vuestra dignidad. Yo diría: mantened el trabajo, ¡pero hacedlo bien! ¡Esto es importante!

La segunda palabra que viene a la mente para deciros es: familia. Me gustaría deciros sinceramente: cuando sé que una de vuestras familia está en crisis, que hay niños que están angustiados porque ven que la familia es... un problema, yo sufro. Pero dejad que os ayudemos. En la Gobernación, quería que el Secretario General fuera un obispo para que tuviera esta dimensión pastoral. Por favor salvad a las familias. Sé que no es fácil, hay problemas de personalidad, problemas psicológicos, problemas ... tantos problemas en un matrimonio. Pero tratad de pedir ayuda a tiempo, para proteger a las familias. Sé que hay algunos separados entre vosotros; lo sé y sufro, sufro con
vosotros... la vida ha ido así. Pero también me gustaría ayudaros en esto; dejaos ayudar . Si ya está hecho, al menos que los niños no sufran; porque cuando los padres riñen, los niños sufren, sufren. Y un consejo que os doy: nunca riñáis delante de los niños. Nunca.Que no lo sepan, Proteger a la familia Y para esto tenéis aquí a Mons. Verges y también a los capellanes; ellos os dirán a dónde ir para que os ayuden. La familia: esta es la gran joya, porque Dios nos ha creado familia. La imagen de Dios es el matrimonio, hombre y mujer, fecundos: "multiplicaos", tened hijos, avanzad. Hoy me he sentido feliz viendo tantos niños aquí. Es una familia. Proteger a la familia es la segunda palabra que me viene a la mente.

La tercera palabra que me viene a la mente — tal vez algunos de vosotros querría decirme: "¡Pero basta ya!". Es una palabra recurrente: el cotilleo. Tal vez estoy equivocado... en el Vaticano no se chismorrea... tal vez, no sé... Uno de vosotros, un trabajador como vosotros, un día que yo había predicado acerca de los cotilleos, y él había venido con su esposa a la misa, me dijo: "Padre. Si no se cotillea en el Vaticano, uno se queda aislado ". ¡Tremendo, tremendo! Vosotros habéis escuchado lo que digo sobre el cotilleo: el cotilla es un terrorista, porque es como los terroristas: arroja la bomba, se va, la bomba explota y daña a tantos otros, con la lengua, esa bomba. ¡No seáis terroristas ! No hagáis terrorismo con los chismes, por favor. Esta es la tercera palabra que se me ocurre.

"Padre, denos un consejo: ¿cómo podemos hacer, para no chismorrear?". ¡Muérdete la lengua! Seguramente se te hinchará, pero habrás hecho bien en no chismorrear. Los chismes, también, de algunas personas que tienen que dar ejemplo y no, no lo dan.

Y aquí, la cuarta palabra que me gustaría deciros: perdón. "Perdón" y "disculpa". Porque no siempre damos buen ejemplo; nosotros — hablo de "la fauna clerical" — nosotros [sonríe] no siempre damos buen ejemplo. Hay errores en la vida que hacemos nosotros los clérigos, pecados, injusticias, o a veces tratamos mal a las personas, un poco neuróticos, injusticias... Perdón por todos estos ejemplos que no son buenos. Debemos pedir perdón. También pido perdón, porque a veces "me vuelan los gorriones" [ríe] [la paciencia se me acaba]...

Queridos colaboradores, hermanos y hermanas. Aquí están las palabras, las cuatro palabras que me han salido del corazón: trabajo, familia, cotilleo, perdón.

Y la última palabra es la felicitación de Navidad: ¡Feliz Navidad! Pero feliz Navidad en el corazón, en la familia, incluso en la conciencia. No tengáis miedo, también vosotros, de pedir perdón si la conciencia te reprende; buscad un buen confesor y ¡haced una buena limpieza! Dicen que el mejor confesor es el sacerdote sordo [sonríe]: ¡no te hace sentir avergonzado! Pero sin ser sordos, hay tantos misericordiosos, muchos, que te escuchan y te perdonan:

"¡Adelante!". La Navidad es una buena oportunidad para hacer las paces también dentro de nosotros. Todos somos pecadores, todos. Ayer hice la confesión de Navidad: el confesor vino... y me hizo bien. Todos tenemos que confesar.

Os deseo una Feliz Navidad, de alegría, pero esa alegría que viene de dentro. Y no quisiera olvidarme de los enfermos, que tal vez haya en vuestra familia, que sufren, y enviarles, también a ellos, una bendición. Muchas gracias. Protejamos el trabajo, que sea justo; protejamos a la familia, protejamos la lengua; y, por favor, perdonadnos por los malos ejemplos; y hagamos una buena limpieza del corazón en esta Navidad, para estar en paz y felices.

Y antes de irme, me gustaría daros la bendición, a vosotros y a vuestras familias, a todos. Muchas gracias por vuestra ayuda.

Recemos un Ave María a Nuestra Señora: "Dios te salve María ..."

[Bendición]

Y rezad por mí: ¡no os olvidéis!

© Librería Editorial Vaticano

 

 

22/12/2017-11:33
Deborah Castellano Lubov

Reportaje: "Papa Francisco, te doy un dibujo"

Ya se puede ver el talento del niño mexicano desconocido que dibujó al Papa contra el telón de fondo del Santuario de la Santísima Virgen de Guadalupe. Los artistas pequeños, por otro lado, todavía necesitan perfeccionar sus habilidades y técnicas. Francisco, sin embargo, aprecia especialmente el espíritu con el que miles de niños le entregan sus dibujos, se los entregan directamente a él a mano, cuando tienen la preciosa oportunidad, o los envían por correo.

"Y, ¿qué vas a hacer con todos esos dibujos? ¿Dónde los vas a poner?", preguntó una vez al Papa su hermano jesuita D. Antonio Spadaro, director de La Civiltá Cattolica. El Papa lo miró por unos momentos y luego respondió: "icuídalos!", Pero no los guardes en un cajón. El deseo era que este regalo de los niños para el Papa se convirtiera nuevamente, de ser posible, en un regalo para otros niños.

Entonces, nació la idea de exponer 100 de ellos en Palidoro, no lejos de Roma, en el famoso hospital pediátrico 'Bambino Gesú', propiedad del Vaticano. La exposición, titulada "Querido Papa Francisco, te doy un dibujo", fue inaugurada el martes 19 de diciembre de 2017, con la intervención del Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado del Vaticano. "También pude ver que estos dibujos expresan un gran afecto, un gran amor por el Papa Francisco", declaró. comunica el mundo visto por los niños: nos hace sentir y ver el mundo desde el punto de vista de los niños. Y apoyar la acción del 'Bambino Gesú' significa ampliar los límites de la solidaridad", agregó.

De hecho, el hospital acaba de comenzar una campaña de recaudación de fondos para hacer frente a los costos de recibir y cuidar niños que vienen de todas partes del mundo porque carecen de atención médica en sus países. En los últimos dos años, han sido admitidos en '13ambino Gesú' unos 100 pequeños pacientes "humanitarios" de países como Albania, Benín, Bielorrusia, Eritrea, Etiopía, Iraq, Myanmar, Moldavia, Siria, Ucrania, a un costo de aproximadamente 2 millones euros.

`Bambino Gesú' es el hospital pediátrico más grande de Europa, un centro de excelencia reconocido mundialmente para el tratamiento de muchas enfermedades. El trece por ciento de los pacientes generalmente provienen de fuera de Italia. Con la ayuda de asociaciones y hoteles, el hospital ofrece alojamiento gratuito para familias que vienen de fuera de Roma, por 93.000 noches cada año.

Ahora, cualquiera que haga una donación al hospital recibirá una copia digital de uno de los diseños entregados al Papa como muestra de gratitud. Los diseños originales se entregarán a benefactores que hayan otorgado un compromiso especial a los niños de `13ambino Gesú'.

Los temas de los cien dibujos son muy diferentes entre sí. Hay uno, hecho por un niño alemán, donde Francisco sostiene el mundo sobre sus hombros, como la figura mitológica griega, Atlas. Casey, un estadounidense, dibujó a un niño nadando en el mar, con una pregunta dirigida al Papa en la parte superior: "¿Te gusta nadar? Si no, ¿qué haces en el verano?"

En cambio, muchos otros niños han representado escenas de guerra, migrantes que huyen del mar en barcas, a menudo sufrido en la propia piel de los pequeños e inocentes dibujantes. El padre jesuita Antonio Spadaro observó: "Hay una cierta `crudeza', si se quiere, en su forma de representar el mundo, no hay nada demasiado infantil. Básicamente también vemos cómo se ve al Papa como una persona capaz de ayudar a este mundo. Los niños intentan proyectar su imagen del Papa, pero también tratan de transmitir el mundo. Y esto afecta mucho al espectador.

"Es una forma de entender cómo los niños perciben la realidad, especialmente en esos lugares, en aquellas situaciones que nos atraen a todos para que podamos actuar, podemos hacer del mundo un lugar mejor".

La exposición permanecerá abierta hasta mediados de febrero de 2018. Ha sido diseñado por la empresa "Studio Azzurro". La exposición también incluye algunas pantallas con un video de animación de otros dibujos. Está Arturo, italiano, quien le pide al Papa que convenza al presidente estadounidense Donald Trump para que no comience la Tercera Guerra Mundial, "porque queremos vivir en paz", escribió. "Los mejores deseos para la Navidad que viene son la invitación a hacer de esta tierra herida un mundo digno de ser vivido", dice el padre Spadaro.

Según Mariella Enoc, presidenta del Hospital 'Bambino Gesú', "los dibujos de estos niños nos recuerdan que todos somos ciudadanos no solo del propio país, sino también del mundo. Es un mensaje particularmente importante para el hospital del Papa, que quiere ser, con la ayuda de todos, un lugar de cuidado abierto a todos los niños, especialmente a aquellos que más lo necesitan".

Traducción de Rosa Die Alcolea

Ver las fotos de la inauguración

Galería de los dibujos seleccionados para "CARO PAPA"

 

 

22/12/2017-10:07
Rosa Die Alcolea

'Panettones' del Papa para los prisioneros

(ZENIT — 22 Dic. 2017).- Este año, la Navidad será muy especial en la prisión de Rebibbia, en Roma: El Papa Francisco está enviando un saludo a los reclusos de la cárcel en forma de 350 tortas de "panettone".

Los pasteles son una tradición navideña italiana disfrutada no solo en Italia, sino también por personas de ascendencia italiana en todo el mundo, apunta L'Osservatore Romano en su edición del 21 de diciembre de 2017, en la que se hacen eco de la iniciativa.

En Italia, las autoridades aprobaron una propuesta de regular y automatizar, por ley, la distribución del pan excedente a las mesas de Caritas y a las parroquias que acogen a las personas que padecen hambre en las ciudades.

Gracias a esta iniciativa, los representantes de la asociación nacional de reposteros se presentaron ante el Papa Francisco, señala L'Osservatore Romano.

El presidente nacional de la asociación, Davide Trombini, también ha presentado a Francesco el llamado "panpapato", preparado según la receta del siglo XVI de las monjas de clausura de Ferrara.

Con Jim Fair

 

 

22/12/2017-17:33
Redacción

Estados Unidos: Cartas credenciales de la nueva embajadora Callista L. Ginrich

(ZENIT — 22 Dic. 2017).- La nueva embajadora de los Estados Unidos de América ante la Santa Sede, Callista L. Ginrich, ha presentado al Papa Francisco sus cartas credenciales, esta mañana, a las 11:30 horas en el Vaticano.

La embajadora estadounidense ante la Santa Sede nació el 4 de marzo de 1966, está casada y estudió en el Luther College, señala la Oficina de Prensa del Vaticano.

Ha ocupado los siguientes cargos: Chief Clerk, House Committee on Agricultura, Washington D.C. (2001-2007); President, The Gingrich Foundation, Arlington, Virginia (2005-2017); Presidenta CEO, Gingrich Productions, Incorporated, Arlington, Virginia (desde 2007 hasta la fecha).

 

 

22/12/2017-17:25
Redacción

Egipto: Mahmoud Ahmed Samir Samy, nuevo embajador en la Santa Sede

(ZENIT — 22 Dic. 2017).- El Papa Francisco ha recibido esta mañana, a las 10 horas, en audiencia a Mahmoud Ahmed Samir Samy, embajador de la República Árabe de Egipto ante la Santa Sede, con motivo de la presentación de las cartas credenciales.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha informado del encuentro a través de un comunicado.

Mahmoud Ahmed Samir Samy, Embajador de la República Árabe de Egipto ante la Santa Sede, nació el 13 de septiembre de 1963. Obtuvo una Licenciatura en Derecho en la Universidad de Ein Shams de El Cairo en 1984, y un Diploma en Derecho de Refugiados en el Instituto Internacional de Derecho Humanitario, San Remo, Italia, 2001.

Siguió un Visitors Programe para Diplomáticos acreditados ante la ONU en la New York School of Law (UNITAR, Nueva York, 2005), y cuenta también con un Diploma de la Academia de Derecho y Política de Océanos de Rodas (Grecia, 2005).

El diplomático ha sido Asistente en el Departamento de Asuntos Jurídicos y Tratados Internacionales entre 1986 y 1988; Tercer Secretario de la Embajada en Roma y Representante Permanente Adjunto en la FAO (1988-1992); Segundo Secretario de la División de Asuntos Ambientales del Ministerio de Relaciones Exteriores (1992-1994); Primer Secretario de la Embajada en Washington D.C. (1994-1998); Asesor Jurídico en el Gabinete del Ministro de Relaciones Exteriores (1998-2002).

Ha ocupado el cargo de Jefe de la unidad antiterrorista en el Gabinete del Ministro de Asuntos Exteriores (2000-2002); Abogado y Representante de Egipto en la Sexta Comisión de la Asamblea General de la Misión Permanente ante las Naciones Unidas en Nueva York (2002-2006); Asistente adjunto del Ministro de Asuntos Exteriores, Jefe del Departamento de Tratados Internacionales (2008-2009); Embajador en los Países Bajos (2009-2013); Asistente adjunto del Ministro de Asuntos Exteriores y Jefe del Departamento de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible (2013-2015); Actualmente, Asistente del Ministro de Asuntos Exteriores para Asuntos Jurídicos Internacionales y Tratados (desde 2015).

Sabe árabe, francés, inglés e italiano.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

22/12/2017-17:07
Raniero Cantalamessa

P. Raniero Cantalamessa: "Cristo es el mismo, ayer, hoy y siempre"

Esta mañana, a las 9 horas, en la capilla Redemptoris Mater, en presencia del Santo Padre Francisco, el Predicador de la Casa Pontificia, P. Raniero Cantalamessa, franciscano capuchino, ha pronunciado el primer sermón de Adviento dedicado al tema: «Todo fue creado por él y para él» (Colosenses 1,16).

A continuación, sigue el texto íntegro de la 2a predicación del Adviento del Padre Raniero Cantalamessa.

 

«CRISTO ES EL MISMO, AYER, HOY Y SIEMPRE»

(Hebreos 13,8)

La omnipresencia de Cristo en el tiempo

 

1. Cristo y el tiempo

Después de haber meditado, la vez pasada, sobre el puesto que la persona de Cristo ocupa en el cosmos, queremos dedicar esta segunda reflexión al puesto que Cristo ocupa en la historia humana; después de su presencia en el espacio, la del tiempo.

En la Misa de la noche de Navidad en la Basílica de San Pedro, se ha retomado, tras el Concilio, el antiguo canto de la Calenda, tomado del Martirologio Romano. En él el nacimiento de Jesucristo se pone al término de una serie de fechas que lo sitúan en el transcurso del tiempo. He aquí algunas frases:

«Transcurridos muchos siglos después de la creación del mundo [...];
trece siglos después de la salida de Israel de Egipto bajo la guía de Moisés;
aproximadamente mil años después de la unción de David como rey de Israel [...];
en la época de la 193 Olimpiada;
en el año 752 desde la fundación de Roma.
en el año 42 del imperio de César Octavio Augusto;
cuando en todo el mundo reinaba la paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Eterno Padre, queriendo santificar el mundo con su venida, habiendo sido concebido por obra del Espíritu Santo, transcurridos nueve meses, nace en Belén de Judá de la Virgen María, hecho hombre».

Este modo relativo de calcular el tiempo, partiendo de un principio y en referencia a diversos acontecimientos, estaba destinado a cambiar radicalmente con la venida de Cristo, aunque esto no sucedió inmediatamente ni todo de una sola vez. Oscar Cullmann, en el conocido estudio «Cristo y el tiempo», explicó de modo muy claro en qué consistió este cambio en el modo humano de calcular el tiempo.

Nosotros ya no partimos de un punto inicial (la creación del mundo, la salida de Egipto, la fundación de Roma, etc.), siguiendo luego una numeración que progresa hacia adelante hacia un futuro ilimitado. Ahora partimos de un punto central, el nacimiento de Cristo, y calculamos el tiempo que lo precede de forma decreciente hacia él: cinco siglos, cuatro siglos, un siglo antes de Cristo..., y de manera creciente el tiempo que le sigue: un siglo, dos siglos o dos milenios después de Cristo. Dentro de pocos días celebraremos el 2.017 aniversario de aquel acontecimiento.

Esta forma de calcular el tiempo, decía, no se impuso enseguida y de la misma manera. Con Dionisio el Exiguo, en el año 525, se empezaron a calcular los años a partir del nacimiento de Cristo, en lugar de la fundación de Roma; pero sólo a partir del siglo XVII (parece que con el teólogo Denis Pétau, conocido como Petavio) prevaleció la costumbre de contar también el tiempo antes de Cristo según los años que precedieron a su venida. Se ha llegado así al uso general, expresado en las fórmulas: ante Christum natum (abreviado a.C.) y post Christum natum (abreviado d.C.): antes de Cristo, después de Cristo.

Desde hace algún tiempo se está difundiendo la costumbre, especialmente en el mundo anglosajón y en las relaciones internacionales, de evitar este modo de hablar, no grato, por razones comprensibles, a personas que pertenecen a otras religiones o a ninguna religión. Por eso, en lugar de hablar de «era cristiana», o de «año del Señor», se prefiere hablar de «era corriente», o era «común» («Common era»). La mención «antes de Cristo» (a.C.) se sustituye por «antes de la era común» (en inglés BCE) y a la de «después de Cristo» (d.C.) por la mención «era común» (en inglés CE). Cambia la mención, pero no la sustancia de la cosa; el cálculo de los años y del tiempo sigue siendo el mismo.

Oscar Cullmann clarificó en qué consiste la novedad de la nueva cronología, introducida por el cristianismo. El tiempo no avanza por ciclos que se repiten, como era en el pensamiento filosófico de los griegos y, entre los modernos, en Nietzsche, sino que avanza linealmente, partiendo desde un punto indeterminado (y en realidad no datable) que es la creación del mundo, hacia un punto igualmente no preciso e imprevisible que es la parousia. Cristo es el centro de la línea, aquel al que todo tiende antes de él y del que todo depende después de él [1]. Al definirse como «el Alfa y Omega» de la historia (Ap 21,6), el Resucitado asegura que no sólo él reúne en sí el principio al final, sino que es él mismo ese principio indeterminado y ese final imprevisible, el autor de la creación y de la consumación.

En aquel momento, la posición de Cullmann encontró una fuerte reacción hostil por parte de los representantes de la teología dialéctica, dominante en aquel tiempo: Barth, Bultmann y sus discípulos. Esta tendía a deshistorizar el Kerygma, reduciéndolo a un existencialista «llamamiento a la decisión». Profesaba, por lo tanto, un marcado desinterés por el «Jesús de la historia» en favor del llamado «Cristo de la fe». El renovado interés por la «historia de la salvación» en la teología de después del Concilio y el retorno del foco de interés por el Jesús de la historia en la exégesis (la llamada «nueva investigación histórica sobre Jesús» [2]), han confirmado la validez de la intuición de Cullmann.

Una conquista de la teología dialéctica permaneció intacta: Dios es totalmente otro respecto del mundo, la historia y el tiempo: entre las dos realidades hay una «infinita e irreductible diferencia cualitativa». Cuando se trata de Cristo, sin embargo, a esta certeza de la infinita diferencia, siempre le debe acompañar la afirmación de la igualmente «infinita» semejanza. Es el núcleo mismo de la definición de Calcedonia, expresado con las dos expresiones «inconfuse, indivise», sin confusión y sin separación. De Cristo se debe decir, de manera eminente, que está «en el mundo», pero no es «del mundo»; está en la historia y en el tiempo, pero trasciende la historia y el tiempo.

 

2. Cristo: figura, acontecimiento y sacramento

Tratemos ahora de dar un contenido más preciso a la afirmación de la omnipresencia de Cristo en la historia y en el tiempo. No es una presencia abstracta y uniforme. Se realiza de forma diferenciada en las distintas etapas de la historia de la salvación. Cristo «es el mismo, ayer, hoy y siempre» (Heb 13,8), pero no con la misma modalidad. Está presente en el Antiguo Testamento como figura, está presente en el Nuevo Testamento como acontecimiento, y está presente en el tiempo de la Iglesia como sacramento. La figura anuncia, anticipa y prepara el acontecimiento, mientras que el sacramento lo celebra, lo hace presente, lo actualiza y, en cierto sentido, lo prolonga. En este sentido, la liturgia nos hace decir en Navidad: «Hodie Christus natus est, hodie Salvator apparuit» : «Hoy Cristo ha nacido, hoy ha aparecido el Salvador».

Es una afirmación constante de san Pablo que, en el Antiguo Testamento, todo —acontecimientos y personajes— hace referencia a Cristo; es un «tipo», una profecía, o una «alegoría» de él. Pero la convicción se remonta al Jesús de los Evangelios que se aplica a sí mismo muchas palabras y hechos del Antiguo Testamento. Según Lucas, el Resucitado de camino con dos discípulos hacia Emaús, «comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó en todas las Escrituras lo que se refería a él» (Lc 24,27). La tradición cristiana acuñó fórmulas breves para expresar esta verdad de fe, diciendo, por ejemplo, que la ley estaba «grávida» de Cristo; la liturgia de la Iglesia vive, prácticamente, de esta convicción y ley en referencia a Cristo cada página del Antiguo Testamento.

Además, decir que Cristo está presente en el Nuevo Testamento como «acontecimiento», significa afirmar el carácter único e irrepetible de los acontecimientos históricos relativos a la persona de Jesús y en particular su misterio pascual de muerte y resurrección. El acontecimiento es lo que sucede semel, «una vez para siempre» (Heb 9,26-28) y como tal no es repetible, al estar encerrado en el espacio y en el tiempo.

Decir finalmente que Cristo está presente en la Iglesia como «sacramento», significa afirmar que la salvación realizada por él se hace operante en la historia a través de los signos instituidos por él. La palabra «sacramento» se debe entender aquí en el sentido más amplio que incluye los siete sacramentos, pero también la palabra de Dios, e incluso toda la Iglesia como «sacramento universal de salvación». Gracias a los sacramentos, el semel se convierte en quotiescunque, «una sola vez», se convierte en «cada vez», como afirma san Pablo de la cena del Señor: «Cada vez (quotiescunque) que comáis este pan y bebáis del cáliz, anunciáis la muerte del Señor, hasta que él venga» (1 Cor 11,26).

Cuando se habla de la presencia de Cristo en la historia de la salvación como figura, como acontecimiento y como sacramento, hay que evitar el error de Joaquín de Fiore (o al menos atribuido a él): es decir, el de dividir toda la historia humana en tres épocas: la época del Padre, que sería el Antiguo Testamento; la era del Hijo, que sería el Nuevo Testamento; y la era del Espíritu Santo, que sería el tiempo de la Iglesia. Esto no sólo sería contrario a la doctrina de la Trinidad (que actúa siempre conjuntamente en las obras ad extra), sino también contra la doctrina cristológica. El acontecimiento Cristo no es uno de los tres momentos o de las tres fases de la historia, sino el centro de ellos, aquello a lo que tiende el tiempo antes de él y de quien toma sentido el tiempo después de él. Es la bisagra que los une y los distingue. Esta es precisamente la verdad expresada por la nueva cronología que divide el tiempo en «antes de Cristo» y «después de Cristo».

 

3. El encuentro que cambia la vida

Ahora, como de costumbre, pasamos del macrocosmos al microcosmos, de la historia universal a la historia personal, es decir, de la teología a la vida. La constatación de que Cristo, incluso en la costumbre universal de datar los acontecimientos, es reconocido como el gozne y la bisagra del tiempo, el centro de gravedad de la historia, no debe ser para un cristiano un motivo de orgullo y de triunfalismo, sino la ocasión para un austero examen de conciencia.

La pregunta desde donde partir es simple: ¿es Cristo también el centro de mi vida, de mi pequeña historia personal? ¿De mi tiempo? ¿Ocupa en ella un lugar central sólo en teoría, o también de hecho? ¿Es una verdad sólo pensada, o también vivida?

En la vida de la mayoría de las personas hay un acontecimiento que divide la vida en dos partes, crea un antes y un después. Para los casados, en general, es el matrimonio y ellos dividen su vida así: «Antes de casarme» y «después de casado»; para los sacerdotes es la ordenación sacerdotal: antes de la ordenación, después de la ordenación; para los religiosos, es la profesión religiosa.

También san Pablo dividía su vida en dos partes, pero la línea divisoria no era ni el matrimonio ni la ordenación. «Yo era, yo era ...» —escribe a los Filipenses—, y sigue la lista de todos sus títulos y garantías de santidad (circuncidado, hebreo, observante de la ley, irreprensible); pero de repente todo esto, de ganancia se convirtió para él en pérdida, de motivo de vanagloria en basura. ¿Por qué? «Debido, dice, a la sublime ventaja de conocer a Cristo Jesús como mi Señor» (Flp 3,5 ss.). El encuentro fogoso con Cristo creó en la vida del Apóstol una especie de «antes de Cristo» y «después de Cristo» personal.

Para nosotros esta línea divisoria es más difícil de detectar; todo es fluido, diluido en el tiempo y jalonado por los llamados «ritos de paso»: bautismo, confirmación, matrimonio, ordenación sacerdotal o profesión religiosa. ¿Cómo hacer para experimentar también nosotros algo de lo que experimentaron san Pablo, san Hilario y tantos otros con ellos?

Para nuestra suerte, un acontecimiento de este tipo no es fruto exclusivo de los sacramentos; más aún, los sacramentos pueden perfectamente no representar ningún verdadero «tránsito», desde el punto de vista existencial. El encuentro personal con Cristo es un acontecimiento que puede tener lugar en cualquier momento de la vida. A propósito de él, la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium escribe:

«Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo (!) su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor» (EG 3).

En una homilía pascual anónima del siglo IV, concretamente del año 387, el obispo hace una afirmación sorprendentemente moderna, casi existencialista ante litteram. Dice:

«Para cada hombre, el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo fue inmolado por él. Pero Cristo se inmoló por él en el momento en que él reconoce la gracia y se hace consciente de la vida que le ha procurado desde esa inmolación» [3].

Al acercarnos a la Navidad, podemos aplicar al nacimiento de Cristo lo que el autor dice de su muerte. «Para cada hombre el principio de la vida es aquel, a partir del cual Cristo ha nacido para él. Pero Cristo nace para él en el momento en que él reconoce la gracia y pasa a ser consciente de la vida que le ha procurado ese nacimiento».

Es un pensamiento que ha atravesado, se puede decir, toda la historia de la espiritualidad cristiana, comenzando por Orígenes, pasando por san Agustín, san Bernardo, Lutero y los demás: «¿Para qué me sirve —dice— que Cristo haya nacido una vez de María en Belén, si no nace también por la fe en mi alma?» [4]. En este sentido, cada Navidad, también la de este año, podría ser la primera verdadera Navidad de nuestra vida.

Un filósofo ateo ha descrito en una página famosa el momento en que uno descubre la existencia, las cosas; es decir, descubre que existen en la realidad y no sólo en el pensamiento.

«Estaba —escribe— en el jardín público. La raíz del castaño se hundía en la tierra, precisamente bajo mi banco. No me acordaba ya de lo que era una raíz. Las palabras habían desaparecido y, con ellas, el significado de las cosas, los modos de su uso, los tenues signos de reconocimiento que los hombres han trazado sobre su superficie [...]. Y luego tuve este relámpago de iluminación. Se me cortó la respiración. Nunca, antes de estos últimos días, había presentido lo que quiere decir "existir. Era como los demás, como los que pasean en la orilla del mar en sus trajes primaverales. Decía como ellos: "El mar es verde; aquel punto blanco arriba es una gaviota», pero no sentía que esto existía, que la gaviota era una "gaviota-existente"; normalmente la existencia se esconde. Allí, en torno a nosotros, no se pueden decir dos palabras sin hablar de ella y, finalmente, no se toca [...]. Y luego, he aquí, de golpe, estaba allí, clara como el día: la existencia se había repentinamente desvelado» [5].

Algo similar ocurre cuando uno que ha pronunciado infinitas veces el nombre de Jesús, que conoce casi todo sobre él, que ha celebrado innumerables Misas, un día descubre que Jesús no es sólo una memoria del pasado, por muy litúrgica y sacramental que sea, no es un conjunto de doctrinas, dogmas, un objeto de estudio; no es, en definitiva, un personaje, sino una persona viva y existente, aunque invisible para los ojos. Cristo ha nacido en él; se ha producido un salto de calidad en su relación con Cristo.

Es lo que han experimentado los grandes conversos, en el momento en que, por un encuentro, una palabra, una iluminación desde lo alto, de repente se enciende en ellos una gran luz, han tenido, ellos también, su «respiración cortada» y han exclamado: «¡Pero entonces Dios existe! ¡Es todo verdad!». Le sucedió, por ejemplo, a Paul Claudel que el día de Navidad de 1886 entró por curiosidad en la catedral de Notre Dame, en París y, al escuchar el canto del Magníficat, tuvo «el sentimiento lacerante de la eterna infancia de Dios» y exclamó: «¡Sí, es cierto, es cierto! Dios existe. ¡Está aquí. Es alguien, es un ser personal como yo! Me ama, me llama». En aquel instante, escribió más tarde, «sentí que entraba en mí toda la fe de la Iglesia» [6].

Hagamos un paso ulterior. Cristo, hemos visto, no es sólo el centro, o el centro de gravedad, de la historia humana, aquel que, con su venida, crea un antes y un después en el transcurso del tiempo; es también aquel que llena cada instante de este tiempo; es «la plenitud», el Pleroma (Col 1,19), también en el sentido activo que llena de sí la historia de la salvación: primero como figura, luego como acontecimiento y finalmente como sacramento.

¿Qué significa todo esto trasladado al plano personal? Significa que Cristo debe llenar también mi tiempo. «Llenar de Jesús la mayoría de instantes posibles de la propia vida»: no es un programa imposible. No se trata, de hecho, de estar todo el tiempo pensando en Jesús, sino de «darse cuenta» de su presencia, abandonarse a su voluntad, decirle rápidamente «¡Te amo!», cada vez que tenemos la oportunidad (¡mejor la inspiración!) de entrar en nosotros mismos.

La técnica moderna nos ofrece una imagen que nos puede ayudar a entender de qué se trata: la conexión a internet. Al viajar y estar largo tiempo fuera de la propio casa, he experimentado lo que significa trajinar largamente para poder tener la conexión a internet, con hilos o sin hilos, y luego, finalmente, a punto de rendirte, que aparezca de golpe en la pantalla la visión liberadora de Google. Si antes me sentía aislado, sin poder recibir el correo, buscar una información, comunicarme con los de mi comunidad, ahora se me abría de par en par el mundo entero. Se produjo la conexión.

Pero, ¿qué es esta conexión en comparación con la que se realiza cuando uno se «conecta» por la fe con Jesús resucitado y vivo? En el primer caso, se te abre delante el pobre y trágico mundo de los hombres; aquí se te abre delante el mundo de Dios, porque Cristo es la puerta, es la vía que introduce en la Trinidad y en el infinito.

La reflexión sobre «Cristo y el tiempo» que hemos intentado hacer puede obrar una curación interior importante para la mayoría de nosotros: la curación de la añoranza estéril de la «feliz juventud», la liberación de esa mentalidad arraigada que lleva a ver en la vejez sólo una derrota y una enfermedad, y no una gracia. Delante de Dios, el tiempo mejor de la vida no es el más lleno de posibilidades y de actividad, sino el más lleno de Cristo porque se inserta ya en la eternidad.

El año que viene verá a los jóvenes en el centro de la atención de la Iglesia con el Sínodo sobre «Los jóvenes y la fe» como preparación de las Jornadas Mundiales de la juventud. Ayudémosles a llenar de Cristo su juventud y les habremos hecho el don más hermoso. «Todo, excepto lo eterno, para el mundo es vano», escribió un poeta nuestro [7]. Nosotros podemos decir con igual verdad: «Todo, excepto a Jesús, para el mundo es vano». Hace falta poca fuerza para mostrarse, pero hace falta muchas para esconderse y borrarse. Dios es infinita capacidad de ocultamiento y la Navidad es su signo más claro.

Santo Padre, venerables Padres, hermanos y hermanas, ¡Feliz Navidad a todos!

© Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

 

[1] Oscar Cullmann, Christ et le temps (Neuchátel-París 1947) [trad. esp. Cristo y el tiempo (Cristiandad, Madrid 2008)].

[2] Cf. James D. G. Dunn, A New Perspective on Jesus (Grand Rapids, Michigan 2005) [trad. esp. Redescubrir a Jesús de Nazaret. Lo que la investigación sobre el Jesús histórico ha olvidado (Sígueme, Salmanca 2006)].

[3] Homilía pascual del año 387: SCh 36, p. 59 s.

[4] Cf. Orígenes, Comentario al evangelio de Lucas 22,3: SCh 87, p. 302. Angelo Silesio (El peregrino querúbico, I, 6,1) expresó este mismo pensamiento en dos versos atrevidos: «Aunuqe mil veces en Belén naciera Cristo / si no nace en ti para siempre estás condenado» ( "Wird Christus tausendmal zu Betllehem geborn / und nicht in dir: du bleibst noch ewiglich verlorn").

[5] Jean-Paul Sartre, La naúsea (Milán 1984) 193ss. [trad. esp. La naúsea (Alianza Editorial, Madrid 2016)].

[6] Cf. Paul Claudel, «Ma conversion», en Paul Claudel, Oeuvres en prose (Gallimard, París 1965).

[7] Antonio Fogazzaro, «A Sera», en Le poesie (Mondadori, Milán 1935) 194-197.

 

 

22/12/2017-18:00
Rosa Die Alcolea

ONU: La Santa Sede pide una solución pacífica para Jerusalén

(ZENIT — 22 Dic. 2017).- La Santa Sede recuerda "la obligación de todas las naciones de respetar el statu quo histórico de la Ciudad Santa, de conformidad con las resoluciones pertinentes de las Naciones Unidas" relativas a Jerusalén.

La Misión Permanente de Observación de la Santa Sede ante las Naciones Unidas se dirigió a la trigésima séptima sesión plenaria del décimo período extraordinario de sesiones de emergencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas para considerar la situación en Jerusalén, las Naciones Unidas 21 de diciembre de 2017.

La Santa Sede pide "una resolución pacífica que respete la naturaleza de Jerusalén, su santidad y valor universal, y reafirma que solo un estado de garantía internacional puede preservar su singularidad y garantizar el diálogo y la reconciliación para la paz en la región ".

La identidad única de Jerusalén, que es de interés universal, consiste en su naturaleza especial como ciudad santa, sagrada para las tres religiones monoteístas y un símbolo para millones de creyentes de todo el mundo que lo consideran su "capital espiritual", declaró la Santa Sede ante la ONU.

Con Héléne Ginabat

 

 

22/12/2017-18:19
Deborah Castellano Lubov

Reportaje: El 'Rosario de Niños' da frutos

‘Rosario de Niños’ ahora llega a seis continentes e incluye más de 27 países. El objetivo del Rosario de Niños es apoyar las vidas de oración de los niños a través de grupos de oración que se reúnen en iglesias, escuelas y orfanatos. Los grupos se reúnen mensualmente, semanalmente o en algunos lugares diariamente para rezar el Rosario.

Los grupos de oración internacionales se habían inspirado en una reunión hace casi siete años, cuando un pastor de la iglesia pidió ayuda cuando estaba preocupado por el futuro de su parroquia debido a la disminución de la colección. Él pidió ayuda. Una madre escuchó su llamada y, en oración, sintió la necesidad de pedir permiso al pastor para reunir a los niños y orar por la Iglesia.

Con el permiso otorgado, el 10 de abril de 2011, un grupo de niños pequeños se reunieron para rezar el Rosario. La colección de ese fin de semana sería la más alta para el resto del año, solo después de Pascua y Navidad, mostrando bellamente el poder de las oraciones de los niños.

La oración regular del Rosario por parte de estos niños da muchos frutos.

Han llegado informes desde Kenia de conflictos que se resuelven en los puestos avanzados de las parroquias donde existen grupos de Rosario de Niños. La participación de las familias en las iglesias ha aumentado.

En los hogares, vemos más tiempo de oración. Los niños también han comenzado a evangelizar a través de sus oraciones, invitando a otros de todo el mundo a unificar oraciones con ellos cuando oran en sus reuniones. Lo hacen a través de un mapa en su sitio web: www.childrensrosary.org.

Cuando los niños se reúnen en su grupo de oración, una luz parpadeante azul parpadea iluminando el mapa. Hay un botón que invita a los visitantes al sitio a unificar oraciones con los niños y hacer clic en el botón "unirse en oración" para agregar su luz dorada al mapa. Entonces parece que un llamado de una iglesia puede ser emblemático de un llamado de la Iglesia Universal. Un grupo poco probable al que muchos podrían no haber pensado para pedir ayuda ha respondido: los niños.

***

 

En la red

Para más información: www.childrensrosary.org

En el artículo anterior, se menciona a los niños invitando a otros a unirse a ellos en oración. Children's Rosary ha realizado este video para proporcionar una imagen visual que ayude a las personas a imaginar cómo estamos conectados en un tapiz de oración y cómo esto puede parecerle a Dios y a Nuestra Santísima Madre.

Versión en español. Asher, de 10 años, narra:

 

 

22/12/2017-13:27
Antonio Rivero

Padre Antonio Rivero: "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"

Navidad
Ciclo B
Textos: Is 52, 7-10; Heb 1, 1-6; Jn 1, 1-18

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).

Idea principal: El motivo profundo de nuestra alegría está aquí: El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Síntesis del mensaje: Navidad es el cumplimiento del viejo sueño de Dios: convivir con el hombre. Ya desde el Paraíso, cuando el Señor visitaba a nuestros primeros padres al caer de la tarde, así como en la tienda de reunión durante la travesía del desierto. Y luego en el Templo de Jerusalén, lugar privilegiado de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Siempre es el mismo intento: habitar entre los hombres. Y ahora ello llega a su plenitud: Dios planta su tienda en la historia. Es Emmanuel, es decir, Dios con nosotros. ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad!

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, por muy preocupados que estemos por los problemas de la vida -¡que los hay!-, y por negro que veamos el panorama social o eclesial -¡que ahí está y nos amenaza!-... escuchemos la voz de la Iglesia mensajera que anuncia esta gran noticia en la santa misa: Dios ha visitado a su pueblo y nos trae su consuelo y su paz (la lectura). Una paz sin límites, hecha de justicia y derecho. ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad, y con la Navidad recuperamos el sentido de la vida y la fuerza para afrontar esos problemas de la vida diaria, familiar y laboral, porque Dios en Cristo camina a nuestro lado, que para eso se hizo hombre! ¡Contagiemos el espíritu de la Navidad!

En segundo lugar, por muchas palabras que escuchemos de sirenas engañadoras que nos silban prometiéndonos la liberación material, el éxito fácil, la supresión del dolor y angustias, o palabras tentadoras del enemigo de nuestra alma para que claudiquemos en nuestra fe y confianza en Dios al ver tantos desmanes y desastres naturales y humanos... Dios Padre hoy pronunció su última y definitiva Palabra que es su Hijo. Y esa Palabra encarnada nos ha purificado de nuestros pecados y nos ha liberado de nuestras ataduras, muriendo voluntariamente por nosotros, revistiéndonos de la filiación divina (evangelio) para que llevemos una vida digna y noble (2a lectura). ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad, y con la Navidad renace la esperanza que no defrauda y nos salva! ¡Contagiemos el espíritu de la Navidad!

Finalmente, por muchas y espesas tinieblas que nos quieren envolver por doquier —ideologías de cuño liberal, marxista, hedonista y pragmático- , hoy una Luz nos brilló (evangelio), y gracias a esta Luz podemos ver todo desde una nueva perspectiva, la perspectiva de la eternidad: las sanas y humanas alegrías, y también las tristezas y dolores; los éxitos conquistados a pulso y honestidad, y también los fracasos injustos; los trabajos bien remunerados, y también los despidos; la salud rebosante y la enfermedad que nos carcome; los momentos de plenitud radiante y los instantes de dudas y perplejidades; la aceptación entre nuestros amigos y familiares, y también el desengaño y olvido en que nos tienen prostrados. Todo desde la luz de Belén se ilumina, se esclarece, recobra sentido. ¿Por qué? Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para experimentar en su propia carne y redimir todas estas situaciones humanas. ¡Alegrémonos, porque hoy es Navidad, y con la Navidad renace la fe que disipa toda tiniebla del corazón y de la mente! ¡Contagiemos el espíritu de la Navidad!

Para reflexionar: ¿Vivo los siete días de la semana, las cuatro semanas del mes y los doce meses del año el espíritu de la Navidad: alegría, paz, victoria, liberación, justicia, filiación divina? ¿Quién quiere robarme el espíritu de la Navidad: este mundo anticristiano, el demonio tentador o mis pasiones bajas? ¿Qué le pediré hoy al Niño Dios que nace en Belén? ¿Y qué le ofreceré yo a cambio? ¿Contagio el espíritu de la Navidad?

Para rezar: Con toda la Iglesia recemos el gran pregón de Navidad y llenémonos de alegría profunda:

"Os anunciamos, hermanos y hermanas, una buena noticia,
una gran alegría para todo el pueblo.
Escuchadla con corazón gozoso:
Habían pasado miles y miles de años
desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra
e hizo al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.
Miles y miles de años habían transcurrido
desde que cesó el diluvio
y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris,
signo de alianza y de paz.
En el año 752 de la fundación de Roma;
en el año 42 del imperio de Octavio Augusto,
mientras sobre toda la tierra reinaba la paz,
en la sexta edad del mundo,
hace años,
en Belén de Judá, pueblo humilde de Israel,
ocupado entonces por los romanos,
en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada,
de Santa María la Virgen, esposa de José,
de la casa y familia de David,
nació Jesús, llamado Mesías y Cristo,
que es el Salvador que el pueblo esperaba.
Alegraos, hermanos.
Esta es la buena noticia del ángel:
"Os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor".

 

 

22/12/2017-08:23
Isabel Orellana Vilches

Santa María Margarita de Youville, 23 de diciembre

«En su desdichada vida personal, con un matrimonio difícil y la pérdida de casi toda su prole, esta fundadora canadiense, primera canonizada, que sufrió también como religiosa, halló la paz y la fecundidad en brazos del Padre»

Esta canadiense, primera en ser canonizada, amó apasionadamente a Dios Padre. Cobijada en su ternura superó las contradicciones y sufrimientos que la vida le presentó. Se dice que la cuna, el hogar que acoge a un recién nacido, tiene mucho que ver en el acontecer de una persona. Y así es en cierto sentido. El de Margarita estaba asediado por la pobreza cuando nació en Varennes, Quebec, Canadá, el 15 de octubre de 1701 a pesar de que su padre era un oficial. Sus cinco hermanos, que fueron llegando al mundo después que ella, no tuvieron mejor suerte. Es más, la pérdida del cabeza de familia, que se produjo cuando ella tenía siete años, no hizo sino empeorar la situación y la mendicidad fue la única vía para ir sobreviviendo. Pero esta experiencia de indigencia familiar sería de gran valor para la misión que iba a desempeñar, amén de irle curtiendo entonces en el infortunio. Dos años con las religiosas Ursulinas de Quebec como alumna interna fueron suficientes para asentar en ella principios que había recibido en su hogar. Después, su ocupación no fue otra que seguir auxiliando a su madre. Y cuando ésta rehizo su vida contrayendo nuevo matrimonio, se fue a Montreal.

Tomando nuevo rumbo, en 1722 se casó con Frangois d'Youville, que por todo equipaje aportaba al nuevo hogar un compendio de desdichas. Díscolo, traficante de pieles y de alcohol, droga que ponía al alcance de los indios, con su indiferencia por la familia que había formado, y sus largas y frecuentes ausencias, aún hacía más difícil la convivencia con esa madre intransigente que también había llevado consigo. Frangois había derrochado los bienes y las dificultades económicas perseguían a todos. La desolación fue acentuándose con la pérdida progresiva de los hijos nacidos en el matrimonio. De seis, únicamente sobrevivieron dos, dándose la circunstancia de que a éstos Dios Padre les concedió la gracia del sacerdocio, y a su madre infinito consuelo. Frangois murió en 1730, después de una súbita enfermedad, siendo asistido por Margarita en todo momento, que vertió en él su cariño. El sexto hijo, del que se hallaba encinta en esos momentos, nació después de quedarse viuda, pero Dios se lo llevó con Él. La santa, tras ocho difíciles años de matrimonio, quedaba al frente del hogar sosteniendo a los pequeños con admirable fortaleza convencida de que Dios Padre jamás abandona a sus hijos.

Cuando los dos varones que habían sobrevivido fueron ordenados sacerdotes en 1737, emprendió el que iba a ser su definitivo camino: la fundación de un nuevo movimiento eclesial. Su director espiritual, el padre Lescóat, se lo había anunciado al enviudar: «Consuélese, señora; Dios le destina para una gran obra, y llegará a levantar una casa en decadencia». Sin dilación el último día de ese año de 1737 lo selló con su consagración. A partir de entonces los desfavorecidos serían su único objetivo. Esta determinación, compartida con otras mujeres, no fue acogida por la sociedad y las murmuraciones y maledicencias se añadían al amargo cáliz que había marcado su acontecer. La lacra del vicioso marido, aunque ya había muerto, seguía salpicándola a ella y a la comunidad, sembrando las dudas en los vecinos que, sin atender a los gestos de virtud que desplegaban por doquier, aceradamente las hacían objeto de sus críticas. Es más, fueron apedreadas, acusadas de alcohólicas, y hasta se pidió exilio para Margarita. Dijeron que la lesión de una rodilla era un «justo castigo del cielo». El juicio, malsano y erróneo, se emitía con la simpleza de quien ignora que Dios Padre no actúa con tales parámetros con ninguno de sus hijos haga lo que haga, y no se podía atribuir a la santa un comportamiento negativo ya que obró con admirable y heroica caridad en todo momento.

En penosas condiciones físicas y económicas, constantemente probada, cuando murió una de sus colaboradoras y pilares de la obra que ponían en marcha, actuó con visible fortaleza. En 1747 le encomendaron la gestión del Hospital de los Hermanos Charon, labor difícil porque porque se hallaba en un estado calamitoso. Pero lo levantó haciendo de él un cálido hogar para los desvalidos. El padre Normant, que había sustituido en la dirección espiritual de la santa al padre Lescóat, cuando éste falleció, corroboró que no se había equivocado al animarle a poner en marcha esta ardua empresa. Al tiempo, surgía la fundación de Margarita: las Hermanas de la Caridad de Montreal que dieron lo mejor de sí a los enfermos incurables y afectados por graves lesiones, así como ancianos, niños, indigentes, soldados, etc. En 1751 defendió con valentía este centro ante autoridades civiles y eclesiásticas cuando quisieron convertirlo en sede de las religiosas de Quebec. Entonces el pueblo, que antes la había maltratado a ella y a la comunidad, salió en defensa de las religiosas reconociendo su excepcional labor.

Libre de las deudas que había heredado al hacerse cargo del hospital, y en un momento en el que todo parecía ir por buen camino, un nuevo reto se presentó ante la comunidad cuando aquél fue pasto de las llamas en 1765. Margarita sabía que Dios Padre jamás la abandonaba, y se gozó espiritualmente en ese nuevo contratiempo recitando con las hermanas el «Te Deum». Luego vaticinó: «Tranquilizaos, la casa ya no arderá más». A los 64 años puso en pie nuevamente el hospital. En esta misión había involucrado a madres e hijas del lugar. Murió el 23 de diciembre de 1771. Fue beatificada por Juan XXIII el 3 de mayo de 1959, y Juan Pablo II la canonizó el 9 de diciembre de 1990.