Tribunas

Dialoga con Rubalcaba, que algo queda

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

En la renovada Fundación Pablo VI del Letrado del Consejo de Estado, Jesús Avezuela, se ha cumplido un deseo no pocas veces acariciado por la Conferencia Episcopal: escenificar la realidad de una Iglesia que dialoga con las más variadas fuerzas sociales y políticas, en particular y de forma predominante con los socialistas.

Es lo que ha ocurrido en el Congreso “La Iglesia en la sociedad democrática”,  a los cuarenta años de la Constitución española. Son muchos los aspectos que se deben resaltar de lo que allí ha pasado durante una jornada y media de ponencias y debates.

Y también muchas las preguntas que surgen a propósito de esa experiencia que, sin duda, debe proliferar y que, en cierta media, ocupa ya el papel que antes cumplían los Congreso Católicos y Vida Pública para una gran parte de la audiencia católica.

Analizando el perfil de los ponentes surge una duda primera. El peso de la historia arrastra demasiado, y, en cierta medida, la nostalgia, que es adormecedora. Los interlocutores, salvando al Presidente de la Junta de Extremadura, Fernández Vara, -que lo mismo está en los socialistas que podía estar en la Acción Católica-, eran de una generación que ya no está en las decisiones políticas inmediatas, es decir, las que influyen en el gobierno.

Como quedó claro en el caso de Rubalcaba, del que tengo que confesar me he hecho fans por una hora, pertenecen a una izquierda socialista que ha sido preterida por las nuevas generaciones. Esos jóvenes de ahora que están más en el revisionismo histórico de la Transición que en el goce estético de lo que se consiguió en aquellos años.

Alguien puede responder que precisamente se montó así el diálogo para que las nuevas generaciones de izquierda se fijaran en sus mayores y en lo que son capaces de decir y hacer. Sin embargo, a tenor del día a día, parece que es precisamente esa actitud la que ahora quiere ser explícitamente desterrada por los nuevos actores públicos de la izquierda.

En este sentido, se percibía demás, entre los muchos aspectos positivos, la carencia de un sector de la política que representa una nueva generación que nace del magma ideológico, que no fue protagonista de la Transición, pero que es una bisagra importante para la sociedad. Es decir, Ciudadanos.

Y respecto a la Iglesia, sorprende que los interlocutores principales pertenezcan a una generación emérita, en muchos sentidos.  La frescura del texto de Fernández de la Vega, con algunos dislates conceptuales, eclipsó el parlamento de un cardenal Fernando Sebastián que hizo un notable esfuerzo. La bondad, casi diría evidente santidad, del cardenal Cañizares fue inteligentemente aprovechada por Rubalcaba para crear un clima de “buen rollo” que facilitó la conversación. La excesiva pose electoral de Pablo Casado le dio un toque de ingenuidad ante la experiencia acreditada de Fernández Vara.

Quizá haya llegado la hora de dejar el retrovisor y desplegar el catalejo.

 

José Francisco Serrano Oceja