Papa Francisco | audiencia general

 

Papa: Nuestra raíz es Jesús, nutrirnos de Él en la Eucaristía

 

Formar parte del banquete de bodas del Cordero es una invitación que nos alegra y al mismo tiempo nos empuja a un examen de conciencia iluminado por la fe: lo dijo el Papa durante la Audiencia General del miércoles 21 de marzo

 

 

21 marzo 2018, 11:18 | Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano


 

 

En el inicio de la primavera europea el Romano pontífice presidió la Audiencia General en la Plaza de san Pedro, y antes de comenzar, mantuvo un diálogo ameno con los fieles al comienzo de una de estaciones más bellas del año.

 

Nuestra raíz es Jesús

“Hoy es el primer día de la primavera: ¡buena primavera! ¿Pero qué pasa en primavera? Las plantas florecen, florecen los árboles. Les haré algunas preguntas: pero respondan, ¿eh? Un árbol o planta enfermos, ¿florecen bien si están enfermos? ¡No!” “Un árbol, una planta que no es regada por la lluvia o artificialmente, ¿puede florecer bien?”. “Y un árbol y una planta al que le han quitado las raíces o que no tiene raíces, ¿puede florecer? ¡No!” “Este es un mensaje, ¿eh?” “La vida cristiana es una vida que debe florecer: en las obras de caridad, en hacer el bien... Pero si no tienes raíces, no puedes florecer y ¿quién es la raíz? ¡Jesús! Si no estás con Jesús, allí, en la raíz, no florecerás” [...].

 

Celebramos la Misa para nutrirnos de Cristo

Así dio inicio a la Catequesis en la que meditó a partir del Evangelio según san Juan, capítulo 6, versículos 54 y 55 sobre la Liturgia Eucarística: “Celebramos la Misa para nutrirnos de Cristo, que se nos da en la Palabra y en el Sacramento del Altar. En el momento de la comunión que hoy contemplamos, Jesús se nos sigue dando en su Cuerpo y en su Sangre, por el ministerio de la Iglesia, como hizo con los discípulos en la Última Cena. Después de la Fracción del Pan, el sacerdote nos invita a mirar «al Cordero que quita el pecado del mundo», reconociendo la distancia que nos separa de la santidad de Dios y de su bondad al darnos como medicina su preciosa Sangre, derramada para el perdón de los pecados. Somos, por tanto, convocados «al banquete de bodas del Cordero», reconociéndonos indignos de que entre en nuestra casa, pero confiados en la fuerza de su Palabra salvadora”, expresó.

Explayándose en italiano, el Papa explicó que formar parte del banquete de bodas del Cordero es una invitación que nos alegra y al mismo tiempo nos empuja a un examen de conciencia iluminado por la fe, dado que, si por una parte vemos la distancia que nos separa de la santidad de Cristo, por la otra creemos que su Sangre es derramada para la remisión de los pecados. “Todos fuimos perdonados en el Bautismo, y somos o seremos perdonados cada vez que nos acerquemos al sacramento de la penitencia”, recordó, e instó una vez más a no olvidar que Jesús “no se cansa de perdonar”, sino que “somos nosotros que nos cansamos de pedir perdón”.

 

Nutrirse de la Eucaristía significa mutar en lo que recibimos

“Caminamos hacia el altar – prosiguió en español - para nutrirnos de la Eucaristía, para dejarnos transformar por quien recibimos, como dice san Agustín: «Yo soy el alimento de las almas adultas; crece y me comerás. Pero no me transformarás en ti como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en mí”.

El Pontífice también se refirió al reconocimiento que realizamos cuando, al sacerdote que distribuyendo la Eucaristía nos dice “el Cuerpo de Cristo”, respondemos “Amén”: esto significa, dijo el Papa, que reconocemos la gracia y el compromiso que comporta convertirnos en Cuerpo de Cristo. “He aquí el prodigio de la Comunión: nos volvemos en lo que recibimos”, agregó.

 

La Eucaristía nos hace fuertes

“La Liturgia eucarística se concluye con la oración de la comunión. En ella damos gracias a Dios por este inefable don y le pedimos también que transforme nuestra vida, siendo medicina en nuestra debilidad, que sane las enfermedades de nuestro espíritu y nos asegure su constante protección”.

 “La Eucaristía – añadió Francisco en italiano– nos hace fuertes para dar frutos, flores de buenas obras para vivir como cristianos”, e invitó a acercarnos a la Eucaristía y a recibir a Jesús “que nos transforma en Él”, y nos hace más fuertes.

“La Iglesia desea vivamente que también los fieles reciban el Cuerpo del Señor con hostias consagradas en la misma Misa", dijo, y que el signo del Banquete Eucarístico se expresa con mayor claridad si la Comunión "se hace bajo las dos especies", aún sabiendo que la doctrina católica enseña que "sólo bajo una especie se recibe el Cristo todo entero":  el Papa recuerda pues, que según la praxis, el fiel se acerca normalmente a la Eucaristía en procesión y comulga con devoción de pie o de rodillas, "recibiendo el Sacramento en la boca, o, donde está permitido, en la mano, como prefiere".

En sus saludos a los fieles, como es habitual, el Santo Padre dirigió un pensamiento especial a los jóvenes, ancianos, a los enfermos y a los recién casados, invitando a pedir en el sacramento de la confesión el perdón de Dios, y, en los sufrimientos, unirse más a Cristo. A los peregrinos de lengua española en particular, exhortó a la comunión frecuente, “haciendo presente el misterio de amor que se encierra en el Sacramento, para que la unidad con Cristo y con su Iglesia se manifieste en nuestro actuar cotidiano y testimonie nuestra vida nueva en Cristo”.