Tribunas

La espiritualidad violenta del islam

 

 

Pilar González Casado
Profesora Agregada a la Cátedra de Literatura árabe cristiana de la Universidad San Dámaso.

 

Una de las consecuencias de las acciones del terrorismo yihadista ha sido reavivar los rescoldos de la islamofobia en España. Los musulmanes españoles, blanco de las agresiones islamófobas, han iniciado una corriente filoislámica, cuyo objetivo es difundir aquellos aspectos de su fe menos conocidos que son los que demuestran que el islam verdadero, el más espiritual, nada tiene que ver ni con la violencia ni con la política. De este modo quieren acabar con la islamofobia.

A raíz de los atentados del verano pasado en Barcelona, Abdennour Prado, uno de los pensadores más relevantes entre los musulmanes españoles, explicaba en Facebook el significado de la palabra islam: indica el hecho de que todos estamos sometidos a Dios, de que somos criaturas contingentes dependientes de la fuente matriz de la existencia y no es el nombre de una religión histórica.

Estamos de acuerdo en que somos criaturas de Dios, pero somos criaturas libres, no sometidas. Dios nos ha entregado el don de la libertad porque Él mismo es la libertad suprema y respeta nuestra libertad de someternos a su voluntad o no. J. B. Sleiman, arzobispo de Bagdad, su libro En la trampa iraquí, explica las consecuencias que tiene en la sociedad iraquí esta idea del hombre sometido. En una sociedad civil administrada por los principios de la sharia islámica y que conserva una estructura tribal vertical, no emerge la persona como libertad. Y, a pesar de que existe la libertad de culto, no existe «la libertad de conciencia, que es un concepto prácticamente desconocido en el mundo árabo-islámico».

En cuanto a la fuente matriz de la existencia, el pensador musulmán matiza en sus artículos de Webislam cuáles son sus rasgos. Allāh es aquello que no se desvanece, el objeto final de todos los anhelos del hombre y Aquel que está más allá de nosotros mismos, que no somos nada. De nuevo, la experiencia vital de J. B. Sleiman muestra las consecuencias que tiene para el hombre el que Dios sea un ser tan lejano a él. En la sociedad iraquí conformada por la ley divina nunca ha desaparecido la diferencia fundamental, incluso infranqueable, entre el creyente y el no creyente, entre el árabe y el no árabe, entre el hombre y la mujer. Es una situación mental que refleja el abismo que separa a Dios del hombre, al reproducir así esa desigualdad fundamental.

La posición vertical de Allāh con respecto al hombre y la imposibilidad de que Allāh se acerque a su criatura, si esta no se acerca primero a Él, son otras dos ideas claves de la espiritualidad islámica. Allāh no puede rebajarse a amar a esa nada para transformarla. Eso sería empequeñecer a Allāh y es el peor de los crímenes. Es absolutamente opuesto a lo que plantea la visión cristiana de la relación entre Dios y el hombre. Según explica Benedicto XVI, una de las características del cristianismo es que en él el hombre dejó de ser individuo para ser persona. Lo particular, lo más pequeño, es lo más grande y supera a lo general. El citado arzobispo de Bagdad señala también cómo la inexistencia de una antropología de la persona en la sociedad iraquí hace que conceptos como la coexistencia y la tolerancia sean conceptos vacíos, porque no se tiene en cuenta lo particular, lo personal, frente a lo mayoritario.

Los musulmanes españoles podrán reprocharnos con otro de sus argumentos básicos que una cosa es ese islam que no es una religión histórica y otra lo que sucede en los países de mayoría islámica. Pero los musulmanes de allí y los de aquí creen que somos criaturas sometidas a un Dios que no se implica con el hombre. La falta de libertad desgarra íntimamente al hombre de un modo tan atroz como la sangre provocada por la violencia física. La situación de la sociedad iraquí es un buen ejemplo. Esta violencia espiritual es tan nefasta como la física. La libertad vale tanto como la vida. Santo Tomás Moro prefirió perder su vida antes que perder su libertad de decir la verdad. Creemos que también es necesario dar a conocer esta espiritualidad violenta y por eso le hemos dedicado estas líneas.

 

Pilar González Casado