112ª Asamblea Plenaria: saludo del Nuncio Apostólico

 

 

Lunes 19 Noviembre, 2018


 

 

Saludo del S.E.R. Mons. Renzo Fratini, Nuncio Apostólico en España, a la 112ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española.

 

Eminentísimo Señor Cardenal Presidente,

Eminentísimos Señores Cardenales,

Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos,

Señoras y Señores:

Al inicio de esta Asamblea Plenaria me alegra poder dirigirles un sentido y cordial saludo y, agradeciendo la invitación presentada, les expreso mi congratulación por las manifestaciones de adhesión al Papa Francisco, renovadas recientemente, con sentimientos de comunión y filial devoción por parte de los miembros de esta Conferencia Episcopal.

Asimismo les agradezco muy sentidamente la cercanía mostrada en el gesto de felicitación fraternal con ocasión de los veinticinco años de episcopado que he cumplido el pasado 2 de octubre. Muchas gracias por unirse a mis sentimientos de gratitud al Señor por el don recibido en este año de júbilo tan especial para mí.

Teniendo en cuenta la elección del nuevo Secretario General para el nuevo quinquenio 2018 – 2023 y la reflexión, en vistas a su aprobación, de un proyecto de reforma de la Conferencia Episcopal, quiero alentarles en los propósitos y en el camino emprendido en la redacción de sus estatutos.

Entre las tareas del Secretario General, la más delicada, consiste en manifestar la voz de la Iglesia, su enseñanza, y en saber expresar y trasmitir la postura de la misma Iglesia ante una realidad que afecta a la sociedad concreta donde está implantada la Conferencia de la que es portavoz.

Por lo que se refiere al proyecto de reforma pienso que ésta está llamada a orientarse por aquella dimensión constitutiva de la Iglesia que con frecuencia invoca tanto el Santo Padre: “la sinodalidad”. “El camino de la Iglesia – dice el Papa – es este: reunirse, unirse, escucharse, discutir, rezar y decidir” así se expresa la comunión, cuyo artífice es el Espíritu Santo. En el ejercicio de la sinodalidad la comunión queda fortalecida y la Conferencia Episcopal valorizada. Al respecto el Santo Padre ha dicho: “no es oportuno que el Papa sustituya a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios” (Discurso con ocasión del 50 aniversario del Sínodo de Obispos. 17/10/2015). Eso sí, obviamente, “cum Pedro et sub Petro”, que garantiza la unidad, el proceso culmina siempre en “la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como Pastor y Doctor de todos los cristianos… como testigo supremo de la FE de toda la Iglesia”(Ibíd).

Otro de los puntos del temario a tratar se refiere a la adaptación de la nueva “Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis”(2016). Observo al respecto cuánto son de agradecer las iniciativas, los trabajos y el seguimiento de las disposiciones de sus párrafos por parte de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades. He seguido con interés el desarrollo de los mismos y, en concreto, quiero referirme al precioso instrumento de la psicología en el itinerario formativo de los candidatos al sacerdocio. Es evidente que la psicología es un instrumento prudente, tanto para el candidato como para sus formadores, pues el desarrollo de la personalidad tiene un componente psicológico. Pero también es verdad que no todo es psicológico. El vocacionado al sacerdocio está llamado a una forma de vida en cuyo desarrollo su persona no entra como parte de un engranaje profesional y mucho menos administrativo. Por tanto, queda en pié que, tratándose de un don del Señor, la vocación no la decide el psicólogo. Las competencias principales del mismo quedan señaladas en el documento en tres tareas: la ayuda de un juicio perito sobre el “estado de salud psíquica” (n. 147), en “integrar aspectos fundamentales de la personalidad” (n. 63) y procurar conseguir una “persona estable” (n. 94). Todo esto es inestimable y prudente. Pero, quitando el primer caso, las competencias atribuidas no le dan, por lo normal, la palabra última y determinante sobre un don de la gracia de Dios que invita en su seguimiento. La convivencia, la vida de oración del candidato hace descubrir la llamada y vivirla comprometidamente. Las actitudes de vida y el testimonio de fe, juntamente con el espíritu de oración en referencia y trato con nuestro Señor Jesucristo, hablan por sí mismas sobre la profundidad o no de la personalidad de un vocacionado.

Por último, me agrada comprobar también la reflexión sobre la aplicación del Documento “Cor Orans”, de la Congregación para los Institutos de Vida consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, para las monjas de vida contemplativa. Ellas “buscando a Dios con los ojos de la fe en un mundo que ignora su presencia” (VDQ, n. 2), nos apoyan con su oración. Aún en la actualidad España cuenta con más de setecientos monasterios. Lamentablemente su pervivencia se está reduciendo. Las competencias de los Obispos en cuyas Sedes se encuentran, están definidas en este documento de cuyo cumplimento esperamos que esta excelente forma de vida,  que imita a Cristo en su retiro para orar, siga estimulando la vida de la Iglesia y de la sociedad humana. Entra dentro de la responsabilidad del obispo el apoyo a la vida religiosa, en particular a la vida contemplativa, custodiarla y protegerla (Cf. n. 75.3), así como animarla y fomentarla. No olvidamos que uno de los nombres señeros es fruto de los claustros de la Iglesia presente en España, Santa Teresa de Jesús. Y que su contemporáneo S. Juan de Ávila señala, a este género de vida, en el corazón de la Iglesia (Ser 18 n. 19).

Acudiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María, les aseguro un particular recuerdo en mi oración por el buen desarrollo de sus trabajos expresión de su grave responsabilidad pastoral.

Muchas gracias