Servicio diario - 06 de marzo de 2019


 

Miércoles de Ceniza: "La Cuaresma es una llamada a detenerse", un "despertador para el alma"
Rosa Die Alcolea

'Venga a nosotros tu Reino': "Nuestro corazón se llena de luz con la esperanza de Cristo"
Rosa Die Alcolea

Audiencia general, 6 de marzo de 2019 — Catequesis del Papa
Rosa Die Alcolea

Cuaresma 2019: "La oración, limosna y ayuno nos ayuden a renovar nuestra vida cristiana"
Rosa Die Alcolea

Los obispos mexicanos presentan las líneas de acción para la protección de menores
Rosa Die Alcolea

Padre Antonio Rivero: "Vayamos al desierto con Cristo"
Antonio Rivero

Monseñor Felipe Arizmendi: 'Iglesia santa y pecadora'
Felipe Arizmendi Esquivel

Santa Teresa Margarita (Redi) del Corazón de Jesús, 7 de marzo
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

06/03/2019-16:36
Rosa Die Alcolea

Miércoles de Ceniza: "La Cuaresma es una llamada a detenerse", un "despertador para el alma"

(ZENIT – 6 marzo 2019).- “La Cuaresma es una llamada a detenerse, a ir a lo esencial, a ayunar de aquello que es superfluo y nos distrae. Es un despertador para el alma”, es el llamamiento del Papa Francisco este Miércoles de Ceniza, 6 de marzo de 2019.

Para dar comienzo al Tiempo de Cuaresma, el Papa ha celebrado las Estaciones romanas, un antiguo rito romano. Ha rezado durante unos minutos, a las 16:30 horas, en la Iglesia de San Anselmo en el Monte Aventino, acompañado por varios cardenales, arzobispos y obispos, monjes benedictinos de San Anselmo y padres dominicos de Santa Sabina.

A continuación, se ha dirigido en procesión a la Basílica de Santa Sabina, donde ha celebrado la Misa de Cenizas.

 

Cenizas

“Para encontrar de nuevo la ruta, hoy se nos ofrece un signo: ceniza en la cabeza. Es un signo que nos hace pensar en lo que tenemos en la mente”.

Así, el Santo Padre ha recordado que la ligera capa de ceniza que recibiremos es para decirnos, con delicadeza y sinceridad: de tantas cosas que tienes en la mente, detrás de las que corres y te preocupas cada día, nada quedará. “Por mucho que te afanes, no te llevarás ninguna riqueza de la vida. Las realidades terrenales se desvanecen, como el polvo en el viento”, asegura.

 

Tres etapas

En este viaje de regreso a lo esencial, que es la Cuaresma, el Evangelio propone tres etapas, que el Señor nos pide de recorrer sin hipocresía, sin engaños: la limosna, la oración, el ayuno, ha recordado el Papa.

¿Para qué sirven? La limosna, la oración y el ayuno “nos devuelven a las tres únicas realidades que no pasan. La oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; el ayuno con nosotros mismos”.

 

Adherirse a algo

“Nuestro corazón necesita adherirse a algo”, ha explicado. “Pero si solo se adhiere a las cosas terrenales, se convierte antes o después en esclavo de ellas: las cosas que están a nuestro servicio acaban convirtiéndose en cosas a las que servir. La apariencia exterior, el dinero, la carrera, los pasatiempos: si vivimos para ellos, se convertirán en ídolos que nos utilizarán, sirenas que nos encantarán y luego nos enviarán a la deriva”.

“Si el corazón se adhiere a lo que no pasa, nos encontramos a nosotros mismos y seremos libres. La Cuaresma es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades. Es hora de recuperarnos de las adicciones que nos seducen. Es hora de fijar la mirada en lo que permanece”, reitera Francisco.

Sigue la homilía del Papa Francisco, pronunciada este Miércoles de Ceniza, 6 de marzo de 2019.

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Homilía del Papa Francisco

«Tocad la trompeta, proclamad un ayuno santo» (Jl2,15), dice el profeta en la primera lectura. La Cuaresma se abre con un sonido estridente, el de una trompeta que no acaricia los oídos, sino que anuncia un ayuno. Es un sonido fuerte, que quiere ralentizar nuestra vida que siempre va a toda prisa, pero a menudo no sabe hacia dónde. Es una llamada a detenerse, a ir a lo esencial, a ayunar de aquello que es superfluo y nos distrae. Es un despertador para el alma.

El sonido de este despertador está acompañado por el mensaje que el Señor transmite a través de la boca del profeta, un mensaje breve y apremiante: «Convertíos a mí» (v. 12). Convertíos. Si tenemos que regresar, significa que nos hemos ido por otra parte. La Cuaresma es el tiempo para redescubrir la ruta de la vida. Porque en el camino de la vida, como en todo viaje, lo que realmente importa es no perder de vista la meta. Sin embargo, cuando estás de viaje, si lo que te interesa es mirar el paisaje o pararte a comer, no vas muy lejos. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en el camino de la vida, busco la ruta? ¿O me conformo con vivir el día, pensando solo en sentirme bien, en resolver algún problema y en divertirme un poco? ¿Cuál es la ruta? ¿Tal vez la búsqueda de la salud, que muchos dicen que es hoy lo más importante, pero que pasará tarde o temprano? ¿Quizás los bienes y el bienestar? Sin embargo no estamos en el mundo para esto. Convertíos a mí, dice el Señor. A mí. El Señor es la meta de nuestro peregrinaje en el mundo. La ruta se traza en relación a él.

Para encontrar de nuevo la ruta, hoy se nos ofrece un signo: ceniza en la cabeza. Es un signo que nos hace pensar en lo que tenemos en la mente. Nuestros pensamientos persiguen a menudo cosas transitorias, que van y vienen. La ligera capa de ceniza que recibiremos es para decirnos, con delicadeza y sinceridad: de tantas cosas que tienes en la mente, detrás de las que corres y te preocupas cada día, nada quedará. Por mucho que te afanes, no te llevarás ninguna riqueza de la vida. Las realidades terrenales se desvanecen, como el polvo en el viento. Los bienes son pasajeros, el poder pasa, el éxito termina. La cultura de la apariencia, hoy dominante, que nos lleva a vivir por las cosas que pasan, es un gran engaño. Porque es como una llamarada: una vez terminada, quedan solo las cenizas. La Cuaresma es el momento para liberarnos de la ilusión de vivir persiguiendo el polvo. La Cuaresma es volver a descubrir que estamos hechos para el fuego que siempre arde, no para las cenizas que se apagan de inmediato; por Dios, no por el mundo; por la eternidad del cielo, no por el engaño de la tierra; por la libertad de los hijos, no por la esclavitud de las cosas. Podemos preguntarnos hoy: ¿De qué parte estoy? ¿Vivo para el fuego o para la ceniza?

En este viaje de regreso a lo esencial, que es la Cuaresma, el Evangelio propone tres etapas, que el Señor nos pide de recorrer sin hipocresía, sin engaños: la limosna, la oración, el ayuno. ¿Para qué sirven? La limosna, la oración y el ayuno nos devuelven a las tres únicas realidades que no pasan. La oración nos une de nuevo con Dios; la caridad con el prójimo; el ayuno con nosotros mismos. Dios, los hermanos, mi vida: estas son las realidades que no acaban en la nada, y en las que debemos invertir. Ahí es hacia donde nos invita a mirar la Cuaresma: hacia lo Alto, con la oración, que nos libra de una vida horizontal y plana, en la que encontramos tiempo para el yo, pero olvidamos a Dios. Y después hacia el otro, con caridad, que nos libra de la vanidad del tener, del pensar que las cosas son buenas si lo son para mí. Finalmente, nos invita a mirar dentro de nosotros mismos con el ayuno, que nos libra del apego a las cosas, de la mundanidad que anestesia el corazón. Oración, caridad, ayuno: tres inversiones para un tesoro que no se acaba.

Jesús dijo: «Donde está tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt6,21). Nuestro corazón siempre apunta en alguna dirección: es como una brújula en busca de orientación. Podemos incluso compararlo con un imán: necesita adherirse a algo. Pero si solo se adhiere a las cosas terrenales, se convierte antes o después en esclavo de ellas: las cosas que están a nuestro servicio acaban convirtiéndose en cosas a las que servir. La apariencia exterior, el dinero, la carrera, los pasatiempos: si vivimos para ellos, se convertirán en ídolos que nos utilizarán, sirenas que nos encantarán y luego nos enviarán a la deriva. En cambio, si el corazón se adhiere a lo que no pasa, nos encontramos a nosotros mismos y seremos libres. La Cuaresma es un tiempo de gracia para liberar el corazón de las vanidades. Es hora de recuperarnos de las adicciones que nos seducen. Es hora de fijar la mirada en lo que permanece.

¿Dónde podemos fijar nuestra mirada a lo largo del camino de la Cuaresma? En el crucifijo. Jesús en la cruz es la brújula de la vida, que nos orienta al cielo. La pobreza del madero, el silencio del Señor, su desprendimiento por amor nos muestran la necesidad de una vida más sencilla, libre de tantas preocupaciones por las cosas. Jesús desde la cruz nos enseña la renuncia llena de valentía. Pues nunca avanzaremos si estamos cargados de pesos que estorban. Necesitamos liberarnos de los tentáculos del consumismo y de las trampas del egoísmo, de querer cada vez más, de no estar nunca satisfechos, del corazón cerrado a las necesidades de los pobres. Jesús, que arde con amor en el leño de la cruz, nos llama a una vida encendida en su fuego, que no se pierde en las cenizas del mundo; una vida que arde de caridad y no se apaga en la mediocridad. ¿Es difícil vivir como él nos pide? Sí, pero lleva a la meta. La Cuaresma nos lo muestra. Comienza con la ceniza, pero al final nos lleva al fuego de la noche de Pascua; a descubrir que, en el sepulcro, la carne de Jesús no se convierte en ceniza, sino que resucita gloriosamente. También se aplica a nosotros, que somos polvo: si regresamos al Señor con nuestra fragilidad, si tomamos el camino del amor, abrazaremos la vida que no conoce ocaso. Y viviremos en la alegría.

 

 

 

 

06/03/2019-10:24
Rosa Die Alcolea

`Venga a nosotros tu Reino': "Nuestro corazón se llena de luz con la esperanza de Cristo"

(ZENIT – 6 marzo 2019).- Cuando decimos en el Padre Nuestro “venga a nosotros tu Reino”, “nuestro corazón se llena de luz con la esperanza de Cristo que viene a nuestro encuentro”, ha expresado el Papa Francisco en la catequesis pronunciada esta mañana.

A las 9:20 horas, el Pontífice ha llegado a la plaza de San Pedro, este miércoles, 6 de marzo de 2019, en una cálida mañana de marzo cercana a la primavera, y ha recorrido los pasillos entre los fieles con el papamóvil, sobre el que ha subido a algunos niños a bordo, como acostumbra hacer en este evento.

En su discurso en italiano, continuando con el ciclo de catequesis sobre el 'Padre Nuestro', el Papa ha reflexionado esta mañana sobre la segunda invocación del Padre nuestro, que dice: "Venga a nosotros tu Reino" (Del libro de la Biblia: Del Evangelio según Mateo, 13, 31-32).

"Jesús ya desde el comienzo de su misión anunciaba la llegada del Reino, y animaba a la gente a convertirse para acoger en sus vidas la Buena Noticia de la salvación", ha indicado el Santo Padre.

 

Pedimos a Dios "que no se aleje de nosotros"

Cuando en un mundo tan marcado por el pecado y el sufrimiento rezamos con la expresión “venga a nosotros tu Reino”, le pedimos a Dios “que no se aleje de nosotros, que lo necesitamos”. 

En sus parábolas, Jesús enseñó que el Reino de Dios crece y se propaga con paciencia y mansedumbre, ha señalado Francisco. “Que a pesar de tener una apariencia humilde, como un grano de mostaza o un poco de levadura, lleva dentro una fuerza capaz de transformar los corazones y el mundo”.

Estas parábolas manifiestan también "el misterio de Cristo, de su muerte y resurrección". Él es como el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto, ha
explicado el Pontífice.

 

 

 

06/03/2019-13:08
Rosa Die Alcolea

Audiencia general, 6 de marzo de 2019 —Catequesis del Papa

(ZENIT — 6 marzo 2019).- Reflexionando sobre la oración del 'Padre Nuestro', el Santo Padre ha indicado que "¡Venga a nosotros tu Reino!" es como decir: "¡Padre, te necesitamos!, ¡Jesús te necesitamos! ¡Necesitamos que en todas partes y para siempre seas Señor entre nosotros!". "Venga a nosotros tu Reino, ven en medio de nosotros".

La audiencia general ha tenido lugar esta mañana a las 9:20 horas, en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo. Prosiguiendo el ciclo de catequesis sobre el Padre nuestro, el Papa se ha centrado en el tema "Venga a nosotros tu reino" (Pasaje bíblico: Evangelio de San Mateo, 13, 31-32).

"¡Venga a nosotros tu Reino!": "Sembremos esta palabra en medio de nuestros pecados y fracasos. Regalémosla a las personas que están derrotadas y dobladas por la vida, a los que han saboreado más odio que amor, a los que han vivido días inútiles sin haber entendido nunca por qué", ha invitado el Papa Francisco en la audiencia general.

"El Reino de Dios es ciertamente una gran fuerza, la más grande que existe, pero no de acuerdo con los criterios del mundo. Por eso nunca parece tener mayoría absoluta", explica Francisco.

"A veces nos preguntamos: ¿por qué este Reino se instaura tan lentamente?", ha planteado el Papa. "Jesús dice que el Reino de Dios se asemeja a un campo donde el trigo bueno y la cizaña crecen juntos: el peor error sería querer intervenir inmediatamente extirpando del mundo las que nos parecen malas hierbas".

La audiencia general ha terminado con el canto del Peter Noster y la bendición apostólica. A continuación, sigue la catequesis completa del Papa:

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Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Cuando rezamos el “Padre nuestro”, la segunda invocación con la que nos dirigimos a Dios es “venga a nosotros  tu Reino” (Mt 6, 10). Después de rezar para que su nombre sea santificado, el creyente expresa el deseo de que se acelere la venida de su Reino. Este deseo brotó, por así decirlo, desde el corazón mismo de Cristo, que comenzó su predicación en Galilea proclamando: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva “(Mc 1,15). Estas palabras no son en absoluto una amenaza, al contrario, son un anuncio feliz, un mensaje de alegría. Jesús no quiere empujar a la gente a que se convierta sembrando el temor del juicio inminente de Dios o el sentimiento de culpa por el mal cometido. Jesús no hace proselitismo: simplemente anuncia.

Al contrario, lo que Él trae es la Buena Nueva de la salvación, y a partir de ella  llama a convertirse. Todos están invitados a creer en el “evangelio”: el señorío de Dios se ha acercado a sus hijos. Esto es el Evangelio: el señorío de Dios se ha acercado a sus hijos. Y Jesús anuncia esta maravilla, esta gracia: Dios, el Padre, nos ama, está cerca de nosotros y nos enseña a caminar por el camino de la santidad.

Los signos de la venida de este Reino son múltiples, y todos son positivos. Jesús comienza su ministerio cuidando a los enfermos, tanto en el cuerpo como en el espíritu, de aquellos que vivían una exclusión social, -por ejemplo, los leprosos- de los pecadores mirados con desprecio por todos, también por los que eran más pecadores que ellos, pero se hacían pasar por justos. Y  Jesús ¿cómo les llama? “Hipócritas”. El mismo Jesús indica estos signos, los signos del Reino de Dios: “Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva ” (Mt 11, 5).

“¡Venga a nosotros tu Reino!”, repite con insistencia el cristiano cuando reza el “Padre nuestro”. Jesús ha venido. Pero el mundo todavía está marcado por el pecado, poblado por tanta gente que sufre, por personas que no se reconcilian y no perdonan, por guerras y por tantas formas de explotación; pensemos en la trata de niños, por ejemplo.

Todos estos hechos son una prueba de que la victoria de Cristo aún no se actuado completamente: muchos hombres y mujeres todavía viven con el corazón cerrado. Es sobre todo en estas situaciones que la segunda invocación del “Padre Nuestro” brota de  los labios del cristiano: “¡Venga a nosotros tu Reino!”. Que es como decir: “¡Padre, te necesitamos!, ¡Jesús te necesitamos! ¡Necesitamos que en todas partes y para siempre seas Señor entre nosotros!”. “Venga a nosotros tu Reino, ven en medio de nosotros”.

A veces nos preguntamos: ¿por qué este Reino se instaura tan lentamente? Jesús ama hablar de su victoria con el lenguaje de las parábolas. Por ejemplo, dice que el Reino de Dios se asemeja a un campo donde el trigo bueno y la cizaña crecen juntos: el peor error sería querer intervenir inmediatamente extirpando del mundo las que nos parecen malas hierbas. Dios no es como nosotros, Dios tiene paciencia. El Reino de Dios no se instaura en el mundo con la violencia: su estilo de propagación es la mansedumbre (cf. Mt 13, 24-30).

El Reino de Dios es ciertamente una gran fuerza, la más grande que existe, pero no de acuerdo con los criterios del mundo. Por eso nunca parece tener mayoría absoluta. Es como la levadura que se amasa en la harina: aparentemente desaparece, pero es precisamente la que fermenta la masa (cf. Mt 13, 33). O es como un grano de mostaza, tan pequeño, casi invisible, pero lleva dentro la fuerza explosiva de la naturaleza, y una vez que crece, se convierte en el más grande de todos los árboles del jardín (cf. Mt 13, 31-32).

En este “destino” del Reino de Dios podemos intuir la trama de la vida de Jesús: él también era un signo débil para sus contemporáneos, un evento casi desconocido para los historiadores oficiales de la época. El mismo se definió como un “grano de trigo” que muere en la tierra, pero solo de esta manera puede dar “mucho fruto” (cf. Jn 12,24). El símbolo de la semilla es elocuente: un día el campesino la hunde en la tierra (un gesto que parece un entierro), y luego, “duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él mismo sepa cómo “(Mc 4:27). Una semilla que brota es más obra de Dios que del hombre que la ha sembrado (cf. Mc 4, 27). Dios siempre nos precede, Dios siempre nos sorprende. Gracias a él después de la noche del Viernes Santo, hay un alba de Resurrección capaz de iluminar de esperanza al mundo entero.

“¡Venga a nosotros tu Reino!”. Sembremos esta palabra en medio de nuestros pecados y fracasos. Regalémosla a las personas que están derrotadas y dobladas por la vida, a los que han saboreado más odio que amor, a los que han vivido días inútiles sin haber entendido nunca por qué. Regalémosla a los que han luchado por la justicia, a todos los mártires de la historia, a los que han llegado a la conclusión de que han luchado por nada y de que el mal domina este mundo. Escucharemos entonces la oración del “Padre Nuestro” que responde. Repetirá por enésima vez esas palabras de esperanza, las mismas que el Espíritu ha puesto como sello de todas las Sagradas Escrituras: “¡Sí, vengo pronto!”. Amén. Ven, Señor Jesús. Que la gracia del Señor Jesús sea con todos “(Ap 22:20).

 

 

 

 

06/03/2019-10:50
Rosa Die Alcolea

Cuaresma 2019: "La oración, limosna y ayuno nos ayuden a renovar nuestra vida cristiana"

(ZENIT — 6 marzo 2019).- "Que la oración, la limosna y el ayuno nos ayuden a renovar nuestra vida cristiana, participando en la Pascua del Señor" ha encomendado el Papa Francisco, esta mañana en la audiencia general.

El Santo Padre ha deseado a todos los peregrinos y visitantes de lengua española, presentes en la plaza de San Pedro, este miércoles, 6 de marzo de 2019, un "feliz comienzo del tiempo de Cuaresma", tiempo de conversión y de misericordia.

"Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina", ha expresado el Papa al concluir su resumen de la catequesis en español, hoy dedicada a la segunda el Papa ha reflexionado esta mañana sobre la segunda invocación del Padre nuestro, que dice: "Venga a nosotros tu Reino".

En particular, Francisco se ha dirigido a los participantes en el "Encuentro Mundial de Transportistas y Empresarios, sobre Cambio climático, Tráfico humano, Tecnología y Transporte", organizado por la Academia Pontificia de las Ciencias sociales. "Que el estudio de Laudato si' los ayude a dar pasos significativos de justicia y solidaridad.

 

 

 

06/03/2019-20:46
Rosa Die Alcolea

Los obispos mexicanos presentan las líneas de acción para la protección de menores

(ZENIT — 6 mazo 2019).- La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) anunció ayer, martes, 5 de marzo de 2019, un plan de trabajo con en 5 objetivos concretos: Diagnóstico, prevención, justicia y respuesta, apoyo a víctimas y promover el respeto por la ley.

Este plan de trabajo responde al ‘Encuentro de Protección de los Menores en la Iglesia’, celebrado en Roma, convocado por el Papa Francisco el pasado febrero, en torno al grave problema de abuso sexual de menores por parte clérigos y agentes de pastoral en el ámbito eclesial.

Monseñor Rogelio Cabrera, Presidente de la CEM y Arzobispo de Monterrey, y Mons. Alfonso Mirada, Secretario General de la CEM y obispo de Idicra y auxiliar de Monterrey, presentaron ayer, 5 de marzo de 2019, en rueda de prensa, en la Conferencia Episcopal Mexicana, las líneas de acción a través de un plan de trabajo detallado.

Estos 2 obispos, junto a Mons. Carlos Garfias Merlos, arzobispo de Morelia, vicepresidente de la CEM, y Mons. Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca, y tesorero general de la CEM, se reunieron con el Santo Padre el pasado viernes, 1 de marzo de 2019, en el Vaticano.

En este encuentro conversaron con el Pontífice temas como la atención humanitaria por parte de la Iglesia mexicana a los migrantes de la “caravana” procedente de Centroamérica, la importante participación en el Encuentro sobre ‘La Protección de los Menores en la Iglesia’, y la misión de los jóvenes mexicanos.

A continuación, ofrecemos el plan de trabajo que presentaron los obispos.

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Plan de trabajo

 

  1. DIAGNÓSTICO .- Dimensionar y transparentar el problema del abuso sexual infantil por parte de clérigos y agentes de pastoral en México.

1. Recopilar exhaustivamente libros, textos y artículos especializados relativos a la prevención y protección de menores

2. Seguimiento e incorporación de los 21 puntos del encuentro de protección de menores en Roma, así como las 8 in dicaciones del Papa Francisco al acabar el mismo.

3. Seguimiento e incorporación de los 7 puntos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), citadas en la reunión en Roma, en febrero 2019.

 

  1. PREVENCIÓN .- Implementar políticas, protocolos, controles y mecanismos institucionales en cada Diócesis para garantizar que (i) ningún menor de edad vuelva a ser víctima de abuso sexual por parte de clérigos o agentes de pastoral en el entorno eclesial y (ii) que todas las instancias eclesiales estén capacitadas para proceder conforme a la legislación canónica y civil, respetando los tiempos de los procesos, cuando se tenga noticia sobre un probable caso de abuso sexual de menores.

1. Formación de Sacerdotes:Reforzaremos, apoyados por especialistas, la selección y la formación de nuestros sacerdotes, desde su ingreso al seminario, acompañando su proceso formativo y permanente, a fin de lograr una vivencia plena de su vocación, y de evitar tener sacerdotes que sean o representen un riesgo para los menores y para las personas vulnerables.

2. Disposiciones para las Conferencias Episcopales: El Papa Francisco ha dado la indicación de reforzar y verificar las Líneas Guía de las Conferencias Episcopales elevándolas a un rango normativo, no solo indicativo. Ahora la CEM apoyará en capacitación, supervisión y verificación en cada una de las diócesis, el cumplimiento, por una parte, de los procedimientos canónicos establecidos, estos últimos de acuerdo a las Líneas Guías, aprobadas por los obispos de México, y validadas por la Santa Sede; y por otra, el Protocolo de aplicación civil, conforme a la legislación sustantiva y adjetiva penal de los diferentes Estados de la República.

3. Establecer comisiones diocesanas (y/o provinciales) de protección de menores para el 2019-2020.

4. Actualizar permanentemente Líneas Guía, protocolos, subsidios y manuales; y supervisar su implementación.

5. Diseñar y establecer procesos de certificación de sacerdotes, parroquias, seminarios, centros de catequesis, voluntarios, etc.

6. Oficializar y difundir protocolos y textos de prevención, incluyendo la propuesta de (ambientes) parroquia y catequesis seguros.

7. Especificar y cumplir las normas que rigen el traslado de un seminarista o aspirante religioso de un seminario a otro; así como de un sacerdote o religioso de una diócesis o congregación a otra. Y establecer un mecanismo de seguimiento o supervisión, según corresponda.

8. Establecer rutas por zonas y provincias sobre el trabajo preponderante de capacitación, (incluyendo a los psicólogos), prevención y protección de menores, atendiendo también la cuestión de la sanación, de la mano de organismos eclesiales y sociales especializados.

9. Realizar en 2019 (o inicios 2020), la 1ª Asamblea Nacional de personal responsable a nivel diocesano de la protección de menores, con la participación de expertos laicos.

 

  1. JUSTICIA Y RESPUESTA Desde la verdad y la justicia .- Verificar el cumplimiento de la legislación civil y canónica por parte de las instancias responsables en todos los casos de abuso sexual de menores, de los que se tenga o que se llegue a tener registro, a fin de que los probables responsables sean procesados y se repare el daño causado.

1. Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado, porque el encubrimiento de los abusos favorece que se extienda el mal y añade un nivel adicional de escándalo. De modo particular, esperamos el Vademécum ha ser publicado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, para ampliar nuestros manuales para la prevención en todas las instituciones y ambientes de actividad eclesial.

2. Reforzar el Equipo Nacional de Protección de Menores, de seguimiento e implementación, con la tarea de monitorear la estrategia y respuesta continua de la Iglesia al problema de abuso sexual de menores. Contando con especialistas en Derecho canónico, y en diversas ciencias, además de laicos expertos, y las dimensiones episcopales de clero y seminarios.

3. Aprovechamiento de la estructura de las Provincias y Arzobispados para la asesoría, guía, y atención de este tema, dado su papel tradicional en el ordenamiento de la vida eclesial. El Metropolitano puede solicitar a la Santa Sede autorización para investigar.

4. Sitio web de la CEM: Terminar de incorporar los sitios de la Comisiones Diocesanas de Protección de menores a la sección especial del sitio web de la CEM.

5. Diseñar y establecer centros de escucha (dentro de las comisiones diocesanas o del ENPM), compuestos por personas preparadas y expertas, en las que se realice un primer discernimiento de los casos de las presuntas víctimas.

6. Trabajar en conjunto con las Congregaciones de religiosos y religiosas, estableciendo una fuerte relación con organismos eclesiales y sociales especializados, y realizar nuevas alianzas para el combate de este flagelo.

7. Capacitar sobre el alcance del Artículo 12 bis de la Ley de Asociaciones Religiosas para una adecuada comprensión y aplicación

8. Cumpliendo este objetivo la Iglesia ofrecerá su servicio para la erradicación de este flagelo en otros ámbitos.

 

  1. APOYO A VÍCTIMAS .- Identificar a las víctimas de abuso sexual de menores por parte de clérigos y brindarles el apoyo humano, espiritual, psicológico y/o material que requieran conforme a los principios de proporcionalidad y necesidad.

1. Cambio de paradigma: atención primordial y privilegiada a las víctimas: hemos escuchado a algunas víctimas, palpado su dolor y nos duele profundamente el daño causado como Iglesia. Pedir perdón significa, poner a la víctima en primer lugar, escucharla, comprenderla, acompañarla y comprometernos en su proceso de sanación, promoviendo que en las diócesis se lleven a cabo los procesos de denuncia civil, ofreciendo toda la cooperación eclesial para colaborar con la autoridad ministerial.

2. Los obispos y sus equipos, mantendrán el contacto con las víctimas, y tomaremos muy en cuenta sus recomendaciones en nuestros equipos de prevención y protección de menores.

3. Atender el cuidado pastoral de las comunidades heridas por los abusos, así como itinerarios penitenciales y de atención para los culpables, su entorno, y su necesidad de rehabilitación y redención.

 

  1. PROMOVER EL RESPETO POR LA LEY .- Promoción de la denuncia y la actuación con la máxima responsabilidad

1. Como Iglesia hacer una constante revisión, que tenga en cuenta los siguientes criterios:

  1. La llamada de la Iglesia a combatir el clericalismo, y a vivir en la humildad, la contrición, la oración y la penitencia.
  2. Los derechos de las víctimas priman sobre el derecho de los abusadores.

2. Reconocimiento a los medios y reporteros por la importante y valiente labor ejercida, en cuanto a la defensa y servicio a la verdad.

3. Cuidar el clima socio eclesial de los sacerdotes, de tal manera, que no se viva en pánico, sino seguros, y puedan cumplir adecuada y plenamente su vocación. Con los debidos cuidados y garantías para el correcto cumpliendo de su deber. Valoración del ministerio sacerdotal plenamente ejercido.

 

Transparencia

Con relación al número de casos de abuso sexual de menores por parte de clérigos en México, “con la idea de transparentar lo máximo que la ley permita a la opinión pública, hemos encomendado al grupo de laicos, independientes, expertos en materia penal y derechos humanos del Equipo Nacional de Protección de Menores, que revisen toda la información disponible en torno a los mismos y previo análisis jurídico de cada uno de los asuntos nos indiquen la forma más adecuada de hacerlo. Para esto, contamos con la colaboración que ya están dando los Obispos de cada Diócesis”, explicaron los prelados.

Asimismo, recordaron que cada Diócesis, además de tener personalidad jurídica canónica, también la tiene frente al estado mexicano como Asociación Religiosa.

Es importante destacar que “cada uno de los asuntos tiene particularidades que implican la necesidad de un análisis exhaustivo de tal suerte que se proteja la identidad de las víctimas, se cuide el debido proceso y los derechos humanos de los probables responsables”, añadieron.

“La información que di a conocer previamente, es parte de este esfuerzo de transparencia y se irá profundizando y precisando conforme a los avances que este equipo vaya obteniendo”, declaró Mons. Rogelio Cabrera.

 

 

 

 

06/03/2019-08:04
Antonio Rivero

Padre Antonio Rivero: "Vayamos al desierto con Cristo"

 

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Ciclo C

Textos: Dt 26, 4-10; Rm 10, 8-13; Lc 4, 1-13

Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.

Idea principal: El desierto de la Cuaresma nos invita a centrar nuestra vida en lo esencial: en la fe que debemos profesar con la boca y con la vida (l a y 2a lecturas). Fe que será probada por el enemigo de nuestras almas, el Demonio, que nos tentará en los tres puntos más flacos que todos cargamos como herencia del pecado original: tener, poder y gloria (evangelio).

Síntesis del mensaje: Ayudados por los recursos pedagógicos de la Cuaresma —ambientación más austera, cantos apropiados, el silencio del aleluya y del Gloria- y sobre todo por las oraciones y lecturas bíblicas, nos disponemos a emprender, en compañía de Jesús, su "subida a la Cruz", para vivir una vez más la Pascua, el paso a una vida nueva. Cristo quiere comunicarnos un año más su vida nueva que inyectará en nosotros su santidad. Pero pide de nosotros secundar esa vida nueva con la oración y el sacrificio para ser fuertes ante las tentaciones diarias de Satanás en el desierto de nuestra vida, renovando nuestra fe en el Señor. No podemos negociar con el maligno. Vivir de otra manera, o sea, "de bautismo, soy cristiano y, de profesión, pagano" es una incoherencia y tentaríamos a Dios.

 

Puntos de la idea principal:

En primer lugar, vamos al desierto. El desierto reduce al hombre a lo esencial, despojándolo de lo superfluo, y a quedarse con las cosas fundamentales: agua, comida, camino justo, ropa apropiada para cuidarse del sol y del frío. Y sobre todo con la fe. Fe desnuda de sus apetitos y deseos, de la que habla nuestro místico abulense, san Juan de la Cruz en sus obras Noche Oscura del Alma, el Cántico Espiritual y la Llama de amor Viva. La Cuaresma que se nos abre con Cristo en el desierto nos quiere llevar a la sustancia y al meollo de la existencia cristiana: la fe en nuestro Dios por encima de todo. Aquí en el desierto de la Cuaresma, al igual que Moisés pedía al pueblo "la profesión histórica de fe" al ofrecer las primicias ante el altar del Señor (1a lectura), también a nosotros se nos pide renovar nuestra fe. La profesión de fe no es una lista de "verdades a creer" o de "deberes a cumplir", sino una "historia a recordar y por la que dar gracias". Para el pueblo de Israel era el recordar las grandes maravillas que Dios hizo con él para sacarle de la esclavitud de Egipto; para nosotros, volver a experimentar en esta Pascua la auténtica libertad traída por la muerte y resurrección de Cristo, que nos desató de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna y nos hizo partícipes de la vida nueva; vida de santidad y de gracia, vida de libertad y plenitud. No podemos tener nostalgia de las "cebollas del Egipto seductor, sino volver a agradecer la libertad de los hijos de Dios concedida en el bautismo.

En segundo lugar, durante el desierto de nuestra vida debemos recordar las hazañas misericordiosas de Dios para renovar nuestra fe en ese Dios fiel. Hacer esto no es sólo ejercicio del pensamiento, sino un viaje al interior de la trama a veces oscura y frágil de nuestra propia historia. Luces y sombras. Santidad y pecado. Tempestad y bonanza. Seguridad y desconcierto. Dudas y certezas. Así ha sido nuestra vida y la vida de la humanidad. Esa fe en Dios misericordioso se alimenta en la oración contemplativa, sí, pero después se tiene que derramarse como perfume de caridad en nuestro día a día: en nuestra casa y familia, en el trabajo y amistades, en la calle y en vacaciones, pues "la fe sin obras es una fe muerta" (St 2, 14).

Por tanto, en la Cuaresma, Dios también nos invita a revisar nuestras obras de caridad y de misericordia, como nos recordó el Papa Francisco al pedirnos trabajar en cada mes del año de la misericordia en una de esas obras de misericordia, que tienen su fundamento bíblico en Isaías 58, 6-7 y Hebreos 13, 3): Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, dar posada al necesitado, vestir al desnudo, visitar al enfermo, socorrer a los presos y enterrar a los muertos (materiales). Enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que está en error, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar a Dios por vivos y difuntos (espirituales). Si Dios fue y es misericordioso con su pueblo (la lectura) y con nosotros en Cristo Jesús (2' lectura), nosotros también tenemos que serlo con nuestros hermanos.

Finalmente, la narración de las tentaciones de Jesús es para nosotros un reclamo y un aviso: durante el desierto de nuestra vida nuestra fe será tentada. Cristo aquí, venciendo al maligno que quiso tergiversar su misión mesiánica para convertirla en misión temporal y triunfalista, llega a ser para nosotros el emblema luminoso de la fe bíblica, es decir, de la adhesión plena y total a Dios y a su plan trazado en el cosmos y en la historia: el plan de salvación a través de la pobreza, el desprendimiento, el sufrimiento y la cruz.

También nosotros seremos tentados por esos tres flancos débiles: tener, poder y gloria. ¿Qué hacer entonces? Cristo nos enseña a vencer las tentaciones. Rechazando las tentaciones del enemigo, nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado. Y los medios que usó fueron: la oración con la Palabra de Dios que es espada de doble filo (cf. Hb 4,12); sin oración, un hombre es como un soldado sin comida, agua, o munición. Oración con la Biblia entre las manos.

El ayuno para fortalecer el espíritu y tener a raya y educar nuestro cuerpo que siempre tiene sus reclamos de sensualidad, materialismo y ambición. El ayuno es un entrenamiento en el conocimiento propio; es un arma clave para el autodominio. Si no tenemos dominio sobre nuestras propias pasiones, especialmente sobre la comida y el sexo, no podemos poseernos a nosotros mismos y colocar el interés de los demás antes del nuestro.

No olvidemos, también, la vigilancia para estar alerta y darnos cuenta por cuál sendero de nuestra vida querrá asaltarnos el enemigo de Dios y de nuestra alma. Nos hará mucho bien el desprendimiento de las cosas, para llenarnos de Dios; mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir.

La humildad será arma segura contra nuestro orgullo; la protección más grande contra el egoísmo y la autosuficiencia es el buscar a Dios humildemente en oración. Empuñemos también el arma del santo Rosario, que tanto odia y teme el demonio, pues contemplar los misterios de Cristo al lado de María deja al demonio con una rabia sin nombre y se alejará de nosotros inmediatamente. Dice santo Tomás: "No obró el Señor en la tentación usando de su poder divino — ¿de qué nos hubiera aprovechado entonces su ejemplo? -, sino que, como hombre, se sirvió de los auxilios que tiene en común con nosotros" (Comentario al evangelio de san Lucas).

Para reflexionar: ¿Cómo quiero vivir este año la Cuaresma? ¿Qué tentaciones experimento durante mi camino por el desierto de la vida: sensualidad y lujuria, ambición y avaricia, vanidad y soberbia, pereza y dejadez? ¿Cuáles son las armas que llevo conmigo para ganar la batalla del enemigo: oración, ayuno, sacrificios, vigilancia, el santo rosario, la cruz de Cristo?

Para rezar: Señor Jesús, que no abuse más de tu amor y ternura. Dame fuerza para vencer al enemigo que quiere ganar mi alma. Que, a ejemplo tuyo, no dialogue con el tentador, sino que le asalte con tu Palabra que es al mismo tiempo, dardo y escudo, casco y armadura. Señor, que ore para no caer en tentación.

Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org

 

 

 

06/03/2019-13:32
Felipe Arizmendi Esquivel

Monseñor Felipe Arizmendi: 'Iglesia santa y pecadora'

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de San Cristóbal de Las Casas

 

VER

Preocupación, dolor y vergüenza, es lo que sentimos al conocer nuevas fallas en nuestra Iglesia. Durante algunos años, decíamos que todo era una trama de los medios informativos contra su autoridad moral. Sin embargo, son inocultables los pecados y los abusos que se han cometido al interior de la misma institución. Ante esta realidad, es digna de elogio la actitud madura y serena de gran parte del pueblo católico, que asume esta realidad y se mantiene fiel. Reconoce que no es toda la Iglesia la que falla, sino sólo algunos casos.

Las quejas más comunes de los feligreses son por los malos tratos que reciben de sus párrocos. En mis casi 28 años de obispo, sólo una vez recibí la denuncia de que un sacerdote estaba predicando cosas contrarias a la fe. Lo llamé para aclarar las cosas, y eran sólo imprudencias en su forma de explicar el origen de la humanidad según la Biblia. Pero quejas por el exceso de requisitos para recibir los sacramentos, por las faltas de atención, por lenguajes léperos, por excesos en bebidas, por los altos estipendios que imponen, por su irresponsabilidad o su autoritarismo, eso es más frecuente, y no de estos tiempos. Lamentablemente.

Ahora como obispo emérito, más que antes, recorro varias partes del país acompañando en ejercicios espirituales a los presbíteros, y doy testimonio de su gran disponibilidad para superarse, corregirse, ser más fieles a su vocación, servidores más humildes y entregados a su pueblo. Reflexionan y analizan lo que dicen la Palabra de Dios y el Magisterio eclesial, para enmendar aquello que no refleje el estilo de Jesús en su trato con el Padre celestial y con el pueblo. La gran mayoría de los creyentes aprecian a sus sacerdotes y acuden confiadamente a ellos, porque los perciben buenas personas, entregados a su ministerio, sencillos y pobres, responsables y fieles servidores.

 

PENSAR

El Papa Francisco, en su tradicional encuentro de fin de año con la Curia romana, resaltó ambos aspectos de la Iglesia: es santa y pecadora. Dijo: "Si Cristo, santo, inocente, inmaculado, no conoció el pecado, sino que vino únicamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia encierra en su propio seno a pecadores, y siendo al mismo tiempo santa e inmaculada y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación.

La Biblia y la historia de la Iglesia nos enseñan que muchas veces, incluso los elegidos, andando en el camino, empiezan a pensar, a creerse y a comportarse como dueños de la salvación, y no como beneficiarios; como controladores de los misterios de Dios, y no como humildes distribuidores; como aduaneros de Dios, y no como servidores del rebaño que se las ha confiado.

Este año, en el mundo turbulento, la barca de la Iglesia ha vivido y vive momentos de dificultad, y ha sido embestida por tormentas y huracanes. Muchos se han dirigido al Maestro, que aparentemente duerme, para preguntarle: 'Maestro, ¿no te importa que perezcamos?' Otros, aturdidos por las noticias, comenzaron a perder la confianza en ella y a abandonarla. Otros, por miedo, por intereses, por un fin ulterior, han tratado de golpear su cuerpo aumentando sus heridas. Otros, no ocultan su deleite al verla zarandeada. Muchos otros, sin embargo, siguen aferrándose a ella con la certeza de que 'el poder del infierno no la derrotará'. Mientras tanto, la Esposa de Cristo continúa su peregrinación en medio de alegrías y aflicciones, en medio de éxitos y dificultades, externas e internas. Ciertamente, las dificultades internas siguen siendo siempre las más dolorosas y las más destructivas.

Un gran motivo de alegría es el gran número de personas consagradas, de obispos y sacerdotes, que viven diariamente su vocación en fidelidad, silencio, santidad y abnegación. Son personas que iluminan la oscuridad de la humanidad con su testimonio de fe, amor y caridad. Personas que trabajan pacientemente por amor a Cristo y a su Evangelio, en favor de los pobres, los oprimidos y los últimos, sin tratar de aparecer en las primeras páginas de los periódicos o de ocupar los primeros puestos. Personas que, abandonando todo y ofreciendo sus vidas, llevan la luz de la fe allí donde Cristo está abandonado, sediento, hambriento, encarcelado y desnudo. Y pienso especialmente en los numerosos párrocos que diariamente ofrecen un buen ejemplo al pueblo de Dios, sacerdotes cercanos a las familias, que conocen los nombres de todos y viven su vocación con sencillez, fe, celo, santidad y caridad. Personas olvidadas por los medios de comunicación, pero sin los cuales reinaría la oscuridad" (21-X11-2018).

Al recibir a feligreses de la diócesis del Padre Pío, dijo: "La Iglesia es santa, es la esposa de Cristo, pero nosotros, los hijos de la Iglesia, somos todos pecadores, ¡y algunos grandes!, pero él amaba a la Iglesia tal como es, no la destruyó con la lengua, ya que está de moda hacerlo ahora. El que ama a la Iglesia sabe cómo perdonar, porque sabe que él mismo es un pecador y necesita el perdón de Dios. Sabe cómo arreglar las cosas, pero siempre con perdón. No podemos vivir una vida entera acusando, acusando, acusando a la Iglesia. Debemos señalar los defectos, pero en el momento en que se denuncian, se ama a la Iglesia. Sin amor, eso es del diablo" (20-11¬2019).

 

ACTUAR

En la Iglesia de Cristo hay santidad y pecado. Tú también eres Iglesia. De ti y de mí depende que haya más una cosa u otra. Convirtámonos diariamente, aprovechando esta Cuaresma, para que abunden más la gracia, la oración, el servicio, la rectitud en las costumbres, el amor a los que sufren.

 

 

 

06/03/2019-07:50
Isabel Orellana Vilches

Santa Teresa Margarita (Redi) del Corazón de Jesús, 7 de marzo

«Esta gran contemplativa y mística únicamente aspiró a vivir escondida con Cristo en Dios. Quería imitar a la Sagrada Familia de Nazareth; por eso quiso ser una simple hermana lega, aunque sus superiores le confiaron diversas misiones»

Esta santa que la Iglesia celebra hoy junto a la festividad de las mártires Perpetua y Felicidad, tuvo la gracia de valorar altamente lo que significa vivir escondida en Dios. Y aunque aceptó por obediencia misiones que aún siendo humildes le impedían refugiarse en Él en esa anhelada sombra a la que aspiraba, lejos de los ojos ajenos, mantuvo intacto el abandono de sí misma.

Nació en Arezzo, Italia, el 15 de julio de 1747. Era descendiente de una familia nobiliaria, los Redi, y le impusieron en el bautismo el nombre de Ana María. Los primeros años de su vida fueron premonitorios de su entrega como religiosa. Tenía inclinación a la contemplación y a temprana edad se planteaba profundos interrogantes. Su madre le dio cumplida respuesta a la insistente pregunta que formulaba: «Decidme, ¿quién es ese Dios?», mediante la conocida definición «Dios es amor». La siguiente cuestión, una vez esclarecido quién era ese Ser que le atraía irresistiblemente, fue: «¿Qué puedo hacer yo para complacer a Dios?». Consagró su vida dilucidarlo y a encarnar lo que entendió debía hacer: la donación perfecta de sí misma.

Desde pequeña tuvo una clara intuición de la virtud que debía ejercitar, como se aprecia en la conversación que mantuvo con su padre: «He estado pensando en el texto que se ha predicado el domingo, el del siervo injusto. Llegamos ante el Rey de los cielos con las manos vacías, en deuda con él por todo: la vida misma, la gracia, todos los dones que nos prodiga... Todo lo que podemos decir es: 'Ten paciencia conmigo, y te pagaré todo lo que debo'. Pero nunca podríamos pagar nuestras deudas, si Dios no pone en nuestras manos los medios para hacerlo... Y, ¿cuántas veces nos alejamos y negamos a nuestro prójimo el perdón por un ligero error, negando nuestro amor, estando distantes, o incluso criticándolos y con rencores que enfrían la caridad?».

A los 10 años recaló en Florencia, ciudad en la que permaneció prácticamente toda su existencia y donde la enviaron sus padres inicialmente para que recibiese la formación adecuada junto a las religiosas del convento de santa Apolonia. Fueron siete intensos años de preparación en los que acumuló grandes experiencias. Era modélica para sus compañeras que veían refulgir en ella muchas virtudes y cualidades. Cultura e inteligencia no le faltaron, aunque, con humildad y silencio, se esforzó por mantener a resguardo de miradas ajenas las dotes naturales con las que había sido adornada. Cuando regresó a la casa paterna tuvo una impresión de carácter sobrenatural y entendió que debía ingresar con las carmelitas.

En 1765, atraída por el texto evangélico: «Dios es amor» (1 Jn 4,16), entró en el convento de santa Teresa de Florencia. Su acontecer estuvo signado por el lema: «Escondida con Cristo en Dios». Y este poderoso anhelo de vivir oculta que anegaba su ser, le llevó a pedir que la dejaran ser una simple hermana lega. Su argumento era de una claridad meridiana: «Los méritos de una buena acción disminuyen cuando se expone a los ojos de otras personas, cuyos elogios, nos halagan o agradan demasiado nuestro amor propio y orgullo. Por lo tanto, es necesario hacerlo todo sólo por Dios». Además, ella deseaba «imitar la vida oculta de la Sagrada Familia, la cual no difería en nada de las otras familias de la pequeña aldea de Nazaret». Los superiores tuvieron otro juicio. Y tras el noviciado y la profesión, momento en el que tomó el nombre que llevó hasta el fin de sus días, fue destinada al coro y a trabajar en la enfermería. Difundió el amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Virgen del Carmen, por la que tuvo especial devoción.

Fue una gran contemplativa y mística. Se ha dicho de ella que pertenece «a la progenie espiritual sanjuanista más pura. La llama oscura del amor infuso que la abrasa y la consume, ilumina y dirige toda la vida, haciéndole tocar las cumbres de la vida trinitaria, desde donde se abre al más ardiente apostolado contemplativo».

Su itinerario espiritual fue el de una severa ascesis y heroica caridad fraterna, rubricada por su gran alegría. «Padecer y callar»fue otra de las consignas que encarnó admirablemente. Se ocupó de disimular sus actos de virtud y las gracias con las que era bendecida. Tenía espíritu de sacrificio y amaba profundamente el carisma carmelita al que fue fidelísima en todo momento; superó con creces el espíritu de la regla. Su modelo de amor al Sagrado Corazón de Jesús fue santa Margarita María de Alacoque; siguió sus enseñanzas que la llevaron a incrementar su unión con la Santísima Trinidad.

Pío XI aludió a la santa con estas palabras: «Esta corta vida es toda una emulación para cuanto hay de bello, de más elevado y de más sublime... esa ansiedad, ese arranque hacia horizontes tan esplendorosos, nos brinda al mismo tiempo con otra visión: La de unos modales y seriedad angelicales, de una sencillez indescriptible, de una envidiable ignorancia de sí misma y de la propia grandeza». A su vez, Pío XII manifestó: «Santa Margarita, ardiendo de amor divino, apareció como con vida más de ángel que de criatura humana, siendo ayuda de muchas almas para la consecución de la virtud». Fue siempre de frágil salud, y cuando tenía 23 años se le presentó una peritonitis, a consecuencia de la cual murió el 7 de marzo de 1770 teniendo el crucifijo fuertemente asido. Fue beatificada por Pío XI el 9 de junio de 1929, y él mismo la canonizó el 12 de marzo de 1934. Su cuerpo se halla incorrupto.