Servicio diario - 20 de enero de 2018


 

Misa en Trujillo: "Los peruanos no tienen derecho a dejarse robar la esperanza"
Redacción

Trujillo: El Papa se reunirá con damnificados del Niño Costero
Rosa Die Alcolea

Virgen de la Puerta de Otuzco: "Madre de Misericordia y Esperanza"
Rosa Die Alcolea

Trujillo: "El encuentro con Jesús cambia la vida, establece un antes y un después"
Redacción

Trujillo: Trinidad, la anciana ciega que captó la atención del Papa Francisco
Redacción

Perú: Trujillo, ciudad de la eterna primavera, espera la llegada de Francisco
Redacción

Perú: Programa del domingo, 21 de enero de 2018
Redacción

Beata Josefa María de Santa Inés, 21 de enero
Isabel Orellana Vilches


 

 

20/01/2018-15:41
Redacción

Misa en Trujillo: "Los peruanos no tienen derecho a dejarse robar la esperanza"

(ZENIT — 20 enero 2018).- "Los peruanos, en este momento de la historia, no tienen derecho a dejarse robar la esperanza", ha señalado el Papa Francisco en la Misa de Trujillo. "No hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo".

El Papa argentino, ha reflexionado en la homilía a partir del pasaje del Evangelio de las vírgenes prudentes, en la Misa celebrada en la explanada de Huanchaco, el sábado 20 de enero de 2018, en Trujillo, ciudad costera del norte de Perú.

“En Jesús, tenemos la fuerza del Espíritu para no naturalizar lo que nos hace daño, lo que nos seca el espíritu y lo que es peor, nos roba la esperanza”. El «sicariato», la falta de oportunidades educativas y laborales, o la falta de techo seguro para tantas familias “pueden estar azotando estas costas”; ha advertido el Papa Francisco.

El Pontífice ha invitado a llenar siempre las vidas de Evangelio: "Quiero estimularlos a que sean una comunidad que se deje ungir por su Señor con el aceite del Espíritu. Él lo transforma todo, lo renueva todo, lo conforta todo".

Así, Francisco ha asegurado que en Jesús, "tenemos el Espíritu que nos mantiene unidos para sostenemos unos a otros" y en Jesús, "Dios nos hace comunidad creyente que sabe sostenerse; comunidad que espera y por lo tanto lucha para revertir y transformar las múltiples adversidades".

RD

Sigue el texto completo de la homilía del Papa Francisco en Trujillo

 

Homilía del Papa Francisco

Estas tierras tienen sabor a Evangelio. Todo el entorno que nos rodea, con este inmenso mar de fondo, (aplauso) nos ayuda a comprender mejor la vivencia que los apóstoles tuvieron con Jesús; y hoy, también nosotros, estamos invitados a vivirla. Me alegra saber que han venido desde distintos lugares del norte peruano para celebrar esta alegría del Evangelio.

Los discípulos de ayer, como tantos de ustedes hoy, se ganaban la vida con la pesca. Salían en barcas, como algunos de ustedes siguen saliendo en los «caballitos de totora», y tanto ellos como ustedes con el mismo fin: ganarse el pan de cada día. En eso se juegan muchos de nuestros cansancios cotidianos: poder sacar adelante a nuestras familias y darles lo que las ayudará a construir un futuro mejor.

Esta «laguna con peces dorados», como la han querido llamar, ha sido fuente de vida y bendición para muchas generaciones. Supo nutrir los sueños y las esperanzas a lo largo del tiempo.

Ustedes, al igual que los apóstoles, conocen la bravura de la naturaleza y han experimentado sus golpes. Así como ellos enfrentaron la tempestad sobre el mar, a ustedes les tocó enfrentar el duro golpe del «Niño costero», cuyas consecuencias dolorosas todavía están presentes en tantas familias, especialmente aquellas que todavía no pudieron reconstruir sus hogares. También por esto quise estar y rezar aquí con ustedes (aplauso).

A esta eucaristía traemos también ese momento tan difícil que cuestiona y pone muchas veces en duda nuestra fe. Queremos unirnos a Jesús. Él conoce el dolor y las pruebas; Él atravesó todos los dolores para poder acompañarnos en los nuestros. Jesús en la cruz quiere estar cerca de cada situación dolorosa para darnos su mano y ayudar a levantarnos. Porque Él entró en nuestra historia, quiso compartir nuestro camino y tocar nuestras heridas. No tenemos un Dios ajeno a lo que sentimos y sufrimos, al contrario, en medio del dolor nos entrega su mano.

Estos sacudones cuestionan y ponen en juego el valor de nuestro espíritu y de nuestras actitudes más elementales. Entonces nos damos cuenta de lo importante que es no estar solos sino unidos, estar llenos de esa unión que es fruto del Espíritu Santo.

¿Qué les pasó a las muchachas del Evangelio que hemos escuchado? De repente, sienten un grito que las despierta y las pone en movimiento. Algunas se dieron cuenta que no tenían el aceite necesario para iluminar el camino en la oscuridad, otras en cambio, llenaron sus lámparas y pudieron encontrar e iluminar el camino que las llevaba hacia el esposo. En el momento indicado cada una mostró de qué había llenado su vida.

Lo mismo nos pasa a nosotros. En determinadas circunstancias nos damos cuenta con qué hemos llenado nuestra vida. ¡Qué importante es llenar nuestras vidas con ese aceite que permite encender nuestras lámparas en las múltiples situaciones de oscuridad y encontrar los caminos para salir adelante!

Sé que, en el momento de oscuridad, cuando sintieron el golpe del Niño, estas tierras supieron ponerse en movimiento y estas tierras tenían el aceite para ir corriendo y ayudarse como verdaderos hermanos. Estaba el aceite de la solidaridad, de la generosidad que los puso en movimiento y fueron al encuentro del Señor con innumerables gestos concretos de ayuda. En medio de la oscuridad junto a tantos otros fueron cirios vivos que iluminaron el camino con manos abiertas y disponibles para paliar el dolor y compartir lo que tenían desde su pobreza.

En la lectura del Evangelio, podemos observar cómo las muchachas que no tenían aceite se fueron al pueblo a comprarlo. En el momento crucial de su vida, se dieron cuenta de que sus lámparas estaban vacías, de que les faltaba lo esencial para encontrar el camino de la auténtica alegría. Estaban solas y así quedaron fuera de la fiesta. Hay cosas, como bien saben, que no se improvisan y mucho menos se compran. El alma de una comunidad se mide en cómo logra unirse para enfrentar los momentos difíciles, de adversidad, para mantener viva la esperanza. Con esa actitud dan el mayor testimonio evangélico:

El Señor nos dice: «En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35). Porque la fe nos abre a tener un amor concreto, de obras, de manos tendidas, de compasión; que sabe construir y reconstruir la esperanza cuando parece que todo se pierde. Así nos volvemos partícipes de la acción divina, esa que nos describe el apóstol Juan cuando nos muestra a Dios que enjuga las lágrimas de sus hijos. Y esta tarea divina Dios la hace con la misma ternura que una madre busca secar las lágrimas de sus hijos. Qué linda pregunta la que nos hará el Señor: ¿cuántas lágrimas has secado hoy?

Otras tormentas pueden estar azotando estas costas y, en la vida de los hijos de estas tierras, tienen efectos devastadores. Tormentas que también nos cuestionan como comunidad y ponen en juego el valor de nuestro espíritu. Se llaman violencia organizada como el «sicariato» y la inseguridad que esto genera; la falta de oportunidades educativas y laborales, especialmente en los más jóvenes, que les impide construir un futuro con dignidad; o la falta de techo seguro para tantas familias forzadas a vivir en zonas de alta inestabilidad y sin accesos seguros; así como tantas otras situaciones que ustedes conocen y sufren, que como los peores huaicos destruyen la confianza mutua tan necesaria para construir una red de contención y esperanza. Huaicos que afectan el alma y nos preguntan por el aceite que tenemos para hacerles frente.

Muchas veces nos interrogamos sobre cómo enfrentar estas tormentas, o cómo ayudar a nuestros hijos a salir adelante frente a estas situaciones. Quiero decirles: no hay otra salida mejor que la del Evangelio: se llama Jesucristo.

Llenen siempre sus vidas de Evangelio. Quiero estimularlos a que sean una comunidad que se deje ungir por su Señor con el aceite del Espíritu. Él lo transforma todo, lo renueva todo, lo conforta todo. En Jesús, tenemos la fuerza del Espíritu para no naturalizar lo que nos hace daño, lo que nos seca el espíritu y lo que es peor, nos roba la esperanza. Los peruanos, en este momento de la historia no tienen derecho a dejarse robar la esperanza.

En Jesús, tenemos el Espíritu que nos mantiene unidos para sostenemos unos a otros y hacerle frente a aquello que quiere llevarse lo mejor de nuestras familias. En Jesús, Dios nos hace comunidad creyente que sabe sostenerse; comunidad que espera y por lo tanto lucha para revertir y transformar las múltiples adversidades; comunidad amante porque no permite que nos crucemos de brazos. Con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá seguir llamándose «la ciudad de la eterna primavera», porque con Él todo es una oportunidad para la esperanza. (Aplauso)

Sé del amor que esta tierra tiene a la Virgen, y sé cómo la devoción a María los sostiene siempre llevándolos a Jesús. Pidámosle a ella que nos ponga bajo su manto y que nos lleve siempre a su Hijo; pero digámoselo cantando con esa hermosa marinera: «Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor».

¿Se animan a cantarla? La cantamos juntos. ¿Quién empieza a cantar? Virgencita de la puerta... ¿El coro tampoco? Pues entonces se lo decimos, no lo cantamos.

«Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor». Otra vez: «Virgencita de la puerta, échame tu bendición. Virgencita de la puerta, danos paz y mucho amor».

© Librería Editorial Vaticano

 

 

20/01/2018-16:40
Rosa Die Alcolea

Trujillo: El Papa se reunirá con damnificados del Niño Costero

(ZENIT – 20 enero 2018).- “Con Jesús, el alma de este pueblo de Trujillo podrá seguir llamándose «la ciudad de la eterna primavera», porque con Él todo es una oportunidad para la esperanza” es el mensaje que Francisco ha dado al pueblo costero, en Trujillo.

El Niño Costero es un fenómeno de tormentas e inundaciones que sufren estas costas del norte de Perú. En febrero de 2017 murieron más de 50 personas en estas costas a causa del viento y la lluvia.

El Papa Francisco se reunirá en Trujillo con algunos damnificados del Niño Costero tras la celebración de la Misa en la explanada de Huanchaco, a las 10 horas, ante 200.000 fieles, aunque en sus calles miles más, informa Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

El Pontífice va a pasar con el papamóvil por el barrio de Buenos Aires, en Trujillo, para saludar de cerca a tantos fieles del norte del país que han querido estar allí para acompañarle. En el camino, 60 caballos de raza peruana de paso se alinean en el desfile. Después, el Papa Francisco viajará en automóvil al Arzobispado de Trujillo para visitar la Catedral.

 

Comunidades del norte

Al comienza de la celebración, el Papa ha saludado a todas las comunidades presentes, con sus imágenes, y las ha nombrado una a una: la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, a la Santísima Cruz de Chalpón de Chiclayo, el Señor Cautivo de Ayabaca, la Virgen de las Mercedes de Paita, reliquias de los mártires de Chimbote, Divino Niño del milagro de Eten, la Virgen Dolorosa de Cajamarca, San Jorge de Cajamarca, la Virgen de la Asunción de Cutervo, la Inmaculada Concepción de Chota, Nuestra Señora de la Alta gracia de Huamachuco, San Francisco de Asís de Huamachuco, Santo Toribio de Chamabamba-Huamachuco, la Virgen Asunta de Chachapoyas, San pedro de Chimbote, San Pedro de Huari, la Virgen del Socoro de Huanchaco y al Apóstol Santiago de Chuco.

 

"Unidos en la Esperanza"

Mons. Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, Arzobispo de Trujillo, ha agradecido al Papa Francisco su visita a la Diócesis del norte de Perú: "Le ruego que grabe en su corazón el vivo agradecimiento de todos los que hoy estamos aquí".

Especialmente, ante los terribles momentos vividos a causa del Niño Costero, el prelado ha mostrado su gratitud "por su cercanía, por su preocupación". hemos recibido: Unidos en la Esperanza, lo que supone crear diariamente motivos concretos de esperanza, y así aprender a ser "una Iglesia pobre para los pobres", le ha confesado al Santo Padre.

 

Visita a la Catedral

A las 12:40 hora local (18:40 horas en Roma), está previsto que el Santo Padre Francisco llegue al Arzobispado de Trujillo y, después del almuerzo en privado, haga una breve visita a la Catedral de Santa María, donde lo esperan unos 300 fieles, indica la Santa Sede.

A su llegada, el Papa será recibido por el Capítulo de la Catedral, se acercará al Altar para entregar unas flores a los pies de la Virgen y finalmente saldrá de la entrada principal para ir al papamóvil del Colegio Seminario SS. Carlos y Marcelo para encontrarse con los religiosos/as, sacerdotes, consagrados/as y seminaristas.

 

 

20/01/2018-21:59
Rosa Die Alcolea

Virgen de la Puerta de Otuzco: "Madre de Misericordia y Esperanza"

(ZENIT — 20 enero 2018).- El Papa Francisco ha coronado a la Virgen de la Puerta de Otuzco como «Madre de Misericordia y de la Esperanza», ante miles de peregrinos congregados en la Plaza de Armas de Trujillo, frente a la hermosa Catedral.

“Ella nos sigue defendiendo e indicando la Puerta que nos abre el camino a la vida auténtica, a la Vida que no se marchita”, ha proclamado el Santo Padre en Trujillo, ciudad costera del norte de Perú.

El Arzobispo de Trujillo, Mons. Héctor Miguel Cabrejos Vidarte, y dos jóvenes han acompañado al Papa en el altar para la oración mariana, a las 16:05 horas (22:05 h. en Roma). La Plaza de Armas de Trujillo, es famosa por ser escenario de la lucha por la libertad e independencia de Perú, y donde cada año manifiestan el amor a Jesucristo en la Solemnidad del Corpus Christi.

Francisco, consciente de la gran devoción del pueblo peruano a la Virgen de la Puerta, ha señalado que "Ella nos lleva a su Hijo y así nos invita a promover e irradiar una `cultura de la misericordia', basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás".

 

Madres y abuelas

El Pontífice ha rendido un homenaje a las madres y abuelas de este país: "El amor a María nos tiene que ayudar a generar actitudes de reconocimiento y gratitud frente a la mujer, frente a nuestras madres y abuelas que son un bastión en las vidas de nuestras ciudades".

Y ha añadido que estas "Casi siempre silenciosas llevan la vida adelante. Es el silencio y la fuerza de la esperanza. Gracias por su testimonio".

 

"Feminicidio"

El Papa no ha querido dejar de denunciar las situaciones de violencia y los numerosos casos de "feminicidio", que quedan silenciados detrás de tantas paredes. Francisco ha invitado a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una "cultura de repudio" a toda forma de violencia.

Después de la oración mariana, el Santo Padre ha puesto un rosario ante los pies de la Virgen y rinde homenaje a la Virgen de la Puerta mientras se cantaban las letanías a la Madre de Dios y los niños llevaban flores y velas.

Al término de la celebración, después de impartir la bendición apostólica, el Papa se ha trasladado al aeropuerto Carlos Martínez de Pinillos, desde donde tomará un avión a Lima, para descansar en la Nunciatura Apostólica.

RD

Sigue el discurso del Papa Francisco en la celebración mariana en Trujillo.

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

Agradezco a Mons. Héctor Miguel sus palabras de bienvenida en nombre de todo el Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras.

En esta hermosa e histórica plaza de Trujillo que ha sabido impulsar sueños de libertad para todos los peruanos nos congregamos hoy para encontrarnos con la «Mamita de Otuzco» (Aplauso) Sé de los muchos kilómetros que tantos de ustedes han realizado para estar hoy aquí, reunidos bajo la mirada de la Madre. Esta plaza se transforma así en un santuario a cielo abierto en el que todos queremos dejarnos mirar por la Madre, por su maternal y tierna mirada. Madre que conoce el corazón de los norteños peruanos y de tantos otros lugares; ha visto sus lágrimas, sus risas, sus anhelos. En esta plaza se quiere atesorar la memoria de un Pueblo que sabe que María es Madre y no abandona a sus hijos.

La casa se viste de fiesta de manera especial. Nos acompañan las imágenes venidas desde distintos rincones de esta región. Junto a la querida Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, saludo y doy la bienvenida a la Santísima Cruz de Chalpón de Chiclayo, al Señor Cautivo de Ayabaca, la Virgen de las Mercedes de Paita, el Divino Niño del Milagro de Eten, la Virgen Dolorosa de Cajamarca, la Virgen de la Asunción de Cutervo, la Inmaculada Concepción de Chota, Nuestra Señora de Alta Gracia de Huamachuco, Santo Toribio de Mogrovejo de Tayabamba —Huamachuco—, la Virgen Asunta de Chachapoyas, la Virgen de la Asunción de Usquil, la Virgen del Socorro de Huanchoco, y las reliquias de los Mártires Conventuales de Chimbote (Aplausos).

Cada comunidad, cada rinconcito de este suelo viene acompañado por el rostro de un santo, el amor a Jesucristo y a su Madre. Y contemplar que donde haya una comunidad, donde haya vida y corazones latiendo y ansiosos por encontrar motivos para la esperanza, para el canto, para el baile, para una vida digna... allí está el Señor, allí encontramos a su Madre y también el ejemplo de tantos santos que nos ayudan a permanecer alegres en la esperanza.
Con ustedes doy gracias por la delicadeza de nuestro Dios. Él busca la forma de acercarse a cada uno de la manera que pueda recibirlo y así nacen las más distintas advocaciones. Expresan el deseo de nuestro Dios por querer estar cerca de cada corazón porque el idioma del amor de Dios siempre se pronuncia en dialecto, no tiene otra forma de hacerlo, y además resulta esperanzador ver cómo la Madre asume los rasgos de los hijos, la vestimenta, el dialecto de los suyos para hacerlos parte de su bendición. María siempre será una Madre mestiza, porque en su corazón encuentran lugar todas las sangres, porque el amor busca todos los medios para amar y ser amado. Todas estas imágenes nos recuerdan la ternura con que Dios quiere estar cerca de cada poblado, de cada familia, de vos, de mí, de todos.

Sé del amor que le tienen a la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco que hoy junto a ustedes, quiero declarar: Virgen de la Puerta, «Madre de Misericordia y de la Esperanza». (Aplauso)

Virgencita que, en los siglos pasados, demostró su amor por los hijos de esta tierra, cuando colocada sobre una puerta los defendió y los protegió de las amenazas que los afligían, suscitando así el amor de todos los peruanos hasta nuestros días.

Ella nos sigue defendiendo e indicando la Puerta que nos abre el camino a la vida auténtica, a la Vida que no se marchita. Ella es la que sabe acompañar a cada uno de sus hijos para que vuelvan a casa. Nos acompaña y lleva hasta la Puerta que da Vida porque Jesús no quiere que nadie se quede afuera, a la intemperie. Así acompaña «la nostalgia que muchos sienten de volver a la casa del Padre, que está esperando su regreso» [1] y muchas veces no saben cómo volver. Decía san Bernardo: «Tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de borrascas y de tempestades: mira la Estrella e invoca a María». [2] Ella nos indica el camino a casa, ella nos lleva a Jesús que es la Puerta de la Misericordia. (...) Nos lleva a Jesús.

En el 2015 tuvimos la alegría de celebrar el Jubileo de la Misericordia. Un año en el que invitaba a todos los fieles a pasar por la Puerta de la Misericordia, «a través de la cual cualquiera que entrará podrá experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza». [3]

Y quiero repetir junto a ustedes el mismo deseo que tenía entonces: «¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!» [4]. Cómo deseo que esta tierra que tiene a la Madre de la Misericordia y la Esperanza pueda multiplicar y llevar la bondad y la ternura de Dios a cada rincón. Porque, queridos hermanos, no hay mayor medicina para curar tantas heridas que un corazón que sepa de misericordia, que un corazón que sepa tener compasión ante el dolor y la desgracia, ante el error y las ganas de levantarse de muchos y que no saben cómo hacerlo.

La compasión es activa porque «hemos aprendido que Dios se inclina hacia nosotros (cf. Os 11,4) para que también nosotros podamos imitarlo inclinándonos hacia los hermanos». [5] Inclinándonos especialmente ante aquellos más sufren. Como María, estar atentos a aquellos que no tienen el vino de la alegría, así sucedió en las bodas de Caná.

Mirando a María, no quisiera finalizar sin invitarlos a que pensemos en todas las madres y abuelas de esta Nación; son verdadera fuerza motora de la vida y de las familias del Perú. ¡Qué sería Perú sin las madres y las abuelas, qué sería nuestra vida sin ellas! (Aplausos) El amor a María nos tiene que ayudar a generar actitudes de reconocimiento y gratitud frente a la mujer, frente a nuestras madres y abuelas que son un bastión en las vidas de nuestras ciudades. Casi siempre silenciosas llevan la vida adelante. Es el silencio y la fuerza de la esperanza. Gracias por su testimonio.

Reconocer y agradecer, pero mirando a las madres y a las abuelas, quiero invitarlos a luchar contra una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio. Y son muchas las situaciones de violencia que quedan silenciadas detrás de tantas paredes. Los invito a luchar contra esta fuente de sufrimiento pidiendo que se promueva una legislación y una cultura de repudio a toda forma de violencia.

Hermanos, la Virgen de la Puerta, Madre de la Misericordia y de la Esperanza, nos muestra el camino y nos señala la mejor defensa contra el mal de la indiferencia y la insensibilidad. Ella nos lleva a su Hijo y así nos invita a promover e irradiar una «cultura de la misericordia, basada en el redescubrimiento del encuentro con los demás: una cultura en la que ninguno mire al otro con indiferencia ni aparte la mirada cuando vea el sufrimiento de los hermanos». [6]

Que la Virgen les conceda esta gracia.

[1] Carta ap. Misericordia et misera al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia (20 noviembre 2016), 16.

[2] Hom. II super «Missus est», 17: PL 183, 70-71.

[3] Bula Misericordiae vultus (11 abril 2015), 3.

[4] Ibíd., 5.

[5] Carta ap. Misericordia et misera al concluir el Jubileo extraordinario de la misericordia (20 noviembre 2016), 16.

[6] Ibíd., 20.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

20/01/2018-22:42
Redacción

Trujillo: "El encuentro con Jesús cambia la vida, establece un antes y un después"

(ZENIT — 20 enero 2018).- "Nos hace bien recordar que nuestras vocaciones son una llamada de amor para amar, para servir...no para sacar "tajada" para nosotros mismos".

Relajado, sentado en una mesa y con ganas de bromear, el Papa Francisco ha hablado de una manera cercana y sincera a los sacerdotes, religiosos, consagrados y seminaristas en el Colegio Seminario SS. Carlos y Marcelo, en Trujillo, Perú.

“Aprender a reírse de uno mismo nos da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con los propios límites, errores y pecados, pero también aciertos, y con la alegría de saber que Él está a nuestro lado”, ha anunciado el Santo Padre.

Así, les ha exhortado a que “rían en comunidad, y no de la comunidad o de los otros”. Cuidémonos de esa gente tan pero tan importante que, en la vida, se ha olvidado de sonreír, ha observado.

"¡Sé que han realizado un esfuerzo para estar acá, gracias!", Francisco ha expresado gratitud a todos los religiosos y consagrados presentes en Trujillo. "Encontrarme con ustedes, conocerlos, escucharlos y manifestar el amor por el Señor y por la misión que nos regaló es importante".

El Papa ha hecho mención especial a Santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano, a quien ha recordado "misionando, no sentado detrás de un escritorio".

"Me da pena ver a un cura, religioso o seminarista "marchito" si ven que no pueden hablen con tiempo, antes de que se marchiten", ha vuelto a decir el Papa, así como en su encuentro con los religiosos y consagrados en Bangladesh.

"Nosotros, consagrados, no estamos llamados a suplantar al Señor, ni con nuestras obras, ni con nuestras misiones, ni con el sinfín de actividades que tenemos para hacer", ha sido otro de los consejos que el Papa ha dado a la comunidad religiosa de Perú.

RD

Sigue el texto completo del discurso del Papa Francisco.

 

Discurso del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas:

¡Buenas tardes!

Agradezco las palabras que Mons. José Antonio Eguren Anselmi, Arzobispo de Piura, me ha dirigido en nombre de todos los presentes.

Encontrarme con ustedes, conocerlos, escucharlos y manifestar el amor por el Señor y por la misión que nos regaló es importante. ¡Sé que han realizado un esfuerzo para estar acá, gracias!

Nos recibe este Colegio Seminario, uno de los primeros fundados en América Latina para la formación de tantas generaciones de evangelizadores. Estar aquí y con ustedes es sentir que estamos en una de esas «cunas» que gestaron a tantos misioneros. Y no olvido que esta tierra vio morir, misionando, a santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano. Todo nos lleva a mirar hacia nuestras raíces, a lo que nos sostiene a lo largo del tiempo y de la historia para crecer hacia arriba y dar fruto. Nuestras vocaciones tendrán siempre esa doble dimensión: raíces en la tierra y corazón en el cielo. Cuando falta alguna de estas dos, algo comienza a andar mal y nuestra vida poco a poco se marchita (cf. Lc 13,6-9).

Me gusta subrayar que nuestra fe, nuestra vocación es memoriosa, esa dimensión deuteronómica de la vida. Memoriosa porque sabe reconocer que ni la vida, ni la fe, ni la Iglesia comienzan con el nacimiento de ninguno de nosotros: la memoria mira al pasado para encontrar la savia que ha irrigado durante siglos el corazón de los discípulos, y así reconoce el paso de Dios por la vida de su pueblo. Memoria de la promesa que hizo a nuestros padres y que, cuando sigue viva en medio nuestro, es causa de nuestra alegría y nos hace cantar: «el Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3).

Me gustaría compartir con ustedes algunas virtudes de este ser memoriosos.

 

1. La alegre conciencia de sí

El Evangelio que hemos escuchado lo leemos habitualmente en clave vocacional y así nos detenemos en el encuentro de los discípulos con Jesús. Me gustaría, antes, mirar a Juan el Bautista. Él estaba con dos de sus discípulos y al ver pasar a Jesús les dice: «Ese es el Cordero de Dios» (Jn 1,36); al oír esto dejaron a Juan y siguieron a Jesús (cf. v. 37). Es algo sorprendente, habían estado con Juan, sabían que era un hombre bueno, más aún, el mayor de los nacidos de mujer, como Jesús lo define (cf. Mt 11,11), pero él no era el que tenía que venir. También Juan esperaba a otro más grande que él. Juan tenía claro que él no era el Mesías sino simplemente quien lo anunciaba. Juan era el hombre memorioso de la promesa y de su propia historia.

Juan manifiesta la conciencia del discípulo que sabe que no es ni será nunca el Mesías, sino sólo un invitado a señalar el paso del Señor por la vida de su gente. Nosotros, consagrados, no estamos llamados a suplantar al Señor, ni con nuestras obras, ni con nuestras misiones, ni con el sinfín de actividades que tenemos para hacer. Simplemente se nos pide trabajar con el Señor, codo a codo, pero sin olvidarnos nunca de que no ocupamos su lugar. Esto no nos hace «aflojar» en la tarea evangelizadora, por el contrario, nos empuja y nos exige trabajar recordando que somos discípulos del único Maestro. El discípulo sabe que secunda y siempre secundará al Maestro. Esa es la fuente de nuestra alegría.

¡Nos hace bien saber que no somos el Mesías! Nos libra de creernos demasiado importantes, demasiado ocupados —es típica en algunas regiones escuchar: «No, a esa parroquia no vayas porque el padre siempre está muy ocupado»—. Juan el Bautista sabía que su misión era señalar el camino, iniciar procesos, abrir espacios, anunciar que Otro era el portador del Espíritu de Dios. Ser memoriosos nos libra de la tentación de los mesianismos.

Esta tentación se combate de muchos modos, pero también con la risa. Sí, aprender a reírse de uno mismo nos da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con los propios límites, errores y pecados, pero también aciertos, y con la alegría de saber que Él está a nuestro lado. Un lindo test espiritual es preguntarnos por la capacidad que tenemos de reírnos de nosotros mismos. La risa nos salva del neopelagianismo «autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros».[1] ¡Hermanos, rían en comunidad, y no de la comunidad o de los otros! Cuidémonos de esa gente tan pero tan importante que, en la vida, se ha olvidado de sonreír.

 

2. La hora del llamado

Juan el Evangelista recoge en su Evangelio incluso hasta la hora de aquel momento que cambió su vida: «Eran las cuatro de la tarde» (v. 39). El encuentro con Jesús cambia la vida, establece un antes y un después. Hace bien recordar siempre esa hora, ese día clave para cada uno de nosotros en el que nos dimos cuenta de que el Señor esperaba algo más. La memoria de esa hora en la que fuimos tocados por su mirada.

Las veces que nos olvidamos de esta hora, nos olvidamos de nuestros orígenes, de nuestras raíces; y al perder estas coordenadas fundamentales dejamos de lado lo más valioso que un consagrado puede tener: la mirada del Señor. Quizá no estás contento con ese lugar donde te encontró el Señor, quizá no se adecua a una situación ideal o que te «hubiese gustado más». Pero fue ahí donde te encontró y te curó las heridas. Cada uno de nosotros conoce el dónde y el cuándo: quizás un tiempo de situaciones complejas, sí; con situaciones dolorosas, sí; pero ahí te encontró el Dios de la Vida para hacerte testigo de su Vida, para hacerte parte de su misión y ser, con Él, caricia de Dios para tantos. Nos hace bien recordar que nuestras vocaciones son una llamada de amor para amar, para servir. ¡Si el Señor se enamoró de ustedes y los eligió, no fue por ser más numerosos que los demás, pues son el pueblo más pequeño, sino por puro amor! (cf. Dt 7,7-8). Amor de entrañas, amor de misericordia que mueve nuestras entrañas para ir a servir a otros al estilo de Jesucristo.

Quisiera detenerme en un aspecto que considero importante. Muchos, a la hora de ingresar al seminario o a la casa de formación, fuimos formados con la fe de nuestras familias y vecinos. Así fue como dimos nuestros primeros pasos, apoyados no pocas veces en las manifestaciones de piedad popular, que en Perú han adquirido las más exquisitas formas y arraigo en el pueblo fiel y sencillo. Vuestro pueblo ha demostrado un enorme cariño a Jesucristo, a la Virgen y a sus santos y beatos en tantas devociones que no me animo a nombrarlas por miedo a dejar alguna de lado. En esos santuarios, «muchos peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas paredes contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones recibidos, que millones podrían contar».[2] Inclusive muchas de vuestras vocaciones pueden estar grabadas en esas paredes. Los exhorto a no olvidar, y mucho menos despreciar, la fe fiel y sencilla de vuestro pueblo. Sepan acoger, acompañar y estimular el encuentro con el Señor. No se vuelvan profesionales de lo sagrado olvidándose de su pueblo, de donde los sacó el Señor. No pierdan la memoria y el respeto por quien les enseñó a rezar.

Recordar la hora del llamado, hacer memoria alegre del paso de Jesucristo por nuestra vida, nos ayudará a decir esa hermosa oración de san Francisco Solano, gran predicador y amigo de los pobres, «Mi buen Jesús, mi Redentor y mi amigo. ¿Qué tengo yo que tú no me hayas dado? ¿Qué sé yo que tú no me hayas enseñado?».

De esta forma, el religioso, sacerdote, consagrada, consagrado es una persona memoriosa, alegre y agradecida: trinomio para configurar y tener como «armas» frente a todo «disfraz» vocacional. La conciencia agradecida agranda el corazón y nos estimula al servicio. Sin agradecimiento podemos ser buenos ejecutores de lo sagrado, pero nos faltará la unción del Espíritu para volvernos servidores de nuestros hermanos, especialmente de los más pobres. El Pueblo fiel de Dios tiene olfato y sabe distinguir entre el funcionario de lo sagrado y el servidor agradecido. Sabe reconocer entre el memorioso y el olvidadizo. El Pueblo de Dios es aguantador, pero reconoce a quien lo sirve y lo cura con el óleo de la alegría y de la gratitud.

 

3. La alegría contagiosa

Andrés era uno de los discípulos de Juan el Bautista que había seguido a Jesús ese día. Después de haber estado con Él y haber visto dónde vivía, volvió a casa de su hermano Simón Pedro y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41). Esta es la noticia más grande que podía darle, y lo condujo a Jesús. La fe en Jesús se contagia, no puede confinarse ni encerrarse; aquí se encuentra la fecundidad del testimonio: los discípulos recién llamados atraen a su vez a otros mediante su testimonio de fe, del mismo modo que en el pasaje evangélico Jesús nos llama por medio de otros. La misión brota espontánea del encuentro con Cristo. Andrés comienza su apostolado por los más cercanos, por su hermano Simón, casi como algo natural, irradiando alegría. Esta es la mejor señal de que hemos «descubierto» al Mesías. La alegría es una constante en el corazón de los apóstoles, y la vemos en la fuerza con que Andrés confía a su hermano: «¡Lo hemos encontrado!». Pues «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».[3]

Esta alegría nos abre a los demás, es alegría para transmitirla. En el mundo fragmentado que nos toca vivir, que nos empuja a aislarnos, somos desafiados a ser artífices y profetas de comunidad. Porque nadie se salva solo. Y en esto me gustaría ser claro. La fragmentación o el aislamiento no es algo que se da «fuera» como si fuese sólo un problema del «mundo». Hermanos, las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades, ¡y cuánto mal nos hacen! Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas. Se nos pide ser artífices de comunión y de unidad; que no es lo mismo que pensar todos igual, hacer todos lo mismo. Significa valorar los aportes, las diferencias, el regalo de los carismas dentro de la Iglesia sabiendo que cada uno, desde su cualidad, aporta lo propio pero necesita de los demás. Sólo el Señor tiene la plenitud de los dones, sólo Él es el Mesías. Y quiso repartir sus dones de tal forma que todos podamos dar lo nuestro enriqueciéndonos con lo de los demás. Hay que cuidarse de la tentación del «hijo único» que quiere todo para sí, porque no tiene con quién compartir. A aquellos que tengan que ocupar misiones en el servicio de la autoridad les pido, por favor, no se vuelvan autorreferenciales; traten de cuidar a sus hermanos, procuren que estén bien; porque el bien se contagia. No caigamos en la trampa de una autoridad que se vuelva autoritarismo por olvidarse que, ante todo, es una misión de servicio.

Queridos hermanos, nuevamente gracias y que esta memoria deuteronómica nos haga más alegres y agradecidos para ser servidores de unidad en medio de nuestro pueblo.

Que el Señor los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Y no se olviden de rezar por mí.

[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 94.

[2] Cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 260.

[3] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 1.

© Librería Editorial Vaticano

 

 

20/01/2018-22:15
Redacción

Trujillo: Trinidad, la anciana ciega que captó la atención del Papa Francisco

(ZENIT — 20 enero 2018).- Como el ciego de Jericó, esta mujer logró captar la atención del Papa Francisco de una manera muy especial.

A su paso por las calles de Trujillo, en la tarde del sábado 20 de enero de 2018, entre la agitación de los peregrinos y los gritos de alegría, el Santo Padre se acercó a Trinidad, anciana ciega de 99 años que aguardaba detrás de la valla a la presencia del Papa, y le acarició el rostro con las dos manos mientras la saludaba.

La señora estaba acompañada por un familiar que llevaba una pancarta en la que se podía leer: "Me llamo Trinidad, cumplo 99 años, no veo, quiero tocar tu manito".

 

 

20/01/2018-12:56
Redacción

Perú: Trujillo, ciudad de la eterna primavera, espera la llegada de Francisco

(ZENIT — 20 enero 2018).- La ciudad de Trujillo espera con ilusión la llegada del Papa Francisco, miles de fieles aguardan al Santo Padre en las calles próximas al aeropuerto Carlos Martínez de Pinillo, en el norte del país.

Según lo previsto, el avión del Papa Francisco aterrizará en el aeropuerto Carlos Martínez de Pinillo este sábado 20 de enero de 2018, a las 9 horas, y en el mismo aeropuerto será recibido por las autoridades de la región.

Los peruanos le darán la bienvenida en el aeropuerto, 60 parejas bailarán para él "la marinera", típico de la costa norteña del país.

Los católicos del norte de Perú se han congregado en Trujillo para ver al Santo Padre, —comunica TV PERU— muchos grupos de peregrinos llevan un visibles distintivos típicos de sus ciudades o pueblos.

 

Playa de Huanchaco

En la explanada papal de Huanchaco se celebrará la Eucaristía, acompañado por las sagradas imágenes de la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, la Virgen Candelaria del Socorro de Huanchaco, la Virgen de las Mercedes de Paita (Piura), la Santísima Cruz de Chalpón de Motupe y el Divino Niño del Milagro de Eten (Lambayeque).

Más adelante —indican los organizadores— el Pontífice se dirigirá al histórico "Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo", donde será recibido por alumnos seminaristas. Finalmente, el Papa realizará una gran celebración Mariana presidida por la Inmaculada Virgen de la Puerta de Otuzco, en la Plaza de Armas de Trujillo para luego partir hacia el aeropuerto de Huanchaco, desde donde retornará a la ciudad de Lima.

 

Eterna primavera

Trujillo, ciudad de la eterna primavera y de la Marinera, además de centro de comercio y capital del departamento de La Libertad que según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INED a junio de 2016, es la segunda región más poblada del Perú (cerca de 1 millón 900 mil habitantes) después de Lima.

Ubicada en la costa norte del Perú, a una latitud media de 34 msnm, en la margen derecha del río Moche y en el valle del mismo nombre. Se extiende sobre una superficie aproximada de 50 Km.

La ciudad fue duramente golpeada por el fenómeno el Niño durante los primeros meses de este año en los que siete huaicos afectaron la ciudad; sin embargo, es un pueblo que pese a las adversidades se viene levantando a través de la fe y el amor por su tierra.

El Santo Padre visita Trujillo con el fin de "darle esperanza a todo el norte del país por los últimos acontecimientos que devastaron dicha zona", señala la plataforma organizadora 'Papa Francisco en Perú'.

 

 

20/01/2018-22:50
Redacción

Perú: Programa del domingo, 21 de enero de 2018

Domingo, 21 enero 2018

LIMA-ROMA

9:15 horas (15:15 h. en Roma): Oración de la Hora Media con las religiosas de vida contemplativa en el Santuario del Señor de los Milagros. Homilía del Santo Padre

10:30 horas (16:30 h. en Roma): Oración ante las reliquias de los santos peruanos en la catedral de Lima. Oración del Santo Padre

10:50 horas (16:50 h. en Roma): Encuentro con los obispos en el Palacio Arzobispal. Discurso del Santo Padre

12 horas (18 h. en Roma): Ángelus del Santo Padre en la Plaza de Armas

12:30 horas (18:30 h. en Roma): Almuerzo con el séquito papal en la nunciatura apostólica

16:15 horas (22:15 h. en Roma): Santa Misa en la Base Aérea "Las Palmas". Homilía del Santo Padre

18:30 horas (00:30 h. en Roma): Llegada al aeropuerto. Ceremonia de despedida

18:45 horas (00:45 h. en Roma): Salida en avión para Roma/Ciampino

 

Lunes, 20 enero 2018

14:15 horas: Llegada al aeropuerto de Roma/Ciampino

Programa completo del viaje

 

 

20/01/2018-13:14
Isabel Orellana Vilches

Beata Josefa María de Santa Inés, 21 de enero

«Examinando la vida de esta beata está claro que ante la gracia de Dios la miope razón palidece. Sin luces aparentes en su forma de ser, con firmeza se abrió paso en el sendero de la perfección que la condujo directamente al cielo»

En este día de santa Inés, la Iglesia celebra la vida de esta beata que llevó el nombre religioso el esta mártir cristiana.

El hecho de que el Padre Celestial ame tan singularmente y de forma infinita a sus débiles hijos es un misterio, y una gracia incuestionable que estos aquejados de tanto infortunio le contemplen con indecible ternura y se lancen a sus brazos sin dudar, sin arrojarle los dardos de la culpabilidad por sus aflicciones.

La torpeza y nula formación de esta beata, la lesión epiléptica que padecía, su vulnerabilidad al quedar huérfana prontamente y a merced de sus desaprensivos familiares, fueron algunas de las causas del acerado sufrimiento que le abrió las puertas del cielo. Nació en Benigánim, Valencia, España, el 9 de enero de 1625. Sus padres eran unos campesinos sin apenas recursos económicos, que al ser creyentes se ocuparon de que recibiese los sacramentos cuando era niña. Pero la prematura muerte de éstos cercenó de un plumazo su infancia. Se trasladó a casa de un tío suyo, hombre sin escrúpulos, que tenía personas a su servicio, y la incluyó entre ellas, maltratándola desde el primer día. Su falta de luces, por así decir, la convertían también en objeto de burlas. Por ejemplo, suscitó chanzas su decisión de plantar un naranjo tomando el tallo que hundió en la tierra dejando las raíces al descubierto. ¿Candidez, simplicidad...? Sea lo que fuere, el inocente corazón de Josefa aspiraba el perfume del amor divino. Dios Padre la protegía, mimándola, y además de constatarse el fértil crecimiento del naranjo que plantó contraviniendo las leyes de la ciencia (naranjo que aún hoy día puede contemplarse), pronto los consuelos divinos llegaron a su vida, liberándola del asedio del maligno que andaba tras ella.

El Niño Jesús se le aparecía en el huerto de la vivienda mientras se hallaba lavando y recibía también otros dones. Pero en ese ambiente embrutecido que le rodeaba, uno de los criados se obsesionó con ella, puesto que físicamente era bien parecida, y sintiéndose burlado por la joven que tenía en altísima estima su virginidad, y la defendía a capa y espada, quiso matarla asestándole varios tiros con un trabuco. Por fortuna, los perdigones simplemente quedaron incrustados en la pared que bordeaba la escalera por la que Josefa huía de su agresor buscando protección en el piso de arriba. Pero ella sabía que el potencial asesino se hallaba fuera de sí, y no dudó en escapar a un lugar más seguro utilizando una ventanilla tan diminuta que era imposible traspasarla sin que mediase una intervención de lo Alto.

Después del dramático episodio, tenía claro que no podía permanecer más en esa casa, y dado que su tío influyó en la fundación del convento de clausura de las Agustinas Descalzas de la Purísima Concepción y San José, determinó ingresar con ellas. No lo consiguió a la primera, pero sí después de tenaz perseverancia en su empeño. Al no tener formación, entró como hermana lega. Su misión en la clausura no podía ser otra que la que ella conocía bien: las tareas domésticas de diversa índole. Y las realizó con el espíritu encomiable que brotaba de su estado de oración continua. Era obediente y dispuesta, y estaba adornada con la virtud de la inocencia. Por esa razón, al profesar le dieron el nombre de Josefa María de santa Inés, la candorosa mártir de los primeros siglos. Sus hermanas de comunidad se referían a ella como «la niña». En su oración tenía presentes las necesidades que muchos le encomendaban, rezaba por las almas del purgatorio y ofrecía sus penitencias por los demás.

Al no saber leer ni escribir, le solicitaron al prelado que le permitiese asistir al coro sin más pretensiones, ya que no podía formar parte de él. El obispo dio su autorización, pero entonces las religiosas descubrieron en ella otro sorprendente prodigio. Vieron que podía cantar las oraciones del Salterio maravillosamente sin desentonar y con una belleza admirable en su voz con tan solo contemplar la estampa de un Ecce Homo que divisaba desde el ángulo del coro en el que se situaba. Y es que, a lo largo de su vida frecuentemente tuvo éxtasis y revelaciones. Numerosas personas principales del lugar acudían a recabar su versado juicio confiándole problemas que les acuciaban. El director espiritual que la asistía, manifestó: «Tratada en cosas tocantes a lo del mundo, parecía no tener uso de razón ni discurso; pero en punto de virtud y perfección discurría como un santo Tomás y aconsejaba como un san Pablo». A fin de cuentas, esto es lo único que importa. Las sabidurías de este mundo, en palabras paulinas, son necedades a los ojos de Dios (1Cor 3, 18-9). Josefa murió a los 71 años el 21 de enero de 1696. Su cuerpo incorrupto desapareció al estallar la Guerra Civil española en 1936, aunque se conservan algunos de sus restos en el monasterio de Benigánim donde se produjo su fallecimiento. Fue beatificada por León XIII el 26 de febrero de 1888.