Tribunas

Pell: ¿Otro caso Bernardin?

 

 

Ernesto Juliá


 

 

¿Qué está pasando en la justicia del estado de Victoria, en Australia? Sin ningún testigo, habiendo ya afirmado el segundo acusador que todo era falso,  ha dictado sentencia condenatoria contra el card. Pell.

Son muchas las voces, entre ellas, el americano Georges Weigel, bien conocido por sus libros sobre Juan Pablo II y análisis sobre la Iglesia actual, y dos jesuitas, James Schall, antiguo profesor de Georgetown University en USA, y Frank Brennan, profesor de la Universidad Católica de Australia, que se han hecho esa pregunta.

Schall señala que algo semejante a lo de Pell es lo que ha sucedido con los ataques al ya juez de la Corte Suprema de Usa, Brett Kavanaugh. Las calumnias inventadas para impedir su nombramiento a la Corte Suprema quedaron en eso, en calumnias, y como tal, desechadas. ¿Quién movió a esas falsas testigos para que actuaran así?

Esa misma pregunta surge ahora ante este juicio inicuo, puesto en marcha después de que el Cardenal haya sido declarado inocente en dos acusaciones anterior, que se descubrieron sin fundamento alguno.

Quizá amparados en esa aberración jurídica de que ante la primera acusación, venga de donde venga, el acusado debe probar su inocencia, y al acusador le basta hablar sin necesidad de probar nada -¡se puede sostener una justicia basado en una afirmación semejante?-, ha seguido adelante este infame juicio, como salió adelante el que se lanzó en 1993 contra el entonces arzobispo de Chicago, cardenal Josep Bernardin.

En aquel entonces, un joven que decía tener "memoria recuperada" presentó cargos de abuso sexual contra el Cardenal, que resultaron ser falsos. Bernardin asumió esos cargos con calma. Años más tarde, el joven, que estaba muriendo por complicaciones de SIDA, se retractó de la acusación y el Cardenal viajó para celebrar la Misa para él y ofrecerle su completo perdón.

Bernardin conocía muy bien las palabras del Señor: “Bienaventurados seréis cuando os insulten y persigan y con mentiras digan contra vosotros todo género de mal por mí.” (Mt, 5, 11).

Las perspectivas de que Pell sea declarado inocente en el juicio de apelación tienen buen fundamento. El Cardenal fue la autoridad eclesiástica australiana más firme contra este tipo de abusos, de pecados; y fue muy firme, también, en tratar de arreglar asuntos monetarios en el vaticano. Los ataques le llovieron por diferentes frentes, y ante todos se mantuvo en pie.

¿Aprenderán los encargados de hacer justicia en Australia, y en todo el mundo, la injusticia que supone juzgar a un hombre maduro y que ha dado buenas muestras de su Fe, de su Caridad, de su valentía para defender la doctrina y la moral de Cristo, por las palabras de una persona que saca a relucir “ensueños sexuales” de hace 20 años, y los pretende lanzar contra un Cardenal, sin pruebas ni testigos de ningún tipo?

Confío en que la justicia australiana se dé cuenta de que ese procedimiento ha servido a Stalin, Mao Tse Tung, Pol Pot,  etc. para asesinar a cientos de millones de personas.

 

Ernesto Juliá Díaz

ernesto.julia@gmail.com