Opinión

 

Tiempo de cuaresma

 

 

21/03/2018 | por Rafael Gutiérrez Amaro


 

 

Esta nuestra vida, que actualmente se desarrolla en la tierra, tiene múltiples y muy variados afanes cada día, y no podemos desentendernos de ellos. El trabajo, la familia, la sociedad, el mundo, la enfermedad, el hogar, la distracción, la educación, la convivencia, la mejora personal, los hijos y la construcción de un mundo mejor.

Por lo tanto, y por todo esto, hay que pisar firmemente en la tierra en que se vive.

Debemos ser colaboradores activos en la construcción de este mundo que tanto necesita: de nuestras manos, de nuestro talento, de nuestra ciencia y de nuestras buenas disposiciones.

Pero, junto a este panorama enriquecedor y bellamente emotivo; en este tiempo de cuaresma, es bueno pensar que tenemos otro panorama más entusiasta aún. Otro más conmovedor y trascendente: el Cielo.

  • El Cielo: es el colofón del existir humano, es el fin para el que hemos sido creados.

Ahora estamos caminando, por un camino: a veces tortuoso y complicado, otras, desalentador, y otras veces llevadero y acogedor.

Pero tras esto viene la “desangelada” muerte y posteriormente, al instante, la definitiva y nueva Vida:

  • La vida con Dios en el apasionante “cosmos” de lo desconocido.
  • La vida del espíritu; en donde ya lo terreno es sólo parte de un pasado que fue minúsculo y caduco.

Ánimo, adelante y con firmeza:

  • Busquemos apasionadamente el paraíso.
  • Busquemos el proyecto eterno que Dios nos tiene preparado.
  • Busquemos las claves de nuestra existencia, las raíces de nuestra vida.
  • Busquemos el horizonte de un celestial paisaje que nos llenará de dicha.
  • Busquemos a Dios y: Él nos dirá; Él nos orientará y Él nos guiará.

Y en esa búsqueda encontraremos:

  • El gozo y la paz.
  • La felicidad con mayúscula.
  • La plenitud.
  • La eterna infinitud.
  • Y el paraje sagrado donde encontraremos nuestra vital soberanía, el deleite de la auténtica virtud, la Vida

Que esta Cuaresma 2018 nos llene: el alma de eterna sabiduría, y el corazón de sana bondad.