Tribunas

Dios y Einstein, otra vez

 

 

Ernesto Juliá


 

 

Hace ya unas semanas, publique unas letras tituladas “El “pequeño Dios” de Einstein”, a propósito de una frase del genial científico sobre Dios, que figuraba en una carta suya vendida en una subasta por cerca de tres millones de dólares: Recojo de nuevo sus palabras: “La palabra Dios es para mí nada más que la expresión y producto de la debilidad humana”.

Después de señalar que la frase, en mi opinión, carecía de sentido porque se basaba en una concepción del hombre que sería inconcebible si Dios no existiera; comenté que era una pena que una mente tan preclara científicamente no se hubiera dado cuenta de que sin Dios, la criatura, el hombre, no sólo carece de sentido, es que ni siquiera se puede explicar su existencia.

De Einstein se seguirá hablando años, y siglos. Y no solo de su labor científica sino también de su persona y también de sus creencias. En alguna nota biográfica se afirma que sus creencias pueden considerarse como: ateísmo, agnosticismo, judaísmo. Y, como murió en 1955 se seguirán diciendo muchas opiniones sobre este particular, vista la relevancia y la influencia de su obra.

Una lectora me ha enviado un artículo del sacerdote Josep M. Alimbau Argila, en el que recoge una nota escrita sobre la fe en Dios, que Einstein dejó muy clara, para lección de todos, y que me mueve a rectificar lo que dije en el otro artículo. Escribió:

“La generalizada opinión, según la cual yo sería un ateo, se funda en un gran error. Quien lo deduce de mis teorías científicas, no las ha comprendido. No solo me ha interpretado mal, sino que me hace un mal servicio, si él divulga informaciones erróneas a propósito de mi actitud para con la religión”. Y añadía: “Yo creo en un Dios personal y puedo decir, con plena conciencia, que en mi vida, jamás he suscrito una concepción atea” (El documento está firmado por Albert Einstein, y aparece en: Deutsches Pfarrblatt, Bundes-Blatt der Deutschen Pfarrvereine, 1959, 11.).

Es muy conocida de todos la frase que también Einstein pronunció, sobre que “Dios no juega a los dados” a propósito de las leyes de la naturaleza; frase que está corroborada con otra consideración suya más explícita: “A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir que haya sido él el primero en haber visto las relaciones complicadísimas que contempla. A través del universo incomprensible se manifiesta una inteligencia superior infinita”.

Y, efectivamente, esa “inteligencia superior infinita” no puede corresponder a otro Ser que a un Dios personal, a Quien cualquier ser humano, criatura suya, puede dirigirse con toda confianza y sencillez. Un Dios que nos habla desde su Creación; que nos habla desde el fondo del corazón de cada uno de nosotros, un Dios que nos trata y nos quiere como un Padre -paternal y maternalmente- en el sentido más profundo de la palabra.

Ciencia y Fe se contraponen solamente en la cabeza y en el corazón de las personas, científicos o no científicos, que se obstinan en que el mundo, la creación, provienen de un azar curioso partiendo de una “nada” que, a la vez podría haberse originado en otro azar, y de otra “nada”. Y así, sucesivamente.

Einstein, al menos, fue humilde y aceptó la realidad de Dios. ¿Qué Dios? Por lo que se ha escrito sobre estas cuestiones me da la impresión de que ya no sabemos más: es una “secreto” que ha quedado escondido entre Einstein y Dios.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com